SECCION: ARGENTINA

El modelo económico de los ’90 sigue vivo
Kirchner: el rey del maquillaje.


El tono del discurso de Kirchner dando apertura al nuevo período legislativo, daba la sensación de que uno estaba escuchando al legendario rey Midas, aquel que todo lo que tocaba lo transformaba en oro. Pero el triunfalismo del discurso tuvo el mismo valor que la leyenda: ninguno.
El centro de su argumentación se basó en comparar el momento actual con el punto más alto de la crisis del 2001, cuando gobernaba De la Rúa. Algo similar hacía Menem cuando comparaba su gestión con la hiperinflación de Alfonsín. Sobre esa base, cualquier indicador da un resultado abrumadoramente favorable.
Siguiendo una metáfora bíblica, podemos decir que a Kirchner le tocaron los años de las vacas gordas; porque el mundo explotó en demanda de soja, maíz, trigo y otros productos que, al compás de los buenos precios internacionales, hicieron que la cosecha anual pasara de 35-38 millones de toneladas a 90 millones en muy pocos años.
Habiendo US$ 35.000 millones de reservas en el Banco Central, ni uno solo de ellos es utilizado para cubrir las demandas de los trabajadores estatales o los de la Salud. Es que ese dinero tiene otros destinatarios: las finanzas internacionales y los monopolios de todo origen.
Con esta coyuntura de bonanza económica, se podría haber terminado de enterrar toda la política de la década menemista. Sin embargo, Kirchner no lo hizo, y sigue poniendo remiendos al legado de los ’90, tratando de quitarle sus aspectos más insultantes. Por ejemplo, se acaba de votar una modificación de la reforma jubilatoria menemista, lo cual no es malo, pero se mantiene lo central: la privatización del sistema; es decir, mantiene a las AFJP y a su saqueo. Lo mismo pasa en todas las áreas privatizadas: el petróleo, la electricidad, los teléfonos, los trenes y los subtes. De ese saqueo no se habla. Y muy poco se dice de los cientos de millones de pesos en subsidios que reciben las compañías a cambio de no aumentar las tarifas; lo cual, además de ser un regalo pagado por el Estado es también una bomba de tiempo para la economía y para la inflación.
No es un dato menor que la Argentina haya sido el país donde repercutió con más fuerza el “martes negro” desatado por la bolsa de Shanghai.

Un año electoral con los partidos en crisis

Diciembre del 2001 infligió un golpe mortal a todos los partidos, sumiéndolos en un estado agónico. El más visible es el de la centenaria UCR, pero incluye a la centroizquierda que, en plenos ’90, llegó a ganarle al peronismo en Buenos Aires. Y vale también para la derecha, completamente fragmentada después de haber sido la tercera fuerza política bajo la conducción de Alsogaray.
El PJ ya no existe como tal, por más que Kirchner haya pactado en Lanús con Quindimil (que va por su séptima reelección) y con toda la banda ex duhaldista… ¡Ésta es la “nueva política”! La figura de Kirchner es como la locomotora de un tren al que se suben todos los oportunistas, de origen peronista o del que sea. Ni siquiera presidente tiene el PJ, porque Kirchner le gambetea no sólo al cargo sino a toda una estructura caduca a la que pretende recambiar –con métodos burgueses– por una especie de movimiento o casa monárquica familiar.
Diciembre del 2001 también colocó en crisis aguda a toda la izquierda. El Partido Socialista se está dividiendo entre amigos de Kirchner o amigos de Telerman. El PC lo hace siguiendo candidaturas burguesas, como el bloque que trata de armar Heller con Aníbal Ibarra en Capital, o con una fracción del peronismo burgués en Entre Ríos, como si el XVIº Congreso de 1986 no hubiera existido y estuviera vigente la política de los “frentes democráticos” que levantaban en el pasado.
Y el trotskismo no está mejor. No sólo está muy disperso; sobre todo, está muy desorientado en aspectos políticos centrales, como si el “que se vayan todos” no hubiera existido y todo fuera como antes del 2001.
Pero el país y el pueblo son otros y los cantos de sirena “democratizantes” (al estilo de “Para que aumente el salario –o para lo que sea–, vote diputados obreros”) son muy poco o nada creíbles.

Qué hacer

Nuestra opinión es que hay que reconstruir una corriente socialista, revolucionaria y democrática, con compañeros rebeldes frente a todo, incluso frente a sus propios dirigentes.
Para lograrlo, son útiles las tres formas de lucha planteadas hace más de un siglo por Lenin: la económica, la política y la lucha teórica. Esto significa vincularse y ser parte de la pelea de los petroleros de Tierra del Fuego, de los docentes de Buenos Aires y de Salta, y de los muchos otros conflictos que se vienen sucediendo en forma atomizada. También presentar batalla política a los capitalistas, incluyendo las instancias electorales que permiten una propaganda revolucionaria junto al intento de reagrupamiento de quienes la sostienen en la práctica.
Es una lucha a brazo partido contra toda la propaganda y la política capitalista en todos los terrenos (social, cultural, etc.). Es una lucha por la cabeza, por la conciencia de los trabajadores y el pueblo explotado, para arrancarlos de los valores de la dominación capitalista; incluyendo entre ellos el aliento a la no organización partidaria, que tan bien le viene al régimen.
Es una lucha que va desde la conversación mano a mano en la fábrica o el barrio, hasta el impulso a la formación de organismos sociales y políticos que permitan potenciar y unificar fuerzas sociales y políticas explícitas o potencialmente anticapitalistas.
Estamos convencidos de que cada lucha es también teórica. No sólo ni fundamentalmente contra los restos del estalinismo –que, por ejemplo, en Italia propone que se queden dos años más las tropas en Afganistán– sino también contra los distintos tipos de nacionalismo burgués, incluido el religioso, más allá de que seamos prudentes y respetuosos con quienes están hoy enfrentados al imperialismo.
Y también tenemos que hacer consciente un dato altamente comprobado por la realidad: que es absurdo esperar revoluciones que sean un calco de la rusa de 90 años atrás, ya que toda revolución es una creación única e irrepetible.
Estamos viviendo una época de crisis, guerras y revoluciones, y no debemos ensordecernos con los gritos de victoria del enemigo. Con paciencia y sistematicidad hay que forjar las herramientas para que los indicios revolucionarios que asoman, puedan triunfar. Todas las ideas y las fuerzas de que seamos capaces no tienen mejor cauce que el de colaborar en esa gigantesca tarea de cambiar la historia, sacando a la humanidad de la barbarie capitalista y deteniendo la destrucción del planeta que están llevando a cabo los explotadores.



 


 

Por un Frente Socialista Revolucionario para las elecciones en Capital Federal

La grosera maniobra antidemocrática de Telerman de adelantar la fecha de las elecciones al 3 de junio precipita los tiempos de toma de decisiones.
La Liga Socialista Revolucionaria está abocada a conseguir su personería para colocarla al servicio de un frente que tenga dos objetivos primordiales: explicar los porqué del socialismo revolucionario y dar pasos prácticos para tratar de poner en pie una alternativa política de esa naturaleza.
En elecciones anteriores, sintetizábamos nuestra propaganda electoral en la capital diciendo “No venimos a prometerle cuántos baches vamos a tapar, porque no hay solución para la ciudad en el marco de un país sumergido en el ahogo de la deuda externa…”. Y concluíamos: “Para la población de la ciudad, y del país hay una sola alternativa: o revolución socialista, o más miseria, más represión y más barbarie capitalista”. Algo similar diríamos hacia el 3 de junio. Es decir, propaganda contra el flagelo capitalista-imperialista en la Argentina, en América latina y en el mundo. Propaganda sobre la necesidad de terminar con esta sociedad de explotación y barbarie mediante una lucha revolucionaria masiva, exponencialmente más poderosa y efectiva que las jornadas de diciembre del 2001.
Insistiremos en que si se defienden los derechos humanos es imprescindible que se pudran en prisión Menem, De la Rúa, Cavallo, Martínez de Hoz y todos los demás responsables del genocidio económico y social sobre una gigantesca cantidad de pobres, trabajadores, intelectuales y otros sectores populares.
Diremos con toda claridad que esa lucha será dura y difícil, pero puede abrir un horizonte cargado de esperanza si termina con el capitalismo y su farsesca democracia; y si impone un poder del pueblo trabajador –de la ciudad y el campo– basado en los organismos surgidos al calor de esa pelea para dar paso a una verdadera democracia, real, directa, basada en miles y miles de asambleas populares a lo largo y ancho del país.
Queremos denunciar también que el llamado “modelo” menemista de la década de los noventa sigue vigente en todos sus aspectos centrales, por más que Kirchner haga notorios esfuerzos por emparchar sus rasgos más repugnantes.
Una campaña electoral de esta naturaleza requiere la puesta en movimiento de la mayor cantidad de fuerza activa posible. ¿Por qué? Por un lado, para difundirla ampliamente entre los trabajadores, vecinos, estudiantes, etcétera. Por otro, para intentar concretar pasos hacia el reagrupamiento y/o coordinación de la militancia –la partidaria y, en particular, la mayoritariamente inorgánica– que sigue activando con los mismos objetivos revolucionarios anticapitalistas y por el socialismo.
Este proceso de reagrupamiento no depende de las elecciones, aunque entendemos que ellas pueden ser una herramienta más, muy útil, para insistir en darle impulso. Pero, por todo lo dicho, es un proceso por el que hay que trabajar y debe desarrollarse antes, durante y después de las elecciones. Es una necesidad vital para cubrir el vacío político que se produjo debido a que la mayoría de las organizaciones de izquierdas (de 1983 a hoy) fueron integradas por el sistema burgués. Se trata de rescatar para un nuevo/viejo proyecto socialista a los mejores luchadores y dirigentes de las últimas décadas.
Si coincidís con los objetivos mencionados, no te pedimos que te pongas una “camiseta” de la LSR. Te pedimos que seas consecuente con tu pensamiento y actúes para poner en pie la alternativa política revolucionaria que consideres necesaria, con los métodos de participación que puedan llevarla hacia adelante.
Liga Socialista Revolucionaria

 

 

 

 

 

Cárcel a toda la Triple A y a sus socios de uniforme, traje o sotana


No es casual que los mismos que el 17 de octubre hicieron un nuevo entierro de Perón despidiéndolo a tiros y golpes, sean los mismos que salieron a empapelar las paredes con afiches amenazantes: “No jodan con Perón”. Es lógico.
La burocracia sindical fascistizante, sus matones y sus bandas de asesinos fueron una de las bases constitutivas de la Triple A; igual que los intendentes, gobernadores y legisladores peronistas.
También la fueron algunos de los sobrevivientes del gobierno de Isabel Perón, como sus ministros Cafiero y Ruckauf, y las sotanas que los respaldaron ayer y los respaldan hoy.
Lo mismo vale multiplicado para Duhalde, que se ofrece como abogado de Isabel Perón, corresponsable –como mínimo– de los dos mil crímenes de las Tres A. Duhalde resume el pensamiento de políticos peronistas, radicales y capitalistas en general cuando afirma: “La historia del peronismo está cerrada”. Quizá trata de esconder bajo la alfombra su propia responsabilidad de entonces, como intendente de Lomas de Zamora.
Lo real es que ni un solo miembro de las Tres A estuvo preso bajo los gobiernos de Juan Domingo e Isabel Perón. Eran parte del gobierno y asesinaron a unos 2.000 compañeros.
La historia de la Triple A es una brasa ardiente no sólo para el peronismo. El radicalismo tiene que hacerse responsable del llamado de Ricardo Balbín (en septiembre de 1975) a combatir –o sea, matar– a la supuesta “guerrilla fabril”, que no era otra cosa que los luchadores antiburocráticos en las empresas, la mayoría o gran parte de ellos independientes de las organizaciones guerrilleras.
Las Tres A respondieron al llamado de Balbín en esos terribles meses que precedieron al 24 de marzo de 1976, y asesinaron a mansalva a luchadores clasistas y combativos.
Porque el problema de la impunidad no empieza con el pacto, de hecho o de derecho, entre la derecha peronista (Luder, su candidato a presidente estaba a favor de la autoamnistía de Bignone) y Alfonsín en 1983-84, donde la iglesia actuó de “facilitadota” y logró que desaparecieran las Tres A de la escena durante más de 20 años, y que Isabel Perón se retirara de la política argentina a cambio de que los crímenes de las Tres A quedaran impunes. Eso fue lo que sucedió en estas dos largas décadas.
Todos los argumentos que hoy se manejan para esconder a los responsables son inaceptables: que Perón estaba viejo; que su heredera era tan tonta que no sabía en qué país vivía; que si el decreto tal o cual de exterminio fue el que desató la masacre (cuando ésta empezó mucho antes y en forma pública). Respondamos a estas mentiras.
Perón apoyó la masacre de Ezeiza de junio de 1973, como lo demuestran las fotos del teniente coronel Osinde, mano derecha de López Rega, copando el palco metralleta en mano.
Perón echó a los Montoneros el 1º de mayo de 1974 de Plaza de Mayo en apoyo a la burocracia sindical vandorista que era parte de las Tres A.
Perón definió como “una guerra de bandas” el asalto a la sede de Pacheco del PST asesinando a tres militantes que estaban en él. Ortega Peña, en el acto homenaje a estos tres jóvenes socialistas, el 30 de mayo de 1974, dijo: “El responsable de esta masacre tiene nombre y apellido: se llama Juan Domingo Perón”. Pocos días después, fue asesinado también Ortega Peña.
El argumento de que Isabel Perón no conocía lo que pasaba es tan absurdo como el que sostienen los asesinos comandados por Videla cuando dicen que ellos no sabían lo que estaba pasando en los centros clandestinos de detención, y que la “derecha” era la única que cometió el genocidio. Pero el argumento que pretende salvar la responsabilidad de Isabel es una mentira mucho más burda, porque los crímenes de las Tres A salían todos los días en todos los diarios, a diferencia del ocultamiento durante la dictadura posterior.
La LSR no tiene confianza en que el gobierno de Kirchner ni la justicia lleven adelante hasta el final una investigación que comprometería a toda la clase capitalista y a sus empleados políticos de hace treinta y cinco años. Pero está convencida que el movimiento democrático y el pueblo tienen que tomar esta bandera y llevarla adelante en las calles, con una lucha superior a la del 19-20 de diciembre del 2001.
No es legítimo hacerse el “distraído” para que “no se arme lío”. No hay ni habrá libertad y democracia sobre la base de encubrir los crímenes de las Tres A y la dictadura. Ser parte de este proceso sin colocarse a la cola de Kirchner ni de la “justicia” es un deber de las personas, las agrupaciones y las fuerzas de izquierda democráticas.
Liga Socialista Revolucionaria
(7 de febrero de 2007)

 

 

 

 

 

El “aparato represivo” es el Estado


El estado argentino, más allá de los gobiernos de turno que lo administran, sostiene como todo Estado de clase una política represiva que se expresa en dos vertientes principales: la represión preventiva en las barriadas pobres, con la criminalización de la pobreza, las detenciones arbitrarias, la tortura, las muertes en cárceles y comisarías, el gatillo fácil, con un objetivo principal de control social, y la represión selectiva a militantes y luchadores populares, con la criminalización de los conflictos sindicales, el uso de patotas contra trabajadores y estudiantes, la persecución, el espionaje y la represión a las organizaciones del pueblo, dirigida a su disciplinamiento.
Afirmamos que la represión es una política de Estado, porque no se trata meramente del accionar de las fuerzas de seguridad, sino de una política coherente y sistemática en cuya gestión intervienen todos los poderes del Estado.
Por eso decimos que el “aparato represivo” es el Estado, gobierne quien gobierne, mientras lo haga defendiendo los intereses de los poderosos. La policía, los servicios penitenciarios, la gendarmería, la prefectura, las fuerzas armadas, los jueces, los fiscales, los servicios de la Side, forman parte de ese Estado, cuyo gobierno es su dirección política, aunque cuando les conviene apelen a teorías posmodernas como el “burocratismo autoritario” para sostener que las fuerzas tienen políticas propias.
Decimos siempre que no es un policía, es toda la institución, pero también que es el Estado, independientemente de quien lo administre, y no, como se ha puesto de moda decir, porque conserve represores genocidas dentro de las fuerzas de seguridad. Aunque a pesar del transcurso del tiempo y de las infinitas purgas, reformas, reestructuraciones y exoneraciones queden algunos policías en actividad que hayan estado en servicio durante la dictadura, plantear que ése es el “problema” que explica la represión es ni más ni menos que afirmar que es posible reformar las fuerzas, limpiarlas y democratizarlas. Decir eso es repetir, con el gobierno, que si no hubiera “resabios de la dictadura” la policía sería una fuerza “democrática y al servicio de la comunidad”. Y eso es mentira.
CORREPI no propone medidas paliativas ni responde a la pregunta “¿Qué hacemos con la policía?”, porque estamos convencidos de que no hay “plan alternativo” dentro del esquema político social en que vivimos. Un Estado como éste, lo dirija y administre la fracción burguesa que sea, siempre va a tener que reprimir. Con variantes, con nuevas modalidades, con preeminencia del consenso sobre la coerción directa o a la inversa, según las circunstancias. Pero siempre tendrá que reprimir, porque su función, como organización de la fuerza al servicio de la clase dominante, es garantizar este estado de cosas.
La estrategia política del gobierno de Néstor Kirchner en materia de derechos humanos es uno los ejes de su permanente búsqueda de legitimación, poniendo en evidencia cómo la burguesía no tiene pruritos en condenar hoy a los que usó ayer, una vez que cumplieron su tarea y dejaron de ser útiles; y representan en cambio un lastre contraproducente en un mundo en el que los centros imperiales invocan la defensa de la “gobernabilidad democrática” y de las “libertades públicas”, apostando a las democracias formales como reaseguro actual de la dominación.
Lo cierto es que el gobierno de Kirchner puede reprimir más y mejor al compás de los aplausos de los referentes históricos del campo de los DD.HH. cooptados por convicción “democrática” o por venal conveniencia. Su discurso confunde a grandes sectores de la izquierda que acuden como corderos a colocarse a la cola de los actos oficiales “por los DD.HH.” y quienes denunciamos el carácter represor de este gobierno somos calificados por su ministro político como peligrosos desestabilizadores provenientes de una izquierda siniestra. Pero por detrás del silencio mediático y el discurso setentista, la represión no ha dejado de aumentar y profundizarse en los tres años y medio pasados desde la asunción de Kirchner.
Frente a las medidas de fuerza, las tomas de fábricas, los cortes de calle, las huelgas, las manifestaciones, el Gobierno responde con represión, operativos multifuerza, saturación policial cuando no ocupación militar de ciudades enteras como Las Heras, militantes y obreros presos y procesados, y tildando de “terroristas” a los trabajadores en huelga. En los barrios, aumenta el gatillo fácil, se acumulan las denuncias de torturas y se multiplican las detenciones arbitrarias. Desde el 25 de mayo de 2003, el estado argentino mató, a través de su aparato represivo, 650 personas. En el mes transcurrido del 15 de diciembre de 2006 al 15 de enero de 2007, fueron 20 los muertos por el gatillo fácil, o en cárceles y comisarías. Y para que quede claro quién manda, el ministro del Interior, Aníbal Fernández, lo dijo con todas las letras, cuando lo cuestionaron por un acto de proselitismo electoral junto a Filmus y los 53 titulares de las comisarías porteñas: “Yo no convoco comisarios, les doy órdenes”.
CORREPI (Coordinadora Contra
la Represión Policial e Institucional)

 

 

 

 

 

 

 

 

UBA: Organizarse por la base para resistir la ofensiva reaccionaria


El 18 de diciembre de 2006 asumió Rubén Hallú como rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Luego de ocho meses de acefalía donde las sucesivas tomas realizadas por la conducción de la FUBA frenaron los posibles acuerdos de unos pocos, la UBA fue virtualmente intervenida por el gobierno nacional.
Nadie que haya visto las imágenes del circo realizado en el Congreso Nacional puede afirmar que la UBA sigue siendo autónoma. Un verdadero operativo represivo se desplegó ese día con más efectivos policiales que manifestantes. Un vallado cortaba todo posible acceso al Parlamento en varias cuadras a la redonda, instalado con tres días de antelación; camiones hidrantes; todo dirigido milimétricamente y minuto a minuto por el mismísimo ministro de Interior, Aníbal Fernández, con un saldo de siete detenidos y 20 heridos.
No sólo intervino el Estado. La empresa Metrovías dispuso un tren para que accedieran directamente a la sede del Congreso, clandestinamente, los representantes de los claustros “académicos”.
En medio de empujones, golpes y sucesivos intentos de entrar al recinto –férreamente custodiado para la ocasión por los matones a sueldo de la UBA–, los consejeros estudiantiles de la Fuba pudieron acceder. En las imágenes captadas por los medios se pudo ver el sinnúmero de agresiones que sufrieron los compañeros.
No sólo eso. Hallú se proclamó rector en una asamblea que no existió. El fundamento de tamaño fraude está en el sostén de los resortes de poder de la UBA (que incluyen lo económico pero también el prestigio académico). En cinco segundos registraron la votación de 170 personas. ¿Cómo lograron contar 170 manos alzadas en cinco segundos? Está claro: fue un fraude escandaloso. Acto seguido, el mismísimo vicepresidente de la Nación, Daniel Scioli, felicitó al nuevo rector.
Pero las claras intenciones de control y de violación de la autonomía universitaria por parte del gobierno de Kirchner no se detuvieron allí.
Luego de lograr la aprobación de la nueva Ley de Educación Nacional, el Gobierno tiene en vista la reforma de la LES (Ley de Educación Superior). No por casualidad, uno de los puntos centrales de la reforma está asociado a la relación entre las universidades nacionales y el Estado, con mayor incidencia de este último.
En estos días, los diarios más importantes han escrito sobre la evidente crisis que sufre la UBA (en presupuesto y administración), marcando como hito la situación caótica del Hospital de Clínicas a partir de las afirmaciones del nuevo secretario de Hacienda y Administración de la UBA, Hernán Piotti López. Lo que no dicen los diarios, ni el propio Piotti, es que él fue parte del fraude en la Facultad de Ciencias Económicas.
Quienes tenemos memoria no olvidamos las palabras del rector Hallú, referidas a los consejeros estudiantiles de la Fuba (PO, PCR, MST), cuando asumió: “Éstos no son estudiantes, son delincuentes”. Y como a las palabras no se las lleva el viento sino que se transforman en hechos, el decano de Ingeniería, Carlos Rosito, actuó en consecuencia: el centro de estudiantes de esa facultad, conducido por la Cepa (PCR) y el PO, fue despojado del manejo de las fotocopiadoras y los bares que funcionaban en dos sedes. ¿El argumento para semejante atropello?: “Irregularidades”… En palabras de Hallú: delincuentes.
Sorprendentemente, se encuentran “irregularidades” en una de las facultades donde la izquierda que conduce la Fuba ganó el Centro. En Económicas, en cambio, no levantan quejas pese a que desde hace ya cinco años “Nuevo Espacio” (Franja Morada) retiene el Centro de manera fraudulenta, a partir del matonaje, las golpizas y la censura de las agrupaciones que denuncian esa situación, mientras la justicia hace la “vista gorda” y las autoridades celebran el triunfo de sus lacayos.
Esta persecución a los estudiantes que se oponen al vaciamiento, al robo, al fraude, a las golpizas, se está extendiendo y tomando características preocupantes. Las autoridades de la facultad de Filosofía y Letras, por ejemplo, se pusieron a tono con la andanada e incautaron todo el material de las agrupaciones políticas (incluyendo las carteleras fijas amuradas) y contrataron a seis personas de “seguridad” para que custodien sus intereses.
En este cuadro más que alarmante, los estudiantes de la UBA tenemos dos alternativas: o nos configuramos como meros espectadores de una pelea entre unos pocos; o nos comprometemos en una lucha que necesariamente tiene que ser de miles y organizada democráticamente desde cada facultad y cada curso. La defensa de la gratuidad, la masividad, el ingreso irrestricto, la autonomía universitaria, la libertad de expresión política tienen que ir de la mano de la lucha por la democratización de los ámbitos de decisión de la Universidad.
Esa democratización no va a venir de la mano de reformas del Estatuto tan truchas como la designación del rector. Por lo contrario, vendrá de las formas que los estudiantes vayamos imponiendo de hecho, sin confianza en los papeles que pueda firmar Hallú. La participación de miles de personas, en cada facultad, debatiendo, organizándose y luchando es el punto de inicio hacia la reforma de los mecanismos de decisión en la UBA.
Unos pocos decidiendo, entre cuatro paredes, es un camino seguro hacia la derrota.
Alesio Maxel

 

 

 

 

 

 

APOYEMOS LAS LUCHAS…

• DE LOS TRABAJADORES ARTESANOS Y MANUALISTAS de Plaza Serrano: Denuncian las presiones del gobierno de Telerman para el desalojo, con el argumento del traslado a un predio que no puede alojar a todos los que, desde hace años, se ganan la vida ofreciendo sus productos al turismo. Siguen con la Plaza tomada y el acampe para asegurar los puestos de trabajo que se ganaron con su esfuerzo. Necesitan de tu solidaridad. Para estar al tanto de sus novedades, visitá la página: www.feriacortazar.com.ar

• DE LOS TRABAJADORES METALURGICOS DE USHUAIA Y RIO GRANDE contra los despidos en Forman Fueguina y por todos los reclamos pendientes de respuesta por parte de Afarte (Asociación de Fábricas Argentinas de Terminales de Electrónica) y DE LOS PETROLEROS DE LA MISMA ZONA.

• DE LOS TRABAJADORES PETROQUÍMICOS DE BAHÍA BLANCA por la reincorporación de los despedidos; contra el “impuesto al trabajo”; en defensa de la vida de la población que la contaminación ha transformado en el “Chernobyl bahiense”. Para más información: Calle 11 de abril 331 “12”, tel. 15-5707472
• DE LOS TRABAJADORES DEL BAUEN que se ven amenazados por una maniobra leguleya que le devolvería la propiedad de las instalaciones a los empresarios que la quebraron fraudulentamente.

• DE LOS TRABAJADORES DEL VESTIDO DE RÍO GRANDE

• DE LOS DOCENTES AUTOCONVOCADOS DE SALTA…

…y de tantos otros que seguramente vos conocés, porque son tus vecinos.

 

 

 

 

 

 

 

 

Ya no somos perejiles

Después del 2001, muchos argentinos dejamos de ser perejiles. Varias de las recientes luchas populares indican una gran decisión de imponer justicia.
Río Cuarto (en relación con el crimen de Nora Dalmasso) es una de las muestras más recientes de una larga serie de puebladas que demuestran el descreimiento de la gente en el Poder Judicial, en la Policía, y en las instituciones y las leyes en general. Esperemos que sirvan de ejemplo para continuar el camino iniciado en diciembre del 2001 (con asambleas, democracia directa y organización popular para intentar resolver sus problemas inmediatos).
Si el pueblo no toma en sus manos sus propios asuntos, nadie lo hará en beneficio del pueblo; mucho menos las instituciones del Estado capitalista.
Veamos algunos casos recientes: en La Matanza, los pobladores hartos de denunciar la discriminación, los malos tratos de los patovicas custodios de la seguridad (de los dueños de los boliches y de quienes trafican droga en ellos, claro), del amparo de los gobiernos municipales y la complicidad de las fuerzas policiales y judiciales, prendieron fuego a un boliche luego de que un chico fuera asesinado. El asesino fue finalmente detenido. Pero se sospechaba que era protegido y se temía que pronto saliera en libertad.
En Los Hornos, una verdadera rebelión popular juvenil salió a enfrentar con piedras y bombas molotov a la policía de la comisaría 3ª (la misma vinculada al secuestro de Julio López, dicho sea de paso) ante el fusilamiento, dentro de un patrullero, del joven Darián Barzábal
En Río Cuarto, el asesinato de Nora Dalmasso estuvo cargado de irregularidades desde el inicio, como siempre sucede cuando se trata de hechos delictivos en el seno de familias poderosas (el caso de María Marta García Belsunce es más que elocuente). Cuando no se podía investigar más sin que saliera a la luz algo que no querían, buscaron entre los trabajadores de la casa y encontraron a un pintor llamado Gastón Zárate, al que decidieron detener como “sospechoso número uno”.
Pero apenas conocida la noticia, la gente del pueblo se movilizó a la plaza central de Río Cuarto, focalizando su ira en los puntos más emblemáticos del poder y del caso: la sede de la policía, el palacio de (in)justicia, la casa del viudo y la residencia local del gobernador. Hubo cánticos, insultos y abucheos. La gente llevaba cacerolas y ramos de perejil (aludiendo al término utilizado para designar a algún infeliz que es acusado para tapar a los verdaderos y grandes responsables de un crimen). Finalmente consiguieron la libertad del detenido, pero igual continuaron las marchas.
Junto a las tragedias, todas éstas son muestras de que algo está cambiando, para bien, en la mentalidad y el accionar de los argentinos.
Jorge Urquiza

 

 

 

 

 

SECCION: ANIVERSARIOS

 

 

8 de MARZO: DÍA INTERNACIONAL de la MUJER

La sociedad capitalista y el Vaticano:
los grandes enemigos de la igualdad
El 8 de marzo fue instaurado como “Día Internacional de la Mujer” en 1910 por el congreso de la Socialdemocracia (por entonces, una fuerza obrera revolucionaria internacional), en conmemoración de las 128 obreras de la fábrica textil Cotton que fueron asesinadas por los dueños de la empresa, quienes le prendieron fuego a la fábrica mientras ellas la ocupaban en demanda de la jornada de ocho horas y mejores condiciones de trabajo.
En 1975, las Naciones Unidas reconocieron también la fecha, pero desvinculándola del carácter de clase que le había dado origen, y se pasó a poner énfasis en las posibilidades de “progreso” de “las mujeres”. Incluso se tomó como emblema la existencia de una presidenta mujer: la siniestra Isabel Martínez, que heredó de su marido, el general Perón, tanto el bastón presidencial como la jefatura de las Tres A asesinas… ¡qué ejemplo de lucha de las mujeres!!
En ese mismo sentido, en estos últimos años, mucho se habla en el mundo occidental del ascendente papel de las mujeres: por ejemplo, la presidenta Bachelet en Chile; la canciller estadounidense Condoleezza Rice; la presidenciable Hillary Clinton; la primera ministra Angela Merkel en Alemania; la vieja reina de Inglaterra y la ex “dama de hierro” Margaret Thatcher… Y no olvidemos que fue también una mujer la primera “jefa” de la Inquisición: Isabel la Católica, bajo cuyo reinado se llevó a cabo el genocidio de la conquista de América.
¿Qué tienen que ver todas estas “mujeres” con aquellas que luchaban contra la explotación capitalista? Tienen mucho que ver: ellas son parte de la clase social que las asesinó, en defensa de la ganancia capitalista. Ellas han ascendido a puestos de Estado ejecutivos para comandar los genocidios, las guerras coloniales, la superexplotación de los inmigrantes, la desocupación en masa, la flexibilidad laboral, la discriminación sexual, racial, cultural, religiosa, la destrucción de los recursos naturales y todos los males que emanan de esta sociedad patriarcal explotadora.
Entre tanto, las dos terceras partes de la población mundial está compuesta por mujeres y niños, siendo ambos las principales víctimas de la violencia doméstica, que no deja de crecer al ritmo en que se descompone la sociedad. La opresión que sufren las mujeres es propia de toda sociedad de clases, donde una minoría vive de explotar la fuerza de trabajo de la abrumadora mayoría, a la que somete a todo tipo de vejámenes y humillaciones. Por eso, desde la Liga Socialista Revolucionaria luchamos por enterrar este podrido sistema social capitalista, con sus Estados y todas sus instituciones (políticas, militares, eclesiásticas, judiciales), como condición indispensable para abrir paso a una nueva sociedad, socialista, que pueda ir construyendo una nueva cultura igualitaria y fraterna, por la que incluso habrá que seguir luchando.
La iglesia católica, liderada por el Papa que escribió el documento oficial del Vaticano contra el feminismo, es el más importante enemigo que enfrentamos en la Argentina en la pelea por los derechos de las mujeres.
En la Argentina, casi dos mujeres por día pierden su vida como consecuencia de abortos precarios, mientras la Iglesia sigue oponiendo toda su fuerza contra los reclamos de legalización del aborto. Incluso en estos días han apelado una decisión judicial que autorizaba la interrupción del embarazo de una muchacha de 14 años, violada por su padrastro. Y Romina Tejerina sigue soñando con la libertad, tras cuatro años de ser castigada con prisión por ser víctima de una sociedad en la que no se atrevió a hablar de su embarazo, derivando en la tragedia que le costó la vida a su bebé prematuro. ¿Qué puede esperarse de una iglesia genocida, que ha vivido durante 2.000 años al amparo de cuanto régimen social de explotación gobernase en el mundo? Nada bueno puede venir de ellos. Para ellos es imprescindible mantener a la mujer en un espacio de sometimiento al poder del hombre/dios, que es donde radica la justificación ideológica del poder de las clases sociales que les garantiza a ellos suculentas ganancias. La lucha de las mujeres por el derecho a decidir libremente sobre su propio cuerpo, da por tierra con todos los mitos vaticanos. Y es una “vergüenza argentina” que tengamos que vivir en un Estado donde la Iglesia forma parte constitutiva del mismo.
La lucha por la liberación de la mujer está, para nosotros, íntimamente vinculada a la lucha de todos los explotados y de todas las minorías discriminadas. No se podrá terminar con la opresión y la violencia doméstica sin derrotar a las clases que detentan el poder, con sus mujeres incluidas.
El camino de la revolución socialista internacional es el que necesitamos emprender si aspiramos a un mundo libre de toda cadena, de acero o de sangre; de rejas para nuestros cuerpos y de sometimiento para nuestras cabezas.
L. Rubiales


24 de MARZO: 31 años de impunidad patronal

Tres mitos se han construido durante estos 24 años de gobiernos civiles en torno del 24 de marzo de 1976. Uno sostiene que el genocidio empezó recién con la instauración de la “dictadura militar”, adjudicándole exclusivamente a las FF.AA. la responsabilidad del genocidio y de la puesta en marcha de un rumbo económico que padecemos aún hoy. Otro afirma que la existencia de una juventud radicalizada que luchaba por sus ideales armas en mano –tal vez con métodos equivocados– fue el detonante para que los militares decidieran dar el golpe. Y el tercero habla de que el golpe militar se debió a la necesidad de enfrentar un poderoso ascenso obrero que estaba en condiciones de voltear al poder burgués. Con más énfasis en uno u otro argumento, un amplio espectro de fuerzas políticas y sociales alientan estos mitos, desde Kirchner y Hebe de Bonafini hasta organizaciones de izquierda y grandes empresarios.
Por lo contrario, nosotros sostenemos que las grandes patronales monopólicas, nacionales e internacionales, no dudaron en masacrar al pueblo para imponer el modelo de explotación que sigue vigente: destrozar al movimiento obrero y ubicar a la Argentina en la nueva división internacional del trabajo, como país productor de materias primas y commodities aprovechando las ventajas comparativas del agro y la energía. Este objetivo era la tarea inconclusa que no pudo realizar la “revolución fusiladora” de 1955. Veinte años después, aún estaba pendiente. Ni más ni menos que la Argentina que estamos padeciendo hoy, a expensas de la sangre derramada y de la pérdida de toda conquista obrera que se concretó, fundamentalmente, durante la década menemista. Sus principales exponentes (los Soldatti, Macri, Bunge y Born, Bulgheroni, Noble, Rocca, Pérez Companc…) y los que amasaron sus fortunas durante la dictadura (Fontevecchia, Roggio, etc.) siguen esgrimiento el poder, y siguen apoyándose en los representantes políticos provenientes de las fuerzas que fueron también responsables del genocidio de aquellos años: la UCR y el PJ. La UCR aportó 310 de sus dirigentes para actuar como intendentes de la dictadura genocida, y el PJ cerca de 200.
Los militares fueron los capataces, los que hicieron el “trabajo sucio”, al servicio de los intereses de los grandes empresarios que decidieron el golpe, tomando en sus manos los principales resortes de la economía, sin intermediarios políticos (Martínez de Hoz en el Ministerio de Economía durante la presidencia de Videla, la Sociedad Rural en la Secretaría de Ganadería, Adeba al frente del Banco Central, etc.). Videla era un instrumento en manos de Apege (la cámara de las grandes patronales que promovían el golpe), y no al revés.
Como buenos sirvientes de las clases dominantes, los militares ayudaron a ocultar al amo que ordenaba el genocidio.

¿Para qué se dio el golpe?



A diferencia de lo que afirman los otros dos mitos, el objetivo del golpe fue imponer ese nuevo modelo de explotación capitalista. Esa necesidad se hacía más acuciante tras el inicio de la crisis económica global de fines de los ’60 y comienzos de los ’70. Los militares no actuaron “en el vacío” ni por su propio “mesianismo”. Lo hicieron al servicio del gran capital cuando éste sacó la conclusión de que sus partidos tradicionales (la UCR y el PJ) no eran capaces de garantizar la tarea de terminar con un movimiento obrero que participaba casi en un 50% del PBI, y gozaba de derechos gremiales y laborales, incluyendo el cumplimiento a rajatabla de la jornada de ocho horas.
Para terminar con todo esto se orquestó (aún con Perón vivo) una política de exterminio pergeñada desde el Ministerio de Bienestar Social fundamentalmente dirigida contra los luchadores obreros (ver “Cárcel a toda la Triple A…”, pág. 3).
No bastando con esto, las patronales fueron dando pasos preparatorios de la “salida militar”. Por ejemplo, en junio de 1975 el almirante Massera realiza un agasajo en el que se reúnen, entre otros, los ministros de Interior y de Defensa; el presidente de la Suprema Corte, el vicepresidente del Senado y el secretario general de la Presidencia. En julio, el general Videla asume como jefe del Estado Mayor Conjunto y en agosto desplaza al “legalista” Numa Laplane como comandante en Jefe del Ejército. En agosto se funda Apege.
Ítalo Luder firma en noviembre el decreto de “aniquilamiento de la subversión”. El 18 de diciembre se hace un “ensayo” de golpe (como se hace siempre) protagonizado por el ultraderechista brigadier Capellini que, si bien fracasa, trae como consecuencia la asunción de Agosti en reemplazo de Fautario, con lo que la cúpula de las tres fuerzas queda en manos de oficiales golpistas. Cinco días después, el ERP asalta el batallón Viejo Bueno, y es aplastado en una operación que estaba “cantada”. Así se llega a que el general Videla en su mensaje navideño emplaza al Gobierno a solucionar la situación en no más de 90 días.
El país es un caos y el “demócrata” Ricardo Balbín –líder de la UCR– plantea la necesidad de combatir a la “guerrilla industrial” (aludiendo claramente a los delegados combativos). Las patronales anuncian la vía libre al golpe con el lock out del 16 de febrero, absolutamente exitoso, que abarcó desde la gran industria y los bancos hasta el comercio minorista. Unos días después, Balbín sostiene una célebre entrevista con Isabel Perón, en la que le dice: “Señora, yo ya no tengo soluciones, pero que las hay, las hay”.
Contra lo que sostienen el gobierno de K y sus múltiples aliados, las guerrillas estaban muy golpeadas en marzo de 1976, tras sus dos grandes fracasos en Monte Chingolo (ERP) y en Formosa (Montoneros) que las dejaron heridas de muerte. Su existencia, aun residual, por supuesto era una preocupación importante para la burguesía, como siempre que se ve cuestionado su monopolio de la violencia. Pero terminar de derrotarlas era una tarea simple que cualquier Ejército podía cumplir bajo cualquier gobierno civil (máxime uno tan represivo como el de Isabel-Luder). Es decir, no fue la existencia de las organizaciones armadas la causa central del golpe.
La “fantasía” que hoy pretende sostener lo contrario a aquella realidad, legitima de hecho la “teoría de los dos demonios”, transformada en versión argentina de la guerra entre “el bien y el mal” proclamada por Bush para atacar a Iraq, amenazar a Irán y a todo Estado que no le sea sumiso, política que Kirchner avala con el envío de tropas a Haití y la acusación contra el Estado iraní en la causa Amia.
Tampoco el temor a perder el poder a manos del movimiento obrero decidió a las patronales por la salida militar. Los trabajadores venían dando fuertes luchas por reivindicaciones económicas, contra los despidos y por los convenios colectivos, en particular los paros del 27/6 y 7-8/7 de 1975 (ambos llamados por la burocracia peronista de la CGT), que derivaron en la caída de los ministros Celestino Rodrigo (Economía) y José López Rega (Bienestar Social). A partir de esa pelea, el gobierno quedó sometido a todo tipo de presiones de las fuerzas patronales para que terminase de aplastar a los obreros y desarticular el viejo país “peronista” basado en el consumo interno y la sustitución de importaciones.
La burocracia de la CGT tampoco era útil a esos objetivos. Por un lado, acumulaba mayor poder dentro del Gobierno. Por el otro, pese a que incluso asesinaba delegados, no se mostraba capaz de terminar con las corrientes combativas de diverso signo en importantes empresas de gremios clave que, además, dieron lugar a una embrionaria formación de coordinadoras regionales, en particular en Gran Buenos Aires. Pese a la represión, pese al asesinato de miles de activistas, el movimiento no retrocedía.
Esto no significa que estuviéramos al borde de una “revolución” ni mucho menos. La abrumadora mayoría de la clase obrera seguía siendo peronista y no ponía en cuestión el poder de los capitalistas, aunque defendía con uñas y dientes su participación en el reparto de las riquezas. Recordemos también, que la mayoría de las corrientes clasistas que dirigían sectores importantes del movimiento obrero eran al mismo tiempo tributarias del peronismo, así fuera en forma indirecta. La negativa de Tosco a presentar su candidatura en 1973; el llamado al voto por Perón expresado desde la tapa de Clarín por el “ERP 22 de agosto” tras tomar las instalaciones del diario; el alineamiento con Perón de la “CGT de los Argentinos”, entre otros muchos ejemplos, demuestran la inexistencia o el escasísimo peso de corrientes que pusieran su prestigio entre la vanguardia al servicio de expresar que no bastaba con enfrentar a la burocracia y al gobierno para imponer los reclamos obreros, sino que había que organizarse con independencia del Estado patronal para instaurar otro poder de signo opuesto. Esto no cambia con la decisión de Montoneros de retomar la lucha armada al calor de la pregunta “¿Qué pasa general, que está lleno de gorilas el gobierno popular”, para intentar imponer la utópica aspiración “Qué lindo que va a ser, el Hospital de Niños en el Sheraton Hotel”… sin expropiar al Sheraton ni a cualquier otra empresa imperialista.
Sin independencia política del Estado, sin una lucha por el poder a caballo de la lucha reivindicativa, no hay revolución socialista a la vista. Pero sin aplastar a un movimiento obrero envalentonado por décadas de conquistas que parecían imparables, era imposible avanzar en los objetivos trazados por la burguesía.
Así, en medio de un profundo hartazgo social respecto del gobierno de Isabel, y cumplidos los 90 días emplazados por Videla, se da el golpe que, a diferencia de Uruguay o Chile en 1973, no encuentra resistencia inmediata entre la población y la clase obrera.
En todas las conmemoraciones del golpe de Estado, tenemos que impulsar este debate lo más ampliamente posible para impedir que al corte de la memoria histórica del pueblo, impuesta a sangre y fuego por los militares, se sume el corte de la memoria que quieren imponer hoy quienes siguen detentando el poder habiendo sido los máximos protagonistas responsables de aquel genocidio: las grandes patronales, la casta militar, la jerarquía de la iglesia católica, los jefes de los viejos sindicatos y los representantes políticos provenientes de la UCR y del PJ que actuaron durante las Tres A, actuaron durante la dictadura y hoy visten ropas de “demócratas”.
L. Rubiales

Nahuel Morenoa 20 años de su muerte



Reproducimos a continuación la intervención de Jorge Guidobono, invitado a una Conferencia del ex MAS en representación de la Liga Socialista Revolucionaria, en un punto del orden del día que intentaba empezar a abordar un balance de la corriente fundada por Hugo Bressano (Nahuel Moreno), fallecido el 25 de enero de 1987. Pese al tiempo transcurrido, publicamos la desgrabación por considerar vigentes los conceptos allí expresados.

“En primer lugar le agradezco a los compañeros la invitación y el poder participar en un debate que tiene que ver con buena parte de mi vida.
Quiero empezar por decir algo muy preciso. Yo que, precisamente, no provengo del morenismo sino que provengo del posadismo en Uruguay, del dirigente vivo que más aprendí en forma directa, fue de Moreno. A la vez, aprendí lo que hay que hacer y también lo que no hay que hacer (quizá visto esto 20 o 30 años después).
En segundo lugar, quiero decir que yo, personalmente, no me considero ni me consideré nunca “morenista”: no creo que el morenismo sea una corriente de pensamiento que tenga una entidad y una identidad que le dé trascendencia –tampoco Mandel, Lambert, Maitán, Posadas, Healey–. Creo que se le dio gran trascendencia a corrientes de pensamiento muy precarias que dio el movimiento trotskista en su marginalidad en la posguerra.
Esto lo uno a lo que dije primero: Moreno es la persona, el dirigente trotskista de quien más aprendí, de lo que hay que hacer y también de lo que no hay que hacer.
Pero quiero también tomar el problema desde un poco más atrás. Para mí no hay posibilidad de hacer un balance de nada si no es de tipo materialista. Hace algo más de un mes, un compañero me preguntó, en una reunión, por qué después de Trotsky no surgió ningún gran dirigente. Y yo le respondí, “simplemente, porque la lucha de clases no lo dio”; y porque hay una sociedad cada vez más agotada. Mientras a comienzos del siglo XX pululaban los grandes dirigentes, después de la inmensa derrota de las décadas de 1920 y 1930, no existen grandes dirigentes revolucionarios.
¿Es sólo una casualidad, un problema arbitrario? No, no es arbitrario. Tiene que ver con que ha habido una derrota histórica en los años ’20 y ’30, que significó el aplastamiento de la revolución rusa. No por sus errores, fundamentalmente –los errores son subsidiarios–, sino por la violencia contrarrevolucionaria del imperialismo mundial que durante años mantuvo a la URSS en la guerra más violenta a lo largo de 14.000 km de fronteras y con ocho ejércitos contrarrevolucionarios interviniendo. O somos materialistas, o creemos que el problema es “ideológico”.
Había una fuerza descomunal atacando a la revolución. Y a partir de eso –del aislamiento, de la derrota de la revolución europea, de que queda exangüe la revolución rusa– se generan los acontecimientos posteriores, y puede pasar todo lo que pasó.
Pero no es la “idea” ni la “palabra” lo que está en el origen de los problemas: es la materia. Y la materia fue la acción consciente del imperialismo mundial contrarrevolucionario para aplastar a la revolución rusa, que tenía efectos deletéreos para ellos sobre toda Europa.
Y el trotskismo fue –un compañero lo dijo recién– el “hilo rojo” que permitió mantener, contra la corriente contrarrevolucionaria del nazismo y del estalinismo, el tenue hilo rojo con Octubre y con el leninismo (tomado en un sentido amplio).
Moreno es, sin dudas, parte de eso. Y es también parte de la crisis más general del movimiento trotskista que sufrió no un problema ideológico sino la presión material descomunal que significó el triunfo de la URSS en la segunda guerra mundial, que convirtió al estalinismo en una fuerza material de masas –contrarrevolucionaria– con un peso descomunal en particular en Europa pero también en América Latina. El Partido Comunista brasileño, por ejemplo, sacó votaciones descomunales en San Pablo y Río de Janeiro en 1946. En Uruguay, el PC sólo logró recuperar la votación de 1946 en 1971. Fue un fenómeno mundial. Mientras el trotskismo, debilitado, surgido contra la corriente, fue “arrastrado” por la corriente en la adaptación al estalinismo. No es sólo que Pablo, Posadas, Maitán y toda esa gente, inventaron el absurdo de los “estados obreros deformados”… estados donde no se produjo una revolución.
Un estado obrero de transición al socialismo es como un niño: tiene que nacer de un parto. Un estado obrero es imposible que nazca si no es de una revolución. Entonces, aquel engendro absurdo –los “estados obreros deformados”– llevado a ideología, tiene que ver con la adaptación a una corriente de masas predominante en Europa.
El estalinismo –a diferencia de lo que Trotsky previó– surgió como una corriente de masas de la segunda guerra mundial, como una potencia triunfadora. Y como una multiplicación sideral del agente contrarrevolucionario en el movimiento obrero. Eso marcó el comportamiento del movimiento trotskista durante varias décadas, como mínimo hasta 1968.
Yo empecé a militar en Uruguay, donde tenía mucho peso el estalinismo. Y la primera hora de conversación con cualquier activista había que dedicarla a explicar que no éramos agentes de la CIA. Hoy parece ridículo, pero era así. Eso empieza a cambiar con el Mayo Francés y, en alguna medida, con el boom económico de la segunda posguerra.
Para mí, en la absoluta debilidad del trotskismo, el inmenso mérito del trotskismo es haberse mantenido como un hilo de continuidad con Octubre. Un hilo tenue, absolutamente tenue. Y, al mismo tiempo, haberse mantenido –como no podía ser de otra manera– en forma marginal. Porque la clase obrera europea era estalinista, comunista, algunos eran socialistas… Y en América Latina y buena parte del mundo, el trotskismo seguía a los movimientos nacionalistas burgueses.
El problema de terminar con la “externalidad” en la Argentina de hace 40-50 años, significaba –lisa y llanamente– hacerse peronista. El intento se hizo: y se salió de él con los huesos rotos. Quienes hicieron el mismo intento más tardíamente, salieron con los huesos más rotos aún.
Mi reflexión es que hay una existencia que determina la conciencia, y no al revés. El problema –y yo he tenido muchos problemas con Moreno– es que no me parece correcto “saldar cuentas” (como decía muy bien hoy Nora). Y no me parece bien pese a que ha habido errores descomunales y garrafales. Pero, ¡ojo!, parte de esos errores descomunales y garrafales, como “1982, empieza la revolución”, no hay que cargárselos sólo a Moreno. Yo no lo hago. Porque Nora, Roberto, Ernesto, Aldo, yo –y unos cuantos más– somos igualmente responsables. […]
Por supuesto, había elementos contradictorios: siempre hay elementos contradictorios en la realidad. Pero esos elementos contradictorios no podían negar que no había revolución alguna. En primer lugar porque estaba intacto el aparato armado de los enemigos. Y una revolución no existe sin destruir –o como mínimo, terminar con– el monopolio de la violencia por parte del enemigo de clase. Bueno, acá, no hubo nada de eso…
Buena parte de los que somos veteranos –yo estuve en casi todas las reuniones–, no podrán recordar una oposición sistemática a Moreno. Como mínimo –pese a haber encabezado una fracción política en 1979– yo me hago cargo –corresponsable– de eso en primer lugar. Si no, está mal… Es acreditar el horror de la “camarilla de los tres” con que empezó el estallido del MAS.
Yo no quiero eso. Ése no es un método proletario; no es un método comunista. El balance de Nahuel Moreno, de sus errores, de sus limitaciones, tiene que hacerse en ese contexto. En el contexto de que el país era peronista; y de que, en buena medida, sigue siendo peronista. De lo contrario caemos en una discusión metafísica: “ir a la clase obrera, terminar con la externalidad…”. Terminar con la externalidad hace 15 o 20 años era hacerse peronista. Eso hizo Montoneros, el Peronismo de Base, un montón de gente que terminó destruida…
Siendo mucho más joven, yo le reconozco dos grandes méritos a Moreno. El primero es que, habiendo sido parte de la misma corriente que en la década de 1960 apuntó hacia la guerrilla, Moreno fue capaz de detenerse al borde del precipicio: primer gran mérito que no era fácil en esa época. (Ricardo Napurí u otros que son mayores lo pueden tener bien presente.)
Y el segundo gran mérito de Moreno es haberse plantado frente a Perón. Si esta corriente existe, es por eso.
Al mismo tiempo, haberse plantado “contra la corriente” hizo que, inevitablemente, todas las personas que captó el PST [Partido Socialista de los Trabajadores] tuvieran, en buena medida, elementos sectarios. Porque no hay posibilidad de mantenerse vivo cuando hay una corriente de masas imponente en contra, si no es con un gran componente de sectarismo.
Ésa es la realidad, ésa es la materia. Seguramente –Moreno lo reconocía, por lo menos verbalmente– debimos haber actuado mejor. Pero es, en un sentido, una conclusión post factum. Hubo corrientes de masas que hicieron muy dificultoso el trabajo del trotskismo en la Argentina. En primer lugar, el peronismo; en segundo lugar, el foquismo. Y sin embargo se logró armar –sobre las bases que sentó Moreno; y queda claro que no estoy haciendo algún tipo de “culto a Moreno”– un partido trotskista que fue referencia en la izquierda de todo un país.
Hace un rato recordábamos con Nancy [de Uruguay], que desde que yo empecé a militar 36 años atrás nunca logramos salir –desgraciadamente– de la marginalidad. Y en muchos otros países nos pasa exactamente lo mismo.
Hay que preguntarse –junto a la crítica de fondo a Moreno– qué excepcionalidad hizo que el movimiento trotskista –y en particular el dirigido por Moreno– fuera capaz de ser el referente político y el principal partido de la izquierda en la Argentina… por muchos errores que se hayan cometido y que haya que corregir. Gracias compañeros.”

Jorge Guidobono
17 de diciembre de 1999

 

 

 

 

 

SECCION: INTERES GENERAL

 

La crisis global del capitalismo



En China, en los últimos días de febrero, la bolsa de Shanghai registró el mayor desplome en diez años, debido a los rumores de una recesión en los Estados Unidos. La caída fue cercana al 9%. Traducido a dólares, esta caída representó una pérdida de alrededor de US$ 108.000 millones en un solo día.
Todos los mercados internacionales fueron afectados por el derrumbe en Shanghai. Por ejemplo, el índice Dow Jones de la bolsa de Wall Street (Nueva York) perdió un 3,3%. Peores caídas se registraron en las bolsas latinoamericanas (7,5% en la de Buenos Aires). También bajaron las bolsas asiáticas y europeas.
En los últimos 12 meses, la bolsa de Shanghai había tenido un alza del 130% y era la que más había crecido en el mundo. Su derrumbe se vio acentuado por la decisión del Banco Central de China de aumentar los encajes bancarios del 9,5% al 10%, como mecanismo para reducir el monto disponible para créditos. Además, existían rumores sobre la aplicación de un impuesto a las ganancias de capitales (de alrededor del 20%). Estas medidas pretenderían “enfriar” el crecimiento de una economía que ha logrado cifras extremadamente altas de alrededor del 10% en los últimos años.
De todos modos, más allá de los factores internos, los analistas coinciden en que el principal motivo es externo. ¿Cómo se explica esto? ¿Nadie lo esperaba? ¿Fue una sorpresa?
En realidad, no. No fue ni es una sorpresa. China está comenzando a sentir el efecto del capitalismo y de la globalización en la que está cada día más inmersa y a la que resulta cada vez más funcional. De hecho, el gigante asiático –que en términos históricos se caracterizó por un aislamiento importante– está experimentando en forma contundente los efectos de su inserción en la economía global y las náuseas que pueden acarrearle las corridas propias y “normales” de los principales centros financieros mundiales. Parecería que una de las “burbujas” ha comenzado a estallar.
Hoy en día, China (la cuarta economía del mundo y uno de los principales exportadores del planeta) es el país que más bienes durables le vende a los Estados Unidos. De hecho, el 70% de los bienes durables que se exportan en el mundo son adquiridos por los Estados Unidos y, en ese contexto, las acciones chinas son las que más caen, porque sus empresas son las que más le venden a la principal economía del mundo. Asimismo, China es el mayor tenedor de títulos públicos del Tesoro de Estados Unidos y es uno de los países que posee las mayores reservas de dólares en el mundo.
En este sentido, el foco debería ubicarse en la economía norteamericana, la que está comenzando a experimentar una caída en la demanda de bienes durables y podría entrar en recesión a comienzos de 2008. Al respecto, la gran incógnita es si Estados Unidos efectuará un ajuste suave (con un crecimiento relativamente bajo de, por ejemplo, un 2%) o si tendrá que hacer un “aterrizaje forzoso” (con caídas importantes de la producción) para poder resolver los grandes desajustes que está experimentando desde hace varios años y que se profundizaron con el gobierno de Bush.

¿Qué pasa en Estados Unidos?
¿Crecimiento con pies de barro?

 

Existe el temor que la economía de Estados Unidos finalmente se desacelere de manera significativa. En efecto, los analistas de ese país prestaron mucha atención a los datos publicados en febrero por el Departamento de Comercio, que mostraron una fuerte caída en los pedidos de bienes durables durante el mes de enero.
Por otro lado, en 2006, en Estados Unidos el déficit fiscal (diferencia entre gastos e impuestos) ascendió a US$ 247.000 millones, es decir, un 1,9% del PBI y el de cuenta corriente (balanza comercial más balanza de servicios) es del 6,5%. El rojo de la balanza comercial (la diferencia entre exportaciones e importaciones) fue de US$ 763.600 millones y las familias están cada vez más endeudadas. Fundamentalmente, los sectores pudientes son los que tienen un consumo “desenfrenado” y alimentan este déficit. Como se observa, las cifras son siderales y estos déficits no son sustentables en el tiempo (no siempre se puede vivir “de prestado”).
El proyecto de presupuesto fiscal de Bush para 2008 privilegia el gasto en defensa, favorece a las rentas más altas y busca el ahorro con recortes de gastos en programas sociales, lo que amenaza con ampliar aún más la profunda brecha entre clases que existe en ese país. Efectúa una estimación conservadora del déficit público a corto plazo, que cifra en 244.000 millones de dólares para 2007 (1,8% del PBI) y en 239.000 millones de dólares en 2008 (1,6% del PBI).
Como se ve, Estados Unidos presenta un déficit “gemelo”: tanto en el sector público (el Estado gasta más que lo que recauda) como en el sector privado (las familias gastan más de lo que producen). Por ello, se endeuda en forma creciente. Y aquí radica el problema central de su economía, ya que esta situación no es sostenible en el largo plazo.
Pero, mientras tanto ¿qué sucede? Sucede que son los demás países (China entre ellos) los que financian este exceso de gasto del gigante norteamericano. ¿Cómo lo hacen? Comprando los bonos emitidos por el Tesoro de Estados Unidos y atesorando gran cantidad de dólares en las arcas de los respectivos bancos centrales. Debido a este mecanismo bastante perverso es que a los “otros” países (y nos referimos a China puntualmente) no les conviene que a Estados Unidos le vaya mal porque caerían sus exportaciones (lo que China le vende a Estados Unidos), así como el valor de sus reservas (dólares) y caería el rendimiento de los bonos estadounidenses que atesoran. La gran pregunta es: ¿esta situación tan precaria, hasta cuándo se podrá sostener? Por ahora, no tenemos una respuesta muy clara al respecto, aunque sí observamos las crecientes contradicciones de un sistema que demuestra día a día su agotamiento.

¿Hacia dónde va la economía mundial?

 

Las décadas de 1970, 1980 y 1990 se caracterizaron por una continua desaceleración en las tasas de crecimiento y en un incremento de los flujos financieros con características especulativas. En efecto, las tasas de crecimiento del PBI mundial que, antes de 1970, habían sido superiores al 5%, cayeron al 4,5%, luego al 3,4% y después al 2,9% en cada uno de los últimos decenios del siglo XX.
Como se observa, esta es una situación muy delicada en la que la economía mundial resulta cada vez más inestable. En efecto, la crisis que arranca hacia fines de la década de los años 1960, con una caída importante de la tasa de ganancia de los capitalistas, no puede ser solucionada por el sistema a nivel mundial, ya que una parte creciente del excedente económico no encuentra una salida rentable en la producción real (que permite la expansión del sistema productivo) y tiene que acudir a una salida alternativa: las colocaciones financieras. En este sentido, el sistema se plantea diferentes “soluciones” para el corto plazo (aumento de la “mundialización financiera”, por ejemplo) que no hacen otra cosa que agravar las tensiones y contradicciones del sistema en el largo plazo. Para darnos una idea de magnitud, hoy en día los movimientos de capitales representan 30 veces más que el comercio mundial de bienes y servicios.
Samir Amin, en Más allá del capitalismo senil, caracteriza a esta creciente globalización financiera por los siguientes elementos:
1) Expansión del volumen de los mercados de capitales (acciones, títulos públicos y privados y otros instrumentos financieros) a ritmos que superan largamente el crecimiento de las economías.
2) Extraordinaria diversificación de los títulos negociados en esos mercados.
3) “Financierización” de las empresas (se incrementa el papel de las inversiones financieras de éstas en desmedro de la inversión física).
4) Mundialización progresiva de la hipertrofia financiera (que se traduce en una capitalización galopante en los países denominados “emergentes”).
No hay respuesta racional por parte del sistema para salir de una crisis que se ha instalado en el tiempo y se ha profundizado año tras año. Es evidente que la crisis estructural de la acumulación capitalista no ha sido superada ni está en vías de serlo.
En definitiva, sin caer en las denominadas “teorías del derrumbe” del capitalismo, podemos afirmar que la tan mentada globalización provoca cada vez más contradicciones a nivel de la economía mundial, ocasionando una ampliación de la brecha entre las regiones y países más pobres y más ricos del planeta.
Como dice Amin: “Las políticas aplicadas en estas condiciones no responden a una estrategia positiva de expansión del capital: sólo procuran administrar la crisis”. Además, “la gestión de la crisis no aporta ninguna solución a la crisis misma; el sistema, lejos de tender progresivamente hacia una nueva forma de estabilización, se hunde en el caos”.

Conclusiones

 

Nuevamente, citando a Samir Amin, decimos que “la crisis se hace manifiesta en el hecho que las ganancias obtenidas de la explotación no encuentran salidas suficientes en inversiones rentables competentes para desarrollar las capacidades de producción. La gestión de la crisis consiste en encontrar “otras salidas” a ese excedente de capitales flotantes a fin de evitar que se desvaloricen masiva y velozmente. La solución de la crisis implicaría, en cambio, modificar las reglas sociales que gobiernan el reparto del ingreso, el consumo, las decisiones, de inversión; es decir, otro proyecto social –coherente– diferente del que se ha fundado sobre la base de la regla exclusiva de la rentabilidad”.
Para concluir, queremos destacar que el sistema capitalista –como lo demuestra su crisis permanente– está completamente agotado y tiene que ser superado por el socialismo.
Pero, como la historia lo ha demostrado, este sistema no se caerá solo, sino que tendrán que ser los sectores explotados los que barran con lo viejo y encaren un nuevo proyecto social que sea completamente diferente al actual. Parecería que la “frase” pronunciada por Rosa Luxemburgo hace prácticamente un siglo sigue estando –cada vez más– a la orden del día: “socialismo o barbarie”.
Marcelo viÑA

 

 

 

 

 

Cambio climático: Aprender a nadar o tomar conciencia


“El cambio climático va a deteriorar las condiciones elementales de vida de la población de todo el planeta -acceso al agua, producción de alimentos, salud y medio ambiente”. Así lo afirma el informe de 500 páginas presentado a Tony Blair en octubre de 2006 por Nicholas Stern (vicepresidente del Banco Mundial de 2000 a 2003; actual consejero económico del gobierno británico).
Sin la menor autocrítica, el Banco Mundial publicó en abril de 2006 un informe sobre las “catástrofes naturales” cuyo texto asevera: “Hay un aumento de las catástrofes relacionadas con la degradación del medio ambiente a lo largo y a lo ancho de todo el planeta”. Mientras el número de terremotos permanece casi constante, la cantidad y la amplitud de las “catástrofes naturales” relacionadas con el clima están en fuerte aumento: de un promedio anual de 100 en 1975, pasaron a más de 400 en el 2005 (citado en Financial Times, 22-23/4/2006).
La conferencia mundial sobre recalentamiento planetario realizada a fines de enero en París no dejó lugar a dudas. El informe final de la Comisión Internacional sobre el Cambio Climático (CICC) afirma que el ritmo de recalentamiento del planeta durante el próximo siglo pasará de 2 a 4,5 °C duplicando las previsiones hechas en 2001, cuando se consideraba que la temperatura de la Tierra aumentaría de forma progresiva entre 1,4 a 5,8 °C hasta el 2100.

El recalentamiento del planeta


El efecto invernadero es un fenómeno natural que le permite a la Tierra mantener una temperatura adecuada para poder habitarla. Es un fenómeno por el cual algunos gases de la atmósfera retienen parte de la energía que emite el suelo del planeta, tras obtenerla de la radiación solar. El dióxido de carbono, el metano, el óxido nitroso o el ozono, conocidos como “gases de efecto invernadero”, forman parte de la composición natural de la atmósfera terrestre. Pero cuando la producción capitalista genera una mayor emisión de esos gases, se produce un desajuste en la atmósfera que aumenta la temperatura y provoca el recalentamiento del planeta. Sobre todo por la quema de combustibles fósiles como el carbón, petróleo y gas natural; la deforestación o la creación de vertederos de basura.
“La Tierra demorará mil años en absorber los daños provocados. Ciclones, sequías, aumento de los niveles de los océanos y mares, obligarán a decenas de millones a abandonar sus hogares y generará un éxodo de origen climático que será superior al de refugiados de guerra” (Clarín, 4/2/07, suplemento Zona, pág. 31).
Una de las conclusiones de la conferencia de París es que el pico más alto en la temperatura planetaria se produjo en los últimos diez años. En términos históricos, aumentó 4 grados en dos siglos y pasó de un período glaciar al recalentamiento. Un fenómeno de esa naturaleza normalmente demora miles de años, y esta vez ocurrió en 200.
No es una casualidad que este tiempo coincida justamente con la consagración del sistema capitalista a nivel mundial: es decir, la lógica de la ganancia a costa de lo que sea y de quienes sea. Esto es lo que tratan de esconder mediante el eufemismo de que la responsabilidad está en la “actividad humana”.
Se calcula que las olas de calor que sacudieron a Europa entre julio y agosto 2003 serán más frecuentes, intensas y duraderas. Durante ese lapso en Francia, la ola de calor provocó la muerte de unos 15.000 ancianos. Aunque nunca se difundieron cifras precisas, se supo que el Estado francés debió alquilar cámaras frigoríficas porque los cadáveres rebasaron la capacidad de las morgues judiciales. El capitalismo mata, aunque no suenen tiros como en Iraq.

Las Atlántidas del siglo XXI


Las elevadas temperaturas dejarán el Ártico sin hielo, se fundirán los glaciares de montaña y desaparecerán las capas de hielo y nieve que hasta ahora se consideraban eternas. Esto se observa principalmente en Groenlandia y la Antártida. El nivel de los océanos podría elevarse 90 cm para el 2030. Dos mil islas de Indonesia podrían quedar sumergidas en los próximos 20 años. También podrían desaparecer las islas caribeñas de Bahamas y Santa Lucía.
No mejor suerte tienen por delante los habitantes de Tuvalú (otro Estado “independiente” surgido del imaginativo Comonwealth británico). Este grupo insular tiene apenas cinco metros de altura máxima sobre el nivel del mar. Es decir que, apenas las aguas oceánicas, a fuerza de deshielos polares, suban 501 centímetros, el país desaparece. Mientras sus habitantes ya están procurando visados de trabajo en Australia y Nueva Zelanda, ni siquiera sus gobernantes parecen confiar en las “soluciones” que ellos mismos proponen: están tratando de comprarle una isla a Fidji para tratar de no ser borrados del mapa y seguir votando en la ONU.

Kyoto: el aire ya no es gratis


El protocolo de Kyoto está aquí y su mecanismo principal es vender el aire. Lo llaman “comercio de emisiones” y consiste en el establecimiento de una cantidad fija de permisos para emitir gases de efecto invernadero, para su distribución y para permitir que sean comercializados.
La idea es que cada país signatario del protocolo se ha comprometido en reducir sus emisiones de efecto invernadero. Según esto, se han repartido cuotas de emisiones entre los estados, fijando una reducción global de un 5,2% respecto de las emisiones de 1990. A su vez, cada país reparte sus permisos de emisión entre las empresas contaminadoras locales.
Si contaminan por debajo de su límite, pueden acumular permisos para el siguiente año o venderlos en el mercado de emisiones. También puede pasar lo contrario; entonces, el que se ha excedido puede “limpiar” su nómina comprando permisos de contaminación a otros que no los han utilizado. Además, se pueden obtener nuevos créditos de contaminación a través de los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL) o de Implementación Conjunta (IC). Éstos consisten en invertir en planes de reducción de contaminación en otros países y así “ganar” derechos de emisión. Los MDL se orientan a países no signatarios del protocolo, mientras que los IC sólo se pueden dar entre firmantes.
El protocolo de Kyoto, en definitiva, sirve para asegurar las oportunidades de negocio de los principales monopolios capitalistas contaminadores. El ranking de los contaminadores es: Estados Unidos 39,4%, Rusia 5,9%, Japón 4,9%, Alemania 3,2% y Canadá 2,3%.
No es una casualidad que Estados Unidos, que lidera el ranking por amplísimo margen, se haya negado a firmarlo y, sin embargo, a nadie se le cruce por la cabeza la posiblidad de sancionarlo por poner en riesgo la vida del planeta y sus habitantes.

En la Argentina también se consigue


Consultada sobre si el cambio climático ofrece alguna oportunidad al país, Picolotti, titular de la Secretaría de Medio Ambiente contesta: “Sí. Argentina tiene enormes posibilidades en las industrias de carbono. Acá hay una enorme posibilidad de negocios. Espero que las empresas argentinas la vean. El negocio: para el 2012 los mecanismos de desarrollo limpio (MDL) –cuyas industrias recibirán beneficios– deben compensar los efectos negativos de la deforestación. Invertir en carbono o en forestación equivaldrá a un depósito a plazo fijo. Ya hay empresas que están comprando bosques para vender bonos a los que contaminan”. Ante la observación periodística de que en el país prolifera la deforestación para sembrar soja, Picolotti aclara: “No podemos enfrentarnos con los sojeros. Pero sí podemos estimular la forestación. Ahora tenemos un proyecto de ley que crea un fondo de $ 30 millones para los proyectos de manejo de bosques sustentables” (Clarín, 4/2/07, suplemento Zona, pág. 32).
Picolotti tiene ojos para los negocios pero no para ver que de los 50 glaciares registrados en el país, 48 ya están retrocediendo; el mar llegará a crecer entre 35 y 60 centímetros hacia el 2100, con lo que la Bahía de Sanborombón se irá extinguiendo, la ciudad de Lobos se inundará con frecuencia, y los balnearios San Bernardo y Las Toninas, si no se protegen sus playas, podrían desaparecer.
En el Litoral los ríos perderán hasta un 30% de su caudal en 20 años. La producción de Yacyretá y Salto Grande –las grandes centrales del sistema energético nacional– retrocedería cualitativamente. Y contra lo afirmado por Picolotti, los productores de forestación de la zona de los ríos Negro y Colorado perderán parte del negocio ya que, por falta de agua, los bosques se verán reducidos.
Los daños por inundaciones en la región pampeana se calculan en más de $ 150 millones. El gobierno nacional dispone de un fondo de $ 53.000 para afrontar esos gastos.
Las zonas de centro y noroeste del país serán las más afectadas por las lluvias intensas, a la vez que se prevén sequías en Chaco y Formosa. Si se sigue desforestando, en 30 años las tierras que hoy suman a la producción agrícola no servirán para nada. En el conurbano bonaerense los municipios más afectados por las inundaciones serán Almirante Brown, Florencio Varela, Merlo, Moreno, Lomas de Zamora y Matanza.

Tampoco ante esta realidad hay “tercera posición” que valga. Aprender a nadar o tomar conciencia y organizarse para luchar por la destrucción del sistema capitalista, causa principal de la nada natural destrucción del planeta.
Blarouson y Luis Calcagno

 

 

 

 

 

 

 

SECCION: AMERICA LATINA

Fuera BUSH de AMERICA LATINA



En los primeros días de marzo, George W. Bush (h) viene a recorrer parte de lo que considera su “patio trasero”. El viaje es motivado porque la gente que habita el “galpón”, está mayoritariamente en movimiento, en rebeldía contra su tradicional amo. Viene con una zanahoria en la mano y con un garrote asomando de su portafolio. Ambas cosas le sirven para amedrentar a gobiernos capitalistas que no tienen el pulso lo suficiente firme para romper económica, política, militar y diplomáticamente con Estados Unidos: la gran potencia que viene sojuzando a la región –en todos los terrenos– desde la segunda posguerra. Esto es así, más allá de las quejumbrosas palabras que emitan –unos más, otros menos, y otros ninguna… Uribe, por ejemplo, ocupa el Ejecutivo colombiano como representante de los paramilitares fascistas y de las tropas enviadas por Estados Unidos para “combatir a las Farc y al narcotráfico”; narcotráfico al que está asociada gran parte de la clase capitalista colombiana y norteamericana.
Las razones del actual viaje de Bush no son las mismas que las de Estados Unidos a fines de las décadas de los sesenta y comienzos de los setenta. En ese entonces, varios países expropiaban a los monopolios sin pagarles un dólar y, además, les pasaban factura por lo que debían producto de sus robos. Eso hicieron Perú, Bolivia y, en particular, Chile bajo el gobierno de Salvador Allende.
Ahora, en cambio, aun gobiernos que nacionalizan algunas piraterías imperialistas, les compensan su “pérdida” futura en moneda contante y sonante. Eso hacen Venezuela y Bolivia, por ejemplo.
Por lo tanto, Bush no viaja para defender los intereses de su imperio en esa negociación de toma y daca, donde no arriesga casi nada. Bush viene para tratar de pactar con algunos gobiernos capitalistas locales, y aislar o acorralar a otros, para intentar desmontar el proceso de rebelión antinorteamericana que, con distintas formas, recorre toda la región.
Estados Unidos es hoy el gran enemigo de la humanidad, así no se haya quedado con las privatizaciones/regalo realizadas por los gobiernos vendepatria de la década de 1990, como Menem –el de las relaciones carnales–, el que le quitó mérito al propio Rivadavia en la entrega de las riquezas del país.
En síntesis, Bush no viene a domar al tigre del odio y la rebelión antiyanqui: viene a sobarle el lomo a los posibles y reales domadores de tigres autóctonos: los gobiernos “progresistas” de la región, sin cuya esmerada colaboración no habría corcoveos antinorteamericanos de masas.
La Liga Socialista Revolucionaria está dispuesta a realizar todo tipo de acciones unitarias con quien sea, incluyendo sectores burgueses/capitalistas que, por las razones que sea, tengan contradicciones con los intereses de Bush. No tenemos problemas en coincidir con “el diablo” en ese terreno. Tampoco le pediríamos al diablo que renuncie a sus cuernos y a su cola –parafraseando a Trotsky– para accionar en común contra el jefe imperialista: Pero esto no significa que lo confundamos con un “ángel” por su presencia coyuntural a nuestro lado.
Categóricamente, estamos convencidos de que la visita de Bush debe ser repudiada por los pueblos de América, los que pise y los que no. Todos los pueblos de Latinoamérica enfrentan una misma cuestión: hay que repudiar a Bush en las calles que pisará y en las que no pisará también. Es necesaria –en un sentido político y no religioso– una gran cruzada antimperialista. Porque toda su gestión está basada también en recuperar el terreno económico que le fue “primereado” por la Unión Europea en la década infame de las privatizaciones. Y, así como va a Medio Oriente por el petróleo, viene a América latina por las aguas dulces, el maíz y muchos minerales riquísimos.
No se trata de emitir palabras grandilocuentes. Se trata de expropiar sin pago a los monopolios que han saqueado estos países. Se trata de independizarnos militarmente del TIAR. Se trata de romper con la OEA y la ONU. Se trata de liberarnos de su sujeción ideológica mediante una revolución cultural. En definitiva, se trata de que el continente entero se levante en revolución contra el imperialismo y las clases que detentan el poder. Se trata de que cambie el poder de manos y sea el pueblo trabajador el que asuma el mando de la sociedad y termine con las artificiales barreras “nacionales” que sólo sirven para dividir a la fuerza de trabajo de la América latina. Se trata de lograr una América latina unida, socialista, libre y soberana. Exactamente lo que ningún poder capitalista –sea rosado, amarillo, rojillo– podrá lograr.
Jorge Guidobono

 

 

 

 

Venezuela



Nacionalismo y socialismo no son sinónimos


El punto de partida para cualquier análisis que hagamos sobre la situación de Venezuela es el de la defensa incondicional del gobierno de Chávez frente a la política de agresión de Bush y el imperialismo norteamericano.
Las nacionalizaciones de algunas empresas imperialistas son un hecho positivo; aunque discrepamos con que se las haya indemnizado –o asociado, en otros casos–, en lugar de hacer cuentas y presentarles la factura de cuánto le deben ellas al Estado venezolano por años y años de saqueo.
Eso no es un “invento” nuestro: es lo que hizo Velazco Alvarado en Perú a fines de la década de los sesenta, y la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile a comienzos de los setenta. No obstante, no sólo apoyamos las nacionalizaciones –totales o parciales de algunos monopolios– ya realizadas sino que también impulsamos que se continúe con otras. Por ejemplo, la de Sidor (y el monopolio del acero), perteneciente al grupo Techint, propiedad de la familia Rocca, de Argentina, cuyo presidente, Paolo, formó parte de la comitiva que viajó con Kirchner a Venezuela hace pocos días.
Pero la discusión más de fondo que está planteada en el ámbito de las organizaciones obreras, populares y de izquierda, nos parece, es si se puede equiparar una ola de nacionalizaciones, con alguna forma de “socialismo”.
Estamos convencidos de que eso no es así. El socialismo no es una suma de nacionalizaciones. En primer lugar, es el producto de una revolución que cambia de manos el poder del Estado. El inicio del socialismo está en la destrucción del poder social, político y militar de la clase poseedora; es decir, de la clase burguesa. Sobre su derrota, se trata de constituir un poder de los trabajadores y el pueblo explotado, para implantar nuevos valores en todos los terrenos, sobre la base de los organismos populares que se haya constituido –y triunfado– al calor de la pelea antes dicha.
No se trata de clausurar –de hecho o de derecho– el parlamento burgués, una institución que nada tiene que ver con una democracia real. Se trata de impulsar y hacer realidad la democracia directa, sea bajo la forma de los círculos bolivarianos o cualquier otra forma asamblearia, donde decenas de miles de asambleas populares ejerzan un poder democrático en forma directa.
El contenido de esta forma atañe también al problema militar. No es realista proponerse el imposible cambio de unas fuerzas armadas que perpetraron el genocidio (conocido como “Caracazo”) dieciocho años atrás que dejó un saldo de 2.700 asesinados. Lo que sí es realista es proponerse que el pueblo trabajador, organizado en asambleas, círculos o como se llamen, se organicen también en milicias armadas.
Estas milicias nada tienen que ver con los 100.000 reservistas incorporados al Ejército, ni con la compra de 100.000 kalasnikov. Mientras esas fuerzas y armamentos dependan del alto mando –o sus descendientes– que protagonizó la represión de 1989 y participó del golpe de Estado capitalista proimperialista derrotado por las masas en abril del 2002, será nulo su potencial revolucionario.
El socialismo significa cambiar de manos el poder, lo cual es opuesto a buscar mejores términos de asociación con los monopolios desde el viejo –aunque remendado– poder burgués del Estado. Ésa es la cuestión.
Obviamente, no se puede ignorar el peso de la figura de Chávez a la hora de definir los pasos a dar en el rumbo a seguir. Desde nuestro punto de vista, como socialistas revolucionarios, los trabajadores organizados deben reclamarle a su líder que adopte las medidas necesarias para ponerse al frente de una revolución encaminada al socialismo; del mismo modo que, con sus particularidades, lo hicieron Fidel Castro y el Che Guevara hace 47 años en Cuba.
El nudo de la política socialista revolucionaria está en la organización de los trabajadores con independencia del Estado y el reclamo a Chávez de que se ponga al frente de un proceso de materialización de las demandas, para que incluso sus proclamados objetivos puedan llevarse a cabo. Siempre que hay objetivos socialistas por delante, nadie puede pretender que éstos se cumplirán por obra de un líder de ocasión: habrá un movimiento de masas capaz de llevarlos adelante y velar por ellos, o no habrá más que tibias medidas que intenten una conciliación imposible con el gran capital. “O revolución socialista, o caricatura de revolución”, solía insistir Guevara. Si Chávez pretendiese encapsular la pujanza revolucionaria del movimiento de masas –el que lo “rescató” del golpe de Estado de 2002, por ejemplo– en distintas formas de dominio del Estado burgués, nada bueno vendrá en lo futuro por más que use el grandilocuente nombre de “socialismo del siglo XXI”.
Este mismo camino de guerra popular prolongada –del pueblo en armas– es también imprescindible para enfrentar con éxito posibles agresiones militares imperialistas. La historia de América del Sur es prolífica en lecciones al respecto, aun por sus resultados trágicos. Por ejemplo, bajo el gobierno de la Unidad Popular en Chile, el pueblo trabajador necesitaba aplastar a las fuerzas armadas, guardianes de los intereses de la burguesía, para impedir que se viniera una masacre como la que comandó Pinochet durante sus casi veinte años de gobierno del terror. La lección es válida hoy, haya o no agresión militar estadounidense.
Jorge Guidobono

 

Las nacionalizaciones en el Egipto de Nasser


El debate planteado en torno de Venezuela no es nuevo. El Egipto nasserista de los sesenta tenía el 90% de su economía “nacionalizada” y se proclamaba “socialista”. Varias corrientes que, en esa época, se definían como trotskistas de la IV Internacional creyeron ver en esa sociedad (que no era la única) un “Estado de nuevo tipo”, que habría dejado de ser plenamente burgués pero no era todavía “obrero”.
Era la misma confusión política que, desde nuestro punto de vista, existe ahora. El socialismo no es una mera suma de nacionalizaciones de áreas de la economía dentro del Estado burgués.
Más allá de las palabras (no olvidemos que de “socialismo” se habló, y mucho, en la segunda posguerra y durante la posterior descolonización capitalista de África y Asia), las nacionalizaciones o estatizaciones no equivalen a empezar a subir los primeros peldaños de la escalera “socialista”. Ésa es una visión evolucionista o reformista/burguesa que nada tiene que ver con la esencia del socialismo. Esa esencia es la revolución protagonizada por millones, que destruyen el Estado burgués e instauran un poder propio –obrero y popular– basado en los organismos surgidos al calor de esa pelea, para dar lugar a profundos cambios económicos y al desarrollo de nuevos valores –fraternos, solidarios, igualitarios, libres y creativos– en todos los terrenos de la vida.
Durante décadas, el estalinismo impuso una aberración teórica al afirmar y propagandizar que “estatismo” era sinónimo de “socialismo”. Esa ilusión se derrumbó estrepitosamente –aunque con pena y sin gloria– en la ex URSS, hace 15 años. En sus Estados satélites, el fin fue aun peor. No sólo no quedó piedra sobre piedra de las estatizaciones impuestas a punta de bayoneta por las tropas invasoras de la URSS (que “exportaba” el socialismo aun cuando las masas ni soñasen con ello) sino que, hoy, 15 de los 21 ejércitos de las supuestas nuevas “repúblicas independientes” –antes llamadas, absurdamente, “Estados socialistas”– de Europa del Este actúan como furgón de cola de Bush en su invasión de Iraq y Afganistán.
Resta decir que, ya muerto Nasser, su sucesor firmó, en 1979, los acuerdos de Camp David con el imperialismo estadounidense y su peón israelí, con lo que dio lugar a que el tirano Mubarak (actual jefe de Estado egipcio) demoliese, paso a paso, todas las antiguas nacionalizaciones que, en su momento, constituyeron una forma de acumulación primitiva de capital para una burguesía muy raquítica, en formación, que logró desarrollarse y consolidarse como clase bajo el alero del Estado. Una vez que tomó vuelo, se independizó de la dependencia estatal y hoy la vemos como agente plena del imperialismo estadounidense, olvidando por completo su pasado “socialista” y antimperialista.

 

El modelo peronista que admira Chávez


Durante el reciente viaje de Kirchner a Caracas –el 21 de febrero–, Chávez pronunció un encendido discurso repleto de elogios hacia el general Perón. No compartimos una sola palabra al respecto.
El balance histórico de Perón no se desprende de una colección de sus dichos sino del papel que desempeñó a lo largo de treinta años.
Perón dijo “El año 2000 nos encontrará unidos o dominados”… y actuó para que el imperialismo yanqui nos dominara plenamente, al oponerse a que los trabajadores y la CGT formaran milicias armadas para enfrentar al golpe gorila de 1955; y al entregarle al Ejército las 5.000 armas que Eva Duarte le había comprado a Bélgica para la CGT. Todo, con tal de tranquilizar al Ejército (su ejército).
Perón fue fiel a la corporación militar a la que pertenecía, y cuando estuvo ante la disyuntiva de que los trabajadores aplastaran a los gorilas o que éstos lo destituyeran e iniciaran la “revolución fusiladora”, no vaciló en subirse a una cañonera del dictador Stroessner (Paraguay) sin ofrecer la menor resistencia.
La distancia entre las palabras de Perón y los hechos fue absoluta, tanto antes de 1955 como en los casi 20 años de vida que le quedaban.
Veamos cuáles fueron algunos de esos hechos. En 1966 apoyó el golpe militar de Onganía, justificándolo con el dicho campero: “Al rengo hay que verlo caminar para saber de qué lado cojea”. Su principal hombre en la Argentina, el gremialista Augusto Vandor, se vistió con corbata por única vez para participar en la asunción del nuevo presidente de facto.
Durante su exilio, el destacado militante John William Cooke hizo todo lo posible para que Perón diera alguna señal hacia la izquierda, y que se asilara en la Cuba revolucionaria. Perón prefirió quedarse a vivir en la España del generalísimo Franco.
Los 400 días de su último gobierno son un rosario de políticas para que el 2000 nos encontrara dominados… Desde su retorno el 20 de junio de 1973, se inauguró en Ezeiza el baño de sangre que precedería al nacimiento de la Triple A; ya como Presidente firmó el “pacto social” entre la burocracia sindical y las patronales de la CGE; expulsó a los Montoneros en la Plaza de Mayo el 1º de mayo de 1974; se abrazó con el genocida Pinochet en la base aérea de Morón…
¿Chávez desconoce esta historia?, ¿o pretende embellecer al militarismo “nacionalista”, tan verborrágico como impotente? ¿Ese “modelo” de “antimperialismo”, que llevó a la Argentina a la catástrofe de las últimas décadas, es un ejemplo a seguir?

 

 

 

 

 

 

LIBERTAD a los CINCO



René, Ramón, Fernando, Gerardo, Antonio
militantes cubanos secuestrados y mantenidos como rehenes por Estados Unidos desde hace ocho años.

A LOS GUSANOS SE LES BORRÓ LA SONRISA



Ni los cientos de atentados, ni el bloqueo, ni la biología pudieron teminar hasta ahora con Castro.

NO a la extradición
Roque Rodríguez, Agustín Acosta, Simeón Bordón, Basiliano Cardozo, Arístides Vera, Gustavo Lezcano
seis militantes campesinos del Mov. Patria Libre de Paraguay están presos en la Argentina porque el Gobierno les negó el asilo político que solicitaban. Nos solidarizamos con ellos y exigimos su inmediata libertad.

 

SECCION: LA GUERRA EN MEDIO ORIENTE

Tambores de guerra sobre Irán

“Preparen, apunten” ha ordenado Bush, y reserva para sí la orden de fuego a su flota y a su portaaviones terrestre llamado Israel.
El pretexto de que Irán puede estar preparando una bomba nuclear, cuando lo esgrime la potencia que posee 12.000 bombas atómicas y avala que su principal peón en Medio Oriente (Israel) tenga 200, no es precisamente un canto al pacifismo. Por el contrario, es la más agresiva muestra de militarismo-guerrerista, al pretender tener el monopolio absoluto del terror nuclear en el planeta.
Bush tiene el dedo en el gatillo no sólo por las posibles o ficticias “armas de destrucción masiva” en manos de Irán sino, en lo fundamental, porque su bancarrota en Iraq ha abierto una crisis de hegemonía en la región que posiciona en un lugar de privilegio al régimen de los ayatollas.
El “pensamiento liberal” –incluido el de sectores de la izquierda– sacó la conclusión que a Bush, después de la derrota electoral de noviembre, sólo le quedaba por delante el camino de la retirada de Iraq, de la misma forma que hace más de 30 años tuvieron que retirarse sus antepasados de Vietnam.
Ese diagnóstico se demostró equivocado por completo. “Veinte años no es nada” para el tango, pero 35 son mucho para medir la magnitud de la decadencia del imperio americano. La historia no se repite como un calco cuando han mediado cambios trascendentales. Por más propaganda que hagan los imperialistas y sus voceros sobre el triunfo del capitalismo y “de la democracia”, está claro que Estados Unidos ha adoptado el método del terrorismo de Estado, la tortura (como en Abu Ghraib) y en campos de concentración (como Guantánamo), y decenas de cárceles y aeropuertos clandestinos en Europa, que empequeñecen el genocidio del “Plan Condor” orquestado con las tiranías de estos pagos.
Lejos de retroceder, Bush multiplica la apuesta frente a su triple fracaso: el de la ocupación colonial en Iraq y Afganistán, el de su imagen repudiada por la opinión pública mundial, e incluso el voto en su contra de buena parte del electorado estadounidense.
Más allá de las maniobras diplomáticas tan publicitadas en estos días con respecto a Irán (a través del gobierno títere iraquí), lo cierto es que la flota atómica imperialista instalada en el Golfo apunta hacia Irán. La política de redoblar la apuesta guerrerista se expresa en varios hechos. En primer lugar, en el anuncio, provocativo, del aumento del número de tropas destinadas a Iraq. En segundo lugar, en la continuidad del terrorismo del Estado de Israel en su histórica ocupación de Palestina, al margen de alguna maniobra de segunda línea expresada en el viaje de Condoleezza Rice. Y, en tercer lugar, en la preparación del ataque a Irán –en una guerra de destrucción masiva, convencional y/o atómica– mediante su flota enviada al Golfo recientemente, quizás en combinación con Israel y también con otras bases militares, como las que posee en Turquía y otros países.
La “justificación” ideológica montada por Estados Unidos es sólo el antifaz que recubre sus verdaderos intereses de hegemonía económica-política. No se sabe bien por qué, habría que “defenderse” y atacar a una religión y una cultura debido a que es distinta de las occidentales más conocidas (así se trate de una de las cunas de la civilización, como la persa, con miles de años de historia previa a que los siux descubrieran el arco, los caballos y los búfalos, y muy anterior a la conquista inglesa del territorio norteamericano).
La maquinaria de propaganda imperialista va tirando toda su “carne podrida” por los medios del mundo, y va a ir en aumento a medida que se acerque el momento en que Bush grite “¡Fuego!”.
Estados Unidos no es el primer imperio que, en su decadencia, en lugar de tratar de retroceder con el mayor orden posible, multiplica la apuesta. Los ejemplos abundan, desde el viejo Imperio Romano hasta las invasiones a Rusia decididas por Napoleón y Hitler, que resultaron en un verdadero suicidio.
Ahora, Estados Unidos busca sacar el conejo de la victoria de una galera que contiene varias derrotas: además del sangriento pantano político-militar que le significó hasta ahora Iraq y también Afganistán; no logró aplastar a la resistencia palestina; no logró triunfar en el ataque de Israel contra el Líbano; se han debilitado todos los gobiernos árabes que son sus amigos/alcahuetes; recrudeció el odio antinorteamericano en la región y en el mundo…
Bush y su imperio vienen tropezando, y mucho. Por eso preparan la guerra contra Irán: porque su hegemonía en la región peligra. Esto se debe en parte a su decadencia y en parte a que toda la estrategia montada a partir del 11S del 2001 para sembrar el terror en el mundo quedó rápidamente al descubierto. Por supuesto, en gran medida, gracias a la férrea resistencia ofrecida por los pueblos de Afganistán e Iraq.
La Liga Socialista Revolucionaria no tiene solidaridad de clase, ideológica ni religiosa con el régimen de los ayatollas iraníes. Pero sí somos solidarios con su derecho a defenderse frente a las actuales amenazas del imperialismo y, mucho más, si se concretan ataques militares del tipo que sea, incluso provenientes de otras fuerzas capitalistas aliadas de Estados Unidos.
Desconfiamos en forma completa de la conducción social, política y militar de la burguesía iraní, como una fuerza capaz de dar una lucha antimperialista consecuente. Estamos convencidos de que sólo una política revolucionaria, de clase –de los explotados, los pobres y el pueblo trabajador–, en Irán y todo Medio Oriente, es la que puede desenvolver una guerra antimperialista no convencional que derrote a la agresión imperialista barriendo del medio a la gestión capitalista de la región.
J. G.

 

Afganistán también resiste

El viaje clandestino que el vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, iba a realizar a Afganistán fue averigüado por espías talibanes, quienes organizaron un atentado de gran violencia en la principal base militar norteamericana donde estaba Cheney. El resultado fueron decenas de muertos y heridos entre las tropas de ocupación.
Este hecho reciente confirma el fenómeno que se viene desarrollando desde hace años: la resistencia de los pueblos de Afganistán, que impuso que las tropas ocupantes estén cercadas en Kabul y Kandahar (las dos ciudades más importantes).
Las fuerzas de Bush también carecen de control sobre el territorio del país que, en cambio, está en manos de la resistencia popular y de las históricas bandas de traficantes de opio que recuperaron su viejo poder. Bush no sólo está empantanado en Iraq; también lo está en Afganistán.

 

 

 


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