Prólogo a una raza en extinción
Miguel Báez Durán
        En tiempos donde abundan los improvisados de karaoke o los hijos de vecino convertidos en celebridades, donde la terrible predicción warholiana sobre la fama se hace realidad, donde desde el poderoso hasta el don nadie consideran que su vida merece ser contada y conocida por el mundo; en estos tiempos hay aún un puñado de seres que, en lugar de exhibirse, se ocultan detrás de las líneas de sus textos y revelan así una verdad mayor que las escupidas por la televisión o el Internet. Parecería inútil porque cualquier actividad literaria en los albores del siglo XXI —época sin fronteras, de correos electrónicos y guerras virtuales, de reality shows y banalidad— deviene en sí misma quijotesca, utópica. Esta disciplina, llevada a cabo casi en la clandestinidad, se torna doblemente extraña en la comarca lagunera, entre el polvo, las maquiladoras y la indiferencia.
        A pesar de esto, los talleres literarios en la región nacen, viven, mueren y renacen como espacios para la escritura, la lectura en grupo, la crítica y, más importante aún, la autocrítica, el diálogo y (¿por qué no?) la amistad, todas ellas fincadas en la triste e ilusa convicción de que la literatura es la única realidad placentera entre tantas realidades prácticamente insoportables. Gracias a esta actitud y a la constancia de Jaime Muñoz Vargas, su coordinador, ha sobrevivido el taller literario de la Universidad Iberoamericana Torreón del que aún me precio de ser integrante después de siete años de haber traspasado por primera vez sus imaginarias puertas.
        Los ocho jóvenes escritores presentados en Mañana tampoco —nueva compilación del taller y segunda parte al volumen Hoy no se fía (2001)— forman parte de esa raza en extinción para la cual los frutos de la creación y del pensamiento constituyen el único antídoto contra los muchos embates de la estulticia. Con tesón y constancia han pulido estos textos para olvidarse y hacer olvidar a sus lectores el universo ilógico que les pertenece. Y por lo tanto, esos desconfiados de hace dos años (algunos de ellos en su segunda vuelta) siguen desconfiando de todo, excepto de la literatura.
        La voz poética que habita en los versos de César Cano Cuevas, en su hermetismo, en su búsqueda por un lector activo, en su continua invitación a la relectura, prefiere los recintos creados por una noche eterna, generosa en lunas, crepúsculos y sombras. En contraste y alianza con esta lobreguez, destilan sin cesar imágenes deslumbrantes ya sean alusivas a un mundo en ruinas o a las confrontaciones con Venus y esas mismas imágenes casi siempre se presentan antecedidas por la fortuna de sus títulos.
        Alberto de la Fuente nos presenta dos relatos que tienen como punto de partida contratiempos provocados por ausencia (el agua) o por presencia (el dolor de espalda). Con ellos, hunde a sus lectores en el marasmo de la cotidianeidad urbana, de la convivencia y sus desventajas en calles, en edificios, en hospitales. No importa en realidad dónde se ubiquen estas historias, ya sea en el Seguro Social o en una casa de huéspedes. De igual forma, estos espacios se convierten en vulneradores de la paz de los personajes.
        Si hay un autor en esta compilación especialmente atraído por la miseria humana, ése es Daniel Herrera. Y su perspectiva no es precisamente la de la compasión. A través de entes en decadencia y carcomidos, con poco interés en ocultarlo, nos devela una sociedad aún más decadente e hipócrita. En sus relatos no pretende intercambiarla por otra más digerible, sino sólo transformarla en burla y en parodia. Hasta hay cabida en uno de ellos para una admiración malsana por los tecolotes del Sanborn’s.
        En un texto acaballado entre el cuento largo y la noveleta, Daniel Lomas demuestra que, además de poeta, es un hábil narrador. Un viaje escolar es la excusa para otorgar al lector un Bildungsroman en miniatura. Las constantes de la muerte, el erotismo, la injusticia y la orfandad ante un entorno absurdo se ven albergados en un hospicio de Guanajuato a donde va a parar este grupo de alumnos de sexto de primaria en su primera salida importante más allá de las fronteras de La Laguna y del ojo protector de los padres. Es el final de una aventura y el final de una infancia.
        Lucila Navarrete Turrent surge en este volumen como la voz femenina del taller y lo hace con una poesía de los sentidos. Olores, sabores, caricias y miradas invaden sus versos, los saturan con el último sentido implícito, el de las palabras, el que busca tornarse lectura. Detrás de ellas están también los sentimientos, detonantes de la voz poética que además se interroga sobre la existencia propia y la ajena. De igual manera, la formalidad se rompe cuando va más allá del acostumbrado verso y se extiende a la prosa.
        El contacto con la otredad parece ser el común denominador de los cuentos aquí presentados por Román René Orozco. El contacto con lo extranjero, en “Larraitz”, es también el contacto con esa otra cara de México, la española, la poseedora a su vez de múltiples caras. Por otro lado, “La feria de los imbélices” se constituye en un castigo de ficción para todos aquellos autores de superación personal donde el lector, un pelele casi entrañable, se enfrenta también con su otro, el autor.
        El manejo de múltiples géneros —ensayo histórico y político, cuento y poesía— se ha hecho evidente en el trabajo tallerístico de Enrique Sada, quien en este volumen traza un acercamiento a la globalización, ensayo que quizás escape a la literatura pero no a sus intereses personales; aledaño a este trabajo de crítica aparece un par de poemas en el que destacan la nostalgia y la melancolía a propósito del amor segado por la repentina muerte y su lastre de dolor.
        En Salvador Sáenz, con sus narraciones breves, se notan dos vertientes: la onírica y la realista. La primera sin duda se presentará como un enigma susceptible de variadas interpretaciones y la segunda —ésa en la que deambulan mal vivientes, señoras con pelucas, ladrones de libros y el ominoso poder del mercantilismo— se construye como galería de los actores y de los elementos que hacen a la vida en provincia tan ineludible y fascinante como intolerable y seductora.
        Así, con estos ocho nombres, la batalla continúa y, con probabilidad, si sus vocaciones lo permiten, estos escritores seguirán con su apuesta por la lectura y por la escritura sin darles tregua ni confianza a los tiempos en los que les tocó vivir.
Torreón, marzo de 2003
Prólogo a Mañana tampoco. Textos del taller literario de la UIA Torreón. Universidad Iberoamericana Laguna: Torreón, 2003. 144 pp.
 
 

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