HISTORIA

ANTECESORES DE CARLOMAGNO

En la Austrasia, donde el pueblo franco había. conservado su lengua. y sus costumbres, los habitantes, en el siglo VII se habituaron a obedecer a una familia de grandes propietarios, descendientes del obispo de Metz, San Arnul­fo. Que poseía, extensos, terrenos en la comarca, del Mosela, por bajo de Metz.

El nieto de Arnulfo, Pepino, que se llamaba duque de los Francos, llevo a los guerreros de su pais a Neustria, y se hizo dueño de todo el reino de los francos (687).

Su hijo Carlos, pasó la vida entera haciendo guerra por todos lados: contra. los súbditos de los francos en la Galia -por la parte del norte contra los pueblos alemanes que seguían siendo paganos- y sobre todo en el Mediodía contra los musulmanes.

El año 732 se encontró cerca de Poitiers con los jinetes Árabes De España que volvían de saquear la comarca, cerca del Loire. Para resistir a aquellos jinetes Carlos hizo combatir a sus guerreros a pie. Se alinearon en filas apretadas, defendidos con su cota de mallas y

su escudo, presentando la lanza "inmóviles cual un muro de hierro, dice un escritor de la época, semejantes a un recinto de hielo". Los jinetes árabes con sus armas ligeras, no pudieron hendir aquellos batallones. Llegada la noche, volvieron a su campamento, luego partieron abandonando sus tiendas.

Carlos Martel, durante varios años, hizo la guerra a los musul­manes en el Mediodía, de Francia. Destruyó varias ciudades: Agde, Béziers. Incendió las Arenas de Nimes (en las que todavía se ven huellas del fuego) y trajo consigo gran botín y miles de cautivos “atados por parejas como perros". Al final quedó dueño de todo el Mediodía.

Ni Pepino ni Carlos habían tomado el título de rey. Gobernaban el reino, pero el rey de los francos era todavía un príncipe de la familia merovingia. Aquellos reyes merovingios seguían llevando el pelo largo y sentándose en un trono. Una vez al año eran mostrados, al pueblo en asamblea pública. Pero ya no conservaban poder alguno.

Vivian retirados en una finca con unos cuantos servidores, y viajaban en una carreta de bueves. Se les apellido más tarde reyes holgazanes.

LA INSTAURACION CAROLINGIA

Imperio sin emperador, el de los francos dominaba la totalidad del oeste europeo. Carlos Martel gobernó durante nueve años tras su victoria sobre los sarracenos en Poitiers, y en aquel periodo murio Theudebert, el último de los reyes 'fais néant" (holgazanes) sin dejar un heredero para la fantasmal mo­narquia merovingia. Carlos Martel no quiso asumir él la corona real, limitándose a gobernar con el titulo de Duque de los Francos. Los moros, tanto de España como de Narbonne en la Septi­mania, continuaban efectuando "algaradas” incursiones que destruian las cosechas y saqueaban aldeas, monasterios y castillos mal defendidos llevándose además lo mejor de los niños y ado­lescentes de ambos sexos para los mercados de esclavos de Africa y oriente. Carlos Martel los combatió duramente y en algunas ocasiones logró interceptarlos infligiéndoles derrotas, a la vez que logró arrebatar a los moros diversos territo­rios que los dejó reducidos a poco más que una angosta faja costera. Sin embargo era difícil interceptar todas las algaradas que a menudo sur­gian simultáneamente obligando a los ejércitos francos a dividirse y quedar expuestos tambien ellos a sufrir derrotas amargas.

La Aquitania, bajo el duque Hunold, hijo de Eudo, mantenía su semi independencia del reino de los francos y se preocupaba de mantener bue­nas relaciones con Irlanda y las Islas Británicas para reforzar su autonomia. En el norte, los sajones seguian realizando incursiones de saqueo por mar y tierra, y requerian castigo, mientras que los germanos fronterizos se mostraban indóciles y remisos para acatar la autoridad francesa. Pero el vigor de Carlos Martel fue suficiente para en­carar las dificultades en cada uno de aquellos puntos peligrosos y restablecer la autoridad de Ios francos fuera de cualquier duda.

El arzobispo ingles Bonifacio, que ya gober­naba un considerable número de obispados germanos, se mantuvo a su lado como amigo y aliado, pese a las protestas del clero por la politica de Carlos Martel que no los eximia del pago de impuestos ni consentia en que los hombres que habitaban dominios eclesiásticos quedaran fuera de obligaciones militares. En contraste con los emperadores de oriente, Carlos no se dejó involucrar en asuntos eclesiásticos; mantuvo amistosas relaciones con el rey Liuprand de los lombardos tanto como con el papa Gregorio III en Ita­lia, cuando el papa enfrentó al rey lombardo, el duque de los francos re­husó intervenir.

Hacia el 741, Carlos Martel era ya el más poderoso de los potentados vivientes, igual, por lo menos, al emperador León el Isaurio (que ese año fa­lleció en Constantinopla), mientras la dinastía Ommíada se tambaleaba en Damasco.

Cuando murió, los francos aceptaron sin va­cilaiones que sus dos hijos legítimos, Pepin el Pequeño y Carlomán, asumiesen como mayordo­mos de palacio de Neustria y Austrasia respecti­vamente. Pepin (741 a 768) gobernó en conjunto con su hermano, y en perfecta armonia, hasta que Carlomán decidió abandonar la vida mundana y recluirse en un monasterio el 747. Durante cuatro años Pepin gobernó como mayordomo de palacio, tras coronar a Chilperic o Childerico, un segundón de los merovingios, como rey holgazán.

Luego envió a preguntar al Papa si los, francos debían conservar un rey que ya. no tenía poder efectivo. El Papa respondió : "Más vale llamar rey al que tiene el poder”. Pepino reu­nió a los obispos y a los grandes personajes del reino en Soissons y allí se hizo reconocer rey de los francos, y ciñó la corona. Childerico fue tonsurado y encerrado en un convento (751). De esta, manera la dínastía de los Merovingios fue sustituida por una nueva familia de reyes francos, iniciando así, formal­mente la dinastia Arnulfing, más conocida como carolingia en homenaje a Carlos Martel.

EL REINADO DE PEPIN

Durante diecisiete años de reinado, Pepin consolido y extendió el poderio de los francos. Estableció categóricamente su autoridad sobre recalcitrantes nobles y tribus, debiendo en ocasiones­ recurrir al poder de sus armas; envio ex­pediciones contra los sajones del noreste, en cas­tigo por sus correrías contra súbditos francos, y compelió a esos arrogantes "hombres del cuchi­llo” a reconocer su vasallaje y pagar tributo a la corona. Una vez asegurados sus frentes interno y de la Germania, se dirigió contra los sarracenos que aún tenían en su poder la Septimania, en la costa francesa del Mediterraneo, que pasara a ser la Provenza occidental o Languedoc. En una campaña que duro cuatro años, logró desalojarlos­ de esos territorios y refugiarse detras de los Pirineos.

Respecto de Italia, Pepin fue el primero de los gobernantes francos que se atrevió a intervenir como árbitro en las continuas querellas territoriales entre la monarquia lombarda y el papado que procuraba extender su dominio a toda la Italia central. Los conflictos habían comenzado al cho­car los intereses del papa Gregorio III con el rey Liutprand, y el pontifice pidió ayuda militar a Carlos Martel quien rehusó intervenir.

Los suce­sores de Liutprand, Hildebrand y Ratchis, se mantuvieron en términos pacíficos con el papa­do, pero ambos reinaron pocos años. El 749 el rey Ratchis abdicó para entrar a un convento, en fa­vor de su hermano Aistulf, quien resultó un mo­narca energico y resuelto a la unificación de Ita­lia, que no estaba dispuesto a que los estados papales cortaran la peninsula por la mitad, sepa­rando el reino lombardo de los ducados lombardos del sur. Y tampoco estaba dispuesto a que entre Rávena y Venecia, la costa del Adriáti­co, con sus ricas ciudades y campos, fuese una isla perteneciente al Imperio Bizantino.

Aistulf no tardó mucho en encontrar un pre­texto para declarar la guerra al exarca imperial de Rávena, y tras una breve campaña, sin grandes batallas, llevó al exarca a la rendición. Luego el rey lombardo puso en claro su intención de redu­cir al papado a una condición suprema solo en términos espirituales, pero vasalla del rey de Ita­lia en términos materiales. Para el papa, eso sig­nificaba pagar una parte de los inmensos tesoros acumulados durante medio milenio en que la ma­yoría de los cristianos ricos dejaban parte sustan­cial de sus herencias a la iglesia para asegurarse un buen lugar en el cielo. Fuese la proporción que fuese, para el papa era excesiva. Y la amenaza de Aistulf era mucho más real de lo que había sido en tiempos de Liutprand, quien jamás penso en afectar la independencia territorial del papa, in­cluso cuando Gregorio III hizo gala de provoca­cion y arrogancia.

Las circunstancias eran difíciles para el papa­do ahora; luego de la furiosa arremetida papal contra los emperadores iconoclastas, mal podría el pontífice ahora esperar que Bizancio enviase una expedicion para socorrerlo. Finalmente, el 753, el papa Esteban, sucesor de Zacarias, se vol­vio hacia el rey de los francos a quien llamó "Leal hijo de la Madre Iglesia” insinuándole que su co­ronacion se había debido a la influencia papal que había legitimado la nueva dinastia.

Pepin no tomó a mal la insinuación. Por el contrario, lanzó una campaña militar el 754, en la cual redujo a los lombardos a aceptar términos de paz. El rey Aistulf rindió homenaje a Pepin re­conociéndolo como Alto Rey, y prometió devol­verle al papa las ciudades que le había quitado. El rey franco tenia prisa; en su frontera norte, los paganos frisones acababan de apresar al obispo Bonifacio, su amigo y aliado, y lo habían ejecu­tado en forma muy cruel junto con otros misio­neros. Pepin no podia tardar en vengar la muerte de Bonifacio y la deshonra a la autoridad real francesa.

En ausencia del rey franco, el lombardo Aistulf olvido sus compromisos, postergo la devolu­ción de las ciudades e incluso hizo preparativos para invadir militarmente Roma, el 755. Pepin re­gresó de prisa y esta vez lo obligó a hacer entre­ga al papado no sólo de las ciudades sino tam­bién de la mayor parte del antiguo exarcado de Rávena, que fue la base de los Estados Papales.

Pepin también mantuvo la costumbre de divi­dir su reino y ya el 754 (catorce años antes de su muerte) hizo coronar a sus hijos Carlos (de doce años) y Carlomán (de diez) como reyes de los francos que asumirían tras su muerte. La solem­ne ceremonia de la coronación la realizó el papa Esteban III (o II, según otra secuencia eclesiásti­ca) quien viajó especialmente a Saint Denis para imponer a los niños los óleos sagrados de la rea­leza "por Derecho Divino".

Estando en su lecho de muerte, el 768, el rey Pepin especificó los territorios que corresponde­nan a cada uno de ellos: a Carlos, el mayor, co­rrespondió un vasto territorio que formaba un arco partiendo de Francia sur occidental, inclu­yendo la Septimania conquistada a los sarrace­nos, la antigua Neustria, los Paises Bajos y luego hacia el noreste los territorios de la actual Ale­mania nor occidental. Carlomán heredó la Fran­cia central y sudeste, el sudoeste de Alemania y las regiones alpinas.

El hijo mayor, Carlos, tenía sin duda un lugar privilegiado en el corazón de su padre, dadas las circunstancias en que fue concebido, antes de que ellos hubiesen contraido matrimonio. Pepin el Pequeño (que pese a su minima estatura era un hombre apuesto y agradable) conocio a la linda condesita Bertrada la del Pie Grande durante una visita al castillo de su padre. Los tres o cuatro días de permanencia de Pepin en el castillo bastaron para que ambos jóvenes de enamorasen ardientemente y, llegado el momento de partir, Pepin la pidió en matrimonio. El conde acepto, muy honrado, e incluso consintió en que la joven lo acompañase a la corte para la boda, mas esa misma noche, en un alto en el camino, el amor fue más fuerte y el primogénito quedó perfectamente concebido.

Los propósitos politicos y las ambiciones de los dos hermanos encerraban un antagonismo in­evitable que quedo en evidencia cuando el duca­do de Aquitania se insurrecciono. Carlos, que a comienzos se vio en graves dificultades, pidio ayuda a su hermano y éste rehusó proporcionár­sela. Carlos logro recuperarse y dominar la rebelión, mientras los insurrectos escapaban hacia la Gascuña. Carlos invadió entonces el ducado gascón y obligó al duque Lupus a hacer entrega de los rebeldes que había asilado y a prestar jura­mento de vasallaje.

Como rey limitrofe con Italia, Carlomán preocupo de pactar una alianza con el rey de los lombardos, Desiderius, creando entre ambos un bloque de poder que equilibraba sobradamente al de Carlos, y, al promediar el segundo año, la ene­mistad de ambos hermanos derivaba hacia unas guerra cuyas consecuencias habrían sido posiblemente no sólo el aniquilamiento de la suprema­cia de los francos sino también el fin de las ambiciones políticas de los papas.

Fue entonces que la ya anciana madre de ambos, Bertrada (Berta la del Pie Grande), con ayuda de numerosos dignatarios eclesiásticos y del papa, hizo un enorme esfuerzo para reconciliar­los, lo que logró al menos por un tiempo durante el cual Carlos visitó al rey lombardos y llegó a casarse con su hija, la princesa Deseada. El interés del papado por la reconciliación, primero, y por la eliminación de Carlomán después, se basaba en que Carlos seguia la politica del rey Pepin de dar apoyo militar al Vaticano y respaldar sus pretensiones territoriales. A su vez, Carlos contaba con el Vaticano para legitimar sus aspiraciones imperiales sobre todo el occidente. No había transcurrido un año cuando Carlos repudió a su esposa y rompió relaciones con su suegro el Desiderius quien, con Carlomán, iniciaron de inmediato los preparativos para la guerra. Sin embargo el destino, posiblemente por medio del veneno, impidio aquel en­frentemiento pues Carloman enfermó súbitamente de una rara dolencia que le provocó rapida muerte en Samoussy (Aisne) el 4 de diciembre del 771.

Por sospechas sobre la muerte del rey Carlomán, su viuda Gerberga huyó a la Lombar día bajo la protección de su padre rey Desiderius, mientras Carlos se apresura­ba en anexarse el reino, despojando­ a los hijos de su her­mano muerto. La reina Gerberga reclamó al papa IV que ungiera a su mayor como heredero del reino de Carlomán, a lo que el papa respondió con evasivas. Al año siguiente, la reina reiteró su peticion al nuevo papa Adrián I, que tambien se nego a sacramentar al niño, a lo que el anciano rey Desiderio respondió amenazando con llevarlo a la fuerza para que cumpliera con el legitimo derecho del pequeño príncipe. Ante esa amenaza, que ponía en duda su derecho a los los dominios de Carlomán, Carlos invadió el norte de Italia con dos cuerpos expedicionarios simultámente que cruzaron los Alpes por los pasos de San Bernardo y de Cenis. El ejército lombardo, tomado por dos flancos a la vez, se retiró a Pavia donde resistió tenazmente el asedio de los francos durante nueve meses, hasta rendirse por hambre.

CARLOMAGNO

FORMACION DEL GRAN IMPERIO

Carlos tomó para si el titulo de Rey de los lombardos, designando como virrey a su hijo Pepin. Entregó al papa de los territorios ya asignados por el viejo rey Pepin I a los que sumó los restos del exarcado de Rávena y otros territorios que quedaban del imperio de oriente, y algunos de los ducados lombardos del sur. Los otros ducados, en especial el de Benevento, fueron dejados co­mo pequeños estados independientes, sin fuerzas para crear problemas al papa o a los francos. En cuanto a Venecia, que seguía perteneciendo al imperio de Oriente, era demasiado podero­sa y bien defendida, y se había mantenido al mar­gen de las disputas por el predominio en la pe­ninsula. Carlos prefirió no interferir en ella.

Carlos era la personificación del monarca ideal: poseia gran fuerza fisica, era consumado jinete y excelente nadador. Muy interesado por la agricultura, establecio en tierras de la Corona verdaderas granjas modelo. Llevaba una existencia austera y, como el emperador Augusto, vestia casi siempre con ropas tejidas por su mujer y sus hijas; sólo en las grandes solemnidades, en las que no toleraba excesos con las bebidas, vestía con ropajes de un lujo impresionante.

Al principio, Carlos estuvo en buena armonía con Desiderius, rey de los lombardos, e incluso casó con la hija de este. Pero al cabo de un año de matrimonio, Carlos la repudio, y aunque se ignoran las razones que alegó es posible que fueran más políticas que personales.

Desiderius trató de vengarse incitando contra Carlos a los sobrinos de éste, hijos de su fallecido hermano Carlomán, al mismo tiempo que sus huestes lombardas invadían los Estados del Papa y se apoderaban de Roma. El pontífice Adriano apeló al rey de los francos en demanda de auxilio, éste les había impuesto a los sajones una sumisión formal a la corona y tuvo que atravesar todo Los Alpes con un poderoso ejercito con el cual en poco tiempo acabó con el reino lombardo (774). Su últirno rey fue hecho prisionero y confinado en un convento. Lombardía se convirtió en Estado vasallo y Carlos se llamó desde entonces rey de los francos y de los lombardos.

Durante su vida, Carlos se traslado varias veces a Italia con objeto de poner orden en los asuntos de la Iglesia y del Estado.

CARLOMAGNO CONTRA LOS SAJONES

La principal tarea de la política exterior de Carlos se hallaba, sin embargo, en las fronteras del norte y del nordeste, y para ello reanudó la lucha iniciada por su abuelo contra los barbaros sajones, para poner fin a sus expediciones y pillajes en los territorios del reino franco.

En tiempo de Carlomagno, los sajones todavia eran paganos en su mayor parte y, como sus antepasados, adoraban a sus dioses en el seno de los bosques. En este pueblo el paganismo tenía raíces mas profundas que entre los francos cuando abrazaron la fe cristiana.

Muchos misioneros que se aventuraron a predicar a estos bárbaros alcanzaron la palma del martirio y nadie pudo convertirlos. Estaban divididos en tribus que sólo mantenían unidad política en tiempos de guerra, por lo cual se hacia muy difícil concertar con ellos una paz en la que todos se sintieran comprometidos.

En 772, Carlos invadió por primera vez Sajonia. Uno de sus primeros actos fue derribar el Irminsul, antigua columna sagrada de los sajones y símbolo del Gran Todo, erigida en el interior de un bosque sagrado cerca de Westfalia, al nordeste del actual Paderborn. Se trataba de un colosal tronco de árbol al que se creía sosten del mundo entero.

La destruccion del Irminsul hirió en lo mas vivo el sentimiento religioso de los sajones. Apenas emprendió Carlos su marcha hacia Italia para conquistar el reino lombardo (como ya se había mencionado), cuando los sajones se vengaron destruyendo y saqueando la región de Hesse. Al regresar de Italia, Carlos envió tropas para rechazar a los sájones de sus territorios. En el año 775 acudió Carlos en persona para llevar con energia la guerra. Sometió a tres jefes sajones. Hasta entonces se había limitado a emplear la espada contra aquellos saqueadores e incendiarios; llegaba el momento de aportarles la cruz. Llenos de esperanza, los predicadores cristianos penetraron en las tierras de estos bárbaros para llevarles la fe de Cristo y levantar iglesias, granjeandose la simpatía de varios nobles sajones.

¿.Cuáles fueron los resultados de tales predicaciones? En una nutrida asamblea popular reunida en Paderborn, los sajones pidieron en masa el bautismo para demostrar sumisión y jurar fidelidad al rey y la religión cristiana. En realidad, sólo se convertian en apariencia, porque el espíritu del cristianismo les era extraño. Al año siguiente destruyeron las iglesias, mataron a cuantos sacerdotes encontraron y obligaron a abandonar el país a los que permanecían fieles al juramento hecho al rey.

Año tras año, Carlos envió expediciones contra los sajones, pero cuanto mas se prolongaba la lucha contra este pueblo que durante cuatro veces había traicionado su amistad, más violencia adquiría. Obligó a los sajones a entregarle 4.000 hombres, a quienes mató en un nusmo día (782); por su parte, Witikind consiguió extender la sublevación hasta Frisia. A la larga, esta guerra contra los sajones y frisones resultaba en exceso onerosa para los francos, y Carlos intento reconciliarse con el propio Wítikind, logrando que el recalcitrante jefe pagano se bautizara con muchos de sus hombres. Padrino del caudillo sajón, Carlos le ofreció ricos presentes con motivo de la ceremonia y desde entonces reinó la paz entre ambos. Con todo, Carlos aún continuó luchando contra este pueblo rebelde, pues su fidefidad se puso a prueba al imponerles tributo y exigirles diezmo en favor de la Iglesia. "El diezmo ha ahogado la fe la de los sajones - decia Alcuino, amigo del monarca franco, en una carta-. El testimonio cristiano debe llegar a los paganos por medio de sacerdotes y no con saqueadores. No basta bautizar a los paganos demasiado pronto, es preciso enseñarles la fe, pues se les podrá oblígar a bautizarsse, pero nunca a creer"

Con el poderoso concurso de las armas, Carlomagno formó con las tribus germanicas una nacion alemana y las nuevas generaciones de sajones fueron cristianas. Asi, en tiempos del hijo y sucesor de Carlomagno, Luis el Piadoso, los sajones ya eran considerados como los súbditos más fieles al emperador y después de la dinastia carolingia surgieron en Alemania linajes de principes capaces de asumír la sucesión de Carlomagno y restablecer el imperio en toda su pujanza.

LA "MARCA HISPANICA"

Los frisones fueron incorporados al gran Estado germanico casi al mismo tiempo que los sajones. Situada en e1 delta del Rin, extrémo de una de las vias comerciales mas importantes de Europa, Frisia convirtióse en un centro de tránsito mercantil muy activo entre el sur y el norte, y sus habitantes comerciaban con los países meridionales de Europa, con Oriente, Inglaterra y los paises escandinavos.

Las guerras contra sajones y frisones dieron ocasión a Carlomagno para establecer contacto con los pueblos eslavos, Carlomagno también emprendió expediciones contra los checos de Bohemia, pero no consiguió someterlos, y sus tropas se contentaron con devastar el país.

Hacia el sur, Carlos extendió el imperio con la anexión de Baviera. En tanto, los sarracenos no habian interrumpido sus incursiones de saqueo a territorio fran­cés a través de los Pirineos, y el incansable Carlomagno decidió responder esta vez invadien­do España, el 778. El pretexto fue la invitación formulada por un grupo de jefes africanos que deseaban derribar al emir de Córdoba Abderramán II.

Partiendo de la Septimania, cruzó los Pirineos y se apoderó fácilmente de Catalonia (Cataluña) ocupando la ciudad de Barcino (Barcelona), y en seguida atacó la importante ciudad de Zaragoza, donde sufrió una derrota tan decisiva que debió emprender la retirada a Francia perdiendo las conquistas iniciales. Los árabes del norte de la Peninsula Ibérica solicitaron ayuda al emperador contra el califa de Córdoba; Carlos acogió con satisfacción tal oportunidad para invadirla, y dicese que sus fuerzas llegaron hasta el Ebro, pero no cosechó los triunfos que esperaba. Enterado de que los sajones se habian sublevado de nuevo y alcanzado el Rin, tuvo que retroceder a toda prisa.

Durante esa retirada. su re­taguardia y, tren de bagajes iban protegidos por un cuerpo de ejército de elite comandado por el célebre capitán Rolando o Roldán, quien fue ata­cado y vencido en el desfiladero de Roncesvalles, en los Pirineos, por una hueste cristiana de vas­cos y navarros. La Gesta de Roncesvalles dio origen al más grande de los poemas epicos france­ses, "La Chanson de Rolland".

Mientras tanto, la inutilidad de la primera invasion a España del 778 había quedado demostrada. Los moros, comprendiendo el efecto de su petición de ayuda al rey francés, acudieron a jurar obediencia y alianza al emir Abderramán II y, aunque muy lentamente, los sarracenos comenzaban a curar las heridas de sus guerras intestinas. Comprendiendo el peligro que entrañaba una recuperacion del Islam en España, Carlomagno lan­zo una nueva invasion el 785 con un ejército for­midable en el cual participaban tropas reclutadas desde la Sajonia hasta la Lombardia.

A la cabeza de aquel ejército, Carlomagno puso a su hijo menor, Luis el Pio (aludiendo a que era un católico fervoroso), aunque el mando mi­litar verdadero estaba a cargo del aguerrido conde Felipe de Toulouse. La designacion de Luis se debió al reparto de cargos que ya habia hecho Carlomagno para sus hijos; el mayor, Carlos, habia recibido el gobierno de Neustria; el segundo Pepin, el de la Lombardia, el menor, Luis, el de Aquitania, todos con carácter virreyes. La conquista de la Cataluña fue una campaña lenta de victorias graduales y grandes batallas decisivas hasta que el 812 el tercer, emir de Córdoba, el-Hakim aceptó su derrota y pactó paz con los francos cediendo la Cataluña, entre los Pirineos y el rio Ebro, que fue evacuada por los árabes. Carlomagno volvió a luchar otra vez contra los musulmanes y hacia fines del siglo VIII consiguió poner pie al sur de los Pirineos, fundando una provincia limítrofe que denominó "Marca hispánica". El nombre de marca se daba a los territorios situados entre el reino franco propiamente dicho y los paises vecinos enemigos; así, Austria constituia la "Marca del Este" (Ostmark), y el pais situado al sur del Eider, la "Marca danesa": de ahí el nombre de Dinamarca.

LAS OTRAS GUERRAS

En sus fronteras orienta­les, más allá del rio Elba, Carlomagno impuso obediencia y tributo a las tri­bus eslavonicas con muy pocas batallas, y las forzo a convertirse al cristianismo sin encontrar re­sistencia aparente. Los eslavos del norte queda­ron subyugados en la campaña del 789 y los de la Bohemia en la del 806.

Los avaros de Hungría y Panonia, que durante siglos habian realizado in­cursiones de saqueo sobre Bavaria y el noreste de Italia (parte del reino de los lombardos desde el 778) fueron encargados a Pepin, que realizó una brillante campaña, aniquiló toda resistencia de los avaros y ganó un gigantesco botin compuesto por el fruto histórico de sus saqueos.

El año 805 los avaros estaban reducidos a completa sumisión, exhaustos y casi ya sin hombres en edad de portar armas. Pepin entregó el gobierno en un "chagan” o rey elegido entre ellos mismos por completo dependiente del mandato de los francos. Poco después los avaros fueron atacados por las hordas de magiáres procedentes de Crimea, que acabaron por exterminarlos o asi­milarlos racialmente mediante el despojo masivo de sus mujeres a fin de que todos los nuevos na­cidos tuviesen padre magiar. Tal fue el origen de Hungría y la nación húngara.

LOS "NORSEMEN" ESCANDINAVOS

Las conquistas de Carlornagno, sin embargo, se extendieron más allá de la Sajonia hacia la península de Jutlandia donde habitaban los daneses mezclados con los grupos anglos que no emi­graron a las Islas Británicas. Estos daneses, con sus parientes de Noruega y Suecia, constituían el conjunto de las tribus germánicas que, siendo las fuertes, forzaron a las demás a emigrar cuando el crecimiento demográfico hizo insuficientes sus tierras disponibles.

Desde hacia ya un siglo estos hombres del norte o "Norsemen" habían aprendido de los sajones las artes marineras en las que alcanzaron una habilidad extraordinaria que los llevó a do­minar la navegacion en el Mar del Norte y el Báltico; primero sólo en travesias de comercio pero muy pronto también en incursiones de pirateria. Los daneses realizaron numerosas incursiones que, aunque de pequeña monta, significaron a menudo el saqueo y la captura de castillos y al­deas de los francos. En ocasiones remontaban los, rios y tomaban por asalto aldeas alejadas muchos kilómetros del mar.

Las noticias del avance de Carlomagno sobre Sajonia provoco la alarma del rey de los daneses, Godred, quien además de pirata era pagano y se apresuro en dar asilo a los sajones fugitivos de la invasion de los francos (incluyendo al conde Witikind) y guarnecio una recia serie de fortifi­caciones en la estrecha entrada a la peninsula de Jutlandia, desde el Báltico hasta el Mar del Nor­te. Al mismo tiempo se preocupó de fortalecer aún más su flota que le aseguraba la imposibili­dad de un ataque por mar.

Sintiéndose fuera de alcance de Carlomagno, lanzó, a partir del 808, una sucesión de incursio­nes de piratenía sobre las costas de Frisia (actual Holanda) tanto como sobre las Islas Británicas y las costas del sur del Báltico. Durante dos años, sus piratas actuaron casi con completa impuni­dad. Mas sin duda estaba próximo el castigo de Carlomagno cuando Godred fue muerto durante una reyerta de borrachos. Su sucesor se apresuró en firmar un tratado de paz con Carlomagno, el 810, comprometiéndose a suspender los ataques sobre Francia.

Pero ya se había establecido el precedente de la vulnerabilidad de las costas y los rios ante el ataque veloz de los piratas. Comenzaba la era de los Vikingos. Las veloces naves oceanicas, o “drakkars” eran annadas por pequeños jefes de guerra que actuaban independientemente de sus reyes y llegaban incluso a formar sociedades de pirateria para asaltar las costas de Inglaterra, Ir­landa y Aquitania.

UN "AUGUSTO" MEDIEVAL

Carlos habia forjado un gran imperio entre los Pirineos del Elba y del Tiber hasta el mar del Norte. Dueño y señor de este inmenso territorio, inspiraba a los pueblos temor y respeto, le consideraban el árbitro de Europa.Carlomagno ne­cesitó dotar a sus guerras de una legitimidad que sólo podía proporcionarle la memoria todavía no desvanecida del Imperio Romano, acentuada por el carácter sagrado que le daba el papado. Enton­ces, Carlomagno reclamó para si, al anexarse la corona lombarda, el titulo de Patricio Imperial, es decir, Defensor del Imperio, el mismo título que había detentado Odoacro tres siglos antes. El ti­tulo le fue conferido inmediatamente el 795 por el recién elegido papa León III, quien le envió, además, las llaves de San Pedro y el estandarte de Roma para que lo utilizara en sus ejércitos. El Papa, que sólo pretendía ser jefe espiritual de la cristiandad, veia en Carlos un poderoso protector, y este, por su parte, desde que le libró de los lombardos, consideraba al Sumo Pontífice como una especie de arzobispo franco.

Parece que la conducta del Papa dejaba mucho que desear: se le acusaba de perjurio y de inmoralidad. En 799 León III iba encabezando una solemne procesión por las calles de Roma, cuando fue atacado por una enfurecida muchedumbre de partidarios de el ex papa Adriano quienes se proponian sacarle los ojos y arrancarle la lengua a fin de descalificarlo para el oficio papal. El pon­tifice logró escapar a duras penas y se refugió primera­mente en el castillo del jefe franco Winichis, que habia recibido de Carlomagno el ducado de Spoleto. Ya en la seguridad de esa fortale­za, envio urgentes cartas a Carlomagno, pidiendole que acudiera en su socorro, pero el rey estaba demasia­do ocupado en su guerra con los sajones, y fue el papa quien finalmente, escoltado por los francos, cruzó media Europa hasta llegar a la Sajonia donde Carlomagno lo recibió en Paderborn. Sostuvieron una muy larga conversa­ción tan a puertas cerradas que no existe relato alguno acerca de los temas discutidos. Sólo con­jeturas, ya que el papa, siendo un romano él mis­mo, no habia ganado sin razón la enconada ene­mistad de dos tercios de todos los romanos. En pleno invierno, noviembre del 799, Carlomagno despachó al papa con camino hacia Roma protegido por un batallón de francos suficientemente fuertes como para que nadie osara desafiarlo. A fines del año siguiente Carlomagno llegó a Roma y constituyendose en arbitro entre el Papa y sus enemigos se reunió en la catedral de San Pedro un gran concilio compuesto de altos dignatarios eclesiásticos y laicos, citó ante si a los acusadores del papa León y, tras escucharlos, el 23 de diciembre del 800, citó al propio Pontifice para que hiciera su defensa. E1 patriarca de la ciudad santa de Oriente ponia en manos del monarca franco la llave del Santo Sepulcro y un estandarte, manifestando con ello que el patriarca se ponía, como el Papa de Roma, bajo la protección de los francos.

Luego, Carlomagno lo exoneró de las acusaciones y condenó a los acusadores, pero le exigió al papa, ante los romanos, juramento de corregir los errores que habían provocado la rebelión. Ja­mas el papado había soportado una humillación tan extrema, pero se trataba de salvar la vida del Pontifice y, al parecer, de evitar el derrumbe de la alta jerarquía de la iglesia. Dos años después de haber aceptado ser juzgado por el rey de los fran­cos, en la Navidad del 800, León III, según se dice por propia iniciativa convoco a su vez a Carlomagno a la Basilica Pontificia y, en medio de la misa que oficiaba el Papa, éste, después de invocar a Dios ante el altar, se adelantó hacia Carlos y le puso sobre la cabeza una corona de oro mientras clamaba ante los fieles: "¡Viva Carlos Augusto, coronado por Dios emperador romano y árbitro de la paz!".

Está claro. por diversas evidencias y docu­mentos, que esa coronacion había sido preparada de antemano y que, ya cinco años antes, se había empezado a pensar que el titulo de rey no era bastante para un principe tan poderoso como Carlomagno; hacia, más de trescientos años (476) que no había emperador en Occidente, pero quedaba un emperador romano en Constantinopla, Constantino, su madre Irene gobernó en un principio como su regente haciéndose llamar empe­ratriz. A la mayoria de edad de éste, una sublevación la obligó a abandonar el poder; siete años mas tarde, se apodero otra vez del gobierno, y para tenerlo seguro en adelante mandó arrancar los ojos a su propio hijo. Dos años antes, a petición de Irene, se celebraron los esponsales de Constantino y la hija rnayor de Carlos, niños ambos en aquella época. Pero cuando los prometidos alcanzaron la edad núbil, las partes no llegaron a un entendimiento en las cláusulas del contrato matrimoníal: Carlos exigia garantias de que su yerno reinaría en efecto, y la emperatriz dio a entender que no quería abandonar el trono. En tal caso, no habia posibilidad de matrimonio; ademas, Carlos tenía tanto mas motivo para romper las conversaciones cuanto que Irene trataba de obtener concesiones de orden político en Italia. Ignoramos el rumbo que siguieron después las conversaciones entre los dos soberanos. De todos modos, no se llegó a ningún resultado hasta que, en 802, Irene fue destronada y condenada al destierro. Con ello cesó todo contacto y Oriente y Occidente siguieron sus destinos independientes. Con la coronacion se consideró a Carlos como un usurpador que se invistió de la dignidad imperial. Sin embargo, en 809, Carlos encontró un pretexto para adjudicarse las posesiones bizantinas del sector norte del Adriático. Como el emperador de Bizancio estaba acosado por los bulgaros y árabes, se decidió a tratar con el "usurpador", reconociéndole en 812 como emperador de Occidente y evacuando Venecia y Dalmacia. Desde entonces, volvió a existir un imperio romano de Occidente junto al imperio romano de Oriente, la fama de Carlos se extendió mas allá de Bizancio y estableció relaciones con los más poderosos monarcas orientales entre ellos con el célebre Harún-al-Rachid.

Otra de las repercusiones de la coronación de Carlomagno es que como ganancia para el papado, quedo un precedente atesorado en los archivos vaticanos y utilizado por los papas siguientes en el sentido de que sólo el Sumo Pontífice Romano poseía la autoridad para coronar a los emperadores. El papa León III vivio los siguientes dieciséis años en el confortable amparo del poderío francés y a su muerte quedó inscrito entre los Santos Mártires de 1a Iglesia, con fiesta el 12 d junio. Según la versión oficial, la coronación de Carlomagno se produjo cuando éste, arrodillado para recibir la comunión al término de la misa de Navidad, sin saber lo que iba a ocurrir, se encontró con que el papa había tenido una inspiración divina y, tomando una magnífica corona que casualmente estaba por ahí, la puso sobre la noble testa del rey franco proclamándolo Augusto de Roma por voluntad de Dios.

 

CARLOMAGNO, PATRIARCAL Y PROGRESIVO

Carlos nunca se sirvió de su poder real e imperial para oprimir a sus súbditos ni privarles de sus libertades, sino que hizo cuanto pudo para consolidar la antigua franquicia germánica y reforzar el respeto a la ley y al Derecho.

El imperio estaba dividido en circulos y distritos, cuya administración y justicia se sometian con regularidad a la inspeccion de los missi dominici, agentes del emperador que viajan casi siempre en parejas, un laico y un eclesiastico, es decir, un hombre instruido.

Carlomagno, dotado de un incorruptible sentido de Justicia y con la confianza absoluta del pueblo, restableció la integridad en sus tribunales, que durante los últimos merovingios se habian corrompido bastante.

El imperio de Carlomagno se basó en las an­tiguas estructuras diseñadas por los merovingios y los mayordomos de palacio, pero que él adaptó inteligentemente a las necesidades de una nueva época dando forma al sistema medieval de mo­narquía feudal. Segun la forma de gobierno con­figurada por Pepin, el primero de los carolingios, Francia era una monarquía absoluta. El rey reci­bia colaboración de un Consejo de Estado forma­do por personajes elegidos por el rey de acuerdo a su criterio personal, en su mayoría gobernantes eclesiásticos (obispos y arzobispos) de los distri­tos administrativos, más un número de nobles -duques, condes y marqueses de los feudos fron­terizos. Ocasionalmente, cuando surgían materias de suprema importancia nacional, como ocurrió en el cambio de dinastia en que Pepin fue coro­nado rey de los francos, se realizaba una asam­blea general, a la que concurria toda la nobleza y todo el clero, reuniéndose a menudo verdaderas muchedumbres, a fin de establecer una decisión fundamentada en un consenso general.

Los nobles, condes y duques, eran designados o destituidos por la mera voluntad del rey; sin embargo, por la práctica, las vastas extensiones y castillos que poseian les pertenecían por derecho hereditario; es decir, el titulo oficial de nobleza tendía también a ser heredado y reclamado como un derecho. Esto se producía especialmente en los territorios fron­terizos que recien­temente había conquistado-, pero in­cluso los mayores magnates eran sus­ceptibles de despo­sesión y destitución por voluntad real, como ocurrió a los duques de Aquita­nia y Suabia.

El germen del futuro conflicto entre el Imperio y el Papado se encontraba en la forma en que Carlomagno fue coronado por el papa León III, aunque lo más probable es que al rey no se le haya pasado por la mente considerar que estaba entregando al papa un poderoso instrumento de uso politico. En sus funciones de Patricio Impe­rial, había utilizado su poder para reinstalar a León en el trono de San Pedro, y, según su enten­dimiento, el papa sólo había formalizado la ex­presión de un sentimiento universal de los pue­blos del oeste, nostálgicos del orden común y el estado de derecho del Imperio Romano. Es decir, Carlomagno no concibió que su coronación le confiriese al papa ninguna autoridad sobre la co­rona, autoridad que jamas papa alguno había pre­tendido anteriormente.

Sin embargo, los papas siguientes hicieron rápidamente uso del precedente para estipular que la autoridad suprema de la Cristiandad era la po­seedora del derecho de conferir la investidura im­perial, en nombre de Dios.

Nunca, ni antes ni después de su coronación como emperador, Carlomagno vacilo en imponer autoritariamente a la iglesia sus decisiones, inclu­so en materias netamente espirituales como fue el caso de ordenar que no fuese modificado el Credo. El entendia que su calidad de Emperador le daba responsabilidades mucho más altas que las de un rey, y ello implicaba también atribucio­nes religiosas. Mientras Carlomagno reinó, nin­gún cardenal, papa u obispo hizo el menor amago de discutir la autoridad real. Carlomagno se comportó como protector y señor riguroso. Consideraba como uno de sus principales deberes el oponerse a los abusos de los clerigos y a los ataques a la fe cristiana; emprendió algunas reformas para terminar con la decadencia moral que la epoca merovingia dejó entre los sacerdotes.

Carlos Martel se vio incapaz de imponer orden en el seno de la Iglesia porque recompensó en más de una ocasión los servicios prestados a su causa con una mitra episcopal, sin preocuparse si el candidato reunia o no las cualidades para ejercer tan alta dignidad.

Pipino acometió la reforma de costumbres eclesiasticas y Bonifacio contribuyó con eficacia a acción tan necesaria.

Carlomagno continuaria la obra iniciada por su padre. Un decreto de principios de su reinado ya dispone que los sacerdotes sin instrucción deben ser suspendidos hasta haber adquirido un minimo de conocimientos indispensables. Problemas que hacen pensar ya en las preocupaciones que se suscitarian en tiempos de la Reforma y de la Contrarreforma.

EL FUGAZ RENACIMIENTO CAROLINGIO

Este gran terrateniente que ceñia la Corona imperial creó en los dominios de la Corona granjas modelo utilísimas para el pais, impulsó el progreso agricola e industrial, se interesó por los cultivos que mejor convertian a sus tierra, el desarrollo de la avicultura y de la ganadería. Pero a pesar de la solicitud que demostró por la poblacion campesina, el servicio militar constituia una carga pesada, y, a fin de tener siempre dispuesta una caballería poderosa Carlos se veía obligado a incrementar la nobleza y conceder nuevos feudos, aun a sabiendas de que constituían el mayor peligro para la existencia del imperio.

A pesar de sus numerosas campañas militares, se esforzó Carlomagno en civilizar a los francos. Su rudeza y selvatiquez debían ser moderadas y domadas; la ignorancia, enérgicamente combatida. Pipino el Breve nunca fue capaz de escribir siquiera su propio nombre; Carlomagno aprendió a escribir en edad madura, aunque, incluso entonces sólo firmaba sus cartas con un sencillo signo. Así, consideraba la mejor tarea de un principe la de educar a sus subditos. Para realizarla, reunió en torno suyo los colaboradores más prudentes y sabios que pudo hallar en Europa. Su mejor adquisición fue el ínglés Alcuino, hombre más instruido de su tiempo, a quien nombró profesor de la escuela palatina, su fundación preferida; le consultaba multitud de problemas referentes al progreso de los pueblos. Alcuino era una especie de ministro de Educación Nacional de Carlomagno. Enseño al rey y a sus hijos y se hizo el amigo fiel de toda la famifia real.

La sensatez de Alcuino se rebelaba contra la veneracion creciente hacia las reliquias y su consecuencia, la busqueda de los restos de santos. "Vale más - decia- seguir el ejemplo de santos y santas que llevar sus huesos encima".

Carlomagno se interesaba en especial por el desarrollo de la civilizacion germánica. Hablaba el alemán de aquel entonces y tenia, de ordinario, su corte en Aquisgrán. De amor por la lengua popular son ejemplos los nombres alemanes que dio, además de los latinos, a los meses del año.

El emperador acaricio el proyecto de ampliar esta cultura cortesana a todo su imperio. Para ello, era necesario primero fomentar la enseñanza general. Ordenó que se fundaran escuelas en cada catedral y monasterio.

Gracias a la clarividencia de Carlos, a su inmensa curiosidad y sed insaciable de saber, la cultura, hasta entonces confinada en conventos y ambientes eclesiásticos, inicio su general divulgación.

 

LA VIDA DEL EMPERADOR

Carlomagno ha sido descrito por su amigo Eginardo, que le conoció en la última parte de su vida.. Era muy alto, grueso Y robusto. Su esqueleto, que fue medido en 1861, tiene un metro 92 centimetros. Tenía los ojos grandes y claros,la nariz larga, largo el cabello, gran barba y rostro franco, el andar firme y la voz penetrante. Toda su persona imponía respeto.

Tuvo siempre buena salud, excepto al final de su vida, y aun entonces no se avenía a obedecer a los médicos que querían impedirle comer carnes asadas. Bebía poco y detestaba la embriaguez. Comía con preferencia carne asada, que le era servida en el mismo asador.

Llevaba el traje de los francos, camisa y calzón de hilo, túnica corta ceñida con cinturón, zapatos de cuero sujetos con cintas que pasaban rodeando la pierna. En invierno se ponía una casaca de piel de nutria. Cuando salía usaba un manto de lana. Al costado llevaba espada, con empuñadura de oro o plata. Solamente en las grandes, fiestas consentía en ponerse el traje imperial, vestidura bordada de oro, manto sostenido con corchete de oro, diadema de oro adornada con piedras preciosas.

Todos los dias iba a la iglesia. Mientras comía hacía que le leyeran libros piadosos, sobre todo La ciudad de Dios, de San Agustín. Al levantarse, en tanto iba vistiéndose, recibía a los que tenían algún pleito por juzgar. Hablaba, por lo común, en lengua franca, pero sabia también latín. Había aprendido a escribir ya tarde y lohacia con dificultad. 1

Como a todos los de su familia, le gustaba montar a caballo e ir a la caza del ciervo, del jabalí, del lobo, a las espesas selvas.

Carlomagno pasó la mayor parte de su vida en la guerra y du­rante mucho tiempo no tuvo residencia fija. Le gustaban sobre todo los terrenos selváticos cercanos a su dominio de Aquisgrán. Hay en ellos fuentes termales en las que se bañaba con agrado. Mando edificar un palacio y una iglesia y allí vivió sus últimos años.

 

LA CORTE DEL EMPERADOR

Carlomagno, se casó una tras otra con nueve Mujeres, cinco de las cuales llevaron el titulo de reina. De ellas tuvo trece hijos, cinco varones y ocho mujeres. Le gustaba vivir rodeado de sus hijos. No dejo casar a ninguna de sus hijas, para conser­varlas siempre a su lado. Montaban a caballo y le acompañaban a la caza. He aquí como un poeta nos describe una partida de Carlos para la caza: "Desde que el día despunta, la escolta de a caballo está delante del palacio. Carlos sale de la iglesia, sus altos hombros sobresalen por entre la muchedumbre, Luego la reina sale de sus habitaciones, lleva en la frente una diadema de piedras preciosas, viste túnica de brillante lino y collares le caen sobre los hombros. Monta un caballo de soberbia planta y atraviesa por entre la multi­tud. Luego vienen los hijos del rey, el joven Carlos que se parece a su padre, Pepino, el valeroso guerrero, en un caballo muy alto. Se toca el cuerno, la jauría aúlla. Entonces aparece el batallon de las jóvenes, a la cabeza Rotruda, sobre los rubios cabellos una cinta violeta con varias filas de perlas y una corona de oro; detrás Berta, de rostro radiante, que se parece a su padre, los hombros cubiertos con piel de armiño; luego Gisela, la blanca, vestida de color malva; detrás Rotaida, cubierta con manto de seda, sujeto con un alfiler de oro cuya cabeza es una perla; y luego Teodrada, cuyo vestido es de color naranja y con franja de pieles , y por ultimo, Hiltruda. Alrededor de ellas, a caballo, va una tropa de doncellas y detrás de todo el séquito de los nobles”.

Carlos tenía siempre un cortejo muy numeroso, que ya era llamado la corte (significa casa). La reina dirigía esta casa,y, según costumbre de los farncos, los criados del rey eran los personajes mas principales. El camarero, de acuerdo con la reina, cuidaba el tesorodonde se conservaban los objetos de oro, los ornamentos de iglesia y los trajes de valor que se daban como regalo. El senescal dirigía la cocina y el servicio de mesa. El copero (o botellero) tenía a su cargo la bodega y las bebidas. El condestable (conde de la cuadra) se ocupaba de los caballos. Eran los cuatro grandes oficiales.

Había un maestre de los alguaciles que iba detrás del rey con un bastón en la mano. Era un personaje importante, porque dirigía las audiencias , y estab a cargo de hacer las presentaciones al rey.

Estos oficiales tenian a sus órdenes tropas de servidores de todo genero, picadores encargados de los perros de caza, halconeros, coci­neros, coperos, palafreneros, panaderos. Una escolta de guardias a caballo seguía al rey.

Carlos tenía también a su lado una tropa de eclesiásticos, lla­mados capellanes, porque guardaban una reliquia respetada, la capa de San Martin de Tours, que el rey llevaba consigo en sus expedi­ciones. Eran jóvenes hijos de grandes personajes, que esperaban el momento de ser nombrados obispos o abades. Su jefe era un per­sonaje poderoso, muchas veces un obispo. Decia la misa y daba la bendición a la corte. Carlos le consultaba en los asuntos de la Iglesia. Toda aquella gente vivia con el emperador y le seguia también en sus expediciones.

 

LOS DOMINIOS

Carlos tenía muchos grandes dominios, exten­sos cada uno como uno de nuestros municipios. De ellos sacaba provisiones de todo genero para mantener a las gentes de su corte. En algunos había un taller de mujeres en el cual se hacían telas. Hemos conservado las órdenes que Carlos daba los intendentes encargados de la inspección de los campesinos y de enviarle los pro­ductos de sus tierras. "Deben tratar bien a los aldeanos y cuidar de que no pierdan el tiempo en los mercados y de que todos trabajen. Deben hacer preparar con limpieza el tocino, las carnes frescas o saladas, el vinagre, el vino, el queso, la manteca, la cerveza, el hidromiel, la miel, la cera y la mostaza. No se debe pisar la uva.

"En cada finca debe haber un hombre que cuide de las abejas (la miel hacia entonces las veces del azúcar y se necesitaba mucha cera para los cirios y los sellos que se colgaban de los pergaminos). Debe haber siempre, por lo menos, 100 gallinas y 30 ocas; si hay gallinas y huevos con exceso, precisa vender. Es necesario también tener pavos reales, faisanes, patos, tortolas y perdices.

"Habrá que plantar en los huertos judias, garbanzos, calabazas, melones, perejil, achicoria, menta, malvas, coles, cebollas, ajos, peri­follo, mostaza, habas y pepinos. Habrá que tener flores, lirios, rosas, salvia. En los huertos hay que tener manzanos, perales, melocotone­ros, cerezos, higueras, nogales, almendros, laureles, sorbales, castaños.

"Hay que cuidar los montes, no permitir las cortas y guardar con cuidado la caza. El intendente debe comunicar cuántos lobos se han cogido y enviar las pieles. En primavera debe destruir los lobatos con lazos y venenos, o cazarlos con lazo y matarlos con chuzo.

"Debe haber en el dominio herreros, orfebres, carpinteros, sas­tres, ebanistas, picapedreros, panaderos, fabricantes de jabón, gentes que hagan redes para cazar. A las mujeres que trabajan en los talleres hay que proporcionarles lino y lana, jabon, peines y cuerdas para preparar la lana, pastel, bermellón y rubia para teñir las telas.

"Todos los años, en Navidad, el intendente debe presentar cuenta de todo lo que hay en el dominio, a fin, dice Carlomagno, de que sepamos exactamente lo que tenemos".

 

EL EJERCITO

Segun antigua costumbre de los francos, todos los hombres libres deben presentarse armados cuando el rey los llama. El llamamiento se llamaba heerbann (orden de ejército). El que no acudia debía pagar una multa de 60 sueldos de oro. Si no podía pagar, quedaba como esclavo del rey.

Se convocaba el ejército en primavera, por lo común cerca de la frontera del lado por donde había que hacer la guerra. Los guerreros habían de acudir con sus armas, víveres para tres meses y ropas para seis. El rey no les daba nada. He aquí una orden de partida enviada a un abad: "Te ordeno estar en el lugar de cita el 20 de junio con tus hombres armados, de modo que puedan combatir allí donde yo ordene. Cada jinete tendrá escudo, lanza, espada, puñal, arco y flechas. Llevarás en tus carros segures, hachas, aza­dones de hierro, azuelas, taladros. Llevarán víveres para tres meses, armas y ropas para seis.”

El ejército llevaba un tren enorme de carros tirados por bueyes, cargados de herramientas, de harina, de carne, de barriles de vino, todo aportado por los mismos guerreros. Para su escolta, Carlos hacia venir de sus granjas carros cubiertos con un toldo de cuero, cada uno de los cuales había de llevar doce toneles de vino o doce cargas de harina. Para una expedición de tres meses, se necesitaban al menos 40 carros para 100 guerreros. Un ejército cargado de esta suerte, si hubiera sido numeroso, no habria podido hacer una cam­paña. Carlomagno no podía, por tanto, llevar consigo mas que una parte muy reducida de los hombres obligados al servicio.

Los pequeños propietarios, forzados para vivir a labrar perso­nalmente sus tierras, no tenían medios para ir todos los años a hacer la guerra a sus expensas al otro extremo del Imperio. Las gentes de esta clase que combatían a pie habían formado el grueso del ejercito franco en la época de los Merovingios. Carlomagno renuncio poco a poco a hacerlos presentarse. Ya no quedaron casi mas que caballeros cubiertos con la cota de malla y él casco. Los grandes propietarios, los condes, los obispos, llevaban cada uno una banda de estos jinetes que equipaban a sus expensas.

 

LAS ESCUELAS

Carlomagno, que tenía escasa instrucción, ad­miraba mucho a las personas instruidas. Reunió a su alrededor a los hombres más sabios de su época, casi todos extranjeros: un lombardo, Paulo Diácono; un inglés, Alcuino, y les dio grandes terre­nos. Vivía con ellos familiarmente. Se escribían cartas en latín, se enviaban versos y se divertían dándose nombres de personajes céle­bres. Alcuino se llamaba Flaco (Horacio); Carlomagno, David. Aquella reunión se llamaba la escuela palatina. En ella Alcuino daba lecciones a Carlomagno, a sus tres hijos, a una de sus hermanas y a varios de sus compañeros.

Desde hacia dos siglos los francos, aun los eclesiásticos, habían caído en la mayor ignorancia, y apenas eran capaces de escribir. Ya no se hacia ningun libro, y los documentos públicos (contratos, testamentos) se redactaban en latín bárbaro, y se escribían en ca­racteres informes que es dificilísimo descifrar. Carlomagno ordenó a todos los obispos y abades que procurasen la instrucción de sus sacerdotes y de sus monjes. Quería que todos los obispados y con­ventos tuvieran una escuela donde los jovenes aprendieran a leer, a escribir, a cantar los salmos, para poder ser eclesiásticos. Hizo establecer una escuela de este género en su corte. La mayor parte de los discípulos eran hijos de grandes familias, pero a veces fueron admitidos los hijos de los aldeanos de las granjas reales. Carlos se interesaba por aquellos niños e iba a ver cómo trabajaban.

Un día, cuenta el monje de San Gall, como Carlos hubiera hecho que le enviasen los trabajos de redacción en prosa y verso, juzgó los de los jóvenes nobles muy malos, y le parecieron los mejores los de los hijos del pueblo. Entonces, como se dice que hará Dios el día del juicio final, mandó que se colocasen a su derecha los que habían hecho bien el trabajo y los dijo: "Os felicito, hijos míos, habéis hecho cuanto podiais, os daré obispados y buenas abadias".

Luego, dirigiendose a los que había mandado ponerse a su izquierda, les dijo con tono irritado y voz de trueno: "Vosotros, los hijos, de los principales personajes del reino, orgullosos de vuestro nacimiento, habéis des­cuidado el estudio para dedicaros a los juegos y a la holganza. Sabed que si no reparais vuestra negligencia, no obtendréis jamás nada de mi".

En aquellas escuelas se aprendia a leer y escribir en latín, unica lengua que se escribía entonces. Se aprendia a cantar los oficios, porque se trataba, sobre todo, de formar eclesiásticos.

Logro Carlomagno que se aprendiera a hablar y escribir co­rrectamente. La escritura llamada carolingía, se lee casi tan fácil­mente como lo impreso. Se empezó a redactar cartas, historias y composiciones en versos latinos, correctos y pretenciosos como un trabajo de retórica. En algunos conventos se empezaron a hacer colecciones de manuscritos, sobre todo de libros piadosos. Desde aquella época ha habido siempre en Occidente escuelas y bibliotecas.

 

EL OCASO DE UN IMPERIO

En los diez últimos años de su reinado, Carlornagno no pudo acometer guerras importantes. Tenia graves preocupaciones pero experimentaba gran placer al ver a su pueblo unido, protegido por su espada contra enemigos interiores Y exteriores. Hasta les setenta años, Carlornagno gozó de excelente salud, pero en enero de 8 14, Carlos fallece en Aquisgrán; tenia entonces setenta y dos años y reinó cuarenta y cinco. Con Carlomagno desaparecia el postrer jefe y heroe popular de la epoca de las grandes invasiones; el último de una serie que comenzo con Alarico y siguió con Teodorico. Carlos acabó con magnificencia su labor. Sus contemporaneos y la posteridad coinciden en admirar su personalidad y la obra de su vida. Constituyoo el modelo de un emperador cristiano. Durante siglos aparece como la figura central en canciones de gesta y leyendas.

 

EL IMPERIO CAROLINGIO SE FRAGMENTA

LUIS EL PIADOSO

El destino dispuso que el hijo peor dotado del emperador, el ultimo superviviente legitimo, le sucediera en el trono. El reino de Carlomagno era el más poderoso de Europa, pero tenia muchos elementos de disgregación. Existía viva oposición entre el Oeste romanizado y el Este germanico. Los nobles tendían a zafarse de la autoridad imperial de tal modo que sólo una voluntad de hierro podia contenerles, Al sur, el imperio estaba amenazado por los sarracenos; al norte, por los normandos; al este, por los pueblos eslavos. La mano vigorosa de Carlomagno consiguió someter tantos elementos perturbadores; la de su suceder necesitaba ser tan fuerte como la suya.

Luis el Piadoso era muy diferente de su padre, no por su aspecto físico, pues era de estatura impresionante y, ademas, excelente jinete y cazador. La indulgencia y la mansedumbre eran sus rasgos dominantes, reflejos mas bien de un caracter débil y vacilante. Su excesiva piedad le colocaba frente a los prelados en situación ridícula. El Papa se permitía con él una indiferencia que no hubiera mostrado en tiempos de Carlomagno y los obispos se portaban como señores independienies. Los decretos de Luis referentes a asuntos eclesiasticos eran reflejo fiel de la voluntad de los prelados. Llegó a tanto su celo en extirpar al "paganismo" que prohibio cantar e incluso leer los antiguos canticos germanicos que él mismo aprendio en su niñez.

Luis había demostrado ser razonablemente eficiente mientras fue virrey de Aquitania y de la Marca Hispánica, pero era por completo inade­cuado para las responsabilidades que ahora recaían sobre él. Hombre muy bien intencionado y modesto en su carácter, ya mientras era sólo vi­rrey estaba en manos de una esposa intrigante y de una corte de clérigos en los que confiaba con la ceguera de su fervorosa fe. El resultado fue de­sastroso. En su mayor parte, los crimenes que re­caen sobre su lúgubre reinado fueron consenti­dos más bien que perpetrados por él, comenzan­do por el asesinato de su sobrino Bernard que ha­bia acudido a entrevistarse con él, portando un salvoconducto con la firma y el sello del propio Luis, luego de haber puesto su ejército en pie de guerra por temor de ser atacado por su tio. Por este crimen, que fue el único que consintió a sabiendas, experimentó una vergüenza y arre­pentimiento tales que lo atormentaron el resto de su vida, gran parte de la cual pasó vistiendo un sayal de penitente. Pero su mórbida inclinación a la penitencia lo llevaban también a terribles mortificaciones por otras causas nimias, vulgares pecadillos mezquinos. Casi en se­guida de su coronacion, destituyó a los muy eficientes ministros que habían aseso­rado a su padre, por encontrarlos libertinos en sus vidas privadas y de insuficiente reli­giosidad. En cambio, designó en altos car­gos a individuos hipócritas que pronto de­mostraron su deslealtad. Como padre, fue mimoso y consentidor hasta extremos irra­cionales con hijos que le respondieron muy luego con brutales humillaciones. Sentía una loca predilección por su hijo menor, nacido de su segundo matrimonio, y sus desmesuradas promesas para ese niño cuya crueldad y prepotencia lo volvían repelen­te, terminaron por alejar de su lado hasta a sus mas leales partidarios.

Luis comenzó coronándose a si mismo, alzando la corona de su padre con sus pro­pias manos, pero luego tuvo la debilidad de someterse a la exigencia del papa de que fuese a Roma para que la coronación fuese legítima. Aparte de su aceptación ahora ex­plicita de que era el papa el que legitimaria en adelante las designaciones de emperador, aceptó además someterse en ello a un papa que ha­bía sido elegido rápidamente, aprovechando la muerte de Carlomagno, sin esperar que el emperador sancionara al candidato. Se dio entonces la situación de que el empe­rador ya coronado fuese para que el papa lo coronase de nuevo.

En seguida procedió a entregar reinos a sus hijos: al mayor, Lothar (Lotario), lo asoció con él en el imperio y le entregó por feudo la Lombardía; a Pepin, la Aquitania, y a Luis la Bavaria y las marcas orientales, por lo que pasó a ser llamado "El Germánico”. Fue la asignación de Lombardia como feudo de Lotario la que puso a su sobrino el rey Bernardo sobre las armas y concluyó en su brutal asesinato. El joven rey, que había acudido a parlamentar, fue traidoramente condenado por Luis el Pío, a ser cegado con hierros candentes, y el verdugo, so­bornado por la esposa de Luis, Ermengarda, aplicó el castigo con tanta violencia que el hierro al rojo penetró hasta el cerebro.

Muy poco después murió la reina Ermengarda y Luis el Pío debió volver a casarse, por presiones de sus corte­sanos, con Judit, la hija del conde Welfo. El 822 nació el ya mencionado predilecto hijo menor, Carlos, que fue conocido como El Calvo. Ya comenzaba a chochear el emperador cuando se dio a la tarea de conseguir un rei­no también para su predilecto Carlosm, pero estaba claro que, por haber entregado de inmediato sus reinos a sus hijos mayores, un reino para Carlos sólo podria produ­cirse mermándoles sus posesiones a ellos. Y ninguno de los tres quiso siquiera discutir esa posibilidad. Siguieron degradantes exhibiciones públicas de súplicas, sufrimiento y penitencia del emperador, que sólo consiguie­ron dejar en claro que no estaba capacitado para la in­vestidura y sus responsabilidades.

 

UNA GUERRA DE FAMILIA

La nueva eniperatriz, Judit de Baviera, célebre por su belleza, tenía mucha mas inteligencia y voluntad que su esposo, y Luis pronto se convirtio en juguete suyo. Esta mujer ambiciosa trataba, de adquirir la maxima ventaja posibie para su hijo, a quien la historia denomina Carlos el Calvo.

En 830 estallo una rebelíon contra la pareja imperial, alentada Sobre, todo por el partido eclesiastico., al que indignaba el influjo desmedido que la emperatriz habia adquirido sobre su esposo. Los hijos del primer matrimonio se unieron a los amotínados. Judit fue acusada de adulterio y relegada a un convento; Luís fue oblígado por una asamblea ímperial a ceder la corona a su hijo Lotario.

La Opínión se volvio muy pronto en favor de Luis; los hijos del emperador se levantaron en armas unos contra otros y, antes de medio año, una asamblea imperial devolvía la corona a Luis. Poco después se concedió la libertad a la emperatriz, que torno a ejercer su antiguo influjo sobre el emperador. Judit no había escarmentado. Prosiguio tenaz sus tentativas para desheredar a sus hijastros en favor de su propio hijo lo que provocó que los híjos de Luis se unieran de nuevo contra su padre. El emperador renunció entonces a combatir, considerándose muy afórtunado con que Judit y Carlos salvasen sus vidas.

La abdicación de Luis fue considerada como un hecho consumado: Lotario se revistió con la dignidad imperial y sus hermanos fueron reyes independientes. De hecho, el imperio de Carlomagno estaba repartido entre tres principes. Luis y su familia quedaron prisioneros.Al confirmarse la deposición de Luis por una Dieta imperial, el antiguo emperador fue conducido a la catedral de Soissons, y allí, frente a una gran multitud, se le obligó a arrodillarse ante el altar para "reconocer en presencia de todos que había cumplido indignamentesu alta funcion". Sus enemigos creian que así le excluian por fin del trono, pero se equivocaron. Una humillación tan antinatural impuesta al anciano emperador provocaría la compasión y el deseo de reconciliaciones. Luis, hijo del soberano, que gobernaba la mayoria de los territorios germanicos (la historía le llama Luis Germánico), sintió remordirnientos y se avergonzó del trato indigno dado a su padre. Además, era evidente que el unico objeto de Lotario era apodeararse de todo el imperio. La guerra fratricida estalló otra vez. Lotario salvó su vida apelando a la fuga, y Luis el Piadoso quedó libre.

Al conquistar de nuevo Judit el poder, reanudo sus tentativas maternales en detrimento de los hermanastros de Carlos, y el piadoso Luis se convirtio una vez mas en juguete suyo. Luis el Germánico no esperaba que le recompensaran de aquella manera y se sublevó otra vez. Judit y su esposo procuraron atraerse a Lotario, el híjo que más humilló a su padre. La verdad desnuda era que Luis el Piadoso intentaba con ayuda de su hijo más culpable, desheredar al otro hijo, que, en el momento mas crítico, no había vacilado en salvar a su padre.

Mientras se hacían los preparativos para realizar tan vergonzoso acuerdo, el anciano emperador cayo gravemente enfermo. Eri 840 murió aquel hombre a quien le sentaba mejor el título de "Debil" que el de "Piadoso" . El menor de los hijos de su primer matrimonio falleció antes que él.

 

TRATADO DE VERDÚN

Pese a las promesas hechas a su padre poco antes de su muerte, respecto a los derechos del joven Carlos, Lotario trató de gobernar solo en todo el imperio. Con todo, para tener mayor libertad en el combate decisivo contra Luis el Germánico, Lotario ofreció su amistad a Carlos el Calvo. Éste conocía demasiado, sin embargo, la perfidia de su hermanastro, y no dio valor a sus ofrecimientos. Prefirió apoyarse en las armas. Además, Carlos el Calvo y Luis el Germanico olvidaron su antigua enemistad, se reconciliaron pactando alianza contra su comun enemigo, Lotario.

Le derrotaron en una sangrienta batalla, pero no terminó la lucha. Lotario consiguío sublevar a los sajones; y le complicó la situación a Carlos aliándose con los paganos normandos. Sintiendo como nunca la necesidad de unir sus fuerzas Luis y Carlos se entrevistaron en Estrasburgo, en 842 y, firmaron una alianza, que la Historia ha llamado el "juramento de Estrasburgo".

Este pacto entre Luis y Carlos obligó a Lotario a entablar negociaciones de paz. Por otra parte, el pueblo deseaba acabar ya con tanta guerra fratricida. Tras muchas negociaciones, se llegó, por fin a un acuerdo Verdún (año 843), para dividír el imperio en tres partes. Luis el Germanico se quedo con las tierras situadas al este del Rin y del Weser; Carlos "e1 Calvo", con los paises al oeste del Ródano Saona, Mosa y Escalda; Lotario, con el vasto territorio situado entre ambos paises, que se extendia desde Italía, al sur, hasta Frisia, al norte, y se le reconocia, además, el titulo de emperador.

El Tratado de Verdun separaba para siempre, por así decir las zonas germánica y romana del imperio de Carlomagno. Delineábanse los futuros Estados que se llamarian Alemania, Francia e Italia. Alemanes, franceses e italialios tendrían en lo sucesivo sus destinos propios. Para la mentalidad de aquel siglo IX, el Tratado de Verdún debió representar una verdadera catástrofe. Apenas transcurridos treinta años desde que el imperio de Carlomagno pasara a su sucesor, desaparecia para siempre. Sólo el Papa seguia siendo jefe de la cristiandad; es más, a medida que disminuia la autoridad imperíal, se acrecentaba la del soberano pontífice.

El reparto del imperio hizo perder a los francos su antiguo poderío para oponerse a los enemigos exteriores.

Las guerras fratricidas desmoronaron el orden en el imperio y minaron el respeto común ante la ley. La proipa dinastía daba incesantes ejemplos de perjurio y deslealtad.

El reino que el Tratado de Verdún asignó a Lotario era un Estado artificial sin unidad interior: una larga faja de territorios entre los otros dos reinos y con fronteras abiertas por ambos lados. El pais estaba agotado tras tantas y prolongadas luchas intestinas: a consecuencia de ellas, ya no tenía fuerzas para resistir a los vikingos,al norte, ni a los sarracenos, al sur de Europa. El reino franco oriental era mas capaz de contener el empuje de los pueblos eslavos; además, Luis el Germanico era mucho más político e inteligente que sus otros hermanos.

Después de su muerte, los hungaros o magiares se manifestaron enemigos cada vez mas peligrosos: al fin, el fue incapaz de defenderse contra ellos. Los hungaros era un pueblo emparentado con los hunos. Después de abandonar su habitat primitivo del Volga, se dirigieron el poniente y se establecieron en las llanuras adyacentes a las orillas del Danubio y el Tisza. Constituyeron un autentico azote para los paises vecinos: el imperiobizantino, Alemania e Italia.

 

LA DECADENCIA DEFINITIVA

La "alianza fraternal" de Verdún perdió pronto casi todo significado. Se celebraron otras entrevistas, en que se concedio amnistia general y se prometió borrar todo motivo de queja; pero la atmósfera siguio tensa entre los soberanos: por su parte, hizo cuanto pudo para enemistar a Carlos con Luis. Al presentir su proximo fin, se enmendó y vistio el hábito religioso, murio seis días después.

Las mismas fuerzas que contríbuyeron a desmembrar el imperio de Carlomagno renacieron dentro de cada reino. La concepción originaría de derecho privado, según la el imperio debia ser considerado como un bien raiz perteneciente a la familia real,ocasiono el reparto de las heredades territoriales que, desde entonces , experimentaron fracciones sucesivas.

Hubo un momento en que paretecia restaurarse la unidad imperial. Por una feliz casualídad en la sucesion, el imperio de Carlomagno se restableció duranten algunos años bajo el cetro de Carlos el Gordo, el mas joven de los hijos de Luis el Germánico. Pero no tenia categoría para proseguir la obra de Carlos el Grande. Tanto los francos orientales como los occidentales comprobaron pronto su decadente gobierno y, sobre todo, su complacencia hacia los normandos. En 887 y 888 subíeron nuevos reyes al trono.

Francia y Alemania se habian convertido en reinos independientes, y así siguieron en lo sucesivo. En el 911se extinguió la dinastia carolingia en Alemania con un adolescente débil y sin madurez espiritual, a quien se le conoció con el nombre de Luis el Niño. En Francia, en el año 987, se extinguió también la dinastia carolingia en 1a persona de Luís V, llamado por algunos "el Holgazán' biznieto del también insignificante Carlos el Simple. Esta situación dio origen al abandono paulatino de las obligaciones de gobierno por parte de los soberanos y al fortalecimiento de los poderes locales, lo que derivará lentamente en el sistema feudal, sistema que decaerá a causa del empobrecimiento de los señores feudales en las cruzadas.

 

 

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