PRIMERA LECTURA: Ecle 1, 2; 2, 21-23
"¡Vanidad de vanidades! - dice Qohélet
- ¡vanidad de vanidades, todo vaniidad!
Pues un hombre que se fatigó con sabiduría, ciencia y destreza,
a otro que en nada se fatigó da su propia paga. También esto
es vanidad y mal grave.
Pues ¿qué le queda a aquel hombre de toda su fatiga y su esfuerzo
con que se fatigó bajo el sol? Pues todos sus días son dolor,
y su oficio, penar; y ni aun de noche su corazón descansa. También
esto es vanidad".
LA HISTORIA
El libro de Qohélet fue escrito hacia los siglos V-III a. C. Es difícil precisar más. Seguramente fue escrito después del de Job y como reacción a él. Qohélet opina que solo Dios conduce la historia, que el hombre no puede ni hacer cambios en lo que Dios ha decidido para los hombres ni siquiera comprender cuál es ese plan de Dios. La consecuencia más inmediata es disfrutar lo que se tiene y resignarse cuando hay sufrimiento. En medio del "hedonismo" que este pensamiento trae consigo, Qohélet recomienda no ser materialista ni apegarse a los bienes pues no controlamos la duración de nuestra vida ni lo que vendrá después de nosotros. Vivir pendiente de los bienes materiales es empobrecer el sentido de nuestra vida, esto aunque nada podamos conocer de lo que Dios tiene planeado para nuestra vida. Existe, como es comprensible, un vaivén en las actitudes concretas que recomienda Qohélet ante el dinero y los bienes materiales, por un lado dice que se deben gozar pues son un don de Dios, pero por otro, que no se debe poner en ellos el corazón porque no conducen a ninguna felicidad.
EL CONTEXTO
Ecle 1, 1 contiene solamente el título del libro:
"Palabras de Qohélet, hijo de David, rey en Jerusalén";
Ecle 1, 2-11 contiene un prólogo, en el que presenta las ideas centrales
del libro. A partir de 1, 12 y hasta el final del capítulo 2, hace
un recuento de su búsqueda y de la decepción de no haber encontrado
respuestas a sus preguntas.
Después de nuestro texto, en 2, 24, dice: " No hay mayor felicidad
para el hombre que comer y beber, y disfrutar en medio de sus fatigas. Yo
veo que también esto viene de la mano de Dios". Este verso 24
parecería contradecir lo que dijo en los versículos 21-23.
Se trata del vaivén entre el gozar de los bienes que Dios nos da
y sin embargo no poner en ellos el fin de nuestra vida. En el capítulo
2, como dije, Qohélet resume el afán de su búsqueda
y los resultados a que llegó.
EL SENTIDO
La "vanidad" de Qohélet, se puede traducir
por "necedad" o "vaciedad", en hebreo es: hebel (lbh).
No se refiere directa y solamente a los bienes materiales o al dinero; es
decir, no dice: "el dinero es vanidad de vanidades", se refiere
a todo, especialmente a la búsqueda que el hombre hace de los planes
de Dios. En ese sentido es vanidad el afán de conocer, es vanidad
el afán de ser santo, tanto como el afán de gozar, comer o
disfrutar; aunque en 2, 24 diga que lo mejor para el hombre es comer y beber...
Todo es vanidad pues el trabajo del hombre no hará cambiar un ápice
el plan que Dios tiene y que llevará a cabo en la historia.
Los versículos 2, 21-23 sí tratan del dinero. Un hombre que
junta mucho dinero en su vida, por casualidades del destino puede dejar
su fortuna a un flojo o tonto. Un padre sabio puede heredar sus bienes a
n hijo necio. Reunir bienes materiales conlleva el riesgo de dejarlos en
manos de personas que no los merecen. Quien trabaja mucho por obtener bienes,
por otro lado, tiene que trabajar mucho para cuidar esos bienes "ni
de noche su corazón descansa", además, la inercia del
dinero lo absorbe y piensa todo el día cómo tener más.
Su oficio es penar y la vida se le convierte en trabajo penoso en vez de
en disfrute; en ese caso es mejor disfrutar de lo que se tiene con un trabajo
moderado, porque eso es don de Dios, que matarse por tener y no poder ya
disfrtutar.
EVANGELIO: Lc 12, 13-21
"Uno de la gente le dijo: Maestro, di a mi hermano
que reparta la herencia conmigo. Él le respondió: ¡Hombre!
¿quién me ha constituido juez o repartidor entre ustedes?
Y les dijo: Miren y guárdense de toda codicia, porque, aun en la
abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.
Les dijo una parábola: Los campos de cierto hombre rico dieron mucho
fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ¿Qué haré,
pues no tengo dónde reunir mi cosecha? Y dijo: Voy a hacer esto:
Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes
y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a
mi alma: Alma tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa,
come, bebe, banquetea. Pero Dios le dijo: ¡Necio! Esta misma noche
te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién
serán? Así es el que atesora riquezas para sí, y no
se enriquece en orden a Dios".
LA HISTORIA
Lucas insiste en la compasión y ternura de Jesús con los pobres y en la dureza con que serán tratados los ricos y los orgullosos, el cántico de María resume bien su énfasis: "Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes", así como la primera bienaventuranza: "Bienaventurados los pobres", en la que la ausencia del "de espíritu" (Mt 5, 3), subraya ese acento en el perfil del Jesús que Lucas transmite.
EL CONTEXTO
Lc 11, 37-12, 12 contiene una polémica con los legistas y con los fariseos. A partir de Lc 12, 13 y hasta 12, 59 Jesús insiste en al abandono en los planes de Dios, sin aferrarse a los bienes materiales. El contexto y la misma perícopa muestran que la "herencia" a que se refiere quien interpela a Jesús, es herencia de dinero,
EL SENTIDO
Los versículos 13-15 constituyen una introducción
a la disertación contra la codicia. Un hombre se le acerca para pedirle
que interceda de modo que su hermano le entregue la parte que le corresponde
de la herencia. Jesús rehuye la petición pues nadie le da
autoridad para litigar en cuestiones de herencias, además de que
tenía como objetivo revelarnos que Dios nos ama y cuál es
la medida de ese amor, no para establecer cuál de los hermanos tiene
la razón en una disputa de dinero. Luego, en el versículo
15, dirigiéndose no ya a quien le pidió el favor, sino a los
que lo escuchaban, alertó contra la codicia; tema que trata en los
versos 16-22, por medio de una parábola. El tema de la codicia no
es el mismo que el que planteó el joven que quería que lo
ayudara con la cuestión de la herencia, pero dio pie a Jesús
para hablar de la codicia. En efecto, nada sabemos de las intenciones y
de la forma de vida de quien le llegó con la pregunta.
Enriquecerse para sí mismo es una quimera absurda pues uno no sabe
cuándo morirá y en primer lugar, sus bienes serán para
quién sabe quién; pero además, el hombre aquel se enfrentará
con Dios sin riquezas "según Dios". De este modo, acumular
riquezas tiene un absurdo "humano" y uno "divino", el
humano está en el sentido común, quien atesora no se abandona
a Dios, vive intranquilo y deja sus cosas a quién sabe quién;
en la dimensión sobrenatural, quien acumula riquezas materiales y
es codicioso, tendrá (tal vez) muchas cosas en este mundo, pero llegará
ante Dios con las manos vacías y, de esa manera, habrá echado
a perder su vida.
Las palabras de Jesús son más incisivas y
profundas que las de Cohélet. Si para este, la preocupación
por los bienes materiales es un perjuicio para disfrutar esta vida, para
Jesús, además de ello, es una manera de malentender la finalidad
para la que Dios nos puso en esta vida y es impedir que las manos se llenen
de las "riquezas según Dios".
Algunos afirman que "el capital se hace, sin duda, a base de injusticia".
Tal vez la afirmación sea cierta, tal vez no; lo que me parece que
no tiene vuelta de hoja es que todo capital y toda propiedad privada es
una hipoteca social, es algo que Dios nos pone en la mano "para los
demás".
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2001.