Roberto Solozalbal, en lo singular, fundido con el espíritu del Atlético de Madrid. Afamado y mimado por la familia rojiblanca, como miembro de la misma. Llego al primer equipo del Atleti en una metamorfosis de personalidad, brotado desde su juego juvenil en el "Madrileño", árbol con yemas de primavera que se arranca para dejarlo reemplantado en las alineaciones del equipo de mayor categoría. Buen complejo, buena mixtura, Roberto Solozabal hace del fútbol filosofía, literatura, viaje, diversión, dinero, deporte. Sabe hilar las cosas entrelazándolas. Cuenta con la adhesión de la afición que considera su función de futbolista. Amasa el manjar que consume la imaginación de la apetencia. Madrileño, a los madrileños, se descubre dotado de esa vertical que da la conciencia de su propio juego: sencillez, suprema dificultad, solo vencida por los que poseen equilibrio mental. Jugador de "raza", Solozabal con su pericia de filosofo futbolistico, jugador de clase con estilo incisivo, aunque sereno, desinflador y aplastador de los empeños rivales, con ingenio y tremendo arrojo. Roberto Solozabal concibe la vida y el fútbol como acción y poesía. Temperamento, sensibilidad, acento sobrio y emotivo despojado de amaneramiento, hondo y sincero. La Olimpiada le corona de laurel, la Medalla de Oro testifica su gesta deportiva. Su gesto, son los dos millones de su premio olímpico que dona a la Real Federación Española de Fútbol para la atención de la promoción del deporte aficionado. Bucaro con claveles, madrileña, del madrileño. Un trasfondo de seriedad, no cesa de velar por su responsabilidad, voluntarioso de un coraje que no caduca. Roberto vocación decidida a los logros máximos, es el mejor en el Atleti y en la Selección Nacional, con triunfos aclamados en Estadios de multitudes. Visto su fútbol de forma procesal, tiene consonancia, medida, énfasis, metáfora, ingenio, filosofía, cada cosa o algunas juntas una vez, otras veces las demás, o alguna.