1.- La situación del acertijo: "Cavernícola que huye – Monstruo que le persigue".
2.- El acertijo en sí: "¿Cuándo alcanza el monstruo al hombre primitivo?".

Talla medieval
Centauro luchando con un Dragón.
  Desde siempre la situación es arquetípica; y el cuento - cuéntelo quien lo cuente - es uno solo y el mismo - y además con un único significado - así se llame "Eva y la Serpiente", "San Jorge y el Dragón", "Prometeo y el Buitre", o de cualquiera otra forma, nombre o variante por nosotros ignorado en la mitología mesoamericana, persa, china, o hindú - y seguramente en las mitologías africanas.

Karl Jung lo describe también, por aquello de sus elucubraciones sobre el inconsciente colectivo; lo cual, "quod erat demostrandum", nos revalida lo de su arquetipicidad y nos da la pista para su solución.

Jung nos dice que los sueños hablan de lo irrealizado; en el testimonio que brinda, el paciente sueña que topa con una Bestia y empieza a huir de ella. Finalmente, el paciente se detiene y la Bestia - en lugar de agredirlo - le dice algo así como: "Soy la parte de ti que no conoces" -. Simpático el animalito, después de todo.
    El hombre entonces se reconoce en la Bestia, acepta este nuevo conocimiento de sí mismo, y el paciente queda un poco menos deschavetado.

La respuesta; en el cuento: Cuando el hombre se enfrenta al conocimiento. En la interpretación onírica de Jung: Cuando el hombre realiza lo irrealizado.


Hugo van der Goes (c. 1440 - 1482)
Museo de Viena.
  ¿Eva y la Serpiente? El pequeño dragón ofrece a la humanidad el fruto del árbol del conocimiento - "de la ciencia del bien y del mal" -; y ésta lo acepta. La mujer hace extensivo este conocimiento también al hombre, que tiene temor de tomarlo, pero acaba haciéndolo. Antes de que Eva escuchara a la Serpiente la pareja no era "nadie". Después "se miraron a sí mismos y se supieron desnudos."

Lo cual nos lleva al momento en que se le pide la cuenta al mesero: Hay un precio por adquirir el saber; y eso es porque el conocimiento - "el saber" - duele. Adán y Eva son condenados a trabajar, a "ganarse el pan con el sudor de sus frentes", a parir con dolor; a matar concientemente (" tú le herirás en la cabeza...") y a temer y anticipar su eventual y propia muerte; es decir, a dejar de ser animales de colección y convertirse en seres humanos. Por eso el Angel Flamígero los echa del Jardín - Zoológico - del Edén.

Es así como el conocimiento aplicado se convierte en motor del progreso humano. Claro que hay - hombres y mujeres - para quienes trabajar sí resulta una condena; pero en cuanto a lo de parir con dolor, hace ya tiempo que la ciencia ofrece a las nuevas Evas el parto sicoprofiláctico y las operaciones cesáreas. Luego vendrá la bendita clonación y santas pascuas. En cuanto a lo de la muerte, el sincretismo de los mexicanos lo resolvió desde hace mucho, y "las calaveras nos pelan los dientes."
    Mayor castigo se lleva Prometeo, quien como dador del fuego también hace pasar de criatura a ser humano a los hombres; porque ahí la bestia viene al final del mito, no antes, pero nuevamente simboliza lo mismo: El dolor como pago del orgullo de saber. El conocimiento como instrumento de crecimiento y transformación del hombre, pero también, y necesariamente, como fuente de un mayor esfuerzo.

El hombre deja de ser animal; pero es que lo que lo persigue y finalmente - por su propia voluntad - lo alcanza, tampoco es un animal sino una entidad supra-animal; un "monstruo", una "bestia", un "demonio" vestido de serpiente. Y ésto también es lógico. No puede esperarse que de lo menos pudiera salir lo más. En este acertijo, a fin de cuentas, lo que el hombre asume o incorpora es su propia supra-animalidad.

  La otra cara de la moneda; el resultado final de la adopción del riesgo, es - a la larga - la desaparición de lo irracional. En el mito de Prometeo los dioses pierden categoría, de ahí su vengativo rencor; en nuestro tiempo, frente a los avances de la ciencia, la intervención divina es cada vez menos un recurso o una necesidad.




María Isabel Zerecero Pontones
a r q u i t e c t a .