CAPÍTULO 3
REGION DISTRITO NACIONAL Y MONTE
PLATA
Análisis de
Relatorías
REGION
DISTRITO NACIONAL Y MONTE
PLATA

PERFIL CULTURAL DE LA CIUDAD DE
SANTO DOMINGO
Desde su fundación, la ciudad
de Santo Domingo ha sido una ciudad que ha concentrado el
protagonismo de los hechos políticos, económicos,
sociales y culturales más significativos de la parte Este de
la isla Española. Aquí veremos algunos de los aspectos
que condicionan la naturaleza de esta ciudad y el peso
específico que tienen en la formación social y cultural
de la República Dominicana.
II.
FUNDACIÓN.16
Santo Domingo de Guzmán fue
fundada en agosto de 1498, tres años después de la
creación de La Concepción de La Vega Real, primera
ciudad del Nuevo Mundo17. Santo Domingo fue establecida en
la orilla izquierda del río de "Aguas Profundas" o río
Ozama, denominado así por los pobladores nativos de la isla,
los taínos, donde hoy permanece, como mudo testigo de aquel
asentamiento, la hermosa ermita Del Rosario.
Su origen, tiene lugar al descubrir
los colonizadores un yacimiento minero en Haina. A esto le
siguió, rápida y progresivamente, el establecimiento de
ingenios para la producción de azúcar.
Originalmente fue llamada La Segunda
Isabela o La Nueva Isabela, en referencia a aquel primer asentamiento
en la costa norte, bautizado La Isabela, en honor a la soberana
Isabel la Católica. También ha recibido el sobrenombre
de Ciudad Primada de América y ulteriormente, Cuna de
América.18 Lo de Ciudad Primada refiere a
una serie de hechos y acontecimientos que se produjeron por primera
vez en la nuevas tierras descubiertas.
Su origen tiene viso romántico,
de un amor interracial del siglo XV, conforme la obra "Santo Domingo
Presente y Pasado", de Samuel Hazard, que dice que cuando los
españoles se establecieron al norte de la isla, en La Isabela,
Miguel Díaz, "apuñaleó en una riña a un
sirviente de Don Bartolomé Colón... huyó a los
bosques, llegando finalmente al sur de la isla, adentrándose
en los dominios de una princesa nativa, situado a orillas del
río Ozama. La princesa se enamoró de su invitado
español, y se dice, incluso, que finalmente se casaron. ...
Con el tiempo... advirtiendo su melancolía..., le propuso
atraer a sus camaradas a aquella región, hablándole,
como incentivo, del oro que se iba a hallar en las cercanías
del río Jaina... Bartolomé... recibió ordenes de
su hermano el Almirante de fundar una ciudad en la
localidad"19. El sitio escogido fue el farallón que
domina toda la margen izquierda del Ozama, y allí se
fundó la ciudad, el 4 de agosto de 149420, a la que
se dio en principio el nombre de Nueva Isabela, posteriormente
cambiado por el de Santo Domingo, en honor, según afirman
algunos escritores, al día en que se fundó la ciudad
(domingo), y según otros, al padre de Colón, que se
llamaba Domingo."
Continúa diciendo Hazard, que
dos años después en 1496, todos los habitantes de La
Isabela se trasladaron a la Nueva Isabela, la "que pronto
llegó a ser la capital de la isla." De acuerdo a Hazard,
Colón conoció la ciudad, en agosto de 1498, cuando la
visitó a su regreso de un viaje a España.
Su origen no sólo tiene el
aliento trágico de la conquista, sino que se pierde, a
consecuencia de la leyenda, la precisión histórica de
su fundación. De ahí que no sólo un Samuel
Hazard nos indica la fecha de 1494, sino que también lo hace
Saint-Mery y otros más, lo cual implicaría que la
ciudad de Santo Domingo fue fundada simultáneamente a la de La
Concepción de La Vega, siendo poco factible que así
sucediera. Otros autores plantean que la misma pudo efectuarse entre
1496 y 1497. Recientemente, autores contemporáneos dan por
hecho que la fundación se efectuó en agosto de 1498,
razón por la que en 1998 fueron conmemorados los 500
años de la fundación de la ciudad. Pero, pese a todas
las imprecisiones históricas sobre el origen de la ciudad,
todos los autores están de acuerdo en la fecha del traslado de
la ciudad, aunque no coincidan necesariamente en los
motivos.
II.1. TRASLADO DE LA
CIUDAD.
Con Ovando, en 1502, llegó, el
célebre huracán, que Colón pronosticó,
destruyendo la villa recién fundada. Este hecho junto a las
circunstancias comerciales y económicas adversas que planteaba
el dejar la ciudad en su asentamiento original, ubicado en la margen
izquierda del río, fueron algunas de las razones que motivaron
a Ovando a plantearse realizar el traslado. Pasa entonces, a la
orilla derecha del río Ozama, lo que le favorece en su
interacción con las restantes poblaciones de la isla, dado que
en su posición anterior había que cruzar el río.
Tenía esta nueva fundación como inconveniente el
suministro de agua, pues no existían buenas fuentes
próximas a estos terrenos, por lo que se hicieron los intentos
de traerla desde Haina.
La ciudad fue concebida sin muralla,
abierta; tan sólo con la defensa hacia el mar, teniendo como
eje estructural inicialmente dos puntos focales: el comercio con la
Casa de la Contratación o Reales Atarazanas, y la defensa con
la Fortaleza Ozama. El trazado original de la ciudad "constituye
parte integral del patrimonio cultural".21 " La
vieja ciudad, como todas las ciudades con ambiente histórico,
tiene una fisonomía peculiar, un alma propia." Y en su
historia cuenta con los primeros cronistas y poetas de
América, pudiendo dibujarse en sus muros " la imagen de Tirso
de Molina, en los días en que bajo nuestro cielo tropical
abría sus alas la radiante inspiración del sublime
mercedario". No sólo Tirso de Molina desplegó su arte
en esta ciudad hacia Europa y América, sino también
otros talentos le acompañaron, ya que " las primeras poetisas
de América: Sor Leonor de Ovando, monja del monasterio de
Regina y Doña Elvira de Mendoza", nacieron en Santo Domingo.
22
III. EXPANSIÓN DE LA
CIUDAD.
Para 1796, M.L. Moreau de Saint-Mery
señala que el al oeste el límite de la ciudad de Santo
Domingo, es Baní, al sur el Mar Caribe, al este el río
Ozama y al norte las montañas.23La ciudad colonial
de Santo Domingo transpira su origen español, a través
de sus muros y las cuadrículas de su conformación
urbana. "En el aspecto urbanístico y arquitectónico,
los españoles transformaron la sociedad taína en una
sociedad urbanizada siguiendo el modelo europeo. El trazado de la
ciudad de Santo Domingo, así como el estilo que
predominó en las construcciones civiles, recuerda el ambiente
de las ciudades andaluzas. Los constructores de la ciudad del Ozama
parecen haber querido reproducir, como en un escenario, el ambiente
sevillano de paredes blancas, faroles en las fachadas y ventanas
enrejadas, mientras que el interior de las viviendas constituye un
ejemplo de la versión andaluza de la casa romana con su patio
y corral y su "martillo". 24
Hasta finales del s. XIX la ciudad no
había traspasado la muralla, lo que podemos constatar en "el
plano de la ciudad de Santo Domingo, del año 1882, realizado
por el Ing. H. Thomasset. Está claro en este documento que
aún la ciudad no había desbordado los límites
amurallados. Sin embargo, en el espléndido plano de Casimiro
de Moya, del año 1900, el complejo urbano de la capital
dominicana se ha integrado plenamente a la Villa de San Carlos".
25
Entre las numerosas referencias a la
Villa de San Carlos, nos llama la atención la mención
que hace en sus memorias militares Luis Muñoz: " En el
exterior, al frente de la plaza hacia el baluarte de la
Concepción, se halla un pueblo nombrado San Carlos,
perjudicial como es claro a la defensa, y si se quiere, contrario
también a la economía de las poblaciones; porque
primero estas gentes se ocupan en el regateo de lo que viene a la
ciudad, en perjuicio de ésta y con abandono de la agricultura,
su primitivo fin con que se estableció a mayor distancia e
interinamente. Porque dentro de la ciudad hai suficiente terreno, si
estas gentes no se han de dedicar a la agricultura."
26
San Carlos, poblada mayormente por
canarios, se caracterizó, hasta su rompimiento barrial con la
transformación urbana de los años setenta y ochenta,
por una preconizada clase media de profesionales, comerciantes y
conocedores de oficios, tales como: albañiles, ebanistas y
herreros. Su papel en la configuración cultural de Santo
Domingo es destacado, teniendo especial arraigo tradiciones como han
sido las comparsas San Carleñas para el Carnaval y los
maestros careteros, que han habitado este sector y que lideraron la
animación cultural del mismo. Entre los múltiples
personajes que poblaron San Carlos, podemos destacar a Doña
Olimpia, quien, por más de 50 años, celebró,
cada enero, la novena y la velación en honor a la Virgen de La
Altagracia, reuniendo, en torno a esta tradición, numerosas
personas que acudían de toda la ciudad e incluso del interior
país.
En 1719, esclavos libertos, de
orígen mina, fundaron el poblado de San Lorenzo de Los Minas,
donde se cosechaban muchos de los frutos menores que se
consumían en la capital. 27 En la gran
expansión urbana, iniciada en la década de los sesenta,
el sector de Los Minas alcanza una gran explosión
demográfica, estimulada por las mejoras habitacionales y
urbanísticas de las que fue objeto la ciudad de Santo Domingo,
así como por el fomento industrial que se dio en los
años setenta, como política de desarrollo.
En 1888, Villa Mella es establecida
como común. Este poblado se denominaba, anteriormente Sabana
Grande,28 poblado originalmente y de manera mayoritaria
por negros se ha caracterizado por ser una población de
arraigadas tradiciones de origen africano, siendo éste el
único lugar de República Dominicana en donde se puede
localizar la "cultura congo y la instrumentación musical que
le caracteriza. Sus músicos y tocadores de palos
o congos, tienen un amplio reconocimiento en
todo el país, pudiendo encontrarseles en los principales
puntos de peregrinación haciendo lo que podríamos
llamar el ‘círculo de peregrinación de las
cofradías dominicanas’, ya sea como simples
peregrinos en cumplimiento de su promesa y/o de su deber como cofrade
o como músico tocador de palos.
Entre las muchas tradiciones de Villa
Mella, en el orden religioso, podemos señalar el culto a la
Virgen de los Dolores, por el grupo familiar de ‘los Morenos
de Villa Mella’, celebración que concita enorme
devoción e interés de toda la población de la
ciudad y del país. Asimismo, podemos destacar el culto a la
Virgen del Amparo, y a la Virgen de la Altagracia. Pero uno de los
rasgos más populares del poblado de Villa Mella es su
tradición culinaria, con los ya típicos chicharrones de
cerdo, los tostones y las frituras en general.
En el Siglo XX, la ciudad inicia una
expansión que alcanzaría su cúspide a partir de
la década de 1960-1990. En este viaje, fuera de la ciudad
intramuros, tenemos la formación de barriadas que marcaron con
su red urbana y de vecindad, la historia y el quehacer cultural de
varias generaciones.
Hasta inicios del siglo XX, las
vías de comunicación, fuera de los muros de la ciudad,
eran caminos, que fueron generando líneas de
penetración y un esquema vial claramente perceptible, de donde
surge la Avenida Bolívar, que con anterioridad se llamaba el
Camino de Santa Ana. Estaba entre esas vías, el camino de
Galindo, por donde se incorporan las áreas altas de Villa
Francisca 29, y escenario del triste relato,
Las Vírgenes de Galindo, de César Nicolás
Penson.
La modernidad de la ciudad la marcan
"las edificaciones que se han levantado extramuros. La forman los
siguientes sectores: el de Gazcue, que se extiende hacia el oeste,
entre la Avenida Independencia, y la Avenida México; el de
Ciudad Nueva, que se inicia alrededor del viejo cementerio y se
extiende hacia el norte sobre una vasta colina; el de Villa
Francisca, barrio pintoresco y cosmopolita, situado también
sobre una prominencia que se extiende desde el antiguo camino de los
Hacendados ( hoy Villa Mella), hasta la Avenida Braulio Alvarez; el
de Galindo, barrio de la clase obrera, situado al norte de las
alturas de San Miguel y Santa Bárbara; y el de Villa Duarte,
construido sobre la margen oriental del río Ozama, en el
área que ocupó la ciudad, antes de que Nicolás
de Ovando la trasladara al sitio en que hoy se encuentra."
30
Uno de los sectores más
destacados de la ciudad es el hermoso Gazcue, configurado a partir
del lindero oeste de la muralla de la ciudad. Con profusión de
árboles de caoba y roble, esta barriada albergó el
grupo de mayor poder social y económico de la capital, la que
en su momento incluyó la misma casa de gobierno, con la
construcción del Palacio Nacional, durante la tiranía
de Rafael L. Trujillo.
En esa nueva trama urbana que se teje
alrededor de la originaria ciudad amurallada, tenemos la
creación de Villa Francisca, la que "fue una
urbanización pensada para gente pobre. Para una clase media
baja en ascenso, pero que además presentaba una
heterogénea población afincada en los bordes de la
misma. En 1930, Villa Francisca es destruida por San Zenón y
luego es erigida más moderna.
31
Hacia 1953 se crea la Oficina
Reguladora del Crecimiento de Ciudad Trujillo; en esta etapa inicial
se efectuaron importantes realizaciones, definiéndose entonces
los ensanches de Los Minas y Luperón. Ya con anterioridad se
habían trazado los barrios de María Auxiliadora, el
Barrio Obrero y el Ensanche Ozama. 32
Luego de la revolución de 1965
se inicia un rápido e intenso programa de construcción
en la ciudad , respondiendo a una política de modelamiento del
perfil urbano de la ciudad capital, del gobierno que presidiera el
Dr. Joaquín Balaguer, artífice de la fisonomía
contemporánea de la ciudad. Fueron realizadas en tiempos
récords barriadas enteras en extensas áreas.
Este programa de construcción de viviendas y opciones viales
duró una década, otorgándole a la ciudad de
Santo Domingo un perfil urbano nuevo y una extensión de
terreno construido, inusitado; con un ritmo de repoblación
constante a través del fenómeno de migración
interna.
IV. CRECIMIENTO Y
POBLACIÓN.
La ciudad de Santo Domingo está
fuertemente marcada por procesos migratorios internos y externos. Es
la sede del gobierno, y dada la constante de múltiples medidas
tendentes a la concentración de los recursos técnicos,
económicos y humanos, existe un fuerte movimiento migratorio
de todas las regiones del país hacia Santo Domingo.
El crecimiento se da de forma
espontánea, en cuanto a la configuración urbana,
creando serios problemas de servicios y en desmedro total de la
calidad de vida, la que está marcada por un índice de
extrema pobreza. Este crecimiento desmedido y espontáneo
genera formas culturales que les son particulares.
A partir de los años 80, la
expansión de la ciudad se hace más lenta que en el
período 1960-1980. La expansión mayor se da hacia el
oeste, " acelerando así la conurbación con los
Bajos de Haina, Zona Industrial Portuaria en desarrollo, y con la
ciudad de San Cristóbal".35
En 1966, ONAPLAN delimitó tres
regiones para la implementación de planes y estrategias de
planificación en el país: Cibao, Sureste y Suroeste.
Cada región es una unidad económico-social, organizada
alrededor de un centro. El eje regional para el Cibao es Santiago,
para el Sureste es Santo Domingo, y para el Suroeste es San Juan de
la Maguana. Sin embargo, en Santo Domingo, el proceso de
centralización se ha gestado desde la colonia, por lo que
"Santo Domingo, como centro organizador del territorio, desde su
origen, cuenta con interrelaciones estrechas y con ventajas
definidas, en cuanto a la hegemonía que ejerce sobre las
áreas de expansión, dirigiendo el desarrollo de las
mismas y reforzando sus comunicaciones fundamentales con esas
áreas. Esto ha permitido que el movimiento de intercambio
entre las distintas regiones de nuestro país sean controladas
por Santo Domingo, y la lleve a funcionar como intermediaria de esas
relaciones; teniendo un poder de negociación muy superior al
de estas áreas periféricas. Las relaciones creadas
y mantenidas nos llevan a la situación que encontramos hoy
día: tres regiones que mantienen grados de desarrollo muy
diferentes entre sí y que por el momento le dan
carácter a un desarrollo altamente concentrado en la capital
de la República."36
A partir de los años setenta se
inicia un proceso de desarrollo industrial con la promulgación
de la ley 299, del 23 de abril de 1968. Hecho que provoca que el 80%
de la industria se concentre en Santo Domingo.37 Esta
política de fomento industrial, implementada junto a la de
desarrollo turístico, llamada ésta última la
industria sin chimenea, fue puesta en práctica
conjuntamente con la política de construcción y el
nuevo delineamiento del perfil urbano que conllevaba, en sí
mismo, una expansión y extensión de la ciudad, como ya
hemos visto. Esta política trajo como consecuencia el
éxodo sostenido y progresivo del campo a la ciudad
capital.
En los años ochenta, la
política seguida fue el implemento de zonas francas lo que
reubicó las poblaciones rurales y suburbanas del interior del
país en torno a sus centros urbanos. En los años
noventa, el establecimiento de una política basamentada en una
economía de servicio, ha replanteado las prioridades en cuanto
a las ofertas y demandas de recursos humanos. La consecuencia
inmediata de la implementación de estas nuevas
políticas que apuntan al desarrollo económico y social
del país, en las últimas dos décadas, es la
migración masiva al extranjero de la población urbana y
rural, que se ha visto sumergida en la llamada cultura de la
pobreza.
En su estudio sobre la
problemática urbana de la ciudad capital, Jorge Cela realiza
unas aproximaciones analíticas del fenómeno, que nos
otorgan visiones muy claras del mismo. En ese sentido, nos dice que:
"El crecimiento de la ciudad de Santo Domingo ha producido un aumento
cuantitativo de la pobreza... Esa condición genera una
visión del mundo, unos valores y estructuras de
relación y unos hábitos de comportamiento para la
búsqueda de la sobrevivencia en la ciudad, que podemos llamar
cultura de la pobreza urbana; como cultura consiste en una
adaptación, más o menos exitosa, al medio que la rodea,
que tiende a autoproducirse, reproduciendo la condición que
genera". 38
El crecimiento demográfico y
urbano de la ciudad refuerza la hegemonía de Santo Domingo, al
mismo tiempo que el crecimiento expansivo sostenido de la ciudad
fortifica las medidas de centralización y
capitalización de recursos dentro de una ciudad, que se escapa
a toda posibilidad de administración sana y real. " Ha sido
notoria la falta de institucionalidad en la administración de
la ciudad, los amplios conflictos interinstitucionales y la falta
acuciante de participación de la ciudadanía en la
solución de los problemas" 39La
identificación de la ciudad de Santo Domingo como si fuera
toda la nación dominicana obedece a muchas de las razones ya
señaladas, a través de los diversos autores que desde
el s. XVIII han venido tratando sobre la ciudad y la historia de esta
isla. Una de las razones que entendemos fortalece esta
identificación es, además de la concentración de
recursos, el aislamiento con el resto del país, en gran medida
por la falta de vías de comunicación adecuadas. H.
Hoetink, en su ya célebre obra, El Pueblo Dominicano, nos
narra la espectacular aventura que se constituía el accesar a
los caminos para trasladarse de un poblado a otro.
Esta situación de
incomunicación y aislamiento histórico de las
provincias, respecto al resto del país, dificultó el
desarrollo de las diversas comunidades, lo cual continuará a
corto y mediano plazo marcando la diferencia de Santo Domingo, como
centro hegemónico y mediatizador del desarrollo del
país.
VI. INSTITUCIONALIZACIÓN DE
LO CULTURAL.
La historia del país, con su
pobreza, el olvido y abandono durante el período colonial, las
posteriores batallas y vicisitudes políticas internas y las
continuas invasiones haitianas a lo largo del siglo pasado, hacen
particularmente vulnerable a la sociedad dominicana,
enajenándola de los procesos de
institucionalización.
Dice Joaquín Balaguer, en su
obra La Ciudad Romántica, que "En una sociedad que vive
amenazada por las invasiones del vecino del Oeste, intervenida
militarmente por una potencia colonial, divida por continuas guerras
civiles, no es posible que surja o madure una cultura distinta de lo
que podríamos llamar ‘Cultura de
subsistencia’."45 Esa misma cultura de
la subsistencia es también una cultura de la
dominación, creada por los círculos de poder, tanto
nacionales como extranjeros. 46
Esta cultura de la subsistencia es en
sí misma una cultura de la pobreza, produciendo un
debilitamiento en lo institucional. "La vida tiene muy débil
experiencia institucional, lo que repercute en ausencia de
planificación y percepción de una temporalidad
estática, con débil memoria histórica y
proyecto, que busca la evasión de una intensidad de la fiesta
y el énfasis en la oportunidad como azar. Los nexos solidarios
son intensos aunque coyunturales". 47
Con esta desarticulación de los
procesos de estructuración social y cultural se crea un culto
a la persona de quien en su investidura de poder, socialmente
reconocido, llevará el peso de la conducción del grupo
y el destino social del mismo. A este respecto, señala el
general Gregorio Luperón, figura cimera de la guerra
restauradora, que "el dominicano con su carácter festivo es un
gran improvisador de héroes". Y a la vez que crea estos pseudo
héroes, podríamos agregarle, le entrega a muchos de
ellos el poder de mando que les convierte en caudillos.
Este héroe al realizar un uso
viciado del poder, puede convertirse en un elemento desarticulador de
la sociedad, extremadamente condicionante de valores culturales;
imposibilitando todo proceso de
institucionalización.
En el caso del Santo Domingo es
durante el mandato del tirano, Rafael Leonidas Trujillo, cuando se
consolida el proceso de institucionalización de lo cultural en
el estado moderno. Hecho que obedeció a las necesidades de
desarrollo de la sociedad dominicana y como formula de control de la
sociedad de parte del regímen trujillista.
Durante la segunda y tercera
década de la tiranía de Rafael Trujillo Molína,
surgen importantes instituciones culturales y artísticas. En
este período son creadas; la Escuela de Bellas Artes, la
Orquesta Sinfónica Nacional, el Conservatorio Nacional de
Música, el Instituto de Antropología de la Universidad
de Santo Domingo, la Radio y Televisión Dominicana, siendo
nuestro país el segundo en América Latina en tener un
sistema de televisión, lo cual era la novedad
tecnológica de la década de los 50’.
En el período que hemos venido
describiendo a causa de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra
Civil Española, llegan al país grupos de inmigrantes
judíos-alemanes, húngaros, austríacos,
españoles y japoneses.
A partir de 1939 se inicia el
éxodo de refugiados españoles, muchos para radicarse en
el país y otros con destino a México. Pronto el
número alcanzó los 4,000 a 5,000 refugiados; la
mayoría de los inmigrantes que llegaron, con los primeros
grupos, eran intelectuales, académicos o artistas. Y pronto
comenzaron, con las dificultades propias de su situación, a
trabajar en las áreas de su saber. Julio Ortega Frier, a la
sazón rector de la Universidad de Santo Domingo, empleó
a un número importante de ellos, creando la Facultad de
Filosofía y la Biblioteca de esa Alta Casa de Estudios, la que
fungió en su momento como biblioteca nacional, y reforzando
académicamente diversas facultades de la Universidad; en 1942
se crea la Escuela Nacional de Bellas Artes, y entre 1942 y 1944 se
fueron creando otras instituciones y eventos culturales importantes
de la cultura, muchos de ellos de carácter nacional. Entre los
que destacan la Feria del Libro, la Bienal de Artes Plásticas,
la Orquesta Sinfónica, el Instituto Escuela, entre otros
centros de estudio de gran prestigio.
La acogida dada por Trujillo a los
emigrantes extranjeros resulta en la practica una forma de
política de estado a favor de la inmigración selectiva
de extranjeros. Esto permitió que muchos de éllos se
establecieran en la ciudad capital, los más jóvenes
ocuparon como comerciantes los locales de la calle El Conde,
principal arteria comercial de la ciudad hasta la década de
los setenta. Otros se radicaron en Constanza, junto a inmigrantes
japoneses, también atraídos por Trujillo; otros, en
Dajabón; y un grupo de ellos, en San Juan de la Maguana y
Baoba del Piñal.
El perfil de la ciudad de Santo
Domingo varió con el bullir de estos inmigrantes, establecidos
en la República Dominicana a consecuencia de la derrota de los
republicanos en la guerra civil española; los cuales dieron un
nuevo hálito a las academias existentes, creando otras nuevas,
y trayendo un aporte al comercio, al arte, a la agricultura, a la
educación; en fin, su impronta selló todas las
áreas del quehacer nacional. Es significativo el aporte hecho
por éstos al desarrollo de las ideas democráticas, las
cuales contrastaban con el anacronismo encarnado por el
régimen trujillista. La gran mayoría se
estableció en la ciudad de Santo Domingo, a excepción
de aquéllos que se dedicaron a la faena agrícola,
haciendo de Constanza y de San Juan de la Maguana valles que
permanecen aún hoy como ejemplos y ejes de producción
agrícola en el país.
Tras la muerte del dictador se
producen acontecimientos que generan una enorme inestabilidad. Nos
encontramos por un lado con las demandas de reinvindicaciones
sociales, políticas y económicas, presentadas por los
sectores populares, las cuales habían sido reprimidas durante
más de tres décadas; y por otro, con la incapacidad de
los sectores gobernantes de dar respuestas a estas demandas, y
construir un proyecto nacional que superara el modelo de
dominación de la tiranía.
El movimiento democrático,
popular y contestatario, que se genera en los primeros años de
la década de los sesenta, permite recuperar el discurso social
levantado por intelectuales de la talla de Juan Bosch y Juan Isidro
Jiménez Grullón, etc. Así como de diversos
movimientos artísticos con una marcada vocación social
que levantaron escenarios durante ese período. La experiencia
de la guerra civil y de una segunda invasión extranjera, en
abril de 1965, contribuyeron a elevar la conciencia nacionalista y el
compromiso social de la intelectualidad.
Con la llegada de los setenta, se
profundiza el movimiento contestatario de fuerte presencia popular,
que asume la cultura como una forma de la acción
política, produciéndose un gran movimiento cultural,
donde los clubes jugaron un papel importante en organización y
animación cultural.
Durante este periodo la
política cultural ejecutada por el estado generó una de
las más importantes infraestructuras del área del
Caribe. En este gobierno se consolidó una clase media, que de
una u otra forma sirvió de base al desarrollo intelectual y
profesional, que junto al crecimiento urbano y al proceso de ascenso
social de sectores de la población, conformaron nuevos
patrones culturales.
Para los períodos de gobierno
del PRD se generó un proceso político con un gran
componente populista, manifiesto en las prácticas culturales.
La movilización popular se evidenció a través de
los carnavales y festivales y en el acceso a salas y recintos
culturales, antes negadas para estos sectores. En los
años 80’, se consolida la producción de la Bienal
de las Artes Plásticas, siendo éste el máximo
galardón que otorga el Estado a los artistas dominicanos. En
este período surgieron nuevos valores de la plástica y
se consolidó el mercado del arte.
A pesar de los intentos de algunos
intelectuales del partido en el poder por constituir el Instituto de
Cultura, estamento que unificaría y establecería las
líneas de la política cultural del estado, éste
no pudo materializarse, frustrando grandemente las expectativas
políticas del sector cultural y esfumándose sus
ilusiones, sin grandes aportes de cambios estructurales.
Con la salida del PRD, producto de la
crisis económica y de gobernabilidad generados durante
aquellos años, regresa el Dr. Joaquín Balaguer,
restableciendo su política anterior, con algunos matices
diferenciadores. En los siguientes 10 años sólo se
extendería la política patrimonial Balaguerista a la
provincia de Santiago, realizando el Teatro Regional del Cibao y la
restauración y ampliación de Plaza de la Cultura de
Santiago Apóstol y terminado el ambicioso proyecto del Faro a
Colón, que constituyó el eje central de su
política cultural, dirigida a contribuir con la
conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de
América.
La década de los noventa
constituye un período de transición influido por los
acontecimientos que se producen en el contexto internacional,
desencadenando procesos a nivel interno que traerán como
consecuencia la transformación de las esferas política,
económica y judicial y una acentuación del proceso de
institucionalización generado durante el presente siglo; lo
que ha creado las bases para el inicio de la modernización y
reforma del Estado dominicano.
Asistimos al impacto generado por los
avances de la tecnología informática, la cibercultura y
todos los procesos vinculados a ésta; los aires de
globalización e integración económica,
política y cultural, las influencias de las corrientes
postmodernas, la consolidación de los patrones y pautas de las
sociedades de consumo, sin embargo, estamos en presencia de un
aumento de la delincuencia y la marginalidad que contrasta con los
altos niveles de crecimiento económico. Nos encontramos con la
ciudad de Santo Domingo entrando a un nuevo siglo, con todos los
componentes propios de una gran ciudad, con todos sus problemas y sus
atractivos.
PERFIL CULTURAL DE LA
PROVINCIA MONTE PLATA
Monte Plata es fundada como
consecuencia de las devastaciones de 1606. Su emplazamiento se
efectúa a 45 Km. al noreste de Santo Domingo. Reúne en
sí las poblaciones de Monte Cristi y Puerto Plata, que se
funden en una sola, dando lugar a Monte Plata, por orden de Felipe
III. Igual suerte corren Bayajá y la Yaguana o Santa
María del Puerto, cuya destrucción dio lugar a la
fundación de Bayaguana. Esta última población es
parte de la provincia de Monte Plata junto a otros municipios de
amplio reconocimiento en el país, como son: Yamasá y
Sabana Grande de Boyá.
En su devenir histórico, Monte
Plata pasa de ser el territorio elegido para la reserva
indígena de la isla, un territorio de fusión de
poblaciones desarraigadas, producto de las referidas devastaciones,
constituyéndose, finalmente en este siglo, en 1983, en
provincia.
Sabana Grande de Boyá es un
asentamiento que se forma con el último reducto de
indígenas libres, con mucha anterioridad al proceso de las
devastaciones. La fecha de fundación de este asentamiento
indígena no ha sido precisada por los historiadores, indicando
algunos el 1533 y otros el 1553. Señala el historiador
Rodríguez Demorizi que "Boyá fue fundada en 1533, al
ajustarse el tratado de Barrionuevo, en virtud del cual le fue cedida
esa región a Enriquillo y a los indios procedentes de
Bahoruco, y a los demás que en esa fecha subsistían en
la colonia, para que vivieran dentro de ella ajustados a sus
costumbres y credos".50
Este poblado de Sabana Grande de
Boyá tiene uno de los ejemplos más simples y hermosos
de arquitectura religiosa colonial, conjuntamente con la ermita de La
Altagracia en Higüey, se trata de la iglesia de Nuestra
Señora de Aguas Santas de Boyá. "Es realmente notable
por su belleza y solidez el templo de piedra en que se cree reposan
los restos del noble cacique Enriquillo y los de su esposa
Mencía.51
La población de Monte Plata de
acuerdo a lo planteado por Rodríguez Demorizi, en tiempos de
la colonia española y francesa, fue una población
blanca, por no necesitar un excedente de mano de obra esclava.
Tendríamos que añadir la importancia de la
población india, confinada a Sabana Grande de
Boyá.
La demarcación política
geográfica de Monte Plata se ha visto marcada por el
viso de "tierra de nadie", se le ha señalado durante cuatro
siglos; no sólo por las características de su origen,
sino porque también "la provincia cuenta con una
situación geográfica singular: no tiene ningún
nombre regional, pues no es ni Cibao, ni Sur ni Este ni Oeste; aunque
sus límites son Los Haitises, por el norte, que la separa de
las provincias Duarte, Sánchez Ramírez, Samaná y
Hato Mayor; .......; al sur con Santo Domingo, San Pedro de
Macorís, San Cristóbal, Monseñor Nouel y
Sánchez Ramírez." 52
Finalizando el s. XIX no
existían en Monte Plata, contrario a otras provincias como
Santo Domingo, La Vega, Azua, Baní, San Juan, San Francisco de
Macorís, edificaciones, propiedad del Estado; salvo en
Bayaguana que existía "un bohío construido en madera y
cubierto de yaguas, con 17 varas de largo y 8 _ de ancho, el cual
está ocupado por la comandancia de Armas, cuartel y
cárcel pública"53, lo cual indica el estado
de desatención de la provincia que tenía en la ermita
de Aguas Santas de Boyá su edificación más
importante.
Indica Rodríguez Demorizi, que
la advocación de esta provincia es San Antonio de Monte
Plata.54 Sin embargo, la provincia cuenta con varias
advocaciones o devociones, que celebra con fervor, siendo la de mayor
importancia y cobertura la del Santo Cristo de los
Milagros.
De acuerdo a lo ratificado por el
informe de bienes culturales de la provincia y a la
publicación de Edgar Reyes Tejada, en Monte Plata se
celebran la patronales de:
- La Virgen de La Altagracia, 11-21
de enero
- San Antonio de Padua, 4-13 de
junio
- San Juan Bautista, 15-24 de junio
en el poblado de Don Juan
- Nuestra Señora de Aguasanta
de Boyá, 6-16 de agosto
- Santa Lucía, 4-13 de
diciembre, en el Cacique
- El Santo Cristo de los Milagros de
Bayaguana, 28 de diciembre
- La Virgen de Lourdes, 1-11 de
febrero en Comatillo
- La Virgen de las Mercedes, 15-24
de septiembre en la comunidad de Gonzalo
- Nuestra Señora de la
Candelaria, 20 de enero-2 de febrero, en Sabana Grande de
Boyá.
La devoción al Cristo de
Bayaguana es un culto que se remonta al origen mismo de la ciudad, en
el período de las devastaciones. Cuenta la leyenda que la
imagen en madera del Cristo crucificado fue encontrado por una joven
al norte de la isla y llevada a su actual localización con las
migraciones que provocaron las devastaciones al formarse Bayaguana.
El día principal de celebración es el 28 de diciembre,
además del 1 de enero; algunos aspectos de la
celebración inician en Semana Santa, y pueden realizarse
celebraciones los viernes 1ro. de cada mes.
En torno al culto del Santo Cristo de
los Milagros existe la hermandad de los Comisarios, bajo la
Cofradía del Santo Cristo de Bayaguana, la cual se identifica
por una banderola blanca que lleva inscrito el nombre del Cristo y la
imagen del mismo. Esta bandera deberá ser portada por cada
peregrino, durante su peregrinación, con miras a ser
identificado prontamente. Dicha hermandad realiza recolectas de
dinero que dona luego a las autoridades eclesiásticas de la
región. Este es un caso único de esta región, ya
que en otras regiones del país los peregrinos no portan
banderas que los identifiquen y solo realizan una colecta, con el fin
de hacer una Hora Santa en honor al santo de su
devoción al retornar a su hogar.
Esta hermandad de Bayaguana
está unida a Higüey por el culto a La Altagracia, y por
el sistema de colecta de los comisarios cofrades. Esta colecta no es
sólo de dinero, sino que incluye ganado taurino, el que es
vendido para engrosar la recaudación que se ha de entregar a
la Iglesia Católica.
Otra característica cultural
importante de Monte Plata está vinculada a la comunidad de
Yamasá, que inició un proyecto de Cooperación
con el antiguo Instituto Cultural Iberoamericano (ICI), para el
desarrollo de un centro e formación artesanal, regido en la
actualidad por la Dirección General de Desarrollo Comunitario.
Este centro produjo una corriente de artesanos alfareros, que
inspirados en el arte taíno, y junto a la artesanía del
mismo género de La Caleta, constituye uno de los ejemplos
más acabados de producción artesanal del país,
capaz de cumplir con las exigencias del mercado turístico y el
mercado internacional.
REFLEXIONES PREVIAS PARA LA
DEFINICIÓN DE LAS POLÍTICAS CULTURALES EN EL DISTRITO
NACIONAL
Si bien resultó conveniente, en
términos operativos y logístico, constituir una
región con las provincias del Distrito Nacional y Monte Plata
para efectuar los Encuentros y Muestras Culturales, no resulta lo
mismo para su análisis. Las grandes diferencias que guardan
dichas provincias precisa que las separemos, dadas sus
características socioeconómicas y culturales. La
condición urbana de la ciudad de Santo Domingo, como capital
de la República Dominicana, contrasta enormemente con la
predominancia rural de la provincia de Monte Plata.
De manera que por razones
metodológicas y epistemológicas se hace imprescindible
el abordamiento por separado de ambas provincias. Aun cuando los
Encuentros y Muestras Culturales hayan sido efectuados conjuntamente,
intentaremos establecer la distinción a partir del trabajo que
hicieran los Comités Provinciales, en las Jornadas de
Reflexión, efectuadas en cada provincia.
El Distrito Nacional ha sido dividido
-para fines del presente trabajo- por el Consejo Presidencial de
Cultura, en cinco zonas de coordinación. Esta misma
zonificación sirvió de base para llevar a cabo las
Jornadas de reflexión, las cuales se realizaron durante todo
el mes de noviembre de 1997 y sirvieron de preparación a los
informes que se presentarían en el Encuentro del Distrito, a
partir del 16 de enero de 1998, en la ciudad de Santo
Domingo.
- Cultura e Identidad en las
Jornadas de Reflexión del Distrito Nacional
Aspectos
Considerados:
- Se advierte en la identidad
cultural dominicana niveles de deterioro, considerandose que el
Estado Dominicano y sus diferentes administraciones, son
responsables de no articular respuestas efectivas para fortalecer
los procesos de identidad cultural en la población
dominicana.
- Como consecuencia de las
"precarias condiciones de existencia" en que vive gran parte de la
población, los dominicanos han optado por solucionar los
problemas de manera individual y no colectiva, quedando
subordinados los problemas culturales.
- La definición de una
política cultural resulta fundamental en tiempos de
Globalización para asegurar la preservación y
exaltación de nuestros valores culturales y de la
identidad cultural.
- Se considera necesario el
diseño de un programa de promoción de la identidad
cultural a escala nacional, en el que los medios de
comunicación y las instituciones barriales y de base
jueguen un papel importante.
- Se considera oportuno establecer
un programa que fortalezca los valores culturales
dominicanos.
- La ejecución de una
política sobre la identidad cultural deberá abarcar
al sistema educativo su totalidad, incluir las escuelas y los
colegios, para fortalecer la conducta social y preservar nuestro
idioma.
- Que las fiestas populares y
patronales no sean organizadas por las casas licoreras, sino por
la propia comunidad, posibilitando una sana promoción de
nuestros valores y tradiciones.
- Los sectores capitalinos
consideran que el Estado Dominicano no ha tenido una
política cultural definida.
- Es importante establecer las
prioridades y necesidades de la población, cubriendo las
demandas barriales más urgentes, para luego poner
atención a los problemas culturales.
- Establecer las condiciones para
que la comunidad tenga posibilidad de participar en las tomas de
decisiones, en los procesos culturales.
- Creación de centros de
formación y capacitación cultural en diferentes
puntos y que promuevan las actividades artísticas y
culturales.
- Fortalecimiento de los grupos y
entidades culturales populares, facilitando equipos, instrumentos
y otros requerimientos del trabajo cultural, en la ciudad de Santo
Domingo.
- Desarrollo cultural y calidad
de vida
- Los Problemas económicos y
sociales de la población son prioritarios; sin embargo, se
considera que los problemas culturales no pueden ser resueltos de
manera separada de los culturales.
- La cultura es todo lo que produce
una colectividad; este todo abarca los objetos, los instrumentos y
medios de producción, las ideas, las creencias, las normas
de comportamiento, aptitudes, etc. Por tanto, el proceso de cambio
tiene que ser global e integrador.
- La lucha por la
alimentación debe estar acompañada por el derecho a
la educación, la diversión sana, el disfrute de los
bienes (materiales o espirituales) producidos por la nación
dominicana.
- Democracia cultural y
democratización de la cultura
- La democracia se funda en la
libertad y es fundamento de los procesos de igualdad en la
sociedad; la cultura es una de sus formas.
- Se plantea que los medios de
comunicación deban permitir que el pueblo y sus
manifestaciones culturales tengan el mismo acceso a la cultura, la
cual representa a las grandes mayorías.
- Fomento de las casas de cultura y
centros culturales de animación artística, que
posibiliten el acceso de toda la población.
ANALISIS SOBRE LAS JORNADAS DE
REFLEXION
El conjunto de consideraciones hechas
durante las Jornadas de Reflexión resultaron significativas -y
permitieron centrar la discusión sobre aspectos de la realidad
cultural dominicana- desde una perspectiva teórica y
conceptual. Existían naturalmente desniveles conceptuales
entre los participantes; sin embargo, el proceso dio sus frutos, en
la medida en que las conclusiones de aquellas jornadas unificaron
criterios y nivelaron estas diferencias.
Este proceso de movilización
cultural y participación de los agentes y activistas
culturales, en la ciudad de Santo Domingo, demuestra una vez
más el compromiso que las instituciones populares y barriales
han mantenido por la cultura. Esta actitud responsable, asumida
históricamente, ha permitido la difusión cultural entre
los sectores populares, reforzando de este modo una práctica y
un contenido de la identidad cultural, hecha manifiesta en las
diversas expresiones y valores promovidos.
El cuestionamiento al Estado
dominicano por la ausencia de políticas que detengan el
proceso de deterioro de los valores culturales y de identidad,
está más que justificado, pues el Estado dominicano no
ha creado suficientes espacios de concertación social entre
los diferentes sectores, imposibilitando de esta manera superar las
conductas y prácticas autoritarias en la República
Dominicana.55
Las permanentes contradicciones han
impedido el surgimiento de un proyecto nacional que incluya la
cultura como eje fundamental del desarrollo. Si bien lo cultural como
estructura social, ha sido un catalizador de los procesos sociales en
la República Dominicana, opera sin embargo de modo
desarticulado con respecto a los procesos de cambio y reforma social,
dirigidos desde el Estado.
Cabe señalar que el Estado
dominicano, en los momentos en que ha posibilitado una
mediación cultural, ha ensayado formas de
instrumentalismo que no obedecen al interés general de la
nación, como por ejemplo aconteció durante los 30
años del régimen de Rafael L. Trujillo; en el que lo
nacional se distorcionaba a través de formas
chauvinistas.
La debilidad institucional del Estado
dominicano ha contribuido en mucho a esta situación;
expresándose en un desentendimiento de la cultura, provocando
el deterioro de la autoestima del dominicano y de su identidad;
aspectos determinantes que conservan y dan vitalidad a las
"energías nacionales." Por esta razón, en la jornada de
reflexión, surgieron propuestas válidas para elaborar
un programa de promoción de la identidad cultural a escala
nacional. Proponiéndose además, la utilización
de los medios de comunicación para la realización de
dichos programas, en razón del gran desarrollo experimentados
por estos medios en relación con otros países del
área.
Por otro lado resulta esencial que el
referido programa contemple la preservación de nuestra lengua.
El español dominicano posee características
únicas y es la vía en que descansa el conocimiento y la
memoria histórica del ser dominicano. Por cuanto existe la
necesidad de preservar el patrimonio lingüístico, que
incluye: usos idiomáticos y gramaticales, léxicos,
textos, tradiciones orales, tales como: décimas narrativas,
coplas, canciones, juegos, entre otras formas de
expresión.
Obviamente, este conjunto de
disfunciones generados desde el Estado por ausencia de
políticas culturales coherentes ha ocasionado que el espacio
reservado a las instituciones culturales o las comunidades, termine
siendo presa de la manipulación y el oportunismo
mercadológico, como es el caso de las fiestas populares
celebradas en el país; sabemos que este tipo de actividades
populares, como afirma Néstor García Canclini, son
hechos culturales multideterminados por diversos actores e
intereses.56
Las festividades populares han sufrido
cambios en cuanto a la participación de importantes sectores,
por el impacto de la modernidad que ha traido consigo nuevas formas
de participación social. La postura de la iglesia
católica a favor de la separación entre las fiestas
lúdicas y las religiosas han influido en este proceso. Cabe
preguntar, ¿estas festividades populares deben ceder el espacio,
que no es otro, que el de la tradición y de la
creatividad?
Consideramos que la comunidad y sus
instituciones deben reasumir su organización, haciendo posible
que los diversos intereses puedan adoptar un sentido de
participación equilibrada, asumiendo los papeles que los
actores e intereses deben jugar desde una perspectiva no lesiva a
estas festividades. Así que el patrocinio, por ejemplo, puede
convertirse en un incentivo para conformar nuevas formas de
redimencionar lo popular y la misma tradición; sobre todo, en
la promoción de valores culturales, que no sean
excluyentes.
Por otro lado, las opiniones emanadas
de las Jornadas de Reflexión del Distrito Nacional, hacen
hincapié en la necesidad de buscar soluciones a problemas,
tales como: la alimentación, vivienda, salud o trabajo;
simultáneamente a los de orden culturales. Tal
problemática sugiere que los problemas sociales no deben
enfrentarse aisladamente, sino a través de soluciones
integrales.
Ha quedado demostrado que las acciones
unilaterales para combatir la pobreza no han conducido a soluciones
efectivas; las recurrentes prácticas asistencialistas, por
ejemplo, no han sido más que formas paliativas que, muy por el
contrario, sólo refuerzan patrones culturales negativos y
configuran la cultura de la pobreza.57
Los problemas de una sociedad como la
nuestra precisan de un intervencionismo de Estado que haga factible
el combate de la pobreza de manera multilateral. Sin que esto quiera
decir que no se elaboren prioridades, bajo un criterio de
planificación, cuyos resultados se establezcan a corto,
mediano y largo plazo.
La cultura desde hace tiempo ha sido
entendida como una dimensión del desarrollo Sabemos que las
condiciones en que viven cientos de miles de dominicanos son
precarias como lo demuestra el estudio que sobre la pobreza realizara
la Oficina Nacional de Planificación (ONAPLAN); pero si la
cultura no es percibida desde las clases populares y el Estado como
un factor de trasversalidad en las áreas problematizadas,
resultaría un tanto difícil que la situación en
que viven estos sectores deprimidos de la población pueda ser
superada. Una vez más damos la razón a la UNESCO,
cuando afirma en el Informe de la Comisión Mundial de Cultura
y Desarrollo que "... todas las formas de desarrollo, incluyendo el
desarrollo humano, están determinadas en última
instancia por factores culturales. En efecto, desde este punto de
vista es inútil hablar de la "relación entre cultura y
desarrollo", como si fueran dos cosas separadas, cuando en realidad
el desarrollo y la economía son elementos o aspectos de la
cultura de un pueblo".58
Debemos decir, además, que esta
concepción sobre el desarrollo cultural implica una civilidad
que debe construirse como parte sustancial de la democracia. Por eso,
el problema del acceso a lo cultural es más que un derecho
ciudadano, es parte y razón fundamental de la supervivencia
del sistema democrático. La participación es la clave
para la democracia cultural; sin embargo, ésta no se reduce a
que la cultura esté sencillamente a nuestro alcance, sugiere
además la desalienación cultural y el poder participar
de los significados del hecho cultural.
El conjunto de planteamientos surgidos
de las Jornadas de Reflexión en el Distrito Nacional ha dado
cuerpo a una discusión y a una problemática en torno a
la cultura dominicana, la cual es crucial para resituar lo cultural
en la perspectiva de una nueva concepción y práctica.
Sabemos que aquí no se agotará la discusión de
estos aspectos, al contrario, por la propia naturaleza
dinámica de la cultura, se convertirán en una
referencia importante para ser enriquecida. Esta investigación
participante cobra validez al posibilitar el conocimiento y el
reconocimiento de la realidad, en la dirección en que ha sido
abordada por los participantes.
JORNADAS DE
REFLEXION
EN LA PROVINCIA DE MONTE
PLATA
En el municipio de Monte Plata se
efectuaron dos jornadas de reflexión sobre los temas Cultura e
Identidad, Política Cultural, Desarrollo Cultural y Calidad de
Vida, Democracia y Democratización de la Cultura. Las jornadas
se llevaron a cabo los días 7 y 8 de diciembre de 1997, en la
Sala Capitular del Ayuntamiento de aquella localidad.
Durante aquellos encuentros, en los
cuales participaron unas 27 personas, representantes de agrupaciones
e instituciones culturales de la comunidad, discutieron la
problemáticas culturales, referidas a los temas antes
señalados. En aquella ocasión, los debates sirvieron
para unificar criterios en la redacción del informe a
presentar en el Encuentro regional del Distrito Nacional, en el que
participarían.
En lo que respecta a la jornada de
reflexión, se plantearon los aspectos que según los
participantes conforman los rasgos de identidad más
importantes de su provincia, resaltando, entre ellos: la
religiosidad, el carácter pacífico y festivo de sus
pobladores, la falta de integración en proyectos colectivos,
el dominio del castellano, entre otros aspectos identificados. En
cuanto al tema de políticas culturales se llamó la
atención sobre la necesidad de una mayor protección
sobre el folklore, el fomento de la educación artística
en la escuela dominicana, la necesaria profesionalización de
los agentes culturales; también se hizo hincapié en que
se realice con fines más operativos, una separación, en
la acción cultural, entre educación y
cultura.
Se reclamaron acciones concretas para
el municipio en lo relativo a fortalecer y valorar las agrupaciones
culturales; un necesario respaldo económico y técnico a
los agentes culturales y de manera esencial, proteger el patrimonio
indígena del poblado de Boyá. Fue considerada la
elaboración de textos de investigación sobre las
tradiciones y el folklore, que permita a las nuevas generaciones
reconocer sus orígenes y su historia cultural. Se requiere de
una integración comunitaria, especialmente de las agrupaciones
culturales con fines de realizar una acción cultural conjunta.
Durante las deliberaciones, se consideró el reconocimiento y
el estímulo a las personalidades culturales de la
comunidad.
En cuanto al desarrollo cultural
entendieron que elevar la calidad de vida permitirá una mayor
conciencia en la protección y en la preservación del
patrimonio natural, histórico y cultural. Para ello se
consideró que el fomento de instituciones culturales de base,
la buena regulación y utilización de los medios de
comunicación social y el reforzamiento de las organizaciones
de la comunidad, como de la sociedad civil, serían aspectos
fundamentales.
En cuanto a la democracia y
democratización cultural, estos dos aspectos resultan vitales
y claves para profundizar la democracia dominicana. Se
consideró la creación de una conciencia sobre la
participación democrática a través de la
educación; conviertiéndola en una acción
más eficaz, conjuntamente con campañas de
integración comunitaria.
Finalmente los participantes en las
jornadas de reflexión sugirieron la creación de una
escuela de Bellas Artes y la creación de un museo en la
provincia de Monte Plata, lugar que fuera el último sitio en
el que se confinó a los aborígenes de la
isla.
Estos aspectos recogen la
síntesis de propuestas de las discusiones y el informe
presentado por los delegados de dicha provincia al encuentro regional
del Distrito Nacional.
ANÁLISIS DE NECESIDADES
IDENTIFICADAS Y ACCIONES
PROPUESTAS PARA LA ACCIÓN
CULTURAL EN LA REGION DEL DISTRITO NACIONAL Y MONTE
PLATA
Las Propuestas surgidas del Encuentro
y Muestras Culturales, celebradas en el Distrito Nacional, en que
participaron delegados de las dos provincias, así como
reconocidos intelectuales y artistas nacionales, identifican
numerosos problemas y sugerencias para mejorar la acción
cultural del Estado. El análisis que a continuación
llevaremos a cabo se dirige a puntualizar los elementos dominantes de
las propuestas, estableciendo los niveles de racionalidad
implícitos en las mismas, para reformularlas como un todo
dentro de las líneas de políticas
culturales.
Atendiendo al análisis
realizado, y el conjunto de propuestas contenidas en las
Relatorías de este importante Encuentro, podemos destacar los
siguientes aspectos:
- Identificación de
mecanismos que aseguren la protección, conservación,
formación, promoción y reconocimiento de los valores
patrimoniales que definen la dominicanidad
- Aseguramiento de una
legislación cultural que contribuya con la acción
cultural del Estado y fortalezca los derechos culturales,
posibilitando un pleno desarrollo cultural.
- Establecer medidas que contribuyan
al mejoramiento institucional por medio de un programa de reforma
y modernización, así como la creación de
instancias que definan las políticas, planifiquen y
coordinen la acción cultural del Estado.
- Establecimiento de
políticas dirigidas al acceso, promoción y
difusión de la cultura
- Fomento de las industrias
culturales, con la finalidad de desarrollar la actividad cultural
y de ampliar y reforzar un mercado simbólico en la
República Dominicana.
- LOS VALORES DE LA IDENTIDAD Y
EL PATRIMONIO CULTURAL
Con respecto a este importante
aspecto de política cultural se plantearon acciones
dirigidas al reconocimiento e identificación de los valores
patrimoniales y de la identidad cultural. Asimismo, es notoria la
importancia asignada a la formación y educación, en
torno a los valores, así como a su promoción. Estos
componentes resumen los elementos propuestos en aquel Encuentro
del Distrito Nacional y Monte Plata, los cuales son claves para
incidir efectivamente en la conciencia nacional, provocando en los
dominicanos una fortaleza de espíritu, fundamental para
elevar la autoestima y reconocer nuestras diferencias con otras
naciones y culturas, ejercicio que no es otra cosa, que el de la
identidad.
- Acciones Dirigidas al
Reconocimiento e Identificación de los Valores
Patrimoniales y de la Identidad Cultural.
La conciencia nacional requiere para
su afianzamiento de un estímulo permanente. Los bienes
patrimoniales juegan un papel importante para producir un
conocimiento y reconocimiento de la identidad cultural; constituyendo
un referente continuo para que la sociedad pueda crearse y recrearse;
siendo éste uno de los factores que explican la fortaleza que
adquieren las culturas.
Es menester reconocer en el patrimonio
cultural a un ente vivo, capaz de situar nuestras aspiraciones en un
ideal no sólo pretérito, sino presente y futuro. En
nuestra nación hacen falta acciones que contribuyan a
redimencionar el patrimonio cultural, asignándole un papel
activo, dentro del proceso de desarrollo que vive la sociedad
dominicana.
Actualmente la
conceptualización sobre el patrimonio cultural ha superado la
estrecha noción del acervo, situándose más
allá de los bienes que por fuerza hay que preservar. Hoy la
noción "patrimonio cultural" es concebida como
construcción social. Ana Rosas Mantecón al referirse a
los avances experimentados por esta noción apunta que: "El
camino recorrido nos permite plantear la imposibilidad actual de
centrarnos en el análisis de los bienes culturales
patrimoniales, aislados de su proceso de producción y
circulación social. No podemos dejar de reconocer, entonces,
su carácter de construcción social; esto es, la
selección de intereses variados, además de los
conflictos que atraviesan tanto la selección, como los
significados que les atribuyen diferentes
receptores."59
En nuestro país se concibe al
patrimonio cultural, desvinculado de los procesos de cambio;
reduciéndose a mero testimonio de un pasado cosificado y
muerto. Por el contrario, el patrimonio cultural como conjunto de
bienes tangibles e intangibles, "... que hacen a la identidad
nacional", como diría Edwin R. Harvey60, no puede
de ninguna manera, reducirse a sí mismo; su vínculo con
los procesos de la identidad resulta esencial para el desarrollo
cultural de cualquier nación.
Pero esta situación alcanza a
varias instancias vinculadas a los procesos patrimoniales, como por
ejemplo, la legislación dominicana, especializada en
patrimonio cultural. Edwin Espinal ha advertido que esta
legislación carece de una conceptualización. Al
respecto, considera que: " El legislador dominicano no ha establecido
las motivaciones que han determinado el colocar el patrimonio
cultural bajo el imperio de la norma jurídica y mucho menos ha
fijado una definición del mismo." Más adelante Espinal
refiriéndose al artículo 101 de la Constitución
de la República, indica que dicho artículo de manera
indiferenciada separa al patrimonio histórico del patrimonio
artístico, manejándolos como "... entes
autónomos", constituyentes del patrimonio cultural, pero sin
lograr definir a éste último.61
Lógicamente, esta debilidad opera negativamente a la hora de
su utilidad práctica.
Pero el problema más importante
que confronta la legislación del patrimonio cultural es su
inaplicabilidad e infuncionalidad, ya que este cuerpo de leyes se han
convertido en letras muertas, ante la inexistencia e ineficiencia
exhibidas por los mecanismos de observancia de las leyes nacionales,
situación que se extiende a los convenios internacionales
suscritos por la República Dominicana, en dicha materia. Por
cuanto resulta impostergable el estudio de dicha legislación,
a fin de superar todas las inconsistencias y contradicciones que
contiene.
La atomización existente entre
los organismos e instituciones, cuya responsabilidad es la de velar
por la protección y conservación del patrimonio
cultural, como de su promoción, obstaculiza el desarrollo y la
coordinación del sector. Situación que establece
niveles de superposición de funciones entre las instituciones,
generando conflictos de intereses y dominios que se constituyen en
verdaderas islas de poder al interior del sector cultural
público. La propia Oficina de Patrimonio Cultural queda
limitada como institución ante la presencia de organismos que
restringen su área de incumbencia, entrando en franca
contradicción con disposiciones ya existentes,
legítimas de todo derecho y racionalidad. Esta Oficina
confronta además problema con el presupuesto asignado por el
Estado, que resulta insuficiente para atender una cobertura
nacional.
En estudios recientes efectuado por el
Consejo Presidencial de Cultura acerca del gasto público en el
sector cultural, pudimos comprobar que el presupuesto programado en
todas las instituciones culturales nunca llega a ser ejecutado
plenamente por falta de desembolsos del Estado dominicano. En el caso
de la Oficina Nacional de Patrimonio Cultural se presentan,
además, contradicciones insólitas, como la de poseer un
presupuesto igual o menor a los de otros organismos que
deberían estar subordinados a su administración, y que
tienen funciones y coberturas menores.
De manera que los problemas
institucionales y legislativos condicionan la situación en
torno al patrimonio cultural. En este contexto, abocarnos a una
política de patrimonio cultural supone la revisión de
nuestras leyes sustantivas relativas a lo cultural; como de una
reforma en el sector de patrimonio cultural, que consolide sus
estructuras y cimiente una nueva concepción y práctica
sobre el patrimonio cultural.
Ahora bien, las posibilidades de
articular acciones dirigidas al reconocimiento e
identificación de los valores patrimoniales y de nuestra
identidad cultural no deberán supeditarse exclusivamente al
dominio de los poderes públicos, aunque éste adquiera
el "monopolio" de los bienes culturales. Es responsabilidad de toda
la sociedad el crear mecanismos de promoción y difusión
de nuestros valores; las comunidades y sus organizaciones, lo mismo
que los gobiernos locales, deberán crear los espacios que
permitan la creación y recreación de
éstos.
Como el Estado no llega a legitimar y
sacralizar a muchas de las expresiones y manifestaciones del
patrimonio cultural, éstas quedan en manos de sus creadores y
de lo popular. Esta situación sirve a las comunidades y a los
sectores populares para que puedan afianzarse en sus propios valores,
sin la mediación o expropiación, simbólica o no,
de estos bienes por parte Estado. La UNESCO desde la conferencia de
México, en 1982, señala que el concepto de patrimonio
cultural, " Hoy engloba también todos los valores de la
cultura viviente y se concede una importancia cada vez mayor a las
actividades que pueden mantener vivos los estilos de vida y de
expresiones que transmiten dichos valores. La atención que
actualmente se presta a la preservación del patrimonio "no
material" puede considerarse una de las evoluciones más
positivas de este último decenio".
Estas mismas posibilidades
sustentarían un proceso de valoración y de refuerzo de
propuestas alternativas, y nuevas experiencias, como serían
los ecomuseos, uno de los cuales existe en Le Creusot, Francia, o los
museos comunitarios de algunos países de América Latina
que ofrecen posibilidades de integración comunitarias
interesantes.
- PROMOCIÓN DE LOS VALORES
Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Hemos tenido iniciativas en la
promoción de valores de nuestra identidad cultural y nacional
muy loables, pero lamentablemente no han tenido continuidad,
perdiéndose prontamente el esfuerzo realizado. Las
campañas de promoción deben estar diseñadas en
base a estrategias y no en función de intereses coyunturales;
correspondiendo, además, a necesidades y a
características de nuestra población.
Sólo hay que recordar
promociones como la llevada a cabo por la Asociación de
Industria de la República Dominicana que elevaba la autoestima
del dominicano; aquella expresión "Lo dominicano es Bueno.",
con la que se estimulaba a la vez el consumo de los artículos
de producción nacional. Actualmente, la labor llevada a cabo
por la Comisión de Efemérides Patria ha sido importante
en la promoción de los símbolos patrios. Pero
iniciativas como ésta corren el riesgo de descontinuarse al no
constituir una estrategia que supere los periódicos cambios de
gobierno.
No podemos limitar los procesos de
concientización y educación en los valores a
fórmulas absolutas si deseamos superar las debilidades que
obstruyen el conocimiento de los valores patrimoniales y de la
identidad cultural. Existen más allá de las
campañas publicitarias, limitaciones en cuanto a la
percepción y apropiación de los bienes culturales de
parte de los sectores y clases sociales, demostrando la compleja
relación establecida entre la sociedad y el patrimonio
cultural.
Por otra parte, los medios de
comunicación juegan un papel fundamental dentro de este
proceso. Durante el Encuentro surgió la preocupación de
hacer valer la Ley 19-94, en la que se regulan los medios de
comunicación, para impedir la difusión de violencia y
de patrones consumistas. Las pautas para sanear y regular a los
medios de comunicación de programas que incitan a la violencia
y otras formas de conductas antisociales, promoviendo, en cambio, la
promoción de valores positivos están contenidas en la
Legislación dominicana sobre radio y televisión; siendo
ésta muy taxativa. Por ejemplo, según el Reglamento
para el funcionamiento de la Comisión Nacional de
Espectáculos Públicos, de fecha 22 de febrero de 1974,
que contempla la Ley No. 195162, en el Capítulo
III, sobre Radio y Televisión, en su articulado 62, inciso
segundo, tercero y cuarto se establece lo que sigue:
Art. 62. La radio y la
televisión tienen la función social de contribuir
al fortalecimiento de la integración nacional y al
mejoramiento de la forma de convivencia humana; a través
de sus transmisiones se procurará:
Primero: Evitar influencias
malsanas y perturbadoras del desarrollo armónico de la
niñez y la juventud dominicana.
Segundo: El respeto a los
principios de la moral social, la dignidad humana y los
vínculos familiares.
Tercero: Tratar de elevar el
nivel cultural del pueblo, y la conservación de la
característica nacional, sus costumbres y tradiciones,
la pureza del idioma y exaltar los valores de la nacionalidad
dominicana.
En este sentido, la observancia de las
leyes se hace imperativa en la República Dominicana. Se deben
buscar formas de persuasión para hacerlas cumplir, y en
última instancia, establecer las acciones legislativas y
judiciales correspondientes. Naturalmente, el Estado Dominicano tiene
que hacer valer su institucionalidad, fortaleciendo los mecanismos
especializados en el cumplimiento de las disposiciones legales. Para
ello deberá efectuar una vigilancia que haga valer y acatar
las leyes. Por otra parte, la sociedad civil tendrá que
convertirse en un ente de supervisión permanente, y un celoso
guardián de los intereses culturales.
La definición de
políticas que relacionen la cultura con los medios de
comunicación se hace cada día más necesaria,
sobre todo ante los cambios vertiginosos que experimenta la
tecnología y que involucra nuevos usos, medios y sujetos de la
comunicación.
Desde la Conferencia de Bogotá,
en 1978, convocada por la UNESCO, quedaron definidas estrategias de
políticas culturales en esta dirección; en aquella
oportunidad se hicieron extensivas las políticas al
diseño y coordinación de lo cultural y la
comunicación; asimismo, se brindó la oportunidad de
involucrar sectores de interés dentro de esta nueva realidad;
se promovió la creación de centros de
investigación del lenguaje en la cultura que involucrara a
profesionales de la comunicación social, dándose
relevancia a los resultados de la conferencia Gubernamental sobre
políticas de comunicación en América Latina y el
Caribe (San José de Costa Rica 1976), que promovía la
necesidad de un mejor equilibrio nacional, regional e internacional,
y a sistemas complementarios de la comunicación social, que
puedan coexistir con la iniciativa del sector privado, entre otras
consideraciones63
Como podemos observar las
múltiples acciones que hay que emprender, a partir de esta
relación entre promoción de valores y medios de
comunicación nos obliga a comprender, su compleja realidad, la
cual incluye acciones que puedan crear conciencia en los medios de
comunicación sobre su papel en la sociedad y en la cultura. De
igual modo deben tomarse medidas correctivas por parte de las
autoridades nacionales, y de la propia ciudadanía para superar
las dificultades confrontadas en la promoción de los valores
en la República Dominicana.
- LA EDUCACIÓN EN LA
FORMACIÓN DE LOS VALORES
Otro aspecto a resaltar está
relacionado con la educación y el proceso de formación
en los valores de la identidad. La escuela dominicana ha tenido
momentos importantes en torno a la formación de los valores.
Su momento estelar lo constituyó el positivismo hostosiano,
hacia 1879. Eugenio María de Hostos, de nacionalidad
puertorriqueña, produjo una sustancial reforma en la
filosofía y política educativa, durante el
período de la Segunda
República.64
Para Hostos la educación "...
es un medio que conduce a los fines de la vida de la humanidad y su
concepto va evolucionando a medida que evolucionan en la sociedad las
necesidades y la idea de finalidad (...)."65 Ideas como
éstas repercutieron en la sociedad dominicana y en la
formación de las subsiguientes generaciones de maestros e
intelectuales, a pesar de la fuerte oposición de la Iglesia
Católica que veía en la escuela de Hostos una amenaza a
la hegemonía que había tenido desde la Colonia. Por
esta razón Monseñor Fernando Arturo de Meriño
tuvo una fuerte confrotación, durante los años 80 del
pasado siglo, contra estas ideas. No vemos oportuno discutir los
conceptos positivistas de Eugenio María de Hostos, pero hay
que significar el impacto que sus ideas tuvieron para el desarrollo
de la educación dominicana.
El método de Hostos, como bien
apunta Morrison en el texto citado, "... ve en la enseñanza
tres factores: lo psicológico, lo científico y lo
social". Resulta evidente que la educación hostosiana, en la
República Dominicana, permitió una formación
cuyos resultados evidenciaron un trabajo educativo integral, que para
la época resultaba uno de los más avanzados. La Escuela
Normal fue uno de sus esfuerzos y frutos. En dicha escuela surgieron
grandes intelectuales y educadores, entre ellos, nuestra ilustre
Salomé Ureña, Francisco y Federico Henríquez y
Carvajal, Valentina Díaz, Emilio Prud-Homme, entre otros.
Salomé Ureña dio continuidad a las enseñanzas de
Hostos a través del Instituto de Señoritas. La
actividad docente de dicho centro, convertido en Escuela Normal, se
mantuvo hasta 1893.
Este proceso contrasta con los
aprestos de instrumentalización de la educación
dominicana, concretados durante el período de la dictadura de
Rafael Leonidas Trujillo, cuando la educación dominicana
estuvo al servicio de los objetivos e intereses del régimen.
La Educación en torno a los valores estuvo mediada por un
manejo de los símbolos nacionales, evocados, en muchos casos,
como construcciones míticas de nuestra realidad
histórica.
La dictadura había construido,
durante los años de la llamada "Era de Trujillo", sus grandes
mitos que le servirían para la sustentación
ideológica y el dominio político y militar. Sobre el
particular el conocido intelectual dominicano Andrés L. Mateo
ha hecho un magnífico análisis sobre el mito de la
"paz" , que era el eje central de concientización del gobierno
trujillista, y aparecía en el discurso de la llamada Cartilla
Cívica, la cual fue uno de los instrumentos ideológicos
más efectivos en la formación de los valores de la
tiranía66.
Hoy, después de más de
30 años, la educación en los valores encuentra una
escuela con grandes limitaciones, ante la realidad que vive la
sociedad de "crisis de sentido", como le llamarían Peter L.
Berger y Thomas Luckmann. Restituir una educación en los
valores, requiere de una rearticulación institucional con las
entidades sociales que comparten la promoción de valores. Esto
así, dada la compleja diferenciación de los actos y los
esquemas de las acciones institucionales, posibilitando con esta
medida evitar conflictos, dentro de los múltiples sistemas de
valores que la sociedad actual propicia.
Si a lo anterior agregamos los
factores propios de una sociedad como la nuestra, de altas tasas de
analfabetismo, deserción escolar, entre otros factores que
imposibilitan los procesos de educación y reeducación
(especialmente para el caso de los adultos) tenemos una
situación mucho más compleja.
La educación de adultos, por
ejemplo, no puede limitarse solamente a la educación
básica; debe también orientar su formación hacia
la creatividad, juicio crítico, participación en la
vida cultural, como en lo que respecta a la formación para el
ejercicio de los derechos y responsabilidades cívicas; en
otras palabras, participación social. Desde una perspectiva
socioeducativa estamos aún retardados, carecemos de procesos
de intervención eficaces que faciliten avanzar hacia una
formación educativa integral.
Debemos concebir la educación
dominicana más allá de las aulas. La Animación
Sociocultural es el mejor instrumento para el logro de este objetivo.
Lamentablemente, en el contexto de la educación dominicana, la
Animación Cultural no ha jugado su papel, dado los enfoques
existentes. Dentro de sus objetivos, la animación
sociocultural busca constituir una metodología para el
desarrollo humano; por ello, es conveniente afianzar el trabajo de
los animadores, insertándolo dentro de las nuevas vertientes
de esta disciplina sociopedagógica. La revalorización
de este instrumento no debe esperar; ésta como afirma Enric
Ripollés Bosch no es más que "... un reto en la
construcción de la cultura de una acción social
intencionada".67
En la actualidad se conocen
experiencias de procesos de educación que permiten la
participación en un ámbito informal, como es el caso de
las universidades populares existentes en Europa y en algunos
países latinoamericanos. Igualmente procesos de cultura
ciudadana, o la del uso de los espacios dentro de una experiencia
pedagógica, como el caso de la ciudad educadora. Pero la
puesta en marcha de proyectos similares supone la integración
de los gobiernos locales y de instituciones públicas y
privadas. En la ciudad educadora, en tanto modelo, la
característica más significativa reside en el entorno,
sus elementos constituyen recursos educativos indispensables: el
paisaje urbanístico, el patrimonio artístico,
costumbres, entre otros aspectos de la ciudad. (véase Informe
de la UNESCO "Aprender a Ser" (1972)).
- REFORMA CONSTITUCIONAL Y LEYES
DE INCENTIVO A LA CULTURA.
La problemática discutida sobre
los aspectos legislativos se concentraron básicamente en la
necesidad de reformar el conjunto de legislación cultural
existente y en la creación de otras disposiciones legales que
permitan incentivar el patrocinio cultural y el mecenazgo
privado.
En el "Compendio de Legislación
Cultural", tomo I, publicado por el programa "Reforma Cultural",
podemos estudiar más a fondo el grueso de las disposiciones
legales de nuestro país; pudiendo, además, comprobar la
dispersión de las Leyes, Decretos y Ordenanzas del sistema de
legislación cultural dominicano. Esta situación se
explica dada la ausencia de una conceptualización, no
sólo respecto a los derechos individuales a la cultura, sino
del derecho de la cultura nacional a su propia identidad,
cuestión que se generaliza para el caso de los países
iberoamericanos, como el reconocido tratadista Edwin Harvey ha
señalado.68
Los compiladores Dr. Luis O. Brea
Franco y Lic. Ramón A. Victoriano, siguiendo a Harvey, definen
"Los dominios contemplados en la actual legislación cultural"
y ensayan la propuesta para el caso de la Legislación cultural
dominicana. De suerte tal que los autores establecen siete sectores
en los que se podrían agrupar actualmente, como dominios de
aplicación de las políticas legislativa en materia
cultural, a saber:
- Sector de Archivos y
Bibliotecas
- Sector de Patrimonio
Cultural
- Sector de Museos
Estatales
- Sector de Propiedad
Intelectual y Derecho de Autor
- Sector de
Audiovisuales
- Sector de Bellas
Artes
- Sector de
Artesanía
Además de estos Sectores,
consideran algunas demarcaciones tanto territoriales como del
ámbito institucional; en el primer caso, se hace referencia al
llamado "Sector Santiago"(!), y en el segundo caso, referidas a una
juridicción pocas veces percibida como del sector cultural en
nuestro país; se trata de instituciones tales como el Parque
Zoológico Nacional, el Acuario Nacional o el Jardín
Botánico Nacional; a las cuales denominan
"independientes". Finalmente, sostienen que el actual cuerpo
legislativo excluye a otros dominios importantes como los dirigidos a
la Cultura Comunitaria,Cooperación Internacional e
industrias culturales.69
Con respecto a este intento de
conceptualización y definición de "dominios"
habría que señalar que, ciertamente, existen grandes
huecos legislativos para el sector cultural; mas si aceptamos los
criterios clasificatorios aportados por Harvey, los cuales parten de
una normativa cultural atendiendo al conjunto de actividades del
sector, es de opinión que "La delimitación de la
Legislación cultural debe ser entendida respondiendo a la
hipótesis de trabajo más extensa; es decir, comprensiva
de todos aquellos temas, funciones, actividades, protagonistas y
sectores vinculados al desarrollo cultural Nacional de los
países iberoamericanos."70 A
continuación presentamos el esquema clasificatorio de
Harvey:
Legislación del patrimonio
cultural,
- a.1. legislación del
patrimonio arqueológico,
- a.2. legislación
del patrimonio etnológico,antropológico,
etc.,
- a.3. legislación del
patrimonio bibliográfico y documental,
- a.4. legislación del
patrimonio archivístico,
- a.5.legislación del
patrimonio monumental,
- a.6. legislación del
patrimonio artístico mueble,
- a.7. legislación del
patrimonio histórico,
- a.8. legislación de
lugares, sitios y zonas históricas,
- a.9. legislación del
patrimonio inmaterial,
- a.10. legislación del
idioma y el patrimonio lingüístico,
- a.11. legislación sobre
símbolos, banderas, escudos e himnos
nacionales,
- a.12. legislación sobre
patrimonio de imágenes en movimiento,
- a.13. legislación sobre
patrimonio subacuático.
Legislación
artística
- b.1. legislación
de fomento de la creación cultural,
- b.2. legislación de trabajo
y seguridad social del artista,
- b.3 legislación teatral y
de otras artes del espectáculo,
- b.4. legislación
musical,
- b.5. legislación del
libro,
- b.6. legislación de las
artesanías y el folklore,
- b.7. legislación de
premios, distinciones y becas,
- b.8. legislación de
profesiones culturales.
Legislación de las
industrias culturales
- c.1.legislación de
la industria editorial,
- c.2.legislación de la
industria fonográfica,
- c.3. legislación
cinematográfica,
- c.4. legislación de la
radiodifusión,
- c.5. legislación de la
televisión,
- c.6. legislación de
cabletelevisión,
- c.7. legislación del
vídeo,
- c.8. legislación de la
comunicación por satélite,
- c.9. legislación de
prensa,
- c.10. legislación del
audiovisual.
- Hemos querido reproducir
textualmente el esquema que a consideración de Harvey
constituye el ámbito moderno de actividades en que
actúa la legislación cultural.71 A
todo esto, el referido autor, realiza además una
clasificación según los destinatarios y
protagonistas de la acción cultural:
- legislación de la
administración pública
-
- legislación sobre
las academias,
-
- legislación sobre
las fundaciones,
-
- legislaciones sobre las
asociaciones culturales civiles,
-
- legislación sobre
los creadores artísticos y culturales,
-
- legislación sobre
las industrias culturales, etc.
Obviamente, este esquema delata la
necesidad para el caso dominicano, de un estudio exhaustivo sobre
legislación cultural. Algo similar sucedió en la
República de Colombia en donde las acciones se orientaron a la
formulación de una Ley General de Cultura, la cual no
sólo reorganizó, actualizó, completó,
creó y articuló las diversas leyes, sino que
además concibió la creación del Ministerio de
Cultura dentro de esta misma ley. Todo este proceso resultó de
una consulta nacional que permitió el ejercicio de una
descentralización y democratización en las decisiones,
en torno al diseño de la constitución política
de1991.72
Las diversas propuestas que recogen
las relatorías sitúan la necesidad de una Constituyente
que permita establecer con claridad, en la Ley Fundamental, la
dominicanidad como proyecto de nación. Para los participantes
en el Encuentro del Distrito Nacional, la Reforma Constitucional de
1994, sólo incluyó lo político; sin hacer
efectiva una total reforma de nuestra carta magna.
Con respecto a una reforma
constitucional, la misma deberá ser el producto de una
redefinición y adecuación del Estado ante los cambios
que en la actualidad sufre el mundo en el inminente proceso de
globalización. Luis Villoro, destacado intelectual mexicano,
ha señalado ante el impacto de la globalización en los
Estados Nacionales y frente al debilitamiento que sufren en la
actualidad, que en este proceso; "... los individuos buscan revivir
sus vínculos personales en comunidades cercanas capaces de ser
vividas y no sólo pensadas, que puedan dar un nuevo sentido a
sus vidas. La nostalgia del individuo por una comunidad perdida no
satisface en el Estado Nacional, anhela formas de pertenencia a las
que pueda integrarse su vida".73
Esta realidad obliga a una
definición sobre la nación, más allá del
coyunturalismo habitual, dado que el Estado (como categoría
histórica) está sujeto a cambios permanentes,
sustentados en las particularidades de la nación y en su
condición de comunidad de destino; que en última
instancia no es otra cosa que "... un ámbito compartido de
cultura." Como bien afirma Villoro.
En este contexto, la Reforma
Constitucional debe ser amplia y no quedarse en aspectos conocidos
tradicionalmente, como son los de índole político,
deberá permitir la inclusión de los Derechos
Culturales. En nuestro país todavía no han sido
discutidos y mucho menos asumidos en toda su extensión; a
pesar de ser signatarios de numerosas resoluciones y declaraciones de
organismos internacionales.
Los Derechos culturales pertenecen a
los llamados Derechos Humanos de Segunda Generación, junto a
los Derechos Económicos y Sociales. Obviamente la
asunción de tales Derechos corresponde a un sentido amplio de
los Derechos Humanos. Nuestra sociedad deberá contenerlos en
su Constitución; paso trascendental para adecuar nuestra
nación a un nuevo estadio de convivencia y
desarrollo.
La inclusión de los Derechos
Culturales en la Constitución dominicana se
constituiría en una letra de cambio, ante la gran deuda
social, que deberá ser redimida a su plazo de vencimiento.
Su sola inclusión no significa que se considere superada la
cuestión de los Derechos Culturales; se precisa de un
ejercicio democrático real por parte del Estado. Una de las
características de los Derechos Culturales, económicos
y sociales es que se realizan con la mediación del Estado.
A diferencia de los Derechos Civiles y Políticos, en los
cuales el Estado asume la obligación de respetarlos o no
violarlos para que no lesionen por acción u omisión a
cualquier persona o entidad jurídica.
En los Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, según el Pacto Internacional de los
Derechos Humanos, de las Naciones Unidas, dichos Derechos "implican
preceptivamente una intervención activa, un hacer del Estado o
de otras comunidades políticas, para que puedan realizarse."
Asimismo, "el Estado tiene esencial, aunque no exclusivamente, una
obligación de hacer: la obligación de brindar los
medios materiales para que los servicios de asistencia
económica, social (....) cultural, etc. provean los elementos
necesarios para satisfacerlos."74
Los estudios sobre el particular
consideran a los Derechos económicos, sociales y culturales
como Derechos de implantación progresivos; es decir, se
considera que su ejecución deberá ser programada por el
Estado; cuyo papel será promover las debidas acciones para que
los derechos sean cumplidos y satisfechos.75 En este
sentido, resulta fundamental que el Estado desarrolle sus
instrumentos de políticas económicas, sociales y
culturales; a fin de que pueda definir las metas y objetivos
según los sectores a los cuales se dirijan.
Los Derechos Culturales en su
expresión concreta refieren a los derechos conferidos a toda
persona humana y están consignados en toda la
documentación y normativa internacional; esencialmente: a) La
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, b)
La Declaración Universal de los Derechos Humanos c) Pacto
Internacional, entre otros.
La caracterización realizada
por A. H. Robertson al estudiar los Derechos Culturales76
queda sintetizada de la siguiente manera:
- El derecho específico a la
cultura es el derecho a emprender más actividades
intelectuales y estéticas, que van más allá
de la educación, tal como éstas generalmente suelen
entenderse, pero respecto de las cuales la educación
constituye un requisito indispensable.
- Este derecho comprende el acceso
al saber, a la literatura y las artes, así como el disfrute
de los mismos; pero no se limita a ese acceso y a ese disfrute,
los cuales &emdash; por otra parte- no se reducen a una
apreciación pasiva de los logros ajenos en las esferas
intelectual y artística, sino que abarcan también la
posibilidad de contribuir activamente al progreso del saber y la
creación de la obra.
- La condición de actuar en
el seno de una colectividad es un elemento habitual, pero no
esencial, del ejercicio del derecho a la cultura.
- La prosperidad creciente de la
población y el ejercicio efectivo de sus derechos
fundamentales parecen ser esenciales para el ejercicio del derecho
a la Cultura.
Harvey, a partir del estudio de los
textos e instrumentos normativos internacionales, por su parte, hace
hincapié, además: a) en la participación de la
vida cultural de la comunidad, b) el disfrute de los beneficios de
los progresos intelectuales y especialmente de los descubrimientos
científicos.
Se justifica de manera imperativa,
después de esta conceptualización, apuntalar acciones
ante la especificidad de los Derechos Culturales y el papel del
Estado en la cultura, como garante de la acción cultural. Sin
embargo, pese a las limitaciones del Estado dominicano, este
deberá realizar las inversiones necesarias para que la cultura
sirva de contexto al progreso y al desarrollo nacional.
Lógicamente, se precisará del concurso de los sectores
que, como el privado, puedan coadyuvar al desarrollo
cultural.
Para ello el Estado tendrá que
propiciar mecanismos que incentiven al sector privado a invertir en
dicho campo, contribuyendo de este modo a este proceso. La
inversión en la educación y la Cultura establece
ventajas comparativas que permiten una diferenciación, sobre
todo, con respecto a naciones similares a la nuestra.
En la actualidad es esencial para una
nación el sentido de diferenciación, que indudablemente
lo aporta el carácter nacional que concentra la cultura. Las
ventajas que con lo nacional se obtiene en el mundo de hoy, resultan
fundamentales para la inversión de capitales, muy
especialmente extranjero. Dentro de esta perspectiva se justifica
aún más la inversión en la educación y la
cultura para el caso dominicano; ante el hecho de que nuestra
estructura productiva descansa esencialmente en una economía
de servicios. Es decir, hasta desde un punto de vista economicista,
como se acostumbra a concebir la inversión de capitales,
ésta es clave para alcanzar metas de desarrollo
económico. En esta dirección Gregorio Recondo,
siguiendo a Michael Porter eminente profesor de Harvard,
señala que el "Éxito competitivo depende de las
estructuras económicas nacionales, de la historia, de la
cultura y el sistema de valores".77
El sector privado tiene una gran
oportunidad en las llamadas industrias culturales y el Estado
deberá crear las condiciones para desarrollarlas. Este tema
acerca de las industrias culturales lo abordaremos más
adelante; aquí es importante atestiguar la necesidad de una
legislación sobre el patrocinio y el mecenazgo cultural
indicada por los participantes del Encuentro del Distrito
Nacional.
En este contexto se considera que la
propuesta de incorporar en nuestra Constitución -en una
eventual revisión y reforma- los Derechos culturales, se hace
impostergable. Es este paso de gran significación y
trascendencia para el aseguramiento de los derechos individuales y la
consolidación de la cultura nacional. El hecho de contar con
una superestructura que afiance el desarrollo de la acción
cultural, significará, efectivamente, concretar el anhelado
desarrollo cultural en la República Dominicana.
3. RESTRUCTURACIÓN Y
FORTALECIMIENTO DE LAS INSTITUCIONES CULTURALES
A partir de la caracterización
realizada en el diseño de investigación78 en
torno al problema de la acción Cultural en República
Dominicana, pudimos aproximarnos a la identificación de un
conjunto de disfunciones de la Acción Cultural en nuestro
país, las cuales imposibilitan una práctica coherente
por parte del Estado.
La ausencia de una política
orgánica y explícita, queda situada en el presente
diagnóstico participativo como uno de los problemas más
significativos de la acción cultural pública;
situación que imposibilita las tareas de un Estado moderno y
del desarrollo pleno de la sociedad en su conjunto. Consecuentemente
y como eje transversal de toda la problemática cultural, la
creación de una Secretaría de Estado o, en todo caso,
de un organismo rector y coordinador de la acción cultural,
viene a ser más que una demanda, una imperiosa necesidad. Esto
así, dado que toda la problemática cultural queda
subordinada o condicionada a la existencia de esto
último.
Es importante dejar claramente
establecido que independientemente de los problemas institucionales y
orgánicos en el sector cultural, el peso específico de
la acción cultural estatal ha sido significativo. Podemos
interpretar en este diagnóstico, que el sistema cultural ha
carecido de un modelo de intervencionismo de Estado, que accione
integralmente los procesos de desarrollo del sector, respondiendo a
sus avances y al de la sociedad toda. Asistimos, por tanto, a un
desfase y limitado alcance institucional que esclerotiza los
cimientos y estructuras institucionales, impidiendo dar perspectiva a
lo cultural como factor de cambio.
Los problemas institucionales afectan
directa o indirectamente a grupos y sectores sociales; sean estos
artistas, intelectuales, y sectores intermediarios de los procesos
culturales, como lo serían aquellos que participan en el
mercadeo y producción de bienes culturales, sea ésta la
industria artesanal, los medios de comunicación, el libro,
espectáculos artísticos, servicios culturales, y de
cualesquiera de las actividades que generan incremento de la riqueza
material y el acervo cultural nacional.
La falta de políticas
institucionales que garanticen la eficiencia y la calidad de los
servicios culturales y que posibiliten la aplicación de
instrumentos que hagan un manejo objetivo de la acción
cultural, son factores que gravitan y que cuestionan permanentemente
la competencia de los servidores públicos, la calidad y la
limitada oferta de los servicios culturales brindados por el Estado.
Las exigencias y demandas del sector cultural resultan de la falta de
una instrumentación de la acción cultural que defina un
esquema funcional, de un sistema global de gestión
administrativa, jurídica y financiera, acorde con las
necesidades del sector cultural.
Jorge Eliécer Ruiz, Consultor
de la UNESCO, en 1979, en su informe titulado: "Estudio de las
Infraestructuras Culturales Nacionales." Consideraba "...
que si el país desea continuar su proceso de
institucionalización es necesario crear un ente único
que ejecute la política cultural del Estado y que supere la
situación histórica existente, en donde proliferan las
pequeñas instituciones aisladas, que funcionan sin ninguna
coordinación institucional seria y permanente y obedezcan a un
gran propósito nacional explícito."79
Estas aseveraciones siguen siendo una realidad después de 20
años. Durante este tiempo la sociedad dominicana no ha sido
capaz de conformar y consolidar las bases que vinculen la
acción cultural a propósitos nacionales, contribuyendo
a generar una sinergia social capaz de resituar la acción
cultural como eje esencial del desarrollo material y espiritual de la
colectividad nacional.
Lo anterior nos permite afirmar que la
falta de articulación y coherencia en la realidad cultural no
es tan sólo un problema de ausencia de voluntad
política, que obviamente es uno de los factores decisivos,
sino de una voluntad de nación, para lo cual se precisa de
madurez y una conciencia colectiva, que haga de la cultura un
componente vital para la materialización del proyecto nacional
de desarrollo. Por esta razón, resulta importante definir el
grado de responsabilidad del Estado y de sus diversos órganos,
como de las entidades que conforman la llamada sociedad civil, ante
el actual estado de cosas.
Según las propuestas emanadas
del diagnóstico participativo, resulta vital para la
superación de la situación actual: la
elaboración de un Plan Nacional de Desarrollo Cultural que
establezca las principales líneas de desarrollo del sector y
sea concebido como un instrumento fundamental dentro de la estrategia
de desarrollo social de la República Dominicana. Este Plan
Nacional de desarrollo cultural se plantea como producto de un gran
pacto nacional, contribuyendo así a garantizar que el mismo
sea asumido como proyecto de Estado.
La necesaria reforma institucional en
el sector y la posibilidad de una urgente descentralización y
democratización de la acción cultural del Estado, son
otros de los componentes derivados de los análisis del
diagnóstico participativo. La concentración capitalina
de la acción cultural, como rasgo y esencia de una
concepción egocéntrica de la cultura y de naturaleza
elitista, convierte las oportunidades de disfrute y
participación de la cultura en una forma de dictadura
cultural, con menosprecio de las grandes mayorías;
convirtiéndose la cultura en enajenación y en un bien
de uso y disfrute predominantemente urbano.
Esta realidad ha sido el producto de
la contínua subordinación y dominio, producidas por las
élites gobernantes en nuestro país, cuyo proyecto
nacional no resulta coincidente con un proceso de integración
de las energías nacionales, sino que responde a procesos
contradictorios de intereses, que muchas veces se alejan de una
racionalidad situada en los intereses fundamentales de la
nación, como lo hemos analizado anteriormente.
En el contexto de la modernidad, hemos
estado respondiendo a modelos y concepciones extrañas que no
han permitido reencauzar el interés nacional y potencializar
nuestra identidad. Este es el caso de concepciones del desarrollo que
van desde el desarrollismo llegado aquí en los años
setenta, hasta el actual modelo que en estos momentos nos conduce
"...a callar y obedecer los mandatos del pensamiento y la
Acción Única Universales."80
La sociedad dominicana ante esta
realidad ha sufrido los efectos de un "desarrollo", que ligado a
políticas de corte populistas, ha devenido en marginalidad y
pobreza, como fundamento de la desigualdad social. La visión
desarrollista, por ejemplo, no produjo un cambio sustancial e
integrador en la estructura productiva y social, más bien su
implementación partió de un enfoque sectorial, en la
medida en que enfatizó el plano económico como
fundamento y razón única de política social.
Así que los intentos de planificación social en la
República Dominicana han estado encausados por concepciones y
prácticas negadoras de un proyecto de integración
social, en donde la cultura no ha participado activamente como un
factor componente y clave para el desarrollo.
Es por esta razón que sea tan
recurrente en el Encuentro del Distrito las propuestas encaminadas a
la planificación de la acción cultural y a la puesta en
marcha de programas de actividades con definición sectorial y
estrategias de intervención efectivas. Programas que se
dirijan a la participación ciudadana y que permitan, a su vez,
la capacitación de los agentes culturales. El apoyo
técnico, en los aspectos de gerencia y administración
cultural es vital para asegurar un salto en la modernización
del conjunto de instituciones públicas y privadas, en las
cuales sus dirigentes poseen una formación
empírica.
En este sentido, es relevante la
propuesta de crear una estructura de asesoramiento permanente a los
animadores e instituciones culturales que requieran apoyo
técnico a nivel nacional. Propuesta que sugiere la
creación de una institución especializada en
formación y cooperación técnica, como las
existentes en muchos países de Iberoamérica y el
mundo.
La misma necesidad de desarrollo
institucional implica la creación de una instancia que permita
establecer los vínculos con todo el proceso de cibercultura
existente en el mundo actual y crear las bases de una cultura
mediática de cara al próximo milenio. De ahí,
que todo el manejo de la información y del conocimiento actual
de los procesos sociales y culturales deberá estar dentro de
una estrategia de desarrollo institucional.
En nuestro país existe una
marcada ausencia de fuentes de información, que puedan ser
servidas a propósito de las necesidades de
planificación y programación del sector cultural y de
sus actividades, como del conocimiento, acceso y participación
de los sectores demandantes. Los asistentes al Encuentro del Distrito
sugieren la Creación de un Sistema de información
Cultural; para lo cual se requerirá a su vez, de la
formación y especialización de recursos
humanos.
4. FINANCIAMIENTO DE LA
CULTURA
Respecto a este aspecto, determinante
en una buena gestión de política cultural, el Encuentro
del Distrito estableció líneas que sintetizan las
acciones que deberán adoptarse para solucionar los problemas
de financiamiento cultural, veamos:
- Establecimiento por parte del
Estado de una política presupuestaria, que establezca las
prioridades de financiación en el sector cultural,
realizando una adecuada reasignación de recursos
financieros.
- Identificación de fuentes
de financiamientos para la acción cultural del Estado y
actividades vinculadas a la cultura popular.
- Creación de mecanismos de
autosustentación financiera para las instituciones
culturales, especialmente de la Plaza de la Cultura.
Estas líneas concentran
acciones fundamentales para que el Estado y sus instituciones
culturales puedan establecer metas y objetivos, respecto a la
acción cultural que efectúan. Ahora bien, en la
actualidad uno de los problemas más acusiantes del sector
cultura radica en la ausencia de un estamento que consolide una
gerencia moderna en torno a la administración del
sector.
En recientes estudios realizados por
el Consejo Presidencial de Cultura sobre el gasto público en
el sector cultural81, en base al presupuesto programado de
1998, se evidenció el peso específico del presupuesto
dedicado al Sector, cuya estructura del gasto está definida
por una característica bipolar entre la Presidencia de la
República y la Secretaría de Estado de Educación
y Cultura, para entonces el presupuesto ascendía a unos 215
millones de pesos; distribuidos en un 46 % para la Secretaría
de Estado de Educación y Cultura; destinado básicamente
a la Dirección de Bellas Artes. El restante 54% es parte del
presupuesto de la Presidencia de la República, asignados a
través del Secretariado Administrativo de la Presidencia a
instituciones culturales, el cual incluye, además, las
subvenciones realizadas por el Estado a otras organizaciones e
instituciones sociales y culturales del país.
Según el referido estudio,
"Ante la expectativa surgida, en el Diálogo Nacional, respecto
a la creación de la Secretaría de Estado de Cultura,
es relevante señalar que el 54% del gasto en cultura
analizado esté en manos de la Presidencia de la
República, lo cual facilitaría la
identificación de los recursos presupuestarios que
deberían ser destinados inicialmente a la entidad en proceso
de creación. O en ausencia de ésta, asignados por
vía administrativa al órgano creado por el Poder
Ejecutivo para asumir con criterios modernizantes la gerencia de
recursos culturales: El Consejo Presidencial de Cultura".
El documento hace hincapié en
el desequilibrio existente en las asignaciones presupuestarias, para
los distintos sectores de la cultura, aseverando que "resulta
evidente en el análisis, que la estructura distributiva del
gasto público corresponde a una configuración
construida sobre la base de un criterio único fundamental: la
concepción que reduce el eje central de la política
cultural a lo meramente formativo y espectacular, en detrimento de
una concepción que ponga énfasis en la
integración de los ciudadanos a los procesos de
creación y preste atención al componente colectivo de
lo cultural; es decir, al desarrollo cultural, al mejoramiento de la
calidad de vida y a la ampliación de los esquemas y al
ejercicio democrático de la sociedad".
Los autores del estudio finalmente
establecen en sus análisis que "Las prioridades definidas
en las asignaciones presupuestarias, evidencian la irrelevancia del
manejo del presupuesto, como instrumento de formulación de
políticas culturales, y en consecuencia denota la ausencia de
objetivos claros para el desarrollo cultural. El presupuesto queda
diluido, además de las partidas ya analizadas, en una serie de
subvenciones a organismos privados, sin establecer una
jerarquización de las instituciones, una definición de
la dirección del gasto; sin una clara estrategia de la
inversión que permita al Estado medir, evaluar y proyectar su
eficacia al interior de la cultura dominicana, y su capacidad para
promover el desarrollo cultural".
A todo lo anterior se concluye
haciendo las ponderaciones siguientes:
- Se hace necesario superar la
dispersión existente de la inversión pública
que se fundamenta en dos criterios históricamente
arraigados, primero: la cultura entendida como proceso
exclusivamente formativo y espectacular, y segundo, que la cultura
no requiere de formación especializada, pudiendo
sustentarse en prácticas políticas clientelistas y
empiristas.
- Es fundamental crear una
estructura coherente que racionalice el gasto público en el
sector, a través del establecimiento de prioridades en el
marco de un Plan Nacional de Desarrollo Cultural, que permita
descentralizar las ejecuciones de las partidas presupuestarias y
el establecimiento de un reordenamiento socio-territorial que se
manifieste en términos nacionales, con una finalidad
democratizadora.
- Que el Estado vea lo cultural
con una visión moderna, que permita insertarnos
competitivamente en los procesos de globalización, a partir
de la valorización de la identidad cultural, así
como a través de la incidencia en los mercados
internacionales, con la fuerza del valor generado por la industria
cultural dominicana.
- Se hace necesario efectuar un
ajuste por inflación para las instituciones del sector
cultural, con la finalidad de que puedan cubrir sus gastos de
operaciones y los objetivos trazados.
- Consideramos que debe hacerse
un estudio en profundidad sobre las necesidades y posibilidades,
las limitantes y las oportunidades del sector, y otorgar los
recursos necesarios para relanzar la cultura dominicana en el
contexto del Plan Nacional de Desarrollo, como factor fundamental
para poder avanzar hacia el desarrollo humano integral de nuestros
conciudadanos y el afianzamiento internacional de nuestra
identidad, en tiempos de globalización y competencia,
fundada en la calidad de la oferta.
- Finalmente, se hace necesario
comenzar de inmediato, desde nuestra perspectiva, el proceso de
reforma y modernización del sector cultural estatal, lo
cual se podría iniciar con una decisión
administrativa del Secretario Administrativo de la Presidencia,
autorizando al CPC a coordinar la erogación del gasto
público del sector cultural que es manejado por esa
cartera. Ello con base en el Art. 12 del Decreto Presidencial
82-97: "El Consejo Presidencial de Cultura tomará las
decisiones que estime necesarias acerca de los programas de las
instituciones bajo su autoridad y supervisará su
cumplimiento y los presupuestos asignados a los
mismos."
Es justo señalar que esta
estructura del gasto público procede de gobiernos anteriores y
que el actual gobierno trabaja en la dirección de buscar
alternativas que resuelvan, de una vez por todas, las dificultades de
un sector cuya dispersión impide una gerencia adecuada. El
desmonte de esta estructura podrá ser definitivo con la
creación de la Secretaría de Estado de Cultura, para lo
cual el Poder Ejecutivo posee un Proyecto de Ley, que deberá
someter a las Cámaras Legislativas.
Consideramos oportuno la
implementación de un programa de reformas al interior del
Sector cultural público, que gradualmente permita adecuar las
instituciones existentes a la nueva realidad que vendrá, una
vez ocurra la promulgación de la Ley de Secretaría de
Estado de Cultura; esto así, ante la imposibilidad gerencial
del actual esquema.
n el marco de los Encuentros
Culturales celebrados en el Distrito Nacional se aprobaron propuestas
dirigidas a la identificación de recursos para el sector.
Dentro de ellas se propuso que parte de los recursos generados por
las incautaciones de bienes, llevados a cabo por la Dirección
Nacional de Control de Drogas, en su lucha contra el
narcotráfico, puedan emplearse en programas culturales.
Independientemente de la aceptación o no de propuestas de tal
naturaleza, lo cierto es que el financiamiento cultural requiere de
nuevas formas que aseguren los objetivos nacionales de desarrollo
cultural.
La UNESCO considera que los
países en vías de desarrollo deberán aportar a
la cultura el 1% de su presupuesto, para alcanzar las metas de
desarrollo y mejorar la calidad de vida de sus habitantes. En nuestro
país, estamos lejos de poseer un presupuesto similar; sin
embargo, el actual presupuesto identificado es como ya dijimos de
alrededor de unos 215 millones, que siendo ejecutados bajo nuevos
criterios gerenciales, pudieran convertirse en un instrumento de
política cultural capaz de obtener objetivos de desarrollo
para el sector cultural.
En otro Informe realizado por el
Consejo Presidencial de Cultura, con la finalidad de realizar una
reestructuración del sector cultural del Estado, se establecen
medidas para la racionalización de los recursos financieros de
que dispone en la actualidad el sector. Dentro de las medidas
queremos puntualizar las siguientes:
- Establecer un control de los
recursos, a partir de una gerencia por proyectos, que permita
medir el logro de los objetivos propuestos definidos en el
período de tiempo previamente planeados.
- Subordinar las cargas fijas a
los recursos de financiación de proyectos.
Con solo estas dos medidas se
aseguraría un funcionamiento del sector capaz de responder a
las principales demandas de servicios culturales exigidas por
nuestras instituciones, como de los sectores vinculados a la
acción cultural, sin que necesariamente en un primer momento,
el Estado tenga que recurrir a la erogación de nuevos
recursos.
La reestructuración que
planteamos, tanto en lo económico y financiero, resulta de
incalculable valor para hacer trasparente y racional la
inversión pública en el sector. En la actualidad,
los instrumentos de administración y finanzas del Estado son
obsoletos, no resisten ningún análisis de control
financiero; más aún, la falta de una estrategia para el
sector convierte la cultura en un barril sin fondo para el erario
público, haciendo del sector cultural una carga
económica para el Estado. Por ello, es necesario
implementar un sistema de registro y control financiero, que permita
cuantificar e identificar la inversión, así como
proyectar las necesidades de recursos demandados a mediano y largo
plazo
En conclusión, los problemas
que afronta el sector cultural del Estado no se reducen a la carencia
de recursos financieros; son, ante todo, problemas de índole
administrativa y gerencial, que deberá el Estado corregir
antes de proponerse nuevas acciones sin la garantía de
resultados satisfactorios.
- UN NUEVO MODELO PARA LA
FINANCIACIÓN CULTURAL
Otro de los aspectos propuestos en el
Encuentro distrital refiere a las acciones que puedan permitir la
definición de políticas para la financiación de
las instituciones culturales del sector público; así
como la posibilidad de buscar nuevas fuentes de captación de
recursos económicos para los grupos culturales populares, como
apuntábamos anteriormente.
Es de todos conocido la tendencia que
en los últimos años se ha experimentado a escala
internacional en la protección del arte y la cultura; sobre
todo de la "alta cultura," llevada a cabo por empresas y
particulares. Ahora, todos los ejemplos que podamos ofrecer al
respecto están amparados por los incentivos que el Estado, en
su política de protección y promoción, lleva a
cabo.82
Vale realizar una distinción
entre mecenazgo, inversión cultural y patrocinio cultural;
algunas veces estos conceptos se manejan indistintamente, provocando
que, a la hora de ponderar el establecimiento de sistemas de
financiación cultural, se excluyan políticas hacia una
de estas formas de financiación. Como consecuencia de tal
situación, se omiten en el diseño y aplicación
de instrumentos de desarrollo para el sector cultural, como ocurre en
el caso de incentivos fiscales para las empresas y
particulares.
El mecenazgo cultural en nuestros
tiempos no existe de manera pura, hoy las actividades de
sustentación de las artes y la cultura en general adquieren,
en el mecenazgo, la forma de sólidas instituciones, como son
las fundaciones, las que se amparan en grandes empresas. El
patrocinio cultural, por su parte, se relaciona con la
promoción de actividades en el sector artístico o
cultural con una perspectiva mercadológica, a favor de la
imagen empresarial o de algún producto. En este caso, no
existe una mediación, como en el mecenazgo, en la que
intervine la figura de la fundación. Por otra parte, la
inversión cultural, refiere a la intervención de
capitales en el sector cultural, con claras intenciones de obtener
una determinada rentabilidad.
En todo caso, lo recuperable de esta
distinción es que debe servir para establecer políticas
que permitan estimular lo cultural como factor de desarrollo.
Mientras para algunos Estados los incentivos fiscales resultan
perjudiciales para las políticas recaudatorias; para otros son
a la larga una inversión que redunda en desarrollo para el
propio Estado y la sociedad toda. La primera concepción
indudablemente parte de una visión economicista, no
proteccionista, y con escasas posibilidades de entender que el
desarrollo social es producto del esfuerzo del conjunto de las
esferas sociales y no exclusivamente del factor económico. En
cambio, la segunda entiende el proceso social de manera
armónica, sin una separación adversa de los
ámbitos, como diría Daniel Bell.
En gran medida, circunstancias como la
expuesta anteriormente, surgen de la escasa comprensión en
torno a la misión y visión del Estado; que en muchos
casos no alcanza hacer del fisco un instrumento de desarrollo. Joseph
Schumpeter, en su tratado sobre "La Crisis del Estado impositivo",
nos recuerda la importante función de un Estado moderno en su
misión fiscal: "Una vez que el Estado existe como realidad y
como institución social, una vez que se ha convertido en el
centro de las personas que maneja la maquinaria gubernamental y cuyos
intereses se concentran en ellas, por último, una vez que
el Estado es reconocido apropiado para muchas cosas aun por los
individuos con quienes se enfrenta, una vez que ha ocurrido todo
esto, el Estado se desarrolla aún más y pronto se
convierte en algo cuya naturaleza ya no puede ser comprendida
solamente desde el punto de vista fiscal, y para el cual las finanzas
se convierten en una herramienta de la que se
sirve."83
En este sentido, el Estado
dominicano en un primer momento, puede dar prioridad a determinadas
áreas culturales consideradas estratégicas por su
impacto en el desarrollo nacional, incentivando con beneficios
fiscales a las empresas que realizan donaciones o inversiones en
actividades culturales; como podrían ser programas
relacionados con turismo cultural, cultura ciudadana o patrimonio
cultural. Además de este criterio selectivo, el incentivo
fiscal podrá aplicarse a un porcentaje de los beneficios que
efectivamente sean reinvertidos en el sector. En un segundo momento,
es fundamental la definición de un sistema de
financiación de las actividades artísticas y
culturales, donde sea posible la articulación del patrocinio
cultural con incentivos fiscales, sin que signifique una renuncia a
las recaudaciones tributarias por parte del Estado.
Finalmente, dentro de las propuestas
surgidas en el Distrito Nacional se considera importante que las
instituciones culturales, especialmente las de la Plaza de la Cultura
y aquellas que brindan un servicio cultural, puedan transformar su
estructura hacia formas que permitan recaudar fondos para su
autosustentación financiera. En la actualidad, para citar un
caso, los museos de todo el mundo operan con una concepción
autogestionaria con la cual pueden obtener la financiación de
proyectos y programas más allá del limitado presupuesto
estatal que reciben. El modelo norteamericano ha sido funcional,
permitiendo que las fundaciones culturales y los patronatos puedan
ser un ente dinamizador de las actividades que realizan las
instituciones. En Europa, sin embargo, la tendencia se dirige hacia
un modelo mixto, en donde se da espacio a lo privado y público
en la confección presupuestaria.
Las instituciones culturales del
Estado deben constituir, a través del ciudadano y de los
sectores sensibles al arte y la cultura, una estructura basada en
socios que brinde posibilidades de una membresía activa, capaz
de aportar a distintos niveles; desde socios benefactores, hasta
simples voluntarios. La responsabilidad es obvia para la
institución cultural, una vez se embarque en estas tareas, ya
que deberán establecer programas, según los intereses
de los socios. Sin embargo, es una garantía del éxito
de la gestión cultural.
Dado el hecho de que dichas
instituciones culturales no dependen de una institución
rectora, en gerencia cultural, éstas actúan de manera
desarticulada. Los objetivos propuestos por las instituciones
dependerán, en muchas ocasiones, de los propósitos que
persiguen de manera individual sus directores, sin que medien
mecanismos de evaluación de su gestión, lo que impide
una administración cultural adecuada, mostrándose visos
recurrentes de incapacidad gerencial.
De modo que las instituciones
culturales del Estado, al igual que la estructura cultural en el
país, tendrán que someterse a un proceso de reforma
institucional que permita adecuar sus servicios culturales a la nueva
realidad que vive la sociedad dominicana y el mundo de
hoy.
En todo caso, el fomento de la cultura
a través de la financiación favorece y repercute a
distintos niveles, dinamizando al sector cultural, pudiendo impactar
positivamente, en los creadores, en las empresas artísticas,
permitiendo establecer una mejor distribución de los productos
culturales, igualmente en lo que respecta a su difusión, tanto
nacional como internacionalmente. El fomento cultural en este sentido
genera nuevos empleos dentro del conjunto de actividades que se
vinculan a la cultura; promueve a otros sectores como el turismo y
mejora la calidad del producto cultural, permitiendo que el
país haga de la cultura una ventaja comparativa para la
inversión extranjera, como veremos más adelante, entre
otros beneficios para la sociedad.
5. FOMENTO Y DESARROLLO DE LAS
INDUSTRIAS CULTURALES
Aunque resultaron escasas las
propuestas en torno al desarrollo de las industrias culturales en el
Encuentro del Distrito, hemos querido analizar algunos aspectos
derivados de las propuestas emanadas de aquella actividad consultiva.
Pero antes convendría apuntar elementos para una
definición en torno al concepto de las industrias culturales,
categoría que en el análisis aporta la dinámica
precisa del desarrollo de las actividades económicas
vinculadas al sector cultural.
El impacto en las sociedades modernas,
de las llamadas industrias culturales, ha significado un repunte en
aquellas economías de mercado y ha constituido la piedra
angular para el desarrollo de una cultura de masas, tan
característica de nuestro siglo XX. A pesar de lo que implica
este proceso en el que se pierde el protagonismo en la
creación individual, pasando a manos de la producción
serial y otros efectos, producto de la tecnología en el arte y
la cultura, conviene aseverar que dicho proceso ha resultado un
milagro para estas economías, convirtiéndose, a la vez,
en el mecanismo para el disfrute masivo de los bienes culturales. El
Consejo de Europa, pese a los efectos de una cultura masificada,
afirma que "... las industrias culturales son una fuente primordial
de valores y símbolos para el gran público y
también un importante agente de socialización para las
generaciones jóvenes."84
En la actualidad es un recurso
indiscutible para el desarrollo cultural. Su crecimiento es un
indicador del desarrollo social, tecnológico y cultural de una
nación. El término "Industria Cultural", según
Emiliano Fernández Prado, fue introducido por Adorno y
Horkheimer en su crítica a la cultura de masas, allá
por los años 40. La visión era totalmente peyorativa,
ante el impacto que esta forma de masificación de la cultura
significaba para el mundo de la creación artística y
cultural; sin embargo, en la actualidad, esa carga negativa se
sitúa en otro contexto, dándole énfasis a sus
efectos desde el punto de vista del desarrollo económico que
generan.
Desde 1980, a raíz de la
reunión celebrada por la UNESCO, en Montreal, en que se
señaló que "Existe una industria cultural, cuando los
bienes y servicios culturales se producen, reproducen y conservan
según criterios industriales; es decir, en serie y aplicando
una estrategia de tipo económico, en vez de perseguir una
finalidad de desarrollo cultural"; se ha estado en franca
discusión sobre el término. Es conocida la
crítica llevada a cabo por Ramón Zallo, quien entiende
a las industrias culturales como "un conjunto de ramas, y actividades
auxiliares industriales, productoras y distribuidoras de
mercancía con contenido simbólico, concebidas por un
trabajo creativo, organizadas por un capital que se valoriza y
destinadas finalmente a los mercados de consumo, con una
función de reproducción económica y social." La
crítica hecha por Emiliano Fernández Prado a esta
última conceptualización es contundente; cuestiona la
vaguedad del concepto de "reproducción económica y
social", señalada por Ramón Zallo, apuntando,
además, que esta definición no da margen a la
intervención del Estado,85 dando lugar a que se
cree una frontera insalvable entre el Estado y las Industrias
Culturales.
Edwin R. Harvey, por su parte,
sostiene la tesis de que en una política moderna se conciben
tres grandes conjuntos de actividades para el sector cultural: a) las
que están íntimamente ligadas a las del Patrimonio
Cultural, b) las de la cultura artesanal y, c) las de las industrias
culturales. Su vinculación proviene de que "forman el lazo
inescindible de los recursos culturales de la
nación".
El referido autor realiza una muy
significativa distinción entre industrias culturales e
industria de la cultura. Distinción que hace que la cultura no
quede reducida a meros productos industriales; sino percibida como
ámbitos o dimensiones diferentes del conjunto de actividades
que el sector realiza. En este sentido, nos dice: "Cuando se habla de
industrias culturales, no de industrias de la cultura, la cultura es
siempre el fin y la industria sólo un medio, un instrumento al
servicio de aquélla y de la democratización y
posibilidad de acceso por todos a las fuentes de la vida
cultural."86
Pero Harvey entiende que la industria
cultural "... trata de actividades dedicadas a la producción y
distribución hacia grandes públicos, tendentes a
promover las obras creadas por las artes tradicionales y por nuevas
formas de expresión cultural, en el contexto de los medios de
reproducción, transmisión y recepción de bienes
y servicios culturales que brindan la tecnología y la
electrónica moderna."87
Lo más interesante en Harvey es
la magnífica clasificación que realiza respecto a las
ramas de la industria cultural, según las funciones requeridas
para la producción y distribución al gran
público, la clasifica en tres tipos:
a) los bienes culturales de
gran difusión (libros y discos);
b) los equipamientos culturales
(equipos de reproducción de sonido e imágenes,
cámaras aparatos y proyectores fotográficas, etc.,
c) los soportes de la
publicidad (radio, televisión, prensa); los programas de
computación e incluye además audiovisuales,
televisión vía satélite entre otras nuevas
demandas de la cultura mediática actual.
Después de realizar estas
acotaciones sobre las industrias culturales, vale señalar que
una de las tareas que deberá asumir el Estado, respecto a las
industrias culturales, es la de estudiar las diversas razones que en
la República Dominicana imposibilitan o coartan el desarrollo
de las mismas; de igual manera, tendrán que establecer las
medidas que contribuyan a su incentivo.
En la actualidad, la industria
cultural es un sector incipiente en la República Dominicana,
apenas podemos reconocer el desarrollo de la producción de
libros, la actividad artesanal, la industria del espectáculo,
la radio y televisión, incluida también la actividad
gráfica y la gastronomía. Todavía el cine y el
turismo cultural no resultan significativos, aunque se comienzan a
ver resultados concretos, tanto para el cine dominicano de capital
nacional como de capital internacional, que toman como escenario para
sus producciones cinematográficas a nuestro país; lo
mismo ocurre con el turismo cultural que cada día muestra su
potencialidad dentro del sector cultural y
turístico.
Obviamente, el desarrollo limitado de
las industrias culturales en el país no significa, en modo
alguno, dar las espaldas a una actividad productiva y tan crucial
para el sector cultural, más bien debe ser el espacio para
actuar oportunamente planeando su desarrollo y crecimiento. Nuestro
país, al igual que todos los demás, está sujeto
a vivir un proceso de crecimiento en las industrias culturales; el
mismo proceso de globalización hace que los productos
culturales y los mercados simbólicos en el mundo puedan
interactuar de manera única, lo cual es una ventaja para los
productos culturales de países como los nuestros, que
necesitan nuevas fuentes de producción de divisas.
Durante los Encuentros del Distrito
Nacional se consideró que las instituciones que manejan
recursos naturales pueden establecer, con las instituciones
culturales, niveles de coordinación que permitan desarrollar
las industrias culturales. Pensamos que dicha propuesta tiene que ver
con las limitaciones existentes para la obtención de materias
primas, requeridas por la producción artesanal. Hecho que,
ciertamente, obstruye las posibilidades de la creación no
sólo artesanal sino también artística, como
innumerables veces han denunciado los escultores dominicanos, con
respecto al mármol y a la caoba. Las medidas adoptadas en
relación a las materias primas deben considerar
políticas para el uso racional de los recursos no renovables,
buscando alternativas para su obtención; como sería en
los casos de la caza del carey, del cual se obtiene la concha, el
coral, el ámbar y otras materias primas similares, utilizadas
por los artesanos dominicanos.
La definición de
políticas orientadas a la producción artística
nacional que permita competir en igualdad de condiciones con la
producción importada, es otra de las propuestas del Distrito.
Lo anterior no debe ser confunidido con coartar la penetración
de productos artísticos extranjeros, puesto que sería
anacrónico ante las tendencias de apertura que vive el mundo
de hoy. Es legítimo para todo Estado establecer regulaciones
que permitan que los productos locales puedan competir en igualdad de
condiciones, respecto a los importados.
Sin embargo, actualmente las
únicas posibilidades de competir en el sector cultural
están siendo definidas por la eficientización de los
servicios culturales y la calidad de los productos y bienes
culturales. En todo caso, lo que debe quedar claro es una cosa: el
Estado deberá definir políticas de fomento, que creen
los medios que promuevan el desarrollo de la industria cultural
nacional y que garanticen que nuestros artistas y creadores obtengan
una calidad capaz de situarse en cualquier mercado.
En el país se llegó a
decretar la participación de artistas nacionales en los
espectáculos, a fin de que sirvieran de contra parte a los
artistas internacionales, medida que permitía la
contratación de estos últimos. Cosa que si bien permite
la representación nacional, cuestiona la libre empresa y el
gusto del público; sin que con ello se logre resolver el
problema de la creación de plazas de trabajo, ni se mejore la
calidad del artista dominicano. Pensamos que el fortalecimiento y
desarrollo del arte y la cultura dominicana resultarán de la
protección de nuestros valores, sin que ello suponga la
negación de otros trascendentes, que a veces resultan
universales.
Finalmente, debemos recordar que las
Naciones Unidas cuenta con resoluciones importantes, respecto a la
libre circulación de los bienes culturales y de los artistas y
creadores, que rigen para establecer una ética
global.
Fomentar las industrias culturales en
la República Dominicana significa construir las bases para la
consolidación del sector cultural, enfatizando en algunos
dominios de la política cultural, en los cuales existan en lo
inmediato, auténticas posibilidades de desarrollo, en franca
correspondencia con nuestra realidad económica, social y
cultural. Pero ello sólo ocurrirá a través de
una certera intervención de los sectores de la vida nacional,
tanto público como privado. Esta misma situación
deberá estar acorde con los procesos que marcan, en la
actualidad, los cambios del mundo postindustrial y postmoderno, de
los cuales no podemos seguir a la saga.
6. POLÍTICAS CULTURALES Y
RELACIONES INTERNACIONALES
Básicamente las propuestas
surgidas del diagnóstico participativo en el Encuentro
distrital, sitúan dos aspectos:
- La ausencia de una
concepción de la cultura como instrumento fundamental en
las relaciones internacionales.
- Debilidad institucional para
llevar a cabo las relaciones culturales con los países
hermanos, especialmente de la región del Caribe y
Centroamérica.
Quizás las razones que han
originado históricamente el relegamiento de lo cultural, en
las relaciones internacionales de la República Dominicana, sea
objeto de un estudio más profundo; lo cierto es, que el
país ha desaprovechado, por mucho tiempo, las virtudes de la
cultura para el establecimiento y fortalecimiento de las
políticas destinadas a desarrollar las relaciones exteriores.
El excepcional aislamiento en que ha vivido el país, el cual
marcó una etapa que podemos calificar de prehistórica
en las relaciones internacionales dominicanas, explica el atraso
conceptual y virtual del país, en materia
internacional.
En cuanto a lo cultural,
todavía a inicios de esta década de los noventa, la
Secretaría de Relaciones Exteriores mantenía un
Departamento de Asuntos Culturales, obsoleto e infuncional con
respecto a las tareas que modernamente debe cumplir toda
nación, en las relaciones culturales exteriores. Para
entonces, contaba apenas con ocho agregados culturales en todo el
mundo; de los cuales algunos eran honoríficos. Sin hablar de
la indefinición de objetivos y metas, programas y funciones
necesarios en unas efectivas relaciones culturales. A todo esto, hay
que agregar que en República Dominicana la Carrera
Diplomática no ha podido ser desarrollada como tal; gran parte
de los miembros del cuerpo diplomático no son
diplomáticos de carrera, y son designados atendiendo al
interés político de los gobiernos de turno;
evidenciándose rasgos evidentes de nepotismo.
Con un panorama semejante, los asuntos
culturales han tenido pocas posibilidades de servir a los
propósitos de las relaciones exteriores y a la
proyección de la cultura dominicana. A todo esto hay que
agregar la carencia de un órgano cultural, que orqueste las
políticas culturales en el país y que trace los
objetivos culturales, tanto dentro como hacia fuera de la
nación dominicana.
La República Dominicana vive
una etapa importante dentro de las relaciones internacionales, pero
debe incluirse dentro de las prioridades, la creación,
modernización y establecimiento de los órganos y
mecanismos fundamentales para un buen ejercicio de la
gobernabilidad.
El Gobierno del Presidente Dr. Leonel
Fernández Reyna ha pautado una nueva etapa en las relaciones
exteriores. La agresiva política que ha llevado a cabo el
gobierno ha posibilitado una redefinición, no sólo de
las relaciones exteriores, sino del papel que debe jugar la
República Dominicana dentro de una estrategia regional. Esta
política en poco tiempo ha generado sus frutos, haciendo que
la nación dominicana adquiera un liderazgo incuestionable en
el área del Caribe y Centroamérica.
En este nuevo contexto, producto del
proceso de reforma y modernización del Estado dominicano, se
han experimentado cambios importantes que permiten augurar un mejor
futuro para las relaciones exteriores y sus instrumentos de
política exterior. Respecto a las acciones que se realizan en
la Secretaría de Relaciones Exteriores, el Dr. Manuel Morales
Lama, Embajador encargado del Departamento de Asuntos Culturales, de
esa misma institución, ha señalado que "Si bien desde
1946 hasta 1996 se han programado, esporádicamente, cursos de
formación y capacitación en la Secretaría de
Estado de Relaciones Exteriores, es justo reconocer que es a partir
del 16 de agosto de 1996, cuando existe una firme decisión
política para la reapertura de la Escuela Diplomática y
Consular de esta institución."88
Ahora bien, estos procesos
deberán extenderse al resto de las funciones de esta
institución del Estado; las limitaciones que éstas
comportan, en el orden cultural, obligan a que el país
consolide definitivamente la política internacional en materia
cultural. La función de la cultura, en los actuales momentos,
es vital para asegurar los procesos de integración con los
demás países del área y posibilitar la
constitución de un bloque de países con una
sólida estrategia integracionista. Lo mismo cabría
señalar respecto a la importancia de establecer
políticas que aseguren los vínculos culturales de la
enorme población de dominicanos residentes en el exterior,
garantizando, de este modo, su arraigo al proyecto
nacional.
Es evidente que con los procesos de
globalización el mundo es testigo de dos fenómenos
vinculados a la cultura universal, y que redundan en los procesos de
la identidad cultural y nacional. La primera consiste en una
tendencia a la homogenización; y la otra tendencia, a la
diferenciación.89 Ambos aspectos suponen que, en
los procesos de integración y conformación de Bloques
regionales, las relaciones internacionales den cuentan a sus Estados
Nacionales de la preservación de los elementos que permiten
constituir las diferencias, como las identidades, necesarios para la
configuración de la unidad latinoamericana y nacional. Es
necesario responder a las preguntas siguientes: ¿quiénes
somos?, ¿quiénes nos dejan ser?, y ¿con
quiénes el desplegar del crecimiento puede ser
compartido?"90
En ese sentido, la
definición del papel de las relaciones culturales al interior
de los procesos integracionistas es fundamental; pudiéndose de
este modo hablar de integración cultural. Claro, esta
integración cultural no significa fusión,
suborninación, asimilación o sustitución, como
bien ha reseñado Gregorio Recondo, en su obra antes citada,
sino que debe permitir afianzar las identidades y las divergencias
culturales, con lo cual se debe superar las existentes relaciones
asimétricas entre las naciones.91
De ahí, que las relaciones
culturales, en la actualidad, no pueden reducirse al mero
espectáculo, sino a la orquestación de acciones que
contribuyan a crear una plena conciencia del papel de las identidades
y las culturas, en la búsqueda del progreso y el desarrollo de
nuestras respectivas naciones. Por eso "La integración
cultural(...)exige la existencia de una conciencia latinoamericanista
y de afirmación colectiva, tanto a niveles nacionales como
regionales. Sólo cuando tenemos conciencia de nuestra realidad
y claridad de propósitos integradores, logramos ensanchar
nuestra conciencia de pertenencia y podemos impulsar acciones
tendentes a objetivos comunes."92
Estos aspectos no sólo son
problemas de política internacional, son ante todo, problemas
de política cultural, que suponen la definición de una
conducta coherente por parte de los organismos del Estado, en
consonancia con el propósito último de la nación
dominicana: su soberanía y autonomía. De modo, que,
como afirma Luis Villoro, "... la condición para que una
cultura cumpla adecuadamente su función es la
autonomía; ese principio está supuesto en todos los
demás."93
Las relaciones culturales de un
país pueden expresar la complejidad de la realidad
política e institucional en que vive la sociedad, siendo sus
dificultades e incongruencias reflejadas en sus prácticas;
cosa que en asuntos culturales y en las relaciones exteriores no
deben de evidenciarse porque significan un atentado a las normas
prudenciales que rigen las relaciones diplomáticas entre los
países. De ahí que sea urgente el establecimiento
de una política cultural en la República Dominicana,
que ofrezca las líneas culturales a seguir en el campo de las
relaciones exteriores.
Lo anterior pautará las
acciones a ejecutar en el plano de la política cultural
exterior, definiendo una finalidad y unos instrumentos adecuados,
haciendo con ello una evolución lógica, respecto a
otros países que han logrado unas relaciones culturales
sólidas con el resto del mundo. Señala Edwin R. Harvey
que "Junto con fines y objetivos de política cultural
exterior irán madurando paralelamente nuevas estructuras e
instrumentos y medios especializados a su servicio. Fines,
estructuras administrativas y medios (...) responderán a las
tradiciones, especialidades e intereses nacionales, propios de cada
país, grande o pequeño, desarrollado o en vías
de desarrollo, dado que ninguna nación escapa a la necesidad
de contar con una política cultural exterior (que refleje su
relación político-cultural con el resto del mundo); de
la misma manera que ningún Estado moderno puede dejar de
disponer de una política interna adecuada al contexto
nacional.94
Como vemos, la problemática de
la relación cultural exterior debe viabilizar la
promoción y difusión de la cultura dominicana, entre
otras tantas funciones, superando las limitaciones virtuales, ante la
ausencia de una política cultural y una situación
cultural que requiere definición en el contexto institucional
del Estado dominicano.
- POLÍTICAS DE ACCESO,
PROMOCIÓN Y DIFUSIÓN DE LA CULTURA
La descentralización cultural
en el Diagnóstico Participativo fue motivo de mucha
atención. Vertiéndose criterios en diversos sentidos
que cuestionan los mecanismos con que cuenta el Estado actualmente
para hacer efectivo un proceso de descentralización;
así como la ausencia de otros que puedan contribuir a su
consolidación.
En primer lugar, hay que
señalar que la descentralización es un proceso
trascendental para la democratización cultural, cuya
definición deberá partir de concepciones claras en
torno al desarrollo, lo cual supone una caracterización de los
aspectos que configuran la formación social dominicana. Esta
vincularidad y adecuada correspondencia debe hacer posible un
proyecto coherente, no lesivo a la identidad nacional y cultural. Por
ello, las políticas de desarrollo social tendrán que
superar aspectos tan fundamentales como necesarios.
No se trata sólo de los
problemas en torno a una tecnología para el desarrollo
institucional y a los procesos de transformaciones políticas,
como regularmente son abordados los problemas de
descentralización; es además tarea de un proceso de
descentralización, definir el proyecto nacional a que
deberán responder instancias e instituciones del gobierno
central y de los gobiernos locales.
La descentralización en la
cultura, vista de esta manera, se presenta como uno de los aspectos
centrales. En sentido amplio, constituye el instrumento para asegurar
la democracia participativa. Para el caso cultural &emdash;y que ha
sido poco tratado en la República Dominicana&emdash; pasa a
ser el elemento primordial del proceso de democratización de
la cultura. Sin embargo, deberá ser concebido como un
proceso sustentado ante todo, en la creación de mecanismos de
participación y toma de decisiones en lo que respecta a las
cuestiones culturales. La descentralización cultural es parte
del proceso de democratización del Estado; de ahí que
los problemas confrontados para hacer factible la
descentralización y la democratización de la cultura se
presenten como una cuestión eminentemente
política.
Cabe señalar, como lo han
considerado Isidoro Santana y Magdalena Rathe, para el caso de la
descentralización en las políticas sociales, que
debemos "... evitar que se confunda el concepto de
descentralización con la simple desconcentración de
funciones. La desconcentración no quita el poder ni las
atribuciones a la autoridad central, pues ésta sigue
detentándolos." Más adelante los autores sostienen: "Lo
único diferente es que el Estado central responsabiliza del
cumplimiento de determinadas funciones a órganos especiales o
regionales, creados por él, sin independencia jurídica
ni recursos propios y, por lo tanto, subordinadas
jerárquicamente y sujetas a las decisiones emanadas de la
autoridad nacional." 95
De manera que cualquier intento de
refundar la acción cultural del Estado debe superar los
mecanismos que coartan las posibilidades y las oportunidades de una
real participación y de un desarrollo equilibrado de la
sociedad. En la cultura dominicana, la inexistencia de procesos de
esta naturaleza, se han traducido en un elitismo extremo, que afecta
todos los intentos de desarrollo social.
Hay que advertir, como lo ha hecho la
UNESCO, en "Nuestra Diversidad Creativa," que existen algunos
peligros frente a las "virtudes" de la descentralización para
lo cual propone estudios e investigaciones que definan el impacto de
procesos como éste. En dicho Informe, la UNESCO, comprende que
"Frente a las supuestas virtudes de la descentralización se
oponen consideraciones, tales como: que agravan las desigualdades
entre comunidades; consolida el poder de las élites locales y
las convierte en más explotadoras que el gobierno central;
representa una pérdida para el sistema de financiamiento
central; y, finalmente, no protege a los más desfavorecidos,
como lo hace una acción central."96
Esta crítica nos dirige a
entender la descentralización en su complejidad, que al igual
que en cualquier sector social, no significa ausencia de niveles de
centralización propios de todo Estado. La misión de
regulador y ente que supervisa y planifica el desarrollo nacional
resultan ser, en el Estado, funciones inalienables dentro de toda
sociedad. El debate como bien lo ha formulado Emilio Fernández
Prado radica en establecer las características de un
equilibrio entre poderes locales, regionales y estatales, "... en
cuya necesidad todo el mundo está de
acuerdo."97
A todo esto y ante la realidad que
supone el desequilibrio de la acción cultural del Estado, en
el país, hay que establecer vías alternativas y
creativas para que el estadio de desarrollo en que hoy estamos nos
permita maniobrar, en el sentido de una descentralización
oportuna y necesaria. Las experiencias de descentralización en
el país han venido mayoritariamente por vía
institucional, o como consecuencia de las políticas
procedentes de organismos internacionales, quienes muchas veces han
condicionado que los programas y proyectos financiados partan de una
concepción descentralizadora por las instituciones
públicas y privadas que han tenido la responsabilidad de su
ejecución.
Lo mismo hay que considerar respecto a
la regionalización llevada a cabo por las instituciones de la
sociedad civil, las que han alcanzado un impacto a nivel nacional y
de las cuales se les reconoce una sobrada experiencias que no debe
ser desestimada. Aquí podemos citar a las organizaciones
religiosas, gremios sindicales, partidos políticos,
ONG’s.98 Por otra parte, la división
político-administrativa en el país es uno de los
problemas cruciales a ser superados ya que la misma, responde
más a una concepción politiquera y populista que a una
necesidad de racionalizar y operativizar, a través de una
planificación integral, el territorio nacional.
Faustino Collado en su estudio, antes
citado, caracteriza esta afirmación diciendo: "En el caso
dominicano, la división territorial ha tenido una marca
política distorsionante, por encima de las causas naturales y
sociales; también ha sido motivada por la creencia de muchas
comunidades de que, el solo hecho de ser elevadas de
categorías bastará para que llegue al progreso, lo
cual, en el fondo, representa una repulsa y un desencanto, respecto
al centralismo histórico, incapaz de promover el bienestar
general."99
Para el caso cultural, la
descentralización ha sido muy limitada como experiencia
institucional de Estado; la experiencia más significativa fue
la llevada a cabo por el régimen trujillista, con la
creación de la Secretaría de Estado de
Educación, Bellas Artes y Cultos, la que realizó
diversos programas de educación artística, como parte
de sus planes de estudios. Este fue el caso de los llamados Liceos
Musicales, y de algunas escuelas de Bellas Artes, que más
tarde se instalaron en distintas provincias del interior. La
reducción de la acción cultural a la educación
formal y artística, limitó considerablemente el espacio
de dicha acción.
La experiencia más reciente de
descentralización la constituye la creación del Centro
de la Cultura de Santiago, a finales de la década de los
setenta, el cual se hizo realidad, gracias a las gestiones de la
sociedad civil cibaeña, especialmente de la lidereada por la
Universidad Católica Madre y Maestra, y los esfuerzos
realizados por sectores de la intelectualidad de aquella ciudad. Sin
embargo, debido a que esta experiencia no formó parte de una
estrategia global, por parte del sector cultural estatal, su
capacidad de acción y desarrollo han quedado limitada ante el
continuo crecimiento de la demanda cultural de la región
cibaeña.
La descentralización Cultural,
desde la perspectiva que la vemos, debe seguir una fórmula que
supere estas limitaciones, imponiéndose la tarea de fortalecer
los espacios ya constituidos, creando otros que permitan el objetivo
último de toda descentralización cultural.
Para hacer viable estos
propósitos es fundamental como primer paso, llevar a cabo un
proceso de fortalecimiento e integración de los organismos e
instituciones culturales del Estado. Esto amerita disponer de un
diseño de intervención por parte del éste
más horizontal, que permita niveles de cogestión
comunitaria e institucional; y vaya a la par con las reformas que
beneficien al sector cultural desde múltiples perspectivas,
sean estas reformas políticas, sociales y/o
financieras.
Sin embargo, no puede haber desarrollo
cultural si no se produce la democratización en la cultura. A
sabiendas de que no existen fórmulas únicas para
obtener este importante objetivo de desarrollo; la
descentralización, en un contexto nacional, debe buscar
alternativas que liberen lo institucional del burocratismo
clientelista y de aquellos intereses que norman la
centralización. El proceso de descentralización en la
República Dominicana necesita operarse en diversos
ámbitos en la sociedad dominicana, como en diversos
tiempos.
En el país existen reformas
importantes pendientes, entre éstas, la reforma a la
Constitución de la República, la cual sería una
premisa y fuente para sustentar la descentralización en todos
los ámbitos de la sociedad. Ahora bien, toda
descentralización deberá estar sujeta a las necesidades
y a las prioridades nacionales, y a las especificidades regionales,
provinciales y municipales. En este sentido, la sociedad
deberá reconocer la importancia de lo cultural, dentro del
conjunto de acciones descentralizadoras; puesto que la
descentralización cultural posee, como una de sus virtudes la
de contribuir al afianzamiento del sistema democrático,
reafirmando el sentido de identidad nacional.
Todo lo anterior hace que las
consideraciones y alternativas sobre la descentralización
cultural, como parte de una problemática situada en torno a la
democracia cultural, estén sustentadas por la base
orgánica y estratégica que le aporta el movimiento de
reforma y modernización del Estado. El reto para el sector
cultural es iniciar este proceso, sin postergación alguna;
definiendo procesos de implementación que lo hagan viables. En
los cuales, tanto el gradualismo como la visión selectiva,
propugnadas por algunos autores sobre la descentralización,
son propuestas atendibles, y constituyen marcos referenciales para la
puesta en ejecución.
Lo que sí debemos tener claro
es que la asimetría existente en la realidad cultural, que ha
dificultado un proyecto democratizador en la cultura, tiene razones
históricas que no pueden ser ignoradas; pudiendo perpetuar las
desigualdades conocidas en la sociedad dominicana o coartar las
posibilidades y potencialidades de una cultura de la
diferencia.
Néstor García Canclini
ha sido certero cuando afirma: "Una política es
democrática tanto por construir espacios para el
reconocimiento y el desarrollo colectivo, como por suscitar las
condiciones reflexivas, críticas, para que sea pensado lo que
obstaculiza ese reconocimiento. Quizás el tema central de
las políticas culturales sea hoy, cómo construir
sociedades con proyectos democráticos compartidos por todos
sin que igualen a todos, donde la disgregación se eleve a
diversidad y las desigualdades`(entre clases, etnias o grupos) se
reduzcan a diferencias."100