Asedio de Haarlem, 1572
Don Fadrique de Toledo pasó después a Amsterdam (después del saco de Malinas), ciudad que había permanecido fiel a los nuestros pese a no contar con guarnición que asegurara su fidelidad y a la rebelión generalizada que había tenido lugar en toda Holanda. Seguidamente entabló conversaciones con Haarlem para poner allí guarnición española pues, al contrario que Amsterdam, se había inclinado del bando rebelde por un tiempo. Fueron estos parlamentos tan sólo una maniobra dilatoria por parte de los de Haarlem que consiguieron así tiempo suficiente para recibir abundantes tropas y vituallas que les bastaran para resistirse a las tropas de don Fadrique. Sabido el engaño <<A la nueva de mudanza tan impensada se encendió fieramente de enojo don Fadrique de Toledo, y mucho más el duque su padre, que recibió luego el aviso en Bruselas. No fue mayor la detención. Movió Fadrique al mismo punto el ejército real, y avanzándose hacia Haarlem, se preparó con resolución para cercarle>>.
Tras conquistar unos pasos intermedios llegó a Haarlem el 12 de diciembre. Falto de municiones y vituallas tuvo nuestro ejército la suerte de recibir la noticia de la llegada del señor de Lumay con 3.000 hombres de refuerzo para los rebeldes de la villa. Sin tardanza fueron contra ellos y, debido a una espesa niebla, <<acertó a dar con sólo la vanguardia de la arcabucería sobre el socorro antes que le pudiesen descubrir, de que degolló la mayor parte, casi sin pérdida, tomándose ocho banderas, cuatro piezas de campaña y todos los carros de munición y vituallas que traían>>. Con las provisiones y municiones arrebatadas al enemigo se dispuso don Fadrique a la expugnación de la ciudad.
El 18 de diciembre comenzaron los cañones a batir contra las murallas y se preparó un estrecho puente sobre el hielo que les sería necesario en el ataque. Al ir a ser reconocida la resistencia del puente por el capitán Francisco de Vargas con 150 arcabuceros españoles <<No esperó la demás infantería a recibir las órdenes, mas antes de tiempo, que aún no era razonado para el asalto, se adelantó arrojadamente [...] y sobrepujando en ellos el ímpetu a la disciplina, de suerte se desordenaron, que unos impedían a otros, y no podían pasar adelante; porque no era tanta la brecha que pudiese alcanzar el puente. Llovía entretanto de la ciudad una fiera tempestad de mosquetazos, de fuegos, y de balas gruesas contra ellos, detenidos al descubierto con los escuadrones sobre el labio del foso, y hechos blanco muy de cerca a las heridas que recibían. Despeñábalos de suerte el furioso ardor del asalto, que perdiendo la obediencia de sus capitanes, no querían retirarse>> hasta que llegó el maestre de campo Julián Romero, por el que los soldados sentían gran estima y admiración, y les convenció de que cesasen su absurdo empeño. Dejaron en su retirada más de 200 cadáveres de entre los más aguerridos españoles de loos tercios viejos. Por su parte a Julían Romero <<la charla>> con sus soldados le costó perder un ojo de un arcabucazo que le dieron desde la ciudad.
Desengañados de la posibilidad de tomar la ciudad por asalto, comenzaron a hacerse a la idea los hombres de don Fadrique de lo largo del asedio que se avecinaba. En este cerco vivían peor los sitiadores que los cercados. Mientras era de todo punto imposible la entrada de tropas de refresco y vituallas que mandaba el de Orange desde Leiden a la ciudad, los soldados españoles sufrían la escasez de alimentos a la intemperie en el crudo invierno holandés.
![]() Toma de Haarlem por don Fadrique de Toledo, 1572. Grabado de Franz Hogemberg. |
Cometieron el error los sitiados de colgar de las almenas varios cadáveres de españoles. Comenzaba de esta forma una escalada de provocaciones que habría de ser la perdición de los cercados. Los españoles respondieron lanzando eal interior de la fortaleza cabezas cortadas acompañadas de diversos mensajes que decían: <<cabeza de Filipo Coninx, que vino con dos mil hombres a libertar a Haarlem; cabeza de Antonio Pictor, el que entregó la ciudad de Mons a los franceses>>. Contestaron los de Haarlem lanzando 12 cabezas cortadas como mensaje de que no eran rácanos a la hora del pago del impuesto de la décima. Colocaban imágenes de santos sobre los muros para que recibieran los balazos de los españoles y representaban también parodias burlescas de sacerdotes y monjas en los muros.
Morían muchos españoles en los repetidos intentos de asalto, entre ellos bravos capitanes, llegando a hacer pensar a don Fadrique en la inutilidad de la empresa y en la conveniencia de abandonarla. El duque de Alba, que de ello tuvo noticia, envió un mensaje a su hijo que decía: <<que si alzaba el campo sin rendir la plaza, no le tendría por hijo; que si moría en el asedio, él iría en persona a reemplazarle, aunque estaba enfermo y en cama; y que si faltaban los dos, iría de España su madre a hacer en la guerra lo que no había tenido valor o paciencia para hacer su hijo>>.
Seis meses duraron los asaltos fallidos, las escaramuzas y las penurias del campo de don Fadrique hasta que, finalmente, el príncipe de Orange en persona intentó ir a socorrer a los sitiados. Estos, de tanto en tanto, recibían socorros por tierra o por mar gracias al empleo de palomas mensajes mediante las que daban a conocer la localización del lugar del encuentro. Tuvo la fortuna un hambriento soldado español de cazar una de estas palomas para cómersela, cayendo así los nuestros en la cuenta del próximo refuerzo a los sitiados que se fraguaba. Atacó don Fadrique al de Orange causándole 3.000 bajas y tomándole todas las banderas, la artillería y más de 300 carros de municiones y vituallas que de mucho servirían en el campamento español. Teniendo noticia de lo ocurrido, tres días más tarde los sitiados se rindieron sin condiciones. Siguiendo las órdenes de su padre, don Fadrique pasó por las armas sólo a los valones, franceses e ingleses -2.300 entre soldados y mandos-, respetó las vidas de los soldados naturales ed la región exhortándoles a no servir en contra del rey y ahorcó a varios principales de la ciudad. Durante el sitio murieron en total 4.000 hombres del ejército de don Fadrique y 13.000 protestantes. De la dureza del asedio da una idea el que tanto don Fadrique como don Rodrigo de Toledo resultaron heridos así como don Gonzalo de Bracamonte y Julián Romero, todos los caudillos principales del ejército español.
Juan Giménez Martín. Los Tercios de Flandes. Ediciones Falcata Ibérica.
Enrique de la Vega. Sucesos militares durante los reinados de los Reyes Católicos
hasta Isabel II