el impresionismo
¿Qué fue el impresionismo?
De representar las cosas como sabemos que son -conocimiento intelectual- a representar la móvil apariencia con que las reciben los sentidos, sometidas a todas las influencias del medio -conocimiento experimental-, es la distancia que hay de Courbet a los impresionistas.
Las novedades técnicas y teóricas que éstos traen exigen un estudio detallado, pero bueno es advertir que al movimiento impresionista no le faltan antecedentes. Rembrandt, Velázquez, Hals, Watteau, Fragonard, Goya, Delacroix, el mismo Courbet, y aun antes, los venecianos, habían venido preocupándose por la luz y sus efectos sobre las cosas. Muy cerca están también tres pintores ingleses, que, por el énfasis que dan a la luz, adelantan el primer postulado del impresionismo; Richard Bonintong (1802-1828) y sus compatriotas Turner y Constable.
Pero en estos años de la segunda mitad del siglo XIX, con los descubrimientos que hace la física sobre la naturaleza de la luz, cuando se despierta en los pintores un interés más vivo sobre los fenómenos luminosos y su aplicación a la pintura. La luz es el vehículo necesario de toda impresión visual, por lo que es lógico que constituya la primera y principal preocupación del pintor. Es la luz solar la que, cayendo con mayor o menor inclinación, con intensidad distinta, directa o reflejada, sobre las cosas, engendra la ilusión del color y de la línea, que es inherente al fenómeno de diferenciación de los colores. De manera que lo que nosotros vemos, en rigor, no son los objetos sino las manchas coloreadas -atmósfera, luz- que las envuelven y que es lo que hay que pintar, pues es lo cierto que, a pesar del carácter irreal de la impresión, para el pintor tiene el mismo valor que la realidad objetiva.
Como resultado de esta teoría, la técnica pictórica sufrió una profunda transformación. Puesto que la retina viene a ser el laboratorio donde los colores, que llegan separados, se unen y combinan según leyes de simpatía para dar la sensación última, se hacía innecesaria loa mezcla en la paleta, y bastaba, para el fin propuesto, su yuxtaposición, observando las leyes de complementariedad y contraste.
En consecuencia, los impresionistas compusieron una paleta de colores puros, desterrando los tonos oscuros, neutros y grises que no aparecen en el espectro solar, con lo que el resultado es una pintura luminosa, de tonalidades vivas y claras. El procedimiento tiene, además, una indudable ventaja: la de que, realizándose la mezcla con luz coloreada, el tono resultante es de una limpieza que jamás la puede lograr la mezcla física de los pigmentos.
Como todo este maravilloso mundo coloreado, para hacerse visible, requería la colaboración de la luz libre, los impresionistas se dedicaron, sobre todo, al paisaje, dando origen a la pintura llamada plenairista o al aire libre.
Aunque como ya se ha advertido, hay antecedentes en distintas épocas y países, el impresionismo como escuela puede decirse que nació en Francia, cuando un grupo de pintores empezó a interesarse en los problemas de la luz y quiso aplicarlos a sus pinturas, formulando unas reglas que pueden definirse así: