Desgrabación Reunión abierta Mensual de la LSR

Viernes 2 de agosto de 2002

Informe de Jorge Guidobono:

Nosotros hemos insistido mucho, durante meses, en la necesidad de que la burguesía no logre la fragmentación de nuestro pensamiento y, en situaciones como las que estamos viviendo, las veamos como compartimentos separados. Por ejemplo, hay un problema muy serio económico en Estados Unidos, hay robo en los grandes ejecutivos, hay un proceso de guerra que impulsa la administración Bush. Hay de conjunto una situación difícil del imperialismo mundial. Japón sigue parado desde hace 12 años, Europa no termina de arrancar y si el euro sube es porque el dólar se cae. a su vez hay crisis en, por lo menos, siete u ocho países de américa latina (en la argentina, por ejemplo, se está hundiendo todo).

El problema que tenemos planteado en esta reunión es ver si hay vasos comunicantes que integran todo eso y le permiten, al movimiento obrero, a los trabajadores, ver una unidad y evaluar por dónde apuntar. Ver si hay puntos comunes entre los elementos de guerra civil que hay en Colombia –que son muy fuertes– con los que se vienen desarrollando a partir de noviembre en Venezuela, o lo que pasó y sigue pasando en la argentina, a lo cual se suma Uruguay. Es evidente que hay un proceso abierto; objetivamente, no subjetivamente, ya que no hay organización, ni dirección, ni nada por el estilo: lo único en común es el enemigo.

Entonces, impedir que nos fragmenten el pensamiento es tratar de entender que, más allá de las inmensas desigualdades, hay un proceso común en el mundo, que es desigual, que combina elementos distintos pero que tienen un común denominador. Ese común denominador es que estamos frente al proceso de desintegración, de descomposición, de barbarización del imperialismo en el mundo, con determinadas características en Estados Unidos, con otras en Europa, con otras en Japón… pero, en un sentido muy profundo, la tendencia de barbarización capitalista es a igualar hacia abajo al conjunto, no hacia arriba.

al mismo tiempo, a mí me parece que hay una contradicción muy grande que es que la vieja sociedad capitalista imperialista se descompone mucho más rápido que lo que puede surgir una nueva sociedad o un nuevo poder alternativo antiimperialista, anticapitalista, antiburocrático, que realmente signifique un punto de salida. En un sentido muy amplio, estamos viviendo en pleno siglo XXI, algo parecido a la etapa final de la descomposición del imperio romano. Pero con un mundo muy diferente. Hoy todo es infinitamente más rápido. Si ustedes se ponen a pensar, el 11 de septiembre de 2001 fue un punto de giro (nosotros hemos escrito mucho sobre esto, al margen de si los atentados los hizo la CIa, el FBI, los fabricaron, eso es lo de menos); es muy evidente que intentaron imponer un giro muy grande a la política norteamericana y hacia el mundo. No han pasado once meses y parece que hubiera sucedido hace muchos años. y esto no parece lejano porque hayan desistido del camino belicista, guerrerista, militarista (en primer lugar el imperialismo norteamericano pero tampoco el imperialismo a escala mundial).

Nosotros tenemos que pensar qué es lo que une al 11 de septiembre con Bush y Cheeney como grandes capitalistas estafadores, como parte del complejo industrial-militar, qué tiene que ver eso con la degradación de américa latina a niveles sólo un poquito superiores al África Subsahariana desde el punto de vista de muchos indicadores. Y la argentina no es el mejor ejemplo, no tiene los peores indicadores de miseria del continente. Nosotros tenemos que hacer el esfuerzo de ver cómo integramos que hay un proceso de descomposición muy profunda del capitalismo, del imperialismo, que no necesariamente lleva a la revolución. Puede llevar a la revolución o puede llevar a niveles de contrarrevolución en los cuales el fascismo y el nazismo palidezcan.

Todo el mundo hoy discute el problema bursátil, creo que hoy bajó cerca de 3% la bolsa de Estados Unidos, y vienen cayendo en picada. Para tomar un solo ejemplo, el Nasdaq –que es el índice en el cual 70 millones de norteamericanos basaron su consumo durante la década del noventa–, en marzo de 2000 valía 5.200 puntos y hoy vale 1.200. Eso puede parecer un juego aritmético. Pero es mucho más que eso: significa que va a ver decenas de millones de norteamericanos fundidos, que no van a tener jubilación, no van a tener futuro. El diario Ámbito Financiero publicó la semana pasada un ejemplo muy práctico de lo que es el capitalismo en su descomposición, incluyendo los principales centros económicos –no digamos lugares como la argentina, que son más bien los arrabales–: 1.000 acciones de WordCom valían US$ 64.000, hoy esas mismas 1.000 acciones valen US$ 90. Todo eso suena medio inasible, porque uno no logra imaginar qué son US$ 7 billones, pero por ejemplo, es más que el producto bruto de toda la comunidad europea; con relación a la argentina es una cifra que no tiene comparación…

Pero, dejando de lado los US$ 7 billones que “se esfumaron”, es fácil entender que US$ 64.000 pasaron a valer US$ 90; y ése no es un problema bursátil. ayer se publicó que en el segundo trimestre tenían previsto que Estados Unidos crecería 2,3% el producto bruto, y creció el 1,1%, es decir que creció menos de la mitad de lo que esperaban. Ellos han dicho que estaban saliendo de la recesión, y que el mes pasado –teniendo el 5,9% de desocupación– iban a crear 60.000 nuevos empleos. Y el resultado de julio fue que se crearon 6.000 nuevos empleos, o sea el 10% de lo que anunciaban; con lo cual quedaron en el mismo índice de desempleo: el 5,9%.

Y eso no significa que el imperialismo estadounidense se quede quieto. Ha hecho votar el Fast Track (vía rápida), que es un intento de salto en la colonización de américa latina –con relación a las burguesías latinoamericanas– y, a la vez, en cómo joder al imperialismo europeo que tiene mucho peso en américa latina (recuerden que en los ’90, el grueso de las privatizaciones fue a parar a manos de los europeos, pese a que el imperialismo norteamericano es hegemónico política y militarmente en la región; la argentina es parte de eso y lo ilustra muy bien).

Nosotros dijimos hace ya un cierto tiempo que hay una fuerte lucha por un nuevo reparto del mundo. Y eso se expresa en américa latina, en el terreno económico, en el político –en las diversas contradicciones que se viven–, y militarmente en que en américa latina está fuertemente instalado Estados Unidos. Tiene bases militares por todos lados, incluyendo países donde formalmente no las hay, como la argentina. Pero en la provincia de Misiones, por ejemplo, para tomar un solo caso, dada su geografía similar a la selva amazónica, se vienen a entrenar normalmente las tropas norteamericanas.Estados Unidos intenta instalar una base militar estable en Salta, que es la zona norte que le permite contacto con Bolivia, con Perú, etc. Hay una lucha geopolítica y militar.

La argentina es el noveno país del mundo en superficie, lo cual significa que no es un “capricho” de Paul O’Neill venir a humillar a los argentinos, sino que hay cosas muy importantes en juego. Esa gente no se encapricha: tiene objetivos estratégicos, geopolíticos, y la argentina tiene una de las grandes costas para sustituir con energía hidráulica la petrolera, que tiene los días contados (o años o décadas contadas). Por lo tanto, tenemos que pensar que en ningún lado está escrito que la argentina va a seguir siendo la argentina. ¿Por qué? ¿Por qué no se puede destrozar a la argentina, si no tiene más historia que Yugoslavia, ni que Checoslovaquia, ni que la URSS, ni nada? Y, en cambio, tiene una contradicción en sí misma, que es un país con una superficie mayor que la India y con treinta veces menos habitantes. Entonces, no necesariamente el imperialismo, filosóficamente, va a decir “En 1853 se estableció la Constitución y la Nación argentina, y eso hay que respetarlo”… La vida dirá qué pueda pasar; en un sentido –y estoy adelantando un poco las conclusiones– la argentina como tal, de la misma forma que Brasil, tiene sólo dos alternativas en el mediano plazo (en 5, 10, 15 años): o avanza a un proyecto revolucionario anticapitalista, antimperialista, o va a ser destruida. ¿Cómo? Es muy fácil, los pretextos ideológicos, políticos, son secundarios, se inventan. Les puede resultar más complicado poner los pretextos porque la argentina no es Yugoslavia, en el sentido que no tiene etnias, nacionalidades, para hacerlas jugar unos contra otros. Pero ¿quién puede impedir que los habitantes de Santa Cruz –por ejemplo– digan que no quieren seguir dándole de comer a los correntinos, que no trabajan?

Hoy yo escuchaba a la CNN y decía “no se sabe si se entró a una nueva recesión o no se llegó a salir de la recesión anterior”. Son discusiones un poco absurdas porque son tecnocráticas, pero lo concreto es que tenían previsto el 2,3% de aumento del PBI en el primer semestre y no llegaron a la mitad, crecieron el 1,1%, que es acompañar el crecimiento demográfico y punto.

Hay crisis, y la crisis es global. Yo pensaba cómo hacer este informe, porque, al contrario de lo que dicen varias corrientes de pensamiento afín a nosotros, el capitalismo es así, es un régimen podrido, ladrón, estafador. Pero si repasáramos lo dicho por todos los marxistas desde Marx en adelante –todos juntos en la fila, desde 1818 hasta hoy– no vamos a encontrar uno que pueda haber haber explicado la putrefacción capitalista tal como la está explicando la propia descomposición del imperialismo norteamericano frente a decenas y cientos de millones de personas; o sea, no estamos hablando de ponernos a estudiar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia en un grupo como éste, que está muy bien y que hay que hacerlo; estamos hablando de algo que pueden ver y entender millones y millones en el mundo. Estamos viviendo como en el final de una curva de 360 grados donde el carácter piratesco con que nació la acumulación capitalista primitiva se remonta hasta su descomposición. Los tipos hablan como cosa normal de la “contabilidad creativa” –simplemente lo que es pasivo se anota como activo, y listo– para garantizarse fortunas fabulosas, como los de la última empresa quebrada, Qwest, donde en dos años se embolsaron US$ 300 millones y dejaron a cientos de miles de norteamericanos sin nada; los estafaron, hicieron una estafa vulgar y silvestre.

Y américa latina es parte del botín de guerra del imperialismo mundial, en el terreno económico, en el terreno político, en el terreno diplomático, en el terreno militar. E incluso al abrirse la crisis en el corazón del imperio, se dan situaciones paradójicas. Por ejemplo, una de las grandes privatizaciones de Brasil es la de telefonía, que se hizo a favor de WorldCom, una de las grandes empresas que quebraron en Estados Unidos. Y ahora no se sabe si la telefonía brasileña va a terminar siendo estatal, con el Estado brasileño pagándole a la empresa quebrada.

Todo esto expresa una tendencia muy profunda, que es cómo hay una interacción entre la crisis de la periferia, en este caso de américa latina, y la crisis del centro, de Estados Unidos. Conozco menos con relación a Europa. Mi impresión personal es que la crisis de Telefónica, de Telecom, es que a su vez van a reciclarse también en Europa, pero no conozco bien. Lo práctico y evidente es que no hay “locomotora”. En la década de los ’90 hubo una locomotora, Estados Unidos, que arrastró al capitalismo en el resto del mundo; pero era una locomotora “trucha”, que dibujaba la contabilidad de sus empresas líderes para lograr involucrar a buena parte de la clase media y a sectores de la claseobrera en una vorágine de consumo basado en el casino que es Wall Street. (Y, en general, en el casino no se gana, y mucho menos si se va todos los días. Puede ser que un día te vaya bien, pero si vas todos los días seguro te termina yendo mal.) En lo fundamental, la bolsa, Wall Street, el Nasdaq, son activos que se desmoronaron. (El ejemplo de la caída de 64.000 a 90 en el valor de las acciones de WorldCom que mencionábamos antes, es parte de una tendencia mucho mayor.)

Entonces se abren procesos muy profundos. Por un lado, yo no sé hacia dónde va ir el pueblo norteamericano. El 3% del pueblo norteamericano tenía acciones en la bolsa en 1929, hoy las tiene el 50% de la población. Y, con esto, no tienen perspectiva, futuro, muy posiblemente no tengan jubilación, los norteamericanos que recorren el mundo es posible que tengan que terminar en una granja plantando papas, como los rusos. Por otro lado, eso se expande por el resto del mundo. No es que el imperialismo norteamericano dice, resignadamente, “nuestra historia ha llegado a su fin”, sino más bien ataca y ataca. Después de invadir y bombardear afganistán van a atacar Irak; Europa se resiste, parte de Medio Oriente también, pero hay una situación altamente inflamable en el mundo, incluida américa latina.

En contra de lo que dicen algunos editorialistas argentinos no hay un efecto Tango en américa latina. Lo que hay es un salto –no de contagio sino de proceso propio– en la crisis de la colonización imperialista y de la descomposición capitalista de una región que tiene casi 400 millones de habitantes y 20 millones de kilómetros cuadrados. Hoy, de los diez países de américa del Sur, hay siete que van en procesión a pedir ayuda al FMI y demás organismos. Y los que no lo hacen no es porque estén en mejores condiciones. No lo hace Bolivia, que en realidad está casi fuera de concurso; no lo hace Venezuela porque están a punto de voltear a Chávez y entonces le van a poner como condición querenuncie y se quedan con el petróleo; y no lo hace Chile porque la contrarrevolución en Chile fue mucho más profunda que en el resto del continente. Los otros siete países, están todos haciendo cola frente al Fondo Monetario, y haciendo una cola desprolija, porque no es que el Fondo Monetario y Estados Unidos están a favor de ser generosos. Por ejemplo Clarín de hoy dice: “a la argentina no, pero a Brasil y Uruguay sí”; pero la realidad es “a Brasil y Uruguay, tal vez, quizás, eventualmente”… que no es lo mismo.

Porque en la crisis del imperialismo norteamericano, hay una política de conjunto que es apretar, apretar y apretar. Hay un cambio de tipo cualitativo. algunos compañeros me preguntaban, cinco o diez años atrás, cuál era la política de la burguesía argentina. Y yo les respondía lo que sinceramente creo: es hacer la bicicleta. Endeudarse para pagar, pagar, endeudarse, pagar, endeudarse… pero en ese momento había una fase expansiva del imperialismo norteamericano. Esa fase expansiva hoy no existe, existe lo opuesto. No es casual que el principal grupo empresario argentino, Pérez Companc, se venda. No es casual que se esté discutiendo cómo se remata Loma Negra, la cementera de la Fortabat. Y por más que se le intente dar bajo perfil, se vendió por bastante poca plata el principal grupo empresario argentino. Y se le vendió al estado brasileño, que privatizó el petróleo a pesar de que no tiene petróleo (Brasil no tiene petróleo, importa, fracciona, exporta).

Ese es un poco el cuadro de situación. Un cuadro de situación donde hay una apretada muy fuerte por parte de Estados Unidos en el intento de un salto en la colonización imperialista en la región. Yo tengo 40 años militando, y nunca vi que Estados Unidos imponga abiertamente a los candidatos presidenciales que tengan que firmar previamente lo que van a hacer. Y en Brasil sí, ponen como condición para hacer algún acuerdo, que firmen Lula y Ciro Gómez. Yo no lo vi nunca, esto es una cosa de tipo cualitativa. No sé qué nombre hay que ponerle, yo no discuto categorías –porque son discusiones falsas en cierto sentido–, pero es la primera vez en mi vida que lo vi. Es un nuevo tipo de estatuto colonial, o semicolonial, pero es una cosa nueva. Y al mismo tiempo es muy evidente que la socialdemocracia, el reformismo, tienen un grado de aceptar lo que venga como nunca en la vida se vio.

ayer estalló la crisis en Uruguay. ¿Qué hizo el gobierno de derecha, un tipo absolutamente pro yanqui como es Jorge Batlle? Llamó al Frente amplio, al PC, Tupamaros, Partido Socialista, a ver cómo sacan las papas del fuego sobre la base de que hubo un sector de gente muy pobre que salió desesperadamente a asaltar supermercados, a saquear para comer. Y frente a eso, el gobierno uruguayo –como del túnel del tiempo– saca a relucir a Macarthur y dice que los saqueos son “un plan premeditado, finamente orquestado…”. Y es muy evidente que el problema es que hay gente muerta de hambre, que no hay ningún plan. además, toda la izquierda uruguaya está absolutamente sometida al régimen democrático burgués y nadie quiere “sacar los pies del plato”: no se la ve organizando ningún plan, más bien tiene una actitud que es casi un bochorno. Y parece que hoy pusieron el Estado de sitio. Pero la burguesía uruguaya tiene el mismo problema que la argentina: ¿estado de sitio contra quién? Yo viví un montón de estados de sitio, pero siempre se imponía contra el movimiento sindical, contra la guerrilla, etc. Y ahora no pueden decir contra quién es: ¿contra un chico de 12 años muerto de hambre? Es complicado sostener eso. Puede haber estado de sitio, o estado de guerra, y pueden matar a esos chicos; pero, en general, se van a seguir reproduciendo… y es complicado seguir matando, matando y matando hasta el infinito. Ese es un poco el cuadro en el cual está ubicada américa latina.

Yo era un bebé cuando el embajador norteamericano dijo “Braden o Perón”, en el año 45. Y lo mismo dijo hace unos meses Manuel Rocha, el embajador norteamericano en Bolivia, con un problema: habiendo intentado bajar el pulgar para liquidar al candidato del Movimiento al Socialismo, Evo Morales, éste salió segundo, sacó muchos más votos de los que se preveía antes de que la Embajada le bajara el pulgar, cuando era casi un candidato testimonial. Y no sólo salió segundo a escala nacional: salió primero en La Paz, en Oruro, en Cochabamba, que son los principales lugares desde el punto de vista de la lucha de clases.

La argentina es parte de ese proceso. No hay una excepcionalidad argentina. Es parte de las generales de la ley en las cuales se ubica el conjunto de américa latina, con elementos nuevos como el fenómeno de Evo Morales. Yo no conozco a fondo lo de Evo Morales, pero sí conozco lo obvio, que Estados Unidos se tira a muerte en su contra y él recibe más de la quinta parte de los votos. En Perú, mientras en la década del ’90 hubo una ofensiva feroz privatizadora, Toledo trató ahora de privatizar la electricidad y no me acuerdo que más en el sur, y se encontró con un levantamiento popular en contra, con centro en ayacucho, una ciudad importante, con un millón de habitantes, como Córdoba acá. Y tuvio que dar marcha atrás. aun cuando sea un elemento aparentemente menor, han tenido que retroceder en México DF con el intento de construir un nuevo aeropuerto sacándole la tierra a los indios y campesinos. Los indígenas salieron con los machetes a las calles el lunes, enfrentaron el proyecto y el gobierno tuvo que retroceder.

 

Para mí esto tiene que ver con un problema muy de fondo. Hay un agotamiento del discurso. Uno a veces puede perder la noción del tiempo, pero hace 10 o 12 años –o sea, muy poco– se proclamaba el fin de la historia y la victoria definitiva del capitalismo. Y, en cambio, Clarín del domingo pasado titulaba “¿Tiene futuro el capitalismo?”, el capitalismo que era el vencedor indiscutido de no se sabe qué guerra con el stalinismo.

La argentina está en ese contexto, donde no se sabe si el Mercosur va a seguir existiendo. La resolución del Congreso norteamericano ayer, a favor del fast track para ver si logran terminar de colonizar américa latina también desde el punto de vista económico, significa que va a explotar el Mercosur. O que van a intentar hacerlo estallar. Que los presidentes latinoamericanos –que son gente que tiene la espina dorsal quebrada– hayan sacado una declaración en contra de Estados Unidos en Guayaquil la semana pasada, habla de que se está viviendo un proceso muy profundo que obliga a que ellos –que son gente que nada tiene que ver con una lucha antiimperialista seria, porque son en lo fundamental agentes del imperialismo– tratan de ver cómo posicionarse para que no se les vaya todo de las manos, y la realidad termine, por la vía de los hechos, planteando una lucha anticapitalista, socialista e internacionalista, en una dinámica que es a la que nosotros apuntamos.

 

Para ser preciso, yo no veo ninguna posibilidad de una lucha revolucionaria seria en la argentina si no es unida indisolublemente a una lucha revolucionaria en toda américa latina. No hay posibilidad de que la argentina sea un país revolucionario, independiente, socialista, anticapitalista, lo que fuera, si no es proyectando su proceso revolucionario –si lo hubiera– al conjunto de américa latina; en primer lugar a Brasil, que es el país clave de la región. Estoy completamente convencido, todos los intentos más o menos nacionalistas de buscar una solución a la miseria, a la catástrofe que se vive, son una utopía reaccionaria. O habrá revolución internacional, anticapitalista, socialista y antimperialista, o habrá un salto en la colonización tal, que vamos a pedir por favor que vuelva el rey de España.

Dentro de este marco, la argentina está en un cierto empantanamiento, sobre la base de que lo viejo no se termina de morir –y no se va a morir solo– y lo nuevo no termina de nacer.

Para graficar las cosas: la historia argentina desde el 17 de octubre de 1945 estuvo marcada por la participación de la CGT. Y el 19 y 20 de diciembre, y el 26 y 27 de junio, no existió la CGT. Ni la CGT en variante uno, en variante dos, en variante CTa… Porque, en un sentido muy profundo y tomándola como ejemplo superestructural, se murió una argentina. Se murió la argentina de la conciliación de clases, la argentina de Perón en adelante, la de lo que algunos economistas llaman “los 30 gloriosos años” de la posguerra, donde había márgenes para la conciliación de clases y que en la argentina se expresó casi en forma milimétrica. En 1975, o sea en el fin de los 30 gloriosos años, vinoel Rodrigazo; en 1976 vino el golpe del 24 de marzo, vino la contrarrevolución, los muertos, los desaparecidos, etc. Y ese proceso tiene continuidad hasta hoy. No es que cambió “con la democracia”. Hoy no matan a 30.000 porque tampoco tienen una situación que los obligue. Tampoco sé si lo podrían hacer porque, a la vez, han descompuesto al Estado, se ha metido el narcotráfico hasta los huesos, en la policía en particular, pero también en el ejército y en la gendarmería. Hay una descomposición profunda del núcleo del Estado burgués que es su aparato represivo. Porque hizo un genocidio, perdió una guerra sin gloria y sin honor y, a la vez, es parte de la descomposición y la corrupción del aparato capitalista en el país.

En este mismo lugar, el 4 de enero, nosotros dijimos que veíamos que se abre un camino ancho –que no es necesariamente rápido, inmediato ni nada por el estilo– entre revolución y contrarrevolución. Y estamos viviendo eso. En un sentido es absolutamente anecdótico si va a haber elecciones, si no va a haber elecciones… Si va a haber elecciones, a qué, también es secundario. El problema fundamental es que estamos viviendo un profundo proceso de descomposición del capitalismo, sus instituciones, sus aparatos, sus ideologías. Están empezando a aparecer elementos de una nueva cultura proletaria, o de los trabajadores y de los explotados. Hay elementos que son muy fuertes. El domingo 28, enla reunión de AyL, fui a comer con dos de los viejos dirigentes del Cordobazo –Páez y “El Gringo” Bici– y ellos decían, con justa razón, qué maravilloso que el capitalismo, por su propia crisis, termine con el tabú de la propiedad privada robándole a los ahorristas sus ahorros. Eso significa que mil o cincuenta mil explicaciones nuestras son secundarias porque, en la práctica, se mostró lo que es el funcionamiento normal del capitalismo, que la propiedad es un robo, para decirlo con esa frase con la que Marx polemizó tanto con Prudom. En ese punto estamos.

Si alguien piensa seriamente que si hay elecciones esto se cierra, se equivoca completamente. Si fuera así ya se hubieran hecho. Sería muy sencillo. El problema es que hay un proceso de descomposición en todos los terrenos, económico, social, político, institucional, cultural, del capitalismo en la Argentina.

Y al mismo tiempo uno puede decir, también, que el enterrador no aparece. Eso es verdad. Pero hay que tomar las cosas exactamente en su dimensión precisa, porque el enemigo intentó una importante jugada para enterrar el proceso de diciembre. Y la exploró en Avellaneda. Fue montando un proceso de provocación grosera, incluyendo algunos muertos, muchos más heridos y fracasó. No fracasó porque se equivocó. Fracasó porque el 26 y 27 de junio, en el medio de una campaña terrorista muy fuerte, hubo muchos miles que fueron a poner el pecho a las eventuales balas. ¿Con eso alcanza? No, pero es muy importante. No es que la gente salió a pedir democracia: fueron muchos miles de compañeros que salieron a jugarse la vida, contando con la simpatía de algunos cientos o millones. Insisto, ¿eso alcanza? No, pero no es algo para que uno ignore.

No hay una solución fácil por delante. Y, en un sentido, las grandes masas lo saben, saben que la que hay por delante es una lucha de vida o muerte, donde no alcanza una gran manifestación, un gran paro general que, además, no se sabe quién lo haría, porque el desprestigio de las direcciones sindicales es absoluto. Entonces hay un accionar cauteloso de las masas, donde sus viejas organizaciones en lo fundamental están muertas. Reitero: en diciembre y en junio la CGT no existió para la movilización. Al contrario, hablaron de que había provocaciones… Moyano, que era el “combativo”, el 26 de junio dijo “vamos a reunirnos para decidir qué tipo de huelga activa hacemos”, y después no sacóni un comunicado para decir que no hacían nada. Es muy profundo eso.

¿Cómo nosotros nos orientamos en este proceso que está abierto? Yo creo que hay una crisis de dominación capitalista. Los 20 años de democracia burguesa que sobrevivieron a la descomposición de la dictadura y la derrota en Malvinas, están agotados, es muy evidente. Están agotados sobre la base de que, además, no tienen política de recambio en ningún terreno. Cuando se estaba cayendo la dictadura había una alternativa: sacaban la tarjeta “democracia”, y Alfonsín decía “con la democracia se come, se cura y se educa”; “voy a abrir a patadas las persianas de las fábricas cerradas”… Bueno, no hay una sola fábrica que se haya abierto, y se cerraron muchísimas más. Al mismo tiempo, había ilusiones muy fuertes de grandes masas en que el régimen democrático iba a permitir mejorar. Y el régimen democrático es, en lo fundamental, lo más parecido a un perro muerto en la conciencia de muchos miles, o de muchos millones. En octubre del año pasado los votos bronca, los votos protesta, eran un anticipo de lo que se venía. Y pegó un salto. Nunca se habló más de política como en estos meses. Y se habla, como si fuese normal, del Fondo Monetario, del capitalismo, esas cosas que las decíamos cuatro locos, hoy las dicen millones como cosa natural, como “pasame agua”: el capitalismo, así, no va.

El problema central, para mí, es el siguiente: no hay “crisis final” del capitalismo. La crisis final sólo es posible mediante una revolución obrera y popular. No hay otra crisis final. Pero vemos que se van acomodando los tantos de forma tal, que en un plazo que no sé cuál es, eso es posible. No es una utopía de viejos soñadores o de jóvenes soñadores. Es una posibilidad práctica.

Porque en realidad hay un problema que es de fondo. Las necesidades más básicas, más elementales de millones y millones sólo se pueden resolver revolucionariamente, cambiando de manos el poder. Y eso es, en un sentido muy amplio, la antesala, la pre-antesala, no sé qué, de un proceso revolucionario. Y la burguesía es bastante consciente de esto. Mientras pone el foco de discusión de millones de personas en si Menem, si Rodríguez Saá, en realidad hace cuatro o cinco días firmó un decreto para meter a la Gendarmería (que viene a ser la guardia nacional) y a Prefectura Naval en la represión interna, argumentando que es para cuidar la salud de los ciudadanos frente al peligro de la caspa…

Ellos se ven venir un proceso muy tumultuoso, que tendrá o no dirección, que tendrá o no organismos inicialmente. Pero los soviets no fueron una creación inteligente de Lenin. Lenin más bien estaba en contra de los soviets al comienzo. El tema es que las viejas organizaciones –por más que uno siga participando en algunas de ellas, cuidándose– en lo fundamental, no sirven para las necesidades y los objetivos que tienen planteados las grandes masas hoy. Y van a surgir otras. Serán piquetes, serán asambleas, serán cabildos, tendrán el nombre que tendrán, pero van a ser organizaciones democráticas y para la lucha. Y la lucha hoy por hoy no es la lucha por $ 200 más o menos. Es una lucha que tiene una dinámica revolucionaria, anticapitalista y antimperialista, donde está planteado el tema del poder, no del gobierno como dice todo el mundo. Hay tantas posibilidades de que en la Argentina se repita el Chile de Allende como de que yo sea Miss Universo: no hay posibilidad, es un absurdo. Cambió el mundo y cambiaron los países, todos. Los problemas más elementales plantean el problema del poder. Frente a esto, la burguesía por un lado pone la zanahoria electoral, pero por otro lado el decreto del 24 de julio para reprimir. Hay luchas, hay luchas importantes, todas luchas defensivas, la de los muchachos de Dinar, los de Metrovías. Hay muchas luchas, que son desesperadas, que son las luchas por comer, para que a uno no lo echen, para que le paguen.

 

Creo que hay que centrar nuestra política en algunas cosas muy gruesas. Yo veo muy confundida a la izquierda que plantea como punto central de orientación “hay que llamar a una asamblea constituyente”, “revolucionaria”, “con poder”… Pero el poder, como decía el viejo Mao, el poder nace de una cosa que hace ruido, que no está en la cabeza de nadie, por más que esté planteado el problema en la realidad.

Yo creo que la política es muy simple. No hay que buscarle una salida a esta crisis institucional, de la hegemonía política, ideológica y en todos los terrenos de la burguesía. Me parece que hay que profundizar en la tendencia más importante surgida en estos meses, que es el que se vayan todos, que no quede ni uno solo. Hay que echarlos, no por una vía parlamentaria sino que hay que echarlos por una vía extraparlamentaria; porque si no, no se van a ir. Hay que trabajar para que cientos de miles rodeen el Parlamento, la Suprema Ccorte, la Casa Rosada, y hasta que no se vayan no nos movemos. ¿Cuál es exactamente la fórmula para lograr esto? Yo que sé. Es una inmensa pueblada para que se vayan todos.

Esa pueblada es en las calles. ¿Y cuál es la salida institucional que tiene? Lo dirá la vida. Si en esa inmensa pueblada se constituyen organizaciones de masas que sean capaces de proyectarse al gobierno para desarrollar una perspectiva de poder antagónico al del capitalismo, serán ésas. A mí me parece que eso sería lo mejor; pero si no se da así, la vida dirá.

Nosotros tenemos que ayudar a construir poder alternativo, anticapitalista, y no ver cómo emparchamos al poder capitalista en descomposición. Eso me parece que es el centro. Y para trabajar en esa dirección, está la actividad contra O’Neill la semana que viene, o la actividad con que hicimos el domingo con AyL, y ver si logramos armar un bloque antimperialista, anticapitalista que tenga esa perspectiva.

Estamos convencidos de que hay que confluir, que estamos frente a una nueva Argentina donde hay posibilidades reales y prácticas de que nosotros seamos parte –manteniendo nuestra individualidad–, sólo “parte” de un bloque de decenas y decenas de miles de compañeros que tengan una perspectiva anticapitalista, antimperialista, socialista etc. Eso está planteado. La vieja izquierda eso no lo ve, más bien repite fórmulas. Yo he leído en estos días las propuestas que hacen algunos sectores, de que “Luis Zamora sea candidato a presidente, y nosotros vamos de vice, de jefe de gobierno…, a ver cómo le damos una salida electoral a esta situación”. Y yo creo que no tiene salida electoral. La salida es extraparlamentaria y en las calles. Toda nuestra apuesta va para ese lado.

Antes de pasar al debate, quiero agradecer la participación de los compañeros de Lutte Ouvrière que están presentes aquí, con quienes venimos teniendo una relación fraternal desde hace varios años.

Cierre de Guidobono:

Me parece muy importante definir en qué punto estamos, por más que mi definición sea general. Estamos en el medio de la tormenta y todo indica que la tormenta va a ser larga. Porque ellos vienen muy mal. Vienen de gobiernos de derecha, derecha, derecha desde hace 25 años. No tienen posibilidades de echarle la culpa a la clase obrera de la catástrofe del capitalismo argentino. Ni a la Unión Soviética, ni a los chinos, ni a la guerrilla, ni a nada. Los mataron a todos los que había que matar, hicieron todo. Y están donde están, en un país en disolución. Entonces, yo sé que el capitalismo cuando necesita enemigos los inventa. Pero una cosa es inventarlo hace 40 o 20 años, y otra es ahora. La CGT junta 3.000 personas, cuando la CGT históricamente juntaba 200.000 o un millón, yo que sé, cifras siderales. Lo cual no quiere decir que los trabajadores estén peor o mejor. Quiere decir que en ese momento en que juntaba multitudes la CGT, y decretaba un paro general, y los trabajadores acataban, los trabajadores estaban en lo fundamental sojuzgados por una dependencia del Estado burgués. La CGT era casi como el Ministerio de Trabajo. Hoy no es así, con los pro y los contra que esto tiene. Hay menos cohesión social, menos homogeneidad, hay muchas cosas que son en contra. Pero es muy saludable también cierto proceso de anarquía social en contra del totalitarismo burgués que dominó al movimiento obrero. No como objetivo sino como una instancia, una etapa para ir a nuevas formas de organización, independiente del Estado burgués, independiente de la burocracia, democrática y con una perspectiva revolucionaria.

No hay fórmulas, no es un proceso evolutivo, gradual, sino que es un proceso conflictivo, a saltos, con elementos de crisis, de recomposición, de nuevas crisis. No se puede tener una visión formal de las formas de organización del movimiento obrero y del movimiento de masas. Las formas superiores incluso, como pudieron haber sido los soviets de Rusia, surgieron entre otras cosas porque los sindicatos en la historia del zarismo tenían muy poca relevancia y en algunos momentos coexistieron entre febrero y los meses posteriores, el sindicato de ferroviarios que, en lo fundamental, pateó bastante en contra de la revolución en algunos momentos y en otros no.

La historia de la revolución socialista no es la historia de la evolución de los sindicatos. Eso no es así. Los sindicatos corresponden en lo fundamental a una etapa de la lucha de los trabajadores en el mundo. A una etapa de la lucha por el salario, por el trabajo, por lo que sea, en el cual hubo ciertos márgenes en el capitalismo como para coexistir. Pero estamos hablando de que hay 800 o 900 millones de desocupados en el mundo. Estamos hablando de eso. Los que creían que se resolvía el problema con un seguro al desocupado, Duhalde lo dio, miserable, pero si diera el doble tampoco se resuelve.

Hay una crisis de tipo estructural del capitalismo, yo no creo que haya posibilidades de ningún tipo de keynesianismo como hubo después de la crisis del ’30. En el único plano en el cual hay movimientos “keynesianos”, es en el militar de Estados Unidos, que impuso que el Estado pague. Se terminó el superávit de Clinton y pasó a déficit completo porque metieron la plata para el aparato militar, en el cual están a su vez metidos los gobernantes de Estados Unidos, Bush, el vicepresidente y todos.

Y yo creo que acá es muy importante comprender que estamos protagonizando una película que está en curso, que no sabemos que duración tiene y cómo termina. No se trata de buscar una fotografía que nos permita definir en qué punto estamos parados. Porque esa fotografía no existe, es una falacia. Estamos en movimiento, y con mucha conciencia de que el enemigo juega y muy fuerte. Recién algunos compañeros decían que en junio la burguesía y el gobierno armaron todo el clima de inmensa provocación con los piqueteros, que concluyó con los muertos en Avellaneda. En julio, hicieron lo mismo con los robos y los secuestros, y pasaron cinco horas en cadena –parecía la dictadura militar– cómo tres pibes habían asaltado un supermercado en Gerli, uno de ellos de 14 años, borracho que vomitaba, que no se podía parar, pero no importa. El objetivo era ver cómo salía sangre de ahí, pero les salió mal. Les salió mal entre otras cosas porque creo que un sector de la burguesía, el sector de Cafiero y compañía, se puso enfrente directamente y lo impidió. A los tres días salió en Clarín que hubo varias oportunidades en que la policía estuvo a punto de tirar, y donde sonara el primer tiro iba a haber un montón de muertos. Porque ellos son conscientes de la fragilidad de su dominio.

Tienen al ejército, tienen a la policía, pero todo está muy podrido. Si la gente tiene ganas de pelear de verdad, hay que ver hasta dónde aguanta ese aparato. Es un aparato corrompido por la droga, por mil cosas. En contra de lo que cree la izquierda, ellos no apuestan a las elecciones. Eso es parte del asunto pero, en lo fundamental, ellos tratan permanentemente de desarrollar el elemento bonapartista y represivo del Estado. Esa es la jugada. Y hacerlo con supuestas causas justa. Que los piqueteros cortan las rutas y no dejan que la gente vaya a trabajar, que los pibes jovencitos salen a robar y matan a cualquiera. Pero al mismo tiempo hay que ser conscientes de que es una sociedad que está podrida. Uno de los principales millonarios, que es Macri, dice “Yo tuve suerte cuando me secuestraron, porque a mí me secuestró una banda de comisarios, que eran profesionales, no eran drogadictos ni cosa por el estilo y no me metieron balas”. Y lo dice con toda naturalidad.

Esa es la situación. Hay un proceso de descomposición interna muy profunda y ellos apuntan a eso. Y nosotros apostamos en lo fundamental a lo siguiente. Nosotros apostamos a que se abrió un proceso absolutamente nuevo en la conciencia de millones y millones, que vivieron en un país en el cual siempre confiaron en que alguien les iba a salvar la ropa: si no era Perón, sería “el tío” Cámpora, si no era “el tío” sería la viuda del General, o quien fuera. Después confiaron en Alfonsín, ¡confiaron en una persona como Menem, que era un payaso, que iba a hacer la revolución productiva, el salariazo… ése es el país que había, por determinadas condiciones. Bueno, eso no va más. Y ese es un hecho, en un sentido muy profundo, es un hecho revolucionario.

Se terminó la Argentina clientelista. ¿Cuál es el final? No sé. Pero hay millones de personas que están convencidas de que nadie les va a regalar nada si no se es capaz de pelear. Y ése es un hecho muy nuevo, absolutamente nuevo. Es muy positivo y, al mismo tiempo, es un proceso de aprendizaje colectivo como no se conoció en la historia. Hace 30 años todas las corrientes de vanguardia discutían si la revolución iba a ser por el camino que decían los maoístas, la guerra del campo a la ciudad, o el ERP y otros, la guerrilla urbana combinada con la guerrilla rural… y había millones que decían “Viene el General y resuelve todo”.

Y nosotros éramos unas decenas de miles, y ese país no existe más. Ese es un hecho colosal. De ahí no se desprende mecánicamente que tengamos el triunfo asegurado. Tenemos que ir a formas de organización social, políticas, partidarias, bajo los vericuetos que tengamos que tomar en una pelea que está en curso. Se terminó el mesianismo, eso es muy importante. Y aun cuando, en un sentido, es cierto que nada se resuelve con tomar en un barrio un predio abandonado: sí, bueno; pero es muy bueno que eso ocurra. No es que hoy tomamos uno, mañana tomamos dos, y dentro de 10 años tomamos la Casa Rosada. No, eso no es así, pero es muy bueno. Porque se produjo un hecho revolucionario en estos meses. Quien violó el derecho de propiedad, en primer lugar, fue la burguesía. La sacrosanta propiedad privada fue absolutamente saqueada por la burguesía que expropió a millones de personas. Eso abre un proceso muy agudo en las cabezas. Es el elemento que precede a la acción y, a su vez, la realimenta.

Desde el punto de vista político, desde la construcción partidaria, en una pelea muy difícil, que es muy compleja porque hay muchos elementos de la década del ’90 que juegan en contra, como el posmodernismo, que no se terminó pero está en una fase residual. Buena parte de la gente que estuvo el domingo en el encuentro de AyL, en los ’90 estuvo hasta el cuello en el posmodernismo, en “el fin de las ideologías”, etc. Y hoy ya no están allí, básicamente porque el capitalismo se mostró al desnudo, y empezaron a rebobinar en su cabeza un pensamiento distinto, que no es exactamente el pensamiento “comunista” pero es parte de las tendencias más profundas hacia las que llevan la descomposición capitalista y un movimiento de masas que está despertando; son tendencias que apuntan para ese lado.

Eso significa, desde el punto de vista práctico, que nosotros no sólo hagamos propaganda sobre todo esto sino que intervengamos. La semana que viene hay que intervenir en el repudio a O’Neill. ¿Cómo? Buscaremos las formas, no es necesario que el único repudio se haga detrás de una pancarta, en una marcha; también hay que hacerlo en los lugares de trabajo donde tenemos cierta legalidad, y en los lugares de estudio también; en las asambleas barriales, en todos lados. Y yo creo que vamos a tener muy buena aceptación. No se trata de hacer una cosa de vanguardia donde juntamos unos miles, sino una cosa bien de abajo, bien antimperialista, que es facilísima hoy porque no hay que explicar casi nada.

Hay un proceso de aprendizaje colectivo a nivel de millones que no se vio nunca acá. Se vio a nivel de una vanguardia importante, la del Cordobazo como decía recién un compañero, pero que, de últimas, tenía una referencia burguesa muy sólida que era Perón. Y Perón vivo, no como ideología. Ahora se abrió un proceso nuevo, yo creo que nosotros tenemos que apostar a eso.

Y repito: no nos enamoremos de una fotografía. Estamos en el medio de una película, con blancos y negros y con muchos grises. Acá no hay nada definido, no hay solución clara para la burguesía. Si la solución fueran las elecciones ya se habrían hecho. ¿Por qué piensan que el New York Times le bajó el pulgar a Menem, y le publicó los diez millones que cobró por Irán y por el atentado a la Amia? Porque también tienen mucho miedo de que si gana Menem pueda ser el detonante de un estallido revolucionario. Porque es una provocación absoluta que Menem vuelva a ser presidente. El imperialismo no es tonto, y actúa. Pero gane el que gane, tiene un aire de 15 días, un mes.

Y la película sigue. Yo creo que tenemos que prepararnos para esa perspectiva. En la cual me parece que existe por primera vez la posibilidad de crear un gran partido obrero, revolucionario, internacionalista, quizá como parte de un movimiento más heterogéneo, anticapitalista, antimperialista, antiburocrático, en las formas en que la realidad vaya moldeando ese proceso. Pero es la primera vez en la historia que está planteado ese proceso, por lo menos en la Argentina. Y nosotros podemos pasar de ser un pequeño grupo minoritario, a ser parte de un proceso tumultuoso en el cual aportaremos lo que podamos, lo que hemos acumulado a través de la historia y, al mismo tiempo, aprenderemos.

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