Los seres humanos podrían clasificarse en dos grupos: los que tienen razón y los que les creemos. Aunque suene paradójico, muy seguramente todos nos hemos encontrado con el problema de convencer a los demás de que tenemos razón, ya sea por una buena idea, por la solución a un problema, por una mejor forma de hacer las cosas o para explicar nuestra forma de hacer las cosas, parecería que hay una ley natural que impide estar en lo cierto y lograr que los demás estén de acuerdo con nosotros. Precisamente eso es lo que vamos a demostrar aquí.
¿Por qué no se puede tener a la razón y convencer al mismo tiempo?
Demos un vistazo a la historia: a Cristo lo crucificaron, a Juana de Arco la quemaron, a Galileo lo obligaron a retractarse. No es difícil llegar a la conclusión de que todo aquel que está en lo cierto está condenado a ser un incomprendido. Podríamos mencionar al menos tres razones por las cuales tener la razón es sinónimo de rechazo por parte de los demás:
< 1 > Tener la razón implica pensar diferente: a la gente se le hace difícil comprender nuestras razones porque generalmente están basadas en modelos mentales que riñen con los suyos. En este caso el cerebro está programado para preferir las ideas actuales en lugar de adquirir unas nuevas (aunque mejores).
< 2 > Explicaciones insuficientes: cuando nos corresponde compartir una idea es muy fácil pasar por alto algunas de las bases que la sustentan. Esta omisión pasará inadvertida tanto para quienes expone como para los demás y el resultado final es que nadie comprende la idea y el expositor no comprende porque no lo comprenden.
< 3 > Politiquería: es muy difícil no relacionar las ideas con quienes las proponen. Esto resulta un inconveniente existen personas en el grupo que pueden sentir atacada su posición. La mayoría de las veces no se nos dará la razón si no ostentamos la posición que nos habilita para ello.
No hay una fórmula mágica, pero si un principio básico: de nada sirve tener la razón si no ayuda a nadie, o si solo beneficia a quien la tiene. La gente se mostrará dispuesta a aceptar sus razones solamente si puede demostrar que les beneficia (no basta con que los beneficie, es necesario demostrarlo). Aquí va una serie de consejos para conseguirlo.
No se extrañe de que la gente se oponga. Es normal que lo hagan.
Escriba sus ideas. A usted mismo puede ayudarle a aclarar mucho sus pensamientos.
Haga una parábola. El ser humano aprende por comparación con los conocimientos que ya posee. Una buena idea puede ser un juego o una fábula.
Evite hablar siempre en primera persona. Hacerlo puede impedir que la gente se sienta identificada y lo vea como un ególatra.
Tenga en cuenta el aporte de los demás. A las personas les gusta sentirse útiles y valoradas.
No se dedique a atacar los defectos de los demás. La solución no se encuentra en que todos corrijan lo que hacen mal, además, a nadie le gusta que lo traten como el malo de la película.
Permita que se equivoquen, pero no se mofe. A veces es necesario dejar que las personas experimenten en cabeza propia, pero no deben usarse sus equivocaciones para luego atacarlas.
No insista en exceso. Puede ser contraproducente cuando la gente se siente presionada a aceptar algo, así sea con razón.
No desista. Si está seguro de que puede ayudar, no prive a su equipo de una mejor forma de hacer las cosas.
Sea paciente. Si su idea no es comprendida desde el principio, puede que el tiempo más adelante le dé la razón.
Examínese, tal vez este equivocado. Puede que la oposición que recibe de los demás se deba a que su propuesta necesite ajustes. Los hombres más grandes son los que no temen reconocer sus errores.
" Somos tan limitados que creemos que siempre tenemos la razón."
Goethe