Cinefilia (V)
Miguel Báez DuránAlgunas producciones, sobre todo las procedentes de Hollywood, requieren suntuosos efectos especiales y estrellas taquilleras para justificar las pifias de sus argumentos que, por lo regular, no conducen al espectador a nada novedoso. Otras, en cambio, se dan abasto al por mayor con una recreación de época impecable, actores experimentados y una historia de interés. Estas cintas parecen proliferar no tanto en éste sino al otro lado del océano Atlántico, en Gran Bretaña. Su majestad, la señora Brown (Mrs. Brown, 1997), dirigida por John Madden, es un claro ejemplo. Los idilios de su majestad
Después de la muerte de Alberto, su esposo, la reina Victoria (Judi Dench) evade toda aparición pública y todo acto político. Es la segunda mitad del siglo XIX. Este silencio empieza a angustiar a su familia por prolongarse tres años. Poco después, la soberana manda llamar a John Brown (Billy Conolly), un sirviente cercano al difunto cónyuge, para que la acompañe en los paseos a caballo que nunca hace. Pronto, el recio carácter del escocés y su sinceridad irrefrenable atraen la confianza de la reina y surge una amistad entre los dos no exenta de habladurías —de ahí el título de la cinta. Éstas encuentran su punto climático en el momento en que Brown, por su cercana relación con la reina, se sitúe por encima de los demás sirvientes y se proclame como único protector de Victoria. Cuando llegan a la prensa tanto la angustia por la ausencia de la reina en la vida pública como su cercanía con Brown, las reacciones de Disraeli (Anthony Sher), el primer ministro, y del príncipe Alberto (David Westhead), el heredero de la corona, no se demoran.
A partir de sólidas actuaciones de Billy Conolly y Judi Dench —quien obtuvo una mención al Óscar como mejor actriz— se construye la anécdota de una amistad que, por la jerarquía política y las clases sociales, se trunca hacia el final o, al menos, eso da a entender el director desde su perspectiva. Fuera de lo que pudieran opinar los fanáticos de la historia oficial, el relato de la soberana y su lacayo sorprende por su falta de convencionalismos. Al fin y al cabo, es un relato sobre dos personas en situaciones límites e inusuales, dos seres a la sombra de un aislamiento determinante que obliga a la unión y a la confianza mutua. Además, el argumento toca con sutileza a los testigos silenciosos al otro lado de la pantalla. La ambientación se exhibe inmaculada como ya es costumbre en los dramas de época producidos en Inglaterra. Pero ese mismo escenario se queda, como debe ser, en mero marco frente al duelo de maduros actores. Sin oropeles ni cifras de franca insolencia, Su majestad, la señora Brown se constituye como una humilde pero brillante joya entre la corona de la cinematografía inglesa y como un ejemplo de que no se necesitan millones de dólares para hacer cine de calidad.Con un despliegue de recursos muy disímil al de Su majestad, la señora Brown, sobre todo por su exageración, y en este lado del océano, Mel Gibson continúa en el año 2000 con su manía por las películas “épicas”. Una vez ganado varios premios Óscar en diversas categorías por Corazón valiente, no representaba una mala idea hacer un filme hermano al de 1995 que en lugar de celebrar la lucha por la liberación de Escocia frente a Inglaterra, celebrara la independencia de los Estados Unidos frente al mismo enemigo. Sin embargo, resulta irónico que uno de los principales actores de esa máquina de sueños ubicada en California realice una película ensalzando los estereotipos más deleznables de la cultura norteamericana y sea además de origen australiano. Lo anterior aunado a que la película en cuestión se titule con tremendo descaro El patriota (The Patriot). No es de extrañarse cuando en la silla del director se sienta Roland Emmerich, culpable de engendros de visión tan parcial y pueril como Stargate, El día de la independencia y Godzilla. El patriotero
En extremo maniquea —como cualquier filme con ínfulas de épico donde la cámara sigue las increíbles hazañas de un héroe solitario que lucha contra las adversidades de un mundo hostil— El patriota cuenta las tragedias sucesivas que pululan en la vida de Benjamin Martin. Tan fértil como Gibson en la vida real, Martin tiene bajo su cuidado a una innumerable tribu de rapaces pues la madre ha muerto años atrás. Pacifista frente a la amenaza de una guerra por la liberación frente al imperio británico, Martin debe enfrentarse a Gabriel (Heath Ledger), su hijo mayor, quien tiene el ardiente deseo de ir a la batalla. Más tarde, cuando el hijo mayor regrese herido, tocará a su puerta un coronel británico (Jason Isaacs) tan astuto como despiadado que arresta a Gabriel y mata a otro de los hijos. Héroe y villano, estadounidense e inglés, como en cuento de hadas o como en la añeja tradición de los romances caballerescos, se enfrentarán una y otra vez hasta el previsible desenlace. Por supuesto, no puede faltar la bella dama encargada de los niños cuando el caballero andante se vea involucrado en la guerra. Esta mujer será su cuñada Charlotte (Joely Richardson).
No es la primera ni la última vez que exportaciones fílmicas de los Estados Unidos pregonan un discurso de xenofobia y patrioterismo sustentándolo con las enclenques bases de la lágrima fácil. En las tiendas de video se encuentran incólumes muestras de peso completo como El día de la independencia, Apollo 13 y, más recientemente en cartelera, Pearl Harbor. El patriota no se erige como excepción. La villanía de los ingleses se desarrolla sin la más mínima idea de proporción a la par de los logros militares del héroe, apodado más adelante como “El Fantasma” por su pasmosa capacidad de elusión. Abundan también los recursos gastados para lograr una identificación con Benjamin Martin, sobre todo una identificación con los espectadores más ingenuos. Por ejemplo, el rechazo constante de la hija menor, un rechazo que —podrán darse cuenta los cinéfilos más experimentados— no durará toda la película. La lista es larga y no valdría la pena desplegarla en este espacio. Que El patriota quede entonces como otra manifestación de la soberbia de ciertos estadounidenses.—Su majestad, la señora Brown (Mrs. Brown, 1997). Dirigida por John Madden. Protagonizada por Judi Dench, Billy Conolly y Anthony Sher.
—El patriota (The Patriot, 2000). Dirigida por Roland Emmerich. Protagonizada por Mel Gibson, Heath Ledger y Jason Isaacs.Publicada en A campus abierto en septiembre de 2001.