Capitulo 10

Otra vez marzo. Y volver a empezar.
Hasta ese momento había tenido un proyecto que involucraba a otra persona. De buenas a primera me encontraba ante un descampado, oscuro e incierto, que debía cruzar a la carrera. Invierno sinuoso y con derrumbes, solo ahí abajo. . . ¿resistiría? .
Mis nadadores en la Patagonia tendrían todo el mes de descanso, como premio y como recuperación sicologica luego del esfuerzo.
En mi caso el esfuerzo estaba por venir. Debía atrincherarme en mi integridad síquica, so pena de dejar inconclusa mi independencia.
Hice una lista de las cosas que, de una forma u otra, había postergado u omitido por no contrariar a Susana. Ver cine, por ejemplo. A mi siempre me fascino; ella, en cambio, se inclinaba por asistir a conciertos o funciones de ballet.

Me puse al día, entonces, con muchas de las películas que hacia tiempo quería ver.
Otra de las cosas que le provocaban escozor era la política. Aprovechando la novísima y acotada campaña electoral, analice declaraciones partidarias y me interioricé de las propuestas de la mayoría de los partidos. Siguiendo la interna de los radicales, escuche en un acto a uno de los candidatos, el Dr. Raúl Alfonsin.
A mediados de marzo, cuando aun restaban dos semanas para que volviera a Villa Regina, le conté a Alejandro mi reciente entusiasmo filopolitico.
Mientras hablábamos en la cocina de su casa, Estela, la hermana no resistió la tentación de meter baza.

- ¿Fuiste a verlo a Alfonsin? ¿Te gustan los radicales? yo estoy afiliada al partido. Milito en "Lealtad y lucha". Apoyamos a De la Rua. ¿Porque no venís al Luna Park que va a hablar? . Dale, nos encontramos en el Obelisco. Te va a gustar. Con la cana no hay problema porque esta autorizado. ¿Venís? -
- ¡Pará!- la interrumpió Alejandro - Dejalo pensar -
Yo la había escuchado doblemente sorprendido. Por un lado siempre había creído que el norte de la hermana de Alejandro había sido terminar con su soltería. Por el otro nunca nadie me había hablado con la volubilidad de un relator de fútbol cuando hay peligro de gol.

Nos encontramos en el gigantesco índice porteño. Previsoramente, yo había acudido a la cita calzado con zapatillas; nunca se sabe de donde vendrá la Guardia de Infantería. Un grupo de veinte jóvenes desplegaron banderas rojas y blancas. La consigna era marchar al estadio - donde iba a hablar el candidato - desde diferentes puntos de la ciudad. Estela se acerco y me tranquilizo
- No hace falta que vengas con el grupo, camina un poco más atrás-
El acto estaba autorizado y era parte de la necesaria campaña política. A despecho de esta licencia , una sensación de aventura me golpeó en el estomago ; pense que lo mismo debió experimentar Marielina en alguna pintada.

Empezamos a caminar por Lavalle. Un bombo anunciaba el fin de un ciclo. Pasamos frente a la comisaría que esta al 500 de esa calle. El grupo, sin llegar a detenerse, camino más lentamente
y empezó a gritar
- Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar-
Me sumé al coro. Mientras gritaba con bronca y con miedo empece a entender porque diez años atrás mi hermana se sintió participe de la historia.
Algunos policías salieron curiosos a ver quienes gritaban. Para nosotros era una situación novedosa, manifestar sin tener que huir ante la presencia de la policía. Para ellos, supuse, que unos pelilargos les vociferaran en las narices y no hacer nada, también era algo inédito. La Argentina estaba cambiando.

Luego del acto Estela se fue con sus compañeros al comite, a evaluar los resultados, mientras que yo volví a casa. Me sacudió haber visto tanta gente reunida por una razón política. Cuando me encontraba saltando en la tribuna del estadio al son de una consigna ya olvidada, tome conciencia de que el sentido de pertenencia a un grupo no es cualidad exclusiva del deporte.
Terminaba mi descanso y se acercaba la fecha de regreso al valle. Sentimientos antagónicos luchaban por tener el control de mi estado anímico. Volvía a mi club con renombre. Volvía, también, a esa inhóspita vivienda que nunca podría llamar casa. Desde el punto de vista amoroso, estaba absolutamente desamparado.
En otro campo, más trágico y más terrible, a la salida de ese invierno aguardaba un final incierto.

Regrese a Villa Regina la primera semana de abril. Mi primer otoño patagonico.
En mis extensos ratos libres, fruto de la ausencia de pileta de invierno, gustaba de mirar por la ventana de la cocina; me sentía alguno de los personajes de las películas recién vistas. Los álamos habían cambiado el profundo verde estival por una agradable combinación de ocres. Compare mis dos llegadas a la zona. La primera, llena de expectativas y planes idealistas, en la primavera. Todo por delante, el futuro era mío.
La otoñal, maduro realismo, sugería que algo se acababa. Los arboles tarde o temprano perderían las hojas, como carne corrompida. El esqueleto de las ramas se aletargaría esperando la resurrección del estío. Pero ya no seria el mismo árbol. Otra vida, pero nunca los arboles que yo había conocido.

Me hice adicto a un ritual.
Obsesionado por el film "Apocalipsis now", de Francis Ford Coppola, cuando me levantaba a la mañana me apostaba en la ventana y miraba el descampado. Mate tras mate, recordaba las primeras imágenes, con los helicópteros volando en cámara lenta, recortándose sobre la jungla. La canción de "The Doors" repitiendo " . . . this is the end. . . ". Martin Sheen mirando por la ventana: "Saigon. . . shit, I'm still on in Saigon"
This is the end. Este es el fin.
¿Cual fin? . . . ¿Susana? . . . ¿Marielina?
Regina, todavía estoy en Regina. . . ¿donde querría estar?

Se empezó a hablar de un pacto militar- sindical de inquietantes implicaciones. Faltaba mucho todavía para las elecciones y el previsible triunfo peronista respaldado por el mentado acuerdo, no era propicio para pensamientos optimistas. Me propuse no pensar.
Algún jerarca de la iglesia sugirió un piadoso manto de olvido.
Amar a Dios sobre todas las cosas.
No matar.
No mentir.
El gobierno militar decretó un engendro jurídico llamado Ley de Olvido. Pretendía ignorar todos los secuestros y desapariciones. En un gesto magnánimo aceptaba algunos excesos de los subordinados, nada más que eso.
Paulatinamente el otoño se transformo en invierno. Las noticias que durante años ni se habían sugerido siquiera, fueron más y más extensas. Las organizaciones de derechos humanos exigían cada vez con más firmeza definiciones por los ausentes forzados. El grado de cinismo de los que aun quedaban en el barco exasperaba a los que conocíamos la tragedia desde dentro. En agosto una palabra se incorporo al vocabulario descriptivo de esa etapa.

N. N.
No name.
Sin nombre para calificar la masacre. Mamá había entregado hacia tiempo ya las radiografías maxilares de Marielina a Las Madres de Plaza de Mayo. En el supuesto caso que hubiera sido asesinada, y su cadáver encontrado, las piezas dentales ayudarían a la identificación del cuerpo. Si, en cambio, había sido arrojada al Río de la Plata, dichas placas ocupaban un fichero inútil.
También podría ser el caso que estuviera exilada, o que siguiera prisionera. Se comentaba que todavía existían campos de concentración y por eso los militares estaban en contacto con los peronistas para ultimar los detalles de la entrega de los sobrevivientes. Por supuesto esa entrega no seria gratuita; algo a cambio los seguros ganadores de los comicios deberían ofrecer.

Nunca podría votar por ningún partido que convalidara semejante pasado.
Creo que separé en dos compartimentos perfectamente diferenciados ese ultimo tramo del gobierno militar. Durante el día era el entrenador éxito, uno de los que más sabía de natación en toda la provincia.
Al anochecer, compraba los matutinos de capital que llegaban a esa hora y me recluía a analizar en detalle todo lo relacionado con desaparecidos, NN, detenidos a disposición del PEN. Los días corrían, para bien o para mal; menos tiempo para las elecciones, menos tiempo para las esperanzas. Mi muletilla, los días previos, me empezó a fastidiar. No tenia la alegría de una competencia, que lo peor que puede suceder es nadar lento. Tampoco la seriedad de ser aplazado recurrentemente en la facultad. Ni la tristeza, aun no aceptada, de la ida de Susana.

Mi hermana muerta.
En medicina, como en amor, no digas ni siempre ni nunca. Osvaldo, mi ácido entrenador en el Ateneo, había modificado el dicho reemplazando amor por natación; la rima se mantenía, pero el significado cambiaba radicalmente: los campeones no son para siempre, y los más lentos algún día dan la sorpresa. Quizás la incertidumbre del amor podía ser permutada por la incertidumbre de una ausencia. Quizás algún día, allá en Buenos Aires, una mujer de mediana edad con un rictus amargo en el rostro cruzaría lentamente Juan B. Justo y dudaría un instante antes de oprimir el timbre. Seguramente seria de noche y al abrirse la puerta diría con voz queda

- Me soltaron-
Nosotros lloraríamos de alegría y diríamos que por un instante la creímos muerta. Habríamos soñado que soñábamos una pesadilla y ese timbrazo nos había rescatado del dolor. Seria tan distinto.
A mediados de agosto fuimos a un torneo de nivel nacional en la ciudad de Santa Rosa, La Pampa. Tozudamente, había personas de la estructura que se derrumbaba que insistían en aparecer en publico. Toda mi carrera de nadador, cuando participaba de algún torneo importante, encontraba a alguien uniformado. Me pareció irreal, aquel enero de 1978 con militares en el palco oficial y ese invierno pampeano repitiendo lo mismo. Por suerte ya se sentía la primavera en el aire. En el acto inagural se acerco aquel dirigente que había estado en Canadá. Me susurro al oído, en medio del discurso de bienvenida.

- Miguel, ¿ve aquel que esta sentado ahí, en la tercera silla? -
- Si. . . que cara de pocos amigos que tiene. . . -
- ¿Y cuando ha visto a un director de prisión con buena cara? -
¿Hasta cuando los tendríamos que soportar? ¿Se irían para siempre o en algún recodo del camino nos asaltarían nuevamente?
Ya que no teníamos pileta en la localidad, la forma de mantener un estado físico aceptable era mediante el trote y los ejercicios con pesas. Realmente me gustaba correr con mis chicos; sus previsibles bromas de adolescente me recordaban mis días en Ateneo. Corría con ellos y también solo. Al hacerlo solitario era como una forma de meditación. Subía a la altiplanicie y perdía noción del tiempo. Cuando había viajado a Mar de Ajo para blanquear la situación con mis padres me había abandonado a la fuerza de las olas. Corriendo por la estepa patagonica, sentía que era dueño de mis actos. Quizás una búsqueda irracional, sin muchos puntos de referencia. Correr, correr como loco. Todo monótono, hasta que en el retorno se veía el valle . Tenia entonces una visión distinta, completa, simultánea de lo que pasaba ahí abajo. El sonido del pueblo llegaba perfectamente audible.

Dios, que todo lo ve y todo lo oye, sabría donde se encontraba Marielina.

El cinco de septiembre me preparaba para viajar a la capital para festejar con los míos mi cumpleaños. Pasé por la secretaria del club a buscar el sueldo. Abría la puerta para irme cuando la empleada me detuvo
- Hace un rato llego esto para vos-
Me entrego un telegrama. Mientras despegaba los extremos del papel me pregunte de quien podría ser. Leí el mensaje
- Feliz cumple. Te recuerdo bien. Besos. Susana. -
- ¡God! ¿será posible? -
Me sentí confundido y esperanzado. Ella había dicho adiós seis meses atrás. ¿Habría alguna esperanza? Tal vez lo había pensado y se había dado cuenta cuanto significaba yo para ella. También podría pasar que era solamente un saludo. Aunque tomarse la molestia de ir a la oficina de correos, pensar y así y todo mandar una señal significaba algo. Claro, me seguía queriendo y quería volver a empezar. ¿O no?

Viaje prácticamente sin poder dormir. Por favor que nos arreglemos. Me había acostumbrado a estar sin ella, había pensado que ya pertenecía al pasado. Ese telegrama me había dejado sin aliento. Las cosas del pasado, si no tienen arreglo, es mejor no removerlas. Durante la noche mis pensamientos se burlaron de mis sentimientos.
Al llegar a Buenos Aires la llame por teléfono. Me dijo algo así como que un beso es solamente un beso; un saludo solamente eso. Realmente enojado le dije que no quería saber nunca más nada de ella. Colgué el teléfono ofuscado. ¿Como había fantaseado con una reconciliación? . La lógica indicaba desde ese ultimo café en Constitución que Susana pertenecía al pasado. ¿Porque me había engañado? Conocía muchos casos de ruptura de noviazgos en las cuales ambas partes lo daban como algo definitivamente superado. Sin embargo yo seguía repitiendo la misma actitud mental que tuve con Marta y con la facultad; siempre pensar en que una solución mágica cambiaría la incertidumbre en felicidad.

Volví a Villa Regina con un problema menos. Ya sabia que yo pertenecía al pasado, al menos para Susana.
Llegamos a octubre, mes de las elecciones. La noche del comicio, mientras las proyecciones indicaban un inesperado triunfo de la Unión Cívica Radical, suspire aliviado. El pacto militar - sindical había sido derrotado. Podíamos creer en respuestas serias sobre los desaparecidos.
El presidente electo escogió el 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, para asumir el cargo. Se comentaba en las semanas previas que aun quedaban desaparecidos con vida.
Las circunstancias hicieron que el día de la asunción, mis padres estuvieran en Villa Regina. Disfrutamos viendo por televisión la fiesta popular. Estabamos nuevamente en democracia. ¿Seria un retorno definitivo o un nuevo paréntesis entre dictaduras? . Las imágenes a color se me antojaron idénticas a aquellas en blanco y negro del '73; ese 25 de Mayo al asumir Hector J. Campora, presidente peronista, la multitud liberaba años de silencio gritándole a los militares "Se van, se van y nunca volverán".

Fallida expresión de deseos, refutada tres años más tarde con treinta mil voluntades suprimidas. Quizás esa vez fuera para siempre.

Casi al finalizar diciembre, Alejandro cambió de estado civil. Para demostrar el grado de aprecio hacia mi, me eligió como testigo de la ceremonia ante el juez de paz. La testigo femenina fue su hermana. Durante el brindis posterior intercambie algunas frases comunes con Estela.
- Mira vos. Soy mayor que tu hermano y aun sigo dando vueltas-
- Y que, yo también tengo mis años y aun no pierdo las esperanzas-
Rimó esperanzas con amenazas, ante lo cual emprendí un prudente repliegue táctico.
Sin embargo al día siguiente, luego de la ceremonia religiosa, me las ingenie para compartir la mesa con ella. Me interrogué en que momento la hermana de Alejandro había dejado de serlo y se había convertido simplemente en Estela.

Nuevamente al borde de la pileta en Villa Regina, ocasionalmente pensaba en Estela. No habíamos concretado nada pero nos habíamos descubierto mutuamente. De cualquier manera, separados mil kilómetros, no tenia mucha lógica empezar y mucho menos mantener un noviazgo.

Ese primer verano democrático lo recuerdo abundante de exhumaciones y osarios atroces. Tanto verano, tanto verde patagonico, y saber, sin embargo, que en algún lugar, seis pies de tierra contenían una tragedia; y nosotros sin poder hallarlo.
Dio la sensación que la gente recién entonces otorgaba crédito a lo repetido por Las Madres de Plaza de Mayo. La tan denostada campaña antiargentina, demostró no ser tal. El ". . . en algo debería andar. . . " se transformo en ". . . no sabíamos que había sido así. . . "

Patéticamente, aquel dirigente que sacudía la cabeza preguntándose como Las Madres podían pasear, ahora bramaba en contra de los militares. Repetía a quien quisiera oírlo, en una bravucona gratuita
- Si a mi hija le hacen algo así, yo salgo con una ametralladora y mato a cuanto uniforme se me cruce-
A fines de febrero, en un torneo a nivel nacional en Buenos Aires, una de mis dirigidas consiguió un segundo puesto. Pico máximo, hasta ese momento, en mi carrera profesional. La gente de la provincia presente en el torneo compartió, genuinamente, mi satisfacción. Incluso un dirigente de Bahía Blanca se acercó.
- Lo felicito-
- Gracias-
- Le dejo mi teléfono. Si tiene intenciones de cambiar de club, llámeme-

¿Cambiar de club? ¿Y por que?
Guarde la tarjeta suponiendo una descortesía arrojarla al piso delante de el.
Control, triunfo y desprecio. Aquel resultado, en vez de afianzar mi vocación como técnico de natación, fue el disparador de una serie de replanteos existenciales. Ya esta, me repetía. Había probado que era bueno como entrenador. Sabia como detectar talentos y acompañarlos a la cima. . . ¿y después que? . Argumentos para persistir en el agon deportivo tenia de sobra. Desde el desarrollo individual, hasta el valor sociológico de la actividad lúdica para alejar a los jóvenes de la calle, conocía al dedillo todas las razones. Pero no atinaba a encontrar un motivo genuino que me autorizara a presionar a mis nadadores tan cerca del limite. Dolor, angustia, agonía, términos que los padecí en musculo propio sin pedir compasión, entonces empezaban a repugnarme exigirlos. Por momentos el silbato y el cronometro se me antojaban elementos de tortura. ¿Que derecho tenia yo sobre el tiempo libre o la alegría de un adolescente como para acotarlos?

Había una cosa que no me terminaba de convencer en este cambio de actitud. Cuando yo era nadador me entregaba gustoso a los rigores del entrenamiento, y mis nadadores aparentemente también. ¿Habría sido yo un idiota útil de mi vanidad? . ¿Y ellos? ¿Sabrían realmente, genuinamente, el porque de tanto cansancio? .

Una de las primeras medidas que había tomado el gobierno democrático al asumir en diciembre había sido el juzgamiento de las juntas militares y de los líderes terroristas, dos actores ubicados en los extremos de el espectro político, pero responsables ambos de la violencia política de la década del '70. Para investigar el accionar represivo del gobierno castrense se había creado la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas. Se exhumaban tumbas N. N. casi a diario, se visitaban lugares que habían funcionado como centros clandestinos de detención. Decir ESMA, Club Atlético, Automotores Orletti, El Olimpo, etc. es evocar espacios físicos reales que aun hoy me hacen tragar saliva y musitar un "pensar que fue cierto".

Hablé de lugares.
¿Será necesario recordar a los actores de reparto?
Colores, El turco Julian, Alfredo Astiz (a) Niño, Mayor Guastavino.
Sin jactarnos, eran escenarios y personajes que conocíamos desde mucho antes del derrumbe del Proceso. Simplemente en esos días eran presentados en sociedad.

Ese marzo fue distinto al del año anterior. Ya no había incertidumbres. Analizábamos las noticias que daban los medios de comunicación masiva. Aclarábamos algún detalle puntual con información que traía mamá de Las Madres, referido a los reconocimientos de lugares de detención y a rastrear con mayor exactitud los posibles centros clandestinos donde podía haber estado Mariel. Mama hizo su exposición en la CONADEP. A medida que se cruzaban datos la siniestra palabra "traslado" cobraba más peso.

Volví a Villa Regina con tres temas diferentes. Natación, un posible noviazgo con Estela y el ultimo - que me negaba a aceptar- era cambiar el rotulo de desaparecida por otro definitivo.
En abril profundice la amistad con un matrimonio, que había descubierto unos meses antes. El era medico y ella enfermera. Habían venido del litoral poco antes del golpe y tenían dos hijos de 6 y 8 años. Si bien hace mucho de esto y al momento de escribir estas líneas aun los frecuento, prefiero omitir los nombres.
Ese pasado común, años pretéritos de incertidumbre y miedo, fue lo que nos acerco al principio. Sin rencores, escuché que la hermana del medico había sido liberada poco antes de las elecciones.
Ningún perejil: metida y bien metida.

Militaba, junto con su pareja, en el Ejercito Revolucionario del Pueblo, el ERP.
Pocos días después del golpe, fuerzas regulares fueron a prenderlos. Resistieron a tiros el intento. Como resultado, su compañero fue abatido y a ella un balazo de FAL le obsequió una reducción de 7 cm en el fémur. Fue juzgada y condenada a prisión. Ya en el '83 y en vista de su rehabilitación social, etc. fue puesta en libertad.
Ya esta.
¿Como que ya esta? ¿Y mi hermana? Esa si que era un perejil, es más, el que había salido con la escopeta había sido yo. ¿Como era la cosa acá?
Por supuesto que nunca se los dije. Quizás alguna vez lo tratamos y solo a titulo de ejemplo ilustrativo, de lo mal que se había hecho la represión en esta bendita tierra.

Empezó el entrenamiento invernal. Otra vez a correr y a mendigar que algún padre pusiera el vehículo para nadar dos veces por semana a 50 kilómetros. Algo empezó a no gustarme. Al principio lo atribuí a mi locura innata, pero luego, algunos datos objetivos confirmaron mi fastidio. Con las instituciones democráticas funcionando a pleno, empezando por el Congreso Nacional, pasando por la Legislatura provincial y terminando con el Consejo deliberante de Villa Regina, toda la energía puesta en la natación por los padres que me habían contratado, había sido desviada a la actividad partidaria o de gobierno. Solo habían quedado algunos pocos, cuyos hijos descollaban por encima de la medía y necesitaban un entrenamiento personalizado. Intentaron consolarme diciendo que todos los inviernos había sido así. No me convencieron.

A fines de abril, en una rápida incursión por Buenos Aires, termine de definir el tema Estela. O quizás sea más apropiado decir, empecé con Estela. No pude contenerme y le repetí a Alejandro un viejo chiste referido al tema. El, con la experiencia de un hombre que lleva cuatro meses de matrimonio sobre sus hombros, dijo
- Realmente, pase lo que pase entre ustedes, vas a seguir siendo mi amigo-
En la Patagonia el invierno transcurría lento. Las heladas que antes me fascinaban empezaron a calarme hasta los huesos. Hacía dos llamadas telefónicas semanales. Una a casa; la otra, obviamente, a la casa de Estela. Como en una novela decimononica, estrechamos lazos epistolares. El exiguo presupuesto potenciaba ese romanticismo, quizás pasado de moda. En una de las misivas, mi ya asumida medía naranja, suspiró ". . . si tan solo estuvieras más cerca, un poco más cerca. . . "

Claro, yo soy yo y mis circunstancias. Mi realidad era Villa Regina.
El frío arreciaba y nos vimos obligados a realizar el trote en gimnasio cubierto. Yo trataba de aprovechar las horas del mediodía para mi entrenamiento personal, pero empecé a tener un dolor persistente en el pie. A medida que pasaban las semanas y a pesar que reducía el metraje el dolor aumentaba. Finalmente, al ver que eso solo no se iba a reparar, consulte a mi amigo medico. Mientras que con destreza deslizaba sus dedos por la zona afectada, escuchaba mi descripción de los síntomas. Una vez que termino la exploración me tranquilizo.
- ¿Sabes lo que tenes? Fractura por tensión, una patología común entre los atletas-
Juntando los cinco dedos de la mano derecha y agitándolos en forma de interrogante, espete con toda la confianza que le tenia

- ¿Fractura? ¿De donde fractura si no me golpee contra nada? -
- Cuando corres muchos kilómetros sobre una superficie dura los tendones reaccionan de una manera especial y empiezan a desgarrar la inserción en el hueso. . . ¿entendes? -
- O sea. . . vos corres, corres y un día ¡clac! . . . yeso para uno -
- No. Cada paso es un microtraumatismo, cada golpecito te va provocando una pequeña fractura. Si esperas te leo algo que salió el año pasado en el "Medical Review"-
Me termine de calzar y el volvió con la publicación en cuestión.
- ¿Ves? usan el termino "process", proceso-
- ¿Proceso? . . . que palabrita fea-

- Si, escuchá ". . . la fractura por tensión no es un evento, sino un proceso. . . " - tradujo correctamente
- ¿Entonces? -
- Y. . . lo mejor seria que por un mes te dediques a mejorar tu ajedrez, que te vengo vapuleando con alevosía. . . -

Seguí su consejo y suprimí mi entrenamiento físico. Fractura por tensión. Un proceso y no un evento. Algo que va ocurriendo de a poco hasta que un día te dicen que no podes correr más; al menos por un tiempo. Pensaba y trataba de recordar si en el pasado había tenido alguna lesión similar. A pesar que siempre recordaba mis interrupciones forzadas, y de ese tipo nunca había tenido, una sensación renuente a ser definida, de cosa ya vivida me molestaba. Yo había tenido, así lo creía entonces, una lesión similar, de otra forma no le encontraba lógica a la frase "un proceso y no un evento". ¿O seria que el Proceso de Reorganización Nacional había vaciado de contenido esa palabra?

No, ciertamente no era esa asociación.
De repente caí en la cuenta del porque me resonaba. Asumir, admitir que Marielina no iba a estar más con nosotros, no fue una cosa instantánea. No la mataron delante nuestro, no entregaron su cadáver, nunca la pudimos velar. Todo el ritual mortuorio, toda la simbologia que implica un velatorio, el repetido y cursi "ultimo adiós", a nosotros se nos había negado. Es duro el fallecimiento de un familiar. Pero si en vez de fallecido el termino es asesinado, la desgracia se convierte en injusticia. ¿Quien acepta una injusticia? . Y más allá del acto vil y cobarde de matar a sangre fría y en total estado de indefension, más allá de esto, encima nos negaron llorar sobre los restos acribillados y sanguinolentos de mi hermana. . . ¡Dios!. . . ¿porque no lo vi antes? .

Bebiendo un mate amargo en la soledad de la cocina, extrañe mis afectos. ¿Que han hecho, que han hecho con mi hermana?
¿Que hago aquí, solo, sufriendo y extrañando?
Estela había dicho: "que bueno seria estar un poco más cerca". Pero las cosas eran así, de Villa Regina no me podía mover.
Apoyé la pava y el mate y fui a la habitación. ¿Porque no se me había ocurrido antes? . Hurgue entre el desorden de soltero y la halle, oculta entre banderines y calcomanías. Un numero telefónico esperaba mi llamado.
A los pocos días viaje a Bahía Blanca a ultimar detalles de la nueva oferta laboral. Me pareció tentador el sueldo y las facilidades de pileta. En Buenos Aires me apoyaron, entre otras cosas por la mayor proximidad a Capital.

Renuncie en Villa Regina, no sin antes provocar unas escenas de reproches, típicas de los gringos. Así y todo supe que los iba a extrañar.
En agosto empecé en Bahía Blanca. Un grupo reducido de nadadores, con el compromiso de hacerse más numeroso en el verano, comenzó a trabajar bajo mis ordenes. El Ejercito nos había alquilado la pileta del Batallón en el barrio de La Floresta. Los sábados usábamos la pileta de 50 metros de Infantería de Marina, Baterías, en Punta Alta. Este batallón había tenido participación en Malvinas. Los nadadores mayores, menos de medía docena, iban a un gimnasio para fortificarse. Sin llegar a trabar amistad con el dueño, un bioquímico de nombre Raúl, pasábamos largos ratos hablando de deporte y política.

A semejanza de mis primeros días en Regina, me acomodaron en una casa deshabitada, propiedad del señor que había sido mi contacto inicial. Desocupada desde hacia mucho tiempo, contrataron un pintor para que la pusiera en condiciones. El hombre, con una filosofía de trabajo peculiar, solía despertarme bien temprano en la mañana. Trabajaba intensamente dos o tres horas en silencio y luego se acomodaba cerca de mi escritorio y me alcanzaba un primer mate, tanto como para empezar alguna charla ligera. Yo trataba de concentrarme en mis libros de natación, contestando con esos monosílabos que sabia emplear para abortar una conversación no querida. Invariablemente el me seducía y me terminaba compenetrando de las anécdotas nimias.

Luego de compartir una decena de mañanas relativamente intranscendentes, mi interlocutor impuesto, desgranó imprevistamente un hecho que me descompuso.
Luego de arribar a los años del proceso en esa ciudad, empezó
- No, si acá la guerrilla fue brava. Mire, yo una vez estaba pintando, no me acuerdo si era una pared, o un tanque de agua, por acá cerca. . . bueno en Bahía todo es cerca. Serian las dos o tres de la tarde porque hacia poco que había terminado de comer, cuando escuche unos gritos y gente que corría. Dos o tres casas más allá, había una casita que tenia una escalera que subía a la terraza. Estaba justo al lado de un edificio de departamentos. Por la escalerita subió, casi si tocar los escalones un muchacho, joven. Me acuerdo que estaba de pantalones vaqueros y tenia una camisa a cuadros roja y blanca. La tenia casi toda desabrochada. Lo que más me llamo la atención era que estaba descalzo. Me acuerdo que no bien termino de subir el caracol, porque la escalera era de caracol, se topo con la pared del edificio y quiso pegar la vuelta. . . para que. . . justo, justo llegaron dos verdes, dos del ejercito. Uno tenia un FAL, el otro una pistola. Los dos le gritaron que no se moviera y que levantara las manos. No quiero mentir, pero me parece que ninguno de los tres me había visto. El que tenia la pistola le dijo algo al del FAL. Casi me tiro al piso del susto. El del fusil empezó a disparar en abanico hacia la pared del edificio, el otro le empezó a disparar en el pecho, mucho no le pudo tirar porque al segundo o tercer tiro el tipo se cayo al patio de la casa-

Mientras hacia una pausa para tomar mate, me di cuenta que yo estaba temblando, como si estuviera viendo el operativo.
Prosiguió con el relato
- Se dieron vuelta y me vieron con la brocha en la mano. Me dijeron que ya que era pintor que fuera que tenia trabajo. Me imagine que querían decir. Agarre el balde con la cal, un rodillo y me fui para la casa. Cuando llegue ahí era un enjambre de milicos. Entraban, salían con cosas, papeles, no se. Fui pidiendo permiso, y al llegar al pie de la escalera vi el cuerpo. Estaba boca abajo y empezaba a salir sangre. Como estaba cerca de una rejilla de tormenta mucho enchastre no había hecho. De repente, no se como, después de semejante caída y los chumbazos, el tipo medio como que se quiso parar. En el patio todos se quedaron mudos. Yo estaba a dos o tres metros y lo escuche clarito. . . dijo "Mamá".

También escuché que un sargento le dijo "Ahora te acordas de tu mamá, tomá" y le pegó una patada . . . ahí se quedo, no se levantó más. -
Algunas noches después de ese relato me despertaron unos ruidos. Sabia que no había peligro y posiblemente fuera algún vecino o un animal nocturno. Sin explicación, sin explicarme bien el porque lo hacia me deslicé fuera de la cama. Tantee en la oscuridad la escopeta y la cargué. Sabia que era una especie de juego, pero me sorprendía que después de tantos años no pudiera separar claramente un juego de un terror nocturno. Me senté en el piso con la espalda en la pared y recordé una y otra vez la macabra anécdota. ¿Seria cierta tanta crueldad? Esperando la irrupción de una fuerza de tareas imaginaria, me vino a la memoria ese pretérito comentario de Alejandro "Bahía está llena de milicos".

Volví a verla a Estela recién el 12 de octubre. Aprovechando el feriado, mis padres y ella viajaron a Mar de Ajó. Punto más cercano que Capital hice una primera evaluación de mi realidad en Bahía. Objetivamente las cosas no estaban saliendo bien. El numero de nadadores estaba muy por debajo de las estimaciones iniciales. A diferencia de Regina, en esa ciudad era un perfecto desconocido. No sabia si influía en mi incomodidad, pero la gran mayoría de la gente con la cual tenia trato, estaba absolutamente de acuerdo con lo actuado por el Proceso. Muy pocos sabían de la desaparición de Mariel. Y en esos casos la ausencia de comentarios era por demás sugerente. No quería admitirlo, pero empezaba a preguntarme si mi cambio de ciudad había sido acertado.

La Argentina de esos primeros meses en democracia soporto muchisimos ataques de grupos de derecha. Llamados a sosiego en cuanto a la violencia, subyacian en algunos medios de comunicación. Bajo el argumento de la defensa de la soberanía territorial cuestionaban la decisión gubernamental de someter a un plebiscito el diferendo territorial con Chile en el canal de Beagle.
Yo, como la mayoría de los ciudadanos, apoyaba una solución pacifica al conflicto. Raúl, el dueño del gimnasio, aun después del veredicto popular seguía dudando de la sabiduría del pueblo.
En una oportunidad, allá por los primeros días de diciembre, habíamos estado exponiendo argumentos defendiendo cada uno su postura. Si bien el sabia la desaparición de mi hermana, trajo un desafortunado ejemplo para reforzar su postura.

- Es como la guerrilla, había que combatirla y llegó un momento en que las palabras no alcanzaron y hubo que reprimir. -
A lo cual contesté
- Si, reprimir a los movimientos insurgentes puede ser entendible, pero nunca secuestrar gente, torturar y matarla. -
- Mirá yo hable con gente que estuvo metida y me dieron otra versión. Me dijeron "Mirá Raúl, yo estuve tiroteándome con terroristas, de calle a calle. Tenia que matar o morir. Maté en combate, pero de ahí a secuestrar y matar, son todas mentiras de los zurdos" -
Lo mire sorprendido. Pregunté
- ¿Y quien te lo dijo? -
Mientras se atusaba el bigote, evaluó su respuesta.
- Astiz-
Por un instante me pregunté si no había estado confiando demasiado en la gente

- ¿Y de donde lo conoces? -
- ¿No sabias? . . . viene al gimnasio-

El anunciado y esperado incremento de nadadores en el verano no se producía. A mediados de diciembre fuimos a un torneo en capital con paupérrimos resultados. De regreso a Bahía una determinación empezó a germinar.
Como en todo el país, la cercanía del fin de año era una excusa en Bahía para reunirse y despedir el año. De esa forma, uno profundiza las amistades y engrosa el talle un par de kilos. También el gimnasio donde se fortificaban mis nadadores organizo un asado. El sábado 22 de diciembre al mediodía estaba cerca de la parrilla tratando de reservar la mejor porción de carne. Un grupo de jóvenes y no tan jóvenes, con abultada musculatura, presionaba al asador para que apurase el almuerzo. Algunos iban llegando sobre la hora mientras que otros ponían la mesa. De entre las conversaciones triviales que se escuchaban alrededor de la parrilla, una en particular me inquietó. Alguien a mis espaldas le contaba en tono jovial al anfitrión.

- . . . yo tenia un cuchillo idéntico a este, ¿sabes como cortaba? , pero cuando me capturaron los ingleses me lo sacaron. . . que piratas que son estos tipos. . . -
Antes de darme vuelta tuve la certeza de quien era. De mediana estatura, buena complexión física y rostro agradable, Astiz completaba la anécdota.
Me pregunté que hacer. Traté de volver a mi rostro hierático. El corazón latía indecisión. Tontamente pense que había pagado el almuerzo y tenia derecho a quedarme. Además, si me hubiera ido en ese preciso momento, seria evidente el porque. Los demás parecían no darse cuenta de su presencia.
Anunciaron que ya estaba listo el asado. No se si fue casualidad, o quería estar más cerca del horror, lo cierto fue que me senté casi enfrente de el; si estiraba la mano podía tocarlo. Me dieron un cuchillo de tamaño descomunal. Dada la longitud de la mesa, las conversaciones se parcelaron. Astiz empezó a hablar de su afición al golf. Yo, tratando de disimular mi bloqueo emocional, asentía con leves movimientos de cabeza. Seguramente el no había asesinado a Marielina, pero no seria improbable que hubiera caminado cerca de ella. Mientras cortaba otro bocado, me acorde del cuento de Borges, "El otro duelo". Una sajadura vistosa es la señal de partida para una carrera efímera y sangrienta, en la cual dos gauchos corren degollados.

Justicia terrena, justicia divina, falibilidad.
Crucé los cubiertos sobre el plato y metódicamente empece a comer pan.
Antes que trajeran la fruta, Astiz se despidió en voz alta y se fue. El grupo distraídamente contestó el saludo y siguió con la charla. Pasado apenas algunos segundos desde que cruzo la puerta, un ruidoso reclamo, casi unánime, se descargó sobre Raúl.
- ¿Porque lo invitaste? -
- ¡Si sabia que venia me quedaba en casa!-
- ¡Se me atragantó la comida!
El grupo estaba francamente enojado. El dueño se disculpó como pudo. Estire las piernas debajo de la mesa y escuche las anécdotas que desgranaron algunos de los presentes.

El fin de año lo pase en Buenos Aires. Al momento de brindar y a semejanza de lo hecho por Alejandro años atrás, me dije "el que nada, nada". Volví a Bahía para recoger mis pertenencias y renunciar.
Quizás la natación había cumplido una etapa definitiva, en su momento como nadador, luego como entrenador. Quizás haberme ido de Regina había sido un error histórico, pero ciertos hechos son poco menos que imposibles de remontar.
Empece a trabajar con mi padre. Si bien ese genero musical característico de la calle Corrientes no es mi debilidad, me tarareaba derrotado, volviendo a la casita de mis viejos.
En abril la revista norteamericana Newsweek mostraba en su portada una foto de Las Madres de Plaza de Mayo con un gran interrogante: "Will justice be done? " ¿Se hará justicia? .

El 22 de abril de 1985, en un hecho inédito en América Latina, los máximos responsables de la desaparición de 30. 000 personas eran sometidos a juicio. Juicio oral y publico, el cual ellos habían negado conceder a sus víctimas.
Todo ese largo invierno encontró nuestra atención centrada en la evolución del proceso jurídico. Amarga victoria. Marielina nunca volvería, pero alguien, en algún lugar de la cadena de mando debería dar explicaciones. O por lo menos eso era lo que esperábamos.

Siempre se vuelve al primer amor. Además de trabajar con mi padre, conseguí algunas horas de natación elemental en una oscura pileta privada. La conexión con el que había sido el grupo de Ateneo no la había perdido. Con la excusa de actualizarme técnicamente, una vez por semana me daba una vuelta por la calle Riobamba, sede del Ateneo. Curiosamente, a pesar de haber transcurrido los mejores años del Proceso en el riñón de la derecha católica, el grupo de 10 o 12 nadadores que se mantenía con Osvaldo no se había contaminado en absoluto de todos los prejuicios que abundaban en ese ambiente. De hecho tenia una clara posición respecto a lo que a derechos humanos se refería. Uno de mis ex- compañeros de equipo, para el cual también los años habían transcurrido, me confió un rumor.

En algún lugar del gran Buenos Aires, había aparecido una mujer de aproximadamente 35 o 40 años. No tenia ningún diente, aparentemente habían sido cuidadosamente extraídos. Tampoco las huellas dactilares eran aptas para la identificación: con la misma macabra prolijidad habían sido borradas. Recordaba, o decía recordar, haber sido arrojada de un tren en movimiento. Era ese el único recuerdo lucido, todo lo demás eran incoherencias, refugio contra algún recuerdo atroz.
Claudio completó la información.
- Lo único que puede ayudar a identificarla es la voz. El registro es lo único que prácticamente no cambia con los años-
Volví a casa ansioso y se lo conté a mamá. Ella sacudió la cabeza tristemente y me desengañó.

- Si, ya sabia eso. Las Madres no lo pudieron confirmar todavía. -
- ¿Y si Marielina esta completamente ida? . . . Quizás esté en algún manicomio y nadie la pudo identificar. . . ¿no? . . . -
- Yo ya recorrí la mayoría de los neurosiquiatricos de la Capital y el Gran Buenos Aires. . . y nada. Fuimos en grupo con otras madres. No te lo recomiendo. . . es terrible. . . es otro mundo. Cuando estudiamos "La Divina Comedía" en la Dante, nos decían que parte de las escenas del Infierno fueron inspiradas en las visitas que hacia el Dante a los manicomios de Florencia. No vayas porque no tiene sentido. . . te va a hacer mal. . . -

No tenia sentido, pero al día siguiente fuimos con Estela al Instituto "Melchor Romero" cerca de la ciudad de La Plata. Estela en su carácter de estudiante de canto, me explico las razones de porque la voz no cambia, o cambia muy poco con los años. ¿Recordaría la voz de mi hermana después de nueve años? El rostro se empezaba a desdibujar, a pesar que la foto que estaba arriba del piano nos miraba sonriente todos los días. Con su guardapolvo blanco, se despedía de su ultimo día de estudiante secundaria a fines del '72.
Confirmando las escépticas predicciones de mamá, nada pude hallar. Ni siquiera pase de la oficina. Consulte el fichero: N. N. de antes del '76 había unas cuantas. Las ingresadas después del golpe ya habían sido identificadas. Con mucho respeto los empleados nos dijeron que ya eran muchos los que habían venido "por lo mismo"'. Echaban la culpa a ese rumor del cual, nunca, nadie había confirmado su veracidad.

Volví taciturno. Soluciones mágicas. Siempre esperando que un conjuro trajera la respuesta. Mientras hay vida hay esperanza. De esa ecuación debería despejar una incógnita para saber a que atenerme.
Luego de ese visita me pareció un sinsentido, silbar siquiera, "Todavía cantamos". Nuestros seres queridos nunca volverían al nido.
Y la justicia había designado defensor oficial. ¿Como alguien puede intentar excusar tamaña aberración?

Llegó diciembre y el esperado fallo. Homicidio calificado, privación de la libertad, aplicación de tormento.
Amarga victoria. No volvería Marielina con vida. Pero los responsables no verían la luz del sol durante mucho tiempo.
Papá, con un extraño olfato advirtió a la familia.

- Paren, paren. Estamos en Sudamérica. . . no se si van a estar todo el tiempo que se merecen-
No aceptamos tan injusta predicción y ruidosamente lo acusamos de pesimista. Volvió a la carga
- No soporto las injusticias, pero como ingeniero soy objetivo. Mientras tengan los fierros, nuestra justicia bananera no va a ser efectiva en un ciento por ciento. Pienso que se van a chupar unos años a la sombra y después los sueltan ¿O se olvidan del indulto de Campora? -
Pocas veces desee tanto que papá estuviera equivocado.

Capitulo 11
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