Miro Villar
UNA MIRADA GALLEGA A MALTA

En este nuevo siglo que iniciamos se habla mucho de la construcción de la identidad europea y la UE camina hacia su ampliación. Sin embargo toda esta estrategia responde casi en exclusiva a una construcción económica, que está muy lejos de la Europa social y de los pueblos que muchos de nosotros deseamos. Una Europa de la convivencia que permita el mutuo conocimiento entre los diferentes pueblos, haciendo visibles las realidades de naciones sin estado, como Galicia.

Por fortuna, existen organizaciones no gubernamentales, que trabajan en esa dirección, como puede ser la asociación cultural italiana Allegorein, organizadora del "Premio di Poesia Tívoli Europa Giovani", una convocatoria abierta a todas las lenguas europeas con indepedencia de su status. En una de mis presencias en Tívoli pude conocer al poeta maltés Adrian Grima y allí fue la primera vez que tuve un contacto visual con la lengua maltesa, de la que a penas sabía su origen semítico, por mis estudios de Filología, y poca cosa más. Lo cierto es que Adrian y yo empatamos enseguida, hablamos mucho de poesía y de la situación de nuestras respectivas lenguas y literaturas y observamos más de una coincidencia. En aquel momento Adrian también me habló la asociación Inizjamed y de la posibilidad de realizar algún trabajo conjunto en el futuro.

Hace unos meses Inizjamed decidió contar conmigo y su invitación me ilusionó, aunque el problema lingüístico me asustaba un pouco (puedo leer inglés, pero me cuesta entenderlo y no lo hablo, y mi italiano es mediocre). Con la ayuda inestimable de Stephen Cachia, de Karsten Xuereb, del propio Adrian y de otros miembros de Inizjiamed mi visita pudo concretarse, para realizar un taller de literatura, unha conferencia sobre los mitos en la identidad gallega y un recital de mis poemas acompañados de una proyección de diapositivas, además de la posibilidad de hablar de mi país atlántico y en mi lengua atlántica en un país mediterráneo de lengua semítica.

De partida, el mayor inconveniente fue el propio viaje, pues Galicia es la punta más occidental de Europa y por lo tanto periferia, porque las comunicaciones aéreas son difíciles y las horas de espera en el aeropuerto de Barcelona permitían la lectura de una novela de 600 páginas.

A nuestra llegada, mientras los amigos de Inizjamed trabajaban muy duro en ultimar los detalles, tuvimos tiempo para conocer la isla y también Gozo. La primera sorpresa vino por el calor húmedo que nos agotaba muchísimo y la sensación de aridez del paisaje. Pudimos comprobar que la zona turística dónde nos alojabamos era similar a nuestras zonas turísticas, masificada y con la costa totalmente ocupada por construcciones hoteleras, sin una distancia de protección del entorno. En este caso no hubo sorpresa, en Galicia hay zonas dónde la presión sobre el medio ambiente también es brutal.

Sin embargo, descubrimos lugares como la ciudad vieja de Mdina, que parecía una pequeña Santiago de Compostela (la capital de Galicia, ciudad patrimonio cultural de la humanidad). Y conocimos lugares de la costa aún no deteriorados. Con el poeta Norbert Bugeja vivimos una magnífica tarde en dos lugares muy bellos, GHar Lapsi y la ciudad neolítica formada polos templos de Mnajdra e de Hagar Qim. La cortesía y la hospitalidad de Norbert aumentaron nuestra satisfacción.

En los demás días nos asombró mucho la ciudad amurullada de Birgu y nuestro recorrido por Sliema o La Valletta también nos deparó muchas imágenes bellas. De todas ellas, porque soy un amante del teatro, destacaría las ruínas a la entrada de la capital y el pequeño Teatro de Manoel, que me trajo a la memoria el Teatro Principal de Santiago de Compostela. Pero sobre todo me acordaré de un pequeño detalle, las máquinas que se utilizaban para efectos especiales como el viento y la lluvia. Nunca había visto nada igual, a pesar de haber vistado muchos teatros.

El único viaje organizado que realizamos fue a la isla de Gozo y el guía se encargó de llevarnos de un lado a otro de la pequeña isla. Visitamos todos los monumentos importantes, pero lo que más nos impresionó fue la Finestra Azzurra (?), porque allí se observaba el inmenso poder del mar y esta visión nos acercaba a Galicia y a la inmensidad del atlántico.

Con el pintor William Azzopardi conocimos como se celebraban las romerías en Malta. Santa Katarina no resultó ser muy diferente de nuestras fiestas populares, con culto religioso, música de bandas y fuegos nocturnos de artificio. Bién pudiera ser la fiesta patronal de mi villa, Cee. Una de las pocas diferencias es el hecho de que en nuestras fiestas, además de las bandas, tocan orquestas de música pop para la juventud.

Marsaxlokk, Blue Grotto, Rabat, Mosta... fueron otros lugares de interés, acompañados de vino o cerveza locales y de buen pescado, que no todo va a ser alimento para el espíritu.

La última jornada realizamos un viaje a Mellieha con Stephen Cachia, al impresionante santuario de la cueva, y allí me desconcertó la visión de los ex-voto de barcos. Yo soy de la Costa da Morte galega y las ofrendas de naufragios forman parte de mi acervo cultural. En el atlántico siempre decimos que el meiterráneo es un mar sin vida y demasiado calmo. Fue un tópico que aquella visión me hizo reconsiderar, en el mediterráneo también el mar podía ser muy temible.

En cuanto a las actividades literarias, el taller resultó ser una experiencia interesante por la pluralidade de los participantes. Desde mi punto de vista personal los problemas lingüísticos no permitieron finalizar completamente alguna de las actividades propuestas. Mi intención era desarrollar técnicas de expresión escrita que facilitasen la tarea de escribir. No sé si lo he conseguido, pero en mi opinión se escribieron textos muy bellos y se reflexionó sobre el hecho de que la literatura es, sobre todo, un juego y que el proceso de reflexión y de maduración debe ser posterior. Fue importante el diálogo entre todos, porque me asustaba la posibilidad de convertir el taller en un monólogo. Aún que todo siempre se puede mejorar, mi valoración personal fue positiva y espero que los asistentes puedan decir lo mismo, que puedan decir que al menos alguna actividad de las muchas realizadas les ha ayudado a escribir un poco mejor.

Los actos en Birgú fueron impresionantes. Se podía percibir la enorme cantidad de horas de trabajo que allí se condensaron. En mi opinión todo resultó magnífico, especialmente dos de las performances, pero hasta la más pequeña lectura tenía su interés. No entiendo nada de maltés, pero la sonoridad de la lengua aún permanece en mis oídos. Las traducciones simultáneas de Stephen Cachia nos ayudaron a entender la literatura, que siempre tiene dimensión universal.

En esas dos jornadas descubrí también que había otros motivos que me aproximaban a Inizjiamed, por una parte su oposición a la construcción de un campo de golf en la isla. Unha pretensión absurda, totamente absurda, propia del capitalismo salvaje de esta hora para el que poco o nada importan los habitantes y sus medios de producción, la calidad de vida o el medio ambiente. Y otra iniciativa de algunos miembros de la asociación que mantienen una cooperativa de comercio justo. En definitiva, en esas dos noches supe que no me había equivocado al aceptar la invitación de Inizjiamed.

Finalmente, desearía resaltar la dimensión humana que he conocido en esta larga semana. Y no me refiero a la repercusión mediática (entrevistas en los principales periódicos, grabación de TV, porque como me había comentado Adrian Grima, también Galicia y Malta se parecen en eso, si eres un escritor extranjero te dedican espacio en los mass media, pero si yo fuese un escritor maltés a penas. Algo así sucede con la prensa gallega). Me refiero a la generosidad, a la hospitalidad y a la agradable compañía de la gente de Inizjamed y de sus allegados. Para nosotros esa afabilidad en la comunicación y la amistad cultivada para el futuro han sido lo mejor de este viaje. Nuestra gratitud y nuestra deuda.

9.02


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