24° DOMINGO ORDINARIO
CICLO C

 

PRIMERA LECTURA: Ex 32, 7-11.13-14

"Entonces habló Yahvé a Moisés, y dijo: ¡Anda, baja! Porque tu pueblo, el que sacaste de la tierra de Egipto, ha pecado. Bien pronto se han apartado del camino que yo les había prescrito. Se han hecho un becerro fundido y se han postrado ante él; le han ofrecido sacrificios y han dicho: Este es tu Dios, Israel, el que ye ha sacado de la tierra de Egipto. Y dijo Yahvé a Moisés: Ya veo que este pueblo es de dura cerviz. Déjame ahora que se encienda mi ira contra ellos y los devore; de ti, en cambio, haré un gran pueblo.
Pero Moisés trató de aplacar a Yahvé su Dios, diciendo: ¿Por qué oh Yahvé, ha de encenderse tu ira contra tu pueblo, el que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y mano fuerte?
Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel, siervos tuyos, a los cuales juraste por ti mismo: Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo; toda esta tierra que les tengo prometida, la daré a sus descendiente, y ellos la poseerán como herencia parta siempre. Y Yahvé renunció a lanzar el mal con que había amenazado a su pueblo".

 

 

LA HISTORIA

El "becerro" de oro es una de las principales representaciones de Dios que tenía el Oriente Medio; representaba la fecundidad: la tormenta y el agua que hacen brotar las plantas cada año. Yahvé prohibió a su pueblo adorarlo e identificarlo con él, pero el pueblo de Israel tuvo mucha inclinación por esa identificación, desde el inicio de la Alianza (este texto), hasta destrucción del Templo de Jerusalén por Nabucodonosor, el 586 a. C.
Este relato parece haber sido construido para explicar la desaparición de las Tablas de la ley escritas por Dios mismo y la necesidad de unas nuevas (relato yahvista). Es posible que la redacción de esta perícopa estuviera influenciada por la lucha que mantuvieron los preofetas, en especial Amós (4, 4; 5, 5; 7, 10-17) y Oseas (8, 5-6; 10, 5), contra los becerros que estableció Jeroboam en las regiones septentrionales y meridionales de Israel, para evitar que los habitantes fueran a Jerusalén. (I Re 12, 26-33).

 

EL CONTEXTO

La alianza yahvista está en Ex 34 y la elohísta en Ex 24, este episodio pudo insertarse aquí para conservar las dos tradiciones.
Ex 32, 1-6 relata cómo el pueblo estaba desesperado por la ausencia de Moisés y pidió a Aarón que hiciera un becerro de oro. El pueblo cooperó con prendas de oro y Aarón se o fabricó, sin querer por ello renunciar a Yahvé.
Después de nuestro texto, en Ex 32, 15-24, Moisés destruye las tablas de la Ley que Yahvé le había entregado, escritas por su mano, llevado por la cólera y Yahvé se las dictará posteriormente, de modo que las Tablas que subsistieron, no habían sido escritas por la mano de Yahvé

 

EL SENTIDO

Yahvé se enfureció con el pueblo por haber adorado al becerro y le dice a Moisés: "tu pueblo, que sacaste de la tierra de Egipto...", y dice a Moisés que lo deje destruirlo. En su respuesta, Moisés dice: "tu pueblo, el que tú sacaste de la tierra de Egipto...". Esta presentación de un Dios enojón y fuera de sus casillas, tiene la finalidad de resaltar el poder intercesor de Moisés ( Ex 5, 22-23; Nu 11, 2; 14, 11; 16, 22; 21, 7; Dt 9, 25-29), como antes lo tuvo Abraham (Gn 18, 16-33). Moisés no recurrió ni a sus méritos ni a los del pueblo para evitar el castigo, sino a la gratuidad del amor de Dios. Haciéndose solidario con el pueblo, se asemejó a los profetas (Am 7, 2-3) y a Jesús.
En realidad, el pueblo no renegó de Yahvé puesto que lo identificaba con el becerro, el problema era que Yahvé no quería ser identificado con ese dios, de ahí la prohibición de hacer imágenes o figuras de Yahvé. La ira de Yahvé con el pueblo, lo hace replantearse una nueva fundación a partir de Moisés. Él, no acepta ese nuevo trabajo y hace su intercesión haciendo recordar a Yahvé las personas de Abraham, Isaac y Jacob, con quienes había establecido Alianza.
En resumen, este relato parece construido para resaltar el poder de intercesión de Moisés, para introducir la destrucción de las Tablas de la ley y con ello poder poner también el relato yahvista de la alianza.

 

EVANGELIO: Lc 15, 1-32

"Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos. Entonces les dijo esta parábola:

¿Quién de ustedes que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombreo; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: Alégrense conmigo porque he hallado la oveja que se me había perdido. Les digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.

O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barra la casa y busca cuidadosamente pasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas y dice: Alégrense conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido. Del mismo modo, les digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.

Dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros. Y, levantándose, partió hacia su padre.
Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo de dijo: Padre, pequé contra el cielo y ante ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo.
Pero el padre dijo a sus siervos: Traigan aprisa el mejor vestido y vístanlo, pónganle un anillo en su mano y unas sandalias en sus pies. Traigan el novillo cebado, mátenlo y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado. Y comenzaron la fiesta.
Su hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!
Pero él le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado".

 

LA HISTORIA

El capítulo 15 de Lucas es prácticamente propio. Tiene en común con Mateo la parábola de la oveja perdida. Para Mateo, sin embargo, la oveja perdida no es un pecador sino un niño. Jesús, para Mateo, con esa parábola quiso decir a sus discípulos que no despreciaran a los pequeños e indefensos porque el Padre tiene especial cuidado de ellos. Para Lucas, la misma parábola quiere enseñar que el Padre ama con predilección a los pecadores, va en su busca y se alegra cuando se convierten.
Las otras dos parábolas de este capítulo, no tienen paralelos. La de la dracma perdida tiene la misma finalidad que la de la oveja perdida y la del hijo pródigo es la que más ha caracterizado las intenciones teológicas de Lucas: mostrar a Jesús como el amor de Dios misericordioso con los excluidos.

 

EL CONTEXTO

El domingo pasado, en Lc 14, 25-35, Lucas nos presentó a Jesús exigiendo la renuncia a todo lo que se ama y a los bienes, como condición para ser sus discípulos, lo que estaba en contraste con la costumbre de los fariseos (Lc 14, 1-24), que querían ser alabados siempre por los hombres. En el capítulo 15, que se lee enteramente en este domingo, Jesús nos muestra a un Padre muy misericordioso con los pecadores.
En el capítulo siguiente (16), se vuelve a ocupar de la inclinación que tienen los fariseos a las riquezas, y a alertar a sus discípulos contra ella.

 

 

EL SENTIDO

Respecto de la parábola del hijo pródigo, te remito al cuarto domingo de cuaresma del ciclo C, en donde está comentada.
Las parábolas de la oveja perdida y de la dracma perdida son paralelas. La primera trata de que a un hombre se le pierde algo, la segunda, a una mujer. El hombre deja las noventa y nueve en el desierto mientras la mujer deja todo lo que tiene como tarea en su casa para buscar la dracma que se le perdió. Ambos la encuentran después de gran trabajo y ambos convocan a los amigos (as) a una celebración por el hallazgo. En las dos parábolas, por fin, Jesús hace una aplicación a los pecadores: encontrar a uno es causa de gran alegría en el cielo.
Sin duda que la parábola de la oveja perdida es más significativa por tratarse de una figura muy tierna: cargar la oveja en los hombros; y porque es más dinámica; dejar en el desierto noventa y nueve supone un riesgo, y el ir a buscar a una, un esfuerzo físico, demás, el hecho de cargar el animal en los hombros, no tiene paralelo en la de la dracma perdida. Otro detalle importante en la primera, sin paralelo en la segunda, es que "habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve que no necesitan conversión". En esa parábola, la afirmación parecería un poco injusta, pero es solo una comparación, tal vez si lo pensamos desde la segunda parábola, entendamos mejor lo que el Señor quiso decir: cuando encontramos un dinero que teníamos perdido, no alegramos más por él que por lo que no se nos perdió. Pero eso no significa que no valoremos lo que no perdimos. De igual forma, Dios no ama más a los pecadores, pero su conversión le da un gusto enorme.
Este mismo rasgo está en la parábola del hijo pródigo, a la que yo llamaría la "parábola del mal hermano": el mayor no quería alegrarse por el retorno del menor y se puso a calcular que le quitaría de los bienes materiales que le correspondían en herencia.

Jesús dijo estas parábolas para los discípulos, pero también para los fariseos, que se creían justos y sin necesidad de conversión, y, de esa manera, dueños del amor de Dios. Tengo la impresión de que todos los que hemos dicho sí a Cristo, en cierta medida nos hemos asimilado al hermano mayor, al dinero no perdido y a las ovejas no descarriadas: nos molesta que el Señor siga teniendo infinito amor por los que no lo siguen. En realidad, eso manifiesta que no amamos a nuestros hermanos con un amor semejante al que Dios les tiene. No somos como Él.


© Derechos Reservados. Esta versión electrónica Comentarios a los Domingos Ordinarios, ha sido realizada por el IAFOBI. Se permite su reproducción siempre y cuando se cite la fuente: IAFOBI, Dr. Javier Quezada del Rio. México D.F. 2001.


 

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