Roberto fue a pedir un trabajo después de perder su talento en una famosa empresa durante más de tres años. Cuando llegó a la entrevista exigió un determinado sueldo y no tener que trabajar durante los fines de semana; a sabiendas que si le rechazaban todavía podía quedarse con su trabajo actual. Le preguntaron si sabía informática, inglés, y si tenía los conocimientos técnicos suficientes como para reparar las máquinas que fabricaba la empresa. Por supuesto contestó que sí. Además su currículum es impresionante, no por lo que realmente ha hecho durante tantos años, sino por la reputación que tienen las empresas para las que ha trabajado. Finalmente la empresa accedió a sus peticiones y le contrataron. El caso de Roberto es el de algunos jóvenes en España, aunque la impresión que tengo es que la mayoría nos conformamos con un trabajo en el que estemos a gusto, y que preferimos un sueldo fijo a las posibilidades de un trabajo mejor. Pero el problema no lo veo ahora mismo, el problema vendrá dentro de unos años. Al igual que la informática avanza tantísimo que un modelo de ordenador comprado hace año y medio es primitivo, las personas deben reciclarse continuamente o arriesgarse a que un día nos pongan de patitas en la calle por no saber nada de nada. Ahora nos conformamos con nuestro trabajo, pero ¿qué pasará más tarde cuando sea nuestro trabajo el que no esté conforme con nosotros? El caso de los funcionarios es especial, ya que no les pueden echar, pero los demás... Y que conste que esto no es una crítica hacia los funcionarios, muy al contrario. Los funcionarios tienen derecho a estar en su trabajo de por vida porque es, cuanto menos, inmoral que alguien que ha trabajado durante años para una empresa (en este caso el Estado), tenga que verse en la tesitura de encontrar trabajo a los 50 porque su empresa le considera caro. Porque solo se basa en el dinero. Un chaval, como Roberto, en el peor de los casos exige la mitad de dinero que la empresa está obligada a pagar a un señor que lleve allí treinta años. De ahí que el reciclaje sea necesario, pero que a su vez, deba estar motivado por la empresa. Cualquier persona que no se recicle puede ser "obligada" a reciclarse por medio de cursos si ese fuese el objetivo de los "jefes". La curiosidad que tienen algunos empleados por aprender más debe estar cimentada por la motivación que le dé la empresa, que cuenta con más los medios que el propio trabajador. Si un trabajador aprende inglés, no es para irse a un bar de copas a ligarse a las suecas (aunque no es mala idea) sino para poder comunicarse con empresas extranjeras y aumentar, quizá, las relaciones internacionales de su empresa. Si dicho trabajador aprende informática, es para ordenar la base de datos de la empresa, o crear una web, o mejorar las presentaciones, no para meterse en Internet a buscar páginas X (para eso no es necesario ningún tipo de formación). Cuando la empresa no paga más que un sueldo y no promueve ningún tipo de mejoras educativas en su sistema, no está haciendo otra cosa que menoscabar su potencial humano y, al mismo tiempo, crear una situación en la que si el trabajador no se va a otra empresa, se le tendrá que despedir cuando ya no rinda por falta de conocimientos actualizados. |
reciclaje en el trabajo |