5.  LÍRICA CORAL




 
 

5.1.  ALCMÁN

(mitad siglo VII a.C.)

 

 

5.1.1.  Nota biográfica:

           Era originario de Sardes,  en Asia Menor,  mas vivió mayormente en Esparta,  hacia la mitad del siglo VII,  durante el período de paz y bienestar que siguió a la segunda mesénica.  Aparece como corega,  maestro de coros,  y como poeta de los coros que se cantaban y danzaban en las grandes festividades patrióticas espartanas.  Era el tiempo de una Esparta abierta al extranjero,  creadora en arte y poesía:  no la Esparta posterior,  cerrada y estrecha.  Destaca en estas festividades las Gimnopedias,  ejecutadas por coros de hombres y niños desnudos,  instituidas en honor de los muertos en la guerra.  El poeta nos transporta a las fiestas y ceremonias de una Esparta floreciente,  a la vez arcaica y nueva.  En este ambiente poetizó Alcmán,  quien compuso,  además,  partenios -cantos en honor a Artemis,  ejecutados por un coro de doncellas-,  himnos a los dioses y poemas de temas heroicos.  Los alejandrinos ordenaron su obra en seis libros.  De toda ella quedan sólo unos cientos ochenta fragmentos de variada extensión.
 
 

5.1.2.  Textos:
 

           5.1.2.1.  El canto de Alcman.

                   Estos versos y la melodía armoniosa Alcmán los cantó
entendiendo la boca canora de las perdices.  [PMG.  39]
 

           5.1.2.2.  Primer partenio.

                   ...................................... (...)
                   Hay un castigo de los dioses;
feliz aquel que con placidez de espíritu
ve transcurrir el día sin lágrimas.
Pero yo canto la luz de Agido:  la veo como al sol,
que para nosotros ella invoca para que resplandezca.
Aunque a mí ni alabarla ni censurarla me permite
la gloriosa jefe del coro en forma alguna,
como si uno coloca en medio de las ovejas un caballo robusto,
triunfador en los juegos,  de cascos sonantes,
veloz como alados sueños.
¡Oh!  ¿no ves?  Es como un caballo venético;
y los cabellos de mi prima Hagesícora
florecen como oro puro;  y de su rostro argenteo
¿Para que hablarte con detalle?
Tal es Hagesícora  (...)  [PMG.  1]
 

           5.1.2.3.  Heracles.

                   Aquel feliz varón,  asentado entre tantas tempestades.  [PMG.  15]
 

           5.1.2.4.  ¡Oh,  si yo fuera un cérilo!

                   Vírgenes dulcemente canoras de amable canto,  de voz sagrada, ya no tienen fuerza los miembros para sostenerme:
¡Oh,  si yo fuera un cérilo!,
que sobre la flor de la ola vuela con los alciones
con corazón valiente,
ave sagrada de cambiante color de mar.  [PMG.  26]
 

           5.1.2.5.  A Caliope.

                   ¡Ea!,  Musa,  Caliope,  hija de Zeus,
abre estos versos objeto de amor,
presta deseo al canto,  llena de gracia al coro.  [PMG.  27]
 

           5.1.2.6.  Bacanal.

                   Muchas veces sobre las cimas de los montes,
cuando a los dioses es grata la fiesta refulgente de las antorchas,
teniendo en las manos un vaso de oro,
una gran copa como la usada por los pastores,
y echando en ella leche de leona cuajaste un gran queso,
tierno,  luciente para el matador de Argos.  [PMG.  56]
 

           5.1.2.7.  Noche.

                   Duermen las cumbres de los montes
y los barrancos,  las alturas y los torrentes,
y las tribus de los animales que cría la negra tierra,
y las bestias salvajes de la montaña,  y la raza de las abejas,
y los monstruos del abismo del mar espumante;
duermen las tribus de las aves de largas alas.  [PMG.  89]
 

           5.1.2.8.  Crisantemo.

                   ...Llevando una áurea cadena,  con pétalos
de muelles flores de púrpura.  [PMG.  91]
 

           5.1.2.9.  Anhelo.

                   ¿Quién,  quién alguna vez podría guiar en otra dirección la mente de un hombre?.  [PMG.  104]
 

           5.1.2.10.  El camino del saber.

                   La experiencia es el camino del saber.  [PMG.  125]
 

           5.1.2.11.  Apolo.
                   ¡Oh!  Tú de cabellos de oro,  amigo del canto.  [S.  1]
 



 

5.2.  ESTESÍCORO

(633-556 a.C.)

 

 

5.2.1.  Nota biográfica:

           Este poeta,  cuyo nombre real fue Tisias y había nacido en Metauro,  en la Magna Grecia,  aunque vivió en Hímera,  en Sicilia,  nos es conocido por su nombre artístico:  Estesícoro,  ordenador de coros,  pues fue considerado como el fundador de la lírica coral,  que se difundió en toda Grecia alrededor de los finales del siglo VI e inicios del siglo V a. C..  Desconocidos nos resultan los aspectos concretos de su existencia.  Fue,  sin dudas,  un poeta profesional y viajero,  estuvo especialmente ligado a Esparta,  sin llegar a ser espartanizado,  como ocurrió con Alcmán;  crea,  al contrario,  la nueva lengua internacional de la lírica coral.  Al mismo tiempo,  era un personaje capaz de dar consejos políticos,  como Solón y Píndaro.  La leyenda se apoderó en seguida de él.  Famosa es,  al respecto,  la de su ceguera,  infligida por los Díoscuros en castigo de haber difamado a su hermana Helena;  le fue restituida la vista cuando en una Palinodia (retractación) deniega su primer relato,  a ella se refiere Platón en el Fedro.

           Estesícoro recibió el influjo de la epopeya homérica y la leyenda.  Sin embargo,  los escasos restos que poseemos nos permiten vislumbrar muy poco el modo como trató este enorme patrimonio.  Transfirió los temas del mundo épico,  que ya pertenecía al pasado pero conservaban sus valores de cultura,  a la lírica coral,  que revigorizó con una riqueza casi inagotable de argumentos.  Con él el himno se torna profano.  En esta línea seguirán después Ibico,  Simónides y Baquílides,  y Píndaro la ennoblecerá con su profunda conciencia ético-religiosa.  La edición alejandrina de sus obras contenía veintiseis libros,  hoy sólo restan un centenar de breves fragmentos.
 
 

5.2.2. Textos:
 

           5.2.2.1.  El nacimiento de Euritión.

                   ...Casi enfrente de la ilustre Eritia,
más allá de las aguas inagotables,  de raíces de plata,
del río Tartesos, le dio a luz,  bajo el resguardo de una roca.  [PMG.  184]
 

           5.2.2.2.  La isla de las Hespérides.

                   ...A través de las olas del mar profundo
llegaron a la hermosa isla de los dioses,
allí donde las Hespérides tienen su casa de oro.  [S.  8]
 

           5.2.2.3.  Las bodas de Helena.

                   Muchos membrillos arrojaban al rey a su carro,
muchas hojas de mirto y coronas de rosas y guirnaldas entrelazadas de violetas.  [PMG.  187]
 

           5.2.2.4.  Palinodia.

                   No es verdad ese relato:  ni te embarcaste
en las naves de hermosos bancos ni llegaste a la ciudadela de Troya.
Ven de nuevo,  diosa amiga del canto.
Virgen de alas de oro.  [PMG.  192 + 193 a + b]



 
 

5.3.  ÍBICO

(inicios del siglo VI a.C.)

 

 
 

5.3.1.  Nota biográfica:

           Nació en Regio,  en la magna Grecia.  Representa la continuación de la lírica coral fundada por Estesícoro.  Era de familia aristocrática;  su padre,  Ficio,  parece haber sido el legislador de su ciudad natal.

           Después de un primer período épico-lírico,  en el cual es evidente la influencia de Estesícoro;  en Samos,  conocerá el poeta la lírica eólica,  manifestando en ellas una inspiración original,  especialmente de tipo erótica pédica,  por la cual fue célebre en la Antiguedad.  Nada sabemos del final de su vida.  La leyenda cuenta la historia que recibió la muerte por unos bandidos.  Con él se cierra la lírica coral de occidente:  desemboca en la monodia del Egeo y en la tragedia ática.

           Los alejandrinos ordenaron su obra en siete libros,  de ellos nos quedan apenas unos sesenta fragmentos breves.  El más largo de ellos,  cincuenta versos mutilados,  nos es conocido por un papiro reciente.  Hace parte de una Oda a Polícrates.  Nos presenta motivos míticos y heroicos en un estilo solemne y frío.
 
 

5.3.2.  Textos:
 

           5.3.2.1.  El vuelo de Gerión y Pegaso.

                   ...Desde la tierra al...
surcando el denso aire...
de pies veloces como la tormenta...
...vuela en el caos que le es ajeno.  [S.  223 a + b]
 

           5.3.2.2.  Del libro I.

                   Largo...  tiempo permaneció sentado petrificado
de estupor.  [PMG.  283]
 

           5.3.2.3.  Casandra.

                   A Casandra de ojos verdes,
hija de Príamo de cabellos que enamoran,
la recuerda la fama de los hombres.  [PMG.  303 a]
 

           5.3.2.4.  La aurora.

                   ...Cuando la aurora gloriosa,  carente de sueño,
despierta a los reiseñores.  [PMG.  303 b]
 

           5.3.2.5.  Temor mortal.

                   Tengo miedo de que por pecar contra
los dioses reciba honor de los hombres.  [PMG.  319]
 

           5.3.2.6.  La llama.

                   ...Ardiendo como a través de la larga
noche las estrellas brillantes.  [PMG.  314]
 

           5.3.2.7.  Amistad.

                   Ni el combate ni la amistad aceptan excusas.  [PMG.  344]
 

           5.3.2.8.  Como caballo al tiro cargado de victorias...

                   Eros,  de nuevo,  bajo los azules párpados
lanzándome destructoras miradas,
con voluble fascinación me empuja de la red inextricable de Afrodita.
Y yo temo su asalto como caballo al tiro cargado de victorias,
que cerca de la vejez de mal grado bajo el carro veloz sale a la competencia.  [PMG.  287]
 



 

5.4.  SIMÓNIDES

(556-467 a.C.)

 

 
 

5.4.1.  Nota biográfica:

           Originario de Yúlida en la isla de Ceos.  Continúa la línea que había imprimido Estesícoro a la lírica coral.  Desde muy joven se dedicó a la poesía y llegó muy pronto a tener fama como poeta de epinicios -cantos de alabanza con los que se celebraba la victoria de un atleta en algunos de los grandes certámenes gimnásticos helénicos-,  y cuya estructuración formal tripartita se le atribuía:  la primera parte,  resaltaba la ocasión de la competición y la victoria del atleta,  la segunda,  era ocupada por un mito relacionado con la patria o la estirpe del vencedor y,  la última,  estaba constituida por el elemento moral o político que el poeta quería resaltar como enseñanza de ese triunfo.

           Simónides viajó por toda Grecia,  componiendo obras de encargo para nobles y tiranos.  Sirvió en la corte de Hiparco,  hijo de Pisístrato,  en Atenas,  y luego en la corte de Escopas,  señor de Cranón,  en Tesalia.  Durante la guerra contra los medas,  los persas,  fue el poeta más famoso del mundo helénico,  constituyéndose en el cantor de la guerra contra el invasor.  Destacan su Elegía por los caídos en Maratón,  el Encomio a los muertos en las Termópilas y las elegías por las batallas de Platea y salamina.

           Compuso muchos géneros de líricas:  himnos,  cantos conviviales -Escolios-,  cantos funerarios -Trenos-,  elegías,  epigramas dedicatorios y funerarios -epitafios-.  Pero su nombre perdura ligado,  como ya dijimos,  al del epinicio,  del que fue el introductor.  Su lenguaje sencillo y el tono patético le dieron singular fama en sus epigramas.

           Desplazó a los dioses del centro de sus poemas para centrarlos sobre el trágico destino del hombre.

           Hoy nos quedan unos ciento cincuenta fragmentos y unos setenta epigramas a él atribuidos.
 

5.4.2.  Textos:
 

           5.4.2.1.  La suerte de los hombres.

                   De los hombres pequeña es la fuerza,
sin éxito son los propósitos y en una vida breve
tienen trabajo tras trabajo;  y la muerte,  de la que no
se puede huir,  está suspendida sobre todos con igualdad:
pues de ella igual parte les toca a los altos y a los bajos.  [PMG.  520]
 

           5.4.2.2.  Devenir.

                   Siendo hombre,  no asegures jamás
lo que ha de ser;  pues rápido,  como el de una mosca
de anchas alas,  es el cambio.  [PMG.  521]
 

           5.4.2.3.  Fracaso del cobarde.

                   La muerte alcanza hasta al que huye del combate.  [PMG.  524]
 

           5.4.2.4.  Poder divino.

                   No existe mal que no puedan los hombres esperar:
en tiempo escaso todo lo pone boca abajo el dios.  [PMG.  527]
 

           5.4.2.5.  Las Termópilas.

                   De aquellos que cayeron en las Termópilas
gloriosa es la suerte,  bello el destino,  ara es la tumba,
recuerdo más que lamento,  alabanzas el llanto.
Y este presente funerario ni el moho lo consumirá
ni el tiempo que todo subyuga:  es de hombres valerosos.
De este lugar sagrado se apodera como morada suya la gloria de la Hélade.  Lo atestigua Leónidas,  rey de Esparta,
que ha dejado gran ornamento de virtud y gloria eterna.  [PMG.  531]
 

           5.4.2.6.  El hombre bueno.

                   Hombre valiente en verdad es difícil
llegar a ser,  firme en las manos,
en los pies y en la mente,  conformado sin defecto.
...................
No es para mí justificable sostener el dicho de Pítaco,
aunque expresado por un sabio:  “Difícil,  dijo,  “es ser bueno”.
Sólo un dios podría tener tal privilegio;
pero el hombre a quien postre desventura ineluctable no puede ser malo.  Con buena fortuna todo hombre es bueno,
malo con mala fortuna;
y las más de las veces son excelentes
aquéllos a quienes los dioses aman.  Por eso yo,
muy lejos de buscar lo que es imposible que suceda;
jamás basaré la meta de la vida en vana e ineficaz esperanza:
ser un hombre plenamente intachable entre cuantos gozamos del fruto de la amplia tierra;
cuando lo haya encontrado,  os lo anunciaré.
Pero yo alabo y amo a todo aquel que por voluntad
no hace cosa alguna vergonzosa.
Ni siquiera los dioses se enfrentan con la Necesidad.
...
A mí me gusta la censura exigente;
me contento con quien no sea malo,
no muy inepto,
de probada justicia que agrada a la ciudad,
hombre de mente sana.  Yo no lo censuraré,
pues es infinita la estirpe de los necios.
En verdad toda cosa es bella
si no tiene mezcla de nada vergonzoso.  [PMG.  542]
 

           5.4.2.7.  Los dos caminos.

                   ...Hay un relato de que habita la virtud
entre rocas de difícil acceso...  protege su lugar sagrado;
y no se hace visible para los ojos de los mortales,
si un sudor que muerde el corazón no les brota desde dentro
y llegan a lo más alto de la hombría.  [PMG.  579]
 

           5.4.2.8.  Nada hay de eterno.

                   ¿Quién que confíe en su inteligencia,
podría elogiar a Cleóbulo,  el de Lindos,
que a los ríos de corriente sin fin y a las flores de la primavera
y a la llama del Sol y de la áurea Luna y a las olas del mar
opuso el vigor de un monumento funerario?
Todo es más débil que los dioses y la piedra
hasta las artes de los hombres la quiebran.
De un insensato es esa sentencia.  [PMG.  581]
 

           5.4.2.9.  Del silencio.

                   También hay del silencio un premio sin peligro.  [PMG.  582]
 

           5.4.2.10.  La gloria.

                   ...se hunde lo último en la tierra.  [PMG.  594]
 

           5.4.2.11.  La golondrina.

                   ...celebrada mensajera de la primavera perfumada,
oscura golondrina.  [PMG.  597]
 

           5.4.2.12.  La apariencia.

                   La apariencia hace violencia incluso a la verdad.  [PMG.  598]
 

           5.4.2.13.  El lamento de Danae.

                   Cuando sobre el arca dedalea el viento soplando
y el mar revuelto se abatieron con terror,
húmedas de llanto las mejillas,
ciñó con sus brazos a Perseo y dijo:
“¡Oh,  hijo mío,  qué pena tengo!
Y tú duermes y tu tierno corazón reposa dentro de esta triste arca
claveteada de bronce refulgente en la noche,
yaciendo en oscura tiniebla.
La ola alta que pasa en el oleaje sobre los cabellos no te preocupe,
ni el ruido del viento,  oh bello rostro,  cubierto de purpúreos paños.
Si para ti fuese terror éste mi terror
con tu tierno oído atenderías a mis palabras.
Duerme,  mi pequeño,  te lo suplico,  y duerme la mar,
y duerma la desventura infinita.
Muéstrese un cambio de suerte de ti,  Padre Zeus.
Y si te suplico con palabra audaz o injusta,  perdóname”.  [PMG.  543]
 
 



 

5.5.  BAQUÍLIDES

(518-450 a.C.)

 

 
 

5.5.1.  Nota biográfica:

           Nació en Yúlida,  en la isla de Ceos.  Su vida sigue en gran parte las huellas de su tio Simónides y se desenvuelve en constante rivalidad con Píndaro.  Compuso en numerosas formas líricas:  Epinicios,  ditirambos,  Peanes -composiciones dedicadas al dios Apolo-,  himnos,  partenios,  encomios.  En los ditirambos el poeta pudo mostrarse más original que en los epinicios en los que,  sin embargo,  dio muestra de gran perfección formal.  En su tiempo,  el ditirambo había perdido su carácter dionisíaco.  Era entonces,  una narración poética de contenido divino o heroico,  ejecutado por un coro de cincuenta personas.

           A la lírica coral de su tiempo,  Baquílides,  aporta su originalidad combibada con sus dotes de narrador elegante y correcto,  al igual que su estilo cuidadoso y el profundo conocimiento de su oficio,  agregaba además,  su acento personal y nuevo en la forma de tratar los temas tradicionales.  Con ello,  sin embargo,  no alcanza el ímpetu del genio que inflama la inspiración de su rival:  Píndaro.  Por su claridad y estilo más fácil,  en ocasiones fue preferido a Píndaro como cantor e victorias gimnásticas.  De la Antigüedad nos llega un juicio sobre su obra.  Está en el anónimo titulado Sobre lo sublime (33.5):  “En la poesía lírica ¿preferiría tú ser Baquílides antes que Píndaro,  y en la tragedia Ión de Quíos ¡por Zeus! más que Sófocles?  Aquellos,  en efecto,  son perfectos y,  en cuanto a la elegancia de su estilo,  del todo impecables en sus escritos;  Píndaro y Sófocles,  en cambio,  inflaman todo por momentos con su ímpetu,  pero a menudo se apagan inexplicablemente y caen de la manera más desafortunada”.

           Los filósofos alejandrinos dividieron su obra en diez libros,  mas no hicieron una edición crítica.  De una obra tan vasta sólo nos llega por vía de la tradición un conjunto de cincuenta breves fragmentos.  Afortunadamente en 1897,  dos rollos de papiros del año 100 de nuestra era,  encontrados en una tumba egipcia,  nos ha restituido un conjunto de mil quinientos versos.  Hoy podemos leer un tercio de la obra de Baquílides:  catorce epinicios y cinco ditirambos y,  además,  sesenta y cinco fragmentos.
 
 

5.5.2.  Textos:
 

           5.5.2.1.  Heracles.

                   (...)  ...ven tú a recoger
la flor de los peanes,
oh Pitio Apolo,
que el coro de los délficos
hacen resonar en torno a tu glorioso templo;
......................................................
primeramente cantamos
cómo devorada por el fuego Ecalia
la abandonó el héroe Anfitriónida de fuerte corazón
y se dirigió al promontorio ceñido por el mar;
allí de su botín a Zeus Ceneo de extensas nubes
sacrificó nueve toros de profundos mugidos,
y dos al agitador del mar que sacude la tierra se preparó a sacrificar
y una joven novilla de altos cuernos a la virgen Atenea de temible mirada.  Entonces a Deyanira un ineluctable daimon
urdió luctuoso consejo artero,
tan pronto como se enteró de la dolorosa noticia
de que Yole la de blancos brazos
enviaba como mujer a la espléndida mansión el intrepido hijo de Zeus.
¡Oh desgraciada!,  ¡oh miserable!,  ¡qué llegó a meditar!
Envidia violenta la perdió y el tenebroso velo de las cosas futuras,
cuando junto al Licorma florecido de rosas
recibió de Neso el prodigioso don divino.
 

           5.5.2.2.  Epinicio a Hierón de Siracusa.

                   A Demeter,  soberana de Sicilia rica en mieses,
y a Core coronada de violetas,  canta,  oh Clío dispensadora de dulzuras, y a los caballos veloces de Hierón que corrieron en Olimpia.
Se lanzaron ellos con la excelsa Victoria
y con Aglaia junto al Alfeo de ámplios remolinos,
donde hicieron obtener coronas al feliz hijo de Dinómenes.
Y lo aclamó una multitud sin número.  ¡Oh hombre tres veces afortunado, que habiendo obtenido de Zeus el privilegio de la más grande soberanía entre los helenos
ha sabido no esconder la riqueza cercada por torres
en las tinieblas del negro manto!

                   Colmados de fiestas están los templos con sacrificios de bueyes, colmadas de huéspedes las calles;  bajo los resplandores refulge el oro,  colocados los altos trípodes cincelados ante el templo,
donde tienen a su cuidado los délficos el máximo santuario de Febo junto a la corriente de Castalia.
Al dios,  al dios cada uno rinda honor;
esta es la mejor de las felicidades.  Porque una vez también Creso,
señor de la Lidia domadora de caballos,  cuando
cumpliendo Zeus su designio fatal Sardes fue presa
del ejército persa,  Apolo de espada de oro
lo protegió.  Pero él,  legado el día inesperado,
no quiso tampoco sufrir esclavitud lacrimosa,
y delante del atrio ante las murallas broncíneas elevó una pira,
a donde subió con su fiel esposa y con las hijas
de bellas cabelleras,  que sin tregua gemían.
Y levantando las manos hacia el alto cielo
gritó:  “Oh destino ineluctable,  ¿dónde está la gratitud de los dioses?
¿Dónde está el poderoso hijo de Latona?
Caen destruidos los palacios de Aliata...
...enrojece de sangre el Páctolo de remolinos de oro,
indignamente las mujeres de las bellas estancias
son arrojadas fuera.  Lo que antes era odioso,  ahora es querido:
morir es cosa dulcísima”.  Así dijo
y ordenó al siervo aplicar fuego a la mole de leña.
Gritaron las vírgenes,  tendiendo los brazos a su madre;
la muerte visible es para los mortales la más odiosa.
Pero cuando avanzaba el fúlgido vigor del terrible fuego,
Zeus,  colocando sobre él un aguacero
de oscuro manto,  consumió la fúlgida llama.
Nada es increíble,  cuando se cumple la voluntad de los dioses.
Entonces Apolo Delio llevó a morar al anciano junto a los Hiperbóreos
con las jóvenes de gráciles piernas en virtud de su piedad,
porque a la sagrada Pito había él enviado
las más grandes ofrendas entre los mortales.
Y de cuantos imperan en la Hélade,  ¡oh Hierón!,  muy alabado,
ninguno pretenderá decir haber enviado al Loxias
entre los mortales más oro que tú.
Al que no se ceba en la envidia
conviene hablar bien del hombre valeroso y querido a los dioses,
amante de los corceles,  que tiene de Zeus legítimo cetro,
y participa de los dones de las Musas de cabellos de violetas.
...breve es la vida y engañosa...
la esperanza de los efímeros.  Apolo poderoso...
dijo al hijo de Feres:  “Tú,  que eres mortal,  debes
cultivar dos pensamientos:  que solamente mañana
verás la luz del sol,  y que por cincuenta años
completarás una vida colmada de riquezas.
Obrando santamente alegra tu corazón:
éste es el más excelso entre los beneficios”.
Para quien tiene sabia cordura,  pronuncio palabras comprensibles.
El profundo éter es incorruptible,  el agua del mar no se pudre,
gozo es el oro;  pero para el hombre,  llegado a canosa ansiedad,
no es posible recuperar de nuevo la floreciente juventud.
Mas el esplendor de la virtud no disminuye en los mortales
al mismo tiempo que el cuerpo,  sino que la alimenta la Musa.
¡Oh Hierón!,  bellísimas flores de felicidad mostrarse a los mortales;
a quien ha tenido fortuna no aporta honra el silencio.
Con la verdad de cosas bellas cada uno celebrará
también la gracia del ruiseñor de Ceos de voz de miel.
 
 



 

5.6.  PÍNDARO.

(518-441 a.C.)


5.6.1.  Nota biográfica:

           Nació en Cinocéfalos,  cerca de Tebas,  en Beocia,  de una familia noble.  Hizo su aprendizaje poético en Atenas.  Luego,  vivió en las ricas y poderosas ciudades de la Magna Grecia,  en las cortes fastuosas de señores amantes de las artes;  fue testigo de importantes eventos políticos,  y dentro de la necesidad de mentener su puesto frente a la rivalidad de Simónides y de su sobrino Baquílides,  el poeta halló un campo de variadas y nuevas experiencias políticas,  religiosas y poéticas.  Se le considera el más grande poeta lírico de la antigüedad.

           Píndaro compuso en todas las formas de la lírica coral:  Himnos a los dioses,  peanes,  ditirambos,  partenios,  escolios,  encomios,  trenos y epinicios.  Mas fue en estos últimos donde alcanzó su inspiración más congenial.  En su poesía,  la exaltación panhelénica del vencedor de los juegos,  conserva aún el antiguo valor sagrado del agón instituído en honor de un héroe,  es decir,  de un campeón de vigor físico y grandeza moral,  donde los descendientes de las grandes familias aristocráticas renuevan sus glorias antiguas.  Para el poeta,  la virtud,  la areté,  de toda clase,  es innata y hereditaria.  Por ello,  los atletas,  actualizando la tradición familiar,  son una síntesis de la Alké,  de la fuerza física,  del vigor viril,  y de excelencia humana y moral,  de la areté;  eran los perfectos ejemplares de las antiguas y grandes dinastías,  que de esta manera justifican su derecho a las riquezas,  al poder y la gloria.

           Píndaro pertenecía a un orden más antiguo,  en un tiempo cuyo arte característico era el de la tragedia ática.  En él,  la figura del poeta aparece investida de una misión casi sagrada.  En efecto,  su saber consiste en una sabiduría inspirada por el dios de Delfos,  Apolo,  fuente de toda verdadera sapiencia.  Su función es la de cantar las hazañas,  y de este modo,  es el único ser que dona al humano la verdadera gloria,  la que trasciende la breve fortuna humana.  Así,  para él,  la poesía no es sólo el encanto de las fábulas hermosas sino la vía de la revelación a los hombres del camino que conduce a la grandeza moral,  a la gloria y la sabiduría.  Píndaro describe el canto del poeta como sólo comparable a los más espléndidos objetos preciosos.

           Para poder cantar los agones,  el poeta está consciente de los lazos indisolubles que lo unen al atleta.  Ambos tienen en común rasgos que los asemejan.  En ellos la excelencia es natural,  empero,  los dos necesitan perfeccionar sus talentos con el ejercicio y la práctica,  y obtener cabal conocimiento de sus recursos y posibilidades.  Ambos requieren,  además,  de la gracia divina y,  finalmente,  los dos se enfrentan al mismo riesgo,  o tienen éxito o fracasan;  nunca pueden caer en la mediocridad.  Por ello,  el triunfo del atleta encuentra en el poeta un eco solidario,  por lo que éste no se limita a cantar lo acontecido,  a narrar los hechos,  mas exhorta,  aconseja e interviene con sus opiniones y aleccionamiento,  se asocia así al vencedor,  uniendo su gloria a la de éste.

           Píndaro canta el ideario aristocrático.  Canta una moral agonal cuyo fin más preciado es el triunfo.  Y este sólo tiene validez en el momento que acontece;  poesía como tal un valor intrínseco.  En el centro de esta concepción está la convicción del valor decisivo de la naturaleza innata y heredada:  “Es una lucha inútil querer ocultar la manera de ser innata”.  (01.  XIII,  13).

           La poesía de Píndaro es difícil.  Compone sus odas por asociación de ideas,  la cual se constituye a veces,  por asociación opositiva.  En sus manos la metáfora alcanza una enorme variedad y plasticidad.  Sus metáforas más abundantes provienen de las imágenes marítimas y de las prácticas agonales.  El juego de las referencias y alusiones metafóricas,  en esta poesía caracterizada por sugerencias de cuarto nivel a los campos significativos originales,  es lo que ofrece mayor dificultad para su comprensión a nuestra mentalidad.  En efecto,  Frankel,  en una obra sobre la lírica,  publicada en 1951,  señalaba que el Epinicio,  en Píndaro,  “acoge el notable acontecimiento del triunfo en el mundo de los valores,  que es de donde parte el poeta cuando crea.  El mundo de los valores se manifiesta mediante ejemplos en sus diversos ámbitos:  en lo divino,  en el mito heroico,  en lo normativo y,  en considerable medida,  en la actividad del propio poeta,  considerada como una esfera de validez propia.  Una vez hayamos comprendido bien esto,  no nos empeñamos en descubrir en sus poemas la existencia de una unidad que se pudiese comparar ni lejanamente a las obras de arte clásicas”.  La de Píndaro es poesía del esplendor,  la luminosidad y la gloria.

           De su inmensa producción nos quedan,  íntegros,  sólo los Epinicios y cerca de trescientos cincuenta fragmentos.
 
 

5.6.2.  Textos:
 

           5.6.2.1.  Olímpica I.

                   A Hierón de Siracusa,  vencedor de las carreras de Carros.

                   Optima cosa es el agua,  y el oro como fuego llameante
refulge en la noche sobre la riqueza magnánima;
tú,  corazón mío,  si deseas celebrar los agones,
no podrás contemplar otro astro refulgente más resplandeciente que el sol durante el día en medio del cielo desierto.  Igualmente no cantaremos agones más grandes que los de Olimpia,
donde el himno sonoro se enlaza con las mentes de los poetas,
de quienes acudimos a glorificar al hijo de Cronos
en la opulenta y feliz morada de Hierón,
que extiende su legítimo cetro sobre Sicilia,  abundante en rebaños,
alcanzando las cimas de todas las virtudes;
y se adorna sólo con la flor de la poesía.
Como,  a menudo,  cantamos nosotros los poetas
en torno a la mesa amiga.
Tú,  toma el clavo la cítara doria,
si es verdad que la gloria de Pisa y de Fenerice
lleva tu alma a pensamientos dulcísimos,  cuando junto a Alfeo
se lanzó entregando a la carrera el cuerpo intacto de espuelas
y llevó a la victoria a su señor,  el rey de Siracusa,
que goza con los caballos.  Su gloria
refulge en la generosa colonia del lidio Pélops,
a quien amó el poderoso Poseidón,  que sacude la tierra,
después de sacarlo Cloto del puro recipiente,
ornado de marfil el hombro luciente.
Hay muchas cosas realmente prodigiosas;
pero las palabras de los mortales,
más allá de todo razonamiento verdadero,  engañan a veces,
y las fábulas adornadas de artificiosas ficciones.
Pero la Gracia,  que torna dulce toda cosa a los mortales,
añadiéndoles honor hace que sea creído aun lo increíble:
los días venideros son los más verdaderos testigos.
Al hombre conviene decir cosas honestas sobre los dioses:
es menor el error.  Oh hijo de Tántalo,
yo te cantaré de distinta manera a la de los antiguos poetas:
cuando tu padre invitó al banquete famoso en su querida Sípilo
a los dioses ofreciéndoles recíproca mesa,
dominado entonces el corazón por el deseo
te raptó el dios del resplandeciente tridente
y te condujo en los caballos áureos al palacio excelso
de Zeus muy venerado;
allí más tarde llegó también Ganimedes
ante Zeus para el mismo oficio.  Y como te volviste invisible
y no te pudieron devolver a tu madre tras haberte buscado mucho.
Algún vecino envidioso llegó a murmurar en secreto
que en agua hirviente gorgoteante por el fuego
cortados con el hierro tus miembros,
tus carnes habían partido y comido -en segundo lugar servidos-  sobre la mesa.  Por mi parte,  es absurdo llamar glotón a un dios,
me abstengo de hacerlo;
a los maldicientes les llega a menudo su castigo.
Si los señores del Olimpo honraron a algún mortal,
éste fue Tántalo;  pero felicidad tan grande
no pudo asimilarla,  y en su orgullo se atrajo un castigo inmenso:
y no haya la nunca reposo tratando siempre de apartarla de su cabeza
Tal vida misera lleva en perpetua desesperación
-cuarta pena con las otras- pues a los dioses inmortales,
robó néctar y ambrosía,  con lo que lo habían hecho inmortal,
y lo ofreció a sus coetáneos convidados.
Si un hombre en sus acciones,  piensa permanecer oculto a los dioses,
se equivoca.  Por su culpa los inmortales rechazaron a su hijo
de nuevo hacia la estirpe humana de breve destino.
Cuando,  llegado éste a floreciente juventud,
se cubrió de vello negro el mentón,  pensó en convenientes bodas
para obtener del padre,  en Pisa,  a la ínclita Hipodamia.
Llegado junto al anciano mar,  solo,  en tinieblas,
invocó al dios fragoroso del bello tridente.  Y aquél
apareció súbitamente cerca de él,  y le dijo:
“Si los dones de Cipris,  oh Poseidón,
te fueron queridos,  frena a Enomao
la broncínea lanza;  y a mí en velosísimo carro
llévame hacia la Elida y acércame a la victoria,
pues después de haber matado a trece valerosos pretendientes
difiere las bodas de la hija.  Peligro grande
no acepta hombre flojo.  Y para los que es obligado morir
¿quién querría consumir,  viviendo oscuramente,  una ignorada vejez,
Privado de todo lo bello?  En cuanto a mí se me enfrenta esta prueba;
concédeme un carro de oro y caballos infatigables en sus alas.
Y conquistó la fuerza de Enomao y la virgen como esposa,
que le parió seis hijos,  reyes codiciosos de virtudes.
Ahora,  sepultado junto a la corriente del Alfeo,
participa de ofrendas espléndidas,  siendo su tumba frecuentada
al pie de un altar celebérrimo;  y la gloria de Pélops
refulge a lo lejos,  en las carreras de las Olimpiadas,
donde rivalizan la celebridad de los pies y el denodado vigor de la fuerza;  y el vencedor por el resto de su vida
goza de dulce sosiego gracias a los agones.
Una felicidad ininterrumpida por cada uno de los días es excelsa para todo mortal.  Es debido que lo corone yo con el canto eolio,
como es la costumbre para un vencedor ecuestre;
y espero que jamás a ningún huésped,
igualmente dotado de cosas bellas y más poderoso en su imperio
entre cuantos existen ahora,  pueda nunca yo honrar
con las volutas de los himnos.  Un dios protector,
oh Hierón,  cuida atento de tus intereses.  Y mientras
no te abandone pronto,  una victoria con el carro veloz
aún más grata espero celebrar
encontrando favorable camino a mis cantos junto al abrigo de Cronos.
Para mí,  en verdad,  la Musa alimenta para vigor mío dardo potentísimo.   Unos son grandes en un aspecto,  otros lo son en otros,
pero la cima de la gloria la alcanzan los reyes.
No mires más lejos.  Ojalá entres en lo sublime en este tiempo,
y viva yo entre tan grandes vencedores por doquier insigne
entre los helenos por la poesía.
 

           5.6.2.2.  De la Olímpica VII (464 a.C.)

                          A Diágoras de Rodas.  Vencedor en el pugilato.

Como alguien que toma en su rica mano una copa
por dentro espumante en rocío de la vida
y a ofrecerla va a su joven yerno,
brindando en nombre de su casa a la otra,
copa toda de oro,  cumbre de sus bienes,
en gracia del banquete y para honrar al yerno,
y entre los amigos presentes
lo hace envidiable por el lecho concorde,
así también yo,  enviando límpido néctar,
don de las Musas, fruto dulce del alma,
a los hombres que logran triunfos,
les soy favorable,
a todos aquellos que en Olimpia y Pitia vencieron.
¡Feliz es aquel a quien envuelven los rumores nobles!
Unas  veces a uno,  otras a otro mira la vivífica Gracia
con frecuencia al acorde de lira dulcísona
e instrumentos de múltiples voces,  las flautas.
Y ahora,  acompañado de ambas,  bajé con Diágoras,  cantando
himnos a la hija de Afrodita y esposa de Helios,  a Rodas marina,
para loar al luchador recto,  al varón gigante que,  junto al Alfeo,
se ciñó una corona,  como premio de su pugilato
también cabe Castalia,
y loar a su padre Damageto que a Dika complace;
cerca del espolón del Asia espaciosa,
en la isla  de las tres ciudades,
habitan ellos con argiva lanza.  (...)
 

           5.6.2.3. Olímpica XIV (488? a.C.)

                         A Asópico de Orcómeno,  vencedor en la carrera del estadio.

Vosotras,  que las ondas del Cefiso obtuvisteis
del destino y que habitáis el paraje de hermosos corceles,
¡oh Gracias,  dignas de ser celebradas en cantos,  reinas
de la espléndida Orcómeno,  protectoras de los Minias antiguos,
escuchadme,  os lo ruego!  Pues por vosotras se otorga alegría
y toda dulzura a los mortales,
como alguien es sabio o de hermosa figura o famoso.
Porque,  sin las Gracias augustas,  ni siquiera los dioses
ordenan sus festines y danzas;  sino que en el cielo son ellas
servidoras de todas las cosas,  ocupando sus tronos
al lado de Apolo Pitio,  el del arco de plata
y adoran la majestad eterna de Olímpico Padre.
¡Oh Aglae,  señora,
y tú Eufrósina,  de canciones amiga,  hijas del más poderoso
de los dioses,  oídme benévolas ahora,  y también tú,  Talía,
que amas los cantos,  mientras este cortejo contemplas
que ligero danza con motivo e la buena fortuna!

                   Pues por Asópico,  con lidia tonada,
y con las cuitas de los cantores vine,
ya que por ti vencedora en Olimpia
la ciudad de los Minios (Orcómeno).
A la casa de negras murallas de Perséfone,  dirígete,  Eco,
llevando al padre famoso mensaje,
para que,  cuando veas a Cleodamo,
de su hijo le anuncies que Talía,  en los valles gloriosos de Pisa,
coronóle con alas de nobles victorias su joven cabello.
 

           5.6.2.4.  De la Pítica I (470 a.C.)

                   A Hierón de Etna,  vencedor en la carrera de carros.

                   ¡Aurea lira,  de Apolo y de las Musas de trenzas violáceas
tesoro justamente compartido!  A ti escucha
el paso de danza,  comienzo de la fiesta,
y obedecen los cantores tus señales
cuando de los preludios que guían los coros
los primeros acordes preparas vibrante.
¡Hasta el rayo apagas,  lancero de inextinguible fuego!
Y duerme sobre el cetro de Zeus el águila,
su rauda ala a entrambos costados relajando,
la reina de las aves,  cuando una nube de ojos oscuros
sobre su corva cabeza,  de los párpados dulce cerrojo,
le has derramado,  y ella dormitando
la húmeda espalda levanta,  por tus
impulsos cautivada.  Y aún el violento Ares,
a un lado dejando la hiriente punta de sus lanzas,
calienta su corazón en sueño profundo;
y tus dardos embelesan también las almas de los dioses,
gracias a la pericia del hijo de Leto y de las Musas de apretada cintura.  (...)
 

           5.6.2.5.  Del himno a los dioses

                   Para los tebanos a Zeus (?)

(...)........
                   ¡Salve,  oh hija del mar!,  fundada por los dioses,
anheladísimo retoño de los hijos de Leto,  la de radiante cabellera,
inmóvil maravilla de la espaciosa tierra,
Delos te nombran los mortales,
mas los bienaventurados dioses del Olimpo
te proclaman la estrella más brillante de la oscura tierra!.
.....................................................................................
Pues antes iba arrastrada por las olas
y llevada a impulso de todos los vientos
mas cuando Leto,  la hija de Ceos en dolores abrasada,
ya próximos al parto,  puso sus pies en ella,
precisamente entonces cuatro columnas se alzaron verticales
desde los fondos profundos de la tierra,
y sus capiteles sostuvieron la roca con sus cimas.
Allí fue madre ella y contempló a su dichosa prole.  [Frag.  33 b + c]
 

           5.6.2.6.  De los Ditirambos:  II.

                   Bajada de Heracles a los infiernos.

                   Antes,  igual que tensa cuerda,
se arrastraba el canto de los Ditirambos
y mal dicha la S brotaba de las humanas bocas.
Mas ahora nuevas puertas del canto hay abiertas
para los coros circulares.  (Gritad de júbilo) los que sabéis
qué festival de Bromio.
También ante el cetro e Zeus,  los Celestiales (Dioses)
celebran en sus alas.  Ante la augusta y grande Madre
comienza el redoblar de los timbales,
repican dentro crótalos y la encendida
antorcha cruje en la leña de rojizo pino;
dentro los resonantes lamentos de las Náyades,
menádicos éxtasis y gritos de victoria se alzan con algarabía
de gargantas enhiestas (al cielo).
El rayo omnipotente aspira dentro
fuego y de continuo vibra de Enialio
la lanza,  y de Palas la resistente égida
resuena con silbidos de innumerables sierpes.
Rauda va Artemis por solitaria senda
a uncir con báquicos
placeres la raza de leones (para Bromio).
Y éste queda embelesado de las manadas de fieras
también unidas a la danza.  Y a mí,  cual escogido
heraldo de palabras sabias,
la Musa en pie me puso para Hélade,  la de las bellas danzas,
a suplicar (ventura) pata Tebas,  ciudad pujante en carros,
donde antaño como a prudente esposa -así es fama-
obtuvo en suerte Cadmo a Harmonía,
por su elevada alma;  y oyó la voz de Zeus,
y dio luz a una estirpe gloriosa entre los hombres.
¡Oh Dionisio!....  [frag.  70 b]  (...)
 

           5.6.2.7.  A los atenienses.

                   ¡Oh Tú,  la refulgente,  coronada de violetas,
celebrada por los poetas en sus canciones,
baluarte de Hélade,
Atenas famosa,  de los dioses bendita ciudad!  [Frag.  76]
 

           5.6.2.8.  La alegría de la vida.

                   ¡No te turbes el gozo de la vida!  ¡Lo mejor
para el hombre es una vida alegre!  [frag.  126]
 

           5.6.2.9.  De los trenos.

                   (Canto coral de lamentación,  acompañado de la flauta)

                   Para ellos brilla la fuerza del sol (en el Elisio)
mientras aquí abajo hay noche entre nosotros;
y en prados de purpúreas rosas el campo,  frontero a la ciudad,
cargado está de umbrosos árboles de incienso
y de dorados frutos;
y unos se gozan en caballos y pugilatos,
otros en juegos de dados;
los unos con música de liras se recrean,  y entre ellos
prospera floreciente completa bendición;
y fragancia por el lugar amable se difunde,
al par que,  siempre,  es muy visible fuego colocan ellos toda suerte
de ofrendas olorosas sobre las aras de los dioses. (en prosa):
“y algunos ríos fluyen por la región,  sin ruido y mansos;
y tienen -los bienaventurados- distraídas conversaciones
con los recuerdos y razonamientos de las cosas pasadas y presentes,
acompañándose mutuamente y permaneciendo juntos”.  (...)
Todos,  por suerte feliz,  a la muerte que libera de angustias [Frag.  129 y 131a]
 

           5.6.2.10.  A alguien desaparecido.

                   Astros y ríos y olas del mar
-te reclaman a ti,  que te fuiste a destiempo-...  [frag.  136]
 

           5.6.2.11.  Para Hipócrates (?) de Atenas.  (Sobre los misterios de Eleusis)

                   ¡Feliz el que,  después de haberlos visto,  desciende a la tierra;  feliz el que conoce el fin de la vida,
y conoce el comienzo que otorgan los dioses!  [Frag.  137]
 

           5.6.2.12.  La dulce voz del poeta.

                   Es más dulce mi voz que los panales que hacen las abejas.  [Frag.  152]
 

           5.6.2.13.  Con la razón del tiempo.

                   El tiempo es el mejor salvador de los hombres justos.  [Frag.  159]
 

           5.6.2.14.  Los seguros caminos son los del silencio.

                   ¡No dejes estallar contra cualquiera una palabra inútil!
Veces hay en que los caminos más seguros son los del silencio,
y aguijón de lucha es la palabra que más suena.  [Frag.  180]
 

           5.6.2.15.  Los filósofos de la naturaleza.

                   Coger el fruto inmaduro de la sabiduría.  [Frag.  209]
 

           5.6.2.16.  El camino de la gloria.

                   Las fatigas de los jóvenes,  en esfuerzos entrenadas,
hallan gloria;  y resplandecen con el tiempo
sus obras,  alzadas hasta el éter.  [Frag.  227]
 

           5.6.2.17.  La rueda del destino.

                   Ni fuego ni muro de hierro podrán detener el destino.  [Frag.  232]
 
 


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