Sobre el matrimonio "gay"


Antecedentes. 1870, declaración de 41 obispos españoles ante la ley de matrimonio civil preparada por el Gobierno: "El matrimonio civil no será jamás otra cosa que un inmoral concubinato o un escandaloso incesto". 15 de enero de 1875, el arzobispo de Santiago, Miguel García Cuesta, clamó ante Alfonso XII: "En una nación católica no cabe el derecho al error". El rey restringió la consideración de "hijos legítimos" a los nacidos del matrimonio canónico (62). 6 de mayo de 2005, declaración de la Conferencia Episcopal Española respecto a las uniones "gay": "es en realidad una falsificación legal del matrimonio, tan dañina para el bien común como lo es la moneda falsa para la economía de un país" (64). Declaración de Antonio María Rouco, cardenal de Madrid, respecto al Estado laico, base de nuestra convivencia pacífica: "¿Hay forma de mayor arrogancia que la que pretende desde el poder regular el derecho a… el trabajo, el matrimonio… la sociedad, la patria, como si Dios no existiese" (62).

En contra del matrimonio homosexual. 2 de mayo de 2005, declaración del cardenal colombiano López Trujillo, presidente del pontificio Consejo para la Familia: el matrimonio homosexual es "un delito que representa la destrucción del mundo" (70). 6 de mayo, Conferencia Episcopal Española, nota titulada "Acerca de la objeción de conciencia ante una ley radicalmente injusta que corrompe la institución del matrimonio": "en la aplicación de una ley que no tiene fuerza de obligar moralmente a nadie, cada cual podrá reivindicar el derecho a la objeción de conciencia" (64).

Ante la manifestación del 18 de junio contra las uniones homosexuales. Revista "Reinado Social", editada por la Congregación de los Sagrados Corazones: no se deberían "organizar cruzadas". "¿De verdad, con el corazón en la mano y con un análisis mínimamente sereno de la realidad, alguien puede probar que la Iglesia española esté perseguida?". "Es peligroso dar gato político por liebre religiosa; o sea, so capa de manifestación católica, de desagravio a la Iglesia católica perseguida, arrimar el ascua de la fe a la sardina de la política partidista pura y dura. Si se diera el caso, y no faltan señales, eso se llama en castellano engañar y manipular" (101). 7 de junio, declaración del arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo: "sólo asisto a manifestaciones religiosas, como procesiones" (102). Día 11, el PP estudia respaldarla (85). Día 13, el popular Acebes afirmó que el PP apoya la manifestación.

Sí pero no. Fraga, 16 de abril, en la Convención del PP celebrada en Santiago declaró: fue un error en su día "perseguir" a los homosexuales (61). En junio se corrigió y calificó al matrimonio homosexual de "asqueroso" (10).

A favor. "Durante mis… años estudiando… aprendí… que el sacerdote no casa a los contrayentes. No comprendo cómo el obispo Ricard María Carles olvida que en el sacramento del matrimonio… el ministro de Dios es un simple testigo, son los novios quienes se casan con su ‘sí quiero’. Igualmente, en el matrimonio civil, el alcalde o sus delegados tampoco casan, actúan como testigos, con sus conciencias tranquilas… recuerdo que los curas –en nuestra guerra incivil— daban la extremaunción en los fusilamientos, cumpliendo con la ley de su conciencia" (62).

7 de mayo, declaración de Jueces para la Democracia: "Al llamarnos a objetar se nos llama a cometer un delito, el de discriminación, por no dar una prestación por un prejuicio que, en este caso, tiene que ver con la orientación sexual… Nuestra función es tutelar los derechos de la persona". Asociación Profesional de la Magistratura: "los jueces tienen la obligación inexcusable de aplicar las leyes". (63)

Discusión. Aflicción produce asistir, entrado ya el siglo XXI, a nuevas exaltaciones del arcaico País Nacional Católico. Hace años votamos en referéndum la Constitución que fundó nuestro actual Estado democrático, social, de derecho y LAICO. Los ciudadanos somos soberanos para determinar, a través de legítimos representantes que no de la Iglesia católica, la política laboral, social, sobre derechos civiles… Para ello tenemos el deber, no el derecho, de ignorar a los dioses, porque en estas tierras no sólo viven los creyentes sino también los agnósticos, ateos y quienes en la duda se mantienen. Así pues, que la Iglesia católica defina el contenido de su matrimonio canónico como le dé la gana, pero que respete el derecho de esta sociedad civil a fijar, como estime oportuno, las características del matrimonio laico, el de todos.

Respecto al Sr. Trujillo se le debería simplemente ignorar. Ni es ciudadano español, ni reside en España sino en otro Estado, la Ciudad del Vaticano, que ni siquiera forma parte de la Unión Europea. Sus palabras constituyeron una intromisión no tolerable en los asuntos internos de los hispánicos. Mejor le iría, al buen López, dedicándose a propiciar el nacimiento de una democracia acreditada dentro de los muros de Pedro.

Ultrajante fue, una y mil veces, su calificación del matrimonio homosexual como delito. Y no dejó de reflejar una profunda ignorancia. El cardenal Trujillo debería saber, dado su nivel cultural, que sólo es delictiva aquella conducta tipificada como tal por la Ley. O lo que igual es: "la infracción de la Ley del Estado" en palabras de Carrara (78), "un acto humano… antijurídico" en palabras de Von Liszt (79), una "acción típica antijurídica" en las de Mezger (80), "todo hecho al que el ordenamiento jurídico enlaza como consecuencia una pena" en las de Antolisei (81), el "hecho humano previsto en modo típico por una norma jurídica" según Ranieri (82), o "las acciones y omisiones… penadas por la Ley" según el artículo 10 de nuestro vigente Código Penal. Si cualquiera, en función exclusiva de su propia voluntad, pudiera definir lo delictivo, a buen seguro ni dos meses tardaría su vecino en ingresar en prisión. Querido López, entérese: nuestro ordenamiento jurídico penal no contempla como delito el matrimonio "gay".


De los mensajes apocalípticos, sus creadores deberían sentir una vergüenza tal que les enmudeciera la lengua. Nuestra civilización europea deriva de la antigüedad grecoromana, con múltiples aportaciones posteriores que la enriquecieron, y caracterizada por un "vivir y dejar vivir". En ella, el dios cretense Apolo fue amante de Jacinto amante a su vez de Céfiro. Heracles tuvo fama de homosexual. Cierto que, como relata Plutarco en su Amatorius, tampoco estuvo falto de amores heterosexuales. Vamos, ¡qué le daba a todo!. De Eurípides, nos cuenta Plutarco: "dijo… al bello Agatón, que ya tenía barba, besándolo y acariciándolo: la belleza sigue incluso en el otoño". En los Mirmidones de Esquilo, la pasión entre Aquiles y Patroclo es patente: "No han respetado la santidad inmaculada de tus miembros, ¡ay tú!, el más desgraciado por mis muchos besos… y la casta proximidad de tus muslos… y todavía, pués, le quiero, no son repulsivos para mí". La Constitución de los Lacedemonios explica como los hombres dorios convivían entre sí hasta edades avanzadas, veían a su esposa muy poco tiempo, e incluso como les resultaba vergonzoso ver salir o entrar a los demás de la habitación de sus esposas. Sólo cumplidos los 30 años podían quedarse a cenar y dormir con ella, aunque no cada día. Hasta los mismos Sócrates y Paltón defendieron en su tiempo el amor dorio, afirmando de él que promovía la heroicidad. Y Teognis, el poeta, llegó a decir: "Todo lo hermoso es amable", dedicando sus versos a Cirno. Entre aquellos hombres cultivadores de la homosexualidad la mujer gozó además de una libertad y posición elevada y equiparable, frecuentando los gimnasios y formando parte de la vida pública (83). Lo que sucedió después se puede describir con pocas palabras. Un grupo social, que atribuyó a la sexualidad una finalidad exclusivamente reproductora, se transformó en dominante y dictó la norma. Todo aquello que quedó fuera de la misma se convirtió en marginal. ¿Adivina usted a qué religión eran fieles?. Todo esto podrá resultar tan extraño como se quiera, pero hay una verdad bien ostensible: seguimos viviendo en el mismo Universo. La homosexualidad de entonces no trajo el fin de los tiempos.

Por otra parte, la llamada de algunos a la objeción de conciencia también posee abundante jugo. Son condiciones indispensables para darse que el afectado:

  • Deba realizar un acto contrario a sus creencias.
  • Y que a ello esté obligado por mandato del Estado.

El matrimonio es un acto ejecutado por ciudadanos que libremente deciden establecer una plena comunidad de vida. Se casan, no son casados. Uno se hace mayor de edad, no lo hacen a uno mayor de edad. Así pues nadie recibe del Estado el mandato de casar, por lo cual nadie puede objetar fundándose en tal inexistente motivo. El representante del Estado cumple durante el evento del matrimonio dos funciones importantes:

  • Autorizar o dar licencia mediante el expediente matrimonial (artículo 51 del Código Civil). Es decir, comprobar la adecuación a la Ley de la actividad solicitada por unos ciudadanos. Si alguien se niega a cumplir el mandato administrativo de autorizar porque lo considere contrario a su conciencia, debe, en buena lógica, mantener la congruencia y negarse a emitir cualquier licencia sea cual sea su objeto. Incluidas autorizaciones para construir casas. Lo contrario nos dirigiría hacia la arbitrariedad: le doy licencia a mi amigo Juan para casarse con Ana, no se la doy al tonto de José para casarse con Pilar, ni a Francisco para hacerlo con Jaime. Absurdo, ¿verdad?.
  • Testificar (artículo 58 del Código Civil). Es decir, no siendo parte en el proceso, comparecer en el mismo para declarar que el acto es producto de la libre voluntad de los contrayentes y que lo llevan a término. Si alguien se niega a cumplir el mandato administrativo de dar testimonio porque lo considere contrario a su conciencia, debe mantener la congruencia y negarse a ser testigo de todo. Y para hacer posible el rehusar ver, oír, sentir… cada evento que suceda alrededor, sólo hay en la actualidad un método disponible: no la objeción de conciencia sino el suicidio. ¿Está requiriendo la Iglesia católica de sus feligreses que ejecuten lo que ella misma califica como grave pecado?. Bastante absurdo, ¿verdad?.

Asimismo, no podemos dejar de alegrarnos de asistir a la marcha atrás dada por Fraga en este tema. Lástima que fuera momentánea, fugaz y pasajera, pero ahí está y no es algo para olvidar. Conllevó el reconocimiento tácito de cómo el "montaje" elaborado por su partido respecto al matrimonio "gay", no es sino una expresión más de esas "ganas de liarla" que a día de hoy constituye la virtud principal del PP.


En el primer número ya se dijo como la ley del matrimonio homosexual está destinada a lograr la plena igualdad, ante nuestro ordenamiento jurídico, de unos ciudadanos tratados como de segundo nivel. Simple y francamente, cumplir con el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el 14 del Convenio de Roma para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, el 26 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y el 14 de nuestra Norma Máxima. No nos llamemos a engaño: quién esté en contra, lo está sólo por querer perpetuar una situación de privilegio. Y nada más.

Conclusión. Dejemos que en nuestras tierras todos puedan aspirar, y quizás alcanzar, a disfrutar una parte de felicidad. Quién desee casarse con mujer: que pueda hacerlo. Quién desee unirse a hombre: que nadie se lo impida. Y los católicos: que se mantengan fieles a las enseñanzas de Cristo. Amar y respetar a todos, aunque sean diferentes.

Y la viga en ojo propio. ¿Cómo es posible que la Iglesia católica promueva acciones para negar a los homosexuales el ejercicio de sus derechos civiles, y no haya promovido ninguna para depurar las graves responsabilidades de los pedófilos nacidos en su seno?. La homosexualidad no deja de ser una opción personal respetuosa y respetable. La pedofilia es una nauseabunda violación y agresión perpetrada contra un indefenso: el niño. En los Estados Unidos, las acusaciones contra sacerdotes por haber abusado sexualmente de niños ya le han costado a la Iglesia católica más de 1060 millones de dólares –863.90 millones de euros o 143740 millones de pesetas— desde 1950, según cálculos de los propios obispos y del estudio realizado por "Associated Press". De ellos 378 millones de dólares –308.07 millones de euros o 51258 millones de pesetas-- corresponden a los últimos tres años, cuando estalló la crisis de Boston que después se extendió a todos los estados de la Unión. La cifra aumentará aún más, y probablemente en millones de dólares, porque hay cientos de denuncias pendientes. Gran parte de ese dinero lo han dedicado a compensaciones extrajudiciales a las víctimas; es decir, a tapar la boca de los niños violados para que desistan de la vía judicial y el escándalo no alcance mayores cotas (85). La Conferencia Episcopal Española no ha redactado al respecto, que se sepa, ni el más simple escrito exigiéndole al Vaticano que depure y exija las responsabilidades internas a las que hubiere lugar. Que se sepa, ni uno sólo de los católicos que hoy en día dedican su cuerpo y alma a luchar contra el matrimonio "gay", ha movido un dedo exigiendo tales responsabilidades. Todos parecen haber firmado el acuerdo infame de mantener un desvergonzado silencio. Por fortuna no todos los creyentes son iguales.

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