Cinefilia (I)
Miguel Báez DuránAhora, a comienzos del milenio, las estrellas del cine juvenil estadounidense llevan los nombres de Neve Campbell, Freddie Prinze Junior, Reese Witherspoon, entre otros. Hace quince años, las flamantes estrellas —en la actualidad algo olvidadas— eran los y las integrantes del entonces famoso “Brat Pack”, protagonistas de cintas como El primer año del resto de nuestras vidas (St. Elmo’s Fire, 1985) y El club de los cinco (The Breakfast Club, 1985). De la última se hará el comentario. El club de los olvidados
El club de los cinco sigue las reglas del género juvenil en los Estados Unidos: abundancia de modismos y gracejadas sin importar demasiado el argumento. Pero, a diferencia de otras, se construye con base en una utopía que consiste en la convivencia y el diálogo armónico entre cinco representantes de los grupos arquetípicos de una preparatoria norteamericana: los nerds, los deportistas, los fresas, los delincuentes y los raros. Cinco estudiantes han sido castigados y tienen que pasar la mayor parte del sábado en la biblioteca bajo la supervisión de Richard Vernon (Paul Gleason), un maestro autoritario: Brian (Anthony Michael Hall) estudia hasta en su tiempo libre, Andrew (Emilio Estevez) lleva con orgullo la chamarra del equipo de lucha, Claire (Molly Ringwald) no sólo llega acompañada de su padre en un BMW sino que almuerza sushi, John (Judd Nelson) lanza altisonancias mezcladas con burlas hacia los demás y Allison (Ally Sheedy) sólo rompe su mutismo con el ruido que hace al comerse las uñas.
Lo prefabricado de la situación no es un obstáculo a salvar y lo que parece imposible termina por realizarse. Después de pelear entre ellos, contra el maestro que los vigila, fumar marihuana y compartir sentimientos y frustraciones a lágrima tendida a manera de talk show; los cinco terminan, a pesar de sus diferencias, siendo amigos —aunque el lunes por la mañana, como ellos saben, se desbarate la efímera cordialidad. Aunque no geniales, las buenas actuaciones del joven reparto reflejan el juego de apariencias e identidades falsas de la preparatoria, el afán —a veces inexplicable— de pertenecer a ciertos grupos sin medir consecuencias, sin analizar con profundidad las causas de tal comportamiento. El final, sin embargo, se torna en extremo optimista. No hay que pedirle más a un director como John Hughes quien también es responsable de El tío Buck o, como escritor, de Mi pobre angelito, Daniel, el travieso y Flubber. Tan fugaz como la utopía de los cinco personajes fue el estrellato del “Brat Pack”. El olvido en el que algunos de estos actores se encuentran hoy nos lleva a pensar que Neve Campbell, Freddie Prinze Junior o Reese Witherspoon serán en pocos años materia de programas gringos de chismes y lo serán sólo para lanzar la pregunta: ¿Dónde están ahora?Siempre sorprenden los éxitos millonarios que parecen salir de la nada. Aunque después se llenen de secuelas. Un hecho inusitado en cuanto a taquilla; así se ha definido la cinta El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, 1999). El único referente para tales acusaciones es, claro, el económico. Una leyenda inasible
Heather (Heather Donahue) es líder en un trío de estudiantes de cine que se internan en los bosques de Maryland para realizar un documental sobre la legendaria bruja del pueblo de Burkittesville, antes conocido como Blair —de ahí el título de la cinta. Antes de hacerlo, la joven y sus dos tamemes —Josh (Joshua Leonard) y Mike (Michael C. Williams)— se entrevistan con varios habitantes del pueblo. Una vez en el bosque, filman escenas del documental, bromean, se pierden, escuchan ruidos extraños y encuentran incomprensibles manipulaciones de la naturaleza hasta desaparecer para dejar como única huella sus cámaras. Como antifaz del argumento se le da la advertencia al espectador: lo que ve es real o, más bien, aparenta serlo en lo posible. Se trata de un documental de ficción. Así se justifica el uso de cámaras de mano y la incesante agitación de las imágenes, técnica conveniente para aquellos que no cuentan con un presupuesto multimillonario al estilo hollywoodense.
Innecesario resultaría repetir que El proyecto de la bruja de Blair deja la mayor parte del terror implícito. Ya se ha dicho antes hasta el cansancio: no hay apariciones ni ostentosos destripamientos ni navajazos al estilo de los filmes slashers puestos otra vez de moda después de Scream del director Wes Craven. Hay otros elementos escondidos detrás del vaivén de las imágenes: la leyenda. A diferencia de otras cintas en las que el centro de la trama se refiere a una historia de fantasmas siempre develada al final, en esta obra cinematográfica sólo se le otorgan al espectador fragmentos. Las entrevistas realizadas por los estudiantes no parecen hablar de una leyenda, sino de muchas: niños asesinados por un maniático, espectros de ancianas aparentes sólo a la loca del pueblo, cazadores destazados sobre una roca y cementerios sumergidos en un laberíntico bosque. Algo parece indicar que todo se relaciona con la inasible bruja. O tal vez no sea así. Otra vez, lo implícito predomina sobre lo explícito. De cualquier manera, la serie de entrevistas es el origen de una creciente marcha de la ingenuidad al caos y, por último, al terror de los protagonistas. La naturalidad de los actores contribuye a que sean convincentes. Son desconocidos y no caras bonitas de Hollywood. Además, de acuerdo con los directores, se hizo todo lo necesario para de veras asustarlos y así recalcar la aparente autenticidad de este documental ficticio. En conclusión, aquellos que esperaron ver a una grotesca mujer de protuberante nariz montada sobre una escoba de seguro salieron muy decepcionados después de ver esta película.—El club de los cinco (The Breakfast Club, 1985). Dirigida por John Hughes. Protagonizada por Molly Ringwald, Emilio Estevez, Anthony Michael Hall, Judd Nelson, Ally Sheedy y Paul Gleason.
—El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, 1999). Dirigida por Eduardo Sánchez y Daniel Myrick. Protagonizada por Heather Donahue, Michael C. Williams y Joshua Leonard.
Publicada en A campus abierto en marzo de 2001.