Sobre posibles fraudes democráticos |
Ayer, 19 de junio de 2005, el pueblo soberano de Galicia manifestó libremente su voluntad a través de las urnas. El 55.1% del electorado, la mayoría absoluta, expresó claramente su mandato, tan democrático como imperativo: que el Partido Popular abandone la "Xunta". Hoy, un día después, la ciudadanía gallega asiste, como quién se ubica ante una visión inesperada e inconcebible, a la génesis de una borrasca lóbrega y triste frente a la cual peligra la esencia misma de nuestra democracia. No existe, ni existirá jamás, poder legítimo si quién lo detenta carece de justo título para ello. Justo título que sólo puede emanar de una fuente: el soberano. Es decir: el pueblo. Y ese pueblo acaba de hablar con voz incuestionable. Existe, desde ayer noche, un primer aspecto del sufragio gallego no aclarado convenientemente. Respecto al cual se han buscado explicaciones de, en un principio, credibilidad dudosa. Hubo durante las encuestas un porcentaje de ciudadanos que no declararon cuál era su intención de voto. Todos sabemos el porqué. Prisioneros de un temor casi eterno, ostensible a lo largo y ancho de nuestra geografía, ocultaron sistemáticamente su decisión de no votar al Partido Popular. Sólo desde el poder es factible engendrar la represalia. Que nadie pues argumente lo opuesto: que eran votantes del PP aterrados con hacerlo público. ¿Cómo es posible que esa resolución de no votar por la continuidad de Fraga, tan estable y firme como oculta, se transformara en todo lo contrario desde la apertura de los colegios electorales?. Es necesaria y precisa la revisión minuciosa del escrutinio y de la pasada jornada de los comicios. El segundo aspecto dudoso, no menos oscuro que el primero, lo integra el anhelo manifestado por el Partido Popular de neutralizar los resultados adversos del escrutinio a través del llamado "voto emigrante" (censo de electores residentes - ausentes). Es decir, de seguir gobernándonos a quienes gozamos de una cualidad fidedigna de gallegos prescindiendo de nuestra ya manifestada voluntad. Y hacerlo buscando la legitimación indispensable en el consentimiento de unos terceros ausentes en cuyo seno se mezclan tres grupos:
Los ciudadanos
verídicos de Galicia exigimos que se respete nuestra
voluntad soberana, y que no puedan ser ni posibles
fraudulentos ciudadanos ni posibles fraudulentos
electores quienes determinen el Gobierno de nuestra
tierra durante los próximos cuatro años. |