Juventud reventando su espíritu de energía, simboliza a Juan Manuel López, rudo muchacho, desafiador de peligros. Nunca hubo un futbolista tan hecho para el fútbol. Desde siempre soñó con el balón. El fútbol es su mundo, el Atlético de Madrid su universo exclusivo. Si se puede vivir en una limitación deportiva, en 1992 era ya bronce en todo y oro en la Olimpiada. En López hay nervio. De la explosión de su energía potencial incoercible, parece, me parece a mi, que López fortaleza va a romper todo, tanto ímpetu y afanoso calor hay en él. Agil, fuerte, contundente, la talla precisa, todos le respetan, es el defensa que ansían los entrenadores para sus equipos, es el arma escondida en la galanura del juego del Atlético de Madrid y de la Selección Nacional para atajar el avance contrario. Juan Manuel López hace el fútbol a su manera, viril, resolutivo, duro y subitáneo, porque el jugador debe ser audaz. Por eso a algunos extremosos les hace ascos. Ni juego de salón, ni barriobajero, juego de campeonato, nato y disputado. En una gota de agua esta el océano. En López hay fuerza contenida que estalla inundando espacios que se convierte, a veces, en candor de juego adelantado y punta de vanguardia, especialmente en los corners. Con coraje, con su pabellón futbolistico leal al Atleti, lucha a todo tuétano. En ocasiones, envuelto en tormentas, nunca cesa en la lucha, siempre con infatigable voluntad y furia, aunque la cárdena tormenta del enemigo envidioso le lance sus mordiscos. Un árbol de musculos y equilibrada energía, indiferente al éxito, sencillo, recatado, solo siente una necesidad incoercible: luchar. Afronta y rebasa los riesgos. Hermosas limitaciones a si mismo. Orden cerrado de aplicación temperamental y esfuerzo para un solo objetivo, resolver la situación lo mejor jugada. Como no hay verdad fuera de lo natural, de ahí, que el estilo de Juan Manuel López sea llano y sin afección. A el, le gusta mas jugar que existir. Su existencia es jugar al fútbol.