Escribe: Marco Rivera
(Interzona 3, Octubre 1998)

La tele en blanco y negro, Ultrasiete, la radio AM como fuerza directriz de nuestras vidas, el Pop in full effect, como decían los raperos de antaño. O sea, los 70s, bebés. Aunque razone como tío, no puedo evitar volver a los tiempos de gloria en que la balada o canción melódica era un poderoso formato expresivo dotado de una capacidad conmovedora a prueba de balas y una coherente cosmovisión kitsch que revisitaba sin descanso todas las posibilidades del inagotable tópico amoroso. Uno de los nombres que conforma la Santa Triada baladística, junto con Nino Bravo y el engreído insoportable de Raphael, celebra con este recopilatorio doble 26 años de una ejemplar carrera sembrada de éxitos memorables (la magia desesperada de "Vivir así es morir de amor"), pacharacos (el tema de "Colorina", no recogido en este álbum) o facilones ("La culpa ha sido mía"). Camilo Sesto (nom de guerre de Camilo Blanes, el prolífico compositor-productor-intérprete) quizá no tendrá a su favor la mitificación invencible que trae una muerte prematura y trágica ni los vergonzosos caprichos de divo rosquetón que tanto encandilan al gran público, pero sí goza de una impresionante amplitud de registro y una versatilidad de la que carecía el gran Nino y un sólido genio compositivo que le evitó depender de los mercaderes y fabricantes de canciones sin los que Raphael no cantaría ni a.

Sin los usuales excesos de los recopilatorios en CD (formato que, como habrán podido notar, aborrezco apasionadamente por su duración desmedida y sus detalles agiotistas -embutir a la mala outtakes, desempolvar temas descartados y cortes de relleno, etc.), Superstar ofrece una casi intachable retrospectiva que documenta las extraordinarias páginas de un repertorio infalible en términos de hits (que inexplicablemente empezaron a escasear desde mediados de los 80s, en sus últimos 5 álbums); un recorrido espectacular que muy pocos intérpretes pueden alcanzar (pensemos nada más en muchos de nuestros ídolos rockeros que podrían completar una selección similar sin recurrir al viejo truco del relleno): se recogen aquí 30 temas, de los cuales más de 20 (!) tuvieron en su tiempo considerable éxito como singles, abarcando la prehistoria inocentona ("Fresa salvaje" y sus coros desconcertantemente ridículos pero efectivos -esas voces femeninas...-, extraída del debut Algo de mí, de 1972), los inobjetables clásicos inmortales (aquí la lista es inmensa, pero falta -omisión criminal que le quita al disco el raro sabor de la perfección Absoluta- la maravillosa y paranoica "Celos") y hasta las colaboraciones con otros artistas (la hermosa "Callados", de 1978, con su protegida Angela Carrasco -a quien Blanes/Sesto compuso y produjo discos completos-, y "Getsemaní", tomada de la versión hispana de Jesuschrist Superstar -con alucinantes demostraciones de pericia vocal que dejan chiquito al Ian Gillan de la "ópera" original). Desafortunadamente, sin embargo, los responsables de esta antología no han podido sucumbir a la horrorosa tentación (de nuevo, típica de los CDs) de remezclar tres temas ("Vivir así...", "El amor de mi vida" y "Algo más") que hubiera sido cuchumil veces mejor dejar tal como estaban, en especial en el caso de los dos primeros, notoriamente emblemáticos en la carrera de este cantante.

14 de los 21 episodios de la existencia discográfica de Camilo están aquí presentes (los que abarcan el período 1972-1983), encapsulados en un producto altamente emotivo (¿quién, por favor, no sentiría la pegada frente a maravillas que oscilan entre el estereotipo y el desarmante Pathos como "Jamás" o "El amor de mi vida"?) que nos retrotraen a esa época -yara, el efecto tío ataca de nuevo- en la que ni nos imaginábamos remotamente que un día nos torturarían los oídos zopencos como Enrique Iglesias, Alejandro Sánz, Chrstian Castro o Luis Miguel, anónimos chicles prefabricados sin talento ni personalidad, sin más argumentos que sus cacharros de angelitos. A una época y un género en el que los procedimientos creativos de laboratorio con los que se daba forma a un disco en estudio sorprendían por su ingenio y elocuencia. Camilo Superstar sirve, en ese sentido, como testimonio de los picos artísticos que se podía conquistar con recursos como el trabajo con arreglistas externos + la presencia de músicos de sesión sin rostro ni idiosincrasia (una fórmula que es casi herejía para nuestra cucufata moral rockera, para la que el artista debe además ser intérprete-músico para gozar de nuestra total aprobación)y el aprovechamiento de las posibilidades sónicas de un espectro instrumental que escandaliza al estrecho de miras: coristas estranguladas, solemnes timbales de orquesta, melodramáticos violines, aires exóticos (el orientalismo cliché de "Melina" o "Miénteme"), pianos y arpegios guitarrísticos sospechosamente sentimentales.

Aunque seleccionar y secuenciar el listado de tracks debe haber sido un infernal quebradero de cabeza para quien organizó el disco (por las múltiples posibilidades que habrá tenido que barajar), se agradece el acierto y la consideración de orqustar este recopilatorio no según criterios carniceros e ineptos (como ocurre con los anteriores recopilatorios de este artista -o bueno, con casi todos los recopilatorios en general-, demasiado parciales, plagados de lagunas y poco representativos como visión panorámica) sino con un respeto del feeling de las canciones (se percibe una continuidad afectiva, pese a los constantes saltos temporales de quien renuncia a la fácil cohesión de la cronología) y un deseo de encontrar un sabio balance entre el material hit y no-hit, que aquí no desentona en absoluto. Tampoco cae mal que se nos proporcione información acerca de la procedencia de los temas, la autoría de los arreglos y la discografía del artista; una gentileza desacostumbrada en el medio hispano, tan dado al descuido y la pobreza en sus ediciones. El suntuoso sonido de la remasterización digital (otro de los sambenitos de los discos compactos) ofrece, por otra parte, la posibilidad de disfrutar detalles normalmente poco apreciados (sobre todo en el plano de la instrumentación), muestra de que contra lo que normalmente se acepta, aquí no se trata nada más de un dandy fintero y loca edulcorando al choclonaje romanticoide sino de un Autor en toda la extensión del término, iluminado por quién sabe qué para digitar en el teclado de nuestras emociones inspirados mensajes hermosos e inolvidables y elevarnos aunque sea por tres o cuatro mágicos minutos por encima de nuestra miseria y mezquindad cotidiana. Gracias superstar.


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CAMILO SEXTO CAMILO SUPERSTAR
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