El bueno, el malo y el feo (I)

Miguel Báez Durán

Mentiras desnudas

        El director inglés Mike Leigh, precursor del género fílmico denominado realismo social, está siendo alabado por el Óscar con las diferentes nominaciones otorgadas a Secretos y mentiras. Quizás a este británico no le emocione tanto el cumplido después de ganar la Palma de Oro en Cannes el año pasado y de recibir, de dicho festival, el premio al mejor director en 1993. Como una feliz casualidad, el canal 22 de México exhibió, en días recientes, Al desnudo (Naked, 1993), cinta que le valiera tal reconocimiento.
        Johnny (David Thewlis) es un filósofo andrajoso, caído en la misantropía y en la misoginia, que, al cabo de lastimar sexualmente a una de sus múltiples parejas, escapa de Manchester para no ser golpeado y se refugia en el departamento londinense de Louise (Lesley Sharp), una ex novia. Acto seguido, el espectador y Johnny vagarán juntos por las hostiles calles alternando con todo tipo de seres: drogadictos, escoceses neuróticos, veladores, mujeres exhibicionistas, choferes, contaminadores visuales, sádicos violadores, jóvenes traumatizadas y hasta perfeccionistas. Estos personajes, sin excepción, son sombras solitarias y fantasmas perdidos. Son, para sí, anodinos y simples, peleles en su realidad. Pero, atravesando la barrera impuesta por la pantalla, se vuelven extraordinarios y entrañables para nosotros. Nuestro repugnante antihéroe, Johnny, a pesar de sus insultos y de su irónica careta, es un hombre sensible y pensante con una ideología propia sobre la sociedad, la teología y el fin del mundo. La escena con mayor impacto no trae integrados golpes, coitos anales o insultos. Su fuerza estriba en el poder de convencimiento que Johnny utiliza contra el velador Brian (Peter Wight), enumerándole uno a uno los signos de un apocalipsis moderno, para demostrarle su insignificancia. La impresionante actuación de Thewlis, degradado actualmente a papeles secundarios y en películas tan comerciales como Corazón de dragón o La isla del doctor Moreau, agradó hasta al jurado de Cannes ya que le concedió el premio de interpretación masculina ese año. Al desnudo, por el movimiento caótico de su cámara, termina mareando, alterando los sentidos y grabando en la mente el paso de un complejo personaje, Johnny, y la supremacía de una sola escena. Ansiando el conocimiento de sus Secretos y mentiras, diremos que este intento de Mike Leigh, es de los buenos y desafiantes.

La venganza de la Hurley

        ¿Medidas extremas o Vidas cruzadas (no la de Robert Altman)? Ese fue el dilema que un buen número de cinéfilos experimentamos la penúltima semana de febrero. Ahora,  pasado el suplicio que representó ver ambos trabajos, el dilema es saber cuál de los dos es peor. Estos bodriazos, aunque de tramas diferentes, tienen aspectos en común: un artorcete de segunda llamado David Morse y la capacidad de provocar diez bostezos por minuto. Como el espacio nomás alcanza para una, destazaremos ese regalito que la modelo, actriz y productora Elizabeth Hurley le diera a su novio, Hugh Grant, luego de hacerse público su desliz con una prostituta, para convertirlo en lo que ya antes hemos denominado “inmigrante defecado”.
        Guy Luthon (Grant) trabaja en un hospital de Nueva York y, por ser testigo del turbador fallecimiento de un paciente que le suplica ayuda a ojo pelado, se empieza a inmiscuir en los experimentos del doctor Myrich (Gene Hackman). Mientras un clintonesco e inútil agente del FBI (David Morse) trata de asesinarlo, la joven enfermera Jodie (Sarah Jessica Parker) lo protegerá. El tartamudo protagonista descubre una verdadera mafia de inválidos comandados por Hackman. Una organización que incluye doctores, policías, agentes federales y enfermeras abnegadas que, mera coincidencia, tienen a algún pariente cercano confinado a la discapacidad. Estas personas están tan obsesionadas con el padecimiento de sus seres queridos que son capaces de mentir, robar, matar y hasta utilizar indigentes como conejillos de indias para que los enfermitos caminen. Para ellos, la palabra resignación no existe. No cabe duda de que gringolandia es la tierra, no de las oportunidades, sino de la lástima. Pero sólo para los paralíticos. Y los paralíticos que tienen dinero. Porque los que son indigentes terminan siendo carne de laboratorio. Los chantajes sentimentales contra Guy Luthon y contra el espectador no se detienen. Los tullidos, con un suero mágico, hasta le hacen creer a este “brillante” doctor, becado en la NYU, que ha perdido una parte de su espina dorsal.  El colmo de la sensiblería llega cuando el moqueteado médico sale del elevador para encontrarse con una mujer en silla de ruedas. Sin embargo, no es esta serie de necedades la que destroza el filme. Es el ritmo monótono y lento, hasta de efectos narcóticos, el cual le roba cualquier gramo de suspenso que el argumento pudo haber tenido. Es el encasillamiento de Grant en el papel del británico tímido e inseguro. Es la fingida redondez que pretenden darle a la anécdota cuando Hackman es baleado y pide ayuda, como el primer muerto, con los ojos desorbitados. Es la siniestra maquinación de Liz Hurley, mujer despechada, contra su novio. Es que Medidas extremas (Extreme Measures, 1996), por donde se le vea, es de las cintas malas.

Esos maravillosos títulos de las películas

        Los sujetos que traducen los títulos de los largometrajes, por lo regular en inglés, tienen un vocabulario paupérrimo, serio desconocimiento sobre la lengua de Shakespeare y mentalidad de Corín Tellado. Así, por obra y gracia de tales retrasados, Jerry Maguire se convierte en Amor y desafío, Michael Collins en El precio de la libertad, Larry Flynt en El nombre del escándalo, Crash en Extraños placeres, Fargo en Secuestro involuntario, Sleepers en Los hijos de la calle y dos obras distintas, Short Cuts de Robert Altman y The Crossing Guard de Sean Penn (el churro melodramático citado con anterioridad), reciben el nombre de Vidas cruzadas. El más reciente ejemplo es Garras (The Ghost and The Darkness, 1996) cuya traducción hace pensar más bien en dos actrices felinescas y semiencueradas peleando en el campeonato mundial de luchas sobre lodo que en un par de leones sanguinarios.
        El coronel John Patterson (Val Kilmer) es un constructor de puentes ferroviarios enviado a África meses antes del nacimiento de su primer vástago. De súbito, gana el respeto de sus subordinados al matar a un león de un tiro y, sin remedio, le cae la maldición gitana: dos mininos gigantescos bautizados por los nativos como “El fantasma” y “La oscuridad” (título original de la cinta). Entonces aparece el cazador Remington (Michael Douglas) prometiendo destruir a las dos bestias. Este argumento, escrito por William Goldman, está basado en un caso verídico. Garras contiene varios momentos de tensión y entretenimiento, aunque su estilo sea similar al de otros filmes, como el clásico King Kong, Tiburón o Parque Jurásico, donde la fauna es el terror de los hombres, y a pesar de que su banda sonora nos recuerde a El rey león. Es una película para matar, además de felinos, el tiempo. De ahí en más, no se le puede pedir nada extraordinario. Las actuaciones de Kilmer y de Douglas son apáticas y débiles. El acento irlandés de John Patterson, tan escurridizo como la pareja de leones, aparece y desaparece cada diez minutos. Remington es un enigma sin pasado y sin mucho futuro tampoco. Entra tarde a la trama y se retira temprano. ¿Qué decir de esa carcajeable y onírica escena donde la mujer de Patterson baja del tren para ser devorada, con todo y bebé, por uno de los gatotes?  La fatalidad hollywoodense nos sirvió para predecir esta secuencia en cuanto apareció la familia de Patterson retratada por el celuloide. De no haber sido, dicha escena, una pesadilla del atormentado coronel, Garras habría entrado al terreno de lo chusco, estaría renglones más arriba y no tendría un lugar privilegiado entre los filmes feos.

Al desnudo (Naked, 1993). Dirigida y escrita por Mike Leigh. Producida por Simon Channing Williams. Protagonizada por David Thewlis, Lesley Sharp y Robin Wight.
Medidas extremas (Extreme Measures, 1996). Dirigida por Michael Apted. Producida por Elizabeth Hurley. Actúan: Hugh Grant, Gene Hackman y Sarah Jessica Parker.
Garras (The Ghost and The Darkness, 1996). Dirigida por Stephen Hopkins. Producida por Gale Anne Hurd. Protagonizada por Val Kilmer y Michael Douglas.

Publicada en La tolvanera el 24 de marzo de 1997.

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