El año 2000 no va a conmemorar el minuto exacto del nacimiento de Jesús sino que celebrará el memorial del acontecimiento salvífico de la Natividad de nuestro Salvador. Entre otras cosas porque el año 2000 de esta serie de calendario (que empezó en el siglo VI) es, probablemente, el 2004 ó el 2006 de la verdadera cuenta del nacimiento de Nuestro Señor. Pero nadie ha de escandalizarse por eso, que la equivocación la sufrió Dionosio el Exiguo y por él arrastramos su cálculo inexacto. Los aagoreros que pronostican o vayan a profetizar, para la redondez exacta del 2000, maravillosos o terribles sucesos, se han quedado sin argumento y sin fundamento, pues el 2000 de la cuenta matemática real ya lo hemos sobrepasado.

Es verdad, como había leído Dionisio en le Evangelio de Lucas, que en el año decimoquinto del mandato del César Tiberio, cabalmente el 783 de la fundación de Roma, Jesucristo comenzó su anuncio público. Pero para realizar la traducción del calendario romano al que iba a ser el actual y universal, aquel numerador del calendario, al fijar el nacimiento de Jesús en el primer año de su cuenta, no hizo más que restar "treinta años", lo que suponía que tenía el Señor al comienzo de su vida pública, y lo colocó en el 753 de la fundación de Roma. No miró que Herodes había muerto en el 750 anterior al año "menos 3" en la cuenta actual, y tenía que haber sido antes cuando este ordenó la matanza de los Inocentes; tampoco atendió a que, en el "menos 7", Cirino comenzó a realizar en Palestina el censo ordenado por César Augusto, y tuvo que suceder después del empadronamiento en Belén de José y María. Jesús,pues, al comienzo de su ministerio, más que tener treinta años justos estaba en "los treinta", que podrían ser treinta y cuatro o treinta y seis.

Una lectura correcta de los datos históricos de los Evangelios, corroborada también por la historia profana, nos asegura ahora que Jesús nació aproximadamente entre el "menos seis" y el "menos cuatro" de la serie actual del calendario.

Así, pues, lo que celebramos en el 2000 de nuestro calendario será, por tanto, más el acontecimiento salvífico que la exactitud del reloj y de las cuentas. Que a eso se refiere el Papa Juan Pablo II cuando dice: "los dos mil años del nacimiento de Cristo, prescindiendo de la exactitud del cálculo cronológico" (TMA 15).

Pero si mundial es ya este calendario, con la adaptación correspondiente en el XVI por la que luego se llamó "gregoriano", (conocido es que en la noche murió Santa Teresa se pasó el 4 de octubre al 15, en 1582), y todos fechamos la vida de cada día desde esa referencia temporal a Jesús, (también los ortodoxos aunque sigan el calendario "juliano"), más universal que los calendarios es Jesucristo, pues desde la histórica Encarnación del Verbo de Dios, todo hombre y toda mujer, por serlo, tenemos gratuito el "derecho humano-divino" al regalo de Dios: Jesucristo y su salvación.

Por eso, a la hora de celebrar el Jubileo en el año santo 2000, más que en los guarismos y en los dígitos, -que, si tienen importancia es porque nos recuerdan que Jesucristo nació en nuestra historia-, pondremos los ojos y el corazón en el acontecimiento histórico de la Encarnación del Cerbo y el Nacimiento de Jesucristo que nos advino para anunciar el Reino de Dios, mostrarnos el Amor de Dios Padre, entregarnos su vida en la cruz y abrirnos el camino - desde la misma muerte- en su Resurrección, que es la seguridad de nuestra propia Resurrección, y enviarnos el Espíritu Santo.

Así, pues, lo celebraremos en unas fechas porque hubo una fecha, aunque ahora tengamos que oscilar para determinarla. Pero, sobre todo, y aunque no podamos señalar con el reloj el minuto exacto, celebraremos el acontecimiento salvífico dentro de nuestra propia historia, la de entonces y a, dos mil años, la de ahora.