Manuel Enríquez

 

 Este compositor mexicano es, sin duda, el más significativo de la segunda mitad del siglo xx. Su larga y fructífera trayectoria ha abarcado todos los campos del quehacer musical, y en todos ellos destacó como un prolífico creador, entusiasta organizador, eficaz administrador y eficiente promotor de la música contemporánea de todas las latitudes, incluida la obra de los compositores nacionales. Por la calidad de su música y los aportes de ésta para la consolidación de un lenguaje contemporáneo, numerosos organismos nacionales e internacionales como el Festival de Donaueschingen, el Ministerio de Cultura de Francia, el Festival de Otoño de Varsovia, el Instituto Nacional de Bellas Artes en México, el Festival Internacional Cervantino, la Secretaría de Educación Pública y la Universidad Nacional Autónoma de México; le comisionaron y encargaron la composición de piezas. En 1982 fue invitado a estrenar sus obras y a dar recitales y conciertos como violinista en diversos países de América, Asia y Europa. Ese mismo año la Academia de Artes en Alemania (DAAD), lo invitó como compositor residente en la ciudad de Berlín. Recibió la condecoración al mérito artístico de la República de Polonia, el premio Jalisco, la medalla José Clemente Orozco, el premio de la Unión de Cronistas de Teatro y Música, el premio de Cine Experimental, el premio Ellas Sourasky, el Premio Nacional de Arte y la Medalla Mozart. Fue integrante de la Orquesta Sinfónica de Guadalajara, de la Orquesta Sinfónica Nacional y del Cuarteto México. Fundó la Sociedad Mexicana de Música Contemporánea y la Sociedad Latinoamericana de Música Nueva. Entre los muchos cargos que le fueron confiados figuran el de director del Conservatorio Nacional de Música, director del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical (CENIDIM), y director de Música del Instituto Nacional de Bellas Artes. Fue vicepresidente del Consejo Internacional de la Música de la UNESCO, miembro ejecutivo de la Comisión de Artes y Letras del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, miembro de número de la Academia de Artes de México y del Seminario de Cultura Mexicana. También perteneció a la Academia de Artes de Alemania, fundador y coordinador de¡lForo Internacional de Música Nueva, y presidente de la Promotora de Compositores de Música de Concierto, así como integrante de la junta directiva de la Sociedad de Autores y Compositores de México. En 1993 fue designado Creador Emérito del Sistema Nacional de Creadores. Fue profesor de la Universidad de California, UCLA, en Los Ángeles, desde 1990. Su obra abarcó todos los géneros: sinfónico, de cámara, vocal y coral, música electroacústica y música para cine, teatro y ballet. Entre los títulos más significativos de su catálogo, que suman casi 150 partituras, sobresalen: Concierto para violín y orquesta, Transición para orquesta, Él... y ellos para violín y conjunto de cámara, Encuentros para cuerdas y percusiones, Inter-minado sueño para voz y orquesta, Cantata a Juárez para coro y orquesta, A 2 para violín y piano, Poemario para dos guitarras, Concierto para violonchelo y orquesta, En prosa para flauta, oboe, violonchelo y piano, Misa prehispánica para sonidos electrónicos, Sí libet para orquesta, Rapsodia latinoamericana para orquesta sinfónico, Tlachtli para siete instru- mentos, entre otras. Falleció en la ciudad de México el 26 de abril de 1994.

 

 Manantial de soles: (Versión II) En 1984, la Secretaría de Educación Pública, a través del festival Internacional Cervantino, propuso a Manuel Enríquez el escribir una obra para celebrar el 70 aniversario del poeta Octavio Paz. Motivado por la profunda admiración que el compositor sentía hacia el poeta, acepta el cargo, estimulado por la condición obvia de basarse en algún pasaje de la obra poética de Paz. De común acuerdo, el compositor y el poeta seleccionaron un poema erótico de exquisita sensualidad titulado Eje. Enríquez utiliza libremente sólo algunas palabras de este poema, para crear un homenaje sonoro que revela inmediatamente su estilo personal. La primera versión de esta obra está escrita para una dotación instrumental compuesta por metales, arpa, percusiones y cuerdas. En 1988 el compositor revisó la obra y elaboró una segunda versión, modificando la instrumentación original. Esta última está pensada para mezzosoprano, actor, piano y seis percusionistas. Desarrolla una obra enormemente evocativa en relación al texto seleccionado, plasmado en una partitura de elegante caligrafía con una notación que es a la vez funcional y simbólica, logrando una notable unidad estilística. La voz grave y cálida del actor introduce las primeras líneas de un diálogo íntimo a la que responde una voz femenina encarnada por una mezzosoprano. El coloquio amoroso que se desarrolla entre las voces enmudece para dejar paso a un crescendo instrumental que desemboca en un poderoso clímax, al cual siguen misteriosos sonidos de la noche, imágenes musicales que evocan sentimientos primarios, para dejar paso a una pareja que en un abrazo funde sus cuerpos y almas para que en el silencio de la obscuridad, brote de ellos un manantial de soles.

                                                         Armando Torres Chíbrás