Filosofía para la vida
Dos hombres intentan escalar la cumbre de una alta
elevación, ambos disponen de los avíos necesarios. Aparentemente están en igualdad de
condiciones. Pero, sólo uno llegará a la cima, lleva consigo un poder superior que lo
pone en ventaja.
La Fuerza del
En el decursar de la historia de la
humanidad, los diferentes pueblos y culturas han engendrado hombres que de diversas
maneras sobresalieron por encima de sus contemporáneos. Muchos de sus nombres aparecen en
los diccionarios enciclopédicos o en obras literarias, porque todos hicieron algo que los
hizo trascender y pasar a la posteridad como triunfadores. Hablo de profetas,
científicos, artistas, inventores, deportistas, políticos, estadistas, líderes...
Estos personajes, admirados a
través de los tiempos, no sólo alimentaron un sueño, sino que estuvieron convencidos de
poder realizarlo y decidieron no desmayar en el empeño. Se sabe que una fuerza superior
les empujaba cuando ascendieron por las cuestas escarpadas de la vida y, cual luz divina,
les iluminaba los caminos más oscuros: EL OPTIMISMO.
Uno de los secretos de los
triunfadores es, sin dudas, cultivar el optimismo. Cuando lo han incorporado
definitivamente a su manera de actuar, siempre han estado cargados de ánimo, con buena
disposición y marcados por una firmeza a toda prueba.
Mas, ¿qué es, justamente, este
término tan repetido y necesitado por todos? Se trata de un sistema filosófico que
atribuye al universo la mayor perfección posible como obra de un ser infinitamente
perfecto. También se entiende como la propensión a ver y juzgar las cosas bajo el
aspecto más favorable, acoger siempre la arista positiva de la realidad y cultivar la
certeza de que es posible alcanzar los objetivos, sin espacio para el desánimo.
No se adquiere el optimismo como un
botín de guerra, quitándoselo a otros después de cierta contienda; no es posible
mediante el estudio al leer una vasta enciclopedia, como si fuese cultura y conocimientos;
tampoco puede salirse a buscar como se busca y se encuentra cualquier mercancía o cogerlo
como a la fruta de un árbol; nunca un ladrón ha podido robarlo, por muy hábil que haya
sido. Sólo crece en el interior de cada quien. Hay que cultivarlo en el terreno fecundo
del alma humana y su fruto depende, exclusivamente, de la voluntad.
El optimismo implica una fuerza
superior en el hombre, le da la seguridad de que puede, de que es posible cualquier
empeño por difícil que sea. Cuando actuamos con optimismo es menos probable que alguien
nos frene o que algo nos amilane, porque, pese a los escollos, no renunciamos al fin
propuesto y, en consecuencia, lo obtenemos.
Las personas impregnadas en esa
cualidad tienen más posibilidades de éxito, porque el éxito comienza con la voluntad,
con la seguridad en sí mismo. Esta confianza en lo propio no consiste en pensar que somos
más, sabemos más o estamos por encima de todos, sino en creer que podemos llegar a ser
tanto como se desee. Si usted considera que está vencido, ya lo está, pues la
predisposición a fallar lo hace vulnerable psicológica y físicamente. En cambio, si
cree que puede, si se siente seguro de que puede, podrá.
Es cierto que cualquiera pierde una
batalla, pero el optimista nunca la pierde antes de echarla. Incluso, cuando ocurre lo
peor, piensa que es mejor perder una vez que seguir perdiendo; entonces intenta, ante
todo, prepararse para la próxima ocasión, en la que tratará de recuperar lo perdido o
alcanzar lo propuesto.
En el extremo contrario están los
pesimistas, a quienes cualquier objetivo, aunque sencillo, les resulta inalcanzable. Ellos
mismos lo convierten en inalcanzable desde el instante en que se sienten incapaces de
lograrlo. Al ver el día oscuro, no proceden ni hacen el esfuerzo, sin imaginar que el
triunfo puede estar a la vuelta de la esquina, pero no vendrá nunca a nosotros, se impone
ir en pos de él.
Dos hombres
intentan escalar la cumbre de una elevación. Ambos llevan sogas, garfios, piolets y
alimentos energéticos. Están, aparentemente, en igualdad de condiciones. ¿A cuál
podemos apostar como posible ganador? A quien, además de los avíos, lleva consigo la
certeza de que llegará a la cima: al optimista. Porque su estado anímico le otorga una
predisposición favorable que lo pone en ventaja.
La
persona optimista es más propensa a insistir hasta abrazar el fin anhelado. |
La vida no nos debe nada,
todo lo que el hombre recibe de ella lo ha de conquistar. Para ello debemos contar con
nuestras propias fuerzas, sean físicas o espirituales, y si aparece un golpe de suerte,
acogerlo como a un amable colaborador. Mas, el que pretenda mucho y aspira a salir
vencedor, ha de empezar por fortalecerse, teniendo como premisa que la fuerza propia es la
única arma que jamás le fallará. Esa fuerza bien puede ser el optimismo.
No pocas veces los infortunios
conspiran contra el ánimo y llegan hasta lograr que perdamos las esperanzas. Para crecer
ante el abatimiento, es importante considerar que nadie tiene un problema que no haya sido
antes de otro y resuelto por otro. Hay que partir siempre de la idea de que lo
resolveremos, no importa si en ese momento desconocemos cómo o cuándo. Lo importante es
estar convencido de que existe una salida y la encontraremos. Reflexione, si algún
problema carece de solución, deja de serlo.
Quienes disponen de una voluntad
emprendedora suelen encontrar en otros, que hicieron realidad sus propósitos, una
verdadera inspiración y alimentan así el optimismo. Esto es: "si ellos pudieron, yo
también". Pero, el que lo hizo primero necesitó de una firmeza mayor que le
permitió asegurar: " aunque nadie lo ha logrado, yo lo haré". Esta
disposición estuvo cargada de optimismo, evidentemente.
LA PERSEVERANCIA, UNA GRAN ALIADA
El que persevera triunfa, reza
un conocido proverbio. A pesar de repetirse desde tiempos inmemoriales y resultar manida,
en la actualidad, la sabia afirmación mantiene el valor de la primera vez. No sólo se ha
hecho realidad en infinidad de ocasiones, sino que cada día aparecen nuevos ejemplos de
su irrefutable verdad. El optimismo va de la mano con la perseverancia, tal es así que
jamás se desalienta el que está convencido de que ha de dar en el blanco, aunque para
ello precise de varios intentos.
Las
victorias no las obtiene siempre quien más las merece sino el que las sabe buscar con
más insistencia. |
La persona optimista es más
propensa a insistir hasta abrazar el fin anhelado. ¿Sabe alguien cuántos sueños hubo el
hombre de alcanzar sólo después de una perseverancia sostenida? Muchos, porque muchas
son las cosas, en la vida, que desafían constantemente nuestras capacidades y deseos y,
además de obligarnos a repetir la acción, exigen un esfuerzo mayor cada vez. Aquel que
sepa que lo difícil es sólo difícil y no imposible, está más propenso a llevarse el
éxito.
Miremos al mundo de frente y
digámosle: "tengo derecho a todo lo que deseo, deseo lo que puedo y quiero
conseguir". Las victorias no las recibe siempre quien más las merece, sino el que
las sabe buscar con más insistencia. A propósito, dice un poema: muchos fracasos suelen
acontecer \ aun pudiendo vencer de haber perseverado.
Claro, ante todo, debemos ser
objetivos y no alimentar meras ilusiones. Es desaconsejable trazarse metas que estén
demasiado lejos de las posibilidades reales de cada cual. Es preferible ir consiguiendo
pequeñas victorias en los objetivos que nos proponemos y, con el tiempo, aumentar las
aspiraciones, paso a paso, con serenidad y juicio. El secreto estriba en no rendirse,
aunque el paso sea lento.
En infinidad de ejemplos, la
diferencia entre un triunfador y un perdedor radica en que el primero se levantó una vez
más que el segundo y lo hizo por creer que su aspiración aún podía convertirse en un
hecho.
Hay dos grandes verdades, la
primera: el hombre se derrumba muy fácilmente; la segunda: precisa de muy poco para
enderezarse y proseguir, basta la voluntad y el deseo. La garantía está en dar la
espalda a la sombra y volver el rostro a la luz, siempre a la luz. He aquí la premisa del
OPTIMISMO. |