El bueno, el malo y el feo (XVIII)
Miguel Báez DuránEl obligado recorrido a las cinco nominadas al Óscar termina con el estreno en VHS de Los Ángeles al desnudo (L.A. Confidential, 1997). Su paso por la cartelera el año pasado fue más bien patético —si acaso siete o catorce días— porque los dueños de las salas jamás auguraron su nominación al premio de la Academia. Los críticos gringos, por otro lado, la celebraron bastante —tal vez no había nada más que celebrar entre las producciones de 1997— y como las otras cuatro menciones (Titanic, Todo o nada, Mejor: imposible, Mente indomable) ésta tampoco constituye ninguna joya cinematográfica, aunque sin duda supera a sus ex contrincantes. Confidencial y anacrónica
El argumento se centra en tres policías de la citada ciudad que, sin saberlo, investigan el mismo caso allá por los años cincuenta —era de ingenuidad, represión y familias felices. Bud White (Russell Crowe) es el abusador carente de cerebro y defensor de damiselas maltratadas. Ed Exley (Guy Pearce) es el soplón ambicioso y odiado. Jack Vincennes (Kevin Spacey), con su espíritu hollywoodense, es el asesor técnico de un programa de televisión —Placa de honor, obvia referencia a Dragnet— y cómplice de Sid Hudgens (Danny DeVito), editor de la Fama de aquellos tiempos. Como en toda cinta policiaca, aparece la voluptuosa y exuberante rubia de pasado y presente tormentoso: Lynn Bracken (Kim Basinger), remedo prostitutil de Verónica Lake.
Los mayores tropiezos de Los Ángeles al desnudo son los de la historia adaptada por el director Curtis Hanson en base a la novela de James Ellroy. Los policías son en suma taimados y casi ingresan en el kínder emocional de Mente indomable. El oficial Bud White es un tipo rudo y gorilón al que sólo llaman para golpear gente. El público no tarda en enterarse, mucho antes que el guionista, que White se convirtió en policía porque su papi le golpeaba a su mami. Dígase lo mismo del teniente Ed Exley quien, por perseguir la sombra del padre muerto y vengarse de su homicida no identificado escala posiciones pisándole los callos a los demás. Ni mencionar los repentinos remordimientos del sargento Jack Vincennes por el asesinato de un actor bisexual. ¿Mentalidad cincuentera o ñoñería del autor? Eso sin contar lo previsible que puede tornarse la trama para aquellos conocedores de los engaños y artimañas recurrentes en el género de suspenso. Como siempre hay una rubia en problemas, espejos para fisgones, fotógrafos chantajistas así como droga y sexo de por medio. Al final, para caer en más lugares comunes, el orangutanesco White se alía con el pedante Exley y así acabar con los malosos, son la perfecta combinación para destruir a los corruptos: músculo e intelecto, policía bueno y policía malo. Sin embargo, la forma en Los Ángeles al desnudo es impecable. La fotografía, el vestuario, la ambientación y la banda sonora alcanzan la excelencia y sólo le faltó a Hanson deshacerse de los colores para que su obra se transformara en un filme de la época. El neozelandés Russell Crowe (La suma de nosotros) y el australiano Guy Pearce (The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert) llevan bien sus roles protagónicos. Pero ninguno logra eclipsar a un magnífico —ya como regla— Kevin Spacey. Loables soportes brindan al cuadro Kim Basinger y Danny DeVito. Para que a Curtis Hanson no se le derramara la bilis con el triunfo de James Cameron y su Titanic, la Academia le concedió el premio a mejor guión adaptado y a la Basinger, el de mejor actriz de reparto. Los Ángeles al desnudo constituye una sorpresa en la carrera del realizador —recuérdense las insignificancias de La mano que mece la cuna o El salvaje río— además de un ensayo sobre la corrupción y el crimen de argumento débil pero presentado con maestría. En suma: una buena película, aunque anacrónica y especial para nostálgicos.Buena puntada del canal TVC de cable resultó programar el domingo 10 de mayo el largometraje Ten cuidado con mamá (Serial Mom, 1994) o en su menos sutil título: Mamá es una asesina. No sucedió lo mismo con la premier por único día de Impacto profundo en principales ciudades del país, próxima a estrenarse y siendo la misma gata revolcada de When Worlds Collide. La responsabilidad de Serial Mom recae en el muy satanizado director John Waters, rey cinematográfico del kitsch y de la mierda. Entre sus escatológicos antecedentes se encuentran Pink Flamingos, Polyester, Hairspray, Cry-Baby y Ten cuidado con mamá, éstas ya en el plano comercial. Waters no se anda con rodeos y siempre ha confesado que provocarle el vómito al espectador para él equivale a un aplauso. Perfecta asesina
Waters erige a Beverly Sutphin (Kathleen Turner) como su heroína. Beverly es la esposa de Eugene (Sam Waterson), un dentista del área de Baltimore, y madre de Chip (Matthew Lillard), adicto al gore, y Misty (Ricki Lake), muchacha inocente y obesa. Ama de casa ejemplar, observadora de pájaros, dedicada a separar la basura orgánica de la inorgánica y celosa de su hogar a tal grado que elimina a cualquier bicho o persona con tal de preservar su perfecta armonía; Beverly es también una cruel asesina. La euforia estadounidense de finales de los ochenta y principios de los noventa ante el homicida serial —euforia que incluyó no sólo trabajos fílmicos sino también juegos de mesa y tarjetas coleccionables— da pie para que Waters se burle sin tapujos de este bizarro fenómeno de fascinación por los más sanguinarios delincuentes.
Beverly, como diría uno de los detectives al conocerla, “parece mamá de televisión”. Prohibiciones al chicle, el reciclaje ecológico, pasteles para las autoridades escolares y buenos modales. Mamá de los Brady, mamá de los Partridge o mamá de Beaver. Ella es también la Harriet de Ozzie Nelson. Madre y maestra. La comicidad explota cuando bajo esa fachada se descubre el depredador listo para defender el núcleo familiar. La lista de víctimas será larga. En principio, una vecina que le robó Beverly un lugar en el estacionamiento del supermercado sufrirá el constante flujo de llamadas obscenas. El maestro de matemáticas que critica el efecto de la vida familiar en el hijo será aplastado por una camioneta. El novio que planta a la hija por una sensual güera terminará pinchado con un atizador. La pareja de molestos clientes del esposo también perecerán, así como esa viejita que no rebobina sus cintas de video o el adolescente que no se pone el cinturón de seguridad o, en el peor de los casos, esa mujer del jurado que se atreve a infringir los lineamientos de la moda. Al segundo homicidio, Baltimore entero sospecha de la amable señora Sutphin. Su esposo, por ejemplo, encuentra literatura para homicidas, fotos de Richard Speck —el asesino de enfermeras—, recortes del caso Charles Manson y hasta la voz grabada de Ted Bundy. Más tarde, esta carismática e inteligente mujer también aniquilará la credibilidad de los testigos en su contra y saldrá libre para seguir siendo una “buena” madre. Con Ten cuidado con mamá John Waters ataca desde su ciudad natal a las clases media y alta, pisotea el famoso sueño americano, acaba con la ingenua visión de la familia cincuentera. El universo de Beverly Sutphin está plagado de maestros tiranos e intolerantes, gente maleducada y sin consideración, de jóvenes puñeteros, enemigos del ecosistema, pretendientes falsos y dulces ancianas admiradoras de Anita, la huerfanita. Todos ellos son entes que merecen la destrucción. El desarrollo llevará al espectador a la all american corte judicial. El culto a la progenitora asesina, aunque parezca absurdo e irreal, no es tan distinto al que algunos norteamericanos rinden a nombres como John Wayne Gacy, David Berkowitz o al muy sobado inglés Jack. Los hijos y el esposo aprovechan los quince warholianos minutos: venta de libros, camisetas, derechos de autor. No hay nada mejor que tener un homicida serial en la familia. Este largometraje de Waters es una melcocha interesante de humor flatulento, pastelero e irónico. John Waters, el verdadero rey de la basura. Ten cuidado con mamá será muy mala pero es preferible a segundas partes como Scream 2 o Un hombre lobo americano en París. Si así está la primavera, ¿cómo será el verano con bodrios tan comerciales como Godzilla, Impacto profundo o Armageddon? De agradecerse es, por lo tanto, el respiro que recibirán los cinéfilos de la región los días 4 y 5 de junio con Shoah, el documental sobre el holocausto de Claude Lanzmann.Hollywood nunca logró ocultar su fascinación por las comedias musicales. Para la mentalidad de la posguerra, el entretenimiento puro se encarnaba en Fred Astaire, Gene Kelly o Ginger Rogers. Desde Cantando bajo la lluvia, Amor sin barreras y La novicia rebelde hasta los setenta con el inevitable cambio de ideología, estos filmes integraron la educación cinematográfica de todo el mundo. El género, sin embargo, ha encontrado su muerte en las nuevas generaciones. Para el entorno contemporáneo se torna hasta perverso mirar sobre la pantalla una situación donde los personajes dialogan y de súbito cantan o bailan como reforzamiento a la historia. Simplemente, ya nadie se lo traga. Aún así los intentos por resucitar este desahuciado género no faltarán. El más intrigante de ellos viene a ser el del director estadounidense Woody Allen con la película Todos dicen que te amo (Everyone Says I Love You, 1996). Los enredos musicales de Woody
Tras el escándalo con Mia Farrow y su hija adoptiva, tras películas tan inolvidables como Balas sobre Nueva York o Poderosa Afrodita; Allen le concede al público su visión, bastante personal, de los musicales. En Todos dicen que te amo presenta los enredos de una familia neoyorquina cuyo cosmopolitismo y fortuna escapan al entendimiento del mexicano promedio. Una de las hijas, Djuna (Natasha Lyonne) o DJ, narra el argumento. Steffi (Goldie Hawn), la madre, se ha casado en segundas nupcias con Bob (Alan Alda), un abogado. A pesar de eso Joe Berlin (Woody Allen), el padre biológico, los sigue visitando con frecuencia. A este cordial trato entre divorciados habría que agregar los hermanos postizos —Scott (Lukas Haas), Lane (Gaby Hoffman), Laura (Natalie Portman)— y los verdaderos, como Skylar (Drew Barrymore) y su prometido Holden (Edward Norton) con quienes el director abre su burlesca fábula. Pronto entrarán a este círculo el psicópata ex convicto Charles Ferry (Tim Roth), de cual se enamorará Skylar, y Vonnie (Julia Roberts), futuro romance de Joe Berlin al cual accederá por los consejos de Djuna. De vez en cuando, una canción con coreografía irrumpe sin remedio a las rutinas diarias de estos personajes.
Todos dicen que te amo se siente en ocasiones floja por los números musicales y su anacronismo —la mayoría de la canciones fueron interpretadas por el reparto a excepción de Drew Barrymore cuya capacidad para perturbar los oídos quedó excluida. Durante las secuencias habladas, sin embargo, resurge la fuerza neurótica de la obra de Allen. Con unos diálogos trepidantes e incisivos corre la anécdota cuya finalidad es sólo entretener, divertir, arrancar sonrisas. El acierto reside más que nada en la idea de que ni el amor ni la amistad son perdurables. Djuna, Joe y hasta la dulce Skylar se enamoran con una facilidad pasmosa. De la misma manera terminan sus idilios y los reanudan. Aunque, al final —mientras Steffi es lanzada al cielo por los brazos de Joe—, el espectador se entera de que no todos los sentimientos en el cosmos alleniano están perdidos. El acercamiento del cineasta al género musical tampoco extravía su dirección. Como es costumbre, Todos dicen que te amo llega retrasada a los estantes de los videoclubs y ni siquiera tuvo una oportunidad en las salas exhibidoras de La Laguna —le hicieron el feo en aras de producciones más rentables. Fue tal el rezago fílmico que ya Los enredos de Harry, su siguiente cinta, se proyecta con la XXXI Muestra Internacional de Cine.—Los Ángeles al desnudo (L.A. Confidential, 1997). Dirigida por Curtis Hanson. Producida por Curtis Hanson, Arnon Milchan y Michael Nathanson. Protagonizada por Kevin Spacey, Russell Crowe, Guy Pearce, Danny DeVito y Kim Basinger.
—Ten cuidado con mamá (Serial Mom, 1994). Dirigida por John Waters. Producida por John Fiedler y Mark Tarlov. Protagonizada por Kathleen Turner, Sam Waterson, Ricki Lake y Matthew Lillard.
—Todos dicen que te amo (Everyone Says I Love You, 1996). Dirigida por Woody Allen. Producida por Robert Greenhut. Actúan: Alan Alda, Woody Allen, Drew Barrymore, Goldie Hawn, Julia Roberts, Tim Roth, Edward Norton y Natasha Lyonne.
Publicada en La tolvanera el 18 de mayo de 1998.