Trajiste agua a mi desierto
y formaste un oasis.
A poco llegaron los pájaros
y nacieron las plantas.
Fue como crear un paraíso.
Desde lejos empezamos a caminar
para gozar de ese refugio de paz.
Cada encuentro era un paso
que nos acercaba y lo veíamos más nítido.
Si me apresuraba, hacías que mi paso
retomara su ritmo, más lento, más pausado.
Ahora llegué, pero sola.
Te ganó el cansancio,
atrapado en la rutina
decidiste quedarte en la mitad.
¿Qué hago con el agua que tanto deseé,
si en este momento me parece
un océano que me separa del mundo?
¿Para quién recojo flores y frutos
si se me secan en las manos?
Mi llanto asustó a los pájaros,
ellos también se fueron.
El paraíso en soledad
es ahora un infierno.
¿Quién responde a mi pregunta?
¿Dónde estás?

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