CUENTOS
DE ESPANTOS, COINCIDENCIAS Y COSAS RARAS
En toda familia que se respete siempre existen historias raras, de espantos, de sueños curiosos y similares. Casualmente éstos son más abundantes en las familias Álvarez y Santa María que en la Restrepo y Mejía. Aquí queda el registro de algunas de estas historias que tienen una conexión con el más allá.
Confesión de Hilda Carling
Mr Matthew Carling, esposo de Luisa Santa María, era protestante y poco practicante de la religión, aunque había dejado educar a sus hijas en la religión católica, aunque durante un tiempo se opuso a que sus hijas hicieran la primera comunión. Murió el 23 de Enero de 1937, estando relativamente joven y dejando en difícil situación económica a Luisa y sus tres hijas.
Hilda entró a trabajar en Avianca. Un jueves, víspera de Primer Viernes, 3 de agosto de 1937, sintió una urgencia inexplicable de ir a confesarse. Así, pidió el permiso y se fue para la catedral de Villanueva a confesarse con el padre Marco Tulio Zuluaga (el mismo que en 1983 bautizaría a mi hijo Jorge Eduardo). Cuando llegó donde el padre, éste le preguntó que si su papá vivía. Ella le contestó que había muerto y que no era católico. El padre le contó que la noche anterior había tenido un sueño en el que oyó una voz que le decía que al día siguiente se iría a confesar una de las hijas de él; que sería la número 89, y que le pedía que le dijera a ella, a su señora y las otras dos hijas que por favor no lo olvidaran en sus oraciones (por ser protestante en ese tiempo no se podía rezar por él). El padre (que en muchas cosas era muy liberal) le dijo que por el hecho de ser protestante no impedía que se rezara por él sino que antes era una razón adicional para hacerlo.
Hilda salió llorando del confesionario. Al poco tiempo la trasladaron a Barranquilla, y el Padre Zuluaga comenzó a buscarla. Resulta que el sueño ya era la segunda vez que lo tenía. En la Semana Santa anterior había tenido el sueño y en él le decía que la hija sería la sexta que se confesara, pero esa vez no se atrevió a contarle del sueño. Sí recordaba que en esa ocasión le había hablado mucho del ayuno, y por eso en la segunda confesión le habló de este tema para ver si era la misma.
Para el Padre Zuluaga se volvió un cargo de conciencia localizar a Hilda, pues al contarle a un superior, éste le dijo que tenía que hablar con ella. A través de una señora amiga logró contactar a Hilda y así se mandaron decir varias misas, sin que ya se repitiera el sueño. La familia, que se cuestionaba si por ser protestante podría haber ido al cielo, con lo del sueño quedó tranquila.
¿Una
llamada telefónica del más allá ?
El martes 23 de abril de 1991 a las 8 y cuarto de la mañana sonó el teléfono en nuestra casa ( Jorge Julián y Nubia). Contestó María, la muchacha del servicio, única persona presente en ese momento en la casa. Una voz de hombre, con habla enredada y como “con una papa en la boca” preguntó :-¿Jorge Julián se encuentra ?,¿ o Nubia ?, ¿No ? ¿Usted sabe si ellos saben de la muerte del periodista de El Espectador ? María le contestó que no había oído nada al respecto. -Vea, entonces por favor deme el teléfono de Nora. María le contesta que lo iba a buscar y en eso colgaron y no volvieron a llamar.
María me avisó y me extrañé de la llamada pues el único que acostumbraba a hacer llamadas semejantes era mi padre Julián, quien hacía casi tres años había fallecido. Aún estaban fresco el recuerdo de las llamadas para avisar de los fatales atentados a Rodrigo Lara Bonilla y a Guillermo Cano, precisamente director de El Espectador.
Pensando que realmente le había ocurrido algo a un periodista de El Espectador, les pregunté a varios amigos sobre el asunto pero nadie sabía nada. Al otro día no hubo ninguna noticia al respecto pero el jueves se supo que dos periodistas de El Espectador habían sido asesinados en Segovia, mientras hacían una investigación sobre la violencia guerrillera y de autodefensas. La muerte tuvo lugar el miércoles 24 aproximadamente a las 8 y media de la noche. Sus nombres eran Julio Daniel Chaparro Hurtado y Jorge Enrique Torres Navas Hurtado . Un hijo de Julio se llamaba Julián Eduardo y uno de Jorge se llamaba también Jorge. Es de anotarse que el nombre completo de quien esto escribe es Jorge Eduardo Julián. También que los nombres de mis hijos son Andrés Julián y Jorge Eduardo, el papá de Nubia se llamaba Jorge Enrique y su abuelo Daniel.
Varias personas me llamaron para averiguar cuándo les había yo preguntado por la muerte del periodista de El Espectador y mi respuesta fue que el martes y que había sido una llamada de muy larga distancia. Aún ahora considero que fue una manera de Julián confirmarme la existencia de un más allá y de que es posible la comunicación entre esos dos mundos.
Otra
llamada rara
En febrero de 1994, estando Nubia
Otálvaro de Restrepo en Bogotá, llamaron y una voz de hombre le preguntó a
María por ella, a lo cual contestó que no estaba en ese momento. La voz
preguntó -¿ Pero en Marzo si va a
estar en Medellín? a lo
cual María contestó que creía que si. La llamada no se repitió y nunca se supo
quien la hizo, pero la coincidencia fue que estando Nubia en Bogotá sufrió doña
Emma, su mamá un estrechamiento de las venas yugulares que le produjo una
isquemia y así en Marzo tuvo una delicada intervención quirúrgica para
desobstruir las venas y se tuvo que quedar una semana en la casa de Nubia
reponiéndose.
Tercera
llamada rara.
En septiembre de 1997 se fueron unos jóvenes entre los trece y los quince años del Colegio de San Ignacio a montar en bicicleta por la carretera de Las Palmas, deseando especialmente en bajar a toda velocidad por esa carretera. Había llovido y la carretera estaba mojada ; al llegar a la última curva antes de la bajada de la Cola del Zorro, uno de ellos, Santiago Jaramillo apodado “Pingüi”, perdió el control y se rodó con tan mala suerte que la cabeza dio contra la llanta de una buseta y tuvo una muerte casi instantánea. Era amigo de Andrés y Jorge, los hijos de Jorge Julián y Nubia, y ellos se impresionaron mucho pues era la primera vez que moría uno de su edad. Fueron al velorio esa noche. Ya de regreso y todos dormidos suena el teléfono a la una y media de la mañana, contesto y se oyen unos extraños ruidos como de interferencia eléctrica sin que nadie hable en la línea. Nos quedó la duda ¿Sería “Pingüi” llamando ?
Sueño
de Leonor Santa María de Rodríguez
En la clásica finca de los Santa Marías, La Montaña, en Robledo, parece que durante una de las tantas guerras civiles del siglo 19 habían enterrado unas armas. Vieron llegar tres baúles cargados de armas y después no los encontraron. Parece que las guardó Joaquín Santa María. Su hijo Peter Santa Mar[ninguna1]ía Herrán, padre de Leonor, siempre los buscó sin éxito
Muchos años después, una noche estaba Leonor Santa María Álvarez, entonces de unos 12 años, durmiendo en esa finca cuando sintió que le mecieron los pies. En algo que ella no sabe si fue sueño o realidad vio a su abuelo Joaquín, quien le preguntó : -¿Te da miedo de mi ? Ella le contestó que no le daba miedo. El le dijo :-Ven te muestro donde están los fusiles. La llevó a través de los cuartos y le mostró una alacena y le dijo : -De aquí, tres pasos. Al otro día Leonor les contó a sus padres la experiencia e insistió en que levantaran el piso allí pero no le hicieron caso. Años después le vendieron la finca a Emilio Olarte y dicen que él encontró las armas allí donde Joaquín le dijo a Leonor que estaban enterradas. Había una entrada secreta por el cuarto vecino.
Sueño
de Nora Álvarez de Restrepo
En 1994 se le pierde a Nora el diamante que le había regalado Julián en las bodas de plata. La piedra se cayó y quedó la montura sola. Averiguó en varias partes en donde estuvo en esos días y en ninguna parte apareció ; igualmente vació las carteras, especialmente una que tenía ese día y en la cual cargaba una foto de su hermana Maruja, muerta unos años atrás, y tampoco apareció. Varios meses más tarde ya lo había dado por perdido cuando soñó con su hermana Maruja que le decía que buscara bien en la cartera en la que cargaba su foto , que ahí en ese bolsillo de la foto estaba el diamante. Al otro día volvió a buscar en esa cartera y al sacudirla salió el diamante ; extrañamente la piedra se había metido entre el forro y el cuero.
Muerte de Esteban Santa María Álvarez
Uno de los hijos de Peter Santa María Herrán y Matilde Álvarez fue Esteban, quien era muy amigo de sus primos Alvarez. Estando de unos 20 años en un paseo en bicicleta con varios amigos, entre ellos Emilio y Anita Álvarez y Luz Olarte, fue atropellado por un carro y murió instantáneamente. Su mamá tuvo una percepción de la muerte de la cual hay dos versiones :
Primera Versión : A la misma hora de su muerte su mamá sintió que tocaban la puerta y salió a abrir pero no había nadie. Al rato le avisaron de la muerte.
Segunda versión : Matilde acababa de llegar de cine con su hija Amalia y su yerno Luis Carlos Saldarriaga. De pronto dijo : Se está muriendo Esteban. Después de un rato tocaron la puerta y Matilde dijo : Esos son Peter y Tomás que me vienen a avisar que se murió Esteban. Efectivamente eran sus dos hijos con la noticia del accidente.
“Asombro”
en la casa de Emilio Álvarez
En la casa de Emilio y Luz en el barrio Astorga, entre el comedor y el salón quedaban las escaleras que subían al segundo piso y bordeando las escaleras había una repisa en la cual había varios adornos, entre ellos un retrato del abuelo Bernardo. Una noche mientras comían, sintieron pasos en la escalera; se asomaron y no había nadie pero si estaba puesto en medio de las escaleras el retrato del abuelo Bernardo. A raíz de este incidente, se mandaron decir muchas misas por el alma de Bernardo pues se interpretó que tal vez su alma estaba en pena.
Muerte
de Emilio Álvarez
A finales de 1982 Emilio sufrió de un cáncer de pulmones. A pesar de todos los cuidados, en Octubre murió en Miami. En ese tiempo su hija María Candelaria estudiaba en Boston y al saber la muerte de su padre apagó los breakers con excepción de los de la nevera y del contestador automático del teléfono y se fue para Miami. A los quince días, después de regresar del entierro en Medellín, llegó a su apartamento y prendió el contestador telefónico mientras encendía los breakers. Súbitamente se quedó paralizada: del contestador salió la voz de Emilio diciendo -Princesita, con muchos deseos de hablar contigo. Llámame-. Quedó la duda de si Emilio hizo la llamada poco antes de morir o si fue otra llamada del más allá.
Esa noche, su hija Ana Lucía, quien estaba en Medellín, se durmió y soñó que Emilio le movía el brazo como tratando de despertarla y le decía ¿Nena, Nena ! Finalmente se medio despertó y cuando cayó en cuenta lo que pasaba, en vez de asustarse se alegró. Así entredormida oyó que le decía -Ayúdame a buscar la bolsita que se perdió con mis cosas . Emilio manejaba en su bolsillo una bolsita que contenía chicharrones y narigueras de oro y la cual mantenía en el bolsillo para sobarla cuando estaba nervioso. Al otro día le contó su sueño a Paulina, la esposa de Camilo, quien lo atribuyó al nerviosismo de Ana Lucía.
Cuando su mamá y sus hermanas llegaron con el cadáver desde Miami, Ana Lucía comenzó a averiguar por la bolsita. Primero le preguntó a María Candelaria, quien no le contestó y después a Ana María y su entonces esposo, Juan Guillermo Pardo ; ellos le contaron que efectivamente los paramédicos que atendieron a Emilio se la entregaron a ellos, junto con las otras pertenencias de Emilio. Ana María se la fue a entregar a Luz y ella en ese momento no la quiso recibir. Entonces bajaron al carro, guardaron la bolsita en la gaveta y le echaron llave. Al otro día al ir a buscarla ya no estaba allí y extrañamente nunca apareció.
Unos ocho años después de la muerte de Emilio soñó María Candelaria que estaba en Nueva York y que hacía una tempestad terrible ; en las aceras la gente se resguardaba bajo los árboles y ella, su esposo Norman y su hermano Emilio caminaban por la calle sin lograr un sitio para escampar por la mucha gente hasta que llegan a un árbol con su piso inundado y con mucho barro. Ahí se encuentra su papá Emilio como clavado en el barro, con saco y pantalón negro y ella piensa -¡Qué lindo está ! En eso Emilio padre abrió los ojos y dijo : -¡Sáquenme de aquí ! El sueño fue tan vivo que para María Candelaria no hubo dudas de que era un mensaje de Emilio
Al otro día María Candelaria llama a Ana Lucía y le insistió que había que sacar los restos de Emilio de Campos de Paz. En las siguientes vacaciones que María Candelaria pasó en Colombia efectivamente los sacaron. Fueron Ana Lucía, Ana María, Paulina y María Candelaria. El cadáver de Emilio estaba completamente preservado, parecía vivo pero desgonzado. Hubo necesidad de cremarlo para poder pasarlo a un osario
Espantos
en la finca Don Pedro
Esta finca en Llanogrande fue comprada por Emilio Álvarez y Luz Olarte. Consta de una antigua casa de tapias en la cual son famosos los espantos. Hace algunos años Luz vio una mujer joven con falda gris y camisa blanca recostada en la base de la cama donde estaba ; le sonreía maliciosamente y Luz casi se muere del susto. Ese mismo día estaban allí la Mona Schuttmann con su amiga Marcela Wolff y discutían. Marcela decía que en el baño había visto a una señora recostada y la descripción era igual a la que vio Luz, pero la Mona no le creía. Esa noche Luz, con mucho miedo, les insinuó a las niñas de que durmieran las tres en el mismo cuarto y ellas se las dieron de guapas y no quisieron por lo que Luz tuvo que dormir sola muerta de susto.
En otra ocasión, durante el día una muchacha del servicio vio entrar a un señor de blanco y lo vio como a una persona normal. Fue a buscarlo y no estaba en ninguna parte.
En alguna ocasión estaban los Álvarez charlando por la noche con algunos amigos y uno de ellos, Álvaro Ferrer, vio como se encendía una luminosidad grande en el cuarto que ocupaban Camilo y Paulina, algo como si hubiera una luz fluorescente, pero no había ese tipo de luz en el cuarto.
Recientemente Luz se encontraba allí y estaba cerrando la casa para venirse cuando sintió que se cerró un pebetero en la sala pero no le dio importancia al hecho. Al pasar frente al pebetero, la silla que está al lado se volteó sola hasta quedar frente a Luz.
El último espanto a la fecha (agosto de 1998) lo sintió María Candelaria. Como a las diez de la noche acababa de acostar a las niñas y súbitamente sintió un estruendo muy grande como si se hubiera caído algo metálico y rebotara varias veces, además de que sonara ruido de vidrios rotos. Pensó que algo se le había caído a la muchacha del servicio y fue a llamarla pero en ese momento ésta le preguntó -¿Qué se le cayó doña María Candelaria ? Salieron entre las dos a buscar y no se encontró nada caído ; tampoco al día siguiente que buscó Camilo hasta en el cielorraso. Llamaron al celador y le dieron vuelta a la casa, sin encontrar explicación para el ruido. El celador les decía que los ruidos eran cosa frecuente, tanto afuera como adentro de la casa.
Parálisis
de Elena Álvarez
Recién casados Elena y Enrique Posada se fueron a vivir a la mina El Tábano que explotaba el abuelo Bernardo en Túquerres, Nariño. Allí trabajaban tanto Enrique como Flavio, el segundo hijo de Bernardo y Tutú. El mayor, Esteban, se había quedado en Medellín al frente de la Fundición, mientras que el resto de la familia estaba en el extranjero. Cuando Bernardo y Tutú iban en carro desde Denver a San Francisco, el carro se volteó en la carretera y Bernardo fue el único herido, muriendo varias horas después. Justo a la hora en que Bernardo tuvo el fatal accidente, Elena, que en ese momento estaba en la máquina de coser súbitamente gritó ¡Mi papá ! y quedó paralizada durante tres horas. Nadie sabía allí que era lo que pasaba pero al otro día un familiar de Enrique que vivía en Pasto oyó la noticia por radio y les avisó por teléfono. Hay que recordar que Elena era la consentida del abuelo.
Ruidos
en la finca de Camilo Álvarez
En El Carmen de Viboral construyó Camilo Álvarez
su finca de recreo. El arquitecto fue
J. Paul Restrepo Santa María. Un día estaban Camilo, su esposa Paulina y la
mayordoma en el piso de abajo cuando sintieron pasos en el cuarto de Juanita,
los cuales salían de la cama para ir al baño. Eran tan fuertes que pensaron que
era un ladrón que se había entrado y
Camilo y la mayordoma subieron a ver quien era pero no encontraron a nadie. Si
fue un fenómeno paranormal tal vez fue causado por Camilo Restrepo Ochoa, hijo
mayor de J. Paul, quien había muerto recientemente en un accidente de tránsito
en El Tablazo. También allí en la finca una noche Paulina sintió que le tocaron
los dedos del pie y después la cabeza.
Espanto
en la finca de Gonzalo Mazuera
La familia de Gonzalo, marido de María Elena Posada Álvarez, tenía una finca en la desembocadura del río Otún en el Cauca. Era de fama el espanto de la casa. Cuando niña, una hermana de Gonzalo veía un viejito muy simpático que iba por las noches a acompañarla. Una vez fuimos Roberto, Juan de la Cruz Posada y yo a pasar unos días a la finca. Roberto decidió que él dormiría solo en el cuarto del espanto. Realmente eran dos cuartos separados por un vano. En otro cuarto vecino dormiríamos Juan y yo, pero mientras llegaba la hora de los espantos, acompañaríamos a Roberto, más que todo teniendo en cuenta que la finca tenía una planta eléctrica que apagaban temprano y se le iba a hacer muy larga la espera a Roberto. Aunque al principio Roberto estaba acostado en la cama y Juan y yo estábamos en sillas vecinas, apenas comenzaron pequeños ruidos terminamos los tres acostados en la misma cama. A las doce de la noche aún no había ningún espanto claramente definido, aunque sí ruidos de la madera por lo que decidí dormirme. Como a la una de la mañana Roberto y Juan sintieron al mismo tiempo unos pasos en el cuarto vecino y se codearon. Lentamente los pasos entraron al cuarto, rodearon la cama y se dirigieron al lado de Roberto. Cuando ya los pasos llegaban a su lado, Roberto pegó un grito y todos salimos corriendo muertos del susto. En el desespero por salir del cuarto casi no logramos abrir la puerta. Después de cambiar de cuarto, no fue fácil dormir esa noche. Juntamos las tres camas y al que mas miedo le daba era al que estaba en la cama del extremo de afuera por lo que toda la noche la pasamos cambiando de puesto. Aunque no fueron ya pasos, sí hubo muchos ruidos esa noche.
Posteriormente el Mono Álvarez llevó un detector de metales y lograron detectar algunos puntos interesantes y a pesar de que abrieron unos enormes huecos, no se encontró el entierro. Después de vender la finca, parece que los nuevos dueños sí encontraron el entierro junto a un árbol de zapotes. Parece ser cierto el dicho de que el entierro “tiene dueño” y le toca a una determinada persona y no a otras.
Espanto
en la Fundición Álvarez
En la parte trasera de la Fundición es de fama entre los trabajadores que existe un espanto que a veces los llama por su nombre pero la siguiente historia parece ser debido a otro espanto.
Un sábado de principios de 1997 fue Juan Cancio Arcila, el de sistemas, a trabajar en unos programas de computador. Estaba solo con los celadores. Mientras trabajaba en sus programas, sintió que el fax del segundo piso sonaba repetidamente y que el papel de éste sonaba como si estuviera rozando algo, tal vez por que se había enredado. Subió a ver qué era pero sorprendentemente no encontró ningún papel que hubiera salido del fax. Se devolvió para el primer piso y al terminar de bajar las escaleras sintió claramente unos pasos como arrastrados que iban del fax a la oficina de Camilo.
Inicialmente especulamos que podía haber sido el alma de Alfredo Lalinde, “Nepo”, fiel trabajador de confianza fallecido dos meses antes, pero después se barajó otra posibilidad. Unas semanas antes un guaquero llevó unas ollas de indio y una especie de nariguera de oro sacadas en el área de San Jerónimo-Sopetrán. Las ollas quedaron envueltas en papel periódico en una caja de cartón de la oficina de Camilo. La idea era regalarlas como regalos de Navidad. Una de las ollas tenía en el fondo los huesos incinerados de un indio. ¿Sería entonces el ánima en pena del indio la que desenvolvió los periódicos en que estaba envuelta la olla ?
Después de este incidente se decidió regalar las ollas a la Universidad de Antioquia a través de Graciliano Arcila, tío de Juan Cancio. También se dijo una misa al comenzar a funcionar la joyería y se acabaron los ruidos.
Guaca
en La Concha
Un tiempo, Luz y Emilio Álvarez vivieron en la antigua casa de La Concha, propiedad de la abuela de Luz, Ana Mejía de Restrepo. En ese tiempo, alrededor del año 1961, la finca estaba totalmente rodeada de mangas. Un día nos fuimos Camilo Álvarez y yo a buscar guacas con un detector de metales. Efectivamente, se detectó un sitio favorable y se cavó. En una pequeña cueva había una urna funeraria con tapa y con huesos incinerados. Camilo se la llevó para su cuarto. Desde eso, Emilio decía que en la biblioteca oía ruidos de tambores. Por mi parte, yo me llevé unos huesos para mi casa. Desde ese día Nora comenzó a quejarse de que por la noche oía ruidos raros.
Pasados muchos años, una vez fui a la Fundición y allí estaba todavía la olla. Volví a sacar unos huesos y se los escondí a Nora en el cuarto. De nuevo Nora comenzó a quejarse de que por la noche oía ruidos raros y aun dijo que vio un bulto pasar por el corredor.
Espantos
en Media Luna
En la finca de Los Yarumos, en la vereda de Media Luna, tuvo mi abuela Julia Mejía de Restrepo una finca, la cual heredó su hijo Julián y a la muerte de éste sus hijos. Aunque las historias han sido más de ladrones que de espantos, también hay algunas de éstas, tal vez producidas por haber sido construida la casa sobre un antiguo cementerio indígena.
· Una tarde estaban Nora y su nieta Carolina en la manga al pie de la huerta, junto al fogón de leña de la otra Carolina, la viejita cuidandera a quien siempre llamamos La Macanuda, extendiéndole así el apodo de su esposo Jesús. De repente vieron las dos un bulto como humano pero sin una forma muy definida, como gaseosa, que avanzaba hacia ellas. Muertas del susto salieron despavoridas mientras el bulto se iba hacia el fogón. Nunca supieron que era eso que habían visto ese día.
· En una temporada estábamos en la finca Nubia y yo, que dormíamos en un cuarto, y Andrés y Jorge, que dormían en el cuarto vecino. Aunque Nubia y yo nos dormíamos temprano, los muchachos se quedaban leyendo hasta tarde. Una noche ya Andrés se había dormido y Jorge Eduardo aún leía cuando sintió unos pasos que se fueron aproximando a la puerta cerrada de su cuarto. Llegaron al borde de la puerta y en ese momento se sintió un fuerte golpe sobre la puerta. Jorge Eduardo, muerto del susto apagó la luz y se metió bajo las cobijas.
· Muchos años antes de la anterior, dormía yo solo en el cuarto de abajo cuando sentí algo semejante. Por la escalera de madera se oyó bajar lentamente algo que sonaba como un bastón, aunque en este caso no hubo golpe.
· Durante una temporada, dormían Roberto y Mónica en su cuarto cuando en dos oportunidades se despertaron con el bombillo, que colgaba del techo de un largo alambre, oscilando fuertemente.
· En alguna ocasión, Julián, mi padre, estaba durmiendo solo en la finca. El cuidandero, El Macanudo, se había quebrado una pierna y Julián, ya jubilado, tuvo que subir a ponerse al frente de la finca. Una noche, estaba ya acostado cuando súbitamente sintió que le golpearon la puerta del cuarto. Pensó que uno de los hijos habían subido por alguna razón y preguntó que quien era sin obtener respuesta. Se levantó, abrió la puerta y no había nadie. Estaba contento pensando que por primera vez en la vida lo habían espantado. Sin embargo siguió buscando y abrió la puerta del balcón. En ese momento pasaba Lucas, un vecino, caminando por la carretera y seguramente viendo qué se podía robar. Apenas divisó a Julián le dijo : ¿Y como le pareció el temblor de tierra?, Don Julián. Hasta ahí le llegó el espanto a Julián.
Milagro
a Tutú
Cuando niña, estaba Tutú haciendo una tarea encima de un fino edredón de plumas y se le volteó el tintero, quedando una gran mancha sobre el edredón. Lo guardó en un estante y le rezó toda la noche a San Antonio para que su mamá Ana María no lo fuera a ver. Al día siguiente lo fue a ver y la mancha había desaparecido milagrosamente.
Un descendiente, amigo del sicoanálisis, interpretó esta anécdota como simbólica de la primera menstruación pero yo creo que es mejor pensar que se trató de un verdadero milagro.
Un
ladrón debajo de la cama
Mr. Carling tenía una casa inmensa en donde años después fue el teatro Colombia, una cuadra arriba de la Plaza de Flórez. Había unos patios en donde se construyeron unas de las primeras canchas de tenis de Medellín.
Un día estaba Silvia Carling, de unos pocos años, acompañada solamente por una muchacha del servicio muy joven. Estaban jugando encima de una cama cuando Silvia le dijo a la muchacha : Asomate debajo de la cama a ver si hay un ladrón que tengo miedo. La muchacha se asomó y efectivamente había un tipo debajo que al ser descubierto salió corriendo. Al rato pasaron unos guardianes preguntando si alguien había visto un peligroso preso que se había escapado de la cárcel.
Otro
ladrón debajo de la cama
Aunque esta historia no es de la familia, sí tiene algún parecido con la anterior. En una antigua casa de Santafé de Antioquia estaba una viejita acostada y llamó a su sirvienta : ¡María ! Páseme las pantuflas que están debajo de la cama. Y como por arte de magia las pantuflas salieron solas de debajo de la cama. Al averiguar que pasaba, María encontró un ladrón escondido debajo de la cama, el cual decidió sacarle las pantuflas a la señora antes de escaparse.
Un
ladrón en los quince años
Cuando Luz Olarte cumplió sus quince años, vivía con una de sus tías. Le dieron muchos regalos, los cuales dejó en su cuarto. Esa noche se despertó y vio a un tipo que se llevaba todas sus cosas. Ella vio todo pero se quedó quieta y se hizo la dormida.
Unas días más tarde la policía cogió a unos ladrones y llamaron a Luz a que reconociera al que le robó los regalos. Sin vacilar Luz lo identificó y el ladrón, de la rabia, le escupió a la cara.
Sueño
de examen
Cuando Julián Restrepo Mejía estudiaba
derecho en la Universidad de Antioquia, era muy común que para el examen final
el profesor les pusiera una serie de temas o “tesis”, las cuales estaban numeradas.
Una vez que Juli[ninguna2]án tenía uno de estos exámenes soñó que le tocaban las tesis 14 y
16. Entonces decidió correr el riesgo y no estudiarse sino esas dos tesis pero
muy bien estudiadas. Cuando llegó al examen, metió la mano a la bolsa para
sacar al azar las dos tesis y leyó la primera “14” ; en ese momento estuvo
tentado de decirle al profesor que la otra iba a ser la 16 pero pensó que si
hacía eso de pronto le cambiaban las tesis, Así que abrió la otra tesis y
efectivamente era la 16. Naturalmente se sabía de memoria el tema al punto de
que el profesor le dijo : -Julián,
si usted se sabe todo el código como estas dos tesis, es la persona de Colombia
que mejor se lo conoce.
Ovnis
de los Restrepo Otálvaro
Una noche jugaban Andrés Julián y Jorge Eduardo Restrepo con sus amigos en los parqueaderos de su apartamento en La Abadía, en Envigado. De pronto vieron por el cielo del occidente una luz que rápidamente subía hacia la luna, le daba la vuelta, volvía a bajar y salía disparada hacia el norte. Un tiempo después, me contaba una vecina que ella también había visto la luz, tal como la describieron los muchachos. La velocidad era tan alta, que era imposible que fuera un avión.
Otra
historia de la muerte de Bernardo Álvarez
El fatal accidente del abuelo Bernardo ocurrió cuando su hija Nora estaba viviendo en París, en plena Segunda Guerra Mundial, durante la cual el correo funcionaba muy mal y por eso ella no se enteró a tiempo. En esos días fueron Julián y ella varias veces a cine y en dos películas salía un tal Monsieur Álvarez, cosa que les llamó mucho la atención pues esto no era común en las películas francesas. Precisamente por esos días les llegó un telegrama de Gabriel Fernández y Elena Restrepo en que les expresaban el “más sentido pésame” pero sin decir por quien. De tal manera supieron que alguien muy allegado había muerto pero no supieron quien. Todo el día hacían cábalas sobre quien sería el muerto y si sería un familiar de Julián o uno de Nora. La duda sólo se vino a aclarar como un mes más tarde pues tuvieron que recurrir a la embajada colombiana en Vichy que tras muchas averiguaciones logró determinar que el abuelo Bernardo había fallecido. De los muchos telegramas enviados, sólo éste llegó a su destino.
Visión
de Tutú
En unas vacaciones estaba la familia Álvarez Santa María en su finca La Almería, cerca a Caldas. La mayoría de los miembros jugaba tranquilamente a las cartas, y repentinamente Tutú exclamó : -¡No juego más . Veo a Bernardo y Anita que se ruedan por un precipicio ! Nadie fue capaz de convencer a Tutú de que siguieran jugando y así al final se fueron a acostar. Como a media noche llegaron unos amigos a avisarles que Bernardo (El Mono) y Anita, quienes se habían ido para un paseo a Rionegro, se habían rodado por la carretera de Santa Elena. Parece que Bernardo se durmió y siguió derecho en una curva. Afortunadamente el accidente no pasó a mayores y la única consecuencia fue un brazo que se quebró el Mono.
“Entierros”
en la casa de los Álvarez en La Playa
Los Álvarez, en especial El Mono, era muy aficionados a los entierros. El Mono todo el día daba golpes en las paredes tratando de encontrar espacios vacíos. Y, sí, un día en la pared colindante con la casa vecina sonó “a coco”. Muy excitados escarbaron la pared de tapia hasta que ésta cedió. El Mono metió la mano por el hueco , tocó algo líquido y sacó la mano bañada en algo rojo. Al mirarlo detenidamente cayeron en cuenta que era que habían llegado a la alacena de la despensa de los vecinos, allí donde tenían guardado el dulce de moras !
Ese afán de estar buscando entierros también lo tenían sus primas Leonor y Matilde Santa María, quienes en la vieja casa de La Alameda, construida por Alejo Santa María Bermúdez en la calle de Colombia abajo, todo el día chuzaban las paredes con destornilladores. Allí también se decía que había un espanto. Cuando tumbaron la casa, encontraron monedas de oro y de plata.
En otra ocasión en que Bernardo y Tutú se iban de viaje dejaron unos vigilantes cuidando la casa. Pero antes, el abuelo Bernardo, muy amigo de esconder cosas, enterró las joyas de Tutú en el jardín. Pero los cuidanderos se pusieron a arreglar el jardín y encontraron las joyas y se pusieron muy contentos pensando que se habían encontrado un valioso entierro. Al abuelo Bernardo le dio mucha dificultad convencer a los cuidanderos de que el entierro eran las joyas de Tutú y que las debían devolver.
Espanto
de Papá Esteban Álvarez
Papá Esteban y un amigo iban un día caminando por la ribera del río Medellín cuando de pronto vieron un espanto. Se quedaron muy sorprendidos y hablaron de volver a buscar el entierro. Pero, el amigo, muy vivo, se adelantó y parece que se sacó un valioso entierro.
Virgen
de Chiquinquirá
Cuentan que en la casa de Victoriano Restrepo de la calle Boyacá, esa que se incendió en 1922, alguna vez tuvieron que hacer un arreglo a los pisos de madera y para eso hubo que levantar todo el piso. Cuando estaban en esa labor, encontraron debajo del tablado un retrato de la Virgen de Chiquinquirá con una carta que decía que a la familia que tuviera ese cuadro, nunca le faltaría nada. Ese cuadro lo heredó Mita y hoy en día es de Hilda Carling. Aun dicen que sus colores reviven cada ciertos años.
Gabriel
Restrepo espanta
Gabriel Restrepo Isaza, hermano del abuelo Roberto, no se casó. Había combatido en el lado liberal en la guerra de los Mil Días. Adquirió una enfermedad que le fue paralizando progresivamente las piernas por lo que tuvo que usar bastón. Su padre, Ricardo Restrepo Callejas, tenía sembrados de trigo en Sonsón y un molino, llamado La Cascada, al cual iba mucho Gabriel y donde finalmente murió. Cuando estaba en el segundo piso de la casa del molino, de madera, se oía el golpe del bastón al caminar.
Después de muerto se comenzó a oír ese golpe por la noche hasta que un peón decidió enfrentársele y hacerle la clásica pregunta De parte de Dios todopoderoso ¿que quiere ? Viveros, el administrador del molino, oyó la pregunta solamente, pero según el peón una voz contestó Yo soy Gabriel Restrepo. Estuve en la guerra de los Mil Días y aguanté mucha hambre. Un día le robé un dinero a una pobre señora y por eso estoy penando. Para sepan que si soy yo, les cuento algo que yo solo sé : en el zarzo donde está la maquinaria del molino hay unas cadenas del molino. El peón durante tres días estuvo atontado y quedó con el pelo completamente canoso a partir de ese día. En el zarzo efectivamente encontraron las cadenas. Papá Ricardo mandó decir misas y el espanto no se volvió a sentir.
Los
Restrepos se anuncian al morir
Vienen dos historias semejantes sobre los Restrepos. El Dr. Alejandro Restrepo Callejas era el médico de las monjas carmelitas descalzas, las cuales vivían en clausura. Sin que ellas lo supieran, Alejandro viajó a Paris y tal vez impulsado por su adicción a la morfina, se suicidó tirándose del balcón del hotel en donde se alojaba. Esa misma noche sintieron las monjas que una voz de hombre decía en el torno “Recen por el alma del Dr. Alejandro”. Aproximadamente un mes más tarde se supo en Medellín la muerte de Alejandro y de nuevo se oyó la voz pidiendo rezos por él.
Otra historia semejante le ocurrió a Ana Naranjo (esposa de Hernando Restrepo Isaza). Un hijo de Camilo C. Restrepo Callejas, llamado también Camilo, estudiaba en Alemania y a raíz de una neumonía por el frío invierno, se murió un 31 de diciembre. Ese día las Restrepos y Ana Naranjo estaban en Castropol cuando tocaron la puerta. Ana salió y era el mayordomo de La Concha, la finca de Camilo C., a avisar que se había muerto Camilito. Lo curioso del caso es que la noticia se supo en Medellín sólo varios días después.
¿Saludos
del más allá ?
El 27 de octubre de 1998 me levanté, como siempre a las cinco de la mañana y me estaba bañando, en agua bien caliente como acostumbro. De un momento a otro el agua se enfrió un momento y después se volvió a calentar. Yo lo atribuí a que María hubiera abierto una canilla de agua caliente. Al estar desayunando le pregunté porqué había abierto la canilla y me contestó que ella a ese momento no se había levantado. Al rato sonó el teléfono sin que nadie hablara y al momento se repitió la llamada. A ese momento yo ya me sentía incómodo con estos hechos pero lo que acentuó el malestar fue el comentario que me hizo Nubia. En el balcón de la casa se dejan frutas y agua azucarada que comen los pájaros durante el día y los murciélagos por la noche. Nubia vio sobre uno de los platos un animal negro y pensó que era un murciélago pero resultó ser una chapola negra de las que dice la gente que anuncian la muerte. Con todo esto me puse nervioso y muy temprano llamé a mi mamá a ver si todo estaba bien, como efectivamente estaba. Al fin no pasó nada y me quedé intrigado hasta que caí en cuenta que ese día cumplía 16 años de muerto mi tío Emilio Álvarez. ¿Serían coincidencias o sería algo extranatural ?
Gotas de aceite y la muerte de Nora.
En los primeros meses Nora, mi mamá fue afectada por un cáncer terminal de los pulmones. Durante su enfermedad fue deteriorándose físicamente. Al final, ya ni siquiera estaba conciente. El viernes 2 de Junio apareció en la pared que quedaba al frente de su cama una gotera de aceite que bajaba por la pared y se partía en tres ramales. Teresa, la muchacha, la limpió pero al día siguiente reapareció. Lo curioso es que la gotera comenzaba como a unos 5 centímetros del techo, sin que se supiera de donde salía. Yo sugerí que podía venir de un derrame de aceite en el apartamento de encima, ocupado por Leonor Santa María, prima de Nora, y un día le pregunté si allí había ocurrido un derrame y me dijo que no. El lunes 5 de Junio, día de la Ascensión, falleció Nora.
La interpretación de varias personas es que los tres ramales representaban a los tres hijos y que de alguna manera fue una expresión sobrenatural de Nora.