PRIMERA LECTURA: II Re 5, 14-17
" Bajó pues, y se sumergió siete veces
en el Jordán, según la palabra del hombre de Dios, y su carne
se tornó como la carne de un niño pequeño, y quedó
limpio.
Se volvió al hombre de Dios, él y todo su acompañamiento,
llegó, se detuvo ante él y dijo: Ahora conozco bien que no
hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel. Así pues, recibe
un presente de tu siervo. Pero él dijo: Vive Yahvé a quien
sirvo, que no lo aceptaré ; le insistió para que lo recibiera,
pero no quiso. Dijo Naamán: Ya que no, que se dé a tu siervo,
de esta tierra, la carga de dos mulos, porque tu siervo ya no ofrecerá
holocausto ni sacrificio a tros dioses sino a Yahvé".
LA HISTORIA
Eliseo vivió en la segunda mitad del siglo IX a.
C., fue el gran discípulo de Elías, pero más urbano
que este. La tradición que narraba sus milagros fue puesta por escrito
hacia el 700 a. C. Se trata de un ciclo basado en leyendas tal vez muy adicionadas
y reiterpretadas; entre sus milagros existen algunos verdaderamente portentosos
(más incluso que los de Elías) y con rasgos mágicos,
por ejemplo, cuando cegó a sus enemigos (II Re 6, 18-20); o cuando
hizo que unos osos destrozaran a 42 niños pequeños que se
habían burlado de él (II Re 2, 23-24). Algunos detalles de
su estilo profético nos revelan un estadio anterior al de los grandes
profetas escritores (Amós, Oseas, Isaías...): se rapaba (II
Re 2, 23); utilizaba la música para entrar en trance profético
(II Re 3, 15); vivía en comunidad con otros profetas (II Re 6, 1).
Hay semejanza entre el relato de la multiplicación de los panes de
Eliseo (II Re 4, 42-44), con la narración de la primera multiplicación
de los panes que narra Marcos (Mc 6, 30-44).
EL CONTEXTO
El ciclo de Eliseo abarca II Re 2-13. En II Re 4-6, se
narran algunos de sus milagros sin ubicarlos cronológica o geográficamente.
La historia de Naamán el Sirio abarca todo el capítulo 5;
está después de la multiplicación de los panes (II
Re 4, 42-44) y antes del hacha perdida y hallada (II Re 6, 1-7).
Los primeros 13 versículos de este relato, narran cómo Naamán,
siendo leproso, era muy poderoso en Damasco, y cómo llegó
a saber de Eliseo por una sirvienta israelita que estaba al servicio de
su esposa. El rey de Aram lo despachó con cartas para el rey de Israel.
Este, al leer la carta, tuvo pavor, pues pensó que el rey de Aram
buscaba un pretexto para hacerle la guerra. Eliseo dijo al rey que enviara
a Naamán con él. Cuando Naamán estaba ante la puerta
de la casa de Eliseo, este le mandó el mensaje de que se lavara siete
veces en el río Jordán. Naamán se irritó pues
creía que, al menos, el profeta invocaría el nombre de Dios
sobre él, pero sus criados le persuadieron a que hiciera lo que le
habían mandado. En este punto se inserta el relato que leemos en
la liturgia.
Después de la curación, Naamán aceptó que Eliseo
no quisiera recibir ninguna compensación por el milagro que había
obrado y le aseguró que no adoraría a otro Dios sino a Yahvé
y le pidió que disculpara si tenía que entrar con su rey al
templo de Rimmón. Eliseo lo disculpó El criado de Eliseo se
aprovechó de ello y pidió a escondidas una compensación
a Naamán, quien le dio dos talentos de plata y dos vestidos, pero
Eliseo lo supo y le pasó la lepra de la que había librado
a Naamán.
EL SENTIDO
Al lavarse (v. 14) siete veces en el Jordán, queda limpio. La expresión " "su carne se tornó como la carne de un niño", significa que quedó limpia. Naamán regresó a casa de Eliseo con toda su gente y reconoció que no había más Dios que el Dios de Israel (v. 15) y le pidió a Eliseo que recibiera un presente (llevaba diez talentos de plata = 342.720 Kg ; seis mil siclos de oro = 68.4 Kg y diez vestidos nuevos). Eliseo jura por Dios ("Vive Dios"), que no recibirá nada, Naamán insistió, pero Eliseo se mantuvo. En el v. 17, Naamán dice que, dado que Eliseo no acepta nada, se le entregue la carga de dos mulos de la tierra de Israel, pues no ofrecerá ya sacrificios sino a Yahvé; es decir, quiere llevar tierra de Samaría para levantar un altar en Damasco y ofrecer en él sacrificios a Yahvé.
EVANGELIO: Lc 17, 11-19
"Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! Al verlos, les dijo: Vayan y preséntense a los sacerdotes. Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y este era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: ¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate y vete: tu fe te ha salvado".
LA HISTORIA
El Levítico (Lv 13-14), ordenaba que el leproso y los objetos con lepra, tenían que ser revisados por los sacerdotes para la declaración de pureza o, en su caso de desaparición de la lepra. En caso de que un leproso se hubiera curado, debía haber un rito de purificación: un ave se mata y con su sangre se moja un palo de cedro, un ave viva, un hisopo y púrpura escarlata; con esa sangre se rocía siete veces al que ha sido curado. Una vez hecha la declaración, el ave viva se suelta en el campo; el antiguo leproso debe bañarse y rasurarse, pero por siete días no podrá entrar en su tienda. Al séptimo día se rasurará todo el cuerpo y se bañará, y entonces podrá llevar una vida normal. El octavo día, el purificado debía todavía ofrecer dos corderos y una cordera.
EL CONTEXTO
El capítulo 17 de Lucas inicia con tres dichos de
Jesús que parecen agrupados sin mucho orden: El escándalo
(Lc 17, 1-3a); corrección fraterna (Lc 17, 3b-4); el poder de la
fe (Lc 17, 5-6). La comparación que aclara que el servicio debe ser
humilde, tampoco está enmarcada un una narración mayor (Lc
17, 7-10). Nuestra perícopa no es la excepción; se trata de
un relato que ha sido incrustado ahí sin mucha relación con
el contexto. La parte restante del capítulo trata del tema de la
venida del Reino de Dios y del Hijo del Hombre.
Lucas es el único evangelista que no nos presenta a Jesús
sino en Galilea y Judea, es decir, que no sale de "Israel", pero
en 4, 25-30, auguró que la fe se expandiría más entre
los paganos; lo que narra largamente en el libro de los Hechos de los apóstoles:
"Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo,
y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio".
EL SENTIDO
Para "bajar" de Galilea a Jerusalén, existían
dos caminos practicables: la rivera del río Jordán y atravesar
Samaría. Jesús, según los sinópticos, no fue
nunca a Samaría (según el evangelio de Juan sí); de
manera que Lucas nos pone ya a Jesús en franco camino a Jerusalén
(lo que venía avisando desde Lc 9, 51 y que se culminará en
Lc 19, 44), bajando al Jordán por la frontera entre Galilea y Samaría.
Por ese camino se llega a Jericó (Lc 18, 35). Lucas, según
su costumbre, no ubica los acontecimientos ni en el tiempo ni en el espacio,
es deliberadamente evasivo, pues su objetivo es poner a Jesús en
camino a Jerusalén. Los leprosos llaman a Jesús por su nombre
y le dicen, además, Maestro; es la única ocasión en
que alguien que no es "discípulo" lo llama así.
Le piden que tenga compasión de ellos. Jesús, "al verlos",
les mandó que se presentaran a los sacerdotes; con ello les afirmaba
que ellos los declararían limpios de la lepra, no que al llegar los
sacerdotes los limpiarían o que al llegar quedarían limpios.
Por ello no es extraño que de camino quedaran ya sin lepra. Probablemente
los nueve judíos fueron con los sacerdotes para la declaración
formal y el samaritano, no teniendo que presentarse en el Templo, regresó
pronto con Jesús. El samaritano llega ante Jesús y se postra
rostro en tierra, después de haber estado glorificando a Dios en
voz alta. Jesús se extraña de que solo el samaritano haya
vuelto para dar gloria a Dios. La molestia de Jesús con los nueve
judíos se debió, seguramente, a que ellos debieron ir con
quien los limpió de su lepra y no con los sacerdotes; es decir, debieron
reconocer en él la autoridad de Dios para declarar limpio. Las palabras
finales al leproso agradecido: "tu fe te ha salvado", no se refieren
a la curación de la lepra, sino a que regresó con Jesús
glorificando a Dios y reconociendo que había sido curado por su poder.
El samaritano estaba más cerca de Jesús debido a que no reconoció
la mediación sacerdotal y sí reconoció a quien lo curó.
Es probable que Jesús se muestre duro con los nueve judíos,
pues nada se dice de lo que hicieron después, solo se les critica
el que no volvieron a dar gloria a Dios, incluso si se habían ido
a Jerusalén para la declaración formal de pureza. Con ello
Jesús muestra desapego de la institución sacerdotal y de los
ritos legales y exige una adhesión total, rápida (sin mediaciones)
y definitiva.
Naamán fue curado por Eliseo y el leproso de Samaría
por Jesús; en ambos casos se trata de la curación de la lepra
de un extranjero; en ambos casos, reconocen al verdadero Dios y aceptan
la fe. Desde luego que Lucas pensaba en que la fe sería más
aceptada entre los paganos que entre los judíos, pero los cristianos
del siglo 21 podemos aplicárnoslos a nosotros mismos y volver a la
frescura y a la agresividad de este relato: los cristianos nos empantanamos
en las mediaciones y no glorificamos a Dios, no lo sabemos reconocer en
la vida cotidiana... otros que están "lejos" sí
que lo hacen... Dios no solo actúa en nuestro pequeño gremio.
© Derechos Reservados. Esta versión electrónica
Comentarios a los Domingos Ordinarios, ha sido realizada por el IAFOBI. Se permite su reproducción siempre y cuando
se cite la fuente: IAFOBI, Dr. Javier Quezada del Rio. México D.F.
2001.