CAPÍTULO 2

CONTEXTO SOCIODEMOGRAFICO DE LA REPUBLICA DOMINICANA

La República Dominicana para el último Censo Nacional de 1993 tenía una población de 7,293,390 habitantes. El país ocupa una superficie de 48,670.80 km_, para una densidad poblacional de 149.9 habitantes por km_.; con tales características se convierte en uno de los países de las Antillas más poblado, junto a Cuba y a Haití.

La población dominicana comporta un sorprendente equilibrio en la relación entre los sexos y las edades. En el Censo de 1993, la diferencia existente de mujeres respecto a los hombres, era de 191,796; datos similares arroja la Encuesta Demográfica y de Salud (ENDESA, 1996), la cual se ilustra en el gráfico No.1, donde se observa el equilibrio antes señalado.

Dentro de las características de la población se evidencia un predominio de la población joven menor de 15 años. Esto se hace más marcado al contrastarse los datos de la población rural con la urbana. En la zona rural, la población joven menor de 15 años, representa el 60% respecto a la urbana, la que apenas es del 35%10.

Sin embargo, aun siendo definida la población dominicana como joven por los demógrafos, ésta ha experimentado cierto estancamiento; dicho fenómeno se pone de manifiesto cuando observamos los niveles de la fecundidad comportados entre 1991 y 1996, según refiere ENDESA en su análisis de la Tasa de Fecundidad. Durante dicho quinquenio se evidencia, respecto al total nacional obtenido, un insignificante cambio en la tasa de crecimiento de la población, el cual es de 3.2 contra 3.3 hijos por mujer, respectivamente. Según la Tasa General de Fecundidad (TGF) ofrecida por ENDESA 96, mientras la zona urbana se ha mantenido sin cambios, (alrededor de 2.8 hijos); en la zona rural se ha evidenciado un descenso de 4.4 en 1991 a 4.0 hijos por mujer en 1996. Esta disminución de la tasa de fecundidad se hace mucho más significativa comparada con la década de los 60, donde se produce una variación de un hijo por cada mujer.

Para experimentarse estos cambios podemos hablar de la conjunción de varios factores; entre ellos: las migraciones de dominicanos hacia el exterior, los usos de métodos anticonceptivos, el aumento del nivel educativo, la integración de la mujer a la producción y el impacto de enfermedades de transmisión sexual, que como el SIDA, han modelado una conducta sexual diferente a la de años anteriores.

En lo que a la mortalidad infantil se refiere, se estima en 40 por 1000 nacidos vivos; siendo el riesgo de morir antes de cumplir el primer año en la República Dominicana de 47 por 1000, según la Encuesta Demográfica y de Salud (ENDESA, 1996). Sin embargo, las posibilidad de morir en la República Dominicana antes de cumplir los 5 años se ha reducido en un 49%, respecto a lo ocurrido veinte años atrás.

Todos estos fenómenos demográficos han estado acompañados de una movilidad interna y externa de la población; lo mismo que de una importante inmigración en el país, principalmente haitiana; de la cual y de manera extraoficial, se considera la presencia de por lo menos unos 240,000 nacionales haitianos; se presenta, además, un significativo número de personas de otras nacionalidades entre las que se incluyen: europeos, asiáticos y sudamericanos.

Pero lo que ha sido un fenómeno a destacar en el país es las migración de dominicanos hacia el exterior, considerándose que sólo hacia territorio de Estados Unidos debemos estar sobrepasando el millón de dominicanos. Esto es sin contar las migraciones realizadas hacia otros países del área, especialmente Venezuela e islas del Caribe; y las ocurridas en la última década hacia Europa, especialmente a España e Italia.

Respecto al desplazamiento interno de la población, tenemos que dicho fenómeno se ha convertido en una tendencia en los últimos años, ante el influjo de planes y políticas de desarrollo que han orientado la migración hacia los centros urbanos. Proceso que ha incorporado a grandes contingentes de personas a trabajar como fuerza laboral en las llamadas Zonas Francas industriales, dinamizando la actividad económica de las comunidades donde se han insertado. Estos Centros laborales al ubicarse en zonas urbanas del interior del país han reducido indiscutiblemente la presión migratoria hacia Santo Domingo, principal destino de tales migraciones.

A pesar del impacto de las zonas industriales en el interior del país, la tasa de crecimiento urbana es aún elevada. Para poner un caso, según estudios realizados a partir del Censo de 1993, el demógrafo Nelson Ramírez y colaboradores, aseveran que la población capitalina podrá comportar un extraordinario incremento en su crecimiento para el año 2,000, Consideran que el mismo se experimentaría de mantenerse una tasa de crecimiento del 3.6 %, como la actual, pudiendo la ciudad de Santo Domingo alcanzar los 2.4 millones de habitantes.11

El Distrito Nacional posee un peso específico, tanto con respecto al crecimiento poblacional, como dentro de los parámetros de crecimiento migratorios, como zona de destino. Otras zonas del país que han recibido efectos migratorios lo han sido el Cibao Central y Yuma. Según el último Censo Nacional de 1993 la ciudad de Santo Domingo y la de Santiago de los Caballeros concentraban el 43.89. % de la población total.
 
 

ESCOLARIDAD EN LA REPÚBLICA DOMINICANA

Uno de los factores determinantes para un proceso de desarrollo social lo constituye la educación; no existe un componente social tan esencial para mejorar la condición humana y generar procesos de cambios de una sociedad como el hacer que los ciudadanos tengan acceso al pan de la enseñanza.

La República dominicana a pesar de su rezago en la educación, dada su condición de país en vía de desarrollo, ha iniciado, desde la década de los años 80, un proceso de combate al analfabetismo, cuyos frutos se están cosechando con la puesta en ejecución del Plan Decenal de Educación.

Dentro de las iniciativas contempladas por el Plan, se ha promovido un proceso de movilización educativa, dirigida al mejoramiento curricular, elevando la calidad de la enseñanza en las escuelas dominicanas; de igual modo, con la capacitación de los docentes, las políticas de suministro de libros; el desayuno escolar y de programas que recientemente se llevan a cabo como son los de informática y la tele-educativa, o, el programa del mérito educativo y otros proyectos que permiten ampliar la cobertura y la calidad de los servicios de la educación.

Con todas estas iniciativas, la situación educativa en nuestro país avanza, pero aún se requiere mucha más atención y de un esfuerzo sostenido, debido a las altas tasas de analfabetismo que todavía persisten.

En la República Dominicana, según el Censo Nacional de 1993, la población entre 5 y más de 65 años era 6,346,544 habitantes, de los cuales 1,320, 070 (21%) eran analfabetos y 5,026,474 (79%) son alfabetos.

Si observamos los datos del Censo Nacional los mayores porcentajes de analfabetismo se concentran entre los primeros años; es decir 5-9 años de edad, con un 40%; asimismo, apreciamos una cierta reducción del alfabetismo, en la medida en que aumentan las edades, hasta llegar a los 19 años. Pero aún entre dichas edades, el analfabetismo tiene una incidencia que bordea el 10%, incrementándose en la medida en que aumentan los grupos de edades, sobre todo en los 50 años y más.

Las estadísticas censales establecen además, que en el ámbito de los géneros, tanto los hombres como las mujeres tienen un 21 % de analfabetismo, curiosamente igual a la población total. Quizás las diferencias más marcadas son las surgidas al compararse los sexos, según las zonas del país y en relación con los grupos de edades. En este caso, tenemos que para la zona urbana el porcentaje de analfabetismo es de un 14% para los hombres y de 16% para las mujeres; fenómeno explicable en virtud de la diferencia relativa que comporta la población femenina, respecto a la masculina en aquella zona, que es de alrededor de un 7% y tal vez por una mayor dificultad por parte de la mujer dominicana para accesar a la educación, situación que consideramos tiende a modificarse como lo demuestra la ENDESA 96.

Para la zona rural, sin embargo, el porcentaje de analfabetismo es de un 28%, casi duplicando al de la zona urbana. Si situamos nuestro análisis respecto a los géneros, los hombres poseen el 29% y las mujeres un 28%; contrario al caso urbano, pero aquí, en lo rural, la población de hombres es superior en 18,248 analfabetos, respecto a la femenina, lo cual podría estar marcando la diferencia.

Recientemente, la ENDESA 96, establece que el 22% de la población masculina de seis años o más, lo mismo que el 19% de la población femenina no tiene ninguna educación formal; estimando además, que la población sin educación formal en la zona rural es 2.5 veces mayor que la población urbana.13

La población que asiste a la escuela entre las edades comprendidas entre 5 años y más, según el Censo de 1993, corresponde a 2,177,332, siendo el 58% urbana y el restante 42% rural. Existe una diferencia comparativa que se puede apreciar a partir de la distribución por sexo y por edad, según el nivel de instrucción.

En el gráfico dos apreciamos cómo dicha población al ser distribuida según nivel de instrucción en la zona urbana; es decir, en preescolar y primario, abarca el 74%.
 
 

Gráfico No.2


 
 
 
 

Con relación a la población de instrucción secundaria que es de un 20%, la situación de la asistencia escolar es aún muy baja, sobre todo al ser comparada con el nivel primario, ya que de este último se nutre este nivel de instrucción. Las cifras que arrojó el Censo Nacional de 1993, respecto a la asistencia a las aulas de instrucción técnica y universitaria son de un 3% respectivamente; lo que significa que son muy pocos los estudiantes que logran penetrar a las aulas de especialización técnica y universitaria en la zona urbana.

En la zona rural, en el nivel secundario asiste un 7% menos, comparada con la zona urbana; respecto a la asistencia universitaria ésta es de 1%, experimentándose un incremento de un 2% para la técnica, respecto del resto de la población total analizada.

Gráfico No.3

Hay que señalar que las universidades han jugado un papel importante en las últimas dos décadas, habiendo hecho un gran esfuerzo al crear recintos universitarios y técnicos en toda la geografía nacional, en una acertada política de extensión, que ha llenado el vacío de la educación superior en apartadas regiones del país.

De igual modo, el sector privado ha contribuido sustancialmente a ese desarrollo, supliendo las limitaciones existentes en el campo de la educación técnica y universitaria. La labor de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y el significado que ha tenido para la zona del Cibao; igualmente la Universidad Central del Este, en San Pedro de Macorís, son dos muestras elocuentes de la participación del sector privado en el desarrollo de la educación superior. Lo mismo hay que decir de INTEC, y otros centros universitarios y técnicos del país, que han impactado positivamente en la sociedad dominicana.

Por último, si observamos el Gráfico No. 4, el cual compara la zona urbana y la rural, respecto a la instrucción, apreciamos que la diferencia en los niveles superiores y técnicos son muy semejantes; diferenciándose en la medida en que descienden en el ámbito de instrucción escolar.

Empero, vemos que en dicho gráfico, a pesar de las diferencias cuantitativas existentes según zona y nivel de instrucción, se evidencia una relación de semejanza proporcional y escalar muy manifiesta, que interpretamos como una aplicación del sistema educativo que no discierne respecto de las características urbanas y rurales, y de esta manera reproduce la estructura educativa vigente, a través de una práctica indiferenciada y homogeneizante, que transfiere o extrapola los mismos problemas de la educación a una y otra zona, sin establecer distinciones ni prioridades.

Gráfico No.4


Estas características son las que explican que el promedio de escolaridad en la población dominicana sea de 4.5 grados aproximadamente y que el 80% de la población económicamente activa (PEA) no esté adecuadamente instruida. Aspectos ambos que dificultan grandemente las posibilidades de desarrollo en la República Dominicana.
 
 

ESCENARIO ECONÓMICO ACTUAL

En los últimos quince años la República Dominicana pasó, de tener en la producción agroindustrial su fuente principal de generación de divisas, a una economía que depende básicamente de los servicios y de las remesas, para saldar sus compromisos con el mercado internacional.

En 1997 las importaciones ascendieron a 6,608 millones de dólares, mientras que las exportaciones sumaron 4,613 millones. Estos resultados hicieron que la balanza comercial cerrara con un saldo negativo de 1,995 millones de dólares. Un 56% de dicho déficit fue cubierto a través de las remesas que enviaron los dominicanos en el exterior a sus familiares en el país.

En el último lustro, un 37% del total de las importaciones realizadas han estado dirigidas a la adquisición de bienes de consumo; un 46% a la compra de materias primas, y el restante 17% fue usado para adquirir bienes de capital. De las importaciones realizadas son significativos los renglones de alimentos y medicinas, y la llamada factura petrolera, que en 1997, representó un 14% y 19% de las compras realizadas en el extranjero.

Al final del año 1996, la deuda pública externa de la República Dominicana sumaba unos 3,814 millones de dólares; de éstos el 78.5% eran acreencias del gobierno dominicano, y el 21.5% correspondían a empréstitos del sector privado.

En 1997, el sector primario de la economía integrado por agricultura, ganadería, silvicultura y pesca, tuvo un crecimiento de sólo 3.4%, dos veces menor al crecimiento mantenido por la economía en su conjunto. En un período donde turismo y zona franca registraron niveles de crecimiento del 18% y el 10% respectivamente.

La industria hotelera con un total de 43,000 habitaciones disponibles supera la oferta conjunta hecha por el resto de los países del Caribe. Con un 95% del turismo establecido en las áreas costera, las playas y el ardiente sol del Caribe se convierten en bienes económicos de gran valor. Combinando esto con la calidez y el afecto que irradia el dominicano se produce una ventaja comparativa difícilmente superada por cualquier otro país del área.

La dinámica iniciada a partir de los ajustes impuestos por los organismos internacionales de financiamiento al inicio de los 90, ha generado significativos niveles de crecimiento en el producto bruto interno, a tal punto que, según lo afirmara el Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Enrique Iglesias, el vigor de la economía dominicana era tal, que se había convertido en el segundo país de mayor crecimiento en el mundo.

Entre 1996 y 1998 el promedio anual de la tasa de crecimiento del producto bruto interno era de 7.60 %. Esta situación se refleja de manera muy positiva en el descenso de la tasa de desempleo, que pasó de un 20.3%, en 1992, a un 14.3 %, en 1998. Con 425,000 nuevas plazas de trabajo creadas tan sólo en los pasados dos años.
 
 

Gráfico No. 5

El notable crecimiento alcanzado por la economía dominicana en los últimos años es significativamente más notorio si lo comparamos con unos niveles de inflación que no han sobrepasado los dos dígitos. El panorama actual dista considerablemente de la situación vivida a final de la década pasada y principio de la actual, donde se registraron niveles inflacionarios que sobrepasaron el 100 % anual. La cruda realidad del desabastecimiento se expresaba en la falta de reglones básicos, como el azúcar, del cual habíamos sido uno de los mayores productores en el mundo.

El control de la espiral de precios genera una mayor confianza por parte de quienes se interesan por hacer grandes inversiones en el país, lo cual asegura a los sectores que dependen de ingresos fijos, el mantenimiento del poder de compra de los mismos, así como a quienes tienen en pesos una buena parte de su patrimonio, que el mismo no será consumido por la pérdida de valor que genera la depreciación de la moneda.

En el siguiente gráfico, podemos apreciar el comportamiento de la tasa de inflación durante los años 1995 al primer semestre del año 1998. Durante los últimos tres años del período analizado, la tasa promedio de inflación fue tan solo de un 6.39%, lo que verifica la estabilidad de las variables macroeconómicas que inciden de manera fundamental en el comportamiento económico. Se espera que esta tendencia se mantendrá firme durante los próximos años, siempre y cuando se mantengan vigentes los factores que operan en el actual modelo económico.
 
 

Gráfico No. 6

Al considerable vigor mostrado por la economía en su conjunto se opone una realidad social marcadamente injusta. Según las estimaciones de la Oficina Nacional de Planificación, en 1996 un 56% de los hogares del país entraban dentro de la categoría de pobre, y de ese total un 20% se situaba en condición de extrema pobreza.

En relación con la distribución del ingreso se estima que el 50% de la población recibe menos del 10% del total de los ingresos, mientras que el 10% más rico concentra el 56% de los ingresos.

La definición y ejecución de políticas de corto y largo plazo, que permitan una más equitativa redistribución de los ingresos, es uno de los principales retos que deberá enfrentar el Estado dominicano, si quiere verdaderamente encauzar el país por senderos de desarrollo, y consolidar el proceso democrático al que han apostado los ciudadanos y ciudadanas de esta porción de la isla.

La reforma fiscal, la eficientización de la administración tributaria, la lucha contra la corrupción y la focalización de la inversión, orientándola hacia los sectores más deprimidos de la población, son algunas de las acciones emprendidas en la actualidad para atacar la gravedad de este problema.

La eliminación de las transferencias de recursos, que desde el presupuesto general de la nación se hacen para cubrir los permanentes déficits de las empresas públicas, es otra de las acciones que permitirá hacer acopio de recursos en favor de los sectores menos favorecidos.

Alrededor de un 20% de los ingresos del gobierno central se destinan a cubrir los faltantes generados en empresas como la Corporación Dominicana de Electricidad, Corporación de Empresas Estatales y el Consejo Estatal del Azúcar. Los pasos dados a través del Programa de Capitalización de las Empresas Públicas constituyen un buen signo para que el Estado pueda disponer de una mayor cantidad de recursos destinados al pago de la deuda social.

El Estado dominicano que según el Censo de servidores públicos, de marzo de 1998, mantiene en su nómina un total de 287,773 personas; es el mayor empleador del país, superando a sectores de un alto dinamismo como lo son turismo, zonas francas y comunicaciones.

La reducción de la pesada carga, que para el país representa la burocracia estatal es otra de las asignaturas pendientes de las autoridades dominicanas. Hacer de la maquinaria estatal una real fuente generadora de servicios para toda la comunidad, eliminando de ella el clientelismo y el parasitismo; las acciones que encamina la Oficina de Modernización del Estado podrían contribuir a la búsqueda de soluciones a este grave problema.
 
 

INFLUENCIAS SOCIO-ECONOMICAS Y DEMOGRAFICAS EN LAS POLÍTICAS CULTURALES

La República Dominicana en la actualidad experimenta cambios trascendentales dentro de sus estructuras sociales como hemos podido percatarnos, las tendencias en los aspectos sociales, económicos y demográficos poseen un comportamiento que permite proyectar la realidad de cara al próximo milenio. El Sector Cultural deberá analizar el impacto de estas tendencias sociodemográficas y económicas para que sirvan de base a la planificación y al desarrollo del sector.

La sola proyección de la población dominicana para el año 2,000 y su composición son determinantes en la definición de las líneas de políticas culturales necesarias para alcanzar un desarrollo cultural acorde con las demandas de servicios culturales. Se estima que para el año 2005 la población dominicana habrá alcanzado los 10,000,000 de habitantes; produciéndose una duplicación de los conglomerados urbanos. Observamos con mucha inquietud que la falta de instrumentos de políticas culturales pueden convertirse en serios obstáculos para alcanzar los objetivos del sector cultural en la población dominicana.

La asimilación de la cultura como sector, por parte del Estado Dominicano, haría factible una verdadera planificación, dando respuesta a los problemas culturales, que en todo caso, son problemas básicos de la población dominicana. Si no se actúa ahora para crear las vías de solución, indiscutiblemente será mucho más difícil actuar en el momento en que se duplique la población, como se espera en las primeras décadas del milenio que se inicia.

En este sentido, habrá que observar el significado de una población caracterizada por ser eminentemente joven; con un equilibrio entre los sexos; con tendencias urbanas; procesos de migración e inmigración significativos; altas tasas de analfabetismo; niveles de deserción escolar; un alto número de desempleados; entre otros aspectos relevantes.

En la actualidad, no existen estudios en la República Dominicana sobre el impacto de estos factores en la cultura; lo mismo que sobre el crecimiento del sector y de las demandas en cuanto al consumo cultural por parte de la población; aún no se cuantifica el aporte que en bienes y servicios realiza el sector cultural en el producto interno bruto nacional. Todos estos aspectos deberán ser conocidos para la elaboración de un plan nacional de desarrollo cultural, el cual requerirá de estudios para trazar las grandes estrategias que guiarán la ejecución de dicho plan. Sin embargo, las estadísticas culturales en la República Dominicana son prácticamente inexistentes y las que aparecen se encuentran muy dispersas y desactualizadas, dificultando su obtención y fiabilidad.

En términos de la acción cultural es fundamental enfocar aquellos sectores que, por el peso específico que tienen en la dinámica social, requieren de un diseño de intervención, a través de programas especiales; dentro de ellos se encuentran: la infancia, los adolescentes, la mujer, los envejecientes y programas destinados a ámbitos de intervención comunitarias, vinculados a estos mismos sectores, como lo serían: cultura de la paz, medioambiente, cultura ciudadana, etc.

En cuanto a la infancia se necesitan programas que vinculen las instituciones culturales con los niños, fuera del entorno escolar, y que garanticen actividades de animación sociocultural y en la pedagogía del ocio.14 Esta estrategia tendrá además que incluir a las asociaciones, fundaciones y clubes; con estos sectores y programas, podemos garantizar un proceso de crecimiento personal desde la infancia, que contribuirá a definir una actitud constructiva y una educación en los valores.

Los programas orientados a la población joven deberán tomar en cuenta las características especiales que definen las pautas que determinaran su incorporación en la dinámica social. Durante la adolescencia es importante crear "espacios vitales", los cuales deben de contribuir a la formación más allá de la educación formal. Esto supone la definición y construcción de "Instancias"; es decir, servicios y recursos asistenciales, información y otros aspectos logísticos esenciales que amplíen el horizonte sociocultural y emocional.

Cada día tenemos un segmento mayor de población envejecientes pues la esperanza de vida en la República Dominicana sobrepasa los 70 años de edad; por esta razón, la planificación cultural deberá definir acciones hacia dicho grupo poblacional. Sabemos que la población mayor de los 65 años para el 1996, era un 4.9%, para la zona urbana y 6.4%, para la zona rural;15porcentaje que debió aumentar en el último lustro de la década del noventa. Para esta edad es propicio crear planes que permitan a los envejecientes disfrutar de sus últimos años de vida, ofreciéndoles un entorno positivo y estimulante.

Hoy se considera que gran parte de los problemas confrontados por este segmento de población están condicionados por la cultura. El derecho a la educación permanente, por ejemplo, es un hecho en muchos países. En este sentido, la acción sociocultural desempeña un papel fundamental en la creación de espacios y recursos que contribuyan con el mejoramiento de la calidad de vida. Una política cultural deberá lograr una participación de los envejecientes en el hecho cultural, integrándolos, ya sea como creadores o espectadores, y repercutiendo positivamente en su estado de salud física y mental.

Finalmente, las estadísticas en nuestro país señalan evidentemente el peso específico que tienen las mujeres en la composición por sexo y edad, pues son virtualmente la mitad de la población dominicana. En la actualidad, la mujer exhibe logros que le han permitido mejorar su posicionamiento en la vida social, económica y cultural. Debemos resaltar además los logros alcanzados a nivel político. Entre éstos podemos citar: la modificación introducida a la ley electoral que obliga a los partidos a colocar un determinado número de mujeres en la lista de candidaturas municipales y congresionales. No obstante estos avances, sin la definición de líneas de política cultural hacia este importante segmento poblacional sería inútil pensar en una verdadera democracia cultural.

Por esta razón, las políticas culturales deben establecer programas que refuercen el papel de la mujer dentro de la sociedad y al interior de la cultura dominicana; se deberán desarrollar actitudes positivas frente a la participación femenina y erradicar las conductas sociales que provocan su marginalidad. Asimismo, en torno a las políticas de géneros, se deberá establecer las distinciones entre los ámbitos urbano y rural; y los aspectos que marcan especificidades en función de las edades o etapas que tiene la mujer en la vida. En síntesis, deberá ser una acción cultural que permita presentar la visión y el modo femenino de ver el mundo, situándolo en un entorno que privilegie la unidad de la diversidad, en el proceso de transformación social.

Por tanto, queda evidenciada la importancia de los hechos económicos, sociales y demográficos, en el diseño de políticas culturales; hechos que permiten dar carácter específico a las políticas del sector haciendo más efectivo el ejercicio de la acción cultural del Estado.