Generalmente, el
que ocupa primero el campo de batalla y espera al enemigo puede descansar, y aquel que
llega más tarde a escena y se precipita a la lucha, comienza cansado. De este modo, el
que es experto en la guerra atrae al enemigo al campo de batalla, y no se deja llevar
allí por el enemigo.
El que es capaz de hacer que el enemigo llegue al campo propio lo consigue ofreciendo a
éste algún tipo de ventaja. Y el que es capaz de retardar la llegada del enemigo lo
consigue haciendo que éste se detenga por precaución. Así pues, cuando el enemigo está
descansado, sé capaz de agotarle; cuando está bien alimentado, sé capaz de hacerle
pasar hambre; cuando está descansando, haz que se mueva.
Toma los lugares que sea incapaz de rescatar; desplázate suavemente en la dirección por
donde seas menos esperado.
Cuando eres capaz de desplazarte mil li sin cansarte, es debido a que viajas por
lugares donde no hay enemigos. La forma de asegurarte de tomar aquello que atacas es
atacando el lugar que el enemigo no defiende o no puede proteger. La forma de asegurarte
de mantener la posición que defiendes es defender una posición que el enemigo teme o no
es capaz de atacar. Por lo tanto, contra aquellos hábiles en ataque, el enemigo no sabrá
cómo defenderse, y contra aquellos expertos en la defensa, el enemigo no sabrá cómo
atacar.
Sútil e insustancial, el experto no deja huella. Tan divinamente misterioso que es
inaudible. Así es el dueño del destino del enemigo. Su ofensiva será irresistible si la
lanza contra las posiciones débiles del contrario. No puede ser sobrepasado cuando se
retira, si se mueve rápidamente. Cuando yo decido presentar batalla, mi enemigo, incluso
protegido por altos muros y profundos fosos, no puede evitar enfrentarse a mi, pues ataco
una posición que debe defender. Cuando yo deseo evitar la batalla, puedo defenderme
simplemente trazando una línea en el suelo: el enemigo será incapaz de atacarme, pues he
hecho que se desplazase a un lugar distinto del que él deseaba.
Si soy capaz de determinar las disposiciones del enemigo mientras que, al mismo tiempo,
oculto las mías, entonces puedo concentrar mis fuerzas, y las suyas han de dividirse. Y
si yo me concentro mientras él se divide, puedo usar toda mi fuerza para atacar una
fracción de la suya. Por tanto, seré superior numéricamente. Si soy capaz de usar a
muchos para golpear a unos pocos en un punto seleccionado, aquellos caerán sin remisión.
El enemigo no debe conocer donde intentaré presentar batalla. Pues si él no sabe donde
intento batallar, debe hacer preparativos en muchos lugares diferentes. Y cuando él se
prepara en muchos lugares, aquellos con los que tendré que luchar serán menos. Si se
prepara en el frente, su retaguardia será débil, y si prepara su retaguardia, su frente
será frágil. Si refuerza su izquierda, su derecha será vulnerable, y si refuerza su
derecha, le quedarán pocas tropas para la izquierda. Y si envia tropas a todas partes,
será débil en todas partes. La inferioridad numérica deriva de tener que resguardarse
contra los ataques posibles; la superioridad numérica deriva de forzar al enemigo a hacer
este tipo de preparativos contra nosotros.
Si uno sabe donde y cuando se librará la batalla, sus tropas pueden marchar mil li
y llegar al lugar. Pero si uno ignora cual será el campo de batalla o el día en que se
librará, la izquierda será incapaz de ayudar a la derecha y la derecha será incapaz de
ayudar a la izquierda, y la vanguardia será incapaz de apoyar a la retaguardia, y
viceversa. Mucho más aún si se hallan separadas por decenas de li o, incluso, por
solo unos pocos. A pesar de estimar las tropas del contrario como numerosas, ¿de qué le
beneficia esta superioridad respecto al resultado final de la guerra?. Así pues, la
victoria puede aún alcanzarse, pues incluso si el enemigo es numéricamente superior,
puede evitarse el encuentro directo con su totalidad.
Analiza los planes del enemigo de forma que puedas averiguar sus puntos débiles y sus
puntos fuertes. Agítale de cara a identificar las pautas de sus movimientos. Ponle
señuelos para que revele sus disposiciones, y determina su posición. Lanza un ataque de
prueba para aprender donde es fuerte y donde es deficiente. El principal objetivo en la
disposición de las tropas propias es situarlas sin que presenten una forma identificable.
De este modo, ni el más penetrante de los espías puede entrometerse, ni el mas sabio
puede trazar planes contra ti.
Es de acuerdo con la situación, el cómo los planes llevan a la victoria, pero la
mayoría no entiende ésto. Aunque cualquier puede ver los aspectos externos, nadie
comprende cómo se ha alcanzado realmente la victoria. Cuando se gana una batalla, las
tácticas no deben repetirse. Uno debe siempre responder a las circunstancias en una
infinita variedad de modos.
Ahora, un ejército puede ser semejante al agua, pues al igual que el agua que fluye evita
las alturas y se dirige al llano, un ejército debe evitar la fuerza y atacar sobre la
debilidad. Y al igual que el agua fluye y toma forma de acuerdo con el terreno, así un
ejército se dirige a la victoria de acuerdo con la situación del enemigo. Igual que el
agua no tiene una forma constante, no hay condiciones constantes en la guerra. Al que es
capaz de conseguir la victoria modificando sus tácticas de acuerdo con la situación del
enemigo, bien puede llamarsele divino.
De los cinco elementos (agua, fuego, metal, madera y tierra), ninguno predomina siempre;
de las cuatro estaciones, ninguna dura para siempre; de los días, algunos son largos y
otros cortos, y la luna crece y mengua. Esta es también la regla que rige en el empleo de
tropas.