La larga jornada(cuento católico) Una lectora expresa el estado espiritual de las almas del Purgatorio que están muy próximas al Cielo, a traves de su imaginación.
Me fui de allí hacia mi izquierda, saliendo de la playa y entrando en una zona de pastos no muy cuidados pero un poco más fresco que la playa. Ahí cada vez más había toda clase de hombres y de mujeres, algunos vestidos otros desnudos, pero nadie se daba cuenta, pues las conversaciones que sostenían eran todas acerca de sí mismos y nada parecía importarles más que expresar lo que sentían en ese momento... hablaban con el vecino, pero sólo se escuchaban a sí mismos. Cansada, pues llevaba un largo rato de pie y con ese calor que me abrasaba la garganta, me dirigí hacia una plaza a unos cientos de metros más hacia la izquierda Allí se encontraba una especie de amplia escalinata de diez escalones y pasamanos de mármol blanco gastado, que daba a una explanada del mismo material. En el centro un grupo de creía yo- religiosos, cantaban odas a Cristo, pero sus voces eran vacías, ya que no daban el recital para la multitud, para agradar a los demás, sino para calmar su pena y dolor, el de cada uno de sus integrantes. Harta, me dirigí, por la escalinata que daba al Este igual por la que subí- hacia una edificio de estilo barroco, muy colorado por el polvo de ladrillo que caía sin cesar. Empujé la puerta, que si bien era maciza, no ofreció ninguna resistencia, y ya en el vestíbulo la gente iba y venía con papeles y libros. Me costaba ver al principio ya que la iluminación interior era con luces de mercurio muy amarillas. Le pregunté a un muchacho que pasaba qué era todo esto, y él me respondió: es la Universidad, aquí tratamos de solucionar el problema de la soledad que sentimos día a día, pero era lo mismo que en el exterior, todos querían hallar la respuesta a su problema sin ayudar o escuchar a los demás. Tampoco me gustaban esas gentes, sus miradas furtivas y vacías me incomodaban, como si estuvieran deseosos que me fuera dé allí. Atravesé una puerta de doble hoja que sentí pesada esta vez, y di con un enorme salón mal iluminado, con las mismas luces del vestíbulo me topé con unas pocas personas que presurosas se dirigían a clase atravesando una puerta pequeña a comparación de las otras, a una especie de cuartillo con una escalera de madera vieja y una ventana sin cortinas, llegada a este punto no quise avanzar más pues por la ventana veía un noche cerrada y con apenas el brillo de la luna y en el vano de la escalera una tenebrosa oscuridad. Me volví y salí de allí presurosa por el miedo que me iba invadiendo , crucé el gran salón, las puertas costáronme mucho abrir, pero lo logré y ya en el vestíbulo casi me quedo encerrada en el edificio, pero logré salir de allí; Ya en la luz del sol de la planicie con su plaza y su multitud me sentí mejor, pero no me abandonó la congoja. Volví a la playa y experimente lo que todos, sólo podía estar parada, así y todo empezó a pasar el tiempo, más gente llegaba y realizaba el mismo circuito que yo... y la pena que no me abandonaba... . Hasta que un día, sentí una gran compasión por todos ellos, una gran pena por lo que estaban pasando, fue en ese momento que en mi corazón empecé a sentir la llama del amor ¡hacía tanto tiempo que no la experimentaba!, Allí estaba recorriendo mi interior y derritiendo el hielo que se había posesionado de mí, ¡pude sentarme!, y comencé a llorar, el llanto barría con toda la coraza que me circundaba el alma. Lloraba por todos ellos, no por mí, sino porque no encontraba la forma de explicarles cómo sentirse llenos de amor igual que yo. De pronto hacia mi derecha vislumbré un camino que no había visto antes, de suelo pedregoso, mi espíritu alegre y aventurero surgió y me encaminé hacia allí, al principio me dolían los pies desnudos pero seguí sin que me importara, luego el camino fue convirtiéndose en grava y luego en arena suaveAl final del camino se veían muchas personas que estaban rodeadas de una inmensa luz, y volviéndose, estiraron sus brazos para ayudarme. En ese momento, volví a sentir piedad por esas personas que dejé atrás y mis pies se hundieron en la arena, costándome avanzar. Pero ellos no me dejaron, se estiraron más y me tomaron de las manos, mis pies se elevaron y fueron como plumas, ¡comencé a volar! Y de entre ellos surgió una Mujer que despedía de sí misma un amor y piedad infinitos... me rodearon todos y nos hicimos uno, pero sin dejar de ser yo misma, y el amor y la compasión y la alegría estallaron por todos lados y no dirigimos más y más hacia esa luz incandescente pero benigna... Ahora sé, pensé , lo veo todo claro, cuando esté en presencia de Dios, con toda la humildad que quepa en mi espíritu, pediré por todas las almas que dejé atrás en el Purgatorio... ¡sí, pediré por ellas!. |
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