CAPÍTULO 3

REGION DISTRITO NACIONAL Y MONTE PLATA

Análisis de Relatorías

REGION

DISTRITO NACIONAL Y MONTE PLATA

 

 

 

 

PERFIL CULTURAL DE LA CIUDAD DE SANTO DOMINGO

Desde su fundación, la ciudad de Santo Domingo ha sido una ciudad que ha concentrado el protagonismo de los hechos políticos, económicos, sociales y culturales más significativos de la parte Este de la isla Española. Aquí veremos algunos de los aspectos que condicionan la naturaleza de esta ciudad y el peso específico que tienen en la formación social y cultural de la República Dominicana.

II. FUNDACIÓN.16

Santo Domingo de Guzmán fue fundada en agosto de 1498, tres años después de la creación de La Concepción de La Vega Real, primera ciudad del Nuevo Mundo17. Santo Domingo fue establecida en la orilla izquierda del río de "Aguas Profundas" o río Ozama, denominado así por los pobladores nativos de la isla, los taínos, donde hoy permanece, como mudo testigo de aquel asentamiento, la hermosa ermita Del Rosario.

Su origen, tiene lugar al descubrir los colonizadores un yacimiento minero en Haina. A esto le siguió, rápida y progresivamente, el establecimiento de ingenios para la producción de azúcar.

Originalmente fue llamada La Segunda Isabela o La Nueva Isabela, en referencia a aquel primer asentamiento en la costa norte, bautizado La Isabela, en honor a la soberana Isabel la Católica. También ha recibido el sobrenombre de Ciudad Primada de América y ulteriormente, Cuna de América.18 Lo de Ciudad Primada refiere a una serie de hechos y acontecimientos que se produjeron por primera vez en la nuevas tierras descubiertas.

Su origen tiene viso romántico, de un amor interracial del siglo XV, conforme la obra "Santo Domingo Presente y Pasado", de Samuel Hazard, que dice que cuando los españoles se establecieron al norte de la isla, en La Isabela, Miguel Díaz, "apuñaleó en una riña a un sirviente de Don Bartolomé Colón... huyó a los bosques, llegando finalmente al sur de la isla, adentrándose en los dominios de una princesa nativa, situado a orillas del río Ozama. La princesa se enamoró de su invitado español, y se dice, incluso, que finalmente se casaron. ... Con el tiempo... advirtiendo su melancolía..., le propuso atraer a sus camaradas a aquella región, hablándole, como incentivo, del oro que se iba a hallar en las cercanías del río Jaina... Bartolomé... recibió ordenes de su hermano el Almirante de fundar una ciudad en la localidad"19. El sitio escogido fue el farallón que domina toda la margen izquierda del Ozama, y allí se fundó la ciudad, el 4 de agosto de 149420, a la que se dio en principio el nombre de Nueva Isabela, posteriormente cambiado por el de Santo Domingo, en honor, según afirman algunos escritores, al día en que se fundó la ciudad (domingo), y según otros, al padre de Colón, que se llamaba Domingo."

Continúa diciendo Hazard, que dos años después en 1496, todos los habitantes de La Isabela se trasladaron a la Nueva Isabela, la "que pronto llegó a ser la capital de la isla." De acuerdo a Hazard, Colón conoció la ciudad, en agosto de 1498, cuando la visitó a su regreso de un viaje a España.

Su origen no sólo tiene el aliento trágico de la conquista, sino que se pierde, a consecuencia de la leyenda, la precisión histórica de su fundación. De ahí que no sólo un Samuel Hazard nos indica la fecha de 1494, sino que también lo hace Saint-Mery y otros más, lo cual implicaría que la ciudad de Santo Domingo fue fundada simultáneamente a la de La Concepción de La Vega, siendo poco factible que así sucediera. Otros autores plantean que la misma pudo efectuarse entre 1496 y 1497. Recientemente, autores contemporáneos dan por hecho que la fundación se efectuó en agosto de 1498, razón por la que en 1998 fueron conmemorados los 500 años de la fundación de la ciudad. Pero, pese a todas las imprecisiones históricas sobre el origen de la ciudad, todos los autores están de acuerdo en la fecha del traslado de la ciudad, aunque no coincidan necesariamente en los motivos.

 

II.1. TRASLADO DE LA CIUDAD.

Con Ovando, en 1502, llegó, el célebre huracán, que Colón pronosticó, destruyendo la villa recién fundada. Este hecho junto a las circunstancias comerciales y económicas adversas que planteaba el dejar la ciudad en su asentamiento original, ubicado en la margen izquierda del río, fueron algunas de las razones que motivaron a Ovando a plantearse realizar el traslado. Pasa entonces, a la orilla derecha del río Ozama, lo que le favorece en su interacción con las restantes poblaciones de la isla, dado que en su posición anterior había que cruzar el río. Tenía esta nueva fundación como inconveniente el suministro de agua, pues no existían buenas fuentes próximas a estos terrenos, por lo que se hicieron los intentos de traerla desde Haina.

La ciudad fue concebida sin muralla, abierta; tan sólo con la defensa hacia el mar, teniendo como eje estructural inicialmente dos puntos focales: el comercio con la Casa de la Contratación o Reales Atarazanas, y la defensa con la Fortaleza Ozama. El trazado original de la ciudad "constituye parte integral del patrimonio cultural".21 " La vieja ciudad, como todas las ciudades con ambiente histórico, tiene una fisonomía peculiar, un alma propia." Y en su historia cuenta con los primeros cronistas y poetas de América, pudiendo dibujarse en sus muros " la imagen de Tirso de Molina, en los días en que bajo nuestro cielo tropical abría sus alas la radiante inspiración del sublime mercedario". No sólo Tirso de Molina desplegó su arte en esta ciudad hacia Europa y América, sino también otros talentos le acompañaron, ya que " las primeras poetisas de América: Sor Leonor de Ovando, monja del monasterio de Regina y Doña Elvira de Mendoza", nacieron en Santo Domingo. 22

 

III. EXPANSIÓN DE LA CIUDAD.

Para 1796, M.L. Moreau de Saint-Mery señala que el al oeste el límite de la ciudad de Santo Domingo, es Baní, al sur el Mar Caribe, al este el río Ozama y al norte las montañas.23La ciudad colonial de Santo Domingo transpira su origen español, a través de sus muros y las cuadrículas de su conformación urbana. "En el aspecto urbanístico y arquitectónico, los españoles transformaron la sociedad taína en una sociedad urbanizada siguiendo el modelo europeo. El trazado de la ciudad de Santo Domingo, así como el estilo que predominó en las construcciones civiles, recuerda el ambiente de las ciudades andaluzas. Los constructores de la ciudad del Ozama parecen haber querido reproducir, como en un escenario, el ambiente sevillano de paredes blancas, faroles en las fachadas y ventanas enrejadas, mientras que el interior de las viviendas constituye un ejemplo de la versión andaluza de la casa romana con su patio y corral y su "martillo". 24

Hasta finales del s. XIX la ciudad no había traspasado la muralla, lo que podemos constatar en "el plano de la ciudad de Santo Domingo, del año 1882, realizado por el Ing. H. Thomasset. Está claro en este documento que aún la ciudad no había desbordado los límites amurallados. Sin embargo, en el espléndido plano de Casimiro de Moya, del año 1900, el complejo urbano de la capital dominicana se ha integrado plenamente a la Villa de San Carlos". 25

Entre las numerosas referencias a la Villa de San Carlos, nos llama la atención la mención que hace en sus memorias militares Luis Muñoz: " En el exterior, al frente de la plaza hacia el baluarte de la Concepción, se halla un pueblo nombrado San Carlos, perjudicial como es claro a la defensa, y si se quiere, contrario también a la economía de las poblaciones; porque primero estas gentes se ocupan en el regateo de lo que viene a la ciudad, en perjuicio de ésta y con abandono de la agricultura, su primitivo fin con que se estableció a mayor distancia e interinamente. Porque dentro de la ciudad hai suficiente terreno, si estas gentes no se han de dedicar a la agricultura." 26

San Carlos, poblada mayormente por canarios, se caracterizó, hasta su rompimiento barrial con la transformación urbana de los años setenta y ochenta, por una preconizada clase media de profesionales, comerciantes y conocedores de oficios, tales como: albañiles, ebanistas y herreros. Su papel en la configuración cultural de Santo Domingo es destacado, teniendo especial arraigo tradiciones como han sido las comparsas San Carleñas para el Carnaval y los maestros careteros, que han habitado este sector y que lideraron la animación cultural del mismo. Entre los múltiples personajes que poblaron San Carlos, podemos destacar a Doña Olimpia, quien, por más de 50 años, celebró, cada enero, la novena y la velación en honor a la Virgen de La Altagracia, reuniendo, en torno a esta tradición, numerosas personas que acudían de toda la ciudad e incluso del interior país.

En 1719, esclavos libertos, de orígen mina, fundaron el poblado de San Lorenzo de Los Minas, donde se cosechaban muchos de los frutos menores que se consumían en la capital. 27 En la gran expansión urbana, iniciada en la década de los sesenta, el sector de Los Minas alcanza una gran explosión demográfica, estimulada por las mejoras habitacionales y urbanísticas de las que fue objeto la ciudad de Santo Domingo, así como por el fomento industrial que se dio en los años setenta, como política de desarrollo.

En 1888, Villa Mella es establecida como común. Este poblado se denominaba, anteriormente Sabana Grande,28 poblado originalmente y de manera mayoritaria por negros se ha caracterizado por ser una población de arraigadas tradiciones de origen africano, siendo éste el único lugar de República Dominicana en donde se puede localizar la "cultura congo y la instrumentación musical que le caracteriza. Sus músicos y tocadores de palos o congos, tienen un amplio reconocimiento en todo el país, pudiendo encontrarseles en los principales puntos de peregrinación haciendo lo que podríamos llamar el ‘círculo de peregrinación de las cofradías dominicanas’, ya sea como simples peregrinos en cumplimiento de su promesa y/o de su deber como cofrade o como músico tocador de palos.

Entre las muchas tradiciones de Villa Mella, en el orden religioso, podemos señalar el culto a la Virgen de los Dolores, por el grupo familiar de ‘los Morenos de Villa Mella’, celebración que concita enorme devoción e interés de toda la población de la ciudad y del país. Asimismo, podemos destacar el culto a la Virgen del Amparo, y a la Virgen de la Altagracia. Pero uno de los rasgos más populares del poblado de Villa Mella es su tradición culinaria, con los ya típicos chicharrones de cerdo, los tostones y las frituras en general.

En el Siglo XX, la ciudad inicia una expansión que alcanzaría su cúspide a partir de la década de 1960-1990. En este viaje, fuera de la ciudad intramuros, tenemos la formación de barriadas que marcaron con su red urbana y de vecindad, la historia y el quehacer cultural de varias generaciones.

Hasta inicios del siglo XX, las vías de comunicación, fuera de los muros de la ciudad, eran caminos, que fueron generando líneas de penetración y un esquema vial claramente perceptible, de donde surge la Avenida Bolívar, que con anterioridad se llamaba el Camino de Santa Ana. Estaba entre esas vías, el camino de Galindo, por donde se incorporan las áreas altas de Villa Francisca 29, y escenario del triste relato, Las Vírgenes de Galindo, de César Nicolás Penson.

La modernidad de la ciudad la marcan "las edificaciones que se han levantado extramuros. La forman los siguientes sectores: el de Gazcue, que se extiende hacia el oeste, entre la Avenida Independencia, y la Avenida México; el de Ciudad Nueva, que se inicia alrededor del viejo cementerio y se extiende hacia el norte sobre una vasta colina; el de Villa Francisca, barrio pintoresco y cosmopolita, situado también sobre una prominencia que se extiende desde el antiguo camino de los Hacendados ( hoy Villa Mella), hasta la Avenida Braulio Alvarez; el de Galindo, barrio de la clase obrera, situado al norte de las alturas de San Miguel y Santa Bárbara; y el de Villa Duarte, construido sobre la margen oriental del río Ozama, en el área que ocupó la ciudad, antes de que Nicolás de Ovando la trasladara al sitio en que hoy se encuentra." 30

Uno de los sectores más destacados de la ciudad es el hermoso Gazcue, configurado a partir del lindero oeste de la muralla de la ciudad. Con profusión de árboles de caoba y roble, esta barriada albergó el grupo de mayor poder social y económico de la capital, la que en su momento incluyó la misma casa de gobierno, con la construcción del Palacio Nacional, durante la tiranía de Rafael L. Trujillo.

En esa nueva trama urbana que se teje alrededor de la originaria ciudad amurallada, tenemos la creación de Villa Francisca, la que "fue una urbanización pensada para gente pobre. Para una clase media baja en ascenso, pero que además presentaba una heterogénea población afincada en los bordes de la misma. En 1930, Villa Francisca es destruida por San Zenón y luego es erigida más moderna. 31

Hacia 1953 se crea la Oficina Reguladora del Crecimiento de Ciudad Trujillo; en esta etapa inicial se efectuaron importantes realizaciones, definiéndose entonces los ensanches de Los Minas y Luperón. Ya con anterioridad se habían trazado los barrios de María Auxiliadora, el Barrio Obrero y el Ensanche Ozama. 32

Luego de la revolución de 1965 se inicia un rápido e intenso programa de construcción en la ciudad , respondiendo a una política de modelamiento del perfil urbano de la ciudad capital, del gobierno que presidiera el Dr. Joaquín Balaguer, artífice de la fisonomía contemporánea de la ciudad. Fueron realizadas en tiempos récords barriadas enteras en extensas áreas. Este programa de construcción de viviendas y opciones viales duró una década, otorgándole a la ciudad de Santo Domingo un perfil urbano nuevo y una extensión de terreno construido, inusitado; con un ritmo de repoblación constante a través del fenómeno de migración interna.

 

IV. CRECIMIENTO Y POBLACIÓN.

La ciudad de Santo Domingo está fuertemente marcada por procesos migratorios internos y externos. Es la sede del gobierno, y dada la constante de múltiples medidas tendentes a la concentración de los recursos técnicos, económicos y humanos, existe un fuerte movimiento migratorio de todas las regiones del país hacia Santo Domingo.

El crecimiento se da de forma espontánea, en cuanto a la configuración urbana, creando serios problemas de servicios y en desmedro total de la calidad de vida, la que está marcada por un índice de extrema pobreza. Este crecimiento desmedido y espontáneo genera formas culturales que les son particulares.

A partir de los años 80, la expansión de la ciudad se hace más lenta que en el período 1960-1980. La expansión mayor se da hacia el oeste, " acelerando así la conurbación con los Bajos de Haina, Zona Industrial Portuaria en desarrollo, y con la ciudad de San Cristóbal".35

En 1966, ONAPLAN delimitó tres regiones para la implementación de planes y estrategias de planificación en el país: Cibao, Sureste y Suroeste. Cada región es una unidad económico-social, organizada alrededor de un centro. El eje regional para el Cibao es Santiago, para el Sureste es Santo Domingo, y para el Suroeste es San Juan de la Maguana. Sin embargo, en Santo Domingo, el proceso de centralización se ha gestado desde la colonia, por lo que "Santo Domingo, como centro organizador del territorio, desde su origen, cuenta con interrelaciones estrechas y con ventajas definidas, en cuanto a la hegemonía que ejerce sobre las áreas de expansión, dirigiendo el desarrollo de las mismas y reforzando sus comunicaciones fundamentales con esas áreas. Esto ha permitido que el movimiento de intercambio entre las distintas regiones de nuestro país sean controladas por Santo Domingo, y la lleve a funcionar como intermediaria de esas relaciones; teniendo un poder de negociación muy superior al de estas áreas periféricas. Las relaciones creadas y mantenidas nos llevan a la situación que encontramos hoy día: tres regiones que mantienen grados de desarrollo muy diferentes entre sí y que por el momento le dan carácter a un desarrollo altamente concentrado en la capital de la República."36

A partir de los años setenta se inicia un proceso de desarrollo industrial con la promulgación de la ley 299, del 23 de abril de 1968. Hecho que provoca que el 80% de la industria se concentre en Santo Domingo.37 Esta política de fomento industrial, implementada junto a la de desarrollo turístico, llamada ésta última la industria sin chimenea, fue puesta en práctica conjuntamente con la política de construcción y el nuevo delineamiento del perfil urbano que conllevaba, en sí mismo, una expansión y extensión de la ciudad, como ya hemos visto. Esta política trajo como consecuencia el éxodo sostenido y progresivo del campo a la ciudad capital.

En los años ochenta, la política seguida fue el implemento de zonas francas lo que reubicó las poblaciones rurales y suburbanas del interior del país en torno a sus centros urbanos. En los años noventa, el establecimiento de una política basamentada en una economía de servicio, ha replanteado las prioridades en cuanto a las ofertas y demandas de recursos humanos. La consecuencia inmediata de la implementación de estas nuevas políticas que apuntan al desarrollo económico y social del país, en las últimas dos décadas, es la migración masiva al extranjero de la población urbana y rural, que se ha visto sumergida en la llamada cultura de la pobreza.

En su estudio sobre la problemática urbana de la ciudad capital, Jorge Cela realiza unas aproximaciones analíticas del fenómeno, que nos otorgan visiones muy claras del mismo. En ese sentido, nos dice que: "El crecimiento de la ciudad de Santo Domingo ha producido un aumento cuantitativo de la pobreza... Esa condición genera una visión del mundo, unos valores y estructuras de relación y unos hábitos de comportamiento para la búsqueda de la sobrevivencia en la ciudad, que podemos llamar cultura de la pobreza urbana; como cultura consiste en una adaptación, más o menos exitosa, al medio que la rodea, que tiende a autoproducirse, reproduciendo la condición que genera". 38

El crecimiento demográfico y urbano de la ciudad refuerza la hegemonía de Santo Domingo, al mismo tiempo que el crecimiento expansivo sostenido de la ciudad fortifica las medidas de centralización y capitalización de recursos dentro de una ciudad, que se escapa a toda posibilidad de administración sana y real. " Ha sido notoria la falta de institucionalidad en la administración de la ciudad, los amplios conflictos interinstitucionales y la falta acuciante de participación de la ciudadanía en la solución de los problemas" 39La identificación de la ciudad de Santo Domingo como si fuera toda la nación dominicana obedece a muchas de las razones ya señaladas, a través de los diversos autores que desde el s. XVIII han venido tratando sobre la ciudad y la historia de esta isla. Una de las razones que entendemos fortalece esta identificación es, además de la concentración de recursos, el aislamiento con el resto del país, en gran medida por la falta de vías de comunicación adecuadas. H. Hoetink, en su ya célebre obra, El Pueblo Dominicano, nos narra la espectacular aventura que se constituía el accesar a los caminos para trasladarse de un poblado a otro.

Esta situación de incomunicación y aislamiento histórico de las provincias, respecto al resto del país, dificultó el desarrollo de las diversas comunidades, lo cual continuará a corto y mediano plazo marcando la diferencia de Santo Domingo, como centro hegemónico y mediatizador del desarrollo del país.

 

VI. INSTITUCIONALIZACIÓN DE LO CULTURAL.

La historia del país, con su pobreza, el olvido y abandono durante el período colonial, las posteriores batallas y vicisitudes políticas internas y las continuas invasiones haitianas a lo largo del siglo pasado, hacen particularmente vulnerable a la sociedad dominicana, enajenándola de los procesos de institucionalización.

Dice Joaquín Balaguer, en su obra La Ciudad Romántica, que "En una sociedad que vive amenazada por las invasiones del vecino del Oeste, intervenida militarmente por una potencia colonial, divida por continuas guerras civiles, no es posible que surja o madure una cultura distinta de lo que podríamos llamar ‘Cultura de subsistencia’."45 Esa misma cultura de la subsistencia es también una cultura de la dominación, creada por los círculos de poder, tanto nacionales como extranjeros. 46

Esta cultura de la subsistencia es en sí misma una cultura de la pobreza, produciendo un debilitamiento en lo institucional. "La vida tiene muy débil experiencia institucional, lo que repercute en ausencia de planificación y percepción de una temporalidad estática, con débil memoria histórica y proyecto, que busca la evasión de una intensidad de la fiesta y el énfasis en la oportunidad como azar. Los nexos solidarios son intensos aunque coyunturales". 47

Con esta desarticulación de los procesos de estructuración social y cultural se crea un culto a la persona de quien en su investidura de poder, socialmente reconocido, llevará el peso de la conducción del grupo y el destino social del mismo. A este respecto, señala el general Gregorio Luperón, figura cimera de la guerra restauradora, que "el dominicano con su carácter festivo es un gran improvisador de héroes". Y a la vez que crea estos pseudo héroes, podríamos agregarle, le entrega a muchos de ellos el poder de mando que les convierte en caudillos.

Este héroe al realizar un uso viciado del poder, puede convertirse en un elemento desarticulador de la sociedad, extremadamente condicionante de valores culturales; imposibilitando todo proceso de institucionalización.

En el caso del Santo Domingo es durante el mandato del tirano, Rafael Leonidas Trujillo, cuando se consolida el proceso de institucionalización de lo cultural en el estado moderno. Hecho que obedeció a las necesidades de desarrollo de la sociedad dominicana y como formula de control de la sociedad de parte del regímen trujillista.

Durante la segunda y tercera década de la tiranía de Rafael Trujillo Molína, surgen importantes instituciones culturales y artísticas. En este período son creadas; la Escuela de Bellas Artes, la Orquesta Sinfónica Nacional, el Conservatorio Nacional de Música, el Instituto de Antropología de la Universidad de Santo Domingo, la Radio y Televisión Dominicana, siendo nuestro país el segundo en América Latina en tener un sistema de televisión, lo cual era la novedad tecnológica de la década de los 50’.

En el período que hemos venido describiendo a causa de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Civil Española, llegan al país grupos de inmigrantes judíos-alemanes, húngaros, austríacos, españoles y japoneses.

A partir de 1939 se inicia el éxodo de refugiados españoles, muchos para radicarse en el país y otros con destino a México. Pronto el número alcanzó los 4,000 a 5,000 refugiados; la mayoría de los inmigrantes que llegaron, con los primeros grupos, eran intelectuales, académicos o artistas. Y pronto comenzaron, con las dificultades propias de su situación, a trabajar en las áreas de su saber. Julio Ortega Frier, a la sazón rector de la Universidad de Santo Domingo, empleó a un número importante de ellos, creando la Facultad de Filosofía y la Biblioteca de esa Alta Casa de Estudios, la que fungió en su momento como biblioteca nacional, y reforzando académicamente diversas facultades de la Universidad; en 1942 se crea la Escuela Nacional de Bellas Artes, y entre 1942 y 1944 se fueron creando otras instituciones y eventos culturales importantes de la cultura, muchos de ellos de carácter nacional. Entre los que destacan la Feria del Libro, la Bienal de Artes Plásticas, la Orquesta Sinfónica, el Instituto Escuela, entre otros centros de estudio de gran prestigio.

La acogida dada por Trujillo a los emigrantes extranjeros resulta en la practica una forma de política de estado a favor de la inmigración selectiva de extranjeros. Esto permitió que muchos de éllos se establecieran en la ciudad capital, los más jóvenes ocuparon como comerciantes los locales de la calle El Conde, principal arteria comercial de la ciudad hasta la década de los setenta. Otros se radicaron en Constanza, junto a inmigrantes japoneses, también atraídos por Trujillo; otros, en Dajabón; y un grupo de ellos, en San Juan de la Maguana y Baoba del Piñal.

El perfil de la ciudad de Santo Domingo varió con el bullir de estos inmigrantes, establecidos en la República Dominicana a consecuencia de la derrota de los republicanos en la guerra civil española; los cuales dieron un nuevo hálito a las academias existentes, creando otras nuevas, y trayendo un aporte al comercio, al arte, a la agricultura, a la educación; en fin, su impronta selló todas las áreas del quehacer nacional. Es significativo el aporte hecho por éstos al desarrollo de las ideas democráticas, las cuales contrastaban con el anacronismo encarnado por el régimen trujillista. La gran mayoría se estableció en la ciudad de Santo Domingo, a excepción de aquéllos que se dedicaron a la faena agrícola, haciendo de Constanza y de San Juan de la Maguana valles que permanecen aún hoy como ejemplos y ejes de producción agrícola en el país.

Tras la muerte del dictador se producen acontecimientos que generan una enorme inestabilidad. Nos encontramos por un lado con las demandas de reinvindicaciones sociales, políticas y económicas, presentadas por los sectores populares, las cuales habían sido reprimidas durante más de tres décadas; y por otro, con la incapacidad de los sectores gobernantes de dar respuestas a estas demandas, y construir un proyecto nacional que superara el modelo de dominación de la tiranía.

El movimiento democrático, popular y contestatario, que se genera en los primeros años de la década de los sesenta, permite recuperar el discurso social levantado por intelectuales de la talla de Juan Bosch y Juan Isidro Jiménez Grullón, etc. Así como de diversos movimientos artísticos con una marcada vocación social que levantaron escenarios durante ese período. La experiencia de la guerra civil y de una segunda invasión extranjera, en abril de 1965, contribuyeron a elevar la conciencia nacionalista y el compromiso social de la intelectualidad.

Con la llegada de los setenta, se profundiza el movimiento contestatario de fuerte presencia popular, que asume la cultura como una forma de la acción política, produciéndose un gran movimiento cultural, donde los clubes jugaron un papel importante en organización y animación cultural.

Durante este periodo la política cultural ejecutada por el estado generó una de las más importantes infraestructuras del área del Caribe. En este gobierno se consolidó una clase media, que de una u otra forma sirvió de base al desarrollo intelectual y profesional, que junto al crecimiento urbano y al proceso de ascenso social de sectores de la población, conformaron nuevos patrones culturales.

Para los períodos de gobierno del PRD se generó un proceso político con un gran componente populista, manifiesto en las prácticas culturales. La movilización popular se evidenció a través de los carnavales y festivales y en el acceso a salas y recintos culturales, antes negadas para estos sectores. En los años 80’, se consolida la producción de la Bienal de las Artes Plásticas, siendo éste el máximo galardón que otorga el Estado a los artistas dominicanos. En este período surgieron nuevos valores de la plástica y se consolidó el mercado del arte.

A pesar de los intentos de algunos intelectuales del partido en el poder por constituir el Instituto de Cultura, estamento que unificaría y establecería las líneas de la política cultural del estado, éste no pudo materializarse, frustrando grandemente las expectativas políticas del sector cultural y esfumándose sus ilusiones, sin grandes aportes de cambios estructurales.

Con la salida del PRD, producto de la crisis económica y de gobernabilidad generados durante aquellos años, regresa el Dr. Joaquín Balaguer, restableciendo su política anterior, con algunos matices diferenciadores. En los siguientes 10 años sólo se extendería la política patrimonial Balaguerista a la provincia de Santiago, realizando el Teatro Regional del Cibao y la restauración y ampliación de Plaza de la Cultura de Santiago Apóstol y terminado el ambicioso proyecto del Faro a Colón, que constituyó el eje central de su política cultural, dirigida a contribuir con la conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América.

La década de los noventa constituye un período de transición influido por los acontecimientos que se producen en el contexto internacional, desencadenando procesos a nivel interno que traerán como consecuencia la transformación de las esferas política, económica y judicial y una acentuación del proceso de institucionalización generado durante el presente siglo; lo que ha creado las bases para el inicio de la modernización y reforma del Estado dominicano.

Asistimos al impacto generado por los avances de la tecnología informática, la cibercultura y todos los procesos vinculados a ésta; los aires de globalización e integración económica, política y cultural, las influencias de las corrientes postmodernas, la consolidación de los patrones y pautas de las sociedades de consumo, sin embargo, estamos en presencia de un aumento de la delincuencia y la marginalidad que contrasta con los altos niveles de crecimiento económico. Nos encontramos con la ciudad de Santo Domingo entrando a un nuevo siglo, con todos los componentes propios de una gran ciudad, con todos sus problemas y sus atractivos.

 

 

PERFIL CULTURAL DE LA PROVINCIA MONTE PLATA

 

Monte Plata es fundada como consecuencia de las devastaciones de 1606. Su emplazamiento se efectúa a 45 Km. al noreste de Santo Domingo. Reúne en sí las poblaciones de Monte Cristi y Puerto Plata, que se funden en una sola, dando lugar a Monte Plata, por orden de Felipe III. Igual suerte corren Bayajá y la Yaguana o Santa María del Puerto, cuya destrucción dio lugar a la fundación de Bayaguana. Esta última población es parte de la provincia de Monte Plata junto a otros municipios de amplio reconocimiento en el país, como son: Yamasá y Sabana Grande de Boyá.

En su devenir histórico, Monte Plata pasa de ser el territorio elegido para la reserva indígena de la isla, un territorio de fusión de poblaciones desarraigadas, producto de las referidas devastaciones, constituyéndose, finalmente en este siglo, en 1983, en provincia.

Sabana Grande de Boyá es un asentamiento que se forma con el último reducto de indígenas libres, con mucha anterioridad al proceso de las devastaciones. La fecha de fundación de este asentamiento indígena no ha sido precisada por los historiadores, indicando algunos el 1533 y otros el 1553. Señala el historiador Rodríguez Demorizi que "Boyá fue fundada en 1533, al ajustarse el tratado de Barrionuevo, en virtud del cual le fue cedida esa región a Enriquillo y a los indios procedentes de Bahoruco, y a los demás que en esa fecha subsistían en la colonia, para que vivieran dentro de ella ajustados a sus costumbres y credos".50

Este poblado de Sabana Grande de Boyá tiene uno de los ejemplos más simples y hermosos de arquitectura religiosa colonial, conjuntamente con la ermita de La Altagracia en Higüey, se trata de la iglesia de Nuestra Señora de Aguas Santas de Boyá. "Es realmente notable por su belleza y solidez el templo de piedra en que se cree reposan los restos del noble cacique Enriquillo y los de su esposa Mencía.51

La población de Monte Plata de acuerdo a lo planteado por Rodríguez Demorizi, en tiempos de la colonia española y francesa, fue una población blanca, por no necesitar un excedente de mano de obra esclava. Tendríamos que añadir la importancia de la población india, confinada a Sabana Grande de Boyá.

La demarcación política geográfica de Monte Plata se ha visto marcada por el viso de "tierra de nadie", se le ha señalado durante cuatro siglos; no sólo por las características de su origen, sino porque también "la provincia cuenta con una situación geográfica singular: no tiene ningún nombre regional, pues no es ni Cibao, ni Sur ni Este ni Oeste; aunque sus límites son Los Haitises, por el norte, que la separa de las provincias Duarte, Sánchez Ramírez, Samaná y Hato Mayor; .......; al sur con Santo Domingo, San Pedro de Macorís, San Cristóbal, Monseñor Nouel y Sánchez Ramírez." 52

Finalizando el s. XIX no existían en Monte Plata, contrario a otras provincias como Santo Domingo, La Vega, Azua, Baní, San Juan, San Francisco de Macorís, edificaciones, propiedad del Estado; salvo en Bayaguana que existía "un bohío construido en madera y cubierto de yaguas, con 17 varas de largo y 8 _ de ancho, el cual está ocupado por la comandancia de Armas, cuartel y cárcel pública"53, lo cual indica el estado de desatención de la provincia que tenía en la ermita de Aguas Santas de Boyá su edificación más importante.

Indica Rodríguez Demorizi, que la advocación de esta provincia es San Antonio de Monte Plata.54 Sin embargo, la provincia cuenta con varias advocaciones o devociones, que celebra con fervor, siendo la de mayor importancia y cobertura la del Santo Cristo de los Milagros.

De acuerdo a lo ratificado por el informe de bienes culturales de la provincia y a la publicación de Edgar Reyes Tejada, en Monte Plata se celebran la patronales de:

La devoción al Cristo de Bayaguana es un culto que se remonta al origen mismo de la ciudad, en el período de las devastaciones. Cuenta la leyenda que la imagen en madera del Cristo crucificado fue encontrado por una joven al norte de la isla y llevada a su actual localización con las migraciones que provocaron las devastaciones al formarse Bayaguana. El día principal de celebración es el 28 de diciembre, además del 1 de enero; algunos aspectos de la celebración inician en Semana Santa, y pueden realizarse celebraciones los viernes 1ro. de cada mes.

En torno al culto del Santo Cristo de los Milagros existe la hermandad de los Comisarios, bajo la Cofradía del Santo Cristo de Bayaguana, la cual se identifica por una banderola blanca que lleva inscrito el nombre del Cristo y la imagen del mismo. Esta bandera deberá ser portada por cada peregrino, durante su peregrinación, con miras a ser identificado prontamente. Dicha hermandad realiza recolectas de dinero que dona luego a las autoridades eclesiásticas de la región. Este es un caso único de esta región, ya que en otras regiones del país los peregrinos no portan banderas que los identifiquen y solo realizan una colecta, con el fin de hacer una Hora Santa en honor al santo de su devoción al retornar a su hogar.

Esta hermandad de Bayaguana está unida a Higüey por el culto a La Altagracia, y por el sistema de colecta de los comisarios cofrades. Esta colecta no es sólo de dinero, sino que incluye ganado taurino, el que es vendido para engrosar la recaudación que se ha de entregar a la Iglesia Católica.

Otra característica cultural importante de Monte Plata está vinculada a la comunidad de Yamasá, que inició un proyecto de Cooperación con el antiguo Instituto Cultural Iberoamericano (ICI), para el desarrollo de un centro e formación artesanal, regido en la actualidad por la Dirección General de Desarrollo Comunitario. Este centro produjo una corriente de artesanos alfareros, que inspirados en el arte taíno, y junto a la artesanía del mismo género de La Caleta, constituye uno de los ejemplos más acabados de producción artesanal del país, capaz de cumplir con las exigencias del mercado turístico y el mercado internacional.

 

REFLEXIONES PREVIAS PARA LA DEFINICIÓN DE LAS POLÍTICAS CULTURALES EN EL DISTRITO NACIONAL

 

Si bien resultó conveniente, en términos operativos y logístico, constituir una región con las provincias del Distrito Nacional y Monte Plata para efectuar los Encuentros y Muestras Culturales, no resulta lo mismo para su análisis. Las grandes diferencias que guardan dichas provincias precisa que las separemos, dadas sus características socioeconómicas y culturales. La condición urbana de la ciudad de Santo Domingo, como capital de la República Dominicana, contrasta enormemente con la predominancia rural de la provincia de Monte Plata.

De manera que por razones metodológicas y epistemológicas se hace imprescindible el abordamiento por separado de ambas provincias. Aun cuando los Encuentros y Muestras Culturales hayan sido efectuados conjuntamente, intentaremos establecer la distinción a partir del trabajo que hicieran los Comités Provinciales, en las Jornadas de Reflexión, efectuadas en cada provincia.

 

 

El Distrito Nacional ha sido dividido -para fines del presente trabajo- por el Consejo Presidencial de Cultura, en cinco zonas de coordinación. Esta misma zonificación sirvió de base para llevar a cabo las Jornadas de reflexión, las cuales se realizaron durante todo el mes de noviembre de 1997 y sirvieron de preparación a los informes que se presentarían en el Encuentro del Distrito, a partir del 16 de enero de 1998, en la ciudad de Santo Domingo.

 

 

Aspectos Considerados:

  1. Se advierte en la identidad cultural dominicana niveles de deterioro, considerandose que el Estado Dominicano y sus diferentes administraciones, son responsables de no articular respuestas efectivas para fortalecer los procesos de identidad cultural en la población dominicana.
  2. Como consecuencia de las "precarias condiciones de existencia" en que vive gran parte de la población, los dominicanos han optado por solucionar los problemas de manera individual y no colectiva, quedando subordinados los problemas culturales.
  3. La definición de una política cultural resulta fundamental en tiempos de Globalización para asegurar la preservación y exaltación de nuestros valores culturales y de la identidad cultural.
  4. Se considera necesario el diseño de un programa de promoción de la identidad cultural a escala nacional, en el que los medios de comunicación y las instituciones barriales y de base jueguen un papel importante.
  5. Se considera oportuno establecer un programa que fortalezca los valores culturales dominicanos.
  6. La ejecución de una política sobre la identidad cultural deberá abarcar al sistema educativo su totalidad, incluir las escuelas y los colegios, para fortalecer la conducta social y preservar nuestro idioma.
  7. Que las fiestas populares y patronales no sean organizadas por las casas licoreras, sino por la propia comunidad, posibilitando una sana promoción de nuestros valores y tradiciones.
  1. Los sectores capitalinos consideran que el Estado Dominicano no ha tenido una política cultural definida.
  2. Es importante establecer las prioridades y necesidades de la población, cubriendo las demandas barriales más urgentes, para luego poner atención a los problemas culturales.
  3. Establecer las condiciones para que la comunidad tenga posibilidad de participar en las tomas de decisiones, en los procesos culturales.
  4. Creación de centros de formación y capacitación cultural en diferentes puntos y que promuevan las actividades artísticas y culturales.
  5. Fortalecimiento de los grupos y entidades culturales populares, facilitando equipos, instrumentos y otros requerimientos del trabajo cultural, en la ciudad de Santo Domingo.

 

  1. Los Problemas económicos y sociales de la población son prioritarios; sin embargo, se considera que los problemas culturales no pueden ser resueltos de manera separada de los culturales.
  2. La cultura es todo lo que produce una colectividad; este todo abarca los objetos, los instrumentos y medios de producción, las ideas, las creencias, las normas de comportamiento, aptitudes, etc. Por tanto, el proceso de cambio tiene que ser global e integrador.
  3. La lucha por la alimentación debe estar acompañada por el derecho a la educación, la diversión sana, el disfrute de los bienes (materiales o espirituales) producidos por la nación dominicana.

 

  1. La democracia se funda en la libertad y es fundamento de los procesos de igualdad en la sociedad; la cultura es una de sus formas.
  2. Se plantea que los medios de comunicación deban permitir que el pueblo y sus manifestaciones culturales tengan el mismo acceso a la cultura, la cual representa a las grandes mayorías.
  3. Fomento de las casas de cultura y centros culturales de animación artística, que posibiliten el acceso de toda la población.

 

ANALISIS SOBRE LAS JORNADAS DE REFLEXION

El conjunto de consideraciones hechas durante las Jornadas de Reflexión resultaron significativas -y permitieron centrar la discusión sobre aspectos de la realidad cultural dominicana- desde una perspectiva teórica y conceptual. Existían naturalmente desniveles conceptuales entre los participantes; sin embargo, el proceso dio sus frutos, en la medida en que las conclusiones de aquellas jornadas unificaron criterios y nivelaron estas diferencias.

Este proceso de movilización cultural y participación de los agentes y activistas culturales, en la ciudad de Santo Domingo, demuestra una vez más el compromiso que las instituciones populares y barriales han mantenido por la cultura. Esta actitud responsable, asumida históricamente, ha permitido la difusión cultural entre los sectores populares, reforzando de este modo una práctica y un contenido de la identidad cultural, hecha manifiesta en las diversas expresiones y valores promovidos.

El cuestionamiento al Estado dominicano por la ausencia de políticas que detengan el proceso de deterioro de los valores culturales y de identidad, está más que justificado, pues el Estado dominicano no ha creado suficientes espacios de concertación social entre los diferentes sectores, imposibilitando de esta manera superar las conductas y prácticas autoritarias en la República Dominicana.55

Las permanentes contradicciones han impedido el surgimiento de un proyecto nacional que incluya la cultura como eje fundamental del desarrollo. Si bien lo cultural como estructura social, ha sido un catalizador de los procesos sociales en la República Dominicana, opera sin embargo de modo desarticulado con respecto a los procesos de cambio y reforma social, dirigidos desde el Estado.

Cabe señalar que el Estado dominicano, en los momentos en que ha posibilitado una mediación cultural, ha ensayado formas de instrumentalismo que no obedecen al interés general de la nación, como por ejemplo aconteció durante los 30 años del régimen de Rafael L. Trujillo; en el que lo nacional se distorcionaba a través de formas chauvinistas.

La debilidad institucional del Estado dominicano ha contribuido en mucho a esta situación; expresándose en un desentendimiento de la cultura, provocando el deterioro de la autoestima del dominicano y de su identidad; aspectos determinantes que conservan y dan vitalidad a las "energías nacionales." Por esta razón, en la jornada de reflexión, surgieron propuestas válidas para elaborar un programa de promoción de la identidad cultural a escala nacional. Proponiéndose además, la utilización de los medios de comunicación para la realización de dichos programas, en razón del gran desarrollo experimentados por estos medios en relación con otros países del área.

Por otro lado resulta esencial que el referido programa contemple la preservación de nuestra lengua. El español dominicano posee características únicas y es la vía en que descansa el conocimiento y la memoria histórica del ser dominicano. Por cuanto existe la necesidad de preservar el patrimonio lingüístico, que incluye: usos idiomáticos y gramaticales, léxicos, textos, tradiciones orales, tales como: décimas narrativas, coplas, canciones, juegos, entre otras formas de expresión.

Obviamente, este conjunto de disfunciones generados desde el Estado por ausencia de políticas culturales coherentes ha ocasionado que el espacio reservado a las instituciones culturales o las comunidades, termine siendo presa de la manipulación y el oportunismo mercadológico, como es el caso de las fiestas populares celebradas en el país; sabemos que este tipo de actividades populares, como afirma Néstor García Canclini, son hechos culturales multideterminados por diversos actores e intereses.56

Las festividades populares han sufrido cambios en cuanto a la participación de importantes sectores, por el impacto de la modernidad que ha traido consigo nuevas formas de participación social. La postura de la iglesia católica a favor de la separación entre las fiestas lúdicas y las religiosas han influido en este proceso. Cabe preguntar, ¿estas festividades populares deben ceder el espacio, que no es otro, que el de la tradición y de la creatividad?

Consideramos que la comunidad y sus instituciones deben reasumir su organización, haciendo posible que los diversos intereses puedan adoptar un sentido de participación equilibrada, asumiendo los papeles que los actores e intereses deben jugar desde una perspectiva no lesiva a estas festividades. Así que el patrocinio, por ejemplo, puede convertirse en un incentivo para conformar nuevas formas de redimencionar lo popular y la misma tradición; sobre todo, en la promoción de valores culturales, que no sean excluyentes.

Por otro lado, las opiniones emanadas de las Jornadas de Reflexión del Distrito Nacional, hacen hincapié en la necesidad de buscar soluciones a problemas, tales como: la alimentación, vivienda, salud o trabajo; simultáneamente a los de orden culturales. Tal problemática sugiere que los problemas sociales no deben enfrentarse aisladamente, sino a través de soluciones integrales.

Ha quedado demostrado que las acciones unilaterales para combatir la pobreza no han conducido a soluciones efectivas; las recurrentes prácticas asistencialistas, por ejemplo, no han sido más que formas paliativas que, muy por el contrario, sólo refuerzan patrones culturales negativos y configuran la cultura de la pobreza.57

Los problemas de una sociedad como la nuestra precisan de un intervencionismo de Estado que haga factible el combate de la pobreza de manera multilateral. Sin que esto quiera decir que no se elaboren prioridades, bajo un criterio de planificación, cuyos resultados se establezcan a corto, mediano y largo plazo.

La cultura desde hace tiempo ha sido entendida como una dimensión del desarrollo Sabemos que las condiciones en que viven cientos de miles de dominicanos son precarias como lo demuestra el estudio que sobre la pobreza realizara la Oficina Nacional de Planificación (ONAPLAN); pero si la cultura no es percibida desde las clases populares y el Estado como un factor de trasversalidad en las áreas problematizadas, resultaría un tanto difícil que la situación en que viven estos sectores deprimidos de la población pueda ser superada. Una vez más damos la razón a la UNESCO, cuando afirma en el Informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo que "... todas las formas de desarrollo, incluyendo el desarrollo humano, están determinadas en última instancia por factores culturales. En efecto, desde este punto de vista es inútil hablar de la "relación entre cultura y desarrollo", como si fueran dos cosas separadas, cuando en realidad el desarrollo y la economía son elementos o aspectos de la cultura de un pueblo".58

Debemos decir, además, que esta concepción sobre el desarrollo cultural implica una civilidad que debe construirse como parte sustancial de la democracia. Por eso, el problema del acceso a lo cultural es más que un derecho ciudadano, es parte y razón fundamental de la supervivencia del sistema democrático. La participación es la clave para la democracia cultural; sin embargo, ésta no se reduce a que la cultura esté sencillamente a nuestro alcance, sugiere además la desalienación cultural y el poder participar de los significados del hecho cultural.

El conjunto de planteamientos surgidos de las Jornadas de Reflexión en el Distrito Nacional ha dado cuerpo a una discusión y a una problemática en torno a la cultura dominicana, la cual es crucial para resituar lo cultural en la perspectiva de una nueva concepción y práctica. Sabemos que aquí no se agotará la discusión de estos aspectos, al contrario, por la propia naturaleza dinámica de la cultura, se convertirán en una referencia importante para ser enriquecida. Esta investigación participante cobra validez al posibilitar el conocimiento y el reconocimiento de la realidad, en la dirección en que ha sido abordada por los participantes.

 

JORNADAS DE REFLEXION

EN LA PROVINCIA DE MONTE PLATA

En el municipio de Monte Plata se efectuaron dos jornadas de reflexión sobre los temas Cultura e Identidad, Política Cultural, Desarrollo Cultural y Calidad de Vida, Democracia y Democratización de la Cultura. Las jornadas se llevaron a cabo los días 7 y 8 de diciembre de 1997, en la Sala Capitular del Ayuntamiento de aquella localidad.

Durante aquellos encuentros, en los cuales participaron unas 27 personas, representantes de agrupaciones e instituciones culturales de la comunidad, discutieron la problemáticas culturales, referidas a los temas antes señalados. En aquella ocasión, los debates sirvieron para unificar criterios en la redacción del informe a presentar en el Encuentro regional del Distrito Nacional, en el que participarían.

En lo que respecta a la jornada de reflexión, se plantearon los aspectos que según los participantes conforman los rasgos de identidad más importantes de su provincia, resaltando, entre ellos: la religiosidad, el carácter pacífico y festivo de sus pobladores, la falta de integración en proyectos colectivos, el dominio del castellano, entre otros aspectos identificados. En cuanto al tema de políticas culturales se llamó la atención sobre la necesidad de una mayor protección sobre el folklore, el fomento de la educación artística en la escuela dominicana, la necesaria profesionalización de los agentes culturales; también se hizo hincapié en que se realice con fines más operativos, una separación, en la acción cultural, entre educación y cultura.

Se reclamaron acciones concretas para el municipio en lo relativo a fortalecer y valorar las agrupaciones culturales; un necesario respaldo económico y técnico a los agentes culturales y de manera esencial, proteger el patrimonio indígena del poblado de Boyá. Fue considerada la elaboración de textos de investigación sobre las tradiciones y el folklore, que permita a las nuevas generaciones reconocer sus orígenes y su historia cultural. Se requiere de una integración comunitaria, especialmente de las agrupaciones culturales con fines de realizar una acción cultural conjunta. Durante las deliberaciones, se consideró el reconocimiento y el estímulo a las personalidades culturales de la comunidad.

En cuanto al desarrollo cultural entendieron que elevar la calidad de vida permitirá una mayor conciencia en la protección y en la preservación del patrimonio natural, histórico y cultural. Para ello se consideró que el fomento de instituciones culturales de base, la buena regulación y utilización de los medios de comunicación social y el reforzamiento de las organizaciones de la comunidad, como de la sociedad civil, serían aspectos fundamentales.

En cuanto a la democracia y democratización cultural, estos dos aspectos resultan vitales y claves para profundizar la democracia dominicana. Se consideró la creación de una conciencia sobre la participación democrática a través de la educación; conviertiéndola en una acción más eficaz, conjuntamente con campañas de integración comunitaria.

Finalmente los participantes en las jornadas de reflexión sugirieron la creación de una escuela de Bellas Artes y la creación de un museo en la provincia de Monte Plata, lugar que fuera el último sitio en el que se confinó a los aborígenes de la isla.

Estos aspectos recogen la síntesis de propuestas de las discusiones y el informe presentado por los delegados de dicha provincia al encuentro regional del Distrito Nacional.

 

ANÁLISIS DE NECESIDADES IDENTIFICADAS Y ACCIONES

PROPUESTAS PARA LA ACCIÓN CULTURAL EN LA REGION DEL DISTRITO NACIONAL Y MONTE PLATA

 

Las Propuestas surgidas del Encuentro y Muestras Culturales, celebradas en el Distrito Nacional, en que participaron delegados de las dos provincias, así como reconocidos intelectuales y artistas nacionales, identifican numerosos problemas y sugerencias para mejorar la acción cultural del Estado. El análisis que a continuación llevaremos a cabo se dirige a puntualizar los elementos dominantes de las propuestas, estableciendo los niveles de racionalidad implícitos en las mismas, para reformularlas como un todo dentro de las líneas de políticas culturales.

Atendiendo al análisis realizado, y el conjunto de propuestas contenidas en las Relatorías de este importante Encuentro, podemos destacar los siguientes aspectos:

  1. LOS VALORES DE LA IDENTIDAD Y EL PATRIMONIO CULTURAL

 

  • Con respecto a este importante aspecto de política cultural se plantearon acciones dirigidas al reconocimiento e identificación de los valores patrimoniales y de la identidad cultural. Asimismo, es notoria la importancia asignada a la formación y educación, en torno a los valores, así como a su promoción. Estos componentes resumen los elementos propuestos en aquel Encuentro del Distrito Nacional y Monte Plata, los cuales son claves para incidir efectivamente en la conciencia nacional, provocando en los dominicanos una fortaleza de espíritu, fundamental para elevar la autoestima y reconocer nuestras diferencias con otras naciones y culturas, ejercicio que no es otra cosa, que el de la identidad.

     

  • La conciencia nacional requiere para su afianzamiento de un estímulo permanente. Los bienes patrimoniales juegan un papel importante para producir un conocimiento y reconocimiento de la identidad cultural; constituyendo un referente continuo para que la sociedad pueda crearse y recrearse; siendo éste uno de los factores que explican la fortaleza que adquieren las culturas.

    Es menester reconocer en el patrimonio cultural a un ente vivo, capaz de situar nuestras aspiraciones en un ideal no sólo pretérito, sino presente y futuro. En nuestra nación hacen falta acciones que contribuyan a redimencionar el patrimonio cultural, asignándole un papel activo, dentro del proceso de desarrollo que vive la sociedad dominicana.

    Actualmente la conceptualización sobre el patrimonio cultural ha superado la estrecha noción del acervo, situándose más allá de los bienes que por fuerza hay que preservar. Hoy la noción "patrimonio cultural" es concebida como construcción social. Ana Rosas Mantecón al referirse a los avances experimentados por esta noción apunta que: "El camino recorrido nos permite plantear la imposibilidad actual de centrarnos en el análisis de los bienes culturales patrimoniales, aislados de su proceso de producción y circulación social. No podemos dejar de reconocer, entonces, su carácter de construcción social; esto es, la selección de intereses variados, además de los conflictos que atraviesan tanto la selección, como los significados que les atribuyen diferentes receptores."59

    En nuestro país se concibe al patrimonio cultural, desvinculado de los procesos de cambio; reduciéndose a mero testimonio de un pasado cosificado y muerto. Por el contrario, el patrimonio cultural como conjunto de bienes tangibles e intangibles, "... que hacen a la identidad nacional", como diría Edwin R. Harvey60, no puede de ninguna manera, reducirse a sí mismo; su vínculo con los procesos de la identidad resulta esencial para el desarrollo cultural de cualquier nación.

    Pero esta situación alcanza a varias instancias vinculadas a los procesos patrimoniales, como por ejemplo, la legislación dominicana, especializada en patrimonio cultural. Edwin Espinal ha advertido que esta legislación carece de una conceptualización. Al respecto, considera que: " El legislador dominicano no ha establecido las motivaciones que han determinado el colocar el patrimonio cultural bajo el imperio de la norma jurídica y mucho menos ha fijado una definición del mismo." Más adelante Espinal refiriéndose al artículo 101 de la Constitución de la República, indica que dicho artículo de manera indiferenciada separa al patrimonio histórico del patrimonio artístico, manejándolos como "... entes autónomos", constituyentes del patrimonio cultural, pero sin lograr definir a éste último.61 Lógicamente, esta debilidad opera negativamente a la hora de su utilidad práctica.

    Pero el problema más importante que confronta la legislación del patrimonio cultural es su inaplicabilidad e infuncionalidad, ya que este cuerpo de leyes se han convertido en letras muertas, ante la inexistencia e ineficiencia exhibidas por los mecanismos de observancia de las leyes nacionales, situación que se extiende a los convenios internacionales suscritos por la República Dominicana, en dicha materia. Por cuanto resulta impostergable el estudio de dicha legislación, a fin de superar todas las inconsistencias y contradicciones que contiene.

    La atomización existente entre los organismos e instituciones, cuya responsabilidad es la de velar por la protección y conservación del patrimonio cultural, como de su promoción, obstaculiza el desarrollo y la coordinación del sector. Situación que establece niveles de superposición de funciones entre las instituciones, generando conflictos de intereses y dominios que se constituyen en verdaderas islas de poder al interior del sector cultural público. La propia Oficina de Patrimonio Cultural queda limitada como institución ante la presencia de organismos que restringen su área de incumbencia, entrando en franca contradicción con disposiciones ya existentes, legítimas de todo derecho y racionalidad. Esta Oficina confronta además problema con el presupuesto asignado por el Estado, que resulta insuficiente para atender una cobertura nacional.

    En estudios recientes efectuado por el Consejo Presidencial de Cultura acerca del gasto público en el sector cultural, pudimos comprobar que el presupuesto programado en todas las instituciones culturales nunca llega a ser ejecutado plenamente por falta de desembolsos del Estado dominicano. En el caso de la Oficina Nacional de Patrimonio Cultural se presentan, además, contradicciones insólitas, como la de poseer un presupuesto igual o menor a los de otros organismos que deberían estar subordinados a su administración, y que tienen funciones y coberturas menores.

    De manera que los problemas institucionales y legislativos condicionan la situación en torno al patrimonio cultural. En este contexto, abocarnos a una política de patrimonio cultural supone la revisión de nuestras leyes sustantivas relativas a lo cultural; como de una reforma en el sector de patrimonio cultural, que consolide sus estructuras y cimiente una nueva concepción y práctica sobre el patrimonio cultural.

    Ahora bien, las posibilidades de articular acciones dirigidas al reconocimiento e identificación de los valores patrimoniales y de nuestra identidad cultural no deberán supeditarse exclusivamente al dominio de los poderes públicos, aunque éste adquiera el "monopolio" de los bienes culturales. Es responsabilidad de toda la sociedad el crear mecanismos de promoción y difusión de nuestros valores; las comunidades y sus organizaciones, lo mismo que los gobiernos locales, deberán crear los espacios que permitan la creación y recreación de éstos.

    Como el Estado no llega a legitimar y sacralizar a muchas de las expresiones y manifestaciones del patrimonio cultural, éstas quedan en manos de sus creadores y de lo popular. Esta situación sirve a las comunidades y a los sectores populares para que puedan afianzarse en sus propios valores, sin la mediación o expropiación, simbólica o no, de estos bienes por parte Estado. La UNESCO desde la conferencia de México, en 1982, señala que el concepto de patrimonio cultural, " Hoy engloba también todos los valores de la cultura viviente y se concede una importancia cada vez mayor a las actividades que pueden mantener vivos los estilos de vida y de expresiones que transmiten dichos valores. La atención que actualmente se presta a la preservación del patrimonio "no material" puede considerarse una de las evoluciones más positivas de este último decenio".

    Estas mismas posibilidades sustentarían un proceso de valoración y de refuerzo de propuestas alternativas, y nuevas experiencias, como serían los ecomuseos, uno de los cuales existe en Le Creusot, Francia, o los museos comunitarios de algunos países de América Latina que ofrecen posibilidades de integración comunitarias interesantes.

     

    Hemos tenido iniciativas en la promoción de valores de nuestra identidad cultural y nacional muy loables, pero lamentablemente no han tenido continuidad, perdiéndose prontamente el esfuerzo realizado. Las campañas de promoción deben estar diseñadas en base a estrategias y no en función de intereses coyunturales; correspondiendo, además, a necesidades y a características de nuestra población.

    Sólo hay que recordar promociones como la llevada a cabo por la Asociación de Industria de la República Dominicana que elevaba la autoestima del dominicano; aquella expresión "Lo dominicano es Bueno.", con la que se estimulaba a la vez el consumo de los artículos de producción nacional. Actualmente, la labor llevada a cabo por la Comisión de Efemérides Patria ha sido importante en la promoción de los símbolos patrios. Pero iniciativas como ésta corren el riesgo de descontinuarse al no constituir una estrategia que supere los periódicos cambios de gobierno.

    No podemos limitar los procesos de concientización y educación en los valores a fórmulas absolutas si deseamos superar las debilidades que obstruyen el conocimiento de los valores patrimoniales y de la identidad cultural. Existen más allá de las campañas publicitarias, limitaciones en cuanto a la percepción y apropiación de los bienes culturales de parte de los sectores y clases sociales, demostrando la compleja relación establecida entre la sociedad y el patrimonio cultural.

    Por otra parte, los medios de comunicación juegan un papel fundamental dentro de este proceso. Durante el Encuentro surgió la preocupación de hacer valer la Ley 19-94, en la que se regulan los medios de comunicación, para impedir la difusión de violencia y de patrones consumistas. Las pautas para sanear y regular a los medios de comunicación de programas que incitan a la violencia y otras formas de conductas antisociales, promoviendo, en cambio, la promoción de valores positivos están contenidas en la Legislación dominicana sobre radio y televisión; siendo ésta muy taxativa. Por ejemplo, según el Reglamento para el funcionamiento de la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos, de fecha 22 de febrero de 1974, que contempla la Ley No. 195162, en el Capítulo III, sobre Radio y Televisión, en su articulado 62, inciso segundo, tercero y cuarto se establece lo que sigue:

  • Art. 62. La radio y la televisión tienen la función social de contribuir al fortalecimiento de la integración nacional y al mejoramiento de la forma de convivencia humana; a través de sus transmisiones se procurará:

    Primero: Evitar influencias malsanas y perturbadoras del desarrollo armónico de la niñez y la juventud dominicana.

    Segundo: El respeto a los principios de la moral social, la dignidad humana y los vínculos familiares.

    Tercero: Tratar de elevar el nivel cultural del pueblo, y la conservación de la característica nacional, sus costumbres y tradiciones, la pureza del idioma y exaltar los valores de la nacionalidad dominicana.

  • En este sentido, la observancia de las leyes se hace imperativa en la República Dominicana. Se deben buscar formas de persuasión para hacerlas cumplir, y en última instancia, establecer las acciones legislativas y judiciales correspondientes. Naturalmente, el Estado Dominicano tiene que hacer valer su institucionalidad, fortaleciendo los mecanismos especializados en el cumplimiento de las disposiciones legales. Para ello deberá efectuar una vigilancia que haga valer y acatar las leyes. Por otra parte, la sociedad civil tendrá que convertirse en un ente de supervisión permanente, y un celoso guardián de los intereses culturales.

    La definición de políticas que relacionen la cultura con los medios de comunicación se hace cada día más necesaria, sobre todo ante los cambios vertiginosos que experimenta la tecnología y que involucra nuevos usos, medios y sujetos de la comunicación.

    Desde la Conferencia de Bogotá, en 1978, convocada por la UNESCO, quedaron definidas estrategias de políticas culturales en esta dirección; en aquella oportunidad se hicieron extensivas las políticas al diseño y coordinación de lo cultural y la comunicación; asimismo, se brindó la oportunidad de involucrar sectores de interés dentro de esta nueva realidad; se promovió la creación de centros de investigación del lenguaje en la cultura que involucrara a profesionales de la comunicación social, dándose relevancia a los resultados de la conferencia Gubernamental sobre políticas de comunicación en América Latina y el Caribe (San José de Costa Rica 1976), que promovía la necesidad de un mejor equilibrio nacional, regional e internacional, y a sistemas complementarios de la comunicación social, que puedan coexistir con la iniciativa del sector privado, entre otras consideraciones63

    Como podemos observar las múltiples acciones que hay que emprender, a partir de esta relación entre promoción de valores y medios de comunicación nos obliga a comprender, su compleja realidad, la cual incluye acciones que puedan crear conciencia en los medios de comunicación sobre su papel en la sociedad y en la cultura. De igual modo deben tomarse medidas correctivas por parte de las autoridades nacionales, y de la propia ciudadanía para superar las dificultades confrontadas en la promoción de los valores en la República Dominicana.

     

    Otro aspecto a resaltar está relacionado con la educación y el proceso de formación en los valores de la identidad. La escuela dominicana ha tenido momentos importantes en torno a la formación de los valores. Su momento estelar lo constituyó el positivismo hostosiano, hacia 1879. Eugenio María de Hostos, de nacionalidad puertorriqueña, produjo una sustancial reforma en la filosofía y política educativa, durante el período de la Segunda República.64

    Para Hostos la educación "... es un medio que conduce a los fines de la vida de la humanidad y su concepto va evolucionando a medida que evolucionan en la sociedad las necesidades y la idea de finalidad (...)."65 Ideas como éstas repercutieron en la sociedad dominicana y en la formación de las subsiguientes generaciones de maestros e intelectuales, a pesar de la fuerte oposición de la Iglesia Católica que veía en la escuela de Hostos una amenaza a la hegemonía que había tenido desde la Colonia. Por esta razón Monseñor Fernando Arturo de Meriño tuvo una fuerte confrotación, durante los años 80 del pasado siglo, contra estas ideas. No vemos oportuno discutir los conceptos positivistas de Eugenio María de Hostos, pero hay que significar el impacto que sus ideas tuvieron para el desarrollo de la educación dominicana.

    El método de Hostos, como bien apunta Morrison en el texto citado, "... ve en la enseñanza tres factores: lo psicológico, lo científico y lo social". Resulta evidente que la educación hostosiana, en la República Dominicana, permitió una formación cuyos resultados evidenciaron un trabajo educativo integral, que para la época resultaba uno de los más avanzados. La Escuela Normal fue uno de sus esfuerzos y frutos. En dicha escuela surgieron grandes intelectuales y educadores, entre ellos, nuestra ilustre Salomé Ureña, Francisco y Federico Henríquez y Carvajal, Valentina Díaz, Emilio Prud-Homme, entre otros. Salomé Ureña dio continuidad a las enseñanzas de Hostos a través del Instituto de Señoritas. La actividad docente de dicho centro, convertido en Escuela Normal, se mantuvo hasta 1893.

    Este proceso contrasta con los aprestos de instrumentalización de la educación dominicana, concretados durante el período de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo, cuando la educación dominicana estuvo al servicio de los objetivos e intereses del régimen. La Educación en torno a los valores estuvo mediada por un manejo de los símbolos nacionales, evocados, en muchos casos, como construcciones míticas de nuestra realidad histórica.

    La dictadura había construido, durante los años de la llamada "Era de Trujillo", sus grandes mitos que le servirían para la sustentación ideológica y el dominio político y militar. Sobre el particular el conocido intelectual dominicano Andrés L. Mateo ha hecho un magnífico análisis sobre el mito de la "paz" , que era el eje central de concientización del gobierno trujillista, y aparecía en el discurso de la llamada Cartilla Cívica, la cual fue uno de los instrumentos ideológicos más efectivos en la formación de los valores de la tiranía66.

    Hoy, después de más de 30 años, la educación en los valores encuentra una escuela con grandes limitaciones, ante la realidad que vive la sociedad de "crisis de sentido", como le llamarían Peter L. Berger y Thomas Luckmann. Restituir una educación en los valores, requiere de una rearticulación institucional con las entidades sociales que comparten la promoción de valores. Esto así, dada la compleja diferenciación de los actos y los esquemas de las acciones institucionales, posibilitando con esta medida evitar conflictos, dentro de los múltiples sistemas de valores que la sociedad actual propicia.

    Si a lo anterior agregamos los factores propios de una sociedad como la nuestra, de altas tasas de analfabetismo, deserción escolar, entre otros factores que imposibilitan los procesos de educación y reeducación (especialmente para el caso de los adultos) tenemos una situación mucho más compleja.

    La educación de adultos, por ejemplo, no puede limitarse solamente a la educación básica; debe también orientar su formación hacia la creatividad, juicio crítico, participación en la vida cultural, como en lo que respecta a la formación para el ejercicio de los derechos y responsabilidades cívicas; en otras palabras, participación social. Desde una perspectiva socioeducativa estamos aún retardados, carecemos de procesos de intervención eficaces que faciliten avanzar hacia una formación educativa integral.

    Debemos concebir la educación dominicana más allá de las aulas. La Animación Sociocultural es el mejor instrumento para el logro de este objetivo. Lamentablemente, en el contexto de la educación dominicana, la Animación Cultural no ha jugado su papel, dado los enfoques existentes. Dentro de sus objetivos, la animación sociocultural busca constituir una metodología para el desarrollo humano; por ello, es conveniente afianzar el trabajo de los animadores, insertándolo dentro de las nuevas vertientes de esta disciplina sociopedagógica. La revalorización de este instrumento no debe esperar; ésta como afirma Enric Ripollés Bosch no es más que "... un reto en la construcción de la cultura de una acción social intencionada".67

    En la actualidad se conocen experiencias de procesos de educación que permiten la participación en un ámbito informal, como es el caso de las universidades populares existentes en Europa y en algunos países latinoamericanos. Igualmente procesos de cultura ciudadana, o la del uso de los espacios dentro de una experiencia pedagógica, como el caso de la ciudad educadora. Pero la puesta en marcha de proyectos similares supone la integración de los gobiernos locales y de instituciones públicas y privadas. En la ciudad educadora, en tanto modelo, la característica más significativa reside en el entorno, sus elementos constituyen recursos educativos indispensables: el paisaje urbanístico, el patrimonio artístico, costumbres, entre otros aspectos de la ciudad. (véase Informe de la UNESCO "Aprender a Ser" (1972)).

     

     

    1. REFORMA CONSTITUCIONAL Y LEYES DE INCENTIVO A LA CULTURA.

     

    La problemática discutida sobre los aspectos legislativos se concentraron básicamente en la necesidad de reformar el conjunto de legislación cultural existente y en la creación de otras disposiciones legales que permitan incentivar el patrocinio cultural y el mecenazgo privado.

    En el "Compendio de Legislación Cultural", tomo I, publicado por el programa "Reforma Cultural", podemos estudiar más a fondo el grueso de las disposiciones legales de nuestro país; pudiendo, además, comprobar la dispersión de las Leyes, Decretos y Ordenanzas del sistema de legislación cultural dominicano. Esta situación se explica dada la ausencia de una conceptualización, no sólo respecto a los derechos individuales a la cultura, sino del derecho de la cultura nacional a su propia identidad, cuestión que se generaliza para el caso de los países iberoamericanos, como el reconocido tratadista Edwin Harvey ha señalado.68

    Los compiladores Dr. Luis O. Brea Franco y Lic. Ramón A. Victoriano, siguiendo a Harvey, definen "Los dominios contemplados en la actual legislación cultural" y ensayan la propuesta para el caso de la Legislación cultural dominicana. De suerte tal que los autores establecen siete sectores en los que se podrían agrupar actualmente, como dominios de aplicación de las políticas legislativa en materia cultural, a saber:

    • Sector de Archivos y Bibliotecas
    • Sector de Patrimonio Cultural
    • Sector de Museos Estatales
    • Sector de Propiedad Intelectual y Derecho de Autor
    • Sector de Audiovisuales
    • Sector de Bellas Artes
    • Sector de Artesanía

    Además de estos Sectores, consideran algunas demarcaciones tanto territoriales como del ámbito institucional; en el primer caso, se hace referencia al llamado "Sector Santiago"(!), y en el segundo caso, referidas a una juridicción pocas veces percibida como del sector cultural en nuestro país; se trata de instituciones tales como el Parque Zoológico Nacional, el Acuario Nacional o el Jardín Botánico Nacional; a las cuales denominan "independientes". Finalmente, sostienen que el actual cuerpo legislativo excluye a otros dominios importantes como los dirigidos a la Cultura Comunitaria,Cooperación Internacional e industrias culturales.69

    Con respecto a este intento de conceptualización y definición de "dominios" habría que señalar que, ciertamente, existen grandes huecos legislativos para el sector cultural; mas si aceptamos los criterios clasificatorios aportados por Harvey, los cuales parten de una normativa cultural atendiendo al conjunto de actividades del sector, es de opinión que "La delimitación de la Legislación cultural debe ser entendida respondiendo a la hipótesis de trabajo más extensa; es decir, comprensiva de todos aquellos temas, funciones, actividades, protagonistas y sectores vinculados al desarrollo cultural Nacional de los países iberoamericanos."70 A continuación presentamos el esquema clasificatorio de Harvey:

    Legislación del patrimonio cultural,

    Legislación artística

    Legislación de las industrias culturales

    Obviamente, este esquema delata la necesidad para el caso dominicano, de un estudio exhaustivo sobre legislación cultural. Algo similar sucedió en la República de Colombia en donde las acciones se orientaron a la formulación de una Ley General de Cultura, la cual no sólo reorganizó, actualizó, completó, creó y articuló las diversas leyes, sino que además concibió la creación del Ministerio de Cultura dentro de esta misma ley. Todo este proceso resultó de una consulta nacional que permitió el ejercicio de una descentralización y democratización en las decisiones, en torno al diseño de la constitución política de1991.72

    Las diversas propuestas que recogen las relatorías sitúan la necesidad de una Constituyente que permita establecer con claridad, en la Ley Fundamental, la dominicanidad como proyecto de nación. Para los participantes en el Encuentro del Distrito Nacional, la Reforma Constitucional de 1994, sólo incluyó lo político; sin hacer efectiva una total reforma de nuestra carta magna.

    Con respecto a una reforma constitucional, la misma deberá ser el producto de una redefinición y adecuación del Estado ante los cambios que en la actualidad sufre el mundo en el inminente proceso de globalización. Luis Villoro, destacado intelectual mexicano, ha señalado ante el impacto de la globalización en los Estados Nacionales y frente al debilitamiento que sufren en la actualidad, que en este proceso; "... los individuos buscan revivir sus vínculos personales en comunidades cercanas capaces de ser vividas y no sólo pensadas, que puedan dar un nuevo sentido a sus vidas. La nostalgia del individuo por una comunidad perdida no satisface en el Estado Nacional, anhela formas de pertenencia a las que pueda integrarse su vida".73

    Esta realidad obliga a una definición sobre la nación, más allá del coyunturalismo habitual, dado que el Estado (como categoría histórica) está sujeto a cambios permanentes, sustentados en las particularidades de la nación y en su condición de comunidad de destino; que en última instancia no es otra cosa que "... un ámbito compartido de cultura." Como bien afirma Villoro.

    En este contexto, la Reforma Constitucional debe ser amplia y no quedarse en aspectos conocidos tradicionalmente, como son los de índole político, deberá permitir la inclusión de los Derechos Culturales. En nuestro país todavía no han sido discutidos y mucho menos asumidos en toda su extensión; a pesar de ser signatarios de numerosas resoluciones y declaraciones de organismos internacionales.

     

    Los Derechos culturales pertenecen a los llamados Derechos Humanos de Segunda Generación, junto a los Derechos Económicos y Sociales. Obviamente la asunción de tales Derechos corresponde a un sentido amplio de los Derechos Humanos. Nuestra sociedad deberá contenerlos en su Constitución; paso trascendental para adecuar nuestra nación a un nuevo estadio de convivencia y desarrollo.

    La inclusión de los Derechos Culturales en la Constitución dominicana se constituiría en una letra de cambio, ante la gran deuda social, que deberá ser redimida a su plazo de vencimiento. Su sola inclusión no significa que se considere superada la cuestión de los Derechos Culturales; se precisa de un ejercicio democrático real por parte del Estado. Una de las características de los Derechos Culturales, económicos y sociales es que se realizan con la mediación del Estado. A diferencia de los Derechos Civiles y Políticos, en los cuales el Estado asume la obligación de respetarlos o no violarlos para que no lesionen por acción u omisión a cualquier persona o entidad jurídica.

    En los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, según el Pacto Internacional de los Derechos Humanos, de las Naciones Unidas, dichos Derechos "implican preceptivamente una intervención activa, un hacer del Estado o de otras comunidades políticas, para que puedan realizarse." Asimismo, "el Estado tiene esencial, aunque no exclusivamente, una obligación de hacer: la obligación de brindar los medios materiales para que los servicios de asistencia económica, social (....) cultural, etc. provean los elementos necesarios para satisfacerlos."74

    Los estudios sobre el particular consideran a los Derechos económicos, sociales y culturales como Derechos de implantación progresivos; es decir, se considera que su ejecución deberá ser programada por el Estado; cuyo papel será promover las debidas acciones para que los derechos sean cumplidos y satisfechos.75 En este sentido, resulta fundamental que el Estado desarrolle sus instrumentos de políticas económicas, sociales y culturales; a fin de que pueda definir las metas y objetivos según los sectores a los cuales se dirijan.

    Los Derechos Culturales en su expresión concreta refieren a los derechos conferidos a toda persona humana y están consignados en toda la documentación y normativa internacional; esencialmente: a) La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, b) La Declaración Universal de los Derechos Humanos c) Pacto Internacional, entre otros.

    La caracterización realizada por A. H. Robertson al estudiar los Derechos Culturales76 queda sintetizada de la siguiente manera:

    Harvey, a partir del estudio de los textos e instrumentos normativos internacionales, por su parte, hace hincapié, además: a) en la participación de la vida cultural de la comunidad, b) el disfrute de los beneficios de los progresos intelectuales y especialmente de los descubrimientos científicos.

    Se justifica de manera imperativa, después de esta conceptualización, apuntalar acciones ante la especificidad de los Derechos Culturales y el papel del Estado en la cultura, como garante de la acción cultural. Sin embargo, pese a las limitaciones del Estado dominicano, este deberá realizar las inversiones necesarias para que la cultura sirva de contexto al progreso y al desarrollo nacional. Lógicamente, se precisará del concurso de los sectores que, como el privado, puedan coadyuvar al desarrollo cultural.

    Para ello el Estado tendrá que propiciar mecanismos que incentiven al sector privado a invertir en dicho campo, contribuyendo de este modo a este proceso. La inversión en la educación y la Cultura establece ventajas comparativas que permiten una diferenciación, sobre todo, con respecto a naciones similares a la nuestra.

    En la actualidad es esencial para una nación el sentido de diferenciación, que indudablemente lo aporta el carácter nacional que concentra la cultura. Las ventajas que con lo nacional se obtiene en el mundo de hoy, resultan fundamentales para la inversión de capitales, muy especialmente extranjero. Dentro de esta perspectiva se justifica aún más la inversión en la educación y la cultura para el caso dominicano; ante el hecho de que nuestra estructura productiva descansa esencialmente en una economía de servicios. Es decir, hasta desde un punto de vista economicista, como se acostumbra a concebir la inversión de capitales, ésta es clave para alcanzar metas de desarrollo económico. En esta dirección Gregorio Recondo, siguiendo a Michael Porter eminente profesor de Harvard, señala que el "Éxito competitivo depende de las estructuras económicas nacionales, de la historia, de la cultura y el sistema de valores".77

    El sector privado tiene una gran oportunidad en las llamadas industrias culturales y el Estado deberá crear las condiciones para desarrollarlas. Este tema acerca de las industrias culturales lo abordaremos más adelante; aquí es importante atestiguar la necesidad de una legislación sobre el patrocinio y el mecenazgo cultural indicada por los participantes del Encuentro del Distrito Nacional.

    En este contexto se considera que la propuesta de incorporar en nuestra Constitución -en una eventual revisión y reforma- los Derechos culturales, se hace impostergable. Es este paso de gran significación y trascendencia para el aseguramiento de los derechos individuales y la consolidación de la cultura nacional. El hecho de contar con una superestructura que afiance el desarrollo de la acción cultural, significará, efectivamente, concretar el anhelado desarrollo cultural en la República Dominicana.

     

    3. RESTRUCTURACIÓN Y FORTALECIMIENTO DE LAS INSTITUCIONES CULTURALES

    A partir de la caracterización realizada en el diseño de investigación78 en torno al problema de la acción Cultural en República Dominicana, pudimos aproximarnos a la identificación de un conjunto de disfunciones de la Acción Cultural en nuestro país, las cuales imposibilitan una práctica coherente por parte del Estado.

    La ausencia de una política orgánica y explícita, queda situada en el presente diagnóstico participativo como uno de los problemas más significativos de la acción cultural pública; situación que imposibilita las tareas de un Estado moderno y del desarrollo pleno de la sociedad en su conjunto. Consecuentemente y como eje transversal de toda la problemática cultural, la creación de una Secretaría de Estado o, en todo caso, de un organismo rector y coordinador de la acción cultural, viene a ser más que una demanda, una imperiosa necesidad. Esto así, dado que toda la problemática cultural queda subordinada o condicionada a la existencia de esto último.

    Es importante dejar claramente establecido que independientemente de los problemas institucionales y orgánicos en el sector cultural, el peso específico de la acción cultural estatal ha sido significativo. Podemos interpretar en este diagnóstico, que el sistema cultural ha carecido de un modelo de intervencionismo de Estado, que accione integralmente los procesos de desarrollo del sector, respondiendo a sus avances y al de la sociedad toda. Asistimos, por tanto, a un desfase y limitado alcance institucional que esclerotiza los cimientos y estructuras institucionales, impidiendo dar perspectiva a lo cultural como factor de cambio.

    Los problemas institucionales afectan directa o indirectamente a grupos y sectores sociales; sean estos artistas, intelectuales, y sectores intermediarios de los procesos culturales, como lo serían aquellos que participan en el mercadeo y producción de bienes culturales, sea ésta la industria artesanal, los medios de comunicación, el libro, espectáculos artísticos, servicios culturales, y de cualesquiera de las actividades que generan incremento de la riqueza material y el acervo cultural nacional.

    La falta de políticas institucionales que garanticen la eficiencia y la calidad de los servicios culturales y que posibiliten la aplicación de instrumentos que hagan un manejo objetivo de la acción cultural, son factores que gravitan y que cuestionan permanentemente la competencia de los servidores públicos, la calidad y la limitada oferta de los servicios culturales brindados por el Estado. Las exigencias y demandas del sector cultural resultan de la falta de una instrumentación de la acción cultural que defina un esquema funcional, de un sistema global de gestión administrativa, jurídica y financiera, acorde con las necesidades del sector cultural.

    Jorge Eliécer Ruiz, Consultor de la UNESCO, en 1979, en su informe titulado: "Estudio de las Infraestructuras Culturales Nacionales." Consideraba "... que si el país desea continuar su proceso de institucionalización es necesario crear un ente único que ejecute la política cultural del Estado y que supere la situación histórica existente, en donde proliferan las pequeñas instituciones aisladas, que funcionan sin ninguna coordinación institucional seria y permanente y obedezcan a un gran propósito nacional explícito."79 Estas aseveraciones siguen siendo una realidad después de 20 años. Durante este tiempo la sociedad dominicana no ha sido capaz de conformar y consolidar las bases que vinculen la acción cultural a propósitos nacionales, contribuyendo a generar una sinergia social capaz de resituar la acción cultural como eje esencial del desarrollo material y espiritual de la colectividad nacional.

    Lo anterior nos permite afirmar que la falta de articulación y coherencia en la realidad cultural no es tan sólo un problema de ausencia de voluntad política, que obviamente es uno de los factores decisivos, sino de una voluntad de nación, para lo cual se precisa de madurez y una conciencia colectiva, que haga de la cultura un componente vital para la materialización del proyecto nacional de desarrollo. Por esta razón, resulta importante definir el grado de responsabilidad del Estado y de sus diversos órganos, como de las entidades que conforman la llamada sociedad civil, ante el actual estado de cosas.

    Según las propuestas emanadas del diagnóstico participativo, resulta vital para la superación de la situación actual: la elaboración de un Plan Nacional de Desarrollo Cultural que establezca las principales líneas de desarrollo del sector y sea concebido como un instrumento fundamental dentro de la estrategia de desarrollo social de la República Dominicana. Este Plan Nacional de desarrollo cultural se plantea como producto de un gran pacto nacional, contribuyendo así a garantizar que el mismo sea asumido como proyecto de Estado.

    La necesaria reforma institucional en el sector y la posibilidad de una urgente descentralización y democratización de la acción cultural del Estado, son otros de los componentes derivados de los análisis del diagnóstico participativo. La concentración capitalina de la acción cultural, como rasgo y esencia de una concepción egocéntrica de la cultura y de naturaleza elitista, convierte las oportunidades de disfrute y participación de la cultura en una forma de dictadura cultural, con menosprecio de las grandes mayorías; convirtiéndose la cultura en enajenación y en un bien de uso y disfrute predominantemente urbano.

    Esta realidad ha sido el producto de la contínua subordinación y dominio, producidas por las élites gobernantes en nuestro país, cuyo proyecto nacional no resulta coincidente con un proceso de integración de las energías nacionales, sino que responde a procesos contradictorios de intereses, que muchas veces se alejan de una racionalidad situada en los intereses fundamentales de la nación, como lo hemos analizado anteriormente.

    En el contexto de la modernidad, hemos estado respondiendo a modelos y concepciones extrañas que no han permitido reencauzar el interés nacional y potencializar nuestra identidad. Este es el caso de concepciones del desarrollo que van desde el desarrollismo llegado aquí en los años setenta, hasta el actual modelo que en estos momentos nos conduce "...a callar y obedecer los mandatos del pensamiento y la Acción Única Universales."80

    La sociedad dominicana ante esta realidad ha sufrido los efectos de un "desarrollo", que ligado a políticas de corte populistas, ha devenido en marginalidad y pobreza, como fundamento de la desigualdad social. La visión desarrollista, por ejemplo, no produjo un cambio sustancial e integrador en la estructura productiva y social, más bien su implementación partió de un enfoque sectorial, en la medida en que enfatizó el plano económico como fundamento y razón única de política social. Así que los intentos de planificación social en la República Dominicana han estado encausados por concepciones y prácticas negadoras de un proyecto de integración social, en donde la cultura no ha participado activamente como un factor componente y clave para el desarrollo.

    Es por esta razón que sea tan recurrente en el Encuentro del Distrito las propuestas encaminadas a la planificación de la acción cultural y a la puesta en marcha de programas de actividades con definición sectorial y estrategias de intervención efectivas. Programas que se dirijan a la participación ciudadana y que permitan, a su vez, la capacitación de los agentes culturales. El apoyo técnico, en los aspectos de gerencia y administración cultural es vital para asegurar un salto en la modernización del conjunto de instituciones públicas y privadas, en las cuales sus dirigentes poseen una formación empírica.

    En este sentido, es relevante la propuesta de crear una estructura de asesoramiento permanente a los animadores e instituciones culturales que requieran apoyo técnico a nivel nacional. Propuesta que sugiere la creación de una institución especializada en formación y cooperación técnica, como las existentes en muchos países de Iberoamérica y el mundo.

    La misma necesidad de desarrollo institucional implica la creación de una instancia que permita establecer los vínculos con todo el proceso de cibercultura existente en el mundo actual y crear las bases de una cultura mediática de cara al próximo milenio. De ahí, que todo el manejo de la información y del conocimiento actual de los procesos sociales y culturales deberá estar dentro de una estrategia de desarrollo institucional.

    En nuestro país existe una marcada ausencia de fuentes de información, que puedan ser servidas a propósito de las necesidades de planificación y programación del sector cultural y de sus actividades, como del conocimiento, acceso y participación de los sectores demandantes. Los asistentes al Encuentro del Distrito sugieren la Creación de un Sistema de información Cultural; para lo cual se requerirá a su vez, de la formación y especialización de recursos humanos.

     

    4. FINANCIAMIENTO DE LA CULTURA

    Respecto a este aspecto, determinante en una buena gestión de política cultural, el Encuentro del Distrito estableció líneas que sintetizan las acciones que deberán adoptarse para solucionar los problemas de financiamiento cultural, veamos:

     

    Estas líneas concentran acciones fundamentales para que el Estado y sus instituciones culturales puedan establecer metas y objetivos, respecto a la acción cultural que efectúan. Ahora bien, en la actualidad uno de los problemas más acusiantes del sector cultura radica en la ausencia de un estamento que consolide una gerencia moderna en torno a la administración del sector.

    En recientes estudios realizados por el Consejo Presidencial de Cultura sobre el gasto público en el sector cultural81, en base al presupuesto programado de 1998, se evidenció el peso específico del presupuesto dedicado al Sector, cuya estructura del gasto está definida por una característica bipolar entre la Presidencia de la República y la Secretaría de Estado de Educación y Cultura, para entonces el presupuesto ascendía a unos 215 millones de pesos; distribuidos en un 46 % para la Secretaría de Estado de Educación y Cultura; destinado básicamente a la Dirección de Bellas Artes. El restante 54% es parte del presupuesto de la Presidencia de la República, asignados a través del Secretariado Administrativo de la Presidencia a instituciones culturales, el cual incluye, además, las subvenciones realizadas por el Estado a otras organizaciones e instituciones sociales y culturales del país.

    Según el referido estudio, "Ante la expectativa surgida, en el Diálogo Nacional, respecto a la creación de la Secretaría de Estado de Cultura, es relevante señalar que el 54% del gasto en cultura analizado esté en manos de la Presidencia de la República, lo cual facilitaría la identificación de los recursos presupuestarios que deberían ser destinados inicialmente a la entidad en proceso de creación. O en ausencia de ésta, asignados por vía administrativa al órgano creado por el Poder Ejecutivo para asumir con criterios modernizantes la gerencia de recursos culturales: El Consejo Presidencial de Cultura".

    El documento hace hincapié en el desequilibrio existente en las asignaciones presupuestarias, para los distintos sectores de la cultura, aseverando que "resulta evidente en el análisis, que la estructura distributiva del gasto público corresponde a una configuración construida sobre la base de un criterio único fundamental: la concepción que reduce el eje central de la política cultural a lo meramente formativo y espectacular, en detrimento de una concepción que ponga énfasis en la integración de los ciudadanos a los procesos de creación y preste atención al componente colectivo de lo cultural; es decir, al desarrollo cultural, al mejoramiento de la calidad de vida y a la ampliación de los esquemas y al ejercicio democrático de la sociedad".

    Los autores del estudio finalmente establecen en sus análisis que "Las prioridades definidas en las asignaciones presupuestarias, evidencian la irrelevancia del manejo del presupuesto, como instrumento de formulación de políticas culturales, y en consecuencia denota la ausencia de objetivos claros para el desarrollo cultural. El presupuesto queda diluido, además de las partidas ya analizadas, en una serie de subvenciones a organismos privados, sin establecer una jerarquización de las instituciones, una definición de la dirección del gasto; sin una clara estrategia de la inversión que permita al Estado medir, evaluar y proyectar su eficacia al interior de la cultura dominicana, y su capacidad para promover el desarrollo cultural".

    A todo lo anterior se concluye haciendo las ponderaciones siguientes:

    1. Se hace necesario superar la dispersión existente de la inversión pública que se fundamenta en dos criterios históricamente arraigados, primero: la cultura entendida como proceso exclusivamente formativo y espectacular, y segundo, que la cultura no requiere de formación especializada, pudiendo sustentarse en prácticas políticas clientelistas y empiristas.
    2. Es fundamental crear una estructura coherente que racionalice el gasto público en el sector, a través del establecimiento de prioridades en el marco de un Plan Nacional de Desarrollo Cultural, que permita descentralizar las ejecuciones de las partidas presupuestarias y el establecimiento de un reordenamiento socio-territorial que se manifieste en términos nacionales, con una finalidad democratizadora.
    3. Que el Estado vea lo cultural con una visión moderna, que permita insertarnos competitivamente en los procesos de globalización, a partir de la valorización de la identidad cultural, así como a través de la incidencia en los mercados internacionales, con la fuerza del valor generado por la industria cultural dominicana.
    4. Se hace necesario efectuar un ajuste por inflación para las instituciones del sector cultural, con la finalidad de que puedan cubrir sus gastos de operaciones y los objetivos trazados.
    5. Consideramos que debe hacerse un estudio en profundidad sobre las necesidades y posibilidades, las limitantes y las oportunidades del sector, y otorgar los recursos necesarios para relanzar la cultura dominicana en el contexto del Plan Nacional de Desarrollo, como factor fundamental para poder avanzar hacia el desarrollo humano integral de nuestros conciudadanos y el afianzamiento internacional de nuestra identidad, en tiempos de globalización y competencia, fundada en la calidad de la oferta.
    6. Finalmente, se hace necesario comenzar de inmediato, desde nuestra perspectiva, el proceso de reforma y modernización del sector cultural estatal, lo cual se podría iniciar con una decisión administrativa del Secretario Administrativo de la Presidencia, autorizando al CPC a coordinar la erogación del gasto público del sector cultural que es manejado por esa cartera. Ello con base en el Art. 12 del Decreto Presidencial 82-97: "El Consejo Presidencial de Cultura tomará las decisiones que estime necesarias acerca de los programas de las instituciones bajo su autoridad y supervisará su cumplimiento y los presupuestos asignados a los mismos."

    Es justo señalar que esta estructura del gasto público procede de gobiernos anteriores y que el actual gobierno trabaja en la dirección de buscar alternativas que resuelvan, de una vez por todas, las dificultades de un sector cuya dispersión impide una gerencia adecuada. El desmonte de esta estructura podrá ser definitivo con la creación de la Secretaría de Estado de Cultura, para lo cual el Poder Ejecutivo posee un Proyecto de Ley, que deberá someter a las Cámaras Legislativas.

    Consideramos oportuno la implementación de un programa de reformas al interior del Sector cultural público, que gradualmente permita adecuar las instituciones existentes a la nueva realidad que vendrá, una vez ocurra la promulgación de la Ley de Secretaría de Estado de Cultura; esto así, ante la imposibilidad gerencial del actual esquema.

    n el marco de los Encuentros Culturales celebrados en el Distrito Nacional se aprobaron propuestas dirigidas a la identificación de recursos para el sector. Dentro de ellas se propuso que parte de los recursos generados por las incautaciones de bienes, llevados a cabo por la Dirección Nacional de Control de Drogas, en su lucha contra el narcotráfico, puedan emplearse en programas culturales. Independientemente de la aceptación o no de propuestas de tal naturaleza, lo cierto es que el financiamiento cultural requiere de nuevas formas que aseguren los objetivos nacionales de desarrollo cultural.

    La UNESCO considera que los países en vías de desarrollo deberán aportar a la cultura el 1% de su presupuesto, para alcanzar las metas de desarrollo y mejorar la calidad de vida de sus habitantes. En nuestro país, estamos lejos de poseer un presupuesto similar; sin embargo, el actual presupuesto identificado es como ya dijimos de alrededor de unos 215 millones, que siendo ejecutados bajo nuevos criterios gerenciales, pudieran convertirse en un instrumento de política cultural capaz de obtener objetivos de desarrollo para el sector cultural.

    En otro Informe realizado por el Consejo Presidencial de Cultura, con la finalidad de realizar una reestructuración del sector cultural del Estado, se establecen medidas para la racionalización de los recursos financieros de que dispone en la actualidad el sector. Dentro de las medidas queremos puntualizar las siguientes:

    Con solo estas dos medidas se aseguraría un funcionamiento del sector capaz de responder a las principales demandas de servicios culturales exigidas por nuestras instituciones, como de los sectores vinculados a la acción cultural, sin que necesariamente en un primer momento, el Estado tenga que recurrir a la erogación de nuevos recursos.

    La reestructuración que planteamos, tanto en lo económico y financiero, resulta de incalculable valor para hacer trasparente y racional la inversión pública en el sector. En la actualidad, los instrumentos de administración y finanzas del Estado son obsoletos, no resisten ningún análisis de control financiero; más aún, la falta de una estrategia para el sector convierte la cultura en un barril sin fondo para el erario público, haciendo del sector cultural una carga económica para el Estado. Por ello, es necesario implementar un sistema de registro y control financiero, que permita cuantificar e identificar la inversión, así como proyectar las necesidades de recursos demandados a mediano y largo plazo

    En conclusión, los problemas que afronta el sector cultural del Estado no se reducen a la carencia de recursos financieros; son, ante todo, problemas de índole administrativa y gerencial, que deberá el Estado corregir antes de proponerse nuevas acciones sin la garantía de resultados satisfactorios.

     

    Otro de los aspectos propuestos en el Encuentro distrital refiere a las acciones que puedan permitir la definición de políticas para la financiación de las instituciones culturales del sector público; así como la posibilidad de buscar nuevas fuentes de captación de recursos económicos para los grupos culturales populares, como apuntábamos anteriormente.

    Es de todos conocido la tendencia que en los últimos años se ha experimentado a escala internacional en la protección del arte y la cultura; sobre todo de la "alta cultura," llevada a cabo por empresas y particulares. Ahora, todos los ejemplos que podamos ofrecer al respecto están amparados por los incentivos que el Estado, en su política de protección y promoción, lleva a cabo.82

    Vale realizar una distinción entre mecenazgo, inversión cultural y patrocinio cultural; algunas veces estos conceptos se manejan indistintamente, provocando que, a la hora de ponderar el establecimiento de sistemas de financiación cultural, se excluyan políticas hacia una de estas formas de financiación. Como consecuencia de tal situación, se omiten en el diseño y aplicación de instrumentos de desarrollo para el sector cultural, como ocurre en el caso de incentivos fiscales para las empresas y particulares.

    El mecenazgo cultural en nuestros tiempos no existe de manera pura, hoy las actividades de sustentación de las artes y la cultura en general adquieren, en el mecenazgo, la forma de sólidas instituciones, como son las fundaciones, las que se amparan en grandes empresas. El patrocinio cultural, por su parte, se relaciona con la promoción de actividades en el sector artístico o cultural con una perspectiva mercadológica, a favor de la imagen empresarial o de algún producto. En este caso, no existe una mediación, como en el mecenazgo, en la que intervine la figura de la fundación. Por otra parte, la inversión cultural, refiere a la intervención de capitales en el sector cultural, con claras intenciones de obtener una determinada rentabilidad.

    En todo caso, lo recuperable de esta distinción es que debe servir para establecer políticas que permitan estimular lo cultural como factor de desarrollo. Mientras para algunos Estados los incentivos fiscales resultan perjudiciales para las políticas recaudatorias; para otros son a la larga una inversión que redunda en desarrollo para el propio Estado y la sociedad toda. La primera concepción indudablemente parte de una visión economicista, no proteccionista, y con escasas posibilidades de entender que el desarrollo social es producto del esfuerzo del conjunto de las esferas sociales y no exclusivamente del factor económico. En cambio, la segunda entiende el proceso social de manera armónica, sin una separación adversa de los ámbitos, como diría Daniel Bell.

    En gran medida, circunstancias como la expuesta anteriormente, surgen de la escasa comprensión en torno a la misión y visión del Estado; que en muchos casos no alcanza hacer del fisco un instrumento de desarrollo. Joseph Schumpeter, en su tratado sobre "La Crisis del Estado impositivo", nos recuerda la importante función de un Estado moderno en su misión fiscal: "Una vez que el Estado existe como realidad y como institución social, una vez que se ha convertido en el centro de las personas que maneja la maquinaria gubernamental y cuyos intereses se concentran en ellas, por último, una vez que el Estado es reconocido apropiado para muchas cosas aun por los individuos con quienes se enfrenta, una vez que ha ocurrido todo esto, el Estado se desarrolla aún más y pronto se convierte en algo cuya naturaleza ya no puede ser comprendida solamente desde el punto de vista fiscal, y para el cual las finanzas se convierten en una herramienta de la que se sirve."83

    En este sentido, el Estado dominicano en un primer momento, puede dar prioridad a determinadas áreas culturales consideradas estratégicas por su impacto en el desarrollo nacional, incentivando con beneficios fiscales a las empresas que realizan donaciones o inversiones en actividades culturales; como podrían ser programas relacionados con turismo cultural, cultura ciudadana o patrimonio cultural. Además de este criterio selectivo, el incentivo fiscal podrá aplicarse a un porcentaje de los beneficios que efectivamente sean reinvertidos en el sector. En un segundo momento, es fundamental la definición de un sistema de financiación de las actividades artísticas y culturales, donde sea posible la articulación del patrocinio cultural con incentivos fiscales, sin que signifique una renuncia a las recaudaciones tributarias por parte del Estado.

    Finalmente, dentro de las propuestas surgidas en el Distrito Nacional se considera importante que las instituciones culturales, especialmente las de la Plaza de la Cultura y aquellas que brindan un servicio cultural, puedan transformar su estructura hacia formas que permitan recaudar fondos para su autosustentación financiera. En la actualidad, para citar un caso, los museos de todo el mundo operan con una concepción autogestionaria con la cual pueden obtener la financiación de proyectos y programas más allá del limitado presupuesto estatal que reciben. El modelo norteamericano ha sido funcional, permitiendo que las fundaciones culturales y los patronatos puedan ser un ente dinamizador de las actividades que realizan las instituciones. En Europa, sin embargo, la tendencia se dirige hacia un modelo mixto, en donde se da espacio a lo privado y público en la confección presupuestaria.

    Las instituciones culturales del Estado deben constituir, a través del ciudadano y de los sectores sensibles al arte y la cultura, una estructura basada en socios que brinde posibilidades de una membresía activa, capaz de aportar a distintos niveles; desde socios benefactores, hasta simples voluntarios. La responsabilidad es obvia para la institución cultural, una vez se embarque en estas tareas, ya que deberán establecer programas, según los intereses de los socios. Sin embargo, es una garantía del éxito de la gestión cultural.

    Dado el hecho de que dichas instituciones culturales no dependen de una institución rectora, en gerencia cultural, éstas actúan de manera desarticulada. Los objetivos propuestos por las instituciones dependerán, en muchas ocasiones, de los propósitos que persiguen de manera individual sus directores, sin que medien mecanismos de evaluación de su gestión, lo que impide una administración cultural adecuada, mostrándose visos recurrentes de incapacidad gerencial.

    De modo que las instituciones culturales del Estado, al igual que la estructura cultural en el país, tendrán que someterse a un proceso de reforma institucional que permita adecuar sus servicios culturales a la nueva realidad que vive la sociedad dominicana y el mundo de hoy.

    En todo caso, el fomento de la cultura a través de la financiación favorece y repercute a distintos niveles, dinamizando al sector cultural, pudiendo impactar positivamente, en los creadores, en las empresas artísticas, permitiendo establecer una mejor distribución de los productos culturales, igualmente en lo que respecta a su difusión, tanto nacional como internacionalmente. El fomento cultural en este sentido genera nuevos empleos dentro del conjunto de actividades que se vinculan a la cultura; promueve a otros sectores como el turismo y mejora la calidad del producto cultural, permitiendo que el país haga de la cultura una ventaja comparativa para la inversión extranjera, como veremos más adelante, entre otros beneficios para la sociedad.

     

    5. FOMENTO Y DESARROLLO DE LAS INDUSTRIAS CULTURALES

    Aunque resultaron escasas las propuestas en torno al desarrollo de las industrias culturales en el Encuentro del Distrito, hemos querido analizar algunos aspectos derivados de las propuestas emanadas de aquella actividad consultiva. Pero antes convendría apuntar elementos para una definición en torno al concepto de las industrias culturales, categoría que en el análisis aporta la dinámica precisa del desarrollo de las actividades económicas vinculadas al sector cultural.

    El impacto en las sociedades modernas, de las llamadas industrias culturales, ha significado un repunte en aquellas economías de mercado y ha constituido la piedra angular para el desarrollo de una cultura de masas, tan característica de nuestro siglo XX. A pesar de lo que implica este proceso en el que se pierde el protagonismo en la creación individual, pasando a manos de la producción serial y otros efectos, producto de la tecnología en el arte y la cultura, conviene aseverar que dicho proceso ha resultado un milagro para estas economías, convirtiéndose, a la vez, en el mecanismo para el disfrute masivo de los bienes culturales. El Consejo de Europa, pese a los efectos de una cultura masificada, afirma que "... las industrias culturales son una fuente primordial de valores y símbolos para el gran público y también un importante agente de socialización para las generaciones jóvenes."84

    En la actualidad es un recurso indiscutible para el desarrollo cultural. Su crecimiento es un indicador del desarrollo social, tecnológico y cultural de una nación. El término "Industria Cultural", según Emiliano Fernández Prado, fue introducido por Adorno y Horkheimer en su crítica a la cultura de masas, allá por los años 40. La visión era totalmente peyorativa, ante el impacto que esta forma de masificación de la cultura significaba para el mundo de la creación artística y cultural; sin embargo, en la actualidad, esa carga negativa se sitúa en otro contexto, dándole énfasis a sus efectos desde el punto de vista del desarrollo económico que generan.

    Desde 1980, a raíz de la reunión celebrada por la UNESCO, en Montreal, en que se señaló que "Existe una industria cultural, cuando los bienes y servicios culturales se producen, reproducen y conservan según criterios industriales; es decir, en serie y aplicando una estrategia de tipo económico, en vez de perseguir una finalidad de desarrollo cultural"; se ha estado en franca discusión sobre el término. Es conocida la crítica llevada a cabo por Ramón Zallo, quien entiende a las industrias culturales como "un conjunto de ramas, y actividades auxiliares industriales, productoras y distribuidoras de mercancía con contenido simbólico, concebidas por un trabajo creativo, organizadas por un capital que se valoriza y destinadas finalmente a los mercados de consumo, con una función de reproducción económica y social." La crítica hecha por Emiliano Fernández Prado a esta última conceptualización es contundente; cuestiona la vaguedad del concepto de "reproducción económica y social", señalada por Ramón Zallo, apuntando, además, que esta definición no da margen a la intervención del Estado,85 dando lugar a que se cree una frontera insalvable entre el Estado y las Industrias Culturales.

    Edwin R. Harvey, por su parte, sostiene la tesis de que en una política moderna se conciben tres grandes conjuntos de actividades para el sector cultural: a) las que están íntimamente ligadas a las del Patrimonio Cultural, b) las de la cultura artesanal y, c) las de las industrias culturales. Su vinculación proviene de que "forman el lazo inescindible de los recursos culturales de la nación".

    El referido autor realiza una muy significativa distinción entre industrias culturales e industria de la cultura. Distinción que hace que la cultura no quede reducida a meros productos industriales; sino percibida como ámbitos o dimensiones diferentes del conjunto de actividades que el sector realiza. En este sentido, nos dice: "Cuando se habla de industrias culturales, no de industrias de la cultura, la cultura es siempre el fin y la industria sólo un medio, un instrumento al servicio de aquélla y de la democratización y posibilidad de acceso por todos a las fuentes de la vida cultural."86

    Pero Harvey entiende que la industria cultural "... trata de actividades dedicadas a la producción y distribución hacia grandes públicos, tendentes a promover las obras creadas por las artes tradicionales y por nuevas formas de expresión cultural, en el contexto de los medios de reproducción, transmisión y recepción de bienes y servicios culturales que brindan la tecnología y la electrónica moderna."87

    Lo más interesante en Harvey es la magnífica clasificación que realiza respecto a las ramas de la industria cultural, según las funciones requeridas para la producción y distribución al gran público, la clasifica en tres tipos:

    a) los bienes culturales de gran difusión (libros y discos);

    b) los equipamientos culturales (equipos de reproducción de sonido e imágenes, cámaras aparatos y proyectores fotográficas, etc.,

    c) los soportes de la publicidad (radio, televisión, prensa); los programas de computación e incluye además audiovisuales, televisión vía satélite entre otras nuevas demandas de la cultura mediática actual.

    Después de realizar estas acotaciones sobre las industrias culturales, vale señalar que una de las tareas que deberá asumir el Estado, respecto a las industrias culturales, es la de estudiar las diversas razones que en la República Dominicana imposibilitan o coartan el desarrollo de las mismas; de igual manera, tendrán que establecer las medidas que contribuyan a su incentivo.

    En la actualidad, la industria cultural es un sector incipiente en la República Dominicana, apenas podemos reconocer el desarrollo de la producción de libros, la actividad artesanal, la industria del espectáculo, la radio y televisión, incluida también la actividad gráfica y la gastronomía. Todavía el cine y el turismo cultural no resultan significativos, aunque se comienzan a ver resultados concretos, tanto para el cine dominicano de capital nacional como de capital internacional, que toman como escenario para sus producciones cinematográficas a nuestro país; lo mismo ocurre con el turismo cultural que cada día muestra su potencialidad dentro del sector cultural y turístico.

    Obviamente, el desarrollo limitado de las industrias culturales en el país no significa, en modo alguno, dar las espaldas a una actividad productiva y tan crucial para el sector cultural, más bien debe ser el espacio para actuar oportunamente planeando su desarrollo y crecimiento. Nuestro país, al igual que todos los demás, está sujeto a vivir un proceso de crecimiento en las industrias culturales; el mismo proceso de globalización hace que los productos culturales y los mercados simbólicos en el mundo puedan interactuar de manera única, lo cual es una ventaja para los productos culturales de países como los nuestros, que necesitan nuevas fuentes de producción de divisas.

    Durante los Encuentros del Distrito Nacional se consideró que las instituciones que manejan recursos naturales pueden establecer, con las instituciones culturales, niveles de coordinación que permitan desarrollar las industrias culturales. Pensamos que dicha propuesta tiene que ver con las limitaciones existentes para la obtención de materias primas, requeridas por la producción artesanal. Hecho que, ciertamente, obstruye las posibilidades de la creación no sólo artesanal sino también artística, como innumerables veces han denunciado los escultores dominicanos, con respecto al mármol y a la caoba. Las medidas adoptadas en relación a las materias primas deben considerar políticas para el uso racional de los recursos no renovables, buscando alternativas para su obtención; como sería en los casos de la caza del carey, del cual se obtiene la concha, el coral, el ámbar y otras materias primas similares, utilizadas por los artesanos dominicanos.

    La definición de políticas orientadas a la producción artística nacional que permita competir en igualdad de condiciones con la producción importada, es otra de las propuestas del Distrito. Lo anterior no debe ser confunidido con coartar la penetración de productos artísticos extranjeros, puesto que sería anacrónico ante las tendencias de apertura que vive el mundo de hoy. Es legítimo para todo Estado establecer regulaciones que permitan que los productos locales puedan competir en igualdad de condiciones, respecto a los importados.

    Sin embargo, actualmente las únicas posibilidades de competir en el sector cultural están siendo definidas por la eficientización de los servicios culturales y la calidad de los productos y bienes culturales. En todo caso, lo que debe quedar claro es una cosa: el Estado deberá definir políticas de fomento, que creen los medios que promuevan el desarrollo de la industria cultural nacional y que garanticen que nuestros artistas y creadores obtengan una calidad capaz de situarse en cualquier mercado.

    En el país se llegó a decretar la participación de artistas nacionales en los espectáculos, a fin de que sirvieran de contra parte a los artistas internacionales, medida que permitía la contratación de estos últimos. Cosa que si bien permite la representación nacional, cuestiona la libre empresa y el gusto del público; sin que con ello se logre resolver el problema de la creación de plazas de trabajo, ni se mejore la calidad del artista dominicano. Pensamos que el fortalecimiento y desarrollo del arte y la cultura dominicana resultarán de la protección de nuestros valores, sin que ello suponga la negación de otros trascendentes, que a veces resultan universales.

    Finalmente, debemos recordar que las Naciones Unidas cuenta con resoluciones importantes, respecto a la libre circulación de los bienes culturales y de los artistas y creadores, que rigen para establecer una ética global.

    Fomentar las industrias culturales en la República Dominicana significa construir las bases para la consolidación del sector cultural, enfatizando en algunos dominios de la política cultural, en los cuales existan en lo inmediato, auténticas posibilidades de desarrollo, en franca correspondencia con nuestra realidad económica, social y cultural. Pero ello sólo ocurrirá a través de una certera intervención de los sectores de la vida nacional, tanto público como privado. Esta misma situación deberá estar acorde con los procesos que marcan, en la actualidad, los cambios del mundo postindustrial y postmoderno, de los cuales no podemos seguir a la saga.

     

    6. POLÍTICAS CULTURALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

    Básicamente las propuestas surgidas del diagnóstico participativo en el Encuentro distrital, sitúan dos aspectos:

    1. La ausencia de una concepción de la cultura como instrumento fundamental en las relaciones internacionales.
    2. Debilidad institucional para llevar a cabo las relaciones culturales con los países hermanos, especialmente de la región del Caribe y Centroamérica.

    Quizás las razones que han originado históricamente el relegamiento de lo cultural, en las relaciones internacionales de la República Dominicana, sea objeto de un estudio más profundo; lo cierto es, que el país ha desaprovechado, por mucho tiempo, las virtudes de la cultura para el establecimiento y fortalecimiento de las políticas destinadas a desarrollar las relaciones exteriores. El excepcional aislamiento en que ha vivido el país, el cual marcó una etapa que podemos calificar de prehistórica en las relaciones internacionales dominicanas, explica el atraso conceptual y virtual del país, en materia internacional.

    En cuanto a lo cultural, todavía a inicios de esta década de los noventa, la Secretaría de Relaciones Exteriores mantenía un Departamento de Asuntos Culturales, obsoleto e infuncional con respecto a las tareas que modernamente debe cumplir toda nación, en las relaciones culturales exteriores. Para entonces, contaba apenas con ocho agregados culturales en todo el mundo; de los cuales algunos eran honoríficos. Sin hablar de la indefinición de objetivos y metas, programas y funciones necesarios en unas efectivas relaciones culturales. A todo esto, hay que agregar que en República Dominicana la Carrera Diplomática no ha podido ser desarrollada como tal; gran parte de los miembros del cuerpo diplomático no son diplomáticos de carrera, y son designados atendiendo al interés político de los gobiernos de turno; evidenciándose rasgos evidentes de nepotismo.

    Con un panorama semejante, los asuntos culturales han tenido pocas posibilidades de servir a los propósitos de las relaciones exteriores y a la proyección de la cultura dominicana. A todo esto hay que agregar la carencia de un órgano cultural, que orqueste las políticas culturales en el país y que trace los objetivos culturales, tanto dentro como hacia fuera de la nación dominicana.

    La República Dominicana vive una etapa importante dentro de las relaciones internacionales, pero debe incluirse dentro de las prioridades, la creación, modernización y establecimiento de los órganos y mecanismos fundamentales para un buen ejercicio de la gobernabilidad.

    El Gobierno del Presidente Dr. Leonel Fernández Reyna ha pautado una nueva etapa en las relaciones exteriores. La agresiva política que ha llevado a cabo el gobierno ha posibilitado una redefinición, no sólo de las relaciones exteriores, sino del papel que debe jugar la República Dominicana dentro de una estrategia regional. Esta política en poco tiempo ha generado sus frutos, haciendo que la nación dominicana adquiera un liderazgo incuestionable en el área del Caribe y Centroamérica.

    En este nuevo contexto, producto del proceso de reforma y modernización del Estado dominicano, se han experimentado cambios importantes que permiten augurar un mejor futuro para las relaciones exteriores y sus instrumentos de política exterior. Respecto a las acciones que se realizan en la Secretaría de Relaciones Exteriores, el Dr. Manuel Morales Lama, Embajador encargado del Departamento de Asuntos Culturales, de esa misma institución, ha señalado que "Si bien desde 1946 hasta 1996 se han programado, esporádicamente, cursos de formación y capacitación en la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, es justo reconocer que es a partir del 16 de agosto de 1996, cuando existe una firme decisión política para la reapertura de la Escuela Diplomática y Consular de esta institución."88

    Ahora bien, estos procesos deberán extenderse al resto de las funciones de esta institución del Estado; las limitaciones que éstas comportan, en el orden cultural, obligan a que el país consolide definitivamente la política internacional en materia cultural. La función de la cultura, en los actuales momentos, es vital para asegurar los procesos de integración con los demás países del área y posibilitar la constitución de un bloque de países con una sólida estrategia integracionista. Lo mismo cabría señalar respecto a la importancia de establecer políticas que aseguren los vínculos culturales de la enorme población de dominicanos residentes en el exterior, garantizando, de este modo, su arraigo al proyecto nacional.

    Es evidente que con los procesos de globalización el mundo es testigo de dos fenómenos vinculados a la cultura universal, y que redundan en los procesos de la identidad cultural y nacional. La primera consiste en una tendencia a la homogenización; y la otra tendencia, a la diferenciación.89 Ambos aspectos suponen que, en los procesos de integración y conformación de Bloques regionales, las relaciones internacionales den cuentan a sus Estados Nacionales de la preservación de los elementos que permiten constituir las diferencias, como las identidades, necesarios para la configuración de la unidad latinoamericana y nacional. Es necesario responder a las preguntas siguientes: ¿quiénes somos?, ¿quiénes nos dejan ser?, y ¿con quiénes el desplegar del crecimiento puede ser compartido?"90

    En ese sentido, la definición del papel de las relaciones culturales al interior de los procesos integracionistas es fundamental; pudiéndose de este modo hablar de integración cultural. Claro, esta integración cultural no significa fusión, suborninación, asimilación o sustitución, como bien ha reseñado Gregorio Recondo, en su obra antes citada, sino que debe permitir afianzar las identidades y las divergencias culturales, con lo cual se debe superar las existentes relaciones asimétricas entre las naciones.91

    De ahí, que las relaciones culturales, en la actualidad, no pueden reducirse al mero espectáculo, sino a la orquestación de acciones que contribuyan a crear una plena conciencia del papel de las identidades y las culturas, en la búsqueda del progreso y el desarrollo de nuestras respectivas naciones. Por eso "La integración cultural(...)exige la existencia de una conciencia latinoamericanista y de afirmación colectiva, tanto a niveles nacionales como regionales. Sólo cuando tenemos conciencia de nuestra realidad y claridad de propósitos integradores, logramos ensanchar nuestra conciencia de pertenencia y podemos impulsar acciones tendentes a objetivos comunes."92

    Estos aspectos no sólo son problemas de política internacional, son ante todo, problemas de política cultural, que suponen la definición de una conducta coherente por parte de los organismos del Estado, en consonancia con el propósito último de la nación dominicana: su soberanía y autonomía. De modo, que, como afirma Luis Villoro, "... la condición para que una cultura cumpla adecuadamente su función es la autonomía; ese principio está supuesto en todos los demás."93

    Las relaciones culturales de un país pueden expresar la complejidad de la realidad política e institucional en que vive la sociedad, siendo sus dificultades e incongruencias reflejadas en sus prácticas; cosa que en asuntos culturales y en las relaciones exteriores no deben de evidenciarse porque significan un atentado a las normas prudenciales que rigen las relaciones diplomáticas entre los países. De ahí que sea urgente el establecimiento de una política cultural en la República Dominicana, que ofrezca las líneas culturales a seguir en el campo de las relaciones exteriores.

    Lo anterior pautará las acciones a ejecutar en el plano de la política cultural exterior, definiendo una finalidad y unos instrumentos adecuados, haciendo con ello una evolución lógica, respecto a otros países que han logrado unas relaciones culturales sólidas con el resto del mundo. Señala Edwin R. Harvey que "Junto con fines y objetivos de política cultural exterior irán madurando paralelamente nuevas estructuras e instrumentos y medios especializados a su servicio. Fines, estructuras administrativas y medios (...) responderán a las tradiciones, especialidades e intereses nacionales, propios de cada país, grande o pequeño, desarrollado o en vías de desarrollo, dado que ninguna nación escapa a la necesidad de contar con una política cultural exterior (que refleje su relación político-cultural con el resto del mundo); de la misma manera que ningún Estado moderno puede dejar de disponer de una política interna adecuada al contexto nacional.94

    Como vemos, la problemática de la relación cultural exterior debe viabilizar la promoción y difusión de la cultura dominicana, entre otras tantas funciones, superando las limitaciones virtuales, ante la ausencia de una política cultural y una situación cultural que requiere definición en el contexto institucional del Estado dominicano.

     

    1. POLÍTICAS DE ACCESO, PROMOCIÓN Y DIFUSIÓN DE LA CULTURA

     

    La descentralización cultural en el Diagnóstico Participativo fue motivo de mucha atención. Vertiéndose criterios en diversos sentidos que cuestionan los mecanismos con que cuenta el Estado actualmente para hacer efectivo un proceso de descentralización; así como la ausencia de otros que puedan contribuir a su consolidación.

    En primer lugar, hay que señalar que la descentralización es un proceso trascendental para la democratización cultural, cuya definición deberá partir de concepciones claras en torno al desarrollo, lo cual supone una caracterización de los aspectos que configuran la formación social dominicana. Esta vincularidad y adecuada correspondencia debe hacer posible un proyecto coherente, no lesivo a la identidad nacional y cultural. Por ello, las políticas de desarrollo social tendrán que superar aspectos tan fundamentales como necesarios.

    No se trata sólo de los problemas en torno a una tecnología para el desarrollo institucional y a los procesos de transformaciones políticas, como regularmente son abordados los problemas de descentralización; es además tarea de un proceso de descentralización, definir el proyecto nacional a que deberán responder instancias e instituciones del gobierno central y de los gobiernos locales.

    La descentralización en la cultura, vista de esta manera, se presenta como uno de los aspectos centrales. En sentido amplio, constituye el instrumento para asegurar la democracia participativa. Para el caso cultural &emdash;y que ha sido poco tratado en la República Dominicana&emdash; pasa a ser el elemento primordial del proceso de democratización de la cultura. Sin embargo, deberá ser concebido como un proceso sustentado ante todo, en la creación de mecanismos de participación y toma de decisiones en lo que respecta a las cuestiones culturales. La descentralización cultural es parte del proceso de democratización del Estado; de ahí que los problemas confrontados para hacer factible la descentralización y la democratización de la cultura se presenten como una cuestión eminentemente política.

    Cabe señalar, como lo han considerado Isidoro Santana y Magdalena Rathe, para el caso de la descentralización en las políticas sociales, que debemos "... evitar que se confunda el concepto de descentralización con la simple desconcentración de funciones. La desconcentración no quita el poder ni las atribuciones a la autoridad central, pues ésta sigue detentándolos." Más adelante los autores sostienen: "Lo único diferente es que el Estado central responsabiliza del cumplimiento de determinadas funciones a órganos especiales o regionales, creados por él, sin independencia jurídica ni recursos propios y, por lo tanto, subordinadas jerárquicamente y sujetas a las decisiones emanadas de la autoridad nacional." 95

    De manera que cualquier intento de refundar la acción cultural del Estado debe superar los mecanismos que coartan las posibilidades y las oportunidades de una real participación y de un desarrollo equilibrado de la sociedad. En la cultura dominicana, la inexistencia de procesos de esta naturaleza, se han traducido en un elitismo extremo, que afecta todos los intentos de desarrollo social.

    Hay que advertir, como lo ha hecho la UNESCO, en "Nuestra Diversidad Creativa," que existen algunos peligros frente a las "virtudes" de la descentralización para lo cual propone estudios e investigaciones que definan el impacto de procesos como éste. En dicho Informe, la UNESCO, comprende que "Frente a las supuestas virtudes de la descentralización se oponen consideraciones, tales como: que agravan las desigualdades entre comunidades; consolida el poder de las élites locales y las convierte en más explotadoras que el gobierno central; representa una pérdida para el sistema de financiamiento central; y, finalmente, no protege a los más desfavorecidos, como lo hace una acción central."96

    Esta crítica nos dirige a entender la descentralización en su complejidad, que al igual que en cualquier sector social, no significa ausencia de niveles de centralización propios de todo Estado. La misión de regulador y ente que supervisa y planifica el desarrollo nacional resultan ser, en el Estado, funciones inalienables dentro de toda sociedad. El debate como bien lo ha formulado Emilio Fernández Prado radica en establecer las características de un equilibrio entre poderes locales, regionales y estatales, "... en cuya necesidad todo el mundo está de acuerdo."97

    A todo esto y ante la realidad que supone el desequilibrio de la acción cultural del Estado, en el país, hay que establecer vías alternativas y creativas para que el estadio de desarrollo en que hoy estamos nos permita maniobrar, en el sentido de una descentralización oportuna y necesaria. Las experiencias de descentralización en el país han venido mayoritariamente por vía institucional, o como consecuencia de las políticas procedentes de organismos internacionales, quienes muchas veces han condicionado que los programas y proyectos financiados partan de una concepción descentralizadora por las instituciones públicas y privadas que han tenido la responsabilidad de su ejecución.

    Lo mismo hay que considerar respecto a la regionalización llevada a cabo por las instituciones de la sociedad civil, las que han alcanzado un impacto a nivel nacional y de las cuales se les reconoce una sobrada experiencias que no debe ser desestimada. Aquí podemos citar a las organizaciones religiosas, gremios sindicales, partidos políticos, ONG’s.98 Por otra parte, la división político-administrativa en el país es uno de los problemas cruciales a ser superados ya que la misma, responde más a una concepción politiquera y populista que a una necesidad de racionalizar y operativizar, a través de una planificación integral, el territorio nacional.

    Faustino Collado en su estudio, antes citado, caracteriza esta afirmación diciendo: "En el caso dominicano, la división territorial ha tenido una marca política distorsionante, por encima de las causas naturales y sociales; también ha sido motivada por la creencia de muchas comunidades de que, el solo hecho de ser elevadas de categorías bastará para que llegue al progreso, lo cual, en el fondo, representa una repulsa y un desencanto, respecto al centralismo histórico, incapaz de promover el bienestar general."99

    Para el caso cultural, la descentralización ha sido muy limitada como experiencia institucional de Estado; la experiencia más significativa fue la llevada a cabo por el régimen trujillista, con la creación de la Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos, la que realizó diversos programas de educación artística, como parte de sus planes de estudios. Este fue el caso de los llamados Liceos Musicales, y de algunas escuelas de Bellas Artes, que más tarde se instalaron en distintas provincias del interior. La reducción de la acción cultural a la educación formal y artística, limitó considerablemente el espacio de dicha acción.

    La experiencia más reciente de descentralización la constituye la creación del Centro de la Cultura de Santiago, a finales de la década de los setenta, el cual se hizo realidad, gracias a las gestiones de la sociedad civil cibaeña, especialmente de la lidereada por la Universidad Católica Madre y Maestra, y los esfuerzos realizados por sectores de la intelectualidad de aquella ciudad. Sin embargo, debido a que esta experiencia no formó parte de una estrategia global, por parte del sector cultural estatal, su capacidad de acción y desarrollo han quedado limitada ante el continuo crecimiento de la demanda cultural de la región cibaeña.

    La descentralización Cultural, desde la perspectiva que la vemos, debe seguir una fórmula que supere estas limitaciones, imponiéndose la tarea de fortalecer los espacios ya constituidos, creando otros que permitan el objetivo último de toda descentralización cultural.

    Para hacer viable estos propósitos es fundamental como primer paso, llevar a cabo un proceso de fortalecimiento e integración de los organismos e instituciones culturales del Estado. Esto amerita disponer de un diseño de intervención por parte del éste más horizontal, que permita niveles de cogestión comunitaria e institucional; y vaya a la par con las reformas que beneficien al sector cultural desde múltiples perspectivas, sean estas reformas políticas, sociales y/o financieras.

    Sin embargo, no puede haber desarrollo cultural si no se produce la democratización en la cultura. A sabiendas de que no existen fórmulas únicas para obtener este importante objetivo de desarrollo; la descentralización, en un contexto nacional, debe buscar alternativas que liberen lo institucional del burocratismo clientelista y de aquellos intereses que norman la centralización. El proceso de descentralización en la República Dominicana necesita operarse en diversos ámbitos en la sociedad dominicana, como en diversos tiempos.

    En el país existen reformas importantes pendientes, entre éstas, la reforma a la Constitución de la República, la cual sería una premisa y fuente para sustentar la descentralización en todos los ámbitos de la sociedad. Ahora bien, toda descentralización deberá estar sujeta a las necesidades y a las prioridades nacionales, y a las especificidades regionales, provinciales y municipales. En este sentido, la sociedad deberá reconocer la importancia de lo cultural, dentro del conjunto de acciones descentralizadoras; puesto que la descentralización cultural posee, como una de sus virtudes la de contribuir al afianzamiento del sistema democrático, reafirmando el sentido de identidad nacional.

    Todo lo anterior hace que las consideraciones y alternativas sobre la descentralización cultural, como parte de una problemática situada en torno a la democracia cultural, estén sustentadas por la base orgánica y estratégica que le aporta el movimiento de reforma y modernización del Estado. El reto para el sector cultural es iniciar este proceso, sin postergación alguna; definiendo procesos de implementación que lo hagan viables. En los cuales, tanto el gradualismo como la visión selectiva, propugnadas por algunos autores sobre la descentralización, son propuestas atendibles, y constituyen marcos referenciales para la puesta en ejecución.

    Lo que sí debemos tener claro es que la asimetría existente en la realidad cultural, que ha dificultado un proyecto democratizador en la cultura, tiene razones históricas que no pueden ser ignoradas; pudiendo perpetuar las desigualdades conocidas en la sociedad dominicana o coartar las posibilidades y potencialidades de una cultura de la diferencia.

    Néstor García Canclini ha sido certero cuando afirma: "Una política es democrática tanto por construir espacios para el reconocimiento y el desarrollo colectivo, como por suscitar las condiciones reflexivas, críticas, para que sea pensado lo que obstaculiza ese reconocimiento. Quizás el tema central de las políticas culturales sea hoy, cómo construir sociedades con proyectos democráticos compartidos por todos sin que igualen a todos, donde la disgregación se eleve a diversidad y las desigualdades`(entre clases, etnias o grupos) se reduzcan a diferencias."100