EL TROTSKISMO BAJO LA DICTADURA

Dos experiencias: el PST y PO

Por Jorge Brunello

 

 

Cuadernos de Bandera Roja

Buenos Aires, marzo de 1996.

 

Índice

EL PORQUÉ DE ESTE TRABAJO ....................................................................................... 3

PRÓLOGO ............................................................................................................................. 7

 

I. EL PARTIDO SOCIALISTA DE LOS TRABAJADORES -PST(A)-

Introducción ............................................................................................................. 11

En defensa de la Fracción Bolchevique en defensa del PST(A) ....................... 17

La Fracción Minoritaria ........................................................................................... 46

Manifiesto ................................................................................................................ 47

Anexo I (los cuatro últimos números de Avanzada Socialista) ....................... 58

Anexo II (editorial de Avanzada Socialista, 20-3-76) ...........................................59

 

II. POLÍTICA OBRERA -PO-

Introducción ............................................................................................................. 61

Política Obrera: firme en la recta del oportunismo ................................................ 63

El porqué de este trabajo

Este año se cumple el vigésimo aniversario del golpe contrarrevolucionario que marcó un antes y un después para la Argentina capitalista, para la clase obrera y para las organizaciones que nos reclamamos revolucionarias.

Las necesidades de la crisis capitalista mundial en aquellos años, imponen una redistribución de la división internacional del trabajo que choca frontalmente con la estructura burguesa de la Argentina plasmada en la década de los ‘40, cuya expresión política más acabada fue el nacionalismo burgués peronista. Era necesaria una contrarrevolución que aplastara el proletariado para proceder a un abrupto cambio en la redistribución de la riqueza en favor de los explotadores y el imperialismo.

Ante la incapacidad de los políticos burgueses que sostenían a la raquítica democracia capitalista, el 24 de marzo de 1976 las fuerzas armadas asumieron la tarea de imponer a sangre y fuego los cambios que el capital reclamaba en esa hora, enfrentando mediante el terrorismo de estado a una clase obrera fuertemente organizada, envalentonada por diversos triunfos y que vivía un tumultuoso aunque confuso proceso de radicalización política en el que maduraba una vanguardia combativa y antiburocrática. Inaugurando una metodología represiva absolutamente inédita aun para un país que no se asombraba frente a los golpes militares, la dictadura derrotó y aniquiló ese proceso en curso en el seno de la clase obrera, sembrando el terror sobre el conjunto de los trabajadores, y exterminando físicamente, encarcelando y condenando al exilio a la abrumadora mayoría de la vanguardia. Era un golpe que no se parecía a ninguno de sus predecesores.

Las organizaciones revolucionarias tienen su prueba de fuego en las guerras, en las revoluciones y en las contrarrevoluciones. Ninguna de las organizaciones que en el país nos reclamábamos revolucionarias, salió políticamente airosa de la prueba jalonada aquel 24 de marzo. Nos interesa en particular analizar las experiencias de las dos principales organizaciones de la IV Internacional en el país: el Partido Socialista de los Trabajadores -PST(A)- y Política Obrera -PO-.

Quienes reivindicamos la herencia de Octubre de 1917, de la teoría de la revolución permanente y de la decisión de fundar la IV Internacional, consideramos imprescindible explorar críticamente los caminos que nos permitan avanzar en la clarificación de las múltiples causas que sumieron en tan profunda crisis, confusión y dispersión a nuestras organizaciones, máxime teniendo en cuenta que el trotskismo llegó a alcanzar una ubicación de privilegio en el seno de la izquierda argentina en la década de los ‘80.

Esto adquiere una importancia crucial, dado que estamos convencidos de que las bases para resolver "la crisis de la humanidad"- "la crisis de su dirección obrera revolucionaria" al decir de Trotsky- son hoy más sólidas que en el lejano 1938, cuando campeaba la contrarrevolución nazi-fascista y el stalinismo expresaba esa contrarrevolución en las filas del movimiento obrero internacional. También son más sólidas que en la segunda posguerra; ésta no inició la época de "la revolución inminente" -según gustaron definir algunas corrientes trotskistas-, sino la del prolongado boom capitalista y del apogeo político y metodológico del stalinismo, en particular en los países centrales. Pero el fin de la década de los ‘60 y comienzos de los ‘70 abren camino a una época signada por la liquidación histórica del nacionalismo burgués y por el agotamiento del rol del stalinismo (los dos agentes directos o indirectos de la burguesía en el movimiento obrero, al que durante generaciones inficionaron de reformismo y de distintas variantes de la mortal confianza en la conciliación de clases).

Al mismo tiempo consideramos que la extrema gravedad de los errores políticos del PST(A) y PO bajo la dictadura, se potenciaron en el período posterior por dos razones fundamentales: no sólo no reconocieron los errores cometidos, sino que construyeron -cada uno con su propia ideología-, una falsa leyenda sobre su supuesto comportamiento político en esos años. El franco papel traidor del Partido Comunista y la bancarrota de las organizaciones guerrilleras -que en el caso de los principales dirigentes de Montoneros no sólo fue militar sino moral y política-, ayudaron a colocar en un plano secundario la magnitud del oportunismo político del PST(A) y de PO.

Pero no se le puede hacer trampas a la historia. Ninguna de las dos organizaciones emergió de la dictadura como el caudillo de una franja significativa del movimiento de masas en la lucha antidictatorial.

La causa primera de ello está en la realidad: la magnitud de la derrota sufrida en aquellos años -incluyendo el exterminio físico de la mayor parte de la vanguardia-. La segunda -de tipo interno, subjetivo- es la incomprensión absoluta de esa derrota y de las causas estructurales -nacionales e internacionales- a las que respondió. Esta incomprensión de la profundidad de los cambios que se operaban en el país, unida a una metodología sectaria y burocrática que las hacía inmunes a cualquier tipo de crítica o alerta, hizo que ambas organizaciones carecieran de una política para acaudillar la lucha democrática y practicaran el más grotesco oportunismo. Por eso las sorprendió el golpe de estado, no tuvieron una política revolucionaria durante la dictadura y cayeron en la más completa adaptación a la democracia burguesa a partir de 1982/83.

Tanto el PST(A) como PO intentaron "salvar" el profundo abismo en su historia volcándose exclusivamente al aprovechamiento de los mecanismos parlamentarios abiertos en aquel momento, sin intentar siquiera echar una mirada sobre el pasado reciente. Para burlar las proposiciones todavía vigentes, debían cambiar sus nombres y camuflar sus propósitos revolucionarios. Para ello eligieron revestirse de fachadas "amplias". El PST(A) se dio el nombre de Movimiento al Socialismo impresionado por el ascenso de la socialdemocracia en Europa; PO -con el nombre de Partido Obrero- hizo lo propio bajo el impacto del ascendente Partido de los Trabajadores -PT- de Brasil.

Pero el disfraz terminó haciéndose carne. Lo que no se había asimilado en teoría y pelea política práctica de lucha contra la dictadura, no podía sustituirse "huyendo hacia adelante". Así, el terreno privilegiado por ambas organizaciones -las elecciones de octubre de 1983-, puso una lápida sobre sus ilusiones: 40.000 votos para el MÁS y 17.000 para el PO. (Como punto de referencia, baste señalar que en septiembre de 1973, el PST obtuvo 180.000 votos en la oportunidad en que se consagró el triunfo de la fórmula Perón- Perón, con el apoyo de más del 60% del padrón electoral).

Este nuevo cachetazo de la realidad tampoco hizo mella en la cerrazón sectaria-burocrática de los dirigentes trotskistas. Llamaron victoria a la derrota y al cambio convulsivo del régimen burgués dictatorial por el de la dictadura democrática del capital le adjudicaron el carácter de cambio revolucionario en la relación de fuerzas entre las clases. El PST(A) elevó esto a nivel de teoría, definiendo una "revolución democrática" que abrió una situación revolucionaria permanente que ya cumplió catorce años. El PO, lo tradujo en la agitación de la huelga general en todo momento y lugar. La política de ambas organizaciones siguió -y sigue- atada a los viejos moldes impuestos por el estatismo keynesiano expresados en lo programático, lo organizativo y lo metodológico, por el peronismo.

Ese fenómeno -con sus peculiaridades locales- es expresión de un proceso de crisis en la izquierda mundial. La combinación de pleitesía al estado burgués -o burocrático- con metodología de corte stalinista, en organizaciones que se reivindican marxistas-leninistas-trotskistas, llevó al estallido y/o la debacle.

Al tiempo que se despejaba relativamente el camino para quienes nos reivindicábamos trotskistas con los sucesos que pegan un salto entre 1989-1991 en el Este, se desnudaban también las lacras acumuladas durante casi medio siglo: el seguidismo programático y político a las direcciones stalinistas, pequeñoburguesas o nacionalistas burguesas. El rasgo común de las corrientes trotskistas, al margen de su distinto origen o idioma, fue su metodología también stalinista, verticalista, de culto al jefe, de difamación y persecución a los opositores, etc. Otros sectores, nucleados desde 1963 fundamentalmente en el Secretariado Unificado de la IV Internacional, estaban más ceca del academicismo y se asemejaban -sobre todo en lo organizativo- a la vieja socialdemocracia contra la que polemizara Lenin. Practicaron durante décadas el seguidismo político a las que llamaban "direcciones naturales de las masas": desde Tito y Mao hasta el FLN argelino, el MNR boliviano, Castro, el FSLN y Gorbachov.

Ninguna de las corrientes trotskistas fuimos capaces de comprender los sucesos del Este, lo que provocó que unos marcharan detrás de la "democracia restauracionista" y otros lo hicieran detrás de los restos del stalinismo, también procapitalistas. Así, la que debió ser "la hora del trotskismo" se transformó en la época de su aguda crisis, que nos pone ante la necesidad de encarar la pelea por la reconstrucción- refundación del imprescindible partido obrero revolucionario, socialista, internacionalista. Es imposible afrontar esa tarea sin hacer -como enseñara Marx- un análisis crítico de nuestra propia historia, capaz de "superar-conservando" (aufheben, según el término alemán).

Publicamos los materiales que presentamos a continuación, con la convicción de que pueden contribuir a echar luz sobre la tragedia histórica que abrumó a nuestra clase hace ya veinte años, y sobre el comportamiento político que bajó ella tuvo el trotskismo.

Lo hacemos -vale la aclaración- desde la fraterna camaradería y la reivindicación y el respeto por la militancia compartida en aquellos difíciles años, en los que nos une el orgullo por el coraje y la abnegación en la actividad cotidiana de militantes y dirigentes, y por el comportamiento ejemplar del grueso de los camaradas que conocieron la tortura en cárceles y campos de concentración, en la "desparición" hasta la muerte o en los largos años de encarcelamiento o de exilio.

Este "Cuaderno de Bandera Roja" se coloca al servicio del debate de la militancia por el marxismo revolucionario, para abordar algunos aspectos de las raíces de la actual crisis, con el objetivo de enriquecer la praxis imprescindible en el combate por la construcción de la herramienta política partidaria capaz de conducir a la clase obrera hacia su definitiva liberación y, con ella, la de la humanidad toda.

NOTA DEL EDITOR (MARZO DE 1996)

 

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