Efectivamente se puede decir que el jote negro vive en el aire. No construye nido, deposita los huevos a la sombra, directa-
mente en el suelo, en huecos o en nidos abandonados. Pasa gran parte del día inspeccionando el territorio, planeando en círculos hasta que descubre algún animal muerto, su fuente preferida de alimento.

Cuando localiza una presunta presa, con su oderosa vista, desciende bruscamente. Este descenso funciona, también, como señal para otros jotes que se acercan, en bandadas, para comer.

El jote, como un avezado aviador, conoce bien las condiciones más favorables para iniciar el vuelo. Pasa las primeras horas del día observando desde algún poste o caminando en busca de alimento. Inicia su ronda aérea sólo cuando el sol ha calentado lo suficiente para que se produzcan corrientes de aire cálido que facilitan su vuelo.

El vuelo del jote alterna rápidas batidas de alas con largos planeos. Si el jote se ve obligado a despegar después de haber comido, puede vomitar con violencia, para facilitar el ascenso.

La alimentación es una actividad grupal y bulliciosa, frecuentemente con peleas entre los miembros de la bandada.
Para comer, el jote, aferra la carne de los animales muertos con el pico -terminado en gancho- y apoyándose con las patas, tironea hacia atrás ayudándose con aleteos hasta arrancar un trozo. Carece de plumas en la cabeza, lo que le permite introducir la misma en la carne putrefacta sin ensuciarse.

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