El éxito se alcanza después del fracaso
Como muy bien nos recordaba José García Méndez en su libro "La cultura del error", detrás del éxito de una iniciativa empresarial se esconde casi siempre una historia de intentos y fracasos, de modificaciones y errores. Sin embargo, lo normal suele ser que ante el error de un subordinado, los directivos busquen las causas en la "inutilidad" de la persona en cuestión (como escuchamos recientemente, atónitos, a un Director General). Solemos olvidar que en la mayoría de las ocasiones es la perseverancia, y no el genio innato, lo que conduce al éxito y es este olvido uno de los responsables de que a las organizaciones les siga costando aprender. Porque una organización es sus personas, y las personas están imbuidas de asunciones culturales negativas sobre el aprendizaje y el fracaso. Desde el movimiento del Aprendizaje Organizacional, se trata de recuperar una visión más optimista del error, hasta decirse que dicha actitud puede llegar a ser algo vital para el éxito de una organización. De entre todos los escritos recientes sobre el tema, destacamos uno de Stephen R. Covey. El autor se ha entrevistado con muchos emprendedores que tuvieron una visión y lograron hacerla realidad y ha encontrado que la lección más importante que han sacado estas personas es la de haber sido capaces de aprender de sus fracasos. Covey destaca tres asignaturas especialmente importantes durante ese aprendizaje: 1) centrarse en lo que el mercado desea, (cosa que no siempre coincide con lo que a ellos les gustaba; 2) rodearse de gente que no fueran "clónicos" suyos, capaces de decirles "no" cuando no estuvieran de acuerdo; y 3) construir equipo, organizando el trabajo en torno de los puntos fuertes de los miembros
Nos han
enseñado a creer que fallar es malo.
Por eso, cuando fracasamos, se nos hace duro. Sin embargo, a pesar de sus avances tecnológicos y culturales (alguien que pase revista a la historia y al mapa de Europa en los últimos años, podría realizar muchos comentarios irónicos sobre tales "avances"), una de las principales formas que tiene el ser humano para aprender, sigue siendo el ensayo - error. Y a veces, al hombre le cuesta mucho aprender.
Ante el error, pueden tomarse dos posturas: o la de sacar el látigo y flagelarse a uno mismo por haber hecho algo mal, o la de aceptar la responsabilidad de nuestros actos. Pero cuidado, el término "responsabilidad" está contaminado en nuestros días, principalmente por políticos que invitan con el dedo acusador a que los corruptos "asuman sus responsabilidades" y se vayan. La responsabilidad está revestida de culpa, y no ha de ser así. En la raíz de la palabra responsabilidad, encontramos alusiones a "respuesta" y "habilidad", es decir Habilidad para Elegir la Respuesta. Sólo entendiéndolos así, el error y el fracaso pueden traducirse en oportunidades de mejora, o simplemente ser aceptados como inevitables (recordemos que uno no nace con todas las habilidades que se requieren en el mundo laboral de hoy en día, sino que han de construirse y moldearse día a día).
Emprendedores y fracaso
Parece ser que entender que el éxito y el fracaso son las dos caras de una misma moneda, es algo fundamental para la vida laboral. Esta idea se ha corroborado una vez más en un reciente trabajo llevado a cabo por el afamado Stephen R. Covey.
Covey, se ha entrevistado con muchos emprendedores que tuvieron una visión y lograron hacerla realidad y afirma que la lección más importante que han sacado estas personas es haber sido capaces de aprender de sus fracasos. Según Covey, el denominador común de los emprendedores que consiguen sacar adelante sus proyectos consiste en un doble bucle: haber sufrido importantes fracasos en sus vidas y en sus negocios, y haber sido capaces de aprender de ellos.
En concreto, Covey afirma que la principal lección que estas personas aprendieron, fue a conseguir centrarse en lo que el mercado desea: sus fracasos iniciales se debían a que estaban demasiado centrados en sus propias ideas, sin sondear la aceptación de éstas por el público. Se lanzan a ello con entusiasmo, pero se estrellan con la realidad del mercado.
Otro aprendizaje tiene que ver con las relaciones con sus colaboradores. Parece ser que al principio, muchos emprendedores comienzan rodeados de personas que son parecidas a ellos y que les recuerdan la brillante idea que han tenido. De esta forma, el emprendedor no recibe un feedback real: nadie cuestiona sus primeros impulsos.
Con el tiempo, los emprendedores aprenderán a rodearse de personas que tengan seguridad en sí mismas e independencia, capaces de plantarle cara y decirle "No tan rápido. ¿Has pensado que pasaría sí...?". De esta forma, van dejando de ser tan "lobos esteparios". Aprenden que son el producto de su equipo. Siempre hablan del equipo que les ayudó a conseguir los objetivos, y cuando aceptan reconocimientos nunca olvidan dar gracias a su gente. Los emprendedores tienen un hábito que crea las condiciones necesarias para que el trabajo en equipo funcione: "construyen" organizando el trabajo en torno de los puntos fuertes de los miembros, logrando que los puntos débiles sean irrelevantes.
Que el error no siempre es malo y que suele ser algo inevitable, son sin duda lecciones que han de ser aprendidas por muchos de nosotros.