Todos hemos participado en equipos alguna que
otra vez. Y todos hemos tenido experiencias buenas y malas en
ellos. El caso es que ahora le han encargado crear un equipo
de trabajo; o va a formar parte de uno nuevo. Y no quiere que
le ocurra como aquella ocasión en que le pidieron hacer un
caballo, y gracias al esfuerzo conjunto (ya se sabe, varias
cabezas piensan más que una), salió al final un camello con
tres jorobas y cinco piernas. Tome un papel activo y responda
a la siguiente pregunta: ¿qué cosas hay que dejar claras antes
de ponerse a trabajar en equipo?
Los pioneros en esto de la creación de nuevos
negocios e innovaciones industriales eran tipos rudos.
Desafiaron las fronteras económicas y científicas de su
tiempo. Intransigentes y autocráticos, casi sin ayuda,
transformaron sus visiones personales en realidad. Vivían en
una época distinta, una época en que una persona podía poseer
la mayoría los conocimientos técnicos y de negocio necesarios
para crear un producto nuevo y revolucionario (¿recuerdan a
Edison o Ford).
A medida que ha ido transcurriendo
el S XX., avances en campos tan aparentemente dispares como la
química, las ingenierías, el marketing, las finanzas… han
hecho que sea muy difícil que un inventor solitario transforme
sectores industriales por sí solo. Ya no es posible que una o
dos personas posean los conocimientos necesarios para resolver
los problemas básicos del día a día.
Las
soluciones requieren de la pericia de diversos especialistas
trabajando en campos que ni siquiera existían hace unos años.
Así, en la década de 1950, las empresas se dieron cuenta de
que resultaba esencial reunir a especialistas de distintas
áreas empresariales en comités. Su misión era solucionar
rápidamente problemas o proyectos. El problema está en que se
volvieron demasiado "sofisticados".
A mediados de los
60, en las empresas existían tantos comités como lavabos.
Pertenecer a varios comités al mismo tiempo era sinónimo de
prestigio. Al igual que un título nobiliario, la pertenencia a
un comité se heredaba por los sucesores de los directivos.
Como un viejo rockero, un comité nunca moría: sobrevivía a
cualquier reorganización, fusión o adquisición. Los comités
dieron lugar a toda una subcultura corporativa, repleta de
intrigas palaciegas, ineficacia, juegos políticos, pérdidas de
tiempo y malgaste de recursos.
El primer intento para
reformar el sistema de comités, llegó en los 70, con el
concepto de task force. El objetivo no era eliminar los
comités, sino ponerles límites de funcionamiento y de tiempo,
centrarles en una misión específica, resolverla lo más rápida
y eficazmente posible, para disolverse después. A pesar de
aportar resultados significativos al negocio, muchas task
forces (o más bien quienes las rodeaban) pronto se perdieron
en una ciénaga de papeleo y burocracia.
A
principios de los 80, la alta dirección estaba ya un poco
harta de escuchar ese chiste de "independientemente del nombre
que se le ponga, cuando a un comité se le encargue crear un
caballo, construirá un camello". En este panorama entra el
concepto de equipos de trabajo.
Los primeros que
manejaron el concepto de equipos, fantaseaban con crear
ambientes sin jerarquías, igualitarios, diseñados para que
fluya el intercambio de información e ideas. Si el comité era
un fiel reflejo de la estructura organizacional, los equipos
estarían diseñados de forma más libre. Cada miembro tendría
asignado un rol, podría participar en cualquier discusión y lo
más importante, tendría el poder de influir directamente en
las decisiones que se tomen.
Todo ello, para
conseguir que los equipos fueran algo que creara resultados de
negocio reales, y sirvieran para algo más que inflar los egos
de quienes por allí pululasen.
Que bonita es la
teoría, ¿verdad? El problema es que en los 90 se entró en la
década de los equipos por los equipos. Aquel eslogan de "nunca
antes había sido tan importante en la historia laboral el
trabajo en equipo para el buen funcionamiento de una
organización" cuajó con un éxito increíble, y desde entonces
todos se lanzaron a crear cuantos más equipos mejor.
Sin embargo, el peso de la historia es muy grande.
Desde los comités, los task forces, los primeros equipos… se
han ido heredando inercias perjudiciales que todavía perduran.
Hoy en día, el campo del trabajo en equipo sufre de una
tremenda falta de disciplina (la última moda es la de algunos
entrenadores deportivos que se lanzan a dar lecciones a
empresarios escribiendo libros vacíos) y está repleto de
falsos mitos que tristemente se han convertido en "verdades"
asumidas por muchos. El efecto de dichas ideas es como el de
las minas unipersonales escondidas por los caminos. Si no se
descubren a tiempo, explotarán, dando al traste con todos los
esfuerzos puestos en marcha.
Algunos mitos del
trabajo en equipo
Preste atención. La próxima vez que
vea a dos personas comentando sus experiencias sobre qué puede
ocurrir cuando se juntan más de dos individuos para trabajar
en algo, probablemente escuchará cosas que pueden encuadrarse
bajo los siguientes mitos:
"En un equipo no
debe haber ni líderes ni seguidores, todos han de ser iguales"
"Lo importante es que todos trabajen juntos. Lo que aporte
individualmente cada uno no cuenta"
"Si se ponen juntas a
varias personas con un potencial muy grande, se obtiene un
grupo de alto potencial"
"Se necesita mucho tiempo para
que un grupo se forme y produzca resultados"
"Tomar
decisiones por consenso es la mejor forma para crear grupos
eficaces"
"En un equipo, todo el mundo es responsable de
todo lo que pase"
Superando viejos mitos. ¿qué ha
de tenerse en cuenta para la próxima vez?
Todos
hemos participado en equipos alguna que otra vez. Y todos
hemos tenido experiencias buenas y malas en ellos. El caso es
que ahora le han encargado crear un equipo de trabajo; o va a
formar parte de uno nuevo. Y no quiere que le ocurra como
aquella ocasión en que le pidieron hacer un caballo, y gracias
al esfuerzo conjunto (ya se sabe, varias cabezas piensan más
que una), salió al final un camello con tres jorobas y cinco
piernas. Tome un papel activo y responda a la siguiente
pregunta: ¿qué cosas hay que dejar claras antes de ponerse a
trabajar en equipo?
No olvide (como suelen hacer
casi todos) que el trabajo en equipo no comienza con la
reunión de presentaciones de objetivos y entre los miembros.
Antes hay que tomar unas decisiones que evitarán el desastre.
Y ayudar a tomar las decisiones adecuadas es la meta que nos
proponemos desde el portaldelconocimiento.com: nosotros hemos
visto equipos funcionando bien y mal, hemos preguntado a
afectados por equipos inoperantes y hemos acabado reuniendo
aquí algunas conclusiones que creemos dignas de tomar en
cuenta.
A continuación, nos centraremos en los dos
primeros mitos de la lista anterior. Pero lo más importante
es:
¿Qué tiene usted que decir sobre ellos desde
su propia experiencia?
¿Qué otros mitos se nos han
escapado y usted echa en falta?
Esperamos que
usted nos ayude a engordar la lista, y que, trabajando juntos,
logremos evitar algunos bandazos para futuros equipos.
Mito 1. En un equipo no debe haber ni líderes ni
seguidores, todos han de ser iguales.
Respecto a este
mito, resulta que muchas organizaciones han eliminado mandos
con la idea de que así se favorece la comunicación y el
trabajo en equipo. Pero si sólo se plantea como finalidad la
desjerarquización y poco más, entonces se crea el caos, y hay
que dar marcha atrás restaurando alguna forma de dirección.
Ahora bien, no vale cualquier tipo de dirección.
El siguiente obstáculo viene cuando los supervisores de
primera línea pasan a ser, de la noche a la mañana,
responsables de un equipo. Si se dice que un equipo puede
tardar tiempo en formarse y aprender a funcionar juntos, ¿no
ocurrirá lo mismo con quien tenga que liderarlo? ¿Es que es un
comportamiento genéticamente adquirido conseguir que un grupo
de personas alcance consensos, se comprometan con un objetivo,
resuelva problemas, facilite la comunicación, persuada…? No
tiene sentido pedirle algo a alguien si no se le ha enseñado a
hacerlo.
Mito 2. Ahora lo importante es que todos
trabajemos juntos. lo que aportemos cada uno, individualmente,
no cuenta.
Conviene no olvidar que un equipo está
formado por los miembros individuales más las dinámicas que
ocurren cuando trabajan juntos. La clave para que un equipo
funcione bien reside en usar el poder que se genera para
coordinar las acciones individuales.
Por eso, el
segundo mito no puede ser más falso. Se necesita dar libertad
y poder para actuar a los miembros individuales si se quiere
que el equipo, como un todo, pase a la acción. Ahora bien,
¿saben los líderes que significa "dar empowerment"? Si un
líder simplemente deja hacer, el resultado no es empowerment
sino abdicación: en la idea de que el equipo ha de encontrar
su propio camino, no comunica directrices claramente, deja a
los miembros solos durante mucho tiempo, no da el apoyo
necesario cuando se necesita, etc. Lamentablemente esto es lo
que ocurre en muchos sitios bajo la bandera del empowerment.
Por otra parte, un eterno problema sigue siendo el
no dejar claro desde el principio, no ya cuáles son los
objetivos que el equipo ha de alcanzar, sino qué decisiones
están autorizados a tomar. ¿Cuántas veces se ha visto tomando
decisiones hasta llegar a un punto en que ¡ah!, eso ya depende
de nosequien -que no se encuentra en el equipo ni a lo mejor
sabe de su existencia- y que puede paralizar todos los
esfuerzos invertidos hasta ahora?. Es mejor dejar claro desde
un principio qué decisiones podrá tomar el equipo. De otra
forma, la pelea por sacar sus objetivos adelante acabará
desgastando a los miembros. Hacer un DAFO de cada proyecto,
teniendo en cuenta ¿quién debe estar enterado?, ¿a quien puede
molestar?, ¿cómo comunicarlo?, es una estrategia útil.
Ahondando un poco más, en el tema del empowerment, los
responsables han de tener fe en que el equipo tomará las
mejores decisiones a las que sea capaz de llegar. Han de tener
expectativas realistas: al principio, la mayoría de los
equipos cometerán errores. Estarán realizando un trabajo que
puede resultarles poco familiar y además pueden sentir estrés.
Los responsables han de decidir de antemano cómo van a actuar
cuando los errores ocurran. Una reacción exagerada puede
destruir la motivación de los miembros. Antes de poner en
marcha la iniciativa de crear equipos, la dirección debe
decidir cómo responderá ante los errores. Además, resulta útil
al principio diseñar condiciones en las que el equipo tome
decisiones de no mucha repercusión, y usarlas para formar: la
atención no se centrará en las decisiones tomadas, sino al
proceso de toma de decisiones.