¿Fracaso de los intelectuales?

Por Luis O. Brea Franco

En días recientes, el consultor jurídico del Poder Ejecutivo ha planteado la tesis del fracaso de los intelectuales en nuestro país. Lo hacia en "risposta" a la crítica de la historiadora Mukien Sang quien señalaba del presidente Hipólito Mejía que en su actuación es "autoritario", "irreflexivo", "desproporcionado" y "ligero". Mukien Sang estima que estamos en presencia de un gobierno a todas luces clientelista y caudillista. El Lic. Gómez Massara postula, como respuesta para invalidar la crítica de la historiadora, la señalada tesis del fracaso de los intelectuales. Colige tal fracaso por no haber sido estos capaces de conquistar el poder político para hacer las transformaciones que postulan.

Respecto a esta argumentación hay que decir desde el inicio que resulta muy discutible juzgar al intelectual aplicando la cruda lógica del político.

Ante todo ¿qué es un intelectual? Este no es simplemente el hombre o la mujer de letras, periodista, artista, creador de sentido y belleza. La del intelectual es una figura histórica. Nace en Francia en las postrimerías del siglo decimonono, donde se usa la palabra, como emblema, para indicar, entre los creadores, a quienes luchan por una causa socialmente digna. Son los audaces que se han propuesto romper con la conspiración de silencios y aplausos que rodea al poder. Son los que han decidido poner su instrumento creativo, la pluma, la palabra, la armonía, el pincel, la voz o el movimiento del propio cuerpo al servicio de los asuntos y de los valores de la polis, de la comunidad.

El intelectual oficia como intermediario entre las burdas urgencias impuestas por los poderes fácticos y las categorías, aspiraciones y valores que nos donan la memoria colectiva y la cultura. Es orientador de consciencias y de ideales, ejerce un papel de crítico metódico, minucioso, sin limite, de todo inmediatismo, tradición, fervor, entusiasmo o gregarismo. Es el desacralizador por excelencia. Es posible definirlo como el ciudadano frente a todos los poderes. Con su ejercicio enfría los ardores, desmitifica las visiones y desnuda las insolentes supersticiones celebradas por los sacerdotes del poder. Teje en continuo elogio al individuo y a la libertad la defensa de los derechos que nos hacen semejante a los dioses y como tal dueños de una dignidad infinita que ninguna fuerza humana por aguerrida y arrogante que pretenda ser puede menoscabar o irrespetar.

Si los intelectuales de una sociedad fracasan, podemos estar seguros de que ya, desde hace tiempo, no existen en ella las posibilidades de edificarse en comunidad. Pues ahí no habrían ya ni ideales ni esperanzas ni alguna forma de trascender el vulgar cinismo y el frío cálculo de los encargados del poder.

A diferencia de los que piensa el Lic. Gómez Massara, en nuestro país los intelectuales no han fracasado. Ahí está la voz hermosa, firme, magnifica, de Mukien Sang indicando con su gesto que aún hay en este país intelectuales que obran en la vigilia y sostienen los emblemas e instrumentos del pensamiento crítico sobre el curso de nuestra vida social.

Catedrático y consultor cultural

Lobrea@mac.com

Publicado en "El Caribe", el día sábado 04 de noviembre del 2000