3.1.1. Nota biográfica:
Nació en Paros, pequeña isla de las Cícladas. Hijo de un noble y una esclava. Hubo de emigrar de su isla natal para ganarse la vida como soldado mercenario, y como tal sus peregrinaciones lo llevaron a Tasos, Naxos, Eubea y, quizás incluso, a la Magna Grecia. Conoció la guerra como asunto penoso, no como lugar de hazañas heroicas. Famosos son unos versos suyos en los que relata cómo escapó de un combate tras arrojar el escudo. El escudo era, en la táctica hoplita, la infantería de su tiempo, el arma que protege el flanco del compañero inmediato y el emblema del coraje del guerrero: “Volved con el escudo o sobre el escudo” era el lema que se enseñaba en Esparta. Al poeta le interesa salvar la vida, no el código de honor ni la areté guerrera. En amores fue desdichado. La mujer de su vida fue Neóbula, hija menor de un tal Licambes, quien, después de habérsela prometido como esposa, renegó del solemne juramento, y de ello surgió la leyenda de que se vengó insultando con tal ferocidad a la familia que el padre y las hijas se ahorcaron para escapar al escarnio.
Irrumpe en la poesía con su personalidad inconfundible, bastardo y mercenario, con un sentir acerbo y desarraigado, y con una conciencia que descubrió nuevos horizontes a la sensibilidad. Se le atribuye la invención del Yambo y del género elegiaco. Los griegos le colocaron en un sitial privilegiado al lado de Homero, considerando a ambos como los fundadores de dos grandes estilos y escuelas en la poesía: la Epica y la Lírica.
Quedan de él unos ciento cuarenta fragmentos de variada extensión. Fue un espíritu grande y profundamente sensible, que expresa todo un mundo nuevo de pasiones, sentimientos y afectos. En su corazón sincero todo se funde en el fuego de una inspiración ardiente, que muchas veces lo lleva a alcanzar la poesía absoluta. La dimensión soberana y purificadora del arte transforma y eleva todos sus sentimientos, aun los menos nobles, en una experiencia de altísima poesía, que constituyó su único consuelo.
Arquíloco fue, tal vez, el primer yo, el primer
corazón que capta el mundo, lo colora con su sentir personal
situado en el aquí y ahora concreto, y lo refleja en una representación
donde la palabra logra la fuerza y esencialidad primordial. Creó
la primera historia de amor en la poesía y fue el creador de la
alegoría de la nave del Estado presa de las furias de las olas.
La gran gloria de Arquíloco está en haber dado forma clásica
a nuevas maneras de sentir y en haber formulado poéticamente el
nuevo ideal de vida de la nobleza de su tiempo.
3.1.2. Textos:
3.1.2.1. Mercenario y poeta.
Soy servidor del señor Enialio
y conozco el amable don de las musas.
3.1.2.8. Neóbula, infame.
Gorda, mujer pública, prostituta, corrompida.
[135 B]
3.1.2.9. Rebosante de amor.
Estoy, desgraciado de mí, rebosante de amor, sin
vida,
con los huesos penetrados de terribles
dolores por voluntad de
los dioses. [104 D]
3.1.2.10. El recuerdo de Neóbula.
Se llenaba de alegría al llevar una rama de mirto y la bella flor
del rosal....,
.... y su cabellera sombreaba sus
hombros y su espalda. [25 D]
3.1.2.11. Diversidad.
[No es una sola] la naturaleza del hombre, sino que cada uno se siente
confortado en su corazón por una cosa distinta ... (...) [36
D]
3.1.2.12. La tormenta.
Mira, Glauco: el profundo mar es agitado ya
por el oleaje y sobre las laturas
de los montes Giras
se asienta una nube alargada,
signo de tempestad;
inesperadamente nos sorprende el
miedo.................
................ (...) [56
D]
3.1.2.13. Vaiven
Atribúyeselo todo a los dioses: con frecuencia levantan a
hombres que yacían en la
negra tierra, sacándoles de su infortunio;
y con frecuencia les derriban,
haciendo caer boca arriba a otros
que estaban seguros sobre sus pies;
luego se sigue una serie de
desgracias y el caído va
de un lado a otro sin medios de vida y
con la mente extraviada. [58
D]
3.1.2.14. A Licambes.
Una sola cosa sé, pero es la más importante de todas:
responder con terrible venganza
al que me maltrata. [66 D]
3.1.2.15. Monólogo.
Corazón, corazón atormentado por inmensos dolores,
cobra valor y defiéndete
ofreciendo el pecho al enemigo
y deteniéndote con valor
junto a las emboscadas de los hombres hostiles; si vences,
no te jactes de ello públicamente
y si eres vencido no gimas refugiándote
en tu casa.
Alégrate con las cosas alegres
y no te irrites demasiado con los fracasos: date cuenta de las alteraciones
a que está sujeto el hombre...................................................
pues tú eres ahorcado por
tus amigos... [67 D]
3.1.2.16. El ánimo de los hombres.
Tal es el ánimo de los hombres, oh Glauco, hijo de Leptines,
según el día que les envía Zeus, y tienen tales
pensamientos
según las circunstancias
con que se encuentran. [68 D]
3.1.2.17. Sed de lucha.
Deseo luchar contigo tanto como desea beber el sediento. [69 D]
3.2.1. Nota biográfica:
Era originario de Samos, mas era aún joven cuando emigró a la isla de Amorgos, y en ella vivió entre los siglos VII y VI a.C.. Compuso Yambos y Elegías en dos libros; además, se le atribuyen unas: “Antiguedades de los samios” que debió ser semejante a las Fundaciones de Jenófanes. De sus obras nos han llegado solamente unos treinta fragmentos.
El fragmento uno, el único elegiaco conocido por nosotros,
es una variación enteramente pesimista sobre los destinos humanos
diversamente tristes y dolorosos y todos incomprensibles e imprevisibles,
pues solamente Zeus sabe a donde se dirige el fin de cada uno. Mas
la fama del poeta está ligada al fragmento siete, conocido
como “El catálogo de las mujeres”. A través de una
serie de alegorías de animales va caracterizando los varios tipos
de mujer según los defectos atribuidos en la tradición popular.
El tema era antiguo, como lo atestigua su presencia en Hesiodo,
en la historia de Pandora. Fue un poeta modesto, con pocas
novedades y originalidad, más bien anclado en la tradición
popular y estrechamente ligado a la forma de pensar arcaica.
3.2.2. Textos:
3.2.2.1. Significado de la vida.
Y he aquí lo más hermoso que dijo el hombre Quíos:
“Cual la generación de las
hojas, tal la de los hombres”.
Pocos en verdad son los mortales
que después de oírlo
lo colocaron en su pecho;
pues cada uno de los hombres
mantiene una esperanza que prende
en el pecho de los jóvenes.
Mientras un mortal conserva la flor
codiciable de la juventud,
lleno de vanos pensamientos proyecta
muchas cosas irrealizables;
pues no tiene ni sospecha de que
ha de envejecer y morir
ni, cuando está sano,
se acuerda de la enfermedad.
Ingenuos, cuyo espíritu
está así dispuesto
y no saben que la duración
de la juventud y de la vida
es breve para los mortales;
tú, en cambio, sabedor de esto,
ten decisión para obsequiarte
a ti mismo con cosas placenteras
hasta el fin de la vida. [29
D]
3.2.2.2. Vanidad del esfuerzo humano
Hijo mío, Zeus, dueño del trueno retumbante,
tiene en su
mano el fin de todo lo que existe
y dispone de ello según su
voluntad. Los hombres en cambio
no tienen conocimiento del futuro;
sino que, seres de un día,
vivimos como el ganado totalmente ignorantes de como terminará la
divinidad cada cosa. En tanto, la esperanza y la confianza
nos prestan aliento en nuestros irrealizables planes: unos aguardan
a que pase un día, otros a que cumplan su revolución
los años. Pero no hay ningún mortal que no espere llegar
a ser el año que viene amigo de Pluto y de los bienes de fortuna.
Y, sin embargo, la no
envidiable vejez se adelanta a adueñarse del uno antes de que alcance
el fin, en cambio, a otros mortales les matan
infaustas enfermedades; a
otros aún, Hades los envía bajo la negra
tierra, sojuzgados por Ares.
Otros perecen en el mar bajo los
embates de la tempestad y de las
olas innumerables del ponto espumante cuando ya no pueden continuar viviendo.
Otros todavía, en una
muerte miserable,
se atan una soga y de grado abandonan
la luz del sol.
Así, pues, ninguna
cosa hay libre de males e infinitas son las formas de muerte, las
desgracias imprevisibles y los sufrimientos de los mortales ni nos atormentaríamos,
llenándonos de crueles dolores el corazón. [1 D]
3.2.2.3. El catálogo de las mujeres.
La divinidad hizo diferente el modo de ser de la mujer.
A una la hizo nacer de una puerca
de largas cerdas; en su casa todo
está lleno de basura,
en desorden y rodando por el suelo; y ella,
sucia y con la ropa sin lavar,
engorda sentada entre montones de
estiércol.
A otra, hija de la zorra malvada, la divinidad la hizo
conocedora de todo: ninguna
cosa ni buena ni mala le es desconocida,
pues a unas las llama malas repetidas
veces, y a otras, buenas;
pero su conducta es variable según
las ocasiones.
A otra, hija de la perra, la hizo irritable e impulsiva;
quiere
oírlo todo, saberlo
todo. Mirando y dando vueltas por todas partes,
grita siempre, aunque no vea
a persona humana. Su marido
no la puede hacer callar ni con
amenazas ni golpeándole, airado,
los dientes con una piedra ni hablándole
cariñosamente, aunque
se encuentre sentada en casa de
unos huéspedes; sino que prosigue
sin cesar su inútil vocerío.
(...)
A otra la crearon del mar, la cual tiene dos formas de
comportarse: un día
ríe y está alegre; un huésped que la viera en
su casa, haría elogios
de ella: “No existe en la tierra otra mujer
mejor ni más hermosa que
ésta”. Pero al otro día no se puede mirarla
ni acercarse a ella, sino
que está enloquecida y no deja que nadie
se aproxime, como una perra
que defiende a sus cachorros, y se vuelve áspera y odiosa
para todos, tanto para sus enemigos como para sus amigos; al
igual que el mar muchas veces, en la estación del
verano, está inmóvil
sin ofrecer peligro -alegría grande para los
navegantes-, pero otras muchas
veces enloquece, azotado por olas
de sordo mugido. Al mar es
a lo que más se parece esta mujer por
el carácter; pero al
pronto tiene una apariencia externa diferente. (...)
A otra la hicieron nacer del mono: ésta es decididamente
la mayor calamidad que Zeus ha enviado
a los varones. Horrible
es su rostro: una mujer así
irá por la ciudad siendo objeto de risa
para todos los hombres; corta
de cuello, apenas puede moverlo;
no tiene trasero y sus brazos y
piernas son flacos. Varón desgraciado
el que estrecha en sus brazos tal
calamidad. Conoce todas las
argucias y artimañas como
un mono y no se ríe; no sería
capaz de hacer un bien a nadie,
sino que lo que busca y lo que
medita todo el día es cómo
hará a alguien todo el mal posible.
A otra la hicieron nacer de la abeja: es afortunado el que la
hace suya; ésta sola
no da lugar a murmuraciones y la hacienda
florece y aumenta por su causa.
Amante de su marido, envejece
junto a él, que la
ama a su vez, y engendra una prole hermosa y
de ilustre nombre. Llega a
ser ilustre entre todas las mujeres y la
envuelve una gracia divina.
No le gusta sentarse en las reuniones
de las mujeres, en que se
habla de historias de amor.
Estas son las mujeres mejores y más inteligentes de que Zeus hace
presente a los hombres; pero, gracias a un ardid de Zeus,
también todas las otras clases
mencionadas existen y viven con los
varones. (...) [7 D]