PERE UBU

La última etapa del Pere Ubu clásico (con Anton Fier -ex Lounge Lizards- a las baquetas) es un digno canto de cisne. Con excelente sonido y nuevos bríos, el quinteto da un paso adelante y publica The Song Of The Bailing Man (Rough Trade, 1982), magnífico LP diseñado para girar a 45 RPM. Acaso revitalizado por la exultante circularidad de los ritmos versátiles de Fier (quien muestra su filiación jazzera), el disco hace gala de un dinamismo inédito en la propuesta musical del grupo: inquietas marimbas, redobles hiperactivos, nerviosos crescendos. Pero la recuperación definitiva no llegó a consolidarse. Desde las mismas sesiones de grabación hasta el tour promocional, todo parecía contribuir a acentuar las diferencias y a acelerar el desgaste entre los miembros de la banda. Y, tras apenas siete meses de trabajo con la prometedora nueva formación, en febrero del 82, así como empezó, sin grandes planes ni aspavientos, por omisión, la aventura llegaría a su fin. Thomas iniciaría una carrera en solitario junto a The Pedestrians (por donde desfilarían ex-Ubus). Maimone y Krauss se embarcarían en rollos no wave como Syd's Dance Band y Home & Garden. Fier inicia con Arto Lindsay el proyecto Golden Palominos. Thompson reactiva Red Crayola. Sólo cuando, en 1987, Krauss, Ravenstine y Maimone coinciden como banda de apoyo para el siguiente proyecto de Thomas (The Wooden Birds), se decide dar el paso lógico: con Jim Jones (antaño sonidista del grupo) en guitarras, Padre Ubú sale de suspensión criogénica. Pero ésa es otra historia, chicos.

El Secreto Mejor Guardado del Rock'n'Roll

Entre 1974 y 1980, bajo los sombríos paisajes industriales de Cleveland, Ohio, un puñado de jóvenes y talentosos músicos gesta una de las movidas más estimulantemente fascinantes del rock angloparlante. Músicos deseosos de expresar sus inquietudes, sin aspiraciones de estrellato, difusión masiva o trascendencia, conscientes de su ancilaridad y de que su actitud irreverente no contribuirá a sacarlos del aislamiento. Una escena de eclosión creativa admirable, con propuestas y personalidades difíciles de adscribir a las categorías formales de la ortodoxia rockera, con un sonido sorprendentemente moderno que inclusive hoy resulta novedoso y atípico. En agosto de 1976, de las cenizas aún tibias de un proyecto llamado Rocket From The Tombs (vigoroso combo de inspiración Detroit, recogiendo la posta asesina de The Stooges o MC5) nacería una de las bandas más insólitamente innovadoras, inclasificables y desafiantes de la órbita pop. El propósito de esta empresa es, irónicamente, de mínimas proyecciones hacia el futuro: sólo legar a la posteridad, en forma de single, uno de los momentos estelares de la abortada experiencia Rocket: "30 Seconds Over Tokyo"/"Heart of Darkness", aparecido en setiembre, fue el pretexto para que David thomas en las voces (además gestor del sello Hearthern Records, creado expresamente para la ocasión) y Peter Laughner en las guitarras unieran fuerzas con Tim Wright y Tom Herman en guitarras y bajos, Allen Ravenstine en el sintetizador (una rareza analógica, el EML, que dará su sello característico al sonido Ubu) y Scott Krauss a la batería.

Escogen tres sílabas francesas como nombre de batalla: Pere Ubu, el célebre personaje del agitador dramaturgo protosurrealista francés Alfred Jarry. La sola elección (un nombre que no sugeriría nada al ciudadano gringo promedio) revela desde el saque la vocación provocadora de estos muchachos. David y Peter eran los sobrevivientes de Rocket (los demás se fueron con Stiv Bators a formar la célula punk Dead Boys). Tim era su sonidista. A Scott, Tom y Allen los conocían del ambiente del Plaza, centro habitacional (propiedad de Ravenstine) que albergaba a buena parte de la comunidad de nuevos artistas de la zona. Tras algún reacomodo de personal (Laughner, embarcado en una imparable vorágine autodestructiva de alcohol y drogas, se retira de la banda y fallece en 1977; Wright se marcha a New York, donde pasa a formar parte del trío no wave DNA; Tony Maimone se incorpora al bajo), el grupo registra otro par de 45s. Grabaciones visionarias y adelantadas a su tiempo, que deben haber marcado su poderosa impronta en futuros francotiradores como PiL (mostrando que la voz puede ser esencial para crear climas desquiciados y desquiciantes) o Joy Division (la oscura línea de bajo de "Heart of Darkness" prefigura elementos claves del sonido de los de Manchester). El feliz encuentro entre la estética amateur de las garage bands y lo arty, celebrado en terrenos audaces y para nada autocomplacientes, no era ningún pretensioso experimento "artístico" autoindulgente y ridículo sino un bombazo de creatividad, riesgo y rupturismo que anuncia la inminente llegada de la new wave, los pone a años luz de los tímidos balbuceos de la asonada punk newyorkina (Ramones y afines) y recupera la continuidad con el incombustible legado de la Velvet (tarea en la que coinciden con otros terroristas sónicos, Suicide, con quienes compartieran cartel en el célebre Max's Kansas City). Entre el ludismo ininteligible y la locura hecha sonido (guitarras en duelos de cacofonía, estallidos furibunbdos, escalas infantiles), los cinco Ubus retuercen salvajemente la venerable osamenta del pop, aunque sin pose antisocial/maldita sino aceptando sus postulados para subvertirlos/confirmarlos/ampliar sus horizontes. Uno de estos discos llega a oídos del cazatalentos mayor de la Mercury. La compañía genera un subsello llamado Blank Records para plasmar en vinilo sus dementes incursiones sonoras.

... Memorabilia: recuperando referencias básicas en la historia del rock

Bajo la producción de Ken Hamann, el quinteto registra en los estudios Suma lo que sería su debut en formato largo, editado en febrero de 1978: The Modern Dance, clásico indiscutible de la "nueva música". Una de las contribuciones capitales del rock a la cultura sónica del siglo XX, merced a su estilo disonante y angular, angustiante y desorientador. Entre el ímpetu rock, el ocasional estribillo alegrón (una pista insólita: los Beach Boys son uno de los grupos favoritos de David), la aguda experimentación sonora (da la pauta Ravenstine, con la increíble gama de sonidos retorcidos y absurdos que arranca a su sintetizador) y el crudo testimonio de la neurosis urbana (en los climas dislocados y nerviosos -como si el decorado de El Gabinete del Doctor Caligari hubiera sido transcrito a notación musical- y las fantásticas posibilidades de la voz de Thomas, encarnación palpable de la desesperación y la histeria, pero desprovistas de todo viso trágico), se trata de uno de los debuts más logrados en la historia del rock, en un panteón glorioso que seguramente ocupan también el Horses de Patti Smith, Murmur de REM, Are We Not Men? de Devo.

De regreso de una corta gira por Estados Unidos y Europa, ese mismo año repiten plato con Hamann para la grabación de Dub Housing (Chrysalis), disco igualmente memorable que reedita los niveles de genialidad y los confirma como una de las voces más originales de su generación. La misma sensibilidad crispada del debut alcanza aquí picos aún más altos en temas como la escalofriante "Dub Housing" o "Blow Daddy O", con tenebrosas texturas electrónicas que sugirieron a la prensa musical el calificativo obvio de "industrial" para intentar comprender este singular discurso avant-garage. Pero es evidente que este sonido no sale de la nada; en la genealogía Ubu tienen responsabilidad compartida el espíritu comunitario de Can, la lucidez lisérgica de Syd Barrett, la excentricidad de Captain Beefheart, el ingenio de los dos primeros discos de Roxy Music. Son referencias que dan una pista de lo que pudo haber sido el sustrato musical en el que basan su sonido, pero el resultado es tan original que se las arregla para trascender o reelaborar estas influencias. A este brillante arranque sucedió una oscura etapa de reajuste estético e investigación aún más extrema que tuvo como fruto los álbumes New Picnic Time (Chrysalis, 1979) y The Art Of Walking (Rough Trade, 1980), placas erráticas que los muestran deambulando en territorios ofensivamente herméticos. El quinteto, aparentemente a instancias de Thomas, se lanza de cabeza a la piscina vacía de un a veces estéril vanguardismo, renunciando al balance entre las facetas arty y pop de su sonido. La crisis interna no tarda en desencadenarse: perpleja ante los excesos del primero, la Chrysalis les rescinde contrato. New Picnic Time (cuyo título provisional fuera, significativamente, "Goodbye") es el hijo deforme de Dub Housing, recogiendo sus momentos de brillante pop juguetón y explosivo pero ahogándolos en excesos de excentricidad (también insinuados en el segundo largo, a decir verdad). La falta de dirección de este disco va aparejada con una temporada de frustraciones y malentendidos. Después de un poco gratificante concierto ejecutado ante cinco personas, Herman decide dejar la banda. La salida arrastra al grupo a una disolución de facto durante un par de meses, hasta que se deciden a reclutar como reemplazo a Mayo Thompson (líder de la mítica banda psicodélica The Red Crayola, que acompañara a los Ubus en sus incursiones europeas del 78). Pero su aporte en The Art... no consigue todavía sacar del pozo a la banda, que en difíciles elucubraciones sonoras se delata en la misma pelea de pulpos con sus ímpetus creativos, aunque paradójicamente excelentes temas como "Go" o "Birdies" (alusión a las acrobacias vocales de Thomas, que podemos apreciar en la mencionada Urgh!) den fe de su talento habitual. Pasando por alto lo agotados que suenan por momentos, el New Musical Express (con la firma del ex-Henry Cow Chris Cutler, quien años después se incorporaría a la saga Ubu) califica el disco como una obra maestra. Para agregar más leña al fuego, la disquera imprime una tirada inicial del disco cortada a partir de un master descartado por la banda. Aquejado del mismo descontento que Herman, Krauss se marcha en 1981.

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Escribe: Marco Rivera Interzona 1, Marzo 1998