Escribe: Carlos Quinto
(Interzona 1, Marzo 1998)
El cantante de los cantantes”. Asi le llamaban. Y con mucha razón. Héctor Lavoe supo destacar por encima de sus contemporáneos, cantantes notables como Ismael Miranda y el propio Cheo Feliciano, a quienes dejaría relegados a un segundo plano, alzándose con el título de “sonero mayor” y consolidando una carrera artísticamente invaluable , que pudo haber alcanzado incluso cotas mayores y tener una duración más prolongada, de no haber estado su vida marcada por el estigma del infortunio.
Con tan solo 16 años, Hector Juan Pérez -su nombre verdadero- emigró de su ciudad natal Ponce -en Puerto Rico- al Bronx neoyorquino, donde inició su trayectoria al lado de Willie Colón, con quien grabaría seis discos entre 1967 y 1973 (sin contar el recopilatorio El crimen paga) para luego emprender su pródiga etapa como solista, dentro de la que Comedia (1978) destaca con toda evidencia. Precedido por una larga lista de escándalos y chismes del más variado calibre, este álbum -producido por el mencionado Colón- muestra a un Lavoe absolutamente dueño de sus facultades. Desde la biográfica “El cantante”, un tema compuesto para él por Rubén Blades que llegó a convertirse en un tremendo éxito y en cuyo texto muchos vieron una estampa clarísima de la existencia de Lavoe, quien al cantarla le introducía un agridulce sabor a confesión (“y nadie pregunta / si sufro, si lloro / si tengo una pena / que hiere muy hondo / yo soy el cantante / por que lo mío es cantar / y el público paga / para poderme escuchar”) Revelador.
Hablar de los temas siguientes en términos de “salsa” sería pecar de imprecisión, pues en ellos Lavoe hace hasta de crooner (!), tanto en “Comedia”, como en la más romántica “Por qué te conocí?” ; incitando -asimismo- ya sea a sacudir el cuerpo, con las calientísimas “Soncorosongo” y “La verdad” (“y si me quieres canto / si no me quieres lloro¨) o, por otro lado, a la reflexión, como en el caso de “Tiempos pasados” donde parece quedar reflejado su carácter nostálgico (“tiempos pasados / que nunca volverán / fue como un sueño / o una estrella fugaz / los tiempos cambian / esa es la realidad”). Redondeando la faena con “Bandolera”, composición de Víctor Cavalli, en cuyos textos se destila amargura por las traiciones amorosas, con unas frases que se prestan a la polémica , pero que al ritmo demoledor de la excelente orquesta, acaban por resultar divertidas (“Y como llegaste a mí / aléjate bandolera / si te tiro por la ventana / te subes por las escalera.” )
Lamentablemente su adicción a las drogas y una serie de desgracias (el asesinato de su hijo a la edad de 16 años a manos de una pandilla; la muerte de su padre, días después de haberse reencontrado con él tras un largo período) acabarían por eclipsar su estrella, llegando incluso a intentar suicidarse, arrojándose del noveno piso de un hotel de El Condado. Lavoe falleció el 29 de junio de 1993, sumido en la miseria; abandonado por su familia, sus amigos y por un público que –paradójicamente- inundaría luego las calles de New York durante su cortejo fúnebre (necrofilia, que le llaman), en un último tributo a la figura de quien, con su voz y sus canciones representó mejor que nadie las costumbres del pueblo, así como sus tristezas y alegrías. Un gran artista, que le cantó “a la vida de risas y penas, de momentos malos y de cosas buenas” y de quien , con toda seguridad, seguirán hablando las futuras generaciones. Rest in peace, maestro.