Iglesia Evangélica Bautista del Centro


¡ESTUDIEMOS LA BIBLIA! - Hoja Semanal Nº 182- Domingo 9 de Junio de 2002

Escuela Dominical de la Iglesia Evangélica Bautista del Centro, Rodríguez 542, 2000 Rosario.

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Como terminar bien la carrera cristiana: El Martirio de Policarpo

 

En nuestra primera entrega acerca del martirio de Policarpo, vimos cuando es encontrado en una finca de las afueras de la ciudad, y al ser llevado ante el procónsul, se le advierte que lo que le espera es la hoguera, ya que no está dispuesto a renunciar a su fe como cristiano.

Frente a la difícil situación Policarpo dijo: «Me amenazas con el fuego que dura un momento y al poco rato se apaga, porque desconoces el juicio que ha de venir y el fuego del castigo eterno que aguarda a los impíos. Pero, ¿por qué pierdes el tiempo? Tráeme lo que quieras.»

Mientras decía estas y otras muchas cosas, Policarpo se mostraba lleno de ánimo y de alegría, y su rostro resplandecía con una gracia tal que no sólo no mostraba desfallecimiento por las amenazas que se le dirigían, sino que por el contrario, era más bien el procónsul el que estaba fuera de sí, mandando a su propio heraldo que en medio del estadio hiciera por tres veces este pregón: «Policarpo ha confesado ser cristiano». En cuanto el heraldo hubo dicho esto, toda la turba de judíos y de gentiles que habitaban en Esmirna se puso a gritar con rabia incontenible y a grandes voces: «Ese es el maestro del Asia -y el padre de los cristianos-, el destructor de nuestros dioses, que ha enseñado a muchos a negarles sus sacrificios y culto.» Esto decían a gritos, y pedían al gobernador Felipe que soltara un león contra Policarpo. Pero el gobernador contestó que no le estaba permitido hacerlo una vez que ya se habían terminado los combates de fieras. Entonces se pusieron de acuerdo en gritar todos a la vez que Policarpo fuera quemado vivo... Al punto el populacho se lanzó a recoger leña y maderas de los talleres y barrios, colaborando los judíos, como suelen, con particular diligencia. Cuando la pira estuvo preparada, Policarpo se quitó los vestidos... Como pretendieran clavarle en un poste, les dijo: «Dejadme como estoy, pues el que me da fuerzas para soportar el fuego me concederá poder permanecer inmóvil en la hoguera sin necesidad de asegurarme con vuestros clavos.» Así pues, no le clavaron, sino que le ataron. Y él, con las manos atrás, atado como un carnero escogido de un gran rebaño para el sacrificio, preparado para ser holocausto acepto a Dios, levantó sus ojos al cielo y dijo: «Señor Dios omnipotente, Padre de tu amado y bendito Hijo tuyo Jesucristo, por el cual hemos recibido conocimiento de ti, Dios de los ángeles y de las potestades y de toda la creación, de todo el linaje de los justos que viven en tu presencia: Te bendigo porque me has tenido por digno de esta hora en que puedo tomar parte, contado entre el número de los mártires, en el cáliz de Cristo en espera de la resurrección de la vida eterna en alma y cuerpo, en la incorrupción del Espíritu Santo. Sea yo recibido hoy en tu presencia entre ellos, como un sacrificio rico y aceptable. Tú me preparaste de antemano para ello, tú me lo revelaste, y tú me lo has cumplido, Dios de verdad en el que no hay engaño. Por esto, y por todas las cosas, te alabo y te glorifico, por medio del eterno y celestial sumo sacerdote, Jesucristo, tu Hijo amado, por el cual y juntamente con el Espíritu Santo sea a Ti la gloria ahora y por los siglos venideros. Amén.»

Así que hubo enviado al cielo su Amén, terminando su plegaria, los que cuidaban de la pira prendieron el fuego: y levantándose una gran llamarada nos fue dado a algunos ver un prodigio, y fuimos preservados para dar a conocer a los demás lo que acaeció. Porque el fuego, haciendo una especie de bóveda, como si fuera una vela de barco henchida por el viento, rodeó como con un muro circular el cuerpo del mártir que se hallaba en el centro, no como carne que se quema, sino como pan que se cuece o como oro que se purifica en el horno. Y sentimos un olor tan intenso como si fuera una ráfaga de incienso o de algún otro aroma precioso. Finalmente, viendo aquellos hombres inicuos que el cuerpo del mártir no podía ser consumido por el fuego, dieron orden al verdugo de que se acercara y le hundiera un puñal. Así lo hizo, y brotó una tal cantidad de sangre que se apagó el fuego, quedando toda la multitud pasmada de la diferencia que había entre la muerte de los infieles y la de los elegidos. Al número de éstos pertenece también Policarpo, hombre sobremanera admirable, maestro con espíritu de apóstol y de profeta en nuestros propios tiempos y obispo de la Iglesia en Esmirna: toda palabra que salió de su boca, o bien ha tenido ya cumplimiento, o ciertamente lo tendrá.

Pero el maligno... dispuso las cosas de modo que no nos fuera dejado su cuerpo, aunque muchos eran los que deseaban apoderarse de sus santos restos. En efecto, Nicetas... fue a suplicar al gobernador que no se nos diera el cadáver, diciendo: No vaya a suceder que abandonen al crucificado y empiecen a adorar a éste. Esto era una sugerencia de los judíos, quienes insistían en ello y aún montaron una guardia cuando nosotros fuimos a recogerlo de la pira. Ignoraban que nosotros ni jamás podremos abandonar a Cristo, que padeció por la salvación del mundo entero de los que se salvan, él inocente, por nosotros, pecadores, ni jamás daremos culto a otro alguno. Porque a él le adoramos porque es Hijo de Dios, mientras que a los mártires les tributamos un justo homenaje de afecto como a discípulos e imitadores del Señor, a causa del amor insuperable que mostraron por su Rey y Maestro. ¡Ojalá que nosotros pudiéramos también acompañarles y llegar a ser discípulos con ellos!

Así pues, el centurión, viendo la porfía de los judíos, hizo colocar el cadáver en el centro y lo hizo quemar, a la manera como ellos suelen hacerlo. Así nosotros más tarde pudimos recoger sus huesos, más valiosos que las piedras preciosas y más estimables que el oro, y los colocamos en lugar adecuado. Allí, nos concederá el Señor celebrar el natalicio de su martirio, reuniéndonos todos en cuanto nos sea posible con júbilo y alegría, para celebrar la memoria de los que ya terminaron su combate, y para ejercerlo y preparación de los que aún han de combatir.

 

NUESTRO PROPOSITO: GLORIFICAR A DIOS.

NUESTRO OBJETIVO: AYUDAR A CUMPLIR LA GRAN COMISION.

NUESTRO ENFASIS: EVANGELISMO CONSTANTE, DISCIPULADO PERMANENTE,

Y VIDAS LLENAS DEL ESPIRITU SANTO.

NUESTRA ACCION: IR, ORAR, CONTRIBUIR

 

 

 

 

Pág  2    -   9-6-2002    -    Lección  182   -   Iglesia     Evangélica    Bautista    del    Centro   de    Rosario      -     Rodríguez     542     -    Rosario,     Santa    Fe.

 

LECCION    182  TEMA: Como terminar bien la carrera cristiana – 2º Parte

 

Pasaje Bíblico: Mateo 11:25-30.

Pasaje de Memoria: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”. Romanos 8:29.

Lecturas Bíblicas Cotidianas: HOY (Mateo 11:25-30); LUNES (Romanos 12:1-15); MARTES (1 Corintios 15:1-11); MIERCOLES (Efesios 3:1-11); JUEVES (1 Timoteo 1:1-17); VIERNES (Gálatas 5:1-26); SABADO (Colosenses 3:1-17). Leamos con oración cada uno de los pasajes, y vinculemos estas lecturas con la lección de hoy.

  

Introducción: Hoy continuamos con la nueva serie, basados en un especialista en liderazgo cristiano llamado Robert Clinton, acerca de cómo terminar bien la carrera cristiana. El famoso escritor inglés Shakespeare, pone en boca de uno de sus personajes en una de sus obras la siguiente afirmación: “Todo está bien si el final está bien”. ¿Qué pasará contigo? ¿Viejo pastor, líder, maestro de la Palabra, viejo militante de la fe? ¿Cuál y cómo será tu despedida?.

 

Desarrollo: El autor de estos estudios, vio que al estudiar las vidas de los líderes que finalizaron bien, había características que aparecen siempre en esas personas, y él las resumió en seis. Ya vimos las primeras dos: 1)Todos mantuvieron una relación vibrante y personal con Dios correcta hasta el fin. 2) Todos ellos mantuvieron una postura de aprendizaje, aprendiendo de varias clases de fuentes, aún de la vida misma. Hoy veremos dos más:

 

3)      Todos ellos dieron evidencia en su carácter de la semejanza a Cristo, como evidencia del fruto del Espíritu en sus vidas. Una de las pocas veces que Jesús se describió a sí mismo, manifestó “soy manso y humilde”. Además agregó: “aprended de mí”. ¿Estamos aprendiendo como El lo espera? Con respecto a la humildad, en el libro “Cristo, el dolor y yo”, la humildad.......

 

·        Te hace conocer el límite de tus fuerzas.

·        Te revela tus propios defectos para corregirlos.

·        No te consiente en que desprecies a nadie.

·        Te inclina a que aproveches el consejo y ejemplo de los buenos.

·        Te hace sentir como propias las necesidades  y miserias ajenas.

·        Te hace mirar como indigno el afán  del aplauso.

·        Te  hace vivir en la verdad de lo que eres ante Dios y tu conciencia, entregándote sin reservas a servir a Dios y  a tus semejantes (Romanos 12:3, Tito 3:2).

 

¿Te estás dando cuenta que no sos “omnipotente” y que tus fuerzas flaquean? ¿Estás trabajando para “pulir” tus desprolijidades? ¿Considerás a otros inferiores a vos o que no están a tu “propia altura”?  ¿Valorás el consejo de otros o no los tenés en cuenta porque pensás “que sabe éste”?  ¿Qué experimentás cuando ves la necesidad en otros, que no tienen trabajo, no tienen salud, o no tienen familia? ¿Anhelás constantemente el aplauso de los otros? ¿Tenés un concepto equilibrado de lo que sos delante de tu Dios y tu propia conciencia? Responder entre todos estas preguntas. 

Con respecto a la mansedumbre, se nos dice por medio de Pablo en Colosenses 3:12 y 1 Timoteo 6:11 que seamos       mansos. Debemos serlo por Cristo, quien vive dentro de nosotros.

Un carácter semejante al de Cristo nos dará valor para enfrentar las cosas difíciles, nos permitirá vencer los más grandes obstáculos, no ser caprichosos, y vivir sin restarle valor a las disciplinas (1 Corintios 9:24-27).

 

4)      Todos ellos vivieron sus vidas, las convicciones y promesas de Dios como cosas reales. Estamos frente a lo que llamamos integridad. Muchos cristianos que cayeron, y que tenían una gran exposición pública, no les pasó por carecer de habilidades, talentos y dones, sino que perdieron su integridad, y mucho antes de verse en su mundo exterior, fue quebrado su mundo interior. Carisma sin carácter es sinónimo de catástrofe. Ejercer los dones del Espíritu sin el correspondiente fruto del Espíritu es una invitación al desastre.

Dice el pastor Richard Dorsch: “La integridad abarca la totalidad de nuestra persona interior, nuestro corazón, nuestra mente y voluntad. Integridad significa honradez: honradez en nuestros propósitos, honradez en nuestra voluntad, honradez en nuestro corazón. No hay división de la verdad que separa la totalidad de lo que somos. Se dice que la adversidad pone a prueba nuestra capacidad para sobrevivir, y la prosperidad pone a prueba nuestra integridad. Ahí es donde ocurre el problema por lo general, en los tiempos en que estamos en lo alto, y por encima de todo.  

¡Integridad, no es solo saber lo correcto, sino debes hacer lo correcto!

 

Hagamos el siguiente ejercicio. Hay tres versículos que describen la vida de Pablo en diferentes momentos:

Efesios 3:8, “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”. El más pequeño de los santos.

1 Timoteo 1:15, “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero”. El primero o el peor de los pecadores.

1 Corintios 15:9, “Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios”.  El más pequeño de los apóstoles.

Poner estos tres últimos versículos en el orden cronológico en que fueron escritas las cartas apostólicas de las que forman parte. Luego de establecer la cronología sacar conclusiones personales entre todos.

Hay una expresión muy conocida que podemos considerarla como una pequeña paráfrasis del Salmo 1: “Lo que es un árbol en su copa, se lo debe a su raíz”. Debemos ser hombres y mujeres del Salmo 1. Cuando el profeta Daniel fue llevado a Babilonia desde muy joven, el poderoso emperador, como un acto de dominio procedió a cambiarle el nombre, no solo a él, sino a los otros jóvenes también. Lo que no pudieron hacer fue cambiarle su lealtad, todas las estrategias que usaron los impíos, no lograron torcer su lealtad. ¿Cuál fue la razón? Fue su integridad. Esta integridad  fue recompensada por Dios, y lo mantuvo como consejero en la corte imperial durante el reinado de varios reyes de su época. Veamos Daniel 1:17-20.

Pasaje de memoria para el domingo próximo: Hebreos 11:7.

 

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