PRIMERA LECTURA: Ex 32, 7-11.13-14
"Entonces habló Yahvé a Moisés,
y dijo: ¡Anda, baja! Porque tu pueblo, el que sacaste de la tierra
de Egipto, ha pecado. Bien pronto se han apartado del camino que yo les
había prescrito. Se han hecho un becerro fundido y se han postrado
ante él; le han ofrecido sacrificios y han dicho: Este es tu Dios,
Israel, el que ye ha sacado de la tierra de Egipto. Y dijo Yahvé
a Moisés: Ya veo que este pueblo es de dura cerviz. Déjame
ahora que se encienda mi ira contra ellos y los devore; de ti, en cambio,
haré un gran pueblo.
Pero Moisés trató de aplacar a Yahvé su Dios, diciendo:
¿Por qué oh Yahvé, ha de encenderse tu ira contra tu
pueblo, el que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y
mano fuerte?
Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel, siervos tuyos, a los
cuales juraste por ti mismo: Multiplicaré su descendencia como las
estrellas del cielo; toda esta tierra que les tengo prometida, la daré
a sus descendiente, y ellos la poseerán como herencia parta siempre.
Y Yahvé renunció a lanzar el mal con que había amenazado
a su pueblo".
LA HISTORIA
El "becerro" de oro es una de las principales
representaciones de Dios que tenía el Oriente Medio; representaba
la fecundidad: la tormenta y el agua que hacen brotar las plantas cada año.
Yahvé prohibió a su pueblo adorarlo e identificarlo con él,
pero el pueblo de Israel tuvo mucha inclinación por esa identificación,
desde el inicio de la Alianza (este texto), hasta destrucción del
Templo de Jerusalén por Nabucodonosor, el 586 a. C.
Este relato parece haber sido construido para explicar la desaparición
de las Tablas de la ley escritas por Dios mismo y la necesidad de unas nuevas
(relato yahvista). Es posible que la redacción de esta perícopa
estuviera influenciada por la lucha que mantuvieron los preofetas, en especial
Amós (4, 4; 5, 5; 7, 10-17) y Oseas (8, 5-6; 10, 5), contra los becerros
que estableció Jeroboam en las regiones septentrionales y meridionales
de Israel, para evitar que los habitantes fueran a Jerusalén. (I
Re 12, 26-33).
EL CONTEXTO
La alianza yahvista está en Ex 34 y la elohísta
en Ex 24, este episodio pudo insertarse aquí para conservar las dos
tradiciones.
Ex 32, 1-6 relata cómo el pueblo estaba desesperado por la ausencia
de Moisés y pidió a Aarón que hiciera un becerro de
oro. El pueblo cooperó con prendas de oro y Aarón se o fabricó,
sin querer por ello renunciar a Yahvé.
Después de nuestro texto, en Ex 32, 15-24, Moisés destruye
las tablas de la Ley que Yahvé le había entregado, escritas
por su mano, llevado por la cólera y Yahvé se las dictará
posteriormente, de modo que las Tablas que subsistieron, no habían
sido escritas por la mano de Yahvé
EL SENTIDO
Yahvé se enfureció con el pueblo por haber
adorado al becerro y le dice a Moisés: "tu pueblo, que sacaste
de la tierra de Egipto...", y dice a Moisés que lo deje destruirlo.
En su respuesta, Moisés dice: "tu pueblo, el que tú sacaste
de la tierra de Egipto...". Esta presentación de un Dios enojón
y fuera de sus casillas, tiene la finalidad de resaltar el poder intercesor
de Moisés ( Ex 5, 22-23; Nu 11, 2; 14, 11; 16, 22; 21, 7; Dt 9, 25-29),
como antes lo tuvo Abraham (Gn 18, 16-33). Moisés no recurrió
ni a sus méritos ni a los del pueblo para evitar el castigo, sino
a la gratuidad del amor de Dios. Haciéndose solidario con el pueblo,
se asemejó a los profetas (Am 7, 2-3) y a Jesús.
En realidad, el pueblo no renegó de Yahvé puesto que lo identificaba
con el becerro, el problema era que Yahvé no quería ser identificado
con ese dios, de ahí la prohibición de hacer imágenes
o figuras de Yahvé. La ira de Yahvé con el pueblo, lo hace
replantearse una nueva fundación a partir de Moisés. Él,
no acepta ese nuevo trabajo y hace su intercesión haciendo recordar
a Yahvé las personas de Abraham, Isaac y Jacob, con quienes había
establecido Alianza.
En resumen, este relato parece construido para resaltar el poder de intercesión
de Moisés, para introducir la destrucción de las Tablas de
la ley y con ello poder poner también el relato yahvista de la alianza.
EVANGELIO: Lc 15, 1-32
"Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos. Entonces les dijo esta parábola:
¿Quién de ustedes que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombreo; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: Alégrense conmigo porque he hallado la oveja que se me había perdido. Les digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.
O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barra la casa y busca cuidadosamente pasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas y dice: Alégrense conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido. Del mismo modo, les digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.
Dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos
dijo al padre: Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.
Y él les repartió la hacienda. Pocos días después
el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país
lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país,
y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con
uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas
a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que
comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí
mismo, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en
abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré,
iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo
y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno
de tus jornaleros. Y, levantándose, partió hacia su padre.
Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió,
se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo de dijo:
Padre, pequé contra el cielo y ante ti, ya no merezco ser llamado
hijo tuyo.
Pero el padre dijo a sus siervos: Traigan aprisa el mejor vestido y vístanlo,
pónganle un anillo en su mano y unas sandalias en sus pies. Traigan
el novillo cebado, mátenlo y comamos y celebremos una fiesta, porque
este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido
y ha sido hallado. Y comenzaron la fiesta.
Su hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a
la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los
criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: Ha
vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado
sano. Él se irritó y no quería entrar. Salió
su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: Hace
tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una
orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con
mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado
tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!
Pero él le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y
todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse
porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido
y ha sido hallado".
LA HISTORIA
El capítulo 15 de Lucas es prácticamente
propio. Tiene en común con Mateo la parábola de la oveja perdida.
Para Mateo, sin embargo, la oveja perdida no es un pecador sino un niño.
Jesús, para Mateo, con esa parábola quiso decir a sus discípulos
que no despreciaran a los pequeños e indefensos porque el Padre tiene
especial cuidado de ellos. Para Lucas, la misma parábola quiere
enseñar que el Padre ama con predilección a los pecadores,
va en su busca y se alegra cuando se convierten.
Las otras dos parábolas de este capítulo, no tienen paralelos.
La de la dracma perdida tiene la misma finalidad que la de la oveja perdida
y la del hijo pródigo es la que más ha caracterizado las intenciones
teológicas de Lucas: mostrar a Jesús como el amor de Dios
misericordioso con los excluidos.
EL CONTEXTO
El domingo pasado, en Lc 14, 25-35, Lucas nos presentó
a Jesús exigiendo la renuncia a todo lo que se ama y a los bienes,
como condición para ser sus discípulos, lo que estaba en contraste
con la costumbre de los fariseos (Lc 14, 1-24), que querían ser alabados
siempre por los hombres. En el capítulo 15, que se lee enteramente
en este domingo, Jesús nos muestra a un Padre muy misericordioso
con los pecadores.
En el capítulo siguiente (16), se vuelve a ocupar de la inclinación
que tienen los fariseos a las riquezas, y a alertar a sus discípulos
contra ella.
EL SENTIDO
Respecto de la parábola del hijo pródigo,
te remito al cuarto domingo de cuaresma del ciclo C, en donde está
comentada.
Las parábolas de la oveja perdida y de la dracma perdida son paralelas.
La primera trata de que a un hombre se le pierde algo, la segunda, a una
mujer. El hombre deja las noventa y nueve en el desierto mientras la mujer
deja todo lo que tiene como tarea en su casa para buscar la dracma que se
le perdió. Ambos la encuentran después de gran trabajo y ambos
convocan a los amigos (as) a una celebración por el hallazgo. En
las dos parábolas, por fin, Jesús hace una aplicación
a los pecadores: encontrar a uno es causa de gran alegría en el cielo.
Sin duda que la parábola de la oveja perdida es más significativa
por tratarse de una figura muy tierna: cargar la oveja en los hombros; y
porque es más dinámica; dejar en el desierto noventa y nueve
supone un riesgo, y el ir a buscar a una, un esfuerzo físico, demás,
el hecho de cargar el animal en los hombros, no tiene paralelo en la de
la dracma perdida. Otro detalle importante en la primera, sin paralelo en
la segunda, es que "habrá más alegría en el cielo
por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve que no necesitan
conversión". En esa parábola, la afirmación parecería
un poco injusta, pero es solo una comparación, tal vez si lo pensamos
desde la segunda parábola, entendamos mejor lo que el Señor
quiso decir: cuando encontramos un dinero que teníamos perdido, no
alegramos más por él que por lo que no se nos perdió.
Pero eso no significa que no valoremos lo que no perdimos. De igual forma,
Dios no ama más a los pecadores, pero su conversión le da
un gusto enorme.
Este mismo rasgo está en la parábola del hijo pródigo,
a la que yo llamaría la "parábola del mal hermano":
el mayor no quería alegrarse por el retorno del menor y se puso a
calcular que le quitaría de los bienes materiales que le correspondían
en herencia.
Jesús dijo estas parábolas para los discípulos,
pero también para los fariseos, que se creían justos y sin
necesidad de conversión, y, de esa manera, dueños del amor
de Dios. Tengo la impresión de que todos los que hemos dicho sí
a Cristo, en cierta medida nos hemos asimilado al hermano mayor, al dinero
no perdido y a las ovejas no descarriadas: nos molesta que el Señor
siga teniendo infinito amor por los que no lo siguen. En realidad, eso manifiesta
que no amamos a nuestros hermanos con un amor semejante al que Dios les
tiene. No somos como Él.
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Comentarios a los Domingos Ordinarios, ha sido realizada por el IAFOBI. Se permite su reproducción siempre y cuando
se cite la fuente: IAFOBI, Dr. Javier Quezada del Rio. México D.F.
2001.
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