Casablanca. Privacidad y comunidad.
Cuando se trató de reconstruir la vivienda popular destruida por el terremoto que azotó a la Ciudad de México en septiembre de 1985, hubo de todo, como en botica o como en el mismo sismo: bueno, malo y regular.
De lo bueno hubo bastante; muchos arquitectos mexicanos se esforzaron por interpretar la identidad cultural del habitante urbano de escasos recursos de la Ciudad de México, expresada en su estética vital, para reflejarla en su nueva o renovada vivienda.
Casablanca era una de las vecindades mas grandes y con mayor tradición. Dice la conseja, y nadie lo niega, que fue el sitio donde Oscar Lewis conoció sobre la vida de "Los hijos de Sánchez". La propuesta de reconstrucción, realizada por Félix Sánchez (sin ningún parentesco) y sus asociados, no defraudó la desesperada agresividad de las demandas de los combativos y broncos vecinos; los largos patios destruidos fueron repuestos con zonas de reunión arboladas; la intimidad-complicidad resguardada; la vida en comunidad conservada y la identidad subrayada en el color y en las formas.
En este proyecto, uno de los cientos en los que los arquitectos e ingenieros mexicanos aprendieron sobre las características vivenciales de los grupos menos favorecidos socialmente y se empeñaron en respetarlas, uno de los accesos al conjunto de Casablanca es representativo de esta estética ambiental comunitaria: A través del arco azul, resguardado por dos muros, se pueden observar tanto los elementos coloridos sobre los blancos paramentos de los edificios, como las frescas sombras de los espacios comunes.
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