Alguien Tiene Que Ceder
(Something's Gotta Give)
Poster
País: Estados Unidos, 2003
Duración: 128 minutos
Clasificación: B
Elenco: Jack Nicholson, Diane Keaton, Amanda Peet, Keanu Reeves, Frances McDormand, Jon Favreau
Director: Nancy Meyers
Productores: Bruce A. Block, Nancy Meyers
Guión: Nancy Meyers
Fotografía: Michael Ballhaus
Música: Hans Zimmer
Distribuidor: Columbia Pictures
 
Por Jorge Ávila Andrade

La frase “el amor no tiene edad” pocas veces ha tenido tanto significado en el cine. En una época plagada de pseudo comedias románticas en las que los protagonistas suelen ser una pareja joven (las más de las veces con los actores de moda), una cinta como Alguien Tiene Que Ceder (Something’s Gotta Give, 2003) es como un oasis en medio del desierto. 

El filme está dirigido por la constante Nancy Meyers, cuyo anterior trabajo, Lo Que Ellas Quieren (What Women Want), significó un buen éxito de taquilla al presentar, de manera cómica, el mensaje de cómo sería el mundo si los hombres pudieran entender los deseos femeninos. En esta ocasión, Meyers rompe con los tradicionalismos hollywoodenses para mostrar una historia romántica entre una pareja de edad madura con resultados bastante alentadores. Y para lograrlo, la también guionista echa mano de un par de leyendas vivientes del star system norteamericano: Jack Nicholson y Diane Keaton, quienes literalmente dan cátedra de lo que es actuar en un alto nivel.

La trama de la cinta presenta a Erica (Keaton), cincuentona, divorciada y prestigiada autora de obras teatrales con más neurosis de las que puede presumir (en una clara referencia a su trabajo anterior con Woody Allen) y cuya vida suele pasarla tranquilamente en su casa escribiendo y al lado de su hija, Marin (Amanda Peet), quien es joven, atractiva y tiene como novio a un sesentón productor de discos de hip-hop, Harry Sanborn (Nicholson), el típico solterón que presume de nunca haber andado con una mujer de más de 30 años. Al intentar pasar un fin de semana solos en casa de Marin, las cosas se complican cuando Erica y su hermana, Zoe (Frances McDormand) llegan sin previo aviso. 

Después del disgusto que provoca en Erica el que su hija esté saliendo con un tipo que puede ser su padre, todos deciden compartir la casa por unos días. Pero un infarto que sufre Harry provoca que éste se quede a vivir en tal lugar mucho más tiempo del que tenía planeado, y por si fuera poco, tendrá que pasar tiempo a solas con la neurótica Erica, pues Marin tiene que volver a su trabajo en Manhattan. 

Poco a poco ambos van descubriendo que tienen muchas más cosas en común que las que se imaginan, lo que provoca en ellos que vuelvan a experimentar un sentimiento que creían olvidado. Pero las cosas no serán tan sencillas, pues el médico que atendió a Harry, Julian (Keanu Reeves), se ha enamorado perdidamente de Erica, a quien admira por su trabajo y por quien siente una pasión desmedida a pesar de la diferencia de edades.

De principio a fin, el filme de Meyers es un claro ejemplo de lo que debe ser una buena comedia romántica: una estupenda banda sonora, diálogos chispeantes, situaciones divertidas, un gran ritmo y, sobretodo, una pareja protagónica que saque chispas. Ese es el punto fuerte de la película, sus actores. Quizá si en lugar de Nicholson y Keaton hubieran estado otros rostros, más jóvenes (pensemos en una Brittany Murphy con Ben Stiller, por poner un ejemplo), el resultado habría sido simplemente pasable. Pero la vida que le confieren a sus personajes este par de monstruos de la actuación (normalmente no me gusta poner calificativos de esa índole, pero la ocasión lo amerita) es sencillamente exquisita. 

Por un lado esta Nicholson, quien aunque parece estarse interpretando a sí mismo, está meticulosamente controlado por Meyers, lo que ayuda a que ofrezca un par de las secuencias más emotivas que se le han visto en mucho tiempo. Si recordamos que estamos hablando de una comedia, se podrá entender mejor la magnitud del trabajo del “gran” Jack, quien continúa demostrando una vis cómica a toda prueba. Simplemente el ver a un actor rudo como Nicholson llorar como un adolescente enamorado, o sentir los ataques de ansiedad característicos de quien está enamorado, es de antología. 

Pero quien se lleva la película es Diane Keaton. Desde hace mucho tiempo – quizá desde sus mejores trabajos al lado de Allen – no había personificado a un personaje tan vivo y complejo, así como tan humano, como el de Erica. Los años de experiencia y la edad le dan las armas necesarias para ir tejiendo un personaje que, a pesar de las limitaciones que cree tener como consecuencia de la edad, todavía es capaz de enamorarse, de hacer el amor y de volver a vivir como una quinceañera, esto es, entregarse por completo. 

Una secuencia inolvidable ocurre la primera vez que su personaje y el de Nicholson deciden ir a prepararse algo de comer en la cocina de la casa. No necesitan grandes diálogos, pues con las puras miradas son capaces de generar una tensión sexual y romántica que pocas veces se puede apreciar en la pantalla grande, mostrando una química de la cual ya quisieran tener la centésima parte los actorcillos de moda. Otra escena memorable es cuando termina de hacer el amor con Harry y rompe en llanto… el llanto de quien creía que su vida emocional había terminado años atrás y que vuelve a experimentar el goce de la pasión. 

La otra gran secuencia – que termina derivando en un poco de farsa - es aquella en la que Erica vuelve a romper en llanto por el simple hecho de que le han roto el corazón. Sí, a sus cincuenta y tantos años, se volvió a enamorar y, por consiguiente, a experimentar nuevamente el dolor que puede representar el querer a alguien. Erica termina llorando sin razón por casi cualquier cosa, pero al mismo tiempo comprende que el haberse vuelto a enamorar le dio la libertad de poder recuperar una parte de ella misma que tanta falta le hacía y, ¿por qué no?, de rehacer su vida aunque sea con un hombre más joven. Una verdadera cátedra.

El resto del elenco se comporta a la altura, y es un gusto ver a Reeves en un papel mucho más ligero y adecuado que el del salvador de la humanidad con el que se le ha identificado a raíz del éxito de la serie de Matrix. Alguien Tiene Que Ceder no es, pues, la típica cinta que se da en llamar “chick flick” (algo así como “película para mujeres”), sino una honesta y muy divertida visión de lo que es el amor a una edad ya madura. 

Lo importante de la misma no es, a final de cuentas, el breve desnudo integral y frontal que realiza Keaton, o la presencia de Nicholson, ni la fotografía o la estupenda banda sonora que la acompaña. Lo verdaderamente importante es que es capaz de reflejar, aunque sea a través de la risa, la importancia y la posibilidad más que real de que dos personas maduras puedan rehacer su vida. No importa que el personaje de Reeves sea encantador o buena persona, la audiencia al final queremos que Erica y Harry terminen juntos. Se lo merecen. 

Tierna, romántica, encantadora y con un elenco de alto calibre que brinda maravillosas actuaciones, es una de esas cintas que nos recuerdan que, como lo dije al principio, el amor no tiene edad. Una verdadera delicia.
 

 ® Moviola, 2003