Presidencia de la República
Dominicana
Consejo Presidencial de
Cultura
Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo
Fortalecimiento de la Iniciativa de Reforma de
la Acción Cultural del Estado
HACIA UN PROGRAMA DE
DESARROLLO CULTURAL PARA LA
REPÚBLICA DOMINICANA
Informes sobre el Diagnóstico
Participativo
Del Sector Cultural
Tomo II
Análisis de Relatorías de los
Encuentros
y Muestras Culturales
(SINTESIS)
Análisis e interpretación de
datos:
Carlos Santos
Pedro Cabrera
Elaboración perfiles
regionales
Consultoras:
Virginia Roca
Neici Zeller
Relatores:
Carlos Fernández
Rocha
Danilo de los Santos
Manuel Llibre
Santo Domingo, R. D.
Enero, 2000
Comité Nacional Responsable de
los
Encuentros y Muestras
Culturas
Víctor
Víctor
Presidente
Dr. Luis O. Brea Franco
Coordinador Nacional
Lic. Bernarda Jorge
Subcoordinadora Nacional
Manuel Jimenez
Sr. Mateo Morrison
Miembros
Personal Administrativo del
Proyecto
Teobaldo de Moya
Emmanuel Bernard
Consultor
Planificación
Pedro Cabrera
Corrección de
Estilo
Arielina Oviedo Landestoy
INTRODUCCION
Son escasos los referentes de
investigación cultural en la República
Dominicana. Esta investigación tiene como objeto de
estudio la acción cultural, la cual resume las
prácticas ejercidas en el ámbito de las
políticas culturales, así como los factores que las
determinan en el contexto político, social y
económico.
La ausencia de investigaciones que sirvan
de soporte a la acción cultural ha impedido mejorar la
práctica de las instituciones y de los agentes
culturales, limitando el horizonte de la acción e
impidiendo socializar las experiencias acumuladas a través de
dicha práctica. En este sentido, creemos que este informe
diagnóstico constituye un importante precedente para
posteriores indagaciones dentro del sector cultural. En
términos generales, su contribución a la
investigación cultural abarca los aspectos teóricos,
metodológicos y técnicos. Permite, además, como
elemento fundamental, definir un marco para el establecimiento de las
políticas culturales y el diseño de un plan nacional de
desarrollo cultural; proporcionando así las
herramientas, para mejorar la acción cultural en la
República Dominicana.
En el diagnóstico participativo, los
verdaderos protagonistas han sido los centenares de agentes
culturales, artistas e intelectuales que, a nivel nacional, que con
vocación militante contribuyeron a la realización de
este estudio. Quizás lo más importante de esta
participación fue la obtención de un conocimiento del
problema cultural conforme a la visión e intereses diversos de
quienes participan de la acción cultural, posibilitando esto
la unificación de criterios y la concertación de
acciones en la búsqueda de soluciones a los problemas
culturales abordados.
Es importante destacar la capacidad para el
diálogo y la concertación que desató el conjunto
de actividades realizadas dentro del marco de esta
investigación diagnóstica. Más de 600
instituciones culturales fueron contactadas, con una
participación directa de cerca de veinte mil gestores
culturales, artistas y representantes de organizaciones culturales y
comunitarias y autoridades provinciales y municipales, lo que
convierte este proceso en el más representativo de cuantos se
hayan realizado. La participación de estos
posibilitó la creación de espacios para la
cooperación, integración y coordinación que
aseguraron el despliegue racional y efectivo de los
trabajos.
El carácter nacional de esta
consulta coloca el informe en un contexto que refleja los problemas
generales de la acción cultural en el país y permite
adentrarnos en las especificidades de cada una de las provincias y
regiones. Creemos que esto último resultará de enorme
importancia al momento en que se disponga la elaboración de un
plan nacional de desarrollo para el sector cultural. Otro aspecto a
resaltar lo constituye la determinación de las áreas y
los sectores que tienen significación estratégica para
el logro de los objetivos de la acción cultural en la
República Dominicana, los cuales quedan claramente
delimitados.
El papel que deberá asumir el Estado
en los procesos de desarrollo cultural, en la República
Dominicana, es una de las cuestiones fundamentales que busca definir
el presente documento, así como situar los límites que
marcan la participación del Estado en los procesos relativos a
la cultura; y los niveles de compromisos que necesariamente
deberán asumir los estamentos municipales, las asociaciones
artísticas, las academias, los medios de comunicación,
la escuela, entre otras tantas instancias de la actividad cultural en
el país.
En el presente informe se plantea la
necesidad que tiene el Estado dominicano de superar la visión
ìeconomicistaî en torno al desarrollo, la que hace
abstracción del papel de la cultura como un componente
fundamental para el desarrollo integral y sostenido de la
nación. La promoción de una visión nueva que
haga de la cultura el eje transversal del plan nacional de desarrollo
es un reto al cual deberá el sector cultural orientar sus
esfuerzos en los próximos años. Asimismo es vital la
necesidad de promover entre los distintos sectores de la comunidad
nacional una visión de la acción cultural que no se
reduzca a lo meramente artístico, contribuyendo de esta manera
a la consolidación de una concepción más plena
del hecho cultural.
Las propuestas emanadas del presente
análisis se insertan dentro de la dinámica generada por
la presente administración de gobierno, en torno a la reforma
y la modernización de las instituciones del Estado. La
necesaria reestructuración del sector cultural viene a
ser uno de los componentes más importantes en la perspectiva
de modernización y de eficientización del Estado
dominicano.
La Reforma Cultural tendría un
impacto inmediato en la sociedad dominicana por el componente
catalizador que aporta a los procesos de cambio. La necesaria
reestructuración del sector cultural en sus aspectos
institucionales, financieros, gerenciales... vendría a ser el
eje conductor de la modernización y se trasformaría en
la piedra angular para el desarrollo integral en la República
Dominicana.
Los lineamientos presentados en este
documento en torno a un proceso de reestructuración responden
a una concepción que entiende la cultura como un factor
estratégico y dinámico para el establecimiento de
políticas que den coherencia y eficacia a la acción del
Estado. Este proceso de reestructuración dará soporte
al Plan Nacional de Desarrollo Cultural. Sin embargo, sabemos que el
proceso que proponemos llevar a cabo exige asumir una responsabilidad
histórica y que, en este sentido, reportará cierto
costo político. Pero éste será aún mayor
si no se asumen los cambios planteados que la sociedad exige realizar
como plataforma para una sociedad moderna y más
justa.
Las conclusiones a las que arribamos en
este informe buscan recoger los elementos esenciales para el
desarrollo y el fortalecimiento de la acción cultural.
Aspiramos a que éstos puedan servir de guía al conjunto
de planes, programas, proyectos y actividades que permitan la
materialización de los objetivos fundamentales del sector. Lo
que creemos sólo será posible en la medida que seamos
capaces de propiciar niveles de empoderamiento que permitan la
integración de las comunidades en los procesos de
gestión y toma de decisiones de la acción
cultural.
Carlos Santos y Pedro
Cabrera
Santo Domingo, D. N.
Julio de 1999
SÍNTESIS DEL
DIAGNÓSTICO DE LA ACCIÓN CULTURAL EN LA
REPÚBLICA DOMINCANA
A continuación presentamos los
aspectos fundamentales emanados del diagnostico participativo de la
acción cultural en la República Dominicana; el cual
resume el Análisis de Relatorías de los Encuentros y
Muestras Culturales.
1. RESTRUCTURACIÓN Y FORTALECIMIENTO
DE LAS INSTITUCIONES CULTURALES
A partir de la caracterización
realizada en el diseño de investigación1 en torno al
problema de la acción Cultural en República Dominicana,
pudimos aproximarnos a la identificación de un conjunto de
disfunciones de la Acción Cultural en nuestro país, las
cuales imposibilitan una práctica coherente por parte del
Estado.
La ausencia de una política
orgánica y explícita, queda situada en el presente
diagnóstico participativo como uno de los problemas más
significativos de la acción cultural pública;
situación que limita las tareas de un Estado moderno y el
desarrollo pleno de la sociedad en su conjunto. Consecuentemente y
como eje transversal de toda la problemática cultural, la
creación de una Secretaría de Estado o, en todo caso,
de un organismo rector y coordinador de la acción cultural,
viene a ser más que una demanda, una imperiosa necesidad. Esto
así, dado que toda la problemática cultural queda
subordinada o condicionada a la existencia de esto
último.
Es importante dejar claramente establecido
que independientemente de los problemas institucionales y
orgánicos en el sector cultural, el peso específico de
la acción cultural estatal ha sido significativo. Podemos
interpretar en este diagnóstico, que el sistema cultural ha
carecido de un modelo de intervencionismo de Estado que accione
integralmente los procesos de desarrollo del sector, respondiendo a
sus avances y al de la sociedad toda. Asistimos, por tanto, a un
desfase y limitado alcance institucional que esclerotiza los
cimientos y estructuras institucionales, impidiendo dar perspectiva a
lo cultural como factor de cambio.
La falta de políticas
institucionales que garanticen la eficiencia y la calidad de los
servicios culturales y que posibiliten la aplicación de
instrumentos que hagan un manejo objetivo de la acción
cultural, son factores que gravitan y que cuestionan permanentemente
la competencia de los servidores públicos, la calidad y la
limitada oferta de los servicios culturales brindados por el Estado.
Las exigencias y demandas del sector cultural resultan de la falta de
una instrumentación de la acción cultural que defina un
esquema funcional, de un sistema global de gestión
administrativa, jurídica y financiera, acorde con las
necesidades del sector cultural.
Jorge Eliécer Ruiz, Consultor de la
UNESCO, en 1979, en su informe titulado: ìEstudio de las
Infraestructuras Culturales Nacionales.î Consideraba
ì... que si el país desea continuar su proceso de
institucionalización es necesario crear un ente único
que ejecute la política cultural del Estado y que supere la
situación histórica existente, en donde proliferan las
pequeñas instituciones aisladas, que funcionan sin ninguna
coordinación institucional seria y permanente y obedezcan a un
gran propósito nacional explícito.î2 Estas
aseveraciones siguen siendo una realidad después de 20
años. Durante este tiempo la sociedad dominicana no ha sido
capaz de conformar y consolidar las bases que vinculen la
acción cultural a propósitos nacionales, contribuyendo
a generar una sinergia social capaz de resituar la acción
cultural como eje esencial del desarrollo material y espiritual de la
colectividad nacional.
Según las propuestas emanadas del
diagnóstico participativo, resulta vital para la
superación de la situación actual: la
elaboración de un Plan Nacional de Desarrollo Cultural que
establezca las principales líneas de desarrollo del sector y
sea concebido como un instrumento fundamental dentro de la estrategia
de desarrollo social de la República Dominicana. Este Plan
Nacional de desarrollo cultural se plantea como producto de un gran
pacto nacional, contribuyendo así a garantizar que el mismo
sea asumido como proyecto de Estado.
En tal sentido, el Encuentro y Muestra
Cultural del Cibao Central hace énfasis en el fortalecimiento
de las instituciones culturales, en las posibilidades de articular un
proyecto cultural que posibilite niveles de racionalidad y
coordinación de la acción cultural llevada a cabo en la
Región, y que sea sustentado a través del potencial
existente en los recursos humanos y patrimoniales. De la misma
manera, la política cultural deberá estar situada en la
definición de las necesidades regionales como en el
establecimiento de un plan donde sea superada la
improvisación, la desidia estatal, ante las demandas del
sector y que se conozcan explícitamente las líneas de
desarrollo cultural.
Se afirma que ìno existen
políticas culturales explícitas en Santiago, ya que las
actividades culturales se suceden sin coordinación, debido a
la atomización y dispersión de las instituciones,
grupos y agentes culturales, tanto en el sector publico, como en el
privado. Es decir, que hasta el momento las expresiones y
producción cultural la realiza cada cual de forma aislada,
produciéndose en las más de las ocasiones
duplicación de esfuerzos, cuando no el entorpecimiento o
paralelismo entre los programas y proyectos que se ejecutan.î3
Esta afirmación, referida a la realidad de la acción
cultural en la provincia de Santiago se repite en las distintas
provincias del país.
La necesaria reforma institucional en el
sector y la posibilidad de una urgente descentralización y
democratización de la acción cultural del Estado, son
otros de los componentes derivados de los análisis del
diagnóstico participativo. La concentración capitalina
de la acción cultural, como rasgo y esencia de una
concepción egocéntrica de la cultura y de naturaleza
elitista, convierte las oportunidades de disfrute y
participación de la cultura en una forma de dictadura
cultural, con menosprecio de las grandes mayorías;
convirtiéndose la cultura en enajenación y en un bien
de uso y disfrute predominantemente urbano.
La sociedad dominicana ante esta realidad
ha sufrido los efectos de un ìdesarrolloî, que ligado a
políticas de corte populistas, ha devenido en marginalidad y
pobreza, como fundamento de la desigualdad social. La visión
desarrollista, por ejemplo, no produjo un cambio sustancial e
integrador en la estructura productiva y social, más bien su
implementación partió de un enfoque sectorial, en la
medida en que enfatizó el plano económico como
fundamento y razón única de política social.
Así que los intentos de planificación social en la
República Dominicana han estado encausados por concepciones y
prácticas negadoras de un proyecto de integración
social, en donde la cultura no ha participado activamente como un
factor componente y clave para el desarrollo.
Es por esta razón que sea tan
recurrente en el Encuentro del Distrito las propuestas encaminadas a
la planificación de la acción cultural y a la puesta en
marcha de programas de actividades con definición sectorial y
estrategias de intervención efectivas. Programas que se
dirijan a la participación ciudadana y que permitan, a su vez,
la capacitación de los agentes culturales. El apoyo
técnico, en los aspectos de gerencia y administración
cultural es vital para asegurar un salto en la modernización
del conjunto de instituciones públicas y privadas, en las
cuales sus dirigentes poseen una formación
empírica.
En este sentido, es relevante la propuesta
de crear una estructura de asesoramiento permanente a los animadores
e instituciones culturales que requieran apoyo técnico a nivel
nacional. Propuesta que sugiere la creación de una
institución especializada en formación y
cooperación técnica, como las existentes en muchos
países de Iberoamérica y el mundo.
La misma necesidad de desarrollo
institucional implica la creación de una instancia que permita
establecer los vínculos con todo el proceso de cibercultura
existente en el mundo actual y crear las bases de una cultura
mediática de cara al próximo milenio. De ahí,
que todo el manejo de la información y del conocimiento actual
de los procesos sociales y culturales deberá estar dentro de
una estrategia de desarrollo institucional.
En nuestro país existe una marcada
ausencia de fuentes de información, que puedan ser servidas a
propósito de las necesidades de planificación y
programación del sector cultural y de sus actividades, como
del conocimiento, acceso y participación de los sectores
demandantes. Los asistentes al Encuentro del Distrito sugieren la
Creación de un Sistema de información Cultural; para lo
cual se requerirá a su vez, de la formación y
especialización de recursos humanos.
2. FINANCIAMIENTO DE LA
CULTURA
Respecto a este elemento, determinante en
una buena gestión de política cultural, el Encuentro
del Distrito estableció líneas que sintetizan las
acciones que deberán adoptarse para solucionar los problemas
de financiamiento cultural, veamos:
ß Establecimiento por parte del
Estado de una política presupuestaria, que establezca las
prioridades de financiación en el sector cultural, realizando
una adecuada reasignación de recursos
financieros.
ß Identificación de fuentes de
financiamientos para la acción cultural del Estado y
actividades vinculadas a la cultura popular.
ß Creación de mecanismos de
autosustentación financiera para las instituciones culturales,
especialmente de la Plaza de la Cultura.
Estas líneas concentran acciones
fundamentales para que el Estado y sus instituciones culturales
puedan establecer metas y objetivos, respecto a la acción
cultural que efectúan. Ahora bien, en la actualidad uno de los
problemas más acusiantes del sector cultura radica en la
ausencia de un estamento que consolide una gerencia moderna en torno
a la administración del sector.
En recientes estudios realizados por el
Consejo Presidencial de Cultura sobre el gasto público en el
sector cultural4, en base al presupuesto programado de 1998, se
evidenció el peso específico del presupuesto dedicado
al Sector, cuya estructura del gasto está definida por una
característica bipolar entre la Presidencia de la
República y la Secretaría de Estado de Educación
y Cultura, para entonces el presupuesto ascendía a unos 215
millones de pesos; distribuidos en un 46 % para la Secretaría
de Estado de Educación y Cultura; destinado básicamente
a la Dirección de Bellas Artes. El restante 54% es parte del
presupuesto de la Presidencia de la República, asignados a
través del Secretariado Administrativo de la Presidencia a
instituciones culturales, el cual incluye, además, las
subvenciones realizadas por el Estado a otras organizaciones e
instituciones sociales y culturales del
país.
El documento hace hincapié en el
desequilibrio existente en las asignaciones presupuestarias, para los
distintos sectores de la cultura, aseverando que ìresulta
evidente en el análisis, que la estructura distributiva del
gasto público corresponde a una configuración
construida sobre la base de un criterio único fundamental: la
concepción que reduce el eje central de la política
cultural a lo meramente formativo y espectacular, en detrimento de
una concepción que ponga énfasis en la
integración de los ciudadanos a los procesos de
creación y preste atención al componente colectivo de
lo cultural; es decir, al desarrollo cultural, al mejoramiento de la
calidad de vida y a la ampliación de los esquemas y al
ejercicio democrático de la
sociedadî.
Los autores del estudio finalmente
establecen en sus análisis que ìLas prioridades
definidas en las asignaciones presupuestarias, evidencian la
irrelevancia del manejo del presupuesto, como instrumento de
formulación de políticas culturales, y en
consecuencia denota la ausencia de objetivos claros para el
desarrollo cultural. El presupuesto queda diluido, además de
las partidas ya analizadas, en una serie de subvenciones a organismos
privados, sin establecer una jerarquización de las
instituciones, una definición de la dirección del
gasto; sin una clara estrategia de la inversión que permita al
Estado medir, evaluar y proyectar su eficacia al interior de la
cultura dominicana, y su capacidad para promover el desarrollo
culturalî.
Es justo señalar que esta estructura
del gasto público procede de gobiernos anteriores y que el
actual gobierno trabaja en la dirección de buscar alternativas
que resuelvan, de una vez por todas, las dificultades de un sector
cuya dispersión impide una gerencia adecuada. El desmonte de
esta estructura podrá ser definitivo con la creación de
la Secretaría de Estado de Cultura, para lo cual el Poder
Ejecutivo posee un Proyecto de Ley, que deberá someter a las
Cámaras Legislativas.
Consideramos oportuno la
implementación de un programa de reformas al interior del
Sector cultural público, que gradualmente permita adecuar las
instituciones existentes a la nueva realidad que vendrá, una
vez ocurra la promulgación de la Ley de Secretaría de
Estado de Cultura; esto así, ante la imposibilidad gerencial
del actual esquema.
La UNESCO considera que los países
en vías de desarrollo deberán aportar a la cultura el
1% de su presupuesto, para alcanzar las metas de desarrollo y mejorar
la calidad de vida de sus habitantes. En nuestro país, estamos
lejos de poseer un presupuesto similar; sin embargo, el actual
presupuesto identificado es como ya dijimos de alrededor de unos 215
millones, que siendo ejecutados bajo nuevos criterios gerenciales,
pudieran convertirse en un instrumento de política cultural
capaz de obtener objetivos de desarrollo para el sector
cultural.
En conclusión, los problemas que
afronta el sector cultural del Estado no se reducen a la carencia de
recursos financieros; son, ante todo, problemas de índole
administrativos y gerenciales, que deberá el Estado corregir
antes de proponerse nuevas acciones sin la garantía de
resultados satisfactorios.
En el diagnóstico participativo se
analiza la tendencia a traspasar una mayor partida de los
fondos públicos a los gobiernos municipales
percibiéndose como una oportunidad que muy bien podrían
aprovechar las organizaciones de cultura. Creemos que el aumento de
los fondos manejados por los gobiernos municipales es una
acción necesaria y urgente, siempre y cuando dichos fondos no
se utilicen fundamentalmente para la ampliación de la
burocracia y el mejoramiento de los sueldos de la empleomanía
existente a la fecha; por lo que el propuesto aumento deberá
estar amparado en la presentación de los programas y proyectos
a los cuales se destinarán dichos fondos. Los programas y
proyectos culturales deberán ocupar un lugar preeminente entre
las propuestas que se presenten, dado el impacto que entendemos
tendrán éstas en el desarrollo y fortalecimiento de las
comunidades.
Las cifras económicas, tal como las
presenta actualmente el Banco Central de la República, no
permiten apreciar el impacto que sobre la economía tienen las
actividades culturales, qué porcentaje del producto interno
bruto corresponde a productos culturales, generados desde la radio,
televisión, cine, periódicos, revistas, libros, discos,
presentaciones artísticas, ventas de artesanías,
pinturas, esculturas, entre otros. La cuantificación de los
productos y los servicios generados por la cultura permitirá
una valoración más objetiva de los mismos, así
como la identificación de líneas de acción, que
permitan su desarrollo, fortalecimiento y un mayor impacto sobre el
conjunto económico.
La estructuración de
políticas sectoriales que promuevan el desarrollo de las
industrias culturales, abre vías de solución para el
problema del financiamiento de la cultura. El fortalecimiento y el
desarrollo de las artesanías, el establecimiento de
facilidades para la filmación de películas en
escenarios y locaciones habilitados en el país, la
producción y promoción del libro dominicano, la
incorporación de la plástica, dentro de los programas
de promoción y publicidad ejecutados por la Secretaría
de Estado de Turismo, el respeto a los derechos autorales de los
creadores, son algunas medidas que, articuladas como políticas
multisectoriales, permitirían generar una buena porción
de los recursos demandados para la realización de las
actividades culturales.
* Un Nuevo Modelo para la
Financiación Cultural
Otro de los aspectos propuestos en el
Encuentro distrital refiere a las acciones que puedan permitir la
definición de políticas para la financiación de
las instituciones culturales del sector público; así
como la posibilidad de buscar nuevas fuentes de captación de
recursos económicos para los grupos culturales populares, como
apuntábamos anteriormente.
Es de todos conocido la tendencia que en
los últimos años se ha experimentado a escala
internacional en la protección del arte y la cultura; sobre
todo de la ìalta cultura,î llevada a cabo por empresas y
particulares. Ahora, todos los ejemplos que podamos ofrecer al
respecto están amparados por los incentivos que el Estado, en
su política de protección y promoción, lleva a
cabo.5
El Estado dominicano en un primer momento,
puede dar prioridad a determinadas áreas culturales
consideradas estratégicas por su impacto en el desarrollo
nacional, incentivando con beneficios fiscales a las empresas que
realizan donaciones o inversiones en actividades culturales; como
podrían ser programas relacionados con turismo cultural,
cultura ciudadana o patrimonio cultural. Además de este
criterio selectivo, el incentivo fiscal podrá aplicarse a un
porcentaje de los beneficios que efectivamente sean reinvertidos en
el sector. En un segundo momento, es fundamental la definición
de un sistema de financiación de las actividades
artísticas y culturales, donde sea posible la
articulación del patrocinio cultural con incentivos fiscales,
sin que signifique una renuncia a las recaudaciones tributarias por
parte del Estado.
La excepción prevista por la ley de
Impuesto sobre la Renta a las compañías que
hacían donativos a entidades no lucrativas fue usada
frecuentemente para encubrir la evasión al fisco, a
través de falsas fundaciones y otras instituciones, que se
apropiaban de las prerrogativas asignadas a instituciones creadas con
propósitos de servicio colectivo. La limitación, a un
5% de los beneficios de las empresas, de los donativos exentos que
pueden ser entregados a instituciones sin fines de lucro es una
medida con la cual se buscó contener esa mala
práctica.
Esto ha causado considerable perjuicio a
instituciones que tenían en el mecenazgo cultural su principal
fuente de recursos económicos. El proceso de
modernización, que se produce actualmente en la
administración tributaria, permite establecer los controles
necesarios para asegurar que los donativos reportados no vayan a
parar a manos de organizaciones de carácter virtual, creadas
por la magia de los asesores impositivos. Por cuanto, no existen
razones valederas para no responder a la demanda de ampliación
del rango de las donaciones exentas, vigente a la
fecha.
Finalmente, dentro de las propuestas
surgidas en el Distrito Nacional se considera importante que las
instituciones culturales, especialmente las de la Plaza de la Cultura
y aquellas que brindan un servicio cultural, puedan transformar su
estructura hacia formas que permitan recaudar fondos para su
autosustentación financiera. En la actualidad, para citar un
caso, los museos de todo el mundo operan con una concepción
autogestionaria con la cual pueden obtener la financiación de
proyectos y programas más allá del limitado presupuesto
estatal que reciben. El modelo norteamericano ha sido funcional,
permitiendo que las fundaciones culturales y los patronatos puedan
ser un ente dinamizador de las actividades que realizan las
instituciones. En Europa, sin embargo, la tendencia se dirige hacia
un modelo mixto, en donde se da espacio a lo privado y público
en la confección presupuestaria.
En todo caso, el fomento de la cultura a
través de la financiación favorece y repercute a
distintos niveles, dinamizando al sector cultural, pudiendo impactar
positivamente, en los creadores, en las empresas artísticas,
permitiendo establecer una mejor distribución de los productos
culturales, igualmente en lo que respecta a su difusión, tanto
nacional como internacionalmente. El fomento cultural en este sentido
genera nuevos empleos dentro del conjunto de actividades que se
vinculan a la cultura; promueve a otros sectores como el turismo y
mejora la calidad del producto cultural, permitiendo que el
país haga de la cultura una ventaja comparativa para la
inversión extranjera, como veremos más adelante, entre
otros beneficios para la sociedad.
3. LOS VALORES CULTURALES Y LA
IDENTIDAD NACIONAL
En el país las permanentes
contradicciones han impedido el surgimiento de un proyecto nacional
que incluya la cultura com eje fundamental del desarrollo. Lo
cultural como estructura social, si bien ha sido un catalizador de
los procesos sociales en la República Dominicana, opera de
modo desarticulado con respecto a los procesos de cambio y reforma
social, dirigidos desde el Estado.
Cabe señalar que el Estado
dominicano, en los momentos en que ha posibilitado una
mediación cultural, ha ensayado formas de instrumentalismo que
no obedecen al interés general de la nación, como por
ejemplo aconteció durante los 30 años del
régimen de Rafael L. Trujillo; en el que los nacional se
distorcionaba a traves de formas chauvinistas. La debilidad
institucional del Estado dominicano ha contribuido en mucho a esta
situación; expresándose en un desentendimiento de la
cultura, provocando el deterioro de la autoestima del dominicano y de
su identidad; aspectos determinantes que conservan y dan vitalidad a
las ìenergías nacionales.î Por esta razón,
en la jornada de reflexión, surgieron propuestas
válidas para elaborar un programa de promoción de la
identidad cultural a escala nacional. Proponiéndose
además, la utilización de los medios de
comunicación para la realización de dichos programs, en
razón del gran desarrollo experimentados por estos medios en
relación con otros países del
área.
Hemos tenido iniciativas en la
promoción de valores de nuestra identidad cultural y nacional
muy loables, pero lamentablemente no han tenido continuidad,
perdiéndose prontamente el esfuerzo realizado. Las
campañas de promoción deben estar diseñadas en
base a estrategias y no en función de intereses coyunturales;
correspondiendo, además, a necesidades y a
características de nuestra
población.
No podemos limitar los procesos de
concientización y educación en los valores a
fórmulas absolutas si deseamos superar las debilidades que
obstruyen el conocimiento de los valores patrimoniales y de la
identidad cultural. Existen más allá de las
campañas publicitarias, limitaciones en cuanto a la
percepción y apropiación de los bienes culturales de
parte de los sectores y clases sociales, demostrando la compleja
relación establecida entre la sociedad y el patrimonio
cultural.
La definición de políticas
que relacionen la cultura con los medios de comunicación se
hace cada día más necesaria, sobre todo ante los
cambios vertiginosos que experimenta la tecnología y que
involucra nuevos usos, medios y sujetos de la
comunicación.
Como podemos observar las múltiples
acciones que hay que emprender, a partir de esta relación
entre promoción de valores y medios de comunicación nos
obliga a comprender, su compleja realidad, la cual incluye acciones
que puedan crear conciencia en los medios de comunicación
sobre su papel en la sociedad y en la cultura. De igual modo deben
tomarse medidas correctivas por parte de las autoridades nacionales,
y de la propia ciudadanía para superar las dificultades
confrontadas en la promoción de los valores en la
República Dominicana.
La constitución de una identidad
cultural es una lucha permanente con aquello que nos consustancia al
interior de las relaciones sociales, por ello recurrimos a lo
relacional: con nuestro entorno, con nuestros hechos ( sean estos
pasados o presentes), conformando, de este modo, nuestros mitos.
Así quedan alimentados permanentemente nuestros valores y se
alcanza una conducta social que puede exhibirse como parte de la
identidad cultural.
Los acontecimientos históricos, en
sus diversas vertientes, acaecidos en la parte norte de la isla
sirvieron de base al desarrollo de la nacionalidad, y han permitido
configurar una identidad y un comportamiento regional singular.6 Las
provincias nororientales, como herederas de esta conciencia social,
no escapan de este hecho, por ello se reconocen las actitudes
sociales reivindicativas y contestatarias, asumidas en los procesos
sociales de índole nacionales y
regionales.
Esta identidad regional se fortalece con la
riqueza material y espiritual, que se expresa en un regionalismo,
característico en los pueblos del Cibao. Es por ello, que
surgieron propuestas dirigidas al fortalecimientos de las relaciones
provinciales y a una necesaria identidad del proyecto cultural
de la región. El reclamo de la creación de instancias u
organismos que ayuden al rescate de los valores de la identidad se
sitúa dentro de los alcances de este mismo
proceso.
De manera que la definición de una
política cultural en la región debe alcanzar, dentro de
sus objetivos, la integración regional y el conocimiento y
reconocimiento regional de los valores de la identidad
cultural.
Lo anterior sugiere acciones para el
fortalecimiento de la identidad cultural y como medio de
contrarrestar los procesos de trasculturación que vive la
región; éstas se deberán realizar en el marco de
una política de promoción y educación de
valores, en donde la acción cultural se haga responsable, muy
especialmente, a través de la escuela y de programas
culturales integrales.
La problemática de la identidad
cultural en la region noroeste viene a ser una problemática
vital en el contexto regional, la cual está referida a la
necesidad de reforzar los valores y las manifestaciones culturales,
ante la presencia, cada vez más acentuada, de nacionales
haitianos que penetran al territorio dominicano, con las consabidas
consecuencias en lo económico, social y cultural, que supone
esta inmigración para los pueblos de la
región.
Independientemente de las razones
históricas y culturales que dieron motivo a la
separación con Haití, como de los procesos que en el
presente siglo han propiciado y acrecentado una ideología
racista y antihaitiana, y del peso específico de estos hechos
en la conciencia nacional, lo cierto es que, en la actualidad, la
frontera dominicana es virtualmente cultural. Proceso que se realiza
al margen de un determinismo de Estado, contando tan sólo con
la lógica propia de las circunstancias
históricas.
Durante el Diálogo Nacional, se
aprobó la propuesta de ìFortalecer la Frontera, en los
órdenes físico y humano.î7 Dicha propuesta
contrasta con una realidad que cada día resulta inmanejable,
ante la complejidad de factores que operan e impiden su
efectividad.
El Estado Dominicano deberá orientar
sus esfuerzos a crear una verdadera política fronteriza, que
entienda el papel de la cultura y haga posible que nuestra identidad
no sea producto de una visión simplista, que se coloque al
margen de la realidad. Convendría establecer un proceso que
reconozca los niveles de integración cultural, y establezca
modos y formas para convertir la dominicanidad en
diferenciación y no en exclusión. Pero esta
integración cultural - la cual no significa fusión
&endash; debe ser realizada siempre y cuando no sea lesiva a nuestra
identidad. Por eso, la propuesta de que la problemática de la
identidad y la cultura deba estudiarse a la luz de las relaciones con
Haití es una consideración muy acertada; sobre todo
para el diseño de políticas culturales, en las
provincias situadas a todo lo largo de la línea
fronteriza.
La cultura es un factor condicionante que
posibilitaría el logro de acuerdos en áreas tan
delicadas, como son: la contratación de braceros, la
preservación ecológica, el estatus de los nacionales
haitianos y sus hijos, residentes en el país y la
ejecución de programas de salud, que mantengan la zona
fronteriza libre de enfermedades de fácil propagación y
que podrían afectar a ambas comunidades. Después de dos
siglos de historia compartida, estos dos pueblos, condenados a
compartir un espacio geográfico único, apenas se
conocen. El intercambio cultural es el mecanismo ideal para este
acercamiento necesario, al que la globalización nos
condena.
La pérdida de los valores de la
identidad que viven los pueblos del Este, dado el influjo de patrones
culturales extraños, el debilitamiento de la conciencia
nacional y cultural, al igual que problemas relativos a los recursos
y a los medios para lograr un verdadero desarrollo cultural, son los
principales problemas que comporta la región.
Derivándose de ellos la pérdida de la autoestima, el
creciente saqueo del patrimonio cultural, especialmente
arqueológico, y otros problemas referidos a la acción
cultural e institucional, aspectos que requieren urgentes medidas y
no la indiferencia de la ciudadanía, y las autoridades
regionales y/o nacionales.
Durante el Encuentro Regional del Sur, los
participantes llamaron la atención sobre el proceso de
deterioro en las pautas de convivencia social, las que están
siendo amenazadas por hábitos y modos de vida, extraños
a los de estas provincias. Independientemente de este proceso,
descrito más arriba, resulta legítima la
preocupación sobre el problema manifestado por parte de los
delegados de aquel encuentro cultural. Si bien es cierto que esta
situación corresponde a procesos de desarrollo e impacto de la
modernidad, la preocupación se sitúa en la
imprevisibilidad y control de los mismos, en la perspectiva de que no
sean factores de enajenación; sino, por el contrario, de
cambio.
Aquí estamos en presencia de una
problemática situada entre tradición y cambio, la que
ha sido una constante en la vida de nuestros países
latinoamericanos. No es que veamos la problemática en la
perspectiva de un tradicionalismo incapaz de aportar márgenes
a los procesos de modernización o, como diría
Néstor García Canclini, inhabilitado ì... para
vivir en el mundo contemporáneo, que se caracteriza, (...),
por su heterogeneidad, movilidad y
desterritorialización.î8 De lo que se trata es de que
los procesos de cambios y los valores que generan, no encuentren
desguarnecida una población que no ha tomado conciencia de sus
valores y que al interiorizar los extraños, lo asumen
acríticamente, como negación de los
propios.
Para ello, se requiere de una acción
cultural que salga al paso a este proceso que asalta cotidianamente a
nuestras comunidades, generando valores estimados como desviaciones
sociales. Otros valores, sin embargo, pueden corresponder a
expresiones surgidas de un proceso de modernidad y progreso, de los
cuales se deberán diferenciar, para no caer en la
negación de valores progresistas. Por ello, es sabia la
remisión que hace la Consulta del Sur a la
profundización de la investigación de todos los
aspectos relativos a la identidad nacional y
regional.
Lo que sí deberá quedar claro
es que las políticas culturales tienen que generar una actitud
pluralista que sirva de base a la identidad y que permita establecer
los elementos que nos diferencian de las demás culturas.
Porque ìLa afirmación de lo regional o nacional no
tiene sentido ni eficacia como condena general de lo exógeno:
debe concebirse ahora como capacidad de interactuar con las
múltiples ofertas simbólicas internacionales desde
posiciones propias.î9
En el Encuentro Cultural del Sur, como en
otras zonas en que participaron provincias fronterizas, se
trató el aspecto de las relaciones domínico-haitianas y
se volvió a insistir en establecer políticas sobre el
particular, ante la inmigración haitiana en el territorio
dominicano, como de las consecuencias culturales que trae consigo,
principalmente para las poblaciones
fronterizas.10
Lo que se denunció
públicamente en aquella ocasión fue la inversión
que muchos nacionales haitianos, con recursos económicos,
realizan en las provincias de la línea fronteriza,
principalmente en fincas y terrenos de manera ilegal. Este hecho fue
entendido, por los delegados al encuentro cultural, como una forma de
extender hacia nuestro territorio al vecino Haití.
Consideramos que esta denuncia deberá ser investigada por el
gobierno, y las autoridades locales deberán fijar su
posición al respecto.
En la actualidad, los organismos que norman
las relaciones internacionales se empeñan por promover una
cultura de paz, que posibilite enfrentar situaciones de conflicto a
través del diálogo, la negociación y la
búsqueda de consenso. Al margen del mantenimiento de dos
Naciones-Estados, absolutamente diferenciadas, los pueblos haitiano y
dominicano deberán establecer lazos que se correspondan con su
común origen y con la circunstancias históricas y
geográficas de estar viajando en un mismo islote, enclavado en
el tempestuoso mar de los caribes.
Las nuevas generaciones de haitianos y
dominicanos deberán recibir una educación que promueva
el respecto a las diferencias, sean éstas de carácter
racial, religioso, lingüístico o producto de la
aceptación de determinados valores o patrones de conducta. Los
dos Estados deberán impulsar una conciencia que supere los
odios y enfrentamientos que las coyunturas históricas
propiciaron por más de un siglo. Promover una clara
compresión respecto a que los problemas del presente
sólo podrá ser resuelto mediante la cooperación
entre ambas comunidades.
* La Educación en la
Formación de los Valores
Otro aspecto a resaltar está
relacionado con la educación y el proceso de formación
en los valores de la identidad. Hoy, la educación en los
valores encuentra una escuela con grandes limitaciones, ante la
realidad que vive la sociedad de ìcrisis de sentidoî,
como le llamarían Peter L. Berger y Thomas Luckmann. Restituir
una educación en los valores, requiere de una
rearticulación institucional con las entidades sociales que
comparten la promoción de valores. Esto así, dada la
compleja diferenciación de los actos y los esquemas de las
acciones institucionales, posibilitando con esta medida evitar
conflictos, dentro de los múltiples sistemas de valores que la
sociedad actual propicia.
Si a lo anterior agregamos los factores
propios de una sociedad como la nuestra, de altas tasas de
analfabetismo, deserción escolar, entre otros factores que
imposibilitan los procesos de educación y reeducación
(especialmente para el caso de los adultos) tenemos una
situación mucho más compleja.
La educación de adultos, por
ejemplo, no puede limitarse solamente a la educación
básica; debe también orientar su formación hacia
la creatividad, juicio crítico, participación en la
vida cultural, como en lo que respecta a la formación para el
ejercicio de los derechos y responsabilidades cívicas; en
otras palabras, participación social. Desde una perspectiva
socioeducativa estamos aún retardados, carecemos de procesos
de intervención eficaces que faciliten avanzar hacia una
formación educativa integral.
Debemos concebir la educación
dominicana más allá de las aulas. La Animación
Sociocultural es el mejor instrumento para el logro de este objetivo.
Lamentablemente, en el contexto de la educación dominicana, la
Animación Cultural no ha jugado su papel, dado los enfoques
existentes. Dentro de sus objetivos, la animación
sociocultural busca constituir una metodología para el
desarrollo humano; por ello, es conveniente afianzar el trabajo de
los animadores, insertándolo dentro de las nuevas vertientes
de esta disciplina sociopedagógica. La revalorización
de este instrumento no debe esperar; ésta como afirma Enric
Ripollés Bosch no es más que ì... un reto en la
construcción de la cultura de una acción social
intencionadaî.11
En la actualidad se conocen experiencias de
procesos de educación que permiten la participación en
un ámbito informal, como es el caso de las universidades
populares existentes en Europa y en algunos países
latinoamericanos. Igualmente procesos de cultura ciudadana, o la del
uso de los espacios dentro de una experiencia pedagógica, como
el caso de la ciudad educadora. Pero la puesta en marcha de proyectos
similares supone la integración de los gobiernos locales y de
instituciones públicas y privadas. En la ciudad educadora, en
tanto modelo, la característica más significativa
reside en el entorno, sus elementos constituyen recursos educativos
indispensables: el paisaje urbanístico, el patrimonio
artístico, costumbres, entre otros aspectos de la ciudad.
(véase Informe de la UNESCO ìAprender a Serî
(1972)).
En cuanto a la democracia y
democratización cultural, estos dos aspectos resultan vitales
y claves para profundizar la democracia dominicana. Se
consideró la creación de una conciencia sobre la
participación democrática a través de la
educación; conviertiéndola en una acción
más eficaz, conjuntamente con campañas de
integración comunitaria.
4. POLÍTICAS DE ACCESO,
PROMOCIÓN Y DIFUSIÓN DE LA CULTURA
La descentralización cultural en el
Diagnóstico Participativo fue motivo de mucha atención.
Vertiéndose criterios en diversos sentidos que cuestionan los
mecanismos con que cuenta el Estado actualmente para hacer efectivo
un proceso de descentralización; así como la ausencia
de otros que puedan contribuir a su
consolidación.
En primer lugar, hay que señalar que
la descentralización es un proceso trascendental para la
democratización cultural, cuya definición deberá
partir de concepciones claras en torno al desarrollo, lo cual supone
una caracterización de los aspectos que configuran la
formación social dominicana. Esta vincularidad y adecuada
correspondencia debe hacer posible un proyecto coherente, no lesivo a
la identidad nacional y cultural. Por ello, las políticas de
desarrollo social tendrán que superar aspectos tan
fundamentales como necesarios.
No se trata sólo de los problemas en
torno a una tecnología para el desarrollo institucional y a
los procesos de transformaciones políticas, como regularmente
son abordados los problemas de descentralización; es
además tarea de un proceso de descentralización,
definir el proyecto nacional a que deberán responder
instancias e instituciones del gobierno central y de los gobiernos
locales.
La descentralización en la cultura,
vista de esta manera, se presenta como uno de los aspectos centrales.
En sentido amplio, constituye el instrumento para asegurar la
democracia participativa. Para el caso cultural &endash;y que ha sido
poco tratado en la República Dominicana&endash; pasa a ser el
elemento primordial del proceso de democratización de la
cultura. Sin embargo, deberá ser concebido como un proceso
sustentado ante todo, en la creación de mecanismos de
participación y toma de decisiones en lo que respecta a las
cuestiones culturales. La descentralización cultural es parte
del proceso de democratización del Estado; de ahí que
los problemas confrontados para hacer factible la
descentralización y la democratización de la cultura se
presenten como una cuestión eminentemente
política.
De manera que cualquier intento de refundar la
acción cultural del Estado debe superar los mecanismos que
coartan las posibilidades y las oportunidades de una real
participación y de un desarrollo equilibrado de la sociedad.
En la cultura dominicana, la inexistencia de procesos de esta
naturaleza, se han traducido en un elitismo extremo, que afecta todos
los intentos de desarrollo social.
Para el caso cultural, la
descentralización ha sido muy limitada como experiencia
institucional de Estado; la experiencia más significativa fue
la llevada a cabo por el régimen trujillista, con la
creación de la Secretaría de Estado de
Educación, Bellas Artes y Cultos, la que realizó
diversos programas de educación artística, como parte
de sus planes de estudios. Este fue el caso de los llamados Liceos
Musicales, y de algunas escuelas de Bellas Artes, que más
tarde se instalaron en distintas provincias del interior. La
reducción de la acción cultural a la educación
formal y artística, limitó considerablemente el espacio
de dicha acción.
La descentralización Cultural, desde
la perspectiva que la vemos, debe seguir una fórmula que
supere estas limitaciones, imponiéndose la tarea de fortalecer
los espacios ya constituidos, creando otros que permitan el objetivo
último de toda descentralización
cultural.
Para hacer viable estos propósitos es
fundamental como primer paso, llevar a cabo un proceso de
fortalecimiento e integración de los organismos e
instituciones culturales del Estado. Esto amerita disponer de un
diseño de intervención por parte del éste
más horizontal, que permita niveles de cogestión
comunitaria e institucional; y vaya a la par con las reformas que
beneficien al sector cultural desde múltiples perspectivas,
sean estas reformas políticas, sociales y/o
financieras.
Sin embargo, no puede haber desarrollo
cultural si no se produce la democratización en la cultura. A
sabiendas de que no existen fórmulas únicas para
obtener este importante objetivo de desarrollo; la
descentralización, en un contexto nacional, debe buscar
alternativas que liberen lo institucional del burocratismo
clientelista y de aquellos intereses que norman la
centralización. El proceso de descentralización en la
República Dominicana necesita operarse en diversos
ámbitos en la sociedad dominicana, como en diversos
tiempos.
En el país existen reformas
importantes pendientes, entre éstas, la reforma a la
Constitución de la República, la cual sería una
premisa y fuente para sustentar la descentralización en todos
los ámbitos de la sociedad. Ahora bien, toda
descentralización deberá estar sujeta a las necesidades
y a las prioridades nacionales, y a las especificidades regionales,
provinciales y municipales. En este sentido, la sociedad
deberá reconocer la importancia de lo cultural, dentro del
conjunto de acciones descentralizadoras; puesto que la
descentralización cultural posee, como una de sus virtudes la
de contribuir al afianzamiento del sistema democrático,
reafirmando el sentido de identidad nacional.
Todo lo anterior hace que las consideraciones
y alternativas sobre la descentralización cultural, como parte
de una problemática situada en torno a la democracia cultural,
estén sustentadas por la base orgánica y
estratégica que le aporta el movimiento de reforma y
modernización del Estado. El reto para el sector cultural es
iniciar este proceso, sin postergación alguna; definiendo
procesos de implementación que lo hagan viables. En los
cuales, tanto el gradualismo como la visión selectiva,
propugnadas por algunos autores sobre la descentralización,
son propuestas atendibles, y constituyen marcos referenciales para la
puesta en ejecución.
Lo que sí debemos tener claro es que
la asimetría existente en la realidad cultural, que ha
dificultado un proyecto democratizador en la cultura, tiene razones
históricas que no pueden ser ignoradas; pudiendo perpetuar las
desigualdades conocidas en la sociedad dominicana o coartar las
posibilidades y potencialidades de una cultura de la
diferencia.
La creación de Consejos Provinciales
y Municipales, así como de un Consejo Regional de Cultura,
sería una vía efectiva para superar los altos niveles
de atomización y dispersión en que se encuentra la
actividad cultural, en toda la geografía nacional. De ninguna
forma deberán asumirse éstos como los órganos
superiores de sanción, con potestad absoluta para decidir lo
que está bien o mal en el reino de la cultura. El
propósito fundamental de su establecimiento es posibilitar la
identificación de objetivos comunes y permitir dar un uso
más eficiente a los limitadísimos recursos con que
cuentan las organizaciones públicas y privadas en el sector
cultural.
La instalación de Casas de Cultura
en los municipios de la región donde no existan es una de las
solicitudes más sentidas por la comunidad cultural. Las Casas
de Cultura están llamadas a constituirse en el eje fundamental
de la política de descentralización y
desconcentración de la acción cultural del Estado.
Deberán ser el ente ejecutor de la acción dirigida a
asegurar que los pobladores de los barrios y las comunidades
populares y campesinas se conviertan en consumidores de los bienes y
servicios culturales.
La experiencia vivida por el país,
en los años sesenta y setenta, con la proliferación de
los clubes deportivos y culturales, dejó huellas que
aún permanecen en los procesos de animación
sociocultural de la región. La efectividad con que
éstos lograron articular a personas y sectores de los barrios
y las comunidades, en torno a la difusión cultural, la
práctica deportiva y la búsqueda de soluciones a
problemas relativos a la salud y la educación, no ha podido
ser superada por ningún otro movimiento, a la fecha. Los
cambios que se han producido en la realidad social y política
que sirvió de base a aquel movimiento nos dicen que no es
posible una reproducción mecánica de la
experiencia.
No obstante la anterior afirmación,
creemos que la implementación del Sistema Nacional de Casas de
Cultura podría constituirse en un instrumento que recoja los
elementos rescatables del movimiento de los clubes y los reinserte
dentro de una realidad política, que ha logrado superar la
represión y la ausencia de libertades públicas e
irrespeto a los derechos humanos, que caracterizaron el gobierno de
los doce años de Balaguer. Es necesario promover nuevos
estilos de gestión social y cultural, donde la influencia de
los grupos políticos partidarios no limite el ejercicio de una
práctica plural que integre a los diversos sectores que forman
parte de la comunidad.
La petición de una Dirección
Regional de cultura sería una de las soluciones para permitir
niveles de desconcentración y descentralización
cultural. Sin embargo, esta posibilidad estaría referida a la
creación de un organismo nacional de cultura como lo
sería la Secretaría de Estado de Cultura, que
concretice las líneas de política cultural
racionalizando y articulando las acciones dirigidas a la
consecución del desarrollo cultural.
Cualquier solución que el Estado
ensaye, para el sector, deberá ser estructural; pues el actual
esquema de funcionamiento, caracterizado por la existencia de
instituciones culturales sin alcance real, respecto al resto del
país (además de no responder a líneas de
políticas, planes y estrategias y a una gerencia cultural
acorde con las necesidades de la sociedad dominicana) hace imposible
resolver la cuestión cultural. Para transformar tal
situación será necesario generar un cambio que focalice
el papel de la cultura en el desarrollo nacional, y que haga posible
que la acción cultural pueda descentralizarse, como reflejo
del sistema democrático al que aspiramos.
Por tanto, existe la urgencia de un plan
nacional de desarrollo que haga posible superar los niveles de
desigualdad existentes entre las diversas regiones nacionales. Este
plan deberá dar paso a la noción de desarrollo
cultural. Dicha noción, que fuera adoptada en la Conferencia
de México, tiene casi cuarenta años y la
planificación nacional aún no la concibe como el
elemento articulador del cambio social. La posibilidad de esta
concepción permite que la intervención del Estado
adquiera una dimensionalidad que las políticas desarrollistas
y economicistas no poseen.
5. REFORMA CONSTITUCIONAL Y DERECHOS
CULTURALES
La problemática discutida sobre los
aspectos legislativos se concentraron básicamente en la
necesidad de reformar el conjunto de legislación cultural
existente y en la creación de otras disposiciones legales que
permitan incentivar el patrocinio cultural y el mecenazgo
privado.
Las diversas propuestas que recogen las
relatorías sitúan la necesidad de una Constituyente que
permita establecer con claridad, en la Ley Fundamental, la
dominicanidad como proyecto de nación. Para los participantes
en el Encuentro del Distrito Nacional, la Reforma Constitucional de
1994, sólo incluyó lo político; sin hacer
efectiva una total reforma de nuestra carta
magna.
Con respecto a una reforma constitucional,
la misma deberá ser el producto de una redefinición y
adecuación del Estado ante los cambios que en la actualidad
sufre el mundo en el inminente proceso de globalización Esta
realidad obliga a una definición sobre la nación,
más allá del coyunturalismo habitual, dado que el
Estado (como categoría histórica) está sujeto a
cambios permanentes, sustentados en las particularidades de la
nación.
En este contexto, la Reforma Constitucional
debe ser amplia y no quedarse en aspectos conocidos tradicionalmente,
como son los de índole político, deberá permitir
la inclusión de los Derechos Culturales. En nuestro
país todavía no han sido discutidos y mucho menos
asumidos en toda su extensión; a pesar de ser signatarios de
numerosas resoluciones y declaraciones de organismos
internacionales.
Los Derechos culturales pertenecen a los
llamados Derechos Humanos de Segunda Generación, junto a los
Derechos Económicos y Sociales. Obviamente la asunción
de tales Derechos corresponde a un sentido amplio de los Derechos
Humanos. Nuestra sociedad deberá contenerlos en su
Constitución; paso trascendental para adecuar nuestra
nación a un nuevo estadio de convivencia y
desarrollo.
Se justifica de manera imperativa,
después de esta conceptualización, apuntalar acciones
ante la especificidad de los Derechos Culturales y el papel del
Estado en la cultura, como garante de la acción cultural. Sin
embargo, pese a las limitaciones del Estado dominicano, este
deberá realizar las inversiones necesarias para que la cultura
sirva de contexto al progreso y al desarrollo nacional.
Lógicamente, se precisará del concurso de los sectores
que, como el privado, puedan coadyuvar al desarrollo
cultural.
Para ello el Estado tendrá que
propiciar mecanismos que incentiven al sector privado a invertir en
dicho campo, contribuyendo de este modo a este proceso. La
inversión en la educación y la Cultura establece
ventajas comparativas que permiten una diferenciación, sobre
todo, con respecto a naciones similares a la
nuestra.
En la actualidad es esencial para una
nación el sentido de diferenciación, que indudablemente
lo aporta el carácter nacional que concentra la cultura. Las
ventajas que con lo nacional se obtiene en el mundo de hoy, resultan
fundamentales para la inversión de capitales, muy
especialmente extranjero. Dentro de esta perspectiva se justifica
aún más la inversión en la educación y la
cultura para el caso dominicano; ante el hecho de que nuestra
estructura productiva descansa esencialmente en una economía
de servicios. Es decir, hasta desde un punto de vista economicista,
como se acostumbra a concebir la inversión de capitales,
ésta es clave para alcanzar metas de desarrollo
económico.
En este contexto se considera que la
propuesta de incorporar en nuestra Constitución -en una
eventual revisión y reforma- los Derechos culturales, se hace
impostergable. Es este paso de gran significación y
trascendencia para el aseguramiento de los derechos individuales y la
consolidación de la cultura nacional. El hecho de contar con
una superestructura que afiance el desarrollo de la acción
cultural, significará, efectivamente, concretar el anhelado
desarrollo cultural en la República
Dominicana.
6. PROTECCION Y CONSERVACION DEL
PATRIMONIO CULTURAL
La conciencia nacional requiere para su
afianzamiento de un estímulo permanente. Los bienes
patrimoniales juegan un papel importante para producir un
conocimiento y reconocimiento de la identidad cultural; constituyendo
un referente continuo para que la sociedad pueda crearse y recrearse;
siendo éste uno de los factores que explican la fortaleza que
adquieren las culturas.
Es menester reconocer en el patrimonio
cultural a un ente vivo, capaz de situar nuestras aspiraciones en un
ideal no sólo pretérito, sino presente y futuro. En
nuestra nación hacen falta acciones que contribuyan a
redimencionar el patrimonio cultural, asignándole un papel
activo, dentro del proceso de desarrollo que vive la sociedad
dominicana.
Actualmente la conceptualización
sobre el patrimonio cultural ha superado la estrecha noción
del acervo, situándose más allá de los bienes
que por fuerza hay que preservar. Hoy la noción
ìpatrimonio culturalî es concebida como
construcción social. Ana Rosas Mantecón al referirse a
los avances experimentados por esta noción apunta que:
ìEl camino recorrido nos permite plantear la imposibilidad
actual de centrarnos en el análisis de los bienes culturales
patrimoniales, aislados de su proceso de producción y
circulación social. No podemos dejar de reconocer, entonces,
su carácter de construcción social; esto es, la
selección de intereses variados, además de los
conflictos que atraviesan tanto la selección, como los
significados que les atribuyen diferentes
receptores.î12
Pero esta situación alcanza a varias
instancias vinculadas a los procesos patrimoniales, como por ejemplo,
la legislación dominicana, especializada en patrimonio
cultural. Edwin Espinal ha advertido que esta legislación
carece de una conceptualización. Al respecto, considera que:
ì El legislador dominicano no ha establecido las motivaciones
que han determinado el colocar el patrimonio cultural bajo el imperio
de la norma jurídica y mucho menos ha fijado una
definición del mismo.î Más adelante Espinal
refiriéndose al artículo 101 de la Constitución
de la República, indica que dicho artículo de manera
indiferenciada separa al patrimonio histórico del patrimonio
artístico, manejándolos como ì... entes
autónomosî, constituyentes del patrimonio cultural, pero
sin lograr definir a éste último.13 Lógicamente,
esta debilidad opera negativamente a la hora de su utilidad
práctica.
Pero el problema más importante que
confronta la legislación del patrimonio cultural es su
inaplicabilidad e infuncionalidad, ya que este cuerpo de leyes se han
convertido en letras muertas, ante la inexistencia e ineficiencia
exhibidas por los mecanismos de observancia de las leyes nacionales,
situación que se extiende a los convenios internacionales
suscritos por la República Dominicana, en dicha materia. Por
cuanto resulta impostergable el estudio de dicha legislación,
a fin de superar todas las inconsistencias y contradicciones que
contiene.
La atomización existente entre los
organismos e instituciones, cuya responsabilidad es la de velar por
la protección y conservación del patrimonio cultural,
como de su promoción, obstaculiza el desarrollo y la
coordinación del sector. Situación que establece
niveles de superposición de funciones entre las instituciones,
generando conflictos de intereses y dominios que se constituyen en
verdaderas islas de poder al interior del sector cultural
público. La propia Oficina de Patrimonio Cultural queda
limitada como institución ante la presencia de organismos que
restringen su área de incumbencia, entrando en franca
contradicción con disposiciones ya existentes,
legítimas de todo derecho y racionalidad. Esta Oficina
confronta además problema con el presupuesto asignado por el
Estado, que resulta insuficiente para atender una cobertura
nacional.
En estudios recientes efectuado por el
Consejo Presidencial de Cultura acerca del gasto público en el
sector cultural, pudimos comprobar que el presupuesto programado en
todas las instituciones culturales nunca llega a ser ejecutado
plenamente por falta de desembolsos del Estado dominicano. En el caso
de la Oficina Nacional de Patrimonio Cultural se presentan,
además, contradicciones insólitas, como la de poseer un
presupuesto igual o menor a los de otros organismos que
deberían estar subordinados a su administración, y que
tienen funciones y coberturas menores.
De manera que los problemas institucionales
y legislativos condicionan la situación en torno al patrimonio
cultural. En este contexto, abocarnos a una política de
patrimonio cultural supone la revisión de nuestras leyes
sustantivas relativas a lo cultural; como de una reforma en el sector
de patrimonio cultural, que consolide sus estructuras y cimiente una
nueva concepción y práctica sobre el patrimonio
cultural.
Ahora bien, las posibilidades de articular
acciones dirigidas al reconocimiento e identificación de los
valores patrimoniales y de nuestra identidad cultural no
deberán supeditarse exclusivamente al dominio de los poderes
públicos, aunque éste adquiera el
ìmonopolioî de los bienes culturales. Es responsabilidad
de toda la sociedad el crear mecanismos de promoción y
difusión de nuestros valores; las comunidades y sus
organizaciones, lo mismo que los gobiernos locales, deberán
crear los espacios que permitan la creación y
recreación de éstos.
Por otro lado resulta esencial que el
referido programa contemple la preservación de nuestra lengua.
El español dominicano posee características
únicas y es la vía en que descansa el conocimiento y la
memoria histórica del ser dominicano. Por cuanto existe la
necesidad de preservar el patrimonio lingüístico, que
incluye: usos idiomáticos y gramaticales, léxicos,
textos, tradiciones orales, tales como: décimas narrativas,
coplas, canciones, juegos, entre otras formas de
expresión.
Los participantes en los encuentros
celebrados en la región Cibao Central consideraron esencial la
ejecución de un programa de rescate y preservación del
patrimonio cultural que incluya al patrimonio natural, y la
reparación de la infraestructura cultural e institucional. La
debilidad e insuficiencia de los mecanismos que aseguren la
preservación y transmisión en los componentes
básicos que definen su identidad es percibida por los gestores
culturales de la zona. Se aprecia la ausencia de medios adecuados de
control de carácter legal y administrativos que impidan que
valiosas piezas arqueológicas sean sustraídas y
vendidas a turistas y coleccionistas profesionales. Como ha sucedido
en el caso de las ruinas de la Antigua Ciudad de la Concepción
de la Vega, destruida por un terremoto el 2 de diciembre de
1562.
Para la preservación de los bienes
muebles, la creación de Museos-Archivos municipales es una
respuesta con una amplia base de respaldo entre los gestores
culturales. Crearlos donde no existan, fortalecerlos allí
donde ya estén operando, dotándolos de la base
tecnológica necesaria para su labor de preservación y
promoción cultural. La experiencia acumulada durante
décadas por instituciones museísticas de la
región, podría muy bien ser aprovechada en este
sentido.
La creación de esta infraestructura
demanda, además, un arduo trabajo de educación dirigido
a elevar el nivel de conciencia en los pobladores de las comunidades.
Para esto resulta indispensable la participación de la
Secretaría de Educación, en el ámbito de la
educación formal. La difusión y promoción del
patrimonio cultural entre los niños y jóvenes de las
escuelas públicas y privadas asegura que tendremos
mañana una comunidad de ciudadanos que aman su legado
histórico, artístico y natural porque lo
conocen.
La región noreste cuenta con un buen
número de cuevas, llamadas guacaras por los taínos,
nombre que significa morada de los espíritus o de los dioses,
las mismas constituyen uno de los más valiosos y escasos
testimonios de quienes habitaron la isla por miles de años.
Entre las más notables por la gran cantidad de petroglifos y
pictografía que albergan se encuentran las de Comedero,
Peñón de la Sabana y Sierra Prieta en la provincia
de Sánchez Ramírez. La gruta o cueva de los
indios, situada en la comunidad de los Guayuyos, en Salcedo, y la
Cueva del Cateyon, en Tenares, ìla que por su orificio central
para la entrada de la luz solar, sugiere podría tratarse de
una plaza ceremonial indígenaî*. Toda esta riqueza
testimonial de nuestro pasado esta pendiente de la definición
de políticas y de acciones que aseguren su preservación
para el disfrute y conocimiento de las presentes y futuras
generaciones.
Es importante destacar la percepción
que tienen los gestores culturales en la región respecto al
valor del componente no tangible del patrimonio cultural, compuesto
por las creencias, ritos, tradiciones, supersticiones, cantos, y todo
el arsenal simbólico contenido en los mismos. De manera
concreta solicitan la publicación de un volumen que recoja las
creencias, mitos, ritos y prácticas religiosas, así
como la tradición folklórica de juegos, cuentos, cantos
y adivinanzas infantiles.
La realización de un inventario
exhaustivo del patrimonio tangible de la región, que incluya
una evaluación del estado de preservación de los
mismos, debe acometerse en un breve plazo. Las informaciones que
arroje este informe deberán servir de base para un programa de
emergencia, que provoque acciones a favor de aquellos que presentan
un mayor grado de deterioro, y que están incluso en peligro de
desaparecer. Se podrían producir folletos, artículos
para periódicos, libros, videos y otros trabajos, a
través de los cuales se promueva su conocimiento, entre los
miembros de las respectivas comunidades, en el ámbito regional
y nacional.
El conocimiento de los hechos
históricos y de la participación que en los mismos
tuvieron personajes de la región es una vía
rápida hacia la incorporación, por parte de las
comunidades, de las experiencias y valores que de los mismos se
desprenden. En los encuentros celebrados en la ciudad de San Juan de
la Maguana se presentó la propuesta para que se rescate la
memoria de nuestros héroes locales, mediante la
publicación de documentos que den cuenta de sus vidas y
hazañas. Sin embargo, creemos que la construcción y la
difusión de una galería de héroes locales, no
debe estar limitada a resaltar las hazañas de los caudillos
políticos y militares. Es necesario que las comunidades
conozcan otros héroes que lucharon por la instalación
de los servicios públicos y por la creación de las
instituciones de educación, cultura, justicia, salud, entre
otros.
En las provincias analizadas, se manifiesta
una gran preocupación a favor de que se recupere y preserve el
patrimonio histórico y cultural de la región. Sus
propuestas van desde la instalación de Oficinas de Patrimonio
Cultural en las provincias cabecera, hasta la solicitud para que se
estudie la posibilidad de integrar la medicina alternativa, como
parte de los programas oficiales de Salud Pública. Las
acciones que de aquí se desprendan deberán tener en las
comunidades, actuando como sujeto activo, su principal punto de
apoyo.
7. CULTURA Y CALIDAD DE
VIDA
Las opiniones emanadas de las Jornadas de
Reflexión del Distrito Nacional, hacen hincapié en la
necesidad de buscar soluciones a problemas, tales como: la
alimentación, vivienda, salud o trabajo;
simultáneamente a los de orden culturales. Tal
problemática sugiere que los problemas sociales no deben
enfrentarse aisladamente, sino a través de soluciones
integrales. Ha quedado demostrado que las acciones unilaterales para
combatir la pobreza no han conducido a soluciones efectivas; las
recurrentes prácticas asistencialistas, por ejemplo, no han
sido más que formas paliativas que, muy por el contrario,
sólo refuerzan patrones culturales negativos y configuran la
cultura de la pobreza.14 Los problemas de una sociedad como la
nuestra precisan de un intervencionismo de Estado que haga factible
el combate de la pobreza de manera multilateral. Sin que esto quiera
decir que no se elaboren prioridades, bajo un criterio de
planificación, cuyos resultados se establezcan a corto,
mediano y largo plazo.
Conforme al estudio sobre
focalización de la pobreza en la República Dominicana,
realizado por la Oficina Nacional de Planificación (ONAPLAN),
las provincias de la región suroeste poseen entre un 75 y un
87 por ciento de hogares pobres. ìEl privilegioî de
acumular los mayores porcentajes de familias pobres en el país
se lo llevan prácticamente sin competencia, las provincias
fronterizas, con Elías Piña encabezando la lista. Para
muchos resulta obvio plantearse la utilidad que tienen los programas
de desarrollo cultural en una región tan terriblemente
deprimida.
Este cuestionamiento nos lleva a
plantearnos el conocido aforismo referido a la educación,
respecto a que somos pobres porque no tenemos educación y que
no tenemos educación porque somos pobres. Se plantea que la
ìpobreza social y el poco flujo comercial han limitado el
desarrollo culturalî, por lo que siguiendo la línea del
razonamiento anterior, podríamos tratar de establecer hasta
dónde el bajo desarrollo cultural ha propiciado la
ìpobreza socialî y ha limitado el flujo
comercial.
La cultura es percibida cada vez más
como dimensión fundamental del desarrollo, tanto en la
vertiente económica como humana. La búsqueda de
soluciones a los problemas de marginación y pobreza,
característicos de la zona, bien podrían encontrar en
la creatividad que genera la acción cultural una amplia fuente
de inspiración. La tradición artesanal, las formas de
organización comunitaria, los valores solidarios, la
imaginación creativa, los valores que refuercen el sentido de
pertenencia y la autoestima son algunos de los instrumentos
disponibles para ser usados como parte de los programas con los
cuales se busca reducir la pobreza manifiesta en la
zona.
9. FOMENTO Y DESARROLLO DE LAS
INDUSTRIAS CULTURALES
El impacto en las sociedades modernas, de
las llamadas industrias culturales, ha significado un repunte en
aquellas economías de mercado y ha constituido la piedra
angular para el desarrollo de una cultura de masas, tan
característica de nuestro siglo XX. A pesar de lo que implica
este proceso en el que se pierde el protagonismo en la
creación individual, pasando a manos de la producción
serial y otros efectos, producto de la tecnología en el arte y
la cultura, conviene aseverar que dicho proceso ha resultado un
milagro para estas economías, convirtiéndose, a la vez,
en el mecanismo para el disfrute masivo de los bienes culturales. El
Consejo de Europa, pese a los efectos de una cultura masificada,
afirma que ì... las industrias culturales son una fuente
primordial de valores y símbolos para el gran público y
también un importante agente de socialización para las
generaciones jóvenes.î15
En la actualidad, la industria cultural es
un sector incipiente en la República Dominicana, apenas
podemos reconocer el desarrollo de la producción de libros, la
actividad artesanal, la industria del espectáculo, la radio y
televisión, incluida también la actividad
gráfica y la gastronomía. Todavía el cine y el
turismo cultural no resultan significativos, aunque se comienzan a
ver resultados concretos, tanto para el cine dominicano de capital
nacional como de capital internacional, que toman como escenario para
sus producciones cinematográficas filmes a nuestro
país; lo mismo ocurre con el turismo cultural que cada
día muestra su potencialidad dentro del sector cultural y
turístico.
Obviamente, el desarrollo limitado de las
industrias culturales en el país no significa, en modo alguno,
dar las espaldas a una actividad productiva y tan crucial para el
sector cultural, más bien debe ser el espacio para actuar
oportunamente planeando su desarrollo y crecimiento. Nuestro
país, al igual que todos los demás, está sujeto
a vivir un proceso de crecimiento en las industrias culturales; el
mismo proceso de globalización hace que los productos
culturales y los mercados simbólicos en el mundo puedan
interactuar de manera única, lo cual es una ventaja para los
productos culturales de países como los nuestros, que
necesitan nuevas fuentes de producción de
divisas.
Durante los Encuentros del Distrito
Nacional se consideró que las instituciones que manejan
recursos naturales pueden establecer, con las instituciones
culturales, niveles de coordinación que permitan desarrollar
las industrias culturales. Pensamos que dicha propuesta tiene que ver
con las limitaciones existentes para la obtención de materias
primas, requeridas por la producción artesanal. Hecho que,
ciertamente, obstruye las posibilidades de la creación no
sólo artesanal sino también artística, como
innumerables veces han denunciado los escultores dominicanos, con
respecto al mármol y a la caoba. Las medidas adoptadas en
relación a las materias primas deben considerar
políticas para el uso racional de los recursos no renovables,
buscando alternativas para su obtención; como sería en
los casos de la caza del carey, del cual se obtiene la concha, el
coral, el ámbar y otras materias primas similares, utilizadas
por los artesanos dominicanos.
Actualmente las únicas posibilidades
de competir en el sector cultural están siendo definidas por
la eficientización de los servicios culturales y la calidad de
los productos y bienes culturales. En todo caso, lo que debe quedar
claro es una cosa: el Estado deberá definir políticas
de fomento, que creen los medios que promuevan el desarrollo de la
industria cultural nacional y que garanticen que nuestros artistas y
creadores obtengan una calidad capaz de situarse en cualquier
mercado.
Otro aspecto en lo relativo al problema
turístico concierne a la región noreste, la cual cuenta
con una gran cantidad de cuevas y grutas ricas en estalagmitas,
estalactitas, petroglifos y pictografías, las mismas pueden
convertirse en un fabuloso atractivo para el fomento del turismo
cultural. El llamado senderismo, turismo ecológico o de
montaña, podría atraer a millares de visitantes, para
quienes el turismo de playa y de sitios de diversión no tiene
mayor interés.
En la provincia de Moca, en la
sección del Higüerito, se ha desarrollado una de las
comunidades artesanales más importante del país. Las
muñecas sin rostro, producidas por artesanos de la
región, se han convertido en uno de los modelos
representativos de la artesanía nacional. La oportunidad dada
al visitante, de ponerse en contacto con el proceso de
producción de las artesanías, con el conjunto de
relaciones sociales que se entremezclan para la creación del
producto, otorga al objeto artesanal un valor que va más
allá de la simple mercancía que se separa del mostrador
de la tienda, justo antes de abordar el avión que nos
llevará de vuelta.
Vale señalar, que la creación
de un fondo para el financiamiento de las iniciativas levantadas por
pequeños y medianos artesanos permitiría resolver, en
gran medida, la dificultad que tienen los mismos para accesar a los
recursos de las instituciones formales de crédito. El efecto
multiplicador que tendrían estos créditos, en la
generación de empleos, en el apuntalamiento de los servicios
turísticos, en la preservación y difusión de los
rasgos de nuestra identidad, contenidas en la obra de artistas y
artesanos, sería de una gran
significación.
En el Encuentro Regional del Cibao Norte,
quedo manifiesta una problemática cultural mediada por los
problemas que genera la principal actividad económica de la
zona: el turismo. Su impacto en relación con la cultura
dominicana, aspecto ya visto en otras regiones del país, que
al igual que ésta se ven amenazadas por el turismo y sus
implicaciones.
Evidentemente, el flujo turístico
que anualmente recibe esta región, atraído por el sol y
las playas, además por la capacidad hotelera instalada, supone
una virtual fractura en los modos de vida, hábitos y
costumbres de su población. Todavía en la
República Dominicana no se ha realizado un estudio orientado a
este fenómeno, del cual se tienen apenas informaciones
dispersas. Lo cierto es que el turismo ha orientando a la
población de la región a volcar sus expectativas hacia
las demandas que supone esta actividad
productiva.
El turismo que recibe la región
quedaba reducido al ámbito de los hoteles, en una
concepción de enclave que en cierta medida ha limitado la
participación de la comunidad y ha impedido un contacto masivo
con los turistas, aunque en estos momentos empiezan a producirse
formas innovadoras de movilización. Esta concepción,
surge durante el primer período de los llamados ìdoce
añosî, del gobierno del Dr. Joaquín Balaguer, en
los que se propicia el desarrollo de los denominados ìPolos
Turísticosî, en una estrategia de producir un cambio del
modelo agro-exportador, que entraba en franca debilidad estructural,
dada la caída de los precios internacionales y la necesidad de
nuevas fuentes de generación de divisas.
ìLa República Dominicana
ocupa, dentro de los países del Gran Caribe, la primera
posición como país receptor de turistas; sin embargo,
este turismo se desarrolla con poca integración de las
comunidades a los beneficios que genera el sector. El área
artesanal que puede servir como fuente de empleos y de ingresos
ligados al sector turismo, no ha contado con el suficiente apoyo para
lograr un verdadero desarrollo, a tal punto que la demanda de
artículos de souvenir sobrepasa las posibilidades actuales
para cubrirla, con la producción local. Esta situación
ha llevado a que muchos comerciantes importen artesanías
extranjeras y las vendan como nativas, desvirtuando nuestras
características artesanales y culturales y haciendo que un
sector que puede ser generador de divisas se convierta en un
consumidor de las mismas.î16
Tal situación da una lectura dual; por
un lado, la actividad turística en la región ha sido
concebida con una visión muy limitada como oferta
turístico nacional, ya que excluye a uno de los atractivos
fundamentales de cualquier estrategia turística: la cultura;
por el otro lado, y como consecuencia de lo anterior, tenemos la
presencia de un turismo de escasa formación cultural, que
sólo viene detrás de las playas y el
sol.
El aumento del flujo turístico ha
traído entre sus consecuencias negativas un significativo
aumento de la prostitución, entre otros males, afectando la
dinámica positiva de dicha actividad en la región
Norte. En ese sentido, la propia oferta hotelera y turística
deberá de propiciar el mejoramiento de los factores que operan
negativamente en este sector. Por esta razón el sector
turístico y hotelero en la República Dominicana, al
igual que las autoridades nacionales, representadas en el Secretario
de Turismo y las propias autoridades municipales, deberán de
promover un mejoramiento en la calidad del turismo que nos visita
cada año.
Es oportuno decir que esta acción
tiene que ir a la par con políticas que permitan superar el
estado de abandono de la cultura, especialmente, de los bienes
patrimoniales, a través de una política encaminada a
fortalecer nuestras expresiones culturales en la zona norte.
Pensamos que la misma realidad de enclave turístico, que
limita de una u otra manera el contacto con la comunidad, ofrece la
oportunidad para que las comunidades puedan prepararse ante un
proceso que resulta inevitable frente a las expectativas de
crecimiento de la actividad turística
nacional.
Es preciso dejar claro que la cultura en un
proceso de desarrollo como el que vive la zona norte, no debe ser
percibida exclusivamente como un ìinstrumentoî a favor
del desarrollo turístico, más bien, la cultura
deberá entenderse como modo constructivo en que la sociedad
pone todas sus capacidades para generar su propio crecimiento
cultural. De manera que deberá ser el propio turismo quien
sirva como instrumento de este crecimiento cultural de la
región, influyendo en su revalorización, lo que
significa reforzar la propia identidad.
Como vemos, lo que se nos plantea es la
oportunidad de obtener un modo diferente de abordar el desarrollo
regional y nacional. En la actualidad, el turismo cultural se
desarrolla como una opción para las poblaciones que
están de forma directa en contacto con la presencia del
turismo como actividad económica esencial; sin embargo, el
turismo cultural supone el desarrollo de factores determinantes,
tales como: la gestión, formación e
investigación; todos imprescindibles para accionar
positivamente al sector turístico desde la cultura. Pero
también se requiere promover un proceso que permita a la
comunidad proyectar su carácter. Con él puede
establecer su identidad, en tanto comunidad anfitriona, como
diría Claude Moulin.17
Pero como hemos visto más arriba,
los participantes en el Encuentro y Muestra Cultural no sólo
ven necesario una estrategia de política cultural, vinculada
al turismo; sino que, además, llaman la atención de
establecerla con el sector educativo y los medios de
comunicación, lo mismo que con áreas de la actividad
cultural que necesitan ser protegidas y estimuladas, como es el caso
del patrimonio cultural y natural, la animación sociocultural,
la formación de agentes culturales y el fortalecimiento de las
instituciones culturales de la región.
A todo esto debemos incentivar las
expresiones populares que, como la artesanía, son muestras del
alma del pueblo y una forma digna de promover al país;
actividad de la cual la zona norte tiene sobradas experiencias,
pudiéndose promover en la perspectiva de una verdadera
industria cultural. En este sentido, lo artesanal tendrá que
responder a estrategias de mercadeo y de promoción; pero
también deberá definir alternativas respecto a la
obtención de las materias primas utilizadas para no impactar
negativamente en nuestros recursos no renovables, como podría
ser en los casos del ámbar, el coral o la extinción del
carey. El efecto que tiene la artesanía en la economía
aún no ha sido medido objetivamente en el producto interno
bruto, debido al carácter informal de esta actividad, por lo
que cualquier plan cultural deberá enfatizar sobre el
desarrollo de este sector.
El desarrollo del concepto de aldeas o
comunidades artesanales permitiría aprovechar la rica
tradición que en la elaboración de objetos utilitarios
u ornamentales acumulan los pobladores de las distintas regiones del
país. El suministro de una plataforma que les permita
eficientizar la producción, la articulación de canales
de promoción y mercadeo, puede hacer de las empresas
familiares de subsistencia que son hoy, verdaderos proyectos
económicos, que sirvan de real soporte al desarrollo de la
región.
La formación especializada de los
guías turísticos, a través de la creación
de un Bachillerato Especial para Agentes
Turísticos-Culturales, es vista por los participantes en el
encuentro como una fuente de empleo para una gran cantidad de
jóvenes de la región. Además de que
aseguraría la transmisión adecuada de los valores y
símbolos que constituyen la esencia de la cultura dominicana.
La Secretaría de Estado de Turismo, las Asociaciones de
Hoteleros, entre otras entidades, deberán velar porque sea
este personal debidamente instruido, el que se encargue de ofrecer a
los turistas la información fidedigna sobre nuestra realidad
histórica, cultural y de recursos
naturales.
El diseño de una estrategia de
promoción turística que incluya entre sus aristas el
llamado turismo cultural, ecológico o de montaña, para
el cual la zona está muy favorablemente dotada, constituye una
de las salidas posibles. Los planes de desarrollo turístico
deben tener carácter integral y sustentable, garantizando la
no-degradación del patrimonio ambiental y ecológico,
preservando a las futuras generaciones de dominicanos las
posibilidades de poder disfrutar de los mismos. Tal como
señalan los participantes en los encuentros en la ciudad de
Barahona, las playas, balnearios y parques son lugares de uso
público, por lo que de ninguna manera podemos permitir que la
afluencia de visitantes de otros países limiten el derecho que
tienen los nacionales al usufructo de estos
bienes.
Fomentar las industrias culturales en la
República Dominicana significa construir las bases para la
consolidación del sector cultural, enfatizando en algunos
dominios de la política cultural, en los cuales existan en lo
inmediato, auténticas posibilidades de desarrollo, en franca
correspondencia con nuestra realidad económica, social y
cultural. Pero ello sólo ocurrirá a través de
una certera intervención de los sectores de la vida nacional,
tanto público como privado. Esta misma situación
deberá estar acorde con los procesos que marcan, en la
actualidad, los cambios del mundo postindustrial y postmoderno, de
los cuales no podemos seguir a la saga.
10. POLÍTICAS CULTURALES
Y RELACIONES INTERNACIONALES
Básicamente las propuestas surgidas
del diagnóstico participativo en el Encuentro distrital,
sitúan dos aspectos:
a) La ausencia de una concepción de
la cultura como instrumento fundamental en las relaciones
internacionales.
b) Debilidad institucional para llevar a
cabo las relaciones culturales con los países hermanos,
especialmente de la región del Caribe y
Centroamérica.
Quizás las razones que han originado
históricamente el relegamiento de lo cultural, en las
relaciones internacionales de la República Dominicana, sea
objeto de un estudio más profundo; lo cierto es, que el
país ha desaprovechado, por mucho tiempo, las virtudes de la
cultura para el establecimiento y fortalecimiento de las
políticas destinadas a desarrollar las relaciones exteriores.
El excepcional aislamiento en que ha vivido el país, el cual
marcó una etapa que podemos calificar de prehistórica
en las relaciones internacionales dominicanas, explica el atraso
conceptual y virtual del país, en materia
internacional.
La República Dominicana vive una
etapa importante dentro de las relaciones internacionales, pero debe
incluirse dentro de las prioridades, la creación,
modernización y establecimiento de los órganos y
mecanismos fundamentales para un buen ejercicio de la gobernabilidad.
El Gobierno del Presidente Dr. Leonel Fernández Reyna ha
pautado una nueva etapa en las relaciones exteriores. La agresiva
política que ha llevado a cabo el gobierno ha posibilitado una
redefinición, no sólo de las relaciones exteriores,
sino del papel que debe jugar la República Dominicana dentro
de una estrategia regional. Esta política en poco tiempo ha
generado sus frutos, haciendo que la nación dominicana
adquiera un liderazgo incuestionable en el área del Caribe y
Centroamérica.
Ahora bien, estos procesos deberán
extenderse al resto de las funciones de esta institución del
Estado; las limitaciones que éstas comportan, en el orden
cultural, obligan a que el país consolide definitivamente la
política internacional en materia cultural. La función
de la cultura, en los actuales momentos, es vital para asegurar los
procesos de integración con los demás países del
área y posibilitar la constitución de un bloque de
países con una sólida estrategia integracionista. Lo
mismo cabría señalar respecto a la importancia de
establecer políticas que aseguren los vínculos
culturales de la enorme población de dominicanos residentes en
el exterior, garantizando, de este modo, su arraigo al proyecto
nacional.
Lo anterior pautará las acciones a
ejecutar en el plano de la política cultural exterior,
definiendo una finalidad y unos instrumentos adecuados, haciendo con
ello una evolución lógica, respecto a otros
países que han logrado unas relaciones culturales
sólidas con el resto del mundo. Señala Edwin R. Harvey
que ìJunto con fines y objetivos de política cultural
exterior irán madurando paralelamente nuevas estructuras e
instrumentos y medios especializados a su servicio. Fines,
estructuras administrativas y medios (...) responderán a las
tradiciones, especialidades e intereses nacionales, propios de cada
país, grande o pequeño, desarrollado o en vías
de desarrollo, dado que ninguna nación escapa a la necesidad
de contar con una política cultural exterior (que refleje su
relación político-cultural con el resto del mundo); de
la misma manera que ningún Estado moderno puede dejar de
disponer de una política interna adecuada al contexto
nacional.18
Como vemos, la problemática de la
relación cultural exterior debe viabilizar la promoción
y difusión de la cultura dominicana, entre otras tantas
funciones, superando las limitaciones virtuales, ante la ausencia de
una política cultural y una situación cultural que
requiere definición en el contexto institucional del Estado
dominicano.
LINEAMIENTOS PARA EL DISEÑO DE LA
POLÍTICA CULTURAL DEL ESTADO DERIVADAS DEL ANÁLISIS DE
LAS RELATORÍAS
A continuación presentamos, a
grandes rasgos, los lineamientos derivados de las propuestas que
recogen las relatorías de los Encuentros y Muestras
Culturales. El mismo resultó un instrumento fundamental para
establecer las categorías que sirvieron de marco referencial
al presente análisis. Dichos lineamientos recogen, a su vez,
las tendencias actuales para el diseño de políticas
culturales, haciendo posible que pueda tomarse como base para la
formulación del Plan Nacional de Desarrollo
Cultural.
1. Política de Promoción de
los valores de la Identidad Nacional y Cultural
* Exaltación y revalorización de
los símbolos, valores e historia
nacionales.
* Fortalecimiento de la autoestima de los
dominicanos.
* Preservación de la identidad
nacional y cultural de los dominicanos en el
exterior.
* Promoción de la identidad nacional y
cultural en la distintas regiones del
país, dando
énfasis particular a la región
fronteriza.
* Programas de Cultura
Ciudadana.
1. Política de Fomento y Desarrollo
Institucionales
* Revisar, evaluar y actualizar la
legislación cultural vigente.
* Reestructuración y fortalecimiento de
las instituciones culturales.
* Capacitación y Formación para
la Gestión cultural.
* Desarrollo y preservación de la
infraestructura cultural.
* Financiamiento de la
cultura.
* Desarrollo de los sistemas de
información.
* Carrera administrativa y servicio civil en
el sector cultural.
4. Política de Acceso,
Promoción y Difusión de la Cultura
* Promover mecanismos que permitan una mayor
participación de los medios masivos de comunicación en
la promoción y difusión de la
cultura.
* Proyección y apertura internacional
de la cultura dominicana.
* Creación del Sistema Nacional de
Casas de Cultura.
* Creación del Sistema Nacional de
Talleres Artísticos y Literarios.
* Creación Sistema Nacional de
Bibliotecas Móviles.
* Establecimiento del Fondo Editorial de
Cultura dominicana.
* Apoyo a los Carnavales y otras fiestas
populares.
* Promoción de órganos de
cogestión que involucren la participación de los
distintos sectores de la sociedad civil.
* Reforzar y ampliar los espacios culturales
regionales, provinciales y municipales.
* Promover la desconcentración de los
recursos destinados a la acción cultural del
Estado.
* Establecer programas para el acceso de
niños, jóvenes, envejecientes y discapacitados a
la vida cultural.
5. Política de Patrimonio
Cultural
* Fortalecer los programas de inventario y
registro del patrimonio cultural.
* Promover la educación y
concientización de los grupos comunitarios en la
preservación del patrimonio cultural.
* Fortalecimiento de las instituciones
nacionales ligadas a la preservación del patrimonio
cultural: museos, archivos, bibliotecas y otros.
* Promover la creación de museos y
archivos regionales y provinciales .
* Reforzar la adopción de
estándares internacionales que procuren la protección y
conservación de los espacios y bienes
patrimoniales.
* Reforzar la aplicación de mecanismos
de control que limiten el tráfico ilícito de bienes
patrimoniales.
* Promover la creación de programas de
conservación y puesta en valor del patrimonio
arquitectónico urbano.
* Fortalecimiento de los programas de
preservación y puesta en valor del patrimonio
subacuático.
6. Política de Desarrollo de las
Industrias Culturales
* Fomento de las diversas actividades
vinculadas a las industrias culturales: artesanía, discos,
libros e impresos, cine y videos, radio y televisión,
gastronomía, turismo cultural, entre
otros.
* Ampliación de los mercados
simbólicos.
* Capacitación, formación de los
recursos humanos ligados al desarrollo de las industrias
culturales.
7. Política de Desarrollo de la
Cultura artística, Apoyo a los creadores y a la
Investigación Cultural
* Creación de los institutos de
arte.
* Creación de compañías
artísticas.
* Creación de talleres y otros espacios
que faciliten el trabajo de los artistas
y creadores.
* Sistema Nacional de Orquestas
Sinfónicas Infantiles y Juveniles.
* Fondo para la formación especializada
e investigación para artistas y creadores.
* Promover la participación de los
artistas nacionales en las obras públicas.
* Fondo para la seguridad social del artista y
los agentes culturales.
* Estimular el establecimiento de premios y
condecoraciones a la creación artística y
cultural.
* Asignación presupuestal para
proyectos de investigación en las áreas de
especialización de la cultura, antropología,
etnología, sociología, historia, geografía,
lingüística, semiología, estética,
arquitectura, crítica de arte, entre
otras.
CONCLUSIONES DEL ANALISIS DE
RELATORIAS
Luego del análisis realizado al
conjunto de propuestas contempladas en las relatorías de los
Encuentros y Muestras Culturales, arribamos a las siguientes
conclusiones:
1. La acción cultural en la
República Dominicana requiere de una reformulación en
torno a los criterios de intervención del Estado, los cuales
deberán definir con claridad la visión y misión
institucional, en el contexto de la realidad
sociocultural.
2. La República Dominicana dispone
de una sólida infraestructura cultural, pero la misma queda
limitada fundamentalmente a los centros urbanos más
importantes, Santo Domingo y Santiago de los Caballeros. Dicha
infraestructura cultural carece de un conjunto de políticas de
desarrollo sectorial e institucional, lo cual se refleja en la falta
de coordinación y dispersión de la acción
cultural que realizan.
3. En el país existe una
concepción economicista que impide integrar lo cultural en los
procesos de reformas y cambios sociales. Es imprescindible que los
planes nacionales de desarrollo, al igual que los
ìmodelosî adoptados por los gobiernos y el Estado,
integren la cultura como una dimensión de desarrollo. Esto
deberá incluir la definición de políticas que
permitan el fomento de las industrias culturales, especialmente en
aquellas áreas susceptibles de mayor desarrollo como son,
turismo cultural, artesanía, industria del libro,
cinematografía y televisión entre
otras.
4. La acción cultural del Estado
está regida por dos instancias públicas que no
responden en la actualidad a las necesidades de desarrollo del sector
cultural. Estas son: la Secretaría de Estado de
Educación y Cultura y el Secretariado Administrativo de la
Presidencia; las funciones de ésta última, no
corresponden a una entidad de gerencia cultural. La Secretaría
de Estado de Educación y Cultura, por su parte, reduce su
estructura y finalidad esencialmente a una acción educativa
formal, estableciendo en la práctica un abismo entre la
educación y la cultura, que limita el papel de las
instituciones culturales bajo su control.
5. La Reforma y modernización del
sector cultural es una acción de carácter
multidimensional que toca aspectos conceptuales, institucionales y
estratégicos, que involucran a la sociedad dominicana en su
conjunto.
6. La financiación cultural requiere
de un nuevo modelo de políticas públicas, que convierta
el presupuesto cultural en un instrumento de desarrollo, basado en un
sistema de registro y control financiero que haga factible
cuantificar e identificar la inversión, proyectando las
necesidades de recursos demandados. Tal modelo debe abrir las
posibilidades de la participación privada, a través de
incentivos al mecenazgo y a otras formas de apoyo al sector
cultural.
7. El Diagnóstico Participativo
define áreas y sectores estratégicos de la
acción cultural del Estado, sin los cuales sería
imposible la articulación de un Plan Nacional de Desarrollo
Cultural.
8. El desarrollo cultural en la
República Dominicana requiere de una revisión y
actualización de la legislación cultural que reconozca
constitucionalmente los derechos culturales. Esto se haría
efectivo a través de una eventual reforma constitucional y de
la promulgación de una Ley General de Cultura para unificar y
dar coherencia a todas las leyes adjetivas.
9. La cultura dominicana de cara a los
procesos de globalización se hace vulnerable en la
pérdida de valores propios y ante la asimilación de
otros foráneos, que deberán asumirse dentro de un
contexto crítico, donde prime la pluralidad cultural como
fórmula de la identidad y la diferenciación cultural.
Para lo que se necesitará de un apoyo del Estado a programas
de formación, educación y promoción de
valores.
10. El esfuerzo de la acción
cultural del Estado será efectivo a través de procesos
de descentralización, entendidos esencialmente como: a)
creación y fortalecimiento de mecanismos de
participación y toma de decisiones; b) diseño de
intervención horizontal del Estado en la acción
cultural, de alcance regional, que haga factible la
integración provincial, la cogestión institucional y
comunitaria; c) deberá realizarse en consonancia con los
procesos de descentralización, definidos en los diversos
ámbitos de la sociedad dominicana; y d) como factor de
desarrollo de las capacidades de pluralidad y democracia
cultural.
11. Para establecer una
descentralización cultural en la República Dominicana
se hace necesario la rearticulación y fortalecimiento
institucional, pautados por una reforma del sector
cultural.
12. El diseño e
implementación de políticas culturales regionales
supone la creación de instancias y organismos de
dirección regional en el que participen los diversos sectores
provinciales.
13. Las relaciones culturales
internacionales resultan fundamentales en el contexto de
internacionalización del arte y la cultura, como por la
necesidad que tiene la nación de mantener sus vínculos
con el gran número de dominicanos que en la actualidad se
encuentran residiendo en el extranjero. Las relaciones culturales
internacionales deberán ser coherentes con los objetivos de
políticas culturales nacionales, las cuales deberán
además pautar las líneas referenciales en los procesos
de integración cultural con los demás países y
asegurar la cooperación internacional, en áreas como la
ciencia, la tecnología y la
educación.
14. La definición de una
política fronteriza que conserve las diferencias culturales y
estimule los rasgos de la dominicanidad, conjuntamente con un plan de
desarrollo integral para la zona, se considera fundamental para el
progreso y mantenimiento de la idiosincrasia de los pueblos de la
región y para el fomento de relaciones basadas en la
cooperación y la solidaridad con el vecino pueblo
haitiano.
15. Ante una práctica que privilegia
al patrimonio cultural como acervo, se requiere fomentar una
visión que integre lo patrimonial como construcción
social que permita vincular el pasado, presente y futuro dominicano
en permanente configuración
histórica.