Kill Bill: vuelve la tarantinomanía
(II)
Miguel Báez Durán
Siempre me he cuestionado si de veras hay películas que marquen
la existencia de su espectador. Y también me he preguntado por qué
razón se da este fenómeno. Sí, es un lugar común
muy manido por seudo-críticos-cinematográficos-provincianos,
lo sé. Pero, en mi particular caso, también es una verdad.
Hace poco lo comprobé de nueva cuenta. Sí hay películas
que obsesionan y aunque sean vistas decenas de veces no cansan al espectador
pues siempre están dispuestas a ser reinterpretadas en una vis(i)ta
más. Han sido pocas las veces en que una película ha trastornado
por completo mi concepto del cine. Sucedió hace mucho con Naranja
mecánica de Stanley Kubrick y más tarde con El cocinero,
el ladrón, su esposa y su amante de Peter Greenaway. No se diga
con El ciudadano Kane de Orson Welles. Sin embargo, hay casos en
los que dicho impacto resulta increíble. No hay ningún argumento
racional para explicarlo. Así me sucedió —como ya lo había
escrito en una reseña anterior— con la cuarta cinta de Quentin Tarantino:
Kill
Bill. El por qué de su huella en mí todavía no
lo sé. ¿Qué elementos (psicológicos, sociológicos,
biológicos, químicos, etcétera) se unen para que tenga
una reacción así ante una novela, una pintura o un filme?
Quién sabe. Tal vez sea esa incertidumbre lo que hace al arte misterioso
y hasta divino.
Sin embargo, mi experiencia de Kill Bill Volumen 2, después
de ser tan sobrecogedora la de Kill Bill Volumen 1 —como podrá
apreciarse con la lectura del artículo anterior— se vio entorpecida
a causa de los mercachifles de la cinematografía en La Laguna (no
digo nombres ni marcas pero todos aquí sabemos quiénes son).
Sí, ésta fue la película más esperada para
mí en el 2004. Ni siquiera necesito que termine el año para
afirmarlo. Y, para hacer mi espera más larga y mi tortura más
lenta, los distribuidores locales decidieron aplazar por quién sabe
qué motivos el estreno del segundo volumen del cuarto filme de Quentin
Tarantino (de seguro, como siempre, esos motivos sean monetarios con nombres
sí tan entretenidos aunque también tan execrables e intrascendentes
como Troya o El día después de mañana).
Dicho estreno, entonces, se vio atrasado aquí en Torreón
dos semanas con respecto a las principales ciudades de la república.
Es decir, Torreón es una ciudad de primer mundo para churrazos como
Troya
o El día después de mañana (las dos aparecieron
por nuestras tierras en estreno simultáneo con Gringolandia y el
mundo entero); pero sigue siendo el mismo rancho bicicletero de siempre
para el cine de autor. De eso, no me queda la menor duda. Así que
ese veintiuno de mayo del estreno nacional de la cinta, el adjetivo "nacional"
sonó un poco amargo aquí en La Laguna. Al menos para mí.
Fue en esos momentos cuando, a pesar de la posible condenación de
los hipócritas mercachifles, pude exclamar bendita piratería.
Y para que esos mismos hipócritas no vayan a denunciarme con alguna
autoridad como usuario de la piratería, les diré: quédense
tranquilos, cuando el largometraje se estrenó (y a pesar de haberlo
visto ya más de cinco veces en VCD pirata) fui a verlo otras tres
y a pagarles los morlacos que ustedes tanto desean. Y eso con ciertas dificultades.
(¿Debería extenderme un poco más en este apartado
quejumbroso para explicar que una de esas tres veces me topé con
el argumento de que el proyector en la sala donde exhibían Kill
Bill Volumen 2 se había descompuesto y gracias a cierto maguito
mucho más comercial habían decidido no exhibirla en ese horario?
No, mejor no. ¿De qué serviría?).
Para entrar en materia y dejar las dificultades atrás, debo decir
lo siguiente: muchos prejuicios rodean al segundo volumen de Kill Bill.
Habrá que hacerlos a un lado antes de abordarlo. Prejuicio uno:
este volumen es una secuela. En realidad, ésta es la misma película.
No la terminamos de ver el año pasado. Kill Bill Volumen 1
es sólo la primera mitad de un largometraje de aproximadamente cuatro
horas. La cinta entera fue filmada sin interrupciones significativas. Por
lo tanto, nadie puede aferrarse al tan manoseado argumento de "segundas
partes nunca fueron buenas" para descalificarla ni tampoco podemos lanzar
improperios contra Tarantino alegando que el señor quiso aprovecharse
del relativo éxito de la primera para sacar más dinero en
la segunda. Prejuicio dos: vamos a ver exactamente lo mismo del volumen
precedente (sangre, decapitaciones, balazos, anime, saltos acrobáticos,
etcétera). Es decir, veremos mucha más violencia con estilo.
Lástima. ¿Cómo va a ser eso posible si, dentro de
la trama, los enemigos de La Novia ya están sobre aviso? ¿Acaso
los mejores asesinos del mundo la recibirán con una sonrisa? ¿Le
habría convenido a Tarantino darnos más de lo mismo en la
segunda mitad de su obra? Conociendo un poco la aún corta filmografía
de este director, creo que no. ¿Le convenía romper el patrón
en el que La Novia se enfrentaba a sus enemigos de una manera diferente?
Por segunda vez, no. En este caso, en la variedad está el gusto.
Y si a los adolescentes no les gusta, ni modo. Muchos de ellos de seguro
la tildarán de aburrida comparada con el primer volumen. Y, en cambio,
los que ansiaban esos diálogos "tarantinescos" pocas veces detectados
en la entrega previa saldrán satisfechos porque aquí es donde
se nos explica el origen de la kilométrica venganza. La relación
entre La Novia —cuyo nombre oficial nos enteramos por fin en el capítulo
nueve es Beatrix Kiddo (sí, todas esas veces que pensábamos
que Bill le decía "niña" o "nena", "kiddo", en realidad se
estaba refiriendo a su apellido, Kiddo)— y su ex jefe alcanza el punto
culminante.
Aquí, en el volumen dos, La Novia (Uma Thurman) va tras las personas
con las cuales estuvo involucrada de forma emocional: Bill (David Carradine),
su ex amante, Budd (Michael Madsen), el hermano de éste, y Elle
(Daryl Hannah), la sustituta en el corazón roto de Bill. El segundo
volumen sigue una estructura idéntica al primero: preludio, cinco
capítulos y epílogo. Sólo por eso, podríamos
especular que, al tener frente a sí la propuesta de Miramax de dividir
la obra en dos volúmenes o verla mutilada en uno solo, tal vez Tarantino
decidió darles una estructura cerrada a cada una de las dos entidades.
Los más observadores —o los más obsesivos— podrán
percibir además una estructura de espejos que le da circularidad
a toda la cinta (ya no dividida en volúmenes sino en un solo sentón
de cuatro horas), una estructura que une los diez capítulos en varios
círculos concéntricos los cuales dibujarán el ascenso
desde el infierno de esta Novia vengativa cuyo verdadero nombre es Beatrix
Kiddo. De antemano una advertencia al lector: si no ha visto Kill Bill,
más vale no seguir leyendo pues muchas de las sorpresas del filme
son reveladas en los siguientes párrafos para hacer más claro
mi análisis.
Primer círculo: 5 y 6.
En esta estructura, el círculo central estaría compuesto
por el capítulo seis, "Masacre en Two Pines", y el cinco, "Duelo
en la Casa de las Hojas Azules". Me detendré por ahora en el seis:
Quentin Tarantino engañó a sus espectadores durante todo
el volumen uno. En el episodio "Masacre en Two Pines" (o "Masacre en Dos
Pinos", benditos traductores) se enterarán de que la tan famosa
Novia ni siquiera era una novia de verdad. El día de la masacre
en la capilla Two Pines de El Paso ni siquiera era el día de su
boda. Era el día del ensayo de la boda, un ensayo con vestuario
incluido. Las cosas no son tan melodramáticas como las cuenta la
leyenda. Es en este segmento, a la mitad del camino, donde todo lo presenciado
durante los anteriores empieza a aclararse. Además de la fugaz aparición
(o cameo) de Samuel L. Jackson como el organista, Tarantino le da a sus
espectadores una de las escenas más enternecedoramente estrujantes
de su carrera. Cuando La Novia (Uma Thurman) escucha la flauta de Bill
(David Carradine) se estremece, se acerca con lentitud hacia él
y, en lugar de reclamos, escuchamos susurros. El terrible villano que es
capaz de dispararle a la cabeza a una mujer embarazada y que durante el
primer volumen entero estuvo oculto bajo su voz, muestra su rostro. La
aparición tan anunciada de un personaje medular para el argumento
recuerda a aquella brillante entrada de Orson Welles en El tercer hombre.
Bill, como el flautista de Hamelin con las ratas, es el encantador de serpientes
(de hecho, en los créditos finales nos enteramos de que ése,
"Encantador de Serpientes", era su sobrenombre en el grupo de asesinos
DiVAS). Igual efecto mágico surten las voces de los protagonistas
y, con el diálogo, se obtienen pequeños pero deslumbrantes
flashazos de lo que fue su relación. Una relación de amantes,
sí; pero también una relación de padre-hija, de maestro-pupila
y quizás hasta de padrote-prostituta. Esto último quedará
mucho más claro con el personaje de Esteban Vihaio en el capítulo
diez. Bill es la esencia de lo cool y en ningún momento se
altera. Tampoco grita. Al contrario, su voz es suave y delicada, casi un
murmullo. Pero ya todos en la sala de cine sabrán cómo va
a terminar su cordial visita al ensayo. Para rematar, la cara de este hombre
es la misma del Pequeño Saltamontes de la serie Kung-Fu.
Este capítulo correspondería en su reflejo especular con
el último del volumen uno, el quinto del filme completo: "Duelo
en la Casa de las Hojas Azules". Los dos episodios se identifican entre
sí por sus contrastes. El cinco, ubicado en Tokio, es un homenaje
a los filmes de samuráis. Éste, ubicado en El Paso, al género
del western. En los dos se llevan a cabo masacres: la de la boda
será el detonante de la del restaurante japonés. La primera
en la cronología, pero segunda en el tiempo destrozado de la cinta,
se nos escamotea, no es explícita, el realizador sólo nos
detalla el antecedente y al final sólo escucharemos los balazos
desde afuera. La primera en el tiempo del filme, pero segunda en la cronología,
es explícita, en colores vibrantes (por lo menos, así era
en un principio hasta que vino la censura gringa y Tarantino le bajó
el tono cambiando algunas partes —las más violentas— a blanco y
negro) y es tan larga que ese capítulo, el cinco, es uno de los
más extensos. Además, a lo largo del volumen uno lo más
intrigante para el espectador eran esas retrospectivas de la golpiza contra
La Novia que deberían haberse visto en "Masacre en Two Pines". Cualquiera
esperaría la escena completa en esta ocasión. Pero Tarantino
sigue alterando los prejuicios asentados en el volumen uno y continúa
con sus prestidigitaciones porque, cuando terminan los balazos, viene el
silencio y el fade out hacia el siguiente capítulo: "La tumba
solitaria de Paula Schultz".
Segundo círculo: 4 y 7
El segundo círculo sería el formado por los capítulos
siete y cuatro, "La tumba solitaria de Paula Schultz" y "El hombre de Okinawa".
El siete es un episodio abierto en el instante en que los dos hermanos,
Bill y Budd, se reencuentran después de algún tiempo. Tarantino
nos presenta aquí a uno de los personajes más complejos de
la historia. Los espectadores no saben exactamente cuál fue el motivo
de la separación entre los hermanos pero intuyen que quizás
en él esté involucrada la masacre no vista en el capítulo
seis. Bill viene a advertirle a su hermano menor: la ira de La Novia caerá
muy pronto sobre él. Y en la respuesta de Budd (Michael Madsen)
fulgura la complejidad del personaje. Sí, esa mujer merece su venganza,
dice, pero ella también, como los integrantes ahora separados de
DiVAS, merece morir. Y es que Budd, de ser uno más en el escuadrón
de asesinos de su hermano, ahora, por esa misma masacre en la capilla Two
Pines, es un perdedor: guardia en un club de taiboleras en California y
alcohólico empedernido. Sus sentimientos son ambivalentes respecto
a La Novia. Claro, la odia y, gracias a la advertencia de Bill, logra capturarla,
le ofrece a Elle Driver la espada Hanzo a cambio de un millón de
dólares y entierra viva a su ex cuñada por "haberle roto
el corazón" a su hermano. Sin embargo, le da la oportunidad de escaparse
con la linterna. ¿Por qué? Tal vez Budd está arrepentido
de la masacre y, aunque le guarde rencor a su hermano por hacerlo cómplice
de esa injusticia, también desea ver muerta a La Novia. De ser un
asesino a sueldo del millonario grupo de Bill se convierte en un borrachín
de mirada perdida y sonrisa socarrona que aguanta como una penitencia la
humillación de un jefe al cual con mucha facilidad podría
cortarle la lengua. ¿Por qué? Tarantino nunca se detiene
en el pasado del personaje y esa explicación la deja en manos del
público. Al fin y al cabo, Budd podría ser el arquetipo del
hombre enigmático sacado de una vieja película de vaqueros.
Los capítulos cuatro y siete se unen gracias al objeto que sintetiza
la venganza de La Novia: la espada de Hatori Hanzo (Sonny Chiba). En "El
hombre de Okinawa" Beatrix debe convencer a Hatori Hanzo —quien ha jurado
nunca más hacer un objeto de destrucción— para que le forje
una espada con la cual pueda enfrentarse a Bill. Sólo recordarle
el nombre del alumno que traicionó sus enseñanzas —tampoco
se sabe con certeza pero lo podemos deducir— basta para persuadir al maestro
retirado. Hanzo le confecciona la mejor espada del mundo y la masacre del
capítulo cinco es un despliegue de la habilidad de la Novia y del
poder de su arma. Sin embargo, es en el siete, "La solitaria tumba de Paula
Schultz", donde el objeto se pierde. La espada, entonces, cobra un papel
de suma importancia para los planes de Budd pues será el señuelo
para que Elle Driver, la cuarta en la lista de La Novia, cumpla con su
destino y pelee contra su rival. Y aún después del siete
el arma seguirá siendo importante como un fetiche del tema de la
película. La obtención de la espada y su pérdida serían
frases que con facilidad resumirían estos dos episodios.
Tercer círculo: 3 y 8.
El lazo entre los capítulos ocho, "La cruel tutela de Pai-Mei" y
tres, "El origen de O-Ren", formaría el tercer círculo. El
ocho es uno de los capítulos más divertidos de toda la obra
aunque sea comenzado con una solemne escena donde Bill demuestra sus dotes
de narrador al contarle a La Novia la leyenda de Pai-Mei. Gordon Liu, a
quien vimos morir en el primer volumen como Johnny Mo, regresa en una parodia
exagerada y caricaturesca del maestro de artes marciales cuyo sadismo es
una de sus principales características. Aquí es donde los
espectadores más despistados podrán denostar a la cinta.
Si se toma en serio al personaje de Pai-Mei, se está condenado a
no entender en lo absoluto este episodio de Kill Bill (o el largometraje
entero en el peor de los casos). No hay que olvidar el juego paródico
propuesto desde el principio del primer volumen. Síntesis de todos
esos maestros inmensamente crueles de las artes marciales, Tarantino manipula
de manera ambigua la figura de Pai-Mei. Por un lado, transmite la obediencia
ilimitada que La Novia debe tenerle si desea sobrevivir el entrenamiento;
por el otro, no es posible ignorar lo caricaturesco y ridículo que
resulta el personaje (la abundancia de sus cejas, el peinado estrambótico
y el jugueteo constante con su barba). Sí, homenaje al mismo tiempo
que parodia. En este capítulo también se sientan las bases
para enfrentar a los últimos dos nombres en la lista de La Novia:
Elle Driver y Bill.
El homenaje —otro motivo más allá de lo recurrente durante
los diez episodios— es sólo uno de los elementos que alían
los capítulos tres y ocho: "El origen de O-Ren" y "La cruel tutela
de Pai-Mei". Por una parte, tenemos el anime, y por la otra, las
películas de kung-fu: China y Japón con un sabor oriental
algo pasteurizado. Pero otro engranaje los hace girar juntos y es el tema
del aprendizaje de una asesina. Ya se vio, a través de aquel grandioso
anime
del primer volumen, a través de un género venido de Japón,
cómo O-Ren (Lucy Liu) venga la muerte de sus padres y después
se convierte en una homicida a sueldo. Se atestiguó además
por qué razones esta niña asustada se transforma con los
años en una de las mejores serpientes venenosas del mundo. Presenciamos
por qué razones una asesina quiere ser la número uno. Ésta
es la historia de una venganza proyectada hacia el pasado. Ahora, en el
capítulo ocho sabremos cómo la Novia también se convierte
en una víbora mortífera a través de las enseñanzas
de Pai-Mei y cómo este cruel maestro que odia a las mujeres caucásicas
y gringas termina convencido de que Beatrix es probablemente la mejor alumna
que ha tenido. Pai-Mei, escondido entre las montañas chinas, le
facilitará otras armas a La Novia, además de la espada Hanzo,
para vencer a sus oponentes. Ella ha perdido su "acero japonés",
sí. Pero eso no será importante si la heroína tiene
a disposición sus puños para escapar de la tumba de Paula
Schultz. Ésta, la de Beatrix, es la historia de la venganza en el
presente y, por supuesto, habrá una en el futuro. Sin embargo, eso
quedará claro más adelante, en el quinto círculo.
Cuarto círculo: 2 y 9.
En el cuarto círculo se encontrarían "Elle y yo", el capítulo
nueve, y "La Novia cubierta de sangre", el dos. Desde el título
del nueve Tarantino está jugando con el significado de las palabras.
Sin duda, resulta interesante que el pronombre personal "yo" ("I") sea
palabra homófona en inglés de "ojo" ("eye") pues son precisamente
los ojos (el ausente y el sano) los que destacan en la asesina más
traicionera, malvada e imponente del grupo DiVAS. Elle Driver (Daryl Hannah)
es la peor villana de este volumen y, en sí, su personaje nos promete
la pelea más emocionante. Elle detesta a Beatrix aunque afirme su
respeto por ella como profesional del homicidio (según dijo durante
su rápida aparición de enfermera en el volumen uno). Después
de todo, Driver vino a sustituir a La Novia como la amante de Bill. De
ser la dos, con la masacre de Two Pines, se transformó en la número
uno. Quizás su sueño sea estar a la altura de su predecesora.
Al menos, ante Bill. Sin embargo, antes de que Budd sucumba por la picadura
de la Mamba Negra —artimaña para que las sospechas de la muerte
recaigan sobre Beatrix; después de todo, su sobrenombre en DiVAS
era precisamente "Mamba Negra"—, Elle confiesa que se siente decepcionada
de no haber enfrentado a la mejor guerrera en el campo de batalla y, sobre
todo, de que su mayor contrincante haya caído a manos de un pelagatos
traicionero como él. Sin embargo, la Driver es tan traicionera como
su actual y moribundo cuñado. A diferencia de La Novia, que en el
volumen uno encaró a Vernita y a O-Ren en duelo y siguiendo los
códigos de honor establecidos por las cintas de samuráis
o los westerns, Elle es capaz de cualquier estratagema con tal de
salir victoriosa del enfrentamiento. Elle podrá respetar a Beatrix,
pero es difícil pensar que el respeto sea mutuo.
El personaje interpretado por Hannah transita con soltura entre el capítulo
dos y el nueve. Su primera aparición se dio en el volumen uno mientras
silbaba complaciente en el hospital de El Paso, durante aquel homenaje
técnico a Brian DePalma, poco después de la masacre en la
capilla y cuando estuvo a punto de matar a una Novia comatosa. Además
de la presencia de Elle Driver, en los episodios dos y nueve se frustran
los homicidios anunciados. El primero, Elle contra Beatrix. El teléfono
celular de Bill impide la introducción del "regalo" de Elle en el
cuerpo de La Novia durante la secuencia del hospital (porque para Bill
asesinar a una contrincante mientras duerme lo rebajaría). Elle,
como ya vimos, afirma tenerle respeto a La Novia. Pero en realidad no respeta
a nadie. Por algo mata a traición a Budd. Y años antes hizo
lo mismo con Pai-Mei, el maestro de Beatrix. Al enterarse La Novia, en
una ominosa escena que remite a otras películas donde el alumno
debe vengar la muerte de su maestro, se da el otro homicidio frustrado.
Una de las peleas más esperadas finaliza con un anticlímax.
¿Por qué Beatrix no mata a Elle Driver? ¿Por qué
después de la ira contra sus enemigos mostrada en el primer volumen
se limita a sacarle el ojo sano? Quizás La Novia no la mata porque
le ha perdido el respeto. Su contrincante en la batalla es una traicionera,
ha transgredido los códigos de honor y no está a su altura.
Aunque sí alcanza a vengar la muerte de su maestro Pai-Mei sacándole
el otro ojo. De ahí la homofonía entre "yo" y "ojo" en el
idioma original del filme.
En estos dos episodios también es relevante la identidad de La Novia.
Dentro de la capilla, en "La Novia cubierta de sangre", el personaje central
deja de ser Arlene Maquiavelli —su alias para huir de Bill—, antes de poder
transformarse en la señora de Tommy Plympton, y pasa a ser La Novia.
Es así bautizada por las autoridades tejanas gracias al vestido
usado en el ensayo. Y durante todos estos capítulos la hemos conocido
como La Novia. Cuando algún personaje ha dicho su nombre verdadero
(Vernita, O-Ren, Bill) éste era ocultado por el director con un
pitido molesto más que nada para atraer la atención sobre
su identidad. Pero ahora, durante el capítulo nueve, Elle Driver
dice al fin el nombre de La Novia: Beatrix Kiddo. Así, esta mujer
cambia de identidad como cambia de sobrenombres: Mamba Negra como integrante
de un grupo de asesinos, Arlene Maquiavelli como fugitiva del mismo, la
señora de Tommy Plympton como una ilusa sin pasado, La Novia como
furia vengativa y por último volverá a ser Beatrix Kiddo
y, sobre todo, Mami.
Quinto círculo: 1 y 10
Los capítulos diez, "Cara a cara", y uno, "2", trazarían
el siguiente círculo. Si en otros episodios China y Japón
parecían observados a través de un lente con enfoque inverosímil,
algo semejante sucederá en México, el país donde se
halla Bill. ¿Qué hace aquí, por ejemplo, una canción
como "Tu mirá"? La última escala de La Novia, antes de enfrentarse
a su ex jefe, ex amante y ex maestro, es la de la "cabaña" del padrote
Esteban Vihaio (Tarantino intenta otro juego con tal apellido, un juego
nada efectivo para nosotros pues Vihaio tal vez lo pronunciaría
un anglo parlante como "viejo"). Éste es, entonces, el México
pasteurizado de Robert Rodríguez, "hermano" de Tarantino de acuerdo
con los créditos finales del primer volumen —aunque sí deberíamos
agradecer que en este México los personajes tomen tequila y preparen
sándwiches con pan Bimbo. Esteban es un reflejo de la personalidad
de Bill. Como dice La Novia, el padrote es una figura paterna más
del homicida. Y Bill, como su modelo, también es un padrote. Sin
embargo, él, en lugar de prostitutas, recluta asesinas. De ahí
que afirmara antes que la relación entre Bill y Beatrix también
se da en el plano padrote-prostituta. Si Gordon Liu repite papel con Pai-Mei,
¿por qué no iba a hacer lo mismo el actor norteamericano
Michael Parks? En el volumen uno era el sheriff Earl McGraw y ahora será
el empresario retirado cuyo origen queda en la duda pues ese mismo acento
de supuesto mexicano lo hizo Parks en la serie Twin Peaks cuando
interpretó a un quebequense. Sin embargo, lo importante es que Esteban
le indica el camino a Beatrix para hallar a Bill. El espectador llega al
momento de la catarsis y hasta de eso se burla Tarantino cuando en boca
de Bill hace un guiño autoreferencial: "Antes de que esta historia
de venganza sangrienta llegue a su clímax, voy a hacerte algunas
preguntas".
Cuando Beatrix arribe a la lujosa guarida de Bill, se llevará la
gran sorpresa que al final del volumen uno nos estremeció tanto:
la hija que La Novia creía muerta, está viva. La historia
de Beatrix Kiddo alcanza el punto álgido en este instante. La asesina
queda guardada unos minutos para dar paso a la madre (esa doble personalidad
sobre la que más adelante hablará Bill en su largo discurso
sobre los superhéroes de los cómics). El preludio del primer
volumen cuenta en blanco y negro cómo Bill le dispara a Beatrix
en la cabeza mientras ella le dice que el bebé que espera es suyo.
Tras el estridente balazo, entra el oportuno y tristísimo tema de
Nancy Sinatra, "Bang, Bang (My Baby Shot Me Down)". El inicio de la aventura
se ve reflejado en el "bang, bang" de la pequeña B. B. con su pistola
de juguete cuando La Novia apunta a Bill con la suya, la de verdad. De
esta manera, la reunión con la niña concuerda con el instante
de la pérdida. Y la última pelea da inicio aquí, cuando
Bill le presenta a la niña a Beatrix. La hija de los dos asesinos
(bautizada adecuadamente en el guión original como B. B. Gun o,
en cristiano, "Escopeta de salvas") es el arma psicológica que le
queda a Bill para defenderse de su ex pupila. El reencuentro de los antiguos
amantes remite de inmediato al capítulo con el que abre el volumen
dos, el de "Masacre en Two Pines", dándole circularidad a esta segunda
parte sin afectar la del conjunto entero, la de los diez capítulos.
Cuando la criaturita está dormida y, una vez dadas las explicaciones,
Bill y Beatrix se enfrentarán en un duelo de espadas. El enfrentamiento
dura escasos segundos. Bill es el mejor espadachín. Pero ella (a
final de cuentas la heroína de la historia) tendrá un as
bajo las yemas de sus dedos, un as otorgado por Pai-Mei. Si ya le rompió
una vez el corazón a este killer sentimental —por citar el
título de la noveleta de Luis Sepúlveda— ¿por qué
no podría volver a hacerlo?
En el penúltimo círculo se verán encadenados los capítulos
"Cara a cara" y "2" por los ojos de las niñas. El episodio uno y
el diez se corresponden por las presencias de Nikki, la hija de Vernita
Green, y B. B., la hija de La Novia. En "2", La Novia hizo lo posible por
no matar a Vernita (Vivica A. Fox) enfrente de la niña porque, después
de todo, Beatrix escapó del grupo a causa de su maternidad y hasta
cierto punto, una vez conocida la larga explicación, Vernita es
la Víbora Mortal con la que más se podría identificar.
Logró lo que La Novia no pudo: ser madre y retirarse del negocio.
Sin embargo, La Novia fracasa y la niña ve cómo muere su
madre. No le sucederá lo mismo en el diez. Beatrix esperará
a que su hija se duerma para alcanzar el objetivo codiciado desde su renacimiento
del coma: matar a Bill. Con estos dos capítulos, Tarantino siembra
las semillas para la venganza del futuro, la que podría ser, ahora
sí, la secuela de Kill Bill; otra cinta donde Nikki le tome
la palabra a La Novia con aquello de "Te estaré esperando" y trate
de vengar la muerte de su madre en B. B. Gun. Pero, para eso, los fanáticos
de Kill Bill tendremos que esperar mucho más en comparación
con los de Harry Potter o La guerra de las galaxias. Según
Tarantino, ese proyecto no lo retomará hasta dentro de quince años.
Sexto círculo: la venganza y la leona.
El último círculo encerrará las otras circunferencias
y estará constituido por dos frases. En la reseña anterior,
la del primer volumen, mencioné la cita de Viaje a las estrellas
con la que Tarantino, minutos antes del balazo en la cabeza, abre Kill
Bill: "La venganza es un manjar que se sirve mejor frío". Al
final del segundo volumen, cuando termine la película con madre
e hija abrazadas frente a la televisión, vendrá la frase
"La leona se ha reencontrado con su cachorra y todo está bien en
la selva". Esta frase es gemela del "epígrafe" del primer volumen.
Con la leona (el emblema que Hanzo inscribe en la espada de Beatrix) cierra
el círculo más grande dentro del cual quedan encapsulados
los otros, dándole así a toda la obra una estructura circular
y perfectamente cerrada.
Tengo que admitirlo. Quizás esta estructura especular de círculos
concéntricos no haya sido la intención de Tarantino. O tal
vez sí, tal vez lo planeó muy bien. Lo más probable
es que sean especulaciones de alguien que ha visto demasiadas veces Kill
Bill. Sin embargo, gracias a la división de la película
en dos tomos y al buen tino del director, Kill Bill Volumen 1 y
Kill
Bill Volumen 2 funcionan también como entidades independientes.
Después de todo, cada una posee su introducción, su desarrollo
y su final. Ya veremos qué tal le queda a Tarantino la edición
completa de la cinta, presentada en el festival de Cannes en mayo pasado.
En mi opinión, la estructura se presenta mejor ante los ojos del
tarantinómano cuando termina por cerrarse. Y si habrá pronto
o no en las salas de cine una edición especial para las cuatro horas
de Kill Bill importa poco. Al fin y al cabo, sí hay películas,
completas o divididas, que marcan la existencia.
Publicado en Acequias
el otoño de 2004.
—Kill Bill: La venganza. Volumen
1 y Volumen 2 (Kill Bill: 2003 y 2004). Dirigida por Quentin
Tarantino. Protagonizada por Uma Thurman y David Carradine.
Índice
Página principal