Compartiremos en un tiempo infinito,
el reconocimiento y la sabiduría
de nuestros cuerpos jóvenes y ansiosos.
Jugaremos al amor y olvidaremos,
que también hay un lugar para el otoño.
Sabremos que existen la rutina y el ocio,
pero los veremos como vientos que soplan
en otro planeta que no es el nuestro.
Disfrutaremos de los sentidos
hasta acallar el llamado de la sangre.
Así, cuando llegue en silencio el invierno,
habremos amontonado tantos veranos
que no sentiremos el frío
de ser dos solitarios.