18° DOMINGO ORDINARIO
CICLO C

PRIMERA LECTURA: Ecle 1, 2; 2, 21-23

"¡Vanidad de vanidades! - dice Qohélet - ¡vanidad de vanidades, todo vaniidad!
Pues un hombre que se fatigó con sabiduría, ciencia y destreza, a otro que en nada se fatigó da su propia paga. También esto es vanidad y mal grave.
Pues ¿qué le queda a aquel hombre de toda su fatiga y su esfuerzo con que se fatigó bajo el sol? Pues todos sus días son dolor, y su oficio, penar; y ni aun de noche su corazón descansa. También esto es vanidad".

 

LA HISTORIA

El libro de Qohélet fue escrito hacia los siglos V-III a. C. Es difícil precisar más. Seguramente fue escrito después del de Job y como reacción a él. Qohélet opina que solo Dios conduce la historia, que el hombre no puede ni hacer cambios en lo que Dios ha decidido para los hombres ni siquiera comprender cuál es ese plan de Dios. La consecuencia más inmediata es disfrutar lo que se tiene y resignarse cuando hay sufrimiento. En medio del "hedonismo" que este pensamiento trae consigo, Qohélet recomienda no ser materialista ni apegarse a los bienes pues no controlamos la duración de nuestra vida ni lo que vendrá después de nosotros. Vivir pendiente de los bienes materiales es empobrecer el sentido de nuestra vida, esto aunque nada podamos conocer de lo que Dios tiene planeado para nuestra vida. Existe, como es comprensible, un vaivén en las actitudes concretas que recomienda Qohélet ante el dinero y los bienes materiales, por un lado dice que se deben gozar pues son un don de Dios, pero por otro, que no se debe poner en ellos el corazón porque no conducen a ninguna felicidad.

 

EL CONTEXTO

Ecle 1, 1 contiene solamente el título del libro: "Palabras de Qohélet, hijo de David, rey en Jerusalén"; Ecle 1, 2-11 contiene un prólogo, en el que presenta las ideas centrales del libro. A partir de 1, 12 y hasta el final del capítulo 2, hace un recuento de su búsqueda y de la decepción de no haber encontrado respuestas a sus preguntas.
Después de nuestro texto, en 2, 24, dice: " No hay mayor felicidad para el hombre que comer y beber, y disfrutar en medio de sus fatigas. Yo veo que también esto viene de la mano de Dios". Este verso 24 parecería contradecir lo que dijo en los versículos 21-23. Se trata del vaivén entre el gozar de los bienes que Dios nos da y sin embargo no poner en ellos el fin de nuestra vida. En el capítulo 2, como dije, Qohélet resume el afán de su búsqueda y los resultados a que llegó.

 

EL SENTIDO

La "vanidad" de Qohélet, se puede traducir por "necedad" o "vaciedad", en hebreo es: hebel (lbh). No se refiere directa y solamente a los bienes materiales o al dinero; es decir, no dice: "el dinero es vanidad de vanidades", se refiere a todo, especialmente a la búsqueda que el hombre hace de los planes de Dios. En ese sentido es vanidad el afán de conocer, es vanidad el afán de ser santo, tanto como el afán de gozar, comer o disfrutar; aunque en 2, 24 diga que lo mejor para el hombre es comer y beber... Todo es vanidad pues el trabajo del hombre no hará cambiar un ápice el plan que Dios tiene y que llevará a cabo en la historia.
Los versículos 2, 21-23 sí tratan del dinero. Un hombre que junta mucho dinero en su vida, por casualidades del destino puede dejar su fortuna a un flojo o tonto. Un padre sabio puede heredar sus bienes a n hijo necio. Reunir bienes materiales conlleva el riesgo de dejarlos en manos de personas que no los merecen. Quien trabaja mucho por obtener bienes, por otro lado, tiene que trabajar mucho para cuidar esos bienes "ni de noche su corazón descansa", además, la inercia del dinero lo absorbe y piensa todo el día cómo tener más. Su oficio es penar y la vida se le convierte en trabajo penoso en vez de en disfrute; en ese caso es mejor disfrutar de lo que se tiene con un trabajo moderado, porque eso es don de Dios, que matarse por tener y no poder ya disfrtutar.

 

 

EVANGELIO: Lc 12, 13-21

"Uno de la gente le dijo: Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo. Él le respondió: ¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre ustedes? Y les dijo: Miren y guárdense de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.
Les dijo una parábola: Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ¿Qué haré, pues no tengo dónde reunir mi cosecha? Y dijo: Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea. Pero Dios le dijo: ¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán? Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios".

 

LA HISTORIA

Lucas insiste en la compasión y ternura de Jesús con los pobres y en la dureza con que serán tratados los ricos y los orgullosos, el cántico de María resume bien su énfasis: "Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes", así como la primera bienaventuranza: "Bienaventurados los pobres", en la que la ausencia del "de espíritu" (Mt 5, 3), subraya ese acento en el perfil del Jesús que Lucas transmite.

 

EL CONTEXTO

Lc 11, 37-12, 12 contiene una polémica con los legistas y con los fariseos. A partir de Lc 12, 13 y hasta 12, 59 Jesús insiste en al abandono en los planes de Dios, sin aferrarse a los bienes materiales. El contexto y la misma perícopa muestran que la "herencia" a que se refiere quien interpela a Jesús, es herencia de dinero,

 

EL SENTIDO

Los versículos 13-15 constituyen una introducción a la disertación contra la codicia. Un hombre se le acerca para pedirle que interceda de modo que su hermano le entregue la parte que le corresponde de la herencia. Jesús rehuye la petición pues nadie le da autoridad para litigar en cuestiones de herencias, además de que tenía como objetivo revelarnos que Dios nos ama y cuál es la medida de ese amor, no para establecer cuál de los hermanos tiene la razón en una disputa de dinero. Luego, en el versículo 15, dirigiéndose no ya a quien le pidió el favor, sino a los que lo escuchaban, alertó contra la codicia; tema que trata en los versos 16-22, por medio de una parábola. El tema de la codicia no es el mismo que el que planteó el joven que quería que lo ayudara con la cuestión de la herencia, pero dio pie a Jesús para hablar de la codicia. En efecto, nada sabemos de las intenciones y de la forma de vida de quien le llegó con la pregunta.
Enriquecerse para sí mismo es una quimera absurda pues uno no sabe cuándo morirá y en primer lugar, sus bienes serán para quién sabe quién; pero además, el hombre aquel se enfrentará con Dios sin riquezas "según Dios". De este modo, acumular riquezas tiene un absurdo "humano" y uno "divino", el humano está en el sentido común, quien atesora no se abandona a Dios, vive intranquilo y deja sus cosas a quién sabe quién; en la dimensión sobrenatural, quien acumula riquezas materiales y es codicioso, tendrá (tal vez) muchas cosas en este mundo, pero llegará ante Dios con las manos vacías y, de esa manera, habrá echado a perder su vida.

Las palabras de Jesús son más incisivas y profundas que las de Cohélet. Si para este, la preocupación por los bienes materiales es un perjuicio para disfrutar esta vida, para Jesús, además de ello, es una manera de malentender la finalidad para la que Dios nos puso en esta vida y es impedir que las manos se llenen de las "riquezas según Dios".
Algunos afirman que "el capital se hace, sin duda, a base de injusticia". Tal vez la afirmación sea cierta, tal vez no; lo que me parece que no tiene vuelta de hoja es que todo capital y toda propiedad privada es una hipoteca social, es algo que Dios nos pone en la mano "para los demás".


© Derechos Reservados. Esta versión electrónica Comentarios a los Domingos Ordinarios, ha sido realizada por el IAFOBI. Se permite su reproducción siempre y cuando se cite la fuente: IAFOBI, Dr. Javier Quezada del Rio. México D.F. 2001.


 

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