CAPÍTULO 2
CONTEXTO SOCIODEMOGRAFICO DE LA
REPUBLICA DOMINICANA
La República Dominicana para el
último Censo Nacional de 1993 tenía una
población de 7,293,390 habitantes. El país ocupa una
superficie de 48,670.80 km_, para una densidad poblacional de 149.9
habitantes por km_.; con tales características se convierte en
uno de los países de las Antillas más poblado, junto a
Cuba y a Haití.
La población dominicana
comporta un sorprendente equilibrio en la relación entre los
sexos y las edades. En el Censo de 1993, la diferencia existente de
mujeres respecto a los hombres, era de 191,796; datos similares
arroja la Encuesta Demográfica y de Salud (ENDESA, 1996), la
cual se ilustra en el gráfico No.1, donde se observa el
equilibrio antes señalado.
Dentro
de las características de la población se evidencia un
predominio de la población joven menor de 15 años. Esto
se hace más marcado al contrastarse los datos de la
población rural con la urbana. En la zona rural, la
población joven menor de 15 años, representa el 60%
respecto a la urbana, la que apenas es del 35%10.
Sin embargo, aun siendo definida la
población dominicana como joven por los demógrafos,
ésta ha experimentado cierto estancamiento; dicho
fenómeno se pone de manifiesto cuando observamos los niveles
de la fecundidad comportados entre 1991 y 1996, según refiere
ENDESA en su análisis de la Tasa de Fecundidad. Durante dicho
quinquenio se evidencia, respecto al total nacional obtenido, un
insignificante cambio en la tasa de crecimiento de la
población, el cual es de 3.2 contra 3.3 hijos por mujer,
respectivamente. Según la Tasa General de Fecundidad (TGF)
ofrecida por ENDESA 96, mientras la zona urbana se ha mantenido sin
cambios, (alrededor de 2.8 hijos); en la zona rural se ha evidenciado
un descenso de 4.4 en 1991 a 4.0 hijos por mujer en 1996. Esta
disminución de la tasa de fecundidad se hace mucho más
significativa comparada con la década de los 60, donde se
produce una variación de un hijo por cada mujer.
Para experimentarse estos cambios
podemos hablar de la conjunción de varios factores; entre
ellos: las migraciones de dominicanos hacia el exterior, los usos de
métodos anticonceptivos, el aumento del nivel educativo, la
integración de la mujer a la producción y el impacto de
enfermedades de transmisión sexual, que como el SIDA, han
modelado una conducta sexual diferente a la de años
anteriores.
En lo que a la mortalidad infantil se
refiere, se estima en 40 por 1000 nacidos vivos; siendo el riesgo de
morir antes de cumplir el primer año en la República
Dominicana de 47 por 1000, según la Encuesta
Demográfica y de Salud (ENDESA, 1996). Sin embargo, las
posibilidad de morir en la República Dominicana antes de
cumplir los 5 años se ha reducido en un 49%, respecto a lo
ocurrido veinte años atrás.
Todos estos fenómenos
demográficos han estado acompañados de una movilidad
interna y externa de la población; lo mismo que de una
importante inmigración en el país, principalmente
haitiana; de la cual y de manera extraoficial, se considera la
presencia de por lo menos unos 240,000 nacionales haitianos; se
presenta, además, un significativo número de personas
de otras nacionalidades entre las que se incluyen: europeos,
asiáticos y sudamericanos.
Pero lo que ha sido un fenómeno
a destacar en el país es las migración de dominicanos
hacia el exterior, considerándose que sólo hacia
territorio de Estados Unidos debemos estar sobrepasando el
millón de dominicanos. Esto es sin contar las migraciones
realizadas hacia otros países del área, especialmente
Venezuela e islas del Caribe; y las ocurridas en la última
década hacia Europa, especialmente a España e
Italia.
Respecto al desplazamiento interno de
la población, tenemos que dicho fenómeno se ha
convertido en una tendencia en los últimos años, ante
el influjo de planes y políticas de desarrollo que han
orientado la migración hacia los centros urbanos. Proceso que
ha incorporado a grandes contingentes de personas a trabajar como
fuerza laboral en las llamadas Zonas Francas industriales,
dinamizando la actividad económica de las comunidades donde se
han insertado. Estos Centros laborales al ubicarse en zonas urbanas
del interior del país han reducido indiscutiblemente la
presión migratoria hacia Santo Domingo, principal destino de
tales migraciones.
A pesar del impacto de las zonas
industriales en el interior del país, la tasa de crecimiento
urbana es aún elevada. Para poner un caso, según
estudios realizados a partir del Censo de 1993, el demógrafo
Nelson Ramírez y colaboradores, aseveran que la
población capitalina podrá comportar un extraordinario
incremento en su crecimiento para el año 2,000, Consideran que
el mismo se experimentaría de mantenerse una tasa de
crecimiento del 3.6 %, como la actual, pudiendo la ciudad de Santo
Domingo alcanzar los 2.4 millones de habitantes.11
El Distrito Nacional posee un peso
específico, tanto con respecto al crecimiento poblacional,
como dentro de los parámetros de crecimiento migratorios, como
zona de destino. Otras zonas del país que han recibido efectos
migratorios lo han sido el Cibao Central y Yuma. Según el
último Censo Nacional de 1993 la ciudad de Santo Domingo y la
de Santiago de los Caballeros concentraban el 43.89. % de la
población total.
ESCOLARIDAD EN LA
REPÚBLICA DOMINICANA
Uno de los factores determinantes para
un proceso de desarrollo social lo constituye la educación; no
existe un componente social tan esencial para mejorar la
condición humana y generar procesos de cambios de una sociedad
como el hacer que los ciudadanos tengan acceso al pan de la
enseñanza.
La República dominicana a pesar
de su rezago en la educación, dada su condición de
país en vía de desarrollo, ha iniciado, desde la
década de los años 80, un proceso de combate al
analfabetismo, cuyos frutos se están cosechando con la puesta
en ejecución del Plan Decenal de Educación.
Dentro de las iniciativas contempladas
por el Plan, se ha promovido un proceso de movilización
educativa, dirigida al mejoramiento curricular, elevando la calidad
de la enseñanza en las escuelas dominicanas; de igual modo,
con la capacitación de los docentes, las políticas de
suministro de libros; el desayuno escolar y de programas que
recientemente se llevan a cabo como son los de informática y
la tele-educativa, o, el programa del mérito educativo y otros
proyectos que permiten ampliar la cobertura y la calidad de los
servicios de la educación.
Con todas estas iniciativas, la
situación educativa en nuestro país avanza, pero
aún se requiere mucha más atención y de un
esfuerzo sostenido, debido a las altas tasas de analfabetismo que
todavía persisten.
En la República Dominicana,
según el Censo Nacional de 1993, la población entre 5 y
más de 65 años era 6,346,544 habitantes, de los cuales
1,320, 070 (21%) eran analfabetos y 5,026,474 (79%) son
alfabetos.
Si observamos los datos del Censo
Nacional los mayores porcentajes de analfabetismo se concentran entre
los primeros años; es decir 5-9 años de edad, con un
40%; asimismo, apreciamos una cierta reducción del
alfabetismo, en la medida en que aumentan las edades, hasta llegar a
los 19 años. Pero aún entre dichas edades, el
analfabetismo tiene una incidencia que bordea el 10%,
incrementándose en la medida en que aumentan los grupos de
edades, sobre todo en los 50 años y más.
Las estadísticas censales
establecen además, que en el ámbito de los
géneros, tanto los hombres como las mujeres tienen un 21 % de
analfabetismo, curiosamente igual a la población total.
Quizás las diferencias más marcadas son las surgidas al
compararse los sexos, según las zonas del país y en
relación con los grupos de edades. En este caso, tenemos que
para la zona urbana el porcentaje de analfabetismo es de un 14% para
los hombres y de 16% para las mujeres; fenómeno explicable en
virtud de la diferencia relativa que comporta la población
femenina, respecto a la masculina en aquella zona, que es de
alrededor de un 7% y tal vez por una mayor dificultad por parte de la
mujer dominicana para accesar a la educación, situación
que consideramos tiende a modificarse como lo demuestra la ENDESA
96.
Para la zona rural, sin embargo, el
porcentaje de analfabetismo es de un 28%, casi duplicando al de la
zona urbana. Si situamos nuestro análisis respecto a los
géneros, los hombres poseen el 29% y las mujeres un 28%;
contrario al caso urbano, pero aquí, en lo rural, la
población de hombres es superior en 18,248 analfabetos,
respecto a la femenina, lo cual podría estar marcando la
diferencia.
Recientemente, la ENDESA 96, establece
que el 22% de la población masculina de seis años o
más, lo mismo que el 19% de la población femenina no
tiene ninguna educación formal; estimando además, que
la población sin educación formal en la zona rural es
2.5 veces mayor que la población urbana.13
La población que asiste a la
escuela entre las edades comprendidas entre 5 años y
más, según el Censo de 1993, corresponde a 2,177,332,
siendo el 58% urbana y el restante 42% rural. Existe una diferencia
comparativa que se puede apreciar a partir de la distribución
por sexo y por edad, según el nivel de
instrucción.
En el gráfico dos apreciamos
cómo dicha población al ser distribuida según
nivel de instrucción en la zona urbana; es decir, en
preescolar y primario, abarca el 74%.
Gráfico
No.2

Con relación a la
población de instrucción secundaria que es de un 20%,
la situación de la asistencia escolar es aún muy baja,
sobre todo al ser comparada con el nivel primario, ya que de este
último se nutre este nivel de instrucción. Las cifras
que arrojó el Censo Nacional de 1993, respecto a la asistencia
a las aulas de instrucción técnica y universitaria son
de un 3% respectivamente; lo que significa que son muy pocos los
estudiantes que logran penetrar a las aulas de especialización
técnica y universitaria en la zona urbana.
En la zona rural, en el nivel
secundario asiste un 7% menos, comparada con la zona urbana; respecto
a la asistencia universitaria ésta es de 1%,
experimentándose un incremento de un 2% para la
técnica, respecto del resto de la población total
analizada.
Gráfico
No.3

Hay que señalar que las
universidades han jugado un papel importante en las últimas
dos décadas, habiendo hecho un gran esfuerzo al crear recintos
universitarios y técnicos en toda la geografía
nacional, en una acertada política de extensión, que ha
llenado el vacío de la educación superior en apartadas
regiones del país.
De igual modo, el sector privado ha
contribuido sustancialmente a ese desarrollo, supliendo las
limitaciones existentes en el campo de la educación
técnica y universitaria. La labor de la Pontificia Universidad
Católica Madre y Maestra y el significado que ha tenido para
la zona del Cibao; igualmente la Universidad Central del Este, en San
Pedro de Macorís, son dos muestras elocuentes de la
participación del sector privado en el desarrollo de la
educación superior. Lo mismo hay que decir de INTEC, y otros
centros universitarios y técnicos del país, que han
impactado positivamente en la sociedad dominicana.
Por último, si observamos el
Gráfico No. 4, el cual compara la zona urbana y la rural,
respecto a la instrucción, apreciamos que la diferencia en los
niveles superiores y técnicos son muy semejantes;
diferenciándose en la medida en que descienden en el
ámbito de instrucción escolar.
Empero, vemos que en dicho
gráfico, a pesar de las diferencias cuantitativas existentes
según zona y nivel de instrucción, se evidencia una
relación de semejanza proporcional y escalar muy manifiesta,
que interpretamos como una aplicación del sistema educativo
que no discierne respecto de las características urbanas y
rurales, y de esta manera reproduce la estructura educativa vigente,
a través de una práctica indiferenciada y
homogeneizante, que transfiere o extrapola los mismos problemas de la
educación a una y otra zona, sin establecer distinciones ni
prioridades.
Gráfico No.4

Estas características son las
que explican que el promedio de escolaridad en la población
dominicana sea de 4.5 grados aproximadamente y que el 80% de la
población económicamente activa (PEA) no esté
adecuadamente instruida. Aspectos ambos que dificultan grandemente
las posibilidades de desarrollo en la República
Dominicana.
ESCENARIO ECONÓMICO
ACTUAL
En los últimos quince
años la República Dominicana pasó, de tener en
la producción agroindustrial su fuente principal de
generación de divisas, a una economía que depende
básicamente de los servicios y de las remesas, para saldar sus
compromisos con el mercado internacional.
En 1997 las importaciones ascendieron
a 6,608 millones de dólares, mientras que las exportaciones
sumaron 4,613 millones. Estos resultados hicieron que la balanza
comercial cerrara con un saldo negativo de 1,995 millones de
dólares. Un 56% de dicho déficit fue cubierto a
través de las remesas que enviaron los dominicanos en el
exterior a sus familiares en el país.
En el último lustro, un 37% del
total de las importaciones realizadas han estado dirigidas a la
adquisición de bienes de consumo; un 46% a la compra de
materias primas, y el restante 17% fue usado para adquirir bienes de
capital. De las importaciones realizadas son significativos los
renglones de alimentos y medicinas, y la llamada factura petrolera,
que en 1997, representó un 14% y 19% de las compras realizadas
en el extranjero.
Al final del año 1996, la deuda
pública externa de la República Dominicana sumaba unos
3,814 millones de dólares; de éstos el 78.5% eran
acreencias del gobierno dominicano, y el 21.5% correspondían a
empréstitos del sector privado.
En 1997, el sector primario de la
economía integrado por agricultura, ganadería,
silvicultura y pesca, tuvo un crecimiento de sólo 3.4%, dos
veces menor al crecimiento mantenido por la economía en su
conjunto. En un período donde turismo y zona franca
registraron niveles de crecimiento del 18% y el 10%
respectivamente.
La industria hotelera con un total de
43,000 habitaciones disponibles supera la oferta conjunta hecha por
el resto de los países del Caribe. Con un 95% del turismo
establecido en las áreas costera, las playas y el ardiente sol
del Caribe se convierten en bienes económicos de gran valor.
Combinando esto con la calidez y el afecto que irradia el dominicano
se produce una ventaja comparativa difícilmente superada por
cualquier otro país del área.
La dinámica iniciada a partir
de los ajustes impuestos por los organismos internacionales de
financiamiento al inicio de los 90, ha generado significativos
niveles de crecimiento en el producto bruto interno, a tal punto que,
según lo afirmara el Presidente del Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), Enrique Iglesias, el vigor de la economía
dominicana era tal, que se había convertido en el segundo
país de mayor crecimiento en el mundo.
Entre 1996 y 1998 el promedio anual de
la tasa de crecimiento del producto bruto interno era de 7.60 %. Esta
situación se refleja de manera muy positiva en el descenso de
la tasa de desempleo, que pasó de un 20.3%, en 1992, a un 14.3
%, en 1998. Con 425,000 nuevas plazas de trabajo creadas tan
sólo en los pasados dos años.
Gráfico
No. 5
El notable crecimiento alcanzado por
la economía dominicana en los últimos años es
significativamente más notorio si lo comparamos con unos
niveles de inflación que no han sobrepasado los dos
dígitos. El panorama actual dista considerablemente de la
situación vivida a final de la década pasada y
principio de la actual, donde se registraron niveles inflacionarios
que sobrepasaron el 100 % anual. La cruda realidad del
desabastecimiento se expresaba en la falta de reglones
básicos, como el azúcar, del cual habíamos sido
uno de los mayores productores en el mundo.
El control de la espiral de precios
genera una mayor confianza por parte de quienes se interesan por
hacer grandes inversiones en el país, lo cual asegura a los
sectores que dependen de ingresos fijos, el mantenimiento del poder
de compra de los mismos, así como a quienes tienen en pesos
una buena parte de su patrimonio, que el mismo no será
consumido por la pérdida de valor que genera la
depreciación de la moneda.
En el siguiente gráfico,
podemos apreciar el comportamiento de la tasa de inflación
durante los años 1995 al primer semestre del año 1998.
Durante los últimos tres años del período
analizado, la tasa promedio de inflación fue tan solo de un
6.39%, lo que verifica la estabilidad de las variables
macroeconómicas que inciden de manera fundamental en el
comportamiento económico. Se espera que esta tendencia se
mantendrá firme durante los próximos años,
siempre y cuando se mantengan vigentes los factores que operan en el
actual modelo económico.
Gráfico No.
6

Al considerable vigor mostrado por la
economía en su conjunto se opone una realidad social
marcadamente injusta. Según las estimaciones de la Oficina
Nacional de Planificación, en 1996 un 56% de los hogares del
país entraban dentro de la categoría de pobre, y de ese
total un 20% se situaba en condición de extrema
pobreza.
En relación con la
distribución del ingreso se estima que el 50% de la
población recibe menos del 10% del total de los ingresos,
mientras que el 10% más rico concentra el 56% de los
ingresos.
La definición y
ejecución de políticas de corto y largo plazo, que
permitan una más equitativa redistribución de los
ingresos, es uno de los principales retos que deberá enfrentar
el Estado dominicano, si quiere verdaderamente encauzar el
país por senderos de desarrollo, y consolidar el proceso
democrático al que han apostado los ciudadanos y ciudadanas de
esta porción de la isla.
La reforma fiscal, la
eficientización de la administración tributaria, la
lucha contra la corrupción y la focalización de la
inversión, orientándola hacia los sectores más
deprimidos de la población, son algunas de las acciones
emprendidas en la actualidad para atacar la gravedad de este
problema.
La eliminación de las
transferencias de recursos, que desde el presupuesto general de la
nación se hacen para cubrir los permanentes déficits de
las empresas públicas, es otra de las acciones que
permitirá hacer acopio de recursos en favor de los sectores
menos favorecidos.
Alrededor de un 20% de los ingresos
del gobierno central se destinan a cubrir los faltantes generados en
empresas como la Corporación Dominicana de Electricidad,
Corporación de Empresas Estatales y el Consejo Estatal del
Azúcar. Los pasos dados a través del Programa de
Capitalización de las Empresas Públicas constituyen un
buen signo para que el Estado pueda disponer de una mayor cantidad de
recursos destinados al pago de la deuda social.
El Estado dominicano que según
el Censo de servidores públicos, de marzo de 1998, mantiene en
su nómina un total de 287,773 personas; es el mayor empleador
del país, superando a sectores de un alto dinamismo como lo
son turismo, zonas francas y comunicaciones.
La reducción de la pesada
carga, que para el país representa la burocracia estatal es
otra de las asignaturas pendientes de las autoridades dominicanas.
Hacer de la maquinaria estatal una real fuente generadora de
servicios para toda la comunidad, eliminando de ella el clientelismo
y el parasitismo; las acciones que encamina la Oficina de
Modernización del Estado podrían contribuir a la
búsqueda de soluciones a este grave problema.
INFLUENCIAS SOCIO-ECONOMICAS Y
DEMOGRAFICAS EN LAS POLÍTICAS CULTURALES
La República Dominicana en la
actualidad experimenta cambios trascendentales dentro de sus
estructuras sociales como hemos podido percatarnos, las tendencias en
los aspectos sociales, económicos y demográficos poseen
un comportamiento que permite proyectar la realidad de cara al
próximo milenio. El Sector Cultural deberá analizar el
impacto de estas tendencias sociodemográficas y
económicas para que sirvan de base a la planificación y
al desarrollo del sector.
La sola proyección de la
población dominicana para el año 2,000 y su
composición son determinantes en la definición de las
líneas de políticas culturales necesarias para alcanzar
un desarrollo cultural acorde con las demandas de servicios
culturales. Se estima que para el año 2005 la población
dominicana habrá alcanzado los 10,000,000 de habitantes;
produciéndose una duplicación de los conglomerados
urbanos. Observamos con mucha inquietud que la falta de instrumentos
de políticas culturales pueden convertirse en serios
obstáculos para alcanzar los objetivos del sector cultural en
la población dominicana.
La asimilación de la cultura
como sector, por parte del Estado Dominicano, haría factible
una verdadera planificación, dando respuesta a los problemas
culturales, que en todo caso, son problemas básicos de la
población dominicana. Si no se actúa ahora para crear
las vías de solución, indiscutiblemente será
mucho más difícil actuar en el momento en que se
duplique la población, como se espera en las primeras
décadas del milenio que se inicia.
En este sentido, habrá que
observar el significado de una población caracterizada por ser
eminentemente joven; con un equilibrio entre los sexos; con
tendencias urbanas; procesos de migración e inmigración
significativos; altas tasas de analfabetismo; niveles de
deserción escolar; un alto número de desempleados;
entre otros aspectos relevantes.
En la actualidad, no existen estudios
en la República Dominicana sobre el impacto de estos factores
en la cultura; lo mismo que sobre el crecimiento del sector y de las
demandas en cuanto al consumo cultural por parte de la
población; aún no se cuantifica el aporte que en bienes
y servicios realiza el sector cultural en el producto interno bruto
nacional. Todos estos aspectos deberán ser conocidos para la
elaboración de un plan nacional de desarrollo cultural, el
cual requerirá de estudios para trazar las grandes estrategias
que guiarán la ejecución de dicho plan. Sin embargo,
las estadísticas culturales en la República Dominicana
son prácticamente inexistentes y las que aparecen se
encuentran muy dispersas y desactualizadas, dificultando su
obtención y fiabilidad.
En términos de la acción
cultural es fundamental enfocar aquellos sectores que, por el peso
específico que tienen en la dinámica social, requieren
de un diseño de intervención, a través de
programas especiales; dentro de ellos se encuentran: la infancia, los
adolescentes, la mujer, los envejecientes y programas destinados a
ámbitos de intervención comunitarias, vinculados a
estos mismos sectores, como lo serían: cultura de la paz,
medioambiente, cultura ciudadana, etc.
En cuanto a la infancia se necesitan
programas que vinculen las instituciones culturales con los
niños, fuera del entorno escolar, y que garanticen actividades
de animación sociocultural y en la pedagogía del
ocio.14 Esta estrategia tendrá además que incluir a las
asociaciones, fundaciones y clubes; con estos sectores y programas,
podemos garantizar un proceso de crecimiento personal desde la
infancia, que contribuirá a definir una actitud constructiva y
una educación en los valores.
Los programas orientados a la
población joven deberán tomar en cuenta las
características especiales que definen las pautas que
determinaran su incorporación en la dinámica social.
Durante la adolescencia es importante crear "espacios vitales", los
cuales deben de contribuir a la formación más
allá de la educación formal. Esto supone la
definición y construcción de "Instancias"; es decir,
servicios y recursos asistenciales, información y otros
aspectos logísticos esenciales que amplíen el horizonte
sociocultural y emocional.
Cada día tenemos un segmento
mayor de población envejecientes pues la esperanza de vida en
la República Dominicana sobrepasa los 70 años de edad;
por esta razón, la planificación cultural deberá
definir acciones hacia dicho grupo poblacional. Sabemos que la
población mayor de los 65 años para el 1996, era un
4.9%, para la zona urbana y 6.4%, para la zona rural;15porcentaje que
debió aumentar en el último lustro de la década
del noventa. Para esta edad es propicio crear planes que permitan a
los envejecientes disfrutar de sus últimos años de
vida, ofreciéndoles un entorno positivo y
estimulante.
Hoy se considera que gran parte de los
problemas confrontados por este segmento de población
están condicionados por la cultura. El derecho a la
educación permanente, por ejemplo, es un hecho en muchos
países. En este sentido, la acción sociocultural
desempeña un papel fundamental en la creación de
espacios y recursos que contribuyan con el mejoramiento de la calidad
de vida. Una política cultural deberá lograr una
participación de los envejecientes en el hecho cultural,
integrándolos, ya sea como creadores o espectadores, y
repercutiendo positivamente en su estado de salud física y
mental.
Finalmente, las estadísticas en
nuestro país señalan evidentemente el peso
específico que tienen las mujeres en la composición por
sexo y edad, pues son virtualmente la mitad de la población
dominicana. En la actualidad, la mujer exhibe logros que le han
permitido mejorar su posicionamiento en la vida social,
económica y cultural. Debemos resaltar además los
logros alcanzados a nivel político. Entre éstos podemos
citar: la modificación introducida a la ley electoral que
obliga a los partidos a colocar un determinado número de
mujeres en la lista de candidaturas municipales y congresionales. No
obstante estos avances, sin la definición de líneas de
política cultural hacia este importante segmento poblacional
sería inútil pensar en una verdadera democracia
cultural.
Por esta razón, las
políticas culturales deben establecer programas que refuercen
el papel de la mujer dentro de la sociedad y al interior de la
cultura dominicana; se deberán desarrollar actitudes positivas
frente a la participación femenina y erradicar las conductas
sociales que provocan su marginalidad. Asimismo, en torno a las
políticas de géneros, se deberá establecer las
distinciones entre los ámbitos urbano y rural; y los aspectos
que marcan especificidades en función de las edades o etapas
que tiene la mujer en la vida. En síntesis, deberá ser
una acción cultural que permita presentar la visión y
el modo femenino de ver el mundo, situándolo en un entorno que
privilegie la unidad de la diversidad, en el proceso de
transformación social.
Por tanto, queda evidenciada la
importancia de los hechos económicos, sociales y
demográficos, en el diseño de políticas
culturales; hechos que permiten dar carácter específico
a las políticas del sector haciendo más efectivo el
ejercicio de la acción cultural del Estado.