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EL
PLAN INFINITO
"Iban por los caminos del oeste sin prisa y sin rumbo obligatorio,
cambiando la ruta de acuerdo al capricho de un instante, al signo premonitorio
de una bandada de pájaros, a la tentación de un nombre desconocido.
Los Reeves interrumpían su errático peregrinaje donde los
sorprendiera el cansancio o encontraran a alguien dispuesto a comprar
su intangible mercadería. Vendían esperanza. Así
recorrieron el desierto en una y otra dirección, cruzaron las montañas
y una madrugada vieron aparecer el día en una playa del Pacífico.
Cuarenta y tantos años más tarde, durante una larga confesión
en la que pasó revista a su existencia y sacó la cuenta
de sus errores y sus aciertos, Gregory Reeves me describió su recuerdo
más antiguo: un niño de cuatro años, él mismo,
orinando sobre una colina al atardecer, el horizonte teñido de
rojo y ámbar por los últimos rayos del sol, a su espalda
los picachos de los cerros y, más abajo, una extensa planicie donde
su vista se pierde..."
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