Tras breves lapsos de tiempo en los que estoy muy tranquilo, mi mente necesita periodos de nerviosismo extremo. Si esta teoría no es válida, entonces no me explico por qué me ha entrado en la cabeza la idea de comprarme una casa. Con lo bien que estoy callado y sin auto- molestarme, no sé las razones que me han impulsado a ir al banco, a las inmobiliarias, a estudiarme el Segunda Mano y demás preparativos previos. Primero visité una inmobiliaria cercana a mi casa actual. Una amable chica me metió de lado -tipo faraón- en una caja de cerillas, al tiempo que me comentaba sus características: -interior, quinto sin ascensor, techos bajos (muy bajos) y 35 metros cuadrados útiles. Esperé un rato a escuchar los pros del piso, pero no llegaron. De ahí me llevó a una buhardilla que era aún más claustrofóbica, aunque exterior. Cuando salimos a la calle le di esquinazo con una maestría digna de alabanza. Para asegurarme que realmente podía comprar algo, fui al banco a que me hiciesen un estudio personalizado sobre capacidad de endeudamiento y demás tonterías. El señor, también muy amable, me preguntó cuanto cobraba al mes. Después de echarse unas risas, sacó un folleto del cajón de su escritorio y señaló la zona de los diez millones. Como no me gusta contestar a mis mayores, no le dije que quería el dinero para una casa y no, como parecía haber entendido, sólo para la entrada. Salí de la sucursal a sabiendas que me habían grabado las cámaras de seguridad y que pronto saldría en "Vídeos de Primera". De ahí fui a un parque a sentarme y reflexionar sobre mi futuro. Sólo me quedaban dos posibilidades. Por un lado podría casarme de una vez por todas y pagar la hipoteca a medias con la mujer o, por otro lado, podría alquilar un piso de esos baratos. No teniendo novia con la que casarme, me decidí por la última opción. Me compré el periódico y vi indignado que en Madrid casi no hay pisos de alquiler y que la mayoría de los que hay tienen un precio abusivo. Sin embargo uno me llamó la atención. Ponía "Ventas", un precio muy cercano a mis pretensiones y un número de teléfono. La chica que lo cogió era aún más amable que los dos anteriores. Me mosqueó más tanta amabilidad que el hecho que me dijese que debería ir a Ventas a hablar con ella. Craso error. Cuando llegué me informó que el piso no era tal, y que aquello era una agencia que te busca piso previo pago de una cuota semestral. De la misma manera que las ETTs te engañan con trabajos cutres éstos te engañan con pisos cutres (al menos las ETTs no cobran...) Resignado me metí a un bar y pedí un bocadillo de tortilla, esperando no encontrar tantos problemas con la tortilla como con el resto de mi vida. No le quedaba tortilla española así que, sin preguntarme, me endosó una francesa. Y entonces me sublevé. -Esta tortilla es una mierda. No quiero la tortilla y no pienso pagarla. Y además los panchitos que me has puesto me han dado úlcera de estómago sólo con verlos. Te coges los panchitos, los pones sobre la tortilla y te los metes por donde te quepan. Me voy al Burguer King. Y me fui dejando al camarero con su pseudobocadillo. Hay veces en la vida en las que hay que decir las cosas como son. De lo contrario la gente se ríe de ti. |
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