Ana María Olaria
(Soprano)
  Su verdadero nombre es Ana María García Romero aunque eligió como más apropiado para los carteles el segundo apellido de su padre, un notable barítono madrileño. De los siete hijos que tuvo el matrimonio, tres destacaron en el terreno musical: Ana María, la primogénita, Amparo de Lerma y Tito Mora.

Ana María nació en el pueblecito valenciano de Paterna, el 16 de febrero de 1931, aunque desde muy pequeñita residió con su familia en Madrid. Por suerte para ella recibió una excelente educación, estudiando a la par que bachillerato, piano, francés e inglés en el Colegio de las Religiosas Filipenses, próximo a su domicilio. En él comenzó a mostrar su excelente disposición para la música y el canto. Intervenía en los conciertos de fin de curso y tuvo tanto éxito que pronto se vio solicitada por otros centros de enseñanza, pues todas las alumnas querían oírla. Tan envidiables dotes no podían permanecer limitadas a los colegios. Quien primero lo advirtió fue su padre, aunque no deseaba que su hija se dedicase a la lírica. Al final, vencida su débil oposición, se convirtió en el único maestro que tuvo Ana María, y ella en su única discípula. Los resultados superaron cuanto los dos habían imaginado. La joven poseía un instrumento vocal dúctil, homogéneo, de timbre muy bello. Dueña de una técnica apropiada, pudo cantar no sólo las partes de soprano lírica sino de lírico-ligera. Por ello, lo mismo brillaba en LUCÍA DI LAMMERMOOR que en LAS GOLONDRINAS; igual en DOÑA FRANCISQUITA que en LA TRAVIATA y todo a tono, con una dicción perfecta y un talento musical sorprendente. Y como a ello añadiera una elegante figura rubia y una belleza que irradiaba encanto, cuantos tuvieron ocasión de verla y escucharla convinieron en que ante ella se abría un porvenir espléndido. Y no se equivocaron.

Su padre, que mantenía relaciones con el mundillo de la lírica, se encontró cierto día con el empresario del Teatro Real de Gibraltar. Como hasta él habían llegado las excelencias de la voz de Ana María, la ofreció que se presentara en aquel coliseo, poniendo como condición que su padre y maestro la acompañara en el reparto. Así se hizo y don José García Olaria, a pesar de hacer más de veinte años que se había retirado de la escena, le sirvió de padrino cantando con ella.

A partir de aquel día Ana María Olaria sólo vivió para el canto y tras sus éxitos en varias provincias españolas comenzó a adquirir prestigio y popularidad alternando ópera y zarzuela. Fue becada por la Fundación Juan March, la Diputación de Madrid y el Ministerio de Asuntos Exteriores para ampliar estudios en Italia. Cantó LA BOHÈME en el Liceo de Barcelona (1953); LUCÍA DI LAMMERMOOR en el Teatro Calderón de Madrid (1954); RIGOLETTO en Bilbao (1953), abriendo la primera Temporada Lírica de la “Asociación Bilbaína de Amigos de la Opera”; DOÑA FRANCISQUITA con Alfredo Kraus en el Teatro de La Zarzuela de Madrid (1946); obras en las que consiguió éxitos resonantes. Estos se multiplicaron en España y fuera de ella con la Compañía “Amadeo Vives” que dirigía José Tamayo. Aún se recuerda su admirable interpretación de LA VIUDA ALEGRE, junto a Marisol Lacalle, Pedro Lavirgen y Francisco Saura.

Cantó zarzuela en otras ocasiones. MARINA en 1958, acompañada por Alfredo Kraus; y, un año más tarde, BOHEMIOS, con Carlos Munguía e Inés Rivadeneyra. En 1959 protagonizó la película de Juan de Orduña “Música de ayer”, en la que tuvo como compañeros a los actores Armando Calvo y José Moreno, a los que prestaron la voz en los números musicales Luis Sagi-Vela y Tomás Alvarez. En 1961 estrenó CARNAVAL EN VENECIA en el Estanque del Retiro de Madrid. En julio de 1962 intervino en la famosa CARMEN de la Plaza Mayor, también con dirección escénica de José Tamayo. Actuó con frecuencia en TVE como estrella invitada en programas como “La gran ocasión” o “300 millones”, y mantuvo durante nueve meses un programa musical en Radio Madrid.

Y en 1965, a sus treinta y cuatro años, cuando había conseguido crédito y fama, lo dejó todo para contraer matrimonio. Se despidió en el Teatro Principal de San Sebastián tras cantar LAS GOLONDRINAS. Las Mimís, Gildas, Rosinas, Francisquitas, Violetas y Marinas huyeron de su vida y se refugiaron en el recuerdo. Se volcó en la pedagogía, impartiendo clases de técnica vocal en la Escuela Superior de Canto de Madrid desde 1981, institución de la que fue nombrada catedrática tres años más tarde.

Grabaciones completas:

Aquella canción antigua. Ed.: Columbia-Notas Mágicas (1952)

El barberillo de Lavapiés. Ed.: Alhambra (1955)

Doña Francisquita, La Generala, Eva. Ed.: Montilla (1958-1959)

Fragmentos y selecciones:

El barbero de Sevilla, Bohemios. Ed.: Montilla (1954)

Marina, El señor Joaquín, El carro del sol, El niño judío, Las hijas del zebedeo. Ed.: RCA (1963)
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